Partida Rol por web

Corelinna Magistral era la profesora de la optativa conocimiento del Mundo Mágico, una de las asignaturas a elegir de segundo año. En aquella clase se impartirían conocimientos mágicos de forma teórica. Se imparte en una de las aulas cercanas a la biblioteca y es el aula más sobria y aburrida que se ha visto ahora.

La clase posee una larga hilera de estanterías que se pierden en el infinito. Una serie de pupitres están repartidos y coinciden con el número exacto de alumnos que asisten a esa clase.

La profesora, algo anciana,  está sentada encima de una simple silla mientras lee un aburrido tomo que reza "La Magia inhóspita en las pequeñas regiones de la China Antigua, Vol. LXIX

Cuando todos los alumnos llegaron a clase y se sentaron en las sillas que les correspondían, la profesora se presentó y comenzó la asignatura. Fue directamente al grano sin andarse con muchos rodeos.

La Varita

El primer capítulo de la asignatura sería sobre vuestra varita mágica, el objeto más importante y preciado de cualquier mago.

Sin demorarse mucho más, la profesora comenzó a explicar la asignatura:

" La varita elige al mago ... no siempre está claro por qué. "
    - Ollivander, maestro y artesano de varitas-

Una varita es un instrumento mágico casi consciente, a través del cuál, un mago o bruja canaliza sus poderes mágicos para realizar una serie de efectos deseados. La mayoría de los hechizos se hacen con la ayuda de las varitas , pero los hechizos pueden ser lanzados sin el uso de varitas. "Magia sin varita". Sin embargo, esta práctica es muy difícil y requiere mucha concentración y una gran habilidad increíble; solo los magos verdaderamente avanzados son capaces de llevar a cabo tal magia.

Los hechizos mágicos se realizan con la ayuda de la varita y generalmente pronunciando una serie de palabras conocidas como "conjuros". Los magos más experimentados pueden lanzar hechizos no verbales, que ocultan el hechizo hasta su resultado y con ello pueden impedir que un adversario se proteja de él.

Las varitas son fabricadas y vendidas por los fabricantes de varitas, uno de los más famosos de Gran Bretaña es Ollivander. Cada varita consiste en un tipo específico de madera que rodea un núcleo de sustancia mágica. Aunque los núcleos de una varita puedan provenir de la misma criatura, o la madera pueda proceder del mismo árbol, no hay dos varitas exactamente iguales.

La mayoría de las brujas y magos compran su primera varita cuando justo antes de comenzar su educación mágica. La mayoría de los magos y las brujas inglesas compran sus varitas en Ollivander's que se encuentra en el Callejón Diagon, donde pueden probar múltiples varitas hasta encontrar la que se adapte a ellos, o más bien, la varita encuentra al mago que mejor se adapte a ella. Algunas brujas y magos, especialmente los procedentes de entornos más pobres, terminan usando varitas que no eligieron ellos, o bien porque sus familiares se las ceden, o bien porque deciden escoger alguna más barata.

Llegados a ese punto la profesora dejó de leer y se puso a hablar.

Bien, para la semana que viene quiero que investiguéis una serie de cosas, lo primero cuantos tipos de varitas hay, qué árboles proporcionan varitas y qué núcleos suelen emplearse en su realización, y hablo a nivel mundial, no solo en lo que se especializa nuestro maestre Ollivander. Además quiero saber quiénes son los creadores más conocidos y también que me digais en qué año las criaturas mágicas comenzaron a usar varitas. Traedme el trabajo en la próxima clase. Pero os podéis poner con él ahora mismo. Entregadme lo que os de tiempo a hacer hoy, y ampliad la búsqueda durante la semana. ¿Entendido?

Selena llegó a la clase y le pareció que había llegado a una segunda versión de la biblioteca. Se sentó en el primer pupitre que encontró y sacó un pergamino dispuesta a apuntar lo que dijera la profesora. Para su sorpresa, la profesora empezó a leer directamente del libro. Aunque el tema no era aburrido, la actitud de la profesora lo era.

Cuando les dijo que tenían que hacer un trabajo, Selena no se sorprendió para nada. "Bien, vamos a ver si recuerdo lo que encontré sobre mi varita..." Y se puso manos a la obra.

