Partida Rol por web

Las gemelas encogieron los hombros cuando el húngaro preguntó si irían a la fiesta del lago. La verdad que pretendíamos pasarnos el domingo durmiendo, contestó Erzsébet. Y porque tengo que ir a recuperar duelo, que sino hasta el Lunes no nos veis fuera de la cama, replicó Orsolya. Era ahí cuando se entendía toda la comida que durante la semana las crías comían, para la hibernación de fin de semana al que se sometían, ¡para recuperar las fuerzas!

Y cuando pareció que el misterio de Hogwarts del tiempo congelado estaba a punto de atacar de nuevo, Árpád reaccionó.

Erzsébet empezaba a despertarse, mientras gruñía sobre la mala idea de Mircea de auto-lanzarse conjuros. Fue Orsolya quien respondió: pues a lo mejor. Tampoco hemos probado mucho, ¿sabes? ¿Y para qué quieres que aparezcan ciempiés monstruosos, si puedes encontrarlos en el lago? De hecho, deberíamos ir a cenar y coger algo para Abracitos y Retortijones, que estarán hambrientos.

Fueron con las últimas palabras de Árpád que finalmente Erzsébet empezó a levantarse. ¿Redacciones perfectas ya hechas? Pero si eso no existe, son los padres, bromeó sacando la lengua. Y sí, vamos, que se hace tarde, urgió.

Con Orsolya recogiendo la mochilita del suelo y esperando un momento por si Willow y Árpád también se iban, finalmente se marcharon a cenar.

Árpád se sintió un poco decepcionado cuando las chicas dijeron que lo de las redacciones ya hechas no era una opción, aunque tampoco le parecieron muy convencidas. A él realmente no le importaba pasarse horas escribiéndolas o documentándose: lo que le importaba más era no usar esas horas para otras cosas, como explorar el castillo.

- Para no tener que ir hasta el lago. - Respondió a lo que ellas habían preguntado, encogiéndose de hombros. - Y tener alguno sólo para los cuatro. - Añadió, sin querer entrar en que así sería más fácil tenerlo vigilado en todo momento, y que de otra manera le daba no sólo repelús, sino también algo de respeto.

- Venga, yo voy. - Dijo acercándose a recoger sus cosas. - Willow, ¿te vienes?

- ¡HUALA! -Exclamó la pequeña cuando vio aparecer el espejo, tras lo que una de las gemelas (tendría que fijarse en cómo diferenciarlas) recibió un impacto tras lanzar un hechizo contra él. Willow sonrió traviesamente.- El problema que le veo es que esta sala está casi siempre ocupada, así que veo difícil que se pueda usar sin que nadie más se entere.

- Yo tenía pensado aprovechar mañana durante la fiesta para adelantar algo de trabajo. ¡Igual hasta podemos hacer un grupo de investigación y nos perdemos un rato por ahí! -Su mirada brilló. Y por esto era por lo que se quejaba su madre de que su padre llevase películas a casa, luego la pequeña fantaseaba sin límite alguno.

Cuando vio que tanto las gemelas como Árpád recogían sus cosas, ella hizo lo mismo, afirmando efusivamente ante la pregunta del Huffie.
- ¡Vamos!
 

Daphne entró en el aula tarareando una cancioncilla. Después de todos los disgustos mañaneros, enterarse de que aún tenía posibilidades de recuperar algún hechizo antes de los exámenes finales le había animado un poco. No obstante, seguía preocupada, puesto que esos hechizos eran de duelo y cualquiera que hubiera pasado con ella cinco minutos sabía que esa asignatura la tenía cruzada.

Dejó su mochila a un lado y sacó la varita. A ver, ¿qué puedo practicar? Solo conozco dos de los hechizos de duelo. A ver si luego, poniéndole ojitos a alguien, me ayudan a dominarlos y me enseñan el tercero. Venga, voy a intentar el Terrum Fulminis, que era el más fácil de los dos.

Miró a uno de los muñecos que había para practicar en el aula y decidió dirigir su ataque contra él. Estaba muy nerviosa, aunque al menos no había nadie ahí que la viera, en caso de que fallara. Respiró hondo y levantó la mano, un tanto temblorosa, y apuntó a la tierra que había en el suelo.

-Terrum fulminis –La varita vibró y parecía que iba a conseguir algo. Pero lo único que hizo la tierra fue levantarse un poco, como si una ráfaga de viento hubiera pasado por ahí. Daphne se puso de cuclillas y hundió la cabeza en sus brazos, que rodeaban las rodillas. Estuvo sollozando unos cinco minutos hasta que, al fin, se le acabaron las lágrimas. Se secó los ojos con la manga-. No sirvo para nada, jooo... No consigo sacar ni este conjuro, que era el sencillo.

