Partida Rol por web

Reducto... Madre mía, suena complicado. Estas fueron las primeras palabras que Daphne pensó en cuanto escuchó al profesor.

La pequeña había entrado en el aula con una gran bola interior de optimismo y pensamientos positivos que luchaba por marcharse de su cuerpecito. A Daphne le costaba mucho mantener las esperanzas en esa asignatura, pero hacía todo lo que podía. Solo esperaba que ese esfuerzo extra no la debilitara para conseguir el conjuro del día.

Pero, cuando escuchó cuál era y vio sus efectos, le pareció muy difícil. La bola interior escapó y, en lugar de dejar un vacío, fue sustituida por otra bola, esta de pesimismo. Y toda la energía acumulada durante la comida pareció desvanecerse con un ¡puf! ¿Entre todos tenían que destrozar a ese colosal maniquí? Si daba vértigo solo mirarlo. Daphne no pudo más que alegrarse por que ese bicho no devolviera los ataques.

Noah fue el primero en intentarlo. Por supuesto, lo consiguió y luego se puso a dar ánimos al resto. A ella le parecía muy bien esa inyección de moral, pero era muy difícil seguirle el juego desde su posición de mala duelista. No obstante, tenía que intentarlo. ¿Y si lo conseguía? No, imposible. Pero, ¿y si sí? Doy asco en duelo, ¿qué voy a sacarlo? Ya, vale. Pero... ¿y si esta vez sí? A ver, ¿has visto el conjuro tan difícil que toca hoy?

A veces se desesperaba cuando discutía consigo misma. Sacudió la cabeza y se dejó de tanto pensamiento para ponerse al trabajo.

- ¡Reducto! –Oh, sorpresa, sorpresa. Nada salió de su varita. Te lo dije, Daph, no ibas a poder. Se cruzó de brazos, ceñuda, y esperó el resultado de sus compañeros, a ver si entre todos los demás conseguían destruir al maniquí.

Durante el tiempo que duró la clase, Mircea no paraba de mirar aquel maniquí. Solo hubiera sido más imponente si le hubieran puesto armadura completa, casco y quizás un mangual atado al brazo.

Practicó la postura, demasiado semejante a la posición de guardia de esgrima; vocalizó aquel conjuro que con la r seguía complicándosele al tratar de evitar que su acento se pusiera de por medio; incluso se fijó en el resto de alumnos durante la clase, pues cuando acabara todos deberían tratar de derribar aquel guerrero inanimado.

Creía que lo más adecuado era como el año pasado con el Extendio, usar todos el conjuro a la vez, pero parecía que los demás avanzaban por turno, así que encogió de hombros y se unió a la fila, colocándose detrás del bulto deforme casi semejante a una bola de gato que sobresalía de la cabeza de una chica más baja que él, Daphne. ¿Por qué seguía con el pelo recogido? Con lo bien que le quedaba llevarlo suelto y salvaje...

Reducto, atacó cuando le llegó el turno.

Sara llegó y chocó contra el marco de la puerta. Resoplando, mientras intentaba coger el oxígeno que había perdido en la carrera y se masajeaba el hombro magullado, entró en clase. Dejó la mochila apoyada en la pared, como era su costumbre, y sacó la varita. Se situó cerca de Daphne mientras no dejaba de respirar fuertemente.

El profesor comenzó a dar las explicaciones sobre la clase a medida que los oídos de Sara dejaban de pitar. Más serena, comprendió los movimientos y las palabras exactas del conjuro. Repitió varias veces los movimientos y las palabras en su cabeza, y, carraspeando, se atrevió a lanzar el conjuro.

¡Reducto maniquí! gritó, y vió como su rayo impactaba sobre ese ser inanimado.

Llego a clase con calma, algo mosqueado porque últimamente mis amigos parecen estar todos "desaparecidos en combate". Y odio pensar que mis amigos puedan estar divirtiéndose por ahí sin mí, ¡es indignante! Me siento en el primer hueco que encuentro y escucho las explicaciones de nuestro profesor. "Por fin nos enseñan un hechizo útil, ya era hora" pienso para mis adentros mientras intento quedarme con cada detalle y movimiento de Knower cuando realizar la demostración. Cuando me toca realizar el ataque, respiro hondo, vacío mi mente de todas las cosas que siempre tengo apretujonadas en ella, me pongo en posición de esgrima y lanzo el encantamiento.

