Partida Rol por web

Christopher asintió a las palabras de Ithan y decidió seguirle.

Byron llegó a clase de duelo junto al más dicharachero de los ravenclaw de primero, Christopher. Le gustaba que alguien fuer atan extrovertido y así, de esa manera, el podía quedarse callado más tiempo. Dejó la mochila apartada en el suelo y sólo se armó de su varita siguiendo las indicaciones del profesor. Escuchó atentanmente las idicacioens para no cometer ningún error. Se acercó a Christopher para comentarle sus impresiones.

- Qué dificil.- Pero se puso en frente de la primera de las chimeneas y pronunció con su suave voz el conjuro.- Flamine Fulminis.- De la varita salió un rayo rojizo bastante potente, tanto que Byron pareció asustarse un poco. - Ay...- Lo normal es que se hubiera envalentonado al ver la chimenea arder, pero al contrario, Byron estaba visiblemente más nervioso en el segundo intento. - Flamine Fulminis.- De nuevo se encendió la chimenea. El sudor empezaba a perlar la mente del chico, y a la tercera el brazo le temblaba ligeramente, pro los nervios.- Flamine Fulminis.- ¡Puf! La tercera chimenea encendida. La gafas de Byron se habían empañado por el calor y miraba por encima de estas, ojiplático, al profesor como preguntándole si debía continuar. Hubiera disparado a Chistofer, pero el profesor había indicado explícitamente que debía ser a alguien de la otra casa. Descartó primero a las chicas y luego a ese chico más alto que los demás, al que no conocía. ¿Sería de segundo? Con el brazo temblándole apunto al chico rubio.

- Flamine Fulminis.- Efectivamente Byron iba de capa caída. De la varita salió un poco de humo pero nada más. Estaba de los nervios. Miró a Christopher que parecía no haber podido con las chimeneas.

Christopher llegó a la clase. Y, en esos momentos, estaba solo. Esperó a que llegaran los demás compañeros mientras sacaba la varita.

Atendió a las palabras del profesor. ¡100 puntos extras! dijo, impresionado. Lo único que sentía es que no podía atacar a Byron como había acordado, debía ser a alguien de la otra casa. Y, realmente, apenas conocía a ninguno. En la fiesta cruzó dos palabras con dos de las chicas, pero poco más.

Christopher se preparó. Apuntó a la primera chimenea y gritó ¡Flamine Fulminis! pero el rayo rojo no salió. Triste, enfocó a la segunda ¡Flamine Fulminis! pero la segunda vez tampoco salió. Vaya... apuntando a la tercera chimenea, dijo Flamine Fulminis esta vez, el rayo fue débil, pero salió y consiguió encender una de las tres chimeneas.

Asterope entró a clase con la cabeza baja. No miró quién había dentro, no quería arriesgarse a cruzar la mirada con nadie, especialmente con cierta persona. Dejó sin ganas la mochila en una esquina y sacó la varita de su bolsillo. Cuando entró el profesor, la muchacha levantó la cabeza. Dejó así ver su cara y pudieron verse dos ojos rojos, el ceño parcialmente fruncido y la boca apretada. Todo le daba un aspecto mucho más serio de lo habitual.

La clase de hoy se presentaba muy divertida y dinámica. Y, en otro momento, Asterope la habría disfrutado enormemente. Sin embargo, la pequeña no estaba para diversiones. Su mente parecía querer centrarse en pensamientos propios; pero la pequeña la obligó a prestar atención y pudo captar lo justo del funcionamiento de los hechizos y de los pasos que tenían que tomar los alumnos. Flamine Fulminis. Tres hechizos a tres chimeneas. Si lo conseguimos, atacamos a la otra casa. Entendido. No necesitaba saber más por el momento.

Notó cómo su estómago, aunque aún estaba cerrado, se quejaba de la falta de alimentos. Esperaba que ese vacío no le impidiera realizar sus conjuros. Debería haber comido algo para una clase tan importante, pero sabía que no habría podido.

Se colocó en posición delante de las tres chimeneas. Tocaba centrarse en los conjuros.

-Flamine Fulminis –El rayo rojo salió disparado y la primera chimenea se encendió.

-Flamine Fulminis –La leña de la segunda chimenea prendió fuego.

-Flamine Fulminis –Sorprendentemente, su tercer hechizo también había salido a la perfección. Miró unos segundos a las llamas, eran realmente hipnóticas.

Ahora le tocaba atacar a un Ravenclaw. Conocía a muy pocos, ya que esa casa nunca se juntaba con los demás. La única que se había acercado un poco más al resto era la chica, Willow. Así que, sin pensárselo dos veces, la eligió como víctima.