Camino al aula, Mircea pasó por delante de la entrada a la biblioteca. Pudo ver las orejas trompetudas de Booky surgiendo de detrás de uno de los libros que el elfo libréstico debía estar leyendo. Cuando acabase con Conocimientos de Mundo Mágico, se pasaría allí toda la tarde, buscando los libros adecuados para los trabajos que tenía que hacer. Trabajos al cual se uniría el que le enviarían en unos momentos...

El lugar donde se impartía la clase tenía el atractivo que al chico le gustaba: con muchos libros y solitario. Contó los pupitres, cinco y avanzó entre ellos. No se extrañó al encontrar allí a Selena.

Sacó todo lo necesario para lo que parecía ser una clase de dicción y redacción.

La Varita. Tomó cuidadosos apuntes de lo leído por la profesora y cuando hubo acabado, trató de explicar de la manera más detallada posible lo que sabía de las maderas y núcleos.

Sam entró a clase y frunció el ceño. La clase tenía un aura de aburrimiento mortal, lo que vaticinaba lo que iba a ser la clase. Pasó por el lado de los compañeros de otras casas sin hacerles apenas caso y se sentó cuando vio que algún asiento estaba vacío a ambos lados.

Sacó pluma y pergamino. Le hubiera gustado decir que seguramente los fantasmas contaban las historias con más emoción, pero era absurdo. Cuando alguien es aburrido... pensó, y se puso a escribir lo que la profesora decía.

Completó con anotaciones propias lo que sabía de las varitas mientras contenía algún que otro bostezo.

Amon llegó a la clase que tenía tantas ganas, aunque después de el poco "vuelo" de la clase anterior, no sabía que esperar, aunque era todo lo que quería. Lo primero que iban a estudiar era la Varita, y eso era algo que a él siempre le había fascinado, como durante tantos siglos habían podido usar las varitas sin llegara comprenderlas del todo.

Comenzó a realizar el trabajo para adelantar todo lo que podía, quería destacar en esa clase todo lo que podía, como en encantamientos, pero sabía que iba a ser más complicado con el tiempo.

Sara pasó por delante de la clase y la dejó atrás. A los pocos segundos, retrocedió y se quedó mirando curiosa. Parecía la Biblioteca, pero la mujer que estaba sentada no era Booky, era... no lo sabía. Entró en el aula con un poco de temor, por si se equivocaba, pero vio allí a Mircea, al que saludó con efusividad con la mano y corrió a sentarse.

Esa clase, al ser ella hija de muggles, le interesaba. ¡Al fin aprendería cosas de magos! ¡Cosas que sus compañeros no sabían contarla! Así que estaba muy ilusionada. Tomó apuntes de todo lo que decía la profesora y empezó a rememorar lo que le había dicho Ollivander sobre su varita.

En vista de que ningún alumno tenía ninguna duda, ni tampoco mostraron un mero de interés en todo aquello, la profesora Magistral se limitó, en silencio, a recoger las redacciones de los alumnos.

Con una voz neutra y casi tan aburrida como la que había puesto durante la clase dijo: Muy bien, muchas gracias por vuestras redacciones, las echaré un vistazo y cuando reciba el trabajo de la próxima clase os diré la puntuación que os merecéis. Muchas gracias, y buenas tardes. Dijo sin añadir más y saliendo de allí con un pequeño bolsito, quizá demasiado pequeño, donde supuestamente iban todos vuestros trabajos metidos.

La profesora se había marchado. Mircea miró alrededor, tratando de asimiliar lo que sería investigar aquellas estanterías y poder encontrar libros que quizás no había en la biblioteca. Si Corelinna les había dejado ahí solos, ¿podrían quedarse y hacer uso del aula?

Se vio tentado de adentrarse por el primer pasillo, pero decidió que debía pedir permiso primero. Recogió todos sus útiles de escritura y metió todo en su sombrero. Sonrió al recordar el pequeño bolso con el que la profesora se había marchado, tras haber metido imposiblemente el gran volumen que había estado leyendo antes de empezar la clase.

Levantándose y calándose el sombrero, se despidió de Selena y Sara con una ligera inclinación de cabeza. Anduvo el corto trecho que separaba el aula con la biblioteca, donde se pasaría toda la tarde.

Selena se dio por satisfecha y abandonó la clase con el poco trabajo hecho. Se despidió del resto y desapareció por el castillo.