-¡Reducto maniquí!- digo con voz firme y fiera. Bueno, vale, igual el cabreo no se me ha pasado del todo y se me ha ido un poco la mano con el tema...

Eli se alegró de que esta vez no tocara lanzarle el conjuro a un alumno. Si no que tenían que destrozar un maniquí en equipo. Al ver como la mayoría de alumnos acertaba a la hora de lanzarlo ella se concentró más que de costumbre.

No puedo fallar, pensó, o ya no tengo ninguna posibilidad de venir otro año. Aunque después de lo que había pasado con las mascotas tampoco era algo demasiado malo según su opinión.

-Reducto.

El conjuro tuvo éxito. Aquello demostró que la varita no estaba, como ella pensaba, rota. Si no que la hechicera era la que no valía.

-¡Lo he hecho!- no pudo evitar decir entusiasmada.

Al llegar a clase una gran sonrisa se dibuja en mi rostro al comprobar que nos tocaba con los leones. Me senté junto a Dariel, tras darle una leve colleja y presté atención a lo dicho por el profesor, emocionada al ver que era un hechizo de lo más útil.

Me levanté e hice varios amagos de pueñetazos en el aire, amenazando al monigote gigante, cuando, el hechizo de Dariel hizo que me quedase pasmada en el sitio. ¡Pero si es un enclenque! 

Saqué mi varita y tras mirarla, solté un suspiro. Ni de coña lo haría tan bien como él, pero igualmente... ya le daría pal pelo en otras ocasiones.

- ¡Reducto maniquí! -Con voz clara apunté al muñeco mientras lanzaba el hechizo.

¡Ayyyys! ¡Por qué poco! Gritó el profesor emocionado porque casi lo consiguen los alumnos. Seguramente, dijo mirando a Daphne, si te hubiera salido a ti el conjuro, seguramente lo hubierais logrado. Igualmente habéis hecho un trabajo excelente, y estoy francamente emocionado por ello. ¡Sois unos jóvenes extraordinarios! ¡Excelente, excelente! Dijo aplaudiendo mientras contemplaba el estado en el que había quedado el maniquí.

La pena va a ser que no os pueda dar esos extra que os prometí. Luego miró a todos lados, como si alguien pudiera verles. Bueno, qué más da. ¡Nadie se va a enterar! ¿Verdad que no chicos? Para Dariel 75 puntos extras por un gran trabajo, y para los demás 20 puntos. Y... bueno Daphne, a ti no te puedo dar puntos, pero... ¡si vienes el domingo y me lo recuerdas, te daré lo puntos que te han faltado! ¡Enhorabueno, jovencitos, estoy muy orgulloso de vosotros! Gritó emocionado mientras se marchaba de allí dando saltitos de alegría.

Espero a que mi hermana haga su intento, que no es malo por otro lado. Aún me duele la colleja que me ha dado y me rasco la zona en un intento de aliviar el tema. Me va a quedar marca, fijo, mi hermana es una maltratadora. Debería denunciarla. Me decepciono un poco cuando no conseguimos abatir el maniquí, nos ha faltado un pelo de conseguirlo. Estoy casi por pedir que me dejen volver a intentarlo porque esto no puede quedar así, para una vez que me dejan destruir una propiedad del colegio con el consentimiento de los adultos y va y no lo logro, ¡que fastidio!

Enarco una ceja cuando el profesor Knower me da 75 puntos por intentar destrozar algo en vez de quitármelos (que suele ser lo habitual en mí), ¡es el mejor día de mi vida, definitivamente! Me acerco a mi hermana Morgana, con una sonrisa amistosa, de hacer las paces.

-Me quedan algunas hierbas de Soleil, si quieres te doy un par de bolsitas preparadas, a ver qué tal te funcionan...- le digo, acordándome de su petición de la última clase.

Daphne seguía cruzada de brazos. El resto de sus compañeros, aunque no consiguieron destruir al maniquí, fueron lo suficientemente hábiles como para sacarlo a la primera. Pero ella no, por supuesto. Las flechas continuaban clavándose en su talón de Aquiles. Una tras otra.

- ¡Esto es una mierda! –exclamó, sin poder contener su enfado. Casi nunca soltaba juramentos, solo en ocasiones especiales cuando la frustración podía con ella-. Odio esta clase. ¡La odio! ¡Ojalá fuera una optativa y pudiera librarme de ella!