Esos tres hechizos seguidos la habían dejado algo cansada. Entre que ya venía sin mucha fuerza, que no había comido y que esa clase era más dura que las demás, Asterope se sentía débil. Pero tenía que intentarlo. Apuntó con su varita a la niña y repitió las mismas palabras que antes: -¡Flamine Fulminis Willow! –El rayo ardiente salió disparado hacia su contrincante.

Linc entró mas calmado a clase de duelo "Bueno, al ser duelo me podré desahogar, aunque haya atacado a todos los arboles del bosque, no es suficiente, necesito hacer volar a alguien como Aste ha hecho conmigo", se paró un segundo mientras pensaba al entrar en clase y miró hacia los demás compañeros que ahí estaban, Asterope no había estado en el comedor y eso le sorprendió, pero al levantar la cabeza y verla ahí, con los ojos rojizos y un poco cristalinos Linc se llenó de rabia de nuevo "Tse... ¿Ahora intenta dar pena o que? La culpa es suya, de nadie mas", pensaba eso una y otra vez, el orgullo de éste chico le impedía aceptar que parte de la culpa era suya, pero ese mismo orgullo sacaba la sangre caliente que tenía y en esa clase le iba a ser útil.

Avanzó sin dirigir palabra alguna a Asterope ni a nadie y se quedó escuchando al profesor intentaba atender, pero por mas que quisiera, una y otra vez miraba a su compañera, continuamente, hasta que todos empezaron a practicar y Linc sacó la varita de su bolsillo, atendió a como se hacía de uno de sus compañeros y encendió esas chimeneas diciendo tranquilamente -Flamine Fulminis- Primera encendida -Flamine Fulminis- Segunda sin ningún esfuerzo -Flamine Fulminis- Parecía que ya controlaba el poder de sobras, pues la tercera se encendió mucho antes que las otras dos.

Una vez las chimeneas estaban encendidas Linc sonrió un poco y desvió ligeramente la mirada a su compañera, le salió una leve sonrisa que disimuló rápidamente cuando vio que ella también lo había conseguido. Miró de nuevo a los Ravenclaw y ya que por ahora parecía que no eran mas que unos inútiles Linc sonrió de manera burlona "Ninguno de los dos podrá atacar jajaja de verdad... Ravenclaw ha decaído mucho", pensó en toda la rabia que tenía dentro y que podría descargar contra alguno de ellos, ojalá esa misma rabia no le hiciera perder el control y centrara toda su concentración en hacerlo lo mejor posible, pero tratándose de Linc, poca concentración podía haber.

-Flamine Fulminis- Dijo apretando los dientes y la varita con fuerza, pero tal y como se imaginaba Lincoln, su hechizo no llevaba ni la mitad de poder que podía llevar, "Christopher se ha librado de una buena" pensó mientras salía el hechizo hacia el niño de Ravenclaw, tampoco le había ayudado que mientras lo estaba realizando, fingiera no estar mirando a Aste para ver si a ella le salía el suyo, pero se alegró al ver que así fue, aunque rápidamente volvió a mirar al frente.

Kendra entró en clase de duelo cuando muchos de sus compañeros ya estaban en el aula. Volvía a llevar su uniforme del colegio y lucía una sonrisilla en sus labios. Sin embargo, la sonrisa no tardó en borrarse de su rostro nada más ver a Asterope y la forma en la que esperaba el comienzo de la clase.

Se acercó inmediatamente a ella, colocándole una mano en el hombro, suavemente: Aste... ¿Va todo bien? - le preguntó a su amiga, en voz baja, apretándole ligeramente aquel mismo hombro, en una muestra de apoyo. Pensó entonces en qué podria haber pasado y, teniendo en cuenta dónde habia dejado a Asterope después de la clase anterior, su mirada se posó directamente en el más plausible culpable de toda la sala: Linc. Lo miró a él también con el ceño ligeramente fruncido y una mueca interrogante. ¿Qué podía haber pasado para que Asterope estuviera así? Lo más probable, quizás, hubiera podido ser que Asterope hubiera intentado hablar con él y Lincoln la hubiera ignorado o hubiera saltado con evasivas. O algo por el estilo.

Sin embargo, antes de que le diera tiempo a decir nada más llegó el profesor y comenzó a explicarles cómo realizar el conjuro, señalándoles aquellas tres chimeneas. Lo cierto es que, a pesar de estar fastidiada por el estado en el que se encontraba su amiga, de no ser por eso Kendra estaba pletórica, rebosante de confianza en sí misma.