Sam recogió, no muy satisfecha de su trabajo. Pero, de todas formas, había sido una clase muy aburrida, así que ahora sólo tendría que hacer una investigación más o menos profunda en la biblioteca.

Sopesó las opciones y al final se decantó por su favorita. Con una sonrisa siniestra, abandonó la clase.

Sara estaba muy ilusionada con esa clase. No sería la mejor, pero podía aprender mucho. Le hubiera gustado ir a buscar a Ardeen, pero prefería ir a terminar el trabajo para la profesora Corelinna, así que salió corriendo a la biblioteca

Amon, tras terminar la clase, salió de esta después de recoger todas sus cosas- hasta otra -despidió a la profesora y resto de compañeros.

Mircea abrió con cuidado la puerta de aquella gran biblioteca aula. No debía usarse mucho, pues le costó que se abriera a la primera. Al entrar, lo primero que hizo fue inspirar el aroma que toda gran biblioteca despedía, a papel podrido, la descomposición imparable de la celulosa era un olor agradable aunque supieras a qué se debía aquel característico efluvio de los libros antiguos.

Arrastró una mesa y una silla para tener todas las estanterías enfrente, fijándose en los pasillos que se perdían de vista con sus recovecos, curvaturas y cul-de-sac

Encendió algunas de las lámparas de aceite y un par de velas sobre la mesa, tras lo que se dedicó a sacar todos los útiles de escritura. También del gorro sacó los 5 libros que había sacado el día anterior de la biblioteca principal de Hogwarts, que se encontraba justo al lado.

Aprovechando que acababa de despertar y estaba espabilado, empezaría con el trabajo que peor llevaba, perteneciente a la asignatura que se impartía en esa misma clase: Conocimiento del Mundo Mágico.

Abrió el primero de los libros. Era una biografía de Jimmy Kiddel, escrita hacía 50 años, titulada: "Como ser el segundo mejor fabricante de varitas del Callejón Diagón"

El manuscrito hablaba de núcleos distintos, quizás más débiles y más baratos, pero que ayudó a Mircea a descubrir que una varita podía hacerse con casi cualquier producto que tuviera un mínimo de magia, incluso uñas cortadas de Elfos Domésticos.

El tiempo podía ser espeso, muy lento, quizás incluso angustioso, alargando cada segundo a una eternidad, convirtiendo cada respiración en un ejercicio complejo y doloroso. O eso sería así si la actividad llevada acabo fuera distinta a la de leer, estudiar o plasmar sus pensamientos en pergamino.

Fusilando minuto tras minuto con palabras antiguas, letras picudas conformando frases abigarradas y pensamientos para nada normales en un crío de casi 13 años, Mircea voló por cada párrafo, arrancando los secretos de cada escritor y haciendo suyos cada idea, mediante entendimiento, replanteamiento y sometimiento.

Forzando sus ojos azules a la luz de las velas y los candiles, se planteó si quizás era mejor sacarse una mesa al patio. No, demasiada gente, se contestó a si misma, mientras a la vez leía algoritmos de composiciones extrañas de varitas y escribía sobre quidditch. Y el sol ya está demasiado arriba, podría quemarme...

Y las palabras seguían fluyendo, como si la musa particular de Mircea se hubiese aposentado sobre su hombro, susurrándole e incitándole a que siguiera escribiendo, con su sudor, sus lágrimas y su sangre. Pero era solo tinta lo que había en el frasco, el segundo que había sacado aquel día, y que le servía como vehículo conductor de su aprendizaje, mientras la punta de la pluma rasgaba el pergamino sin parar.

Tras varias horas dedicadas a varitas y otras cuentas aprovechadas para terminar de perfilar el trabajo de Quidditch, Mircea volvió a las criaturas mágicas. Llevaba un par de semanas dejando su redacción en barbecho, para así poder tomar algo de distancia y ser capaz de verla desde otra perspectiva. Leyó, frunció el ceño, tachó varias frases, las reescribió y se dedicó a pasar a limpio todo lo que decidió que estaba correcto. Tras ello, sacó otro libro más de su sombrero, el tercero del día, dedicado a la evolución sirénida y sus uniones con criaturas de otras especies, dando lugar a animales únicos.

Cuando acabó el libro y completó de redactar sus conclusiones, cerró el libro y secó la pluma.