Cogió sus cosas y salió de ahí. Decidió dar una vuelta por el castillo antes de ir a comer... Si es que le entraba el hambre, claro.

Mircea siguió en silencio a Daphne. Realmente no sabía que pensar. ¿Le había pedido ayuda porque ya no tenía a Amon a mano? Desde el principio había notado que al viperinilor le gustaba su amiga, pero que ella no parecía darle mucha importancia. Los celos adultos sobre los que Mircea había leído en algunos libros se dividían en dos tipos: miedo a perder y miedo a compartir, y la verdad es que no había sentido ninguno de los dos. Quizás sería algo que le llegara con la edad, o no; ¿acaso era algo a lo que aspirar? Por lo leído no creía que fuera algo que hubiera que anhelar.

Entró al aula. Estaba vacía y sabía que aquello era mejor. Las pocas veces que había tratado de ayudar a Daphne, solo había dos resultados posibles, que consiguiera el conjuro y se alegrase, o que lo fallara y saliera corriendo. Realmente esperaba que esta vez ocurriera lo primero, porque desde la semana pasada no había vuelto a escuchar ninguna voz en su cabeza y no sabía qué podría pasar si aquello que escondía olía la tristeza de su amiga.

¿Con cual quieres empezar?

Daphne caminó en silencio hasta el aula de duelo, pensando en qué pasaría si volvía a fallar incluso con la ayuda de Mircea. ¿Habrían expulsado a los alumnos que se habían marchado? Porque, de ser así, ella sería la siguiente si continuaba con esos resultados. Sin embargo, intentó no agobiarse demasiado. No quería volver a deprimirse y a salir corriendo de ahí, no cuando volvía a tener una oportunidad de recuperar su amistad con Mircea. Él también caminaba silencioso, pero nunca había sido un chico de muchas palabras.

- Bien, no hay nadie más, así estaremos más tranquilos –dijo nada más entrar en el aula. Ahí estaba el muñeco al que había intentado atacar antes de comer. Y estaba intacto, por supuesto-. Pues estuve practicando el Terrum Fulminis por la mañana. Me quedan dos -Puso cara de concentración para intentar recordar los nombres-:  El Confundus y el último hechizo de duelo, que me perdí porque no fui a clase. Creo que leí en el libro que se llamaba Envertersil... no, Envertestatil. ¿Es así?

Reflexionó sobre cuál sería el mejor hechizo con el que empezar. Al final decidió que quizás era buena idea probar de nuevo el que ya sabía- ¿Te parece que empecemos con el Confundus? Estoy lista, lánzamelo cuando quieras.

Al llegar a Duelo, Sara vio a Daphne, Mircea y otro chico de los leones. Sacó la varita de la mochila y se fue corriendo hasta la chica. Se estampó contra su brazo, apañándoselas para abrazarse a él y comenzar a restregar su cara como si fuera un gato.

¡Daphneeeeee! canturreo Sara. A los pocos segundos, se separó de su amiga, pero sin soltarla del brazo. Con una gran sonrisa, empezó a dar saltitos. ¿Me enseñas el último conjuro de duelo? ¡Por faaaaaaa!

Por las palabras de Daphne, parecía que había conseguido sacar ella sola el Terrum y eso significaba mucho. Que la chica a solas y en sus ratos libres se dedicara a los conjuros que peor se le daban hablaba bien de ella.

Envertestatil, sí. Algunos de los conjuros de este año son más de distracción que de ataque, comenzó a impartir. Cuando lleguemos a él ya hablaremos en más profundidad.

El Confundus ya lo conoces. Si tienes alguna duda o no te quedó claro, pregunta, ¿de acuerdo?, la verdad que Mircea se sentía genial enseñando. No tenía que mostrar empatía ni afecto, sino tan solo mostrar el como y el porqué de las cosas, de forma objetiva.

Volvió a mostrar a la chica los movimientos correctos de la varita. No habló de como se preparaba él para los conjuros, pues sabía que la calma necesaria para ejecutar los hechizos que él necesitaba no era algo indispensable para la mayoría de estudiantes.

De acuerdo, ¿preparada? Con otros conjuros, no la hubiera atacado, pero al afectar el Confundus a las percepciones y el pensamiento, entendía que conocer el efecto del hechizo era algo obligatorio para llegar a dominarlo.

Levantó la varita y tras hacer un solo círculo en el aire, dirigió el ataque y las palabras en un susurro a Daphne: Confundus Las chispas conjuradas por su varita rodearon a la chica.

No se fijó que en aquel momento alguien entraba en el aula.