Sacó su varita con un elegante gesto, acabando por acercarse, señorial, a aquellas tres chimeneas. Puso el brazo en posición horizontal, perpendicular a su cuerpo, y con una ejecución limpia y perfecta dedicó apenas unos segundos a encender las tres chimeneas de golpe:

-¡Flamine Fulminis! ¡Flamine Fulminis! ¡Flamine Fulminis! -sus palabras acompañaron a sus movimientos, rápidos. Tan rápidos que casi no dio tiempo a seguirla mientras lo hacía.

Sonrió satisfecha: había conseguido encender las tras chimeneas sin ningún tipo de problema. Ahora tocaba elegir a alguien de la casa contraria.

Lo cierto es que los Ravenclaw era, con diferencia los alumnos con los que menos contacto habían tenido desde que empezó el curso. De hecho, tan solo habia cruzado alguna palabra con Willow, durante el día de la fiesta y con Christopher, el otro día, en los jardines. Ambos le habían parecido majos en aquellas dos ocasiones, asi que inmediatamente los descartó de su lista de ataque. De mandar a alguien a la enfermería, prefería que no fuera a ellos.

Entonces uno de los chicos atacó a Lincoln y, aunque éste no le devolvió el ataque que, por otra parte se habia quedado tan solo en una tentativa, ya que el Ravenclaw pareció perder fuerza en el último momento, Kendra afiló su sonrisa, ladeándola, con cierto aire serpentil.

-¡Byron! ¡Prepárate! - exclamó Kendra, mientras se giraba hacia el chico, con una pose resuelta y determinada. No en vano duelo era su asignatura favorita- ¡Flamine Fluminis!- exclamó, viendo como tan pronto como apuntaba con su varita al Ravenclaw un rayo de fuego salia impecablemente de ella, buscando impactar en él.

Conseguido. Ahora tan solo había que ver cuan bueno sería el pajarillo defendiéndose.

Christopher estaba mosqueado por no haberle salido los tres conjuros a las chimeneas. ¡Él quería atacar como los demás!

Aún tenía la varita en la mano, por suerte, porque su primer pensamiento fue guardarla. Al fin y al cabo, ¡ya no podía hacer más! Pero gracias a la voz de su madre que le dijo un "NO" rotundo se quedó con ella en la mano. Y menos mal. Porque el niño rubio que se creía guay de Slytherin le atacó

¡Y sin avisar! pensó Christopher cuando vio que el rayo rojo iba hacia él. Fulminis Finite dijo, al tiempo que hacía un movimiento de varita rápido y preciso para bloquear el conjuro. Lo mejor de todo es que no se había apenas movido, no había cambiado la posición de los pies ni nada, sólo había movido el brazo.

Byron respiró aliviado cuando vio que Linc no se había dado cuenta de suintento de ataque.  Pero luego vio que atacaban a Christopher pro su cula y se sintió culpable. 

- ¡Ay!- Es lo único que le salió para avisar a su compañero. Hubiera preferido un "cuidado Christopher", pero no daba para más. Entonces una de las chicas, Kendra le avisó para que se pusiera en guardia, todo un detalle por su parte. Byron hizo lo que pudo, levantando tembloroso la varita para detener el hechizo como le habían enseñado a hacer.- Fulminis Finite...- ¡Increíble! Lo había parado. Ahora el que sonreía era él mirando a Christopher que parecía haberse defendido bien también.- Kendra...-Así creía que se llamaba.- ¿Quieres probar tú también?- Le preguntó educadamente, casi en un susurro.

-

Kendra apretó ligeramente los labios cuando vio como Byron se defendía sin problemas de su conjuro. Adiós 100 puntos. Bueno, al menos le habían salido todos los conjuros pefectamente.

En cualquier caso, acabó por ladea la sonrisa en su rostro, mirando a Byron, aún varita en ristre- Buena parada. - le dijo, asintiendo, con esa expresión astuta que caracterizaba su mirada. Y, cuando el chico se dirigió a ella, casi sin que la voz le saliera del cuerpo, Kendra asintió, preparándose. - Venga, está bien. Prueba a atacarme tú  ahora. - dijo la chica, preparándose para defenderse del ataque del Ravenclaw.

-Adelante, Byron. Cuando quieras. - le dijo, con un cabeceo, a la espera.

Vio que la chica aceptaba y estaba preparado, así que sin mediar más palabras apuntó y lanzó el conjuro.