Una mañana bien aprovechada, decidió el chico. Era la hora de la comida y sería irresponsable sacar fruta de su sombrero, habiendo alimentos calientes y de mayor valor nutritivo en la mesa. Recogió todo y apagó las velas y los candiles, dejando el lugar tal cual lo encontró al llegar. Volvería luego, sí, pero prefería dejarlo todo preparado por si surgía algún compromiso que le impidiera volver.

Entornó levemente la puerta, y salió del aula sin hacer ruido. Cerró con cuidado, hasta que escuchó el click de cierre mágico automático y se marchó camino al comedor, poniéndose el gorro por el camino y metiendo las manos en los grandes bolsillos exteriores de su túnica.

Corelinna Magistral era la profesora de la optativa conocimiento del Mundo Mágico, una de las asignaturas a elegir de segundo año. En aquella clase se impartirían conocimientos mágicos de forma teórica. Se imparte en una de las aulas cercanas a la biblioteca y es el aula más sobria y aburrida que se ha visto ahora.

La clase posee una larga hilera de estanterías que se pierden en el infinito. Una serie de pupitres están repartidos y coinciden con el número exacto de alumnos que asisten a esa clase.

La profesora, algo anciana,  está sentada encima de una simple silla mientras lee un aburrido tomo que reza "La Magia inhóspita en las pequeñas regiones de la China Antigua, Vol. CLVII

Cuando todos los alumnos llegaron a clase y se sentaron en las sillas que les correspondían, la profesora saludó y comenzó la clase sin perder mucho el tiempo.

Las casas de Hogwarts: Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin

Los alumnos pertenecientes a cada casa no necesariamente tienen todas las cualidades que caracterizan a su respectiva casa. Hay casos, en el que el Sombrero Seleccionador, recibe estudiantes en donde es muy dificil meterlos en una casa. Por lo general se queda pensando y debatiendo entre dos casas. En este caso a ese estudiante se lo denomina hatstall.

Muchas veces, el Sombrero seleccionador, pone a un estudiante en una casa por tradicion familiar. Pero hay circunstancias en que rompe esta tradición.

La Casa Gryffindor fue fundada por el célebre mago Godric Gryffindor. Godric solo aceptaba en su casa a aquellos magos y brujas que tenían valentía, disposición, coraje, ya que estas son las cualidades de un auténtico Gryffindor. Los colores de esta casa son el dorado y el escarlata y su símbolo es un león. La reliquia más preciada de la casa es la espada de Godric Gryffindor, perteneciente, como su nombre lo dice, a Godric Gryffindor.

La Casa Hufflepuff, busca alumnos leales, nobles, bondadosos, entre otras características. La fundadora es nada menos que la bruja, amiga de toda la vida de Rowena Ravenclaw, Helga Hufflepuff. Helga, fue una bruja muy noble, amigable y la principal impulsora de que Hogwarts aceptase a alumnos nacidos de muggles. El símbolo de la casa es un tejón negro y sus colores representativos son el amarillo y el negro.

La Casa Ravenclaw, sus colores son el azul y el color bronce. Ravenclaw busca alumnos académicos, estudiosos y que siempre sepan lo que hacer. Fue fundada por la bruja nacida en la canada, Rowena Ravenclaw. Supuestamente la principal inventora del nombre, lugar y formato de Hogwarts. El símbolo de la casa es el águila, aunque en las diversas versiones del escudo, tiene un águila o un cuervo.

La Casa Slytherin, caracterizada principalmente por la ambición y la astucia. El animal representativo es la serpiente, y el elemento es el agua asociada con la astucia y frialdad.

Llegados a ese punto la profesora dejó de leer y se puso a hablar.

Para el próximo trabajo que tendréis que realizarme, quiero que me habléis sobre el Sombrero Seleccionador y la razón por la que éste a veces sigues las tradiciones familiares y otras veces no. En qué se basa el Sombrero para hacer su selección. Podéis empezar con el trabajo ahora mismo, mientras tanto yo iré revisando vuestros trabajos de la semana pasada. Dejadlo junto a vuestro pupitre que yo me pasaré para recogerlos.

Camino al aula, Mircea pasó por delante de la entrada a la biblioteca. Pudo ver las orejas trompetudas de Booky surgiendo de detrás de uno de los libros que el elfo libréstico debía estar leyendo. Cuando acabase con Conocimientos de Mundo Mágico, se pasaría allí toda la tarde, buscando los libros adecuados para los trabajos que tenía que hacer. Trabajos al cual se uniría el que le enviarían en unos momentos...