Daphne prestaba la máxima atención a las explicaciones de Mircea. Era esencial que aprendiera a dominar ese conjuro. Y si no lo conseguía con él como profesor, no lo conseguiría con nadie- Sí, preparada –Se colocó en posición para recibir el conjuro. La otra vez en clase lo había resistido, seguro que esta vez también podía.

Y justo en el momento en que el rayo impactaba en su cuerpecito, alguien se abalanzó contra ella. Alguien estaba aprovechando ese momento de debilidad, en el que estaba atenta al conjuro de otra persona, para atacarla.

Se desprendió de las garras de su enemiga. ¡Era Sara! ¡Seguro que había estado espiándoles todo este rato!- ¿Por qué me atacas por la espalda? –Levantó la varita apuntando a su supuesta "amiga" y se alejó unos pasos de ella-. Nos tenías engañados a todos con tus cuentos divinos.

-¡Confundus! –Igual que si estuviera agitando un palito normal y corriente, la varita no hizo absolutamente nada. Volvió a mirar a Sara con ojos desorbitados-. ¿Qué le has hecho a mi varita? Mir, Sara me odia y me ha roto la varita, ¡ataca tú también antes de que te la rompa a ti! -Y fue corriendo a agarrarse del brazo de Mircea, intentando protegerse así de Sara.

Sara no entendía nada. No se había fijado en que Mircea le había lanzado el Confundus, ella sólo quería que la ayudasen con el conjuro de duelo.

Podía tener dos posibles reacciones. O llorar desconsoladamente porque su amiga con la que apenas había hablado el curso la había dicho esas cosas tan feas, o enfadarse y chillar con ira.

¡Pero qué demonio os posee a todos por estas fechas! ¡El año pasado Oliver se cuela en la habitación y me pega, y ahora tú has intentado atacarme con la varita y provocas a Mircea para que haga lo mismo! ¡Pero qué te pasa!

A todo esto, la varita de Sara iba arriba y abajo, con el movimiento de su brazo derecho. Luces rojas y azules salían en cada movimiento. Al menos, parecían inofensivas.

La escena era cuando menos divertida. Daphne no sabía ni lo que estaba haciendo.

- Sara, si quieres practico contigo los Conjuros de Duelo. - le digo. Al fin y al cabo era de las mejores en la materia. Si no me equivoco hablas de Envertestatil, ¿no?

- Luego, me gustaría intentar mejorar algún Conjuro de Duelo, ¿te apetece intentarlo?

La presencia de Noah despistó a Sara, que bajó la varita de manera inconsciente. Le pareció curioso que el muchacho le hablara, pero una mano que daba ayuda no se rechazaba.

Sí, gracias Noah dijo Sara, bajando la varita y alejándose de Daphne y Mircea. No, el Envertestatil me salió bien... ¡Oh, no! No es de duelo el que no fui a clase! se sonrojó Es de Defensa, es el contraconjuro de Flámatte. De manera inconsciente, empezó a hacer círculos con la punta de su zapato en el suelo, como si la diera vergüenza ¿Me lo enseñas? Después nos lanzamos conjuros de duelo, si quieres.

Lo que ocurrió a continuación podría ser perfectamente obra de Peeves, algo completamente planeado, pero lo más probable es que fuera simple coincidencia: el efecto del Confundus sobre Daphne y aquel ataque desde las sombras de Sara que obviamente era amistoso. La reacción no se hizo esperar.

Cuando Daphne fue a cobijarse al lado de Mircea, éste hizo una mueca y trató de desenganchar los dedos que le oprimían el brazo. Daphne, es efecto del conjuro, susurró a la chica. Espérate un momento y verás como todo lo verás de otra forma.

Lo siento, Sara, se vio obligado a disculparse por su parte y por la de su amiga. Debí haberte visto antes de enseñarle el conjuro.

Era una pena que aún así, en ese estado Daphne no hubiera sido capaz de sacar su propio conjuro. Hubiera sido interesante comprobar si Sara lo resistía y ver qué síntomas manifestaba.

Al ver que Noah asumía el tutelaje de Sara, Mircea se llevó a Daphne hasta una de las paredes. Anda, siéntate un momento y avísame cuando ya no odies a Sara.

Se quedó de pie, de espaldas a Daphne, viendo como Noah y Sara se las apañaban.

Cuando Mircea se quitó a Daphne de encima, ella lo miró con cara confusa. ¿Por qué, en lugar de protegerla, la rechazaba? ¿Tú también, Mir? ¿Tú también me odias? Pero esos pensamientos ya no la consumían tanto como antes. Ahora solo se dedicó a mirar a su amigo con ojos suspicaces. ¿Efecto del conjuro? ¿Qué conjuro?