Le daba igual lo útil que fuera para muchos. No pensaba batirse en duelo nunca ni atacar a la gente. Lo único que necesitaba era defenderse de los demás y eso se le daba bastante bien. ¿Por qué tenía que aguantar todo eso? Era desesperante y deprimente. Su abuela le había contado que, en su época, esa no era una asignatura obligatoria sino que algunos profesores organizaban un club de duelo para enseñar a quienes quisieran. ¡Eso sería mucho mejor! En lugar de torturar a la pobre y pacífica Daphne.

Sacó un pañuelo del bolsillo, con el que se sonó la nariz y se secó una solitaria lágrima antes de que saliera de su ojo-. Vosotros lo habéis hecho muy bien -le dijo al resto de tejones y a los Gryffindor.

Cuando el profesor nos dió los puntos, permanecí un buen rato con la boca abierta, sin apartar la mirada de mi hermano. Y parecía tonto.

- Disfrútalo. A saber cuándo es la próxima vez que logras algo así. -Le chincho.- Y sí, por favor, déjame alguna bolsita de esas.

Las quejas de Daphne llegan a mis oídos y sorprendida, me giro, mirándola. No es como si la conociera de mucho, pero juraría que era la primera vez que la veía ponerse así por algo.

- No te preocupes, a veces se tienen días malos. -Me encogí de hombros, quitándole hierro al asunto.- Yo ya tengo algún hechizo que recuperar. Y seguro que no será el único de la semana...

El exabrupto de Daphne pilló a Mircea desprevenido. Con la buena semana que había tenido su amiga, tendría que haber supuesto que duelo terminaría de hacerla caer de la nube en la que estaba. Había intentado tantas veces ayudarla con los conjuros de aquella asignatura que no sabía cuantas horas había perdido en una tarea laboriosa y que normalmente no daba ningún resultado.

Morgana, no importa, ya me hago cargo yo, dijo acercándose a la melliza. Duelo y Daphne son como el agua y el aceite, y que sea la asignatura con los conjuros más complejos no ayuda, explicó a su compañera, que asistía por primera vez a duelo con ellos. Hasta ahora Daphne había fallado todos los conjuros de duelo del curso. Era como para ponerse así. No sabía él como aguantaría si se sintiera tan frustrado por la asignatura con más carga lectiva.

Dedicó una ligera sonrisa a Dariel, pues la primera impresión en duelo que había dejado el Gryffindor había sido bastante buena. ¿Suerte o era así de fuerte? Tendría que vigilarle...

Volviéndose, se acercó a Daphne. Ahora que aún lo tenemos fresco, vuelve a probar el que acabamos de hacer.

Con su varita en ristre, repasó el movimiento, las palabras y finalmente le recordó: ¿recuerdas como conseguiste potenciar el Flamine? Abre tu mente. Y al son de Reducto, ejecutó su conjuro. Uno de los jarrones destinados a ser usados como objetivo se resquebrajo primero para acabar explotando hacia afuera.

Primero Morgana se acercó a ella para consolarla. Era muy amable por su parte, pero la frustración de Daphne era tal, que no lo consiguió. No obstante, sonrió a su nueva compañera-. Ya... Muchas gracias. El problema es que yo no tengo un mal día. Tengo una asignatura mala entera –dijo suspirando y luego asintió al comentario de Mircea. Era una comparación bastante acertada y Daphne sabía qué líquido le correspondía: Era el aceite, espesa como ella sola-. Debes estar orgullosísima de tu hermano. Ha sido el mejor con diferencia de la clase.

Cuando Mircea le propuso practicar, a punto estuvo de rechazar su ayuda. Duelo la cansaba sobremanera y lo último que necesitaba era volver a fallar. Pero finalmente decidió aceptar. Tenía que ensayarlos todos, los cuatro que le quedaban, o no aprobaría esa asignatura ni con un milagro-. Vale, este mismo, sí.

¿Si recordaba cómo había potenciado el Flamine? Claro que lo recordaba, pero ¿le funcionaría ahora, cuando estaba tan alterada? Cerró los ojos. Busca el capullo, Daphne, búscalo. Ahí estaba, su magia concentrada, a la que obligó a ir hacia su varita por segunda vez-. ¡Reducto! –El asa del jarrón al que apuntó quedó hecha polvo y el resto se partió en varios trozos. No había sido tan potente como el de su amigo, que había hecho explotar la cerámica, pero al menos lo había conseguido.