El lugar donde se impartía aquella clase la tenía bien conocida. Que sirviera como una especie de segunda biblioteca privada con volúmenes que la principal no tenía le iba bien cuando quería soledad y tranquilidad para trabajar y ni la biblioteca ni la sala común de la tejonera se lo reportaba.

Sacó todo lo necesario para lo que sabía que sería una clase de dicción y redacción.

Las Casas de Hogwarts. Sentía que estaba acostumbrándose muy demasiado a sus hermanas cuando lo primero que se le vino a la cabeza fueron insultos dedicados a todas las casas: slytherslime, hufflepuffle, gryffindorks y ravenawful.

Puso la redacción sobre la varita en la mesa y se dispuso a comenzar el trabajo sobre el sombrero seleccionador y las casas de Hogwarts. Había leído en un tomo, no recordaba el nombre, que el sombrero seleccionador en realidad no era un ente propio en sí, sino que cobraba vida dependiendo de la conciencia de cada alumno que se lo calaba. Que lo que cada niño escuchaba era su propio ser en eco, con el que podía discutir, llegar a un acuerdo, pero que sin saberlo siempre formaría parte de sí. Por eso su selección el primer día de colegio había sido tan complicada. Comenzaba a creer en aquella teoría.

Cuando llegué al aula, me sorprendí de ver allí únicamente a Mircea. Bueno, si he de ser sincera, tanto como sorprender, no. Conocimientos del Mundo Mágico era algo así como Historia de la Magia, pero peor, porque esta última asignatura, con su propio título, ya te advierte de lo que te vas a encontrar, en CCMM crees que te lo pasarás bien, y de repente, ZAS, te topas con una clase tan soporífera como esta. Ni siquiera era el temario lo tedioso, sino la forma de impartir la clase de Corelinna Magistral.

Tomé asiento junto a Mircea y tomé apuntes de lo que recitaba la profesora, mientras, de vez en cuando, en el borde del pergamino garabateaba lo primero que se me pasase por la cabeza, que, en aquel momento, eran bludgers, montones y montones de bludgers.

Cuando Mircea comenzó con la redacción de la clase de hoy -hay que especificar, porque tenemos redacciones hasta en la sopa-, eché alguna que otra ojeada -sin demasiado disimulo y con una sonrisilla en la cara- para ver qué escribia.

Cuando encontré la inspiración, yo también me puse a ello.

Luna Lovegood interrumpió aquella clase. No dio tiempo a que el profesor la finalizara. Venía con una carta en una mano, y con un pañuelo azul con un águila negra en la otra.

Tenía los ojos rojizos y llorosos, su cara estaba triste y su pelo algo alborotado, mejor dicho, más alborotado de lo que era habitual en ella.

Por favor, las clases han finalizado. Que todo el mundo se dirija al Gran Comedor, el director Lupin tiene que daros una trágica y triste noticia. Quien se hubiera percatado de un pequeño detalle, se daría cuenta de que Luna no había dicho "La clase, si no en plural, las clases". Aquello no pintaba nada bien.

No esperó a que el profesor dijera nada, simplemente salió de allí a toda prisa.

Después el profesor asintió y os acompañó a todos hasta el Gran Comedor. No quería que nadie se alejase de él, ya que parecía que lo que había sucedido era más peligroso o más terrible de lo que jamás hubieran pensado. ¿Una nueva desgracia se cernía sobre Hogwarts?

Aquello sí le sorprendió, volver a encontrarse con Morgana y en una asignatura como era aquella, pura teoría. Por lo poco que había ido conociendo a la chica, era más como sus hermanas que como él mismo: muy activa y dada a meterse en problemas. No le pegaba nada que se cogiera aquella optativa.

No solo eso, sino que cuando Corelinna empezó, estaban solo ellos dos. Mircea miró alrededor para cerciorarse que nadie más había entrado, sentándose sin que se diera cuenta. Arrugó el entrecejo, como si aquello ya fuera mala señal.

Dejó que Morgana copiara todo lo que quisiera. Estaba algo despistado y sabía que algo se avecinaba.

Al llegar Luna y dar aquella noticia sin llegar a decir nada, salió de clase siguiendo a la profesora Magistral y aprovechando un momento de despiste, se marchó por un pasillo.