-Flamine Fulminis...- Ahora sí salió un rayo rojizo hacia su objetivo.

-¡Fulminis Finite!- exclamó Kendra, extendiendo su brazo, con un gesto seco y contundente. Su conjuro impactó de inmediato con el de Byron, anulándolo al instante.

-Muy bien, no está nada mal. - le dijo la Slytherin al chico, bajando la varita, con una media sonrisa. Parecía que, a pesar de aquella tentativa inicial frustrada por parte de Byron, al final la cosa habia salido bien. Y, acto seguido, recorrió la distancia que le separaba del Ravenclaw, colocándose a su lado- Cuando acabe la clase me gustaría hablar con vosotros un segundo. - dijo entonces la serpiente, mirando también al resto de compañeros de Ravenclaw. Después de todo, aquella parecía la mejor oportunidad para invitarlos a la fiesta del domingo.

Aiden entró en la clase y dejó todas sus cosas, excepto la varita, en el rincón que señaló el profesor Knower. Después, atendió la explicación del conjuro y lo repasó unas cuantas veces en su cabeza para tenerlo bien claro. Si conseguía encender las tres chimeneas tendría que atacar a algún compañero, y pensó en atacar a Linc, ya que aún se sentía molesto con él por su comportamiento en el Gran Comedor. Pero después de pensarlo un poco más, lo mejor sería atacar a un Ravenclaw y así intentar que ellos no sumaran más puntos.

Aiden se colocó en frente de las chimeneas y realizó los movimientos con la varita lo mejor que supo  y gritó fuerte:

¡Flamine Fulminis!

¡Flamine Fulminis!

¡Flamine Fulminis!

Llego a clase como el resto de veces, con la lengua casi fuera y apoyado en mi amigo William, somos de los últimos de nuestra casa en llegar a clase, pero no por ello lo hago menos animado.

— Bueno, y más o menos eso es todo — concluyo el relato que le estaba contando, espero que le haya resultado interesante y ahora entienda un poco más todo eso.

La clase de duelo no me gusta nada, y eso es evidente cuando mi gesto se vuelve de cierto desagrado, detesto la idea de tener que lanzar conjuros sobre otros compañeros, jamás lo entenderé. Aún así, me dirijo a la esquina donde suelto mis pertenencias y regreso junto al resto de la clase y escucho atento la explicación.

— Que raro todo, ¿no? — le pregunto a William cuando nos enteramos de lo que quieren que hagamos. A parte de que nos piden realizar el sortilegio un total de cuatro veces —cuando siempre piden una única ejecución—, como premio por conseguir hacer el hechizo tenemos que dañar a otro alumno, y le conseguimos hacer daño, cien puntos extra. Me parece sumamente absurdo, además de que el sistema de puntos aumente una extraña rivalidad para nada sana entre las casas, el premiar con tan ingente cantidad el hecho de conseguir hacer verdadero daño a un miembro de otra casa sea recompensado de tal modo...

Suspiro cuando va a llegar mi turno y me vuelvo hacia William con un gesto confidente.

— No sé si prefiero ganar los cien puntos y hacer daño a alguien o no — suspiro y avanzo hacia la chimenea y apunto con mi varita a los tres objetivos— ¡Flamine Fulminis! — exclamo las tres veces necesarias y tres rayos rojos salen disparados de la punta de mi herramienta mágica y prenden la chimenea, lo que provoca que me gire hacia mis compañeros de casa sonriente.

Hecho esto, se supone que tengo permiso para hacer el conjuro a un miembro de la otra casa, y me pienso realmente si despreciar la oportunidad, aunque seguro que mi hermano no me perdonaría no intentar ganar cien puntos para nuestra casa.

Pienso durante un par de segundos a quién hacérselo y entonces pienso en el único miembro de esa casa que conozco, quien vino conmigo en el vagón.

Apunto en la dirección de Ludmila Giles-Freire y agito la varita con el movimiento aprendido.

—¡Flamine Fulminis! — exclamo, y un nuevo rayo rojo sale disparado en su dirección.

Llego con Edward bastante interesado en lo que cuenta y acabo por aceptar que tendré que esperar para más detalles puesto que ahora toca Duelo y temo que me vaya a salir mal.

—Pues lo que no entiendo es por qué Hermione no acabó en Ravenclaw... —reconozco, y me coloco para escuchar la explicación.

Fantástico... más rayitos de los que luego me salen fatal...