Al cabo de un par de minutos, Daphne miró el aula como si estuviera despertando de un sueño profundo. Justo entonces Mircea le habló de nuevo y la chica se quedó unos segundos sentada, procesando sus palabras-. ¿Odiar a Sara? Si yo no la odio, Mir, ¿qué dices? –Miró a su amiga, que estaba hablando con Noah y entonces su mente y sus recuerdos se volvieron más lúcidos-. ¡Ay, Sara! ¡Que te he intentado atacar! –Se levantó, corrió hacia ella y la abrazó fuertemente-. ¡Lo siento mucho, muchísimo! Te prometo que no lo he hecho aposta, de verdad. Ha sido el Confundus. Es que Mir lanza unos conjuros que... ¡ya sabes lo fuertes que son!

Por primera vez se alegraba de no haber conseguido sacar su hechizo. Lo malo es que le había dicho cosas muy feas. Esperaba que pudiera arreglarlo. Le puso a su amiga ojitos de cordero degollado y pucheritos-. Sara... no me odies.

Aiden entró en el aula de Duelo Mágico sin hacer mucho ruido y buscando con la mirada a algún compañero. Por desgracia, parecía que sólo había alumnos mayores que él ¡Maldición! ¿Y ahora cómo conseguiré aprender el conjuro?

No quería molestarles pidiendoles ayuda, pero como tampoco sabía que hacer a continuación, se sentó en el suelo apoyado en la pared para no molestar y observó cómo practicaban.

- Atenta. - le digo haciéndole las indicaciones oportunas. La teoría ya te la sabes. Tan sólo hace falta que la pongas en práctica. ¿Preparada?

El efecto del Confundus en Daphne parece que no tardó en disiparse. Y fue cuando ésta se acercó a pedirle perdón a Sara, que Mircea se fijó en Aiden.

Había varias razones para que un chico de primero estuviera ahí a solas, pero si tuviera que adivinar exactamente cual era, diría que sus compañeros estarían a punto de llegar. Cuando había encontrado el aula vacía, había sentido paz. Ésta se vio disipada por la entrada de Sara y Noah, y ahora con Aiden como el preludio de una marabunta de alumnos, prefería marcharse de allí.

Oliver se dirigio a clase de duelo, junto con el resto de sus compañeros de primero y segundo. Habia sido un picnic genial y lo cierto es que conocer a mas gente, aunque fueran más pequeños, le habia abierto nuevos horizontes y ver las cosas de forma mucho más positiva.

A mitad de camino se les unio una chica a la que habia visto en el lago, pero que no se les habia acercado, como el resto. El huffie miro a Gabi con curiosidad y le sonrio, alzando una mano hacia ella- Hola, yo soy Oli... Encantado. - dijo, a la chica, con un gesto amable. Creia haberla visto en alguna ocasion antes, aunque no tenia muy claro donde.- ¿Que tal el picnic? Yo me lo he pasado superbien aunque me he ido al final sin... - se interrumpio ahi, de repente, como si de repente hubiera tenido una revelacion.

Si, claro... ¿Por que no? Por intentarlo no perdia nada.

Asi que, ni corto ni perezoso, agarró a Gabi con suavidad del antebrazo, haciendole un gesto para que se esperara un instante. Tenia algo que preguntarle.

En cuanto se detuvo, Oliver parecio un poco más nervioso. A el esas cosas nunca se le habian dado bien, mucho menos con una chica a la que no conocia de nada... Pero... Ya tendrian tiempo de conocerse, ¿no? Asi pues, carraspeo, y cogio aire, mirandola, con la sonrisa aun en los labios.

-Oye.. una pregunta... Tú... eh... el baile... ummm... Sabes... -comenzo a decir, balbuceante, sin saber muy bien como plantearlo. Le estaba resultando incluso mas dificil que a final de curso, con Ardeen.- Lo que quiero decir es... ¿Tienes ya pareja para el baile? Ya se que nos acabamos de conocer, pero... ¿Te gustaria venir conmigo? -le dijo, con la mejor de sus sonrisas, mirandola con cierto terror a una negativa.

Y es que, a los 12 años, a nadie le gusta que le digan que no, ¿no?

Sara no pudo decir que no a su amiga Daphne. Intentó mostrarse fría, pero no pudo. Habían pasado muchas cosas juntas, ¡hasta habían dormido en la misma cama! Cuando la muchacha la abrazó, Sara solo pudo llorar.
¡Buaaaa! Que susto me has dado, ¡pensé que ya no querías volver a hablarme! Y justo ahora que Ardeen se ha marchado... Sara siguió llorando unos instantes más apoyando su cabeza en el cabello rizado de Daphne. Cuando se acordó de Noah, se separó rápidamente de Daphne, permitiéndose darla un beso en la mejilla. Se acercó al muchacho y escuchó la explicación, varita en mano.
Muy bien, allá vamos... ¡Ettamálf!