- ¡Sí! ¡Sí! ¿Has visto? ¡Lo he conseguido! He buscado el capullo de magia y lo he conseguido. ¡Qué bien! –Pegaba saltos dando vueltas sobre sí misma con los brazos hacia arriba en pose triunfal. ¡Hacía tantísimo que no sacaba un hechizo de duelo que casi podría llorar de alegría! Pero no lo hizo. En su lugar, se puso a pegar carcajadas-. ¡Muchas gracias, Mircea! Le he dado una paliza al jarrón gracias a tu ayuda.

- Bueeeeno... –dijo con una enorme sonrisa-. ¿Qué hacemos ahora? Podría dar una vuelta al castillo corriendo sin cansarme de la energía que he recuperado. Bueno, a lo mejor sí me canso, pero era una forma de hablar –bromeó mientras seguía riendo.

-Vale, te las doy luego, que las tengo en mi cuarto- le respondo a mi hermana, sonriendo. No continuo con la conversación porque veo que se va a consolar a la chica de ayer en el lago. Como dijo que se llamaba? No me acuerdo, sinceramente. Me fijo muy poco en esas cosas, bueno, en general me fijo poco en todo, no soy el más perceptivo del lugar, está claro. Así que cuando acaba la clase, recojo mis cosas y me marcho a comer algo, que tanto desgaste de energía me ha abierto el apetito.

Mircea sonrió cuando Daphne consiguió sacar el conjuro. Le hubiera gustado que la tejona hubiera atacado al maniquí, derrotándolo, pues solo faltaba un último hechizo como bien había dicho el profesor. Pero igualmente había seguido su consejo, había conseguido volver a sacar aquello que creía imposible.

Muy bien, Daphne, felicitó a su amiga. Pero lo has hecho todo tú sola. Solo tienes que confiar en ti misma, dijo convencido. Él estaba tan feliz como ella, solo que a simple vista era difícil de apreciar.

Yo tengo que pasarme por el despacho de Theodore Lupin antes de cenar, dijo a Morgana y Daphne. Os veo en el comedor, se despidió. Salvo que Daphne quisiera acompañarle, Mircea se marcharía de allí solo.

Daphne estaba la mar de contenta. La pena era que se les había hecho bastante tarde. De ser por ella, habría salido al Bosque o al lago y pasarse allí la noche entera jugando o correteando sin cansarse, de la energía que tenía.

- ¿Yo sola? Para nada. Sabes que la ayuda en esta asignatura me es imprescindible. Yo confiaré en mí, pero tú no te quites méritos –respondió al rumano con una enorme sonrisa y arrugando la nariz. Sus mejillas resplandecían de color e incluso sus ojos estaban más vivos, del subidón que había recibido al conseguir el hechizo.

- Ah, claro –dijo cuando su amigo le comentó que tenía que pasar por el despacho de Lupin-. Que vaya bien con él. Yo voy ya a cenar, te esperaré allí –Cogió sus cosas y se despidió del resto-. Pasad buena noche –dijo a los Gryffindor-. Nos vemos en el comedor... si tu hermano no te secuestra –le dijo a Morgana, sacando la lengua. Salió del aula junto a Mircea, pero sus caminos se dividieron rápidamente.

Me despido de Daphne y Mircea cuando ya comienzan a salir de la clase. Y durante un isntante, me quedo pensativa. La verdad es que a mi nunca me había pasado algo así. Yo simplemente era mediocre en todas las asignaturas, así que podía tener malas rachas, muy largas, demasiado... pero por lo general no jodía un curso entero. Lo que me pasaba a mi ya era bastante frustrante de por sí, así que no me quería ni imaginar por lo que tendría que pasar Daphne.

Recojo mis cosas con una sonrisa en el rostro al recordar el último comentario de Daphne.

Me secuestra porque me conviene, de otra forma no podría conmigo. Es un enclenque.

Y abandono la clase.

Sara salió de allí, se había quedado en otro mundo. Cuando se dio cuenta, estaba sola en clase. Se fue directamente al dormitorio.

Que le saliera un hechizo no era algo a lo que estaba muy acostumbrado. Así que se le pasó rápido el tiempo... cuando bajó de su nuve de felicidad se dio cuenta de la hora.

Últimamente se le pegaban las sábanas, pero esperaba que ya no le pasara más.