Suspiro resignado y miro a los compañeros de Slytherin. Al ver a Aidan, le sonrío y muevo un poco la mano a modo de saludo. Hacía tiempo que no lo veía y me alegro de ver a un Slytherin que me cae bien. Acabo por fijarme en Lincoln, que fue conmigo en el tren y se comportó precisamente de la manera que más rabia me da, como la profesora Green y esos pijos de los colegios caros, y entonces tengo claro a quién voy a intentar achicharrar un poquito si tengo suerte con las chimeneas, aunque no cuento con ello. Voy viendo a mis compañeros tener mayor o menor éxito con las chimeneas y atacando a los compañeros y aferro mi varita. La miro y recuerdo la explicación del señor Ollivander. Además, es de buena madera y bastante larga y recia, así que intento pensar que eso me ayudará.

Venga... tú puedes... ¿verdad? Es que... si no... jo...

Sacudo la cabeza un poco para quitarme de encima el pesimismo y me pongo en guardia contra las chimeneas. Hago el movimiento y apunto a la primera chimenea.

—¡Flamine Fulminis! —exclamo, y veo cómo se enciende, lo cual me anima bastante y me giro a por la siguiente—. ¡Flamine Fulminis! —la siguiente también se enciende y con una amplia sonrisa me dirijo a por la tercera de las chimeneas, seguro de que la voy a conseguir. Sin embargo, esta vez ya no ocurre nada. Me pongo pálido al mirar a mi alrededor y ver cómo casi todos están consiguiéndolo hacer y doy un paso atrás, tembloroso. Bajo la cabeza y empieza a escapárseme una lágrima por la mejilla. Solo siento ganas de salir corriendo, avergonzado y sintiéndome completamente inútil.

Ludmila había entrado en la estancia con su habitual paso cadencioso y su mirada inexpresiva. Kendra estaba con Asterope en un rincón. Pudo notar las escleras hiperémicas de su amiga y se acercó a ellas. -Pero qué...? No terminó de decir la frase cuando el profesor ingresó a la estancia. Le dirigió una última mirada, dandole a entender que lo resolverían luego.

Tomó su larga varita, mientras que dejó su mochila a un lado mientras que escuchó atenta las explicaciones del hechizo. Se alegró la facilidad con la que reproducían el hechizo sus amigos. Parece que las serpientes estamos encontrando la horma.  Por el rabillo del ojo se percató que el lloricas del tren la había atacado. Con un brusco movimiento de su varita pudo detener el rayo flamígero. -Otra vez será...dice levantando su hombro.

Se puso en puntas de pie, y apuntó a las chimeneas. Flamine Fulminis. conjuró tres veces con su voz dura y calmada. Las chimeneas se encendieron sin dificultad alguna.

Acomodó su trenza y ahora dirigió su varita hacia Edward. -Preparate niño...Con una torva sonrisa. -Flamine Fulminis Realizó la floritura con un brusco movimiento de latigazo. El rayo salió potente en dirección al niño...

A penas me da tiempo para fijarme en la reacción de William, soy consciente de que lo más probable es que la chica que me acompañó en el tren se vengue de mi, y estoy preparado cuando dice las palabras.
—¡ Fulminis Finite! — exclamo agitando la varita, pero no soy lo suficientemente rápido.

Una vez siento el hechizo en mi carne exclamo de dolor y me agito para intentar que se me pase, desearía animar a mi amigo, pero estoy más atento a no arder.

Entro en clase casi sin resuello y con el estómago dando botes. Dejo todo menos la varita en el rincón como se nos ha indicado y escucho atentamente al profesor. 

Una vez ha acabado, saco mi varita y apunto a las chimeneas una tras otra.

-¡Flamine Fulminis! ¡Flamine Fulminis! ¡Flamine Fulminis!-Digo lanzando el conjuro una vez contra cada una. Con una sonrisa de satisfacción veo que poco a poco se van encendiendo las tres. 

El resto de compañeros van practicando el ataque unos contra otros mientras yo escojo quien será el objetivo del mio.

-Prepárate, Ludmila.-Digo apuntándole con mi varita.

El rayo que había proyectado había impactado en Edward. Su defensa no había sido suficiente y torció levemente su comisura, al percibir el aroma dulzón de la carne chamuscada.

Estaba por acercarse, cuando escucha a Helios atacarla. Mantenía la misma posición de bailarina clásica, y con otro movimiento brusco de su varita, repelió sin dificultad el ataque del pequeño. -Bien hecho, aunque no fue suficiente....Se acercó ahora al Ravenclaw y preguntó por lo bajo: -Por cierto, como se encuentra tu ave Helios? Tenía los ojos abiertos de par en par, y emitían un brillo especial.