Partida Rol por web

Llama a la puerta del despacho del profesor ya que le ha dicho que después de clase se pasase por ahí para hablar y esas cosas. Espera a que el profesor le de permiso para entrar y cuando lo tiene abre la puerta y se acerca a la mesa de éste. Se queda de pie esperando a que le de permiso para sentarse o comience a hablar.

-Aquí estoy profesor.

Usted dirá, señorita. ¿No le ha resultado suficiente la explicación que le he dado en clase?

-Me ha dicho que después de la clase pasase por su despacho, así que eso he hecho. Si no quiere decirme nada más entonces me iré. Sólo dejaré claro que no es como usted dice. Con mis 11 años puedo saber lo que está bien y lo que está mal y usted no es nadie para juzgar eso ya que me conoce desde hace poco y no sabe nada de mí. Su usted considera que enfrentar a niños de 11 años en una clase para que se hagan daño y aumentar el odio y la rivalidad es algo que está bien, quizá tenga que plantearse usted esos conceptos.

No quiere ser irrespetuosa, pero al igual que sabe que esas clases de duelo son peligrosas y están mal para alguien de su edad, también sabe que no se debe juzgar que porque una persona solo tenga 11 años no pueda entender conceptos de bien y mal. Ella los entiende perfectamente y no se dejará pisotear. Al fin y al cabo, ya sabe que está fuera de la escuela, porque no piensa volver a ir a una de esas clases, viendo el panorama de esa última.

-Si no tiene nada que hablar conmigo, me retiro. Que pase un buen día.

Sale del despacho y se dirige al comedor.

¿Pero usted no se da cuenta de que está yendo contra todo el Ministerio de Magia? Yo no soy quien impone el temario, yo tan solo imparto la clase. Y como pudo comprobar en el baile de Halloween, debéis estar preparados para cualquier situación.

Si no está usted dispuesta a aceptar las reglas de la escuela y las leyes del mundo mágico, usted se convertirá en una paria, en algo peor que un squib, al menos ellos no pueden usar la magia por condiciones naturales, no porque no quieran...

¡Bienvenidos, jovencitos! ¿Qué os trae por aquí, tan tarde?

A mitad de camino, Mircea había conseguido desasirse del agarre de Oliver. No había ninguna prisa y correr por la noche solo conseguiría que les costara conciliar el sueño más tarde.

Al llegar al despacho, el chico llamó a la puerta, dudando si estarían aún ahí o si se habrían marchado ya a cenar. Asintió con la cabeza al escuchar una voz desde dentro que les instó a entrar.

Buenas noches, profesor Knower, saludó Mircea, inclinando levemente la cabeza.

Verá..., empezó, no sabiendo como expresar lo que tenía pensado y temiendo en el último momento que fuera una locura.

Me gustaría saber si nos daría permiso para usar el Crystallus en el exterior para poder helar una pequeña parte de la superficie del lago, soltó de forma lenta, como si mascase cada palabra. Se me ocurrió que podríamos hacer una pista de patinaje y así enseñar a los demás que los hechizos de duelo también pueden servir para divertirse. Aquello último no le acababa de sonar del todo bueno como razón.

Miró a Oliver, para ver si el chico quería añadir algo.

Pediríamos permiso al director para poder organizarlo y a la protectora del lago para que nos deje una parte durante una tarde, continuó el rumano, tratando de sacar conclusiones del gesto de Karl Knower.

-¡Hola profesor! - exclamo Oliver, con una sonrisa radiante, agitando una mano en el aire a modo de saludo, dejando que Mircea lo explicara todo. Y solo cuando termino, miró al profesor, con aire ilusionado- Por favor, Profesor Knower... Tendremos cuidado, se lo prometemos, y usaremos el lago para practicar los conjuros.. Poorfaaaaaaa...

Oliver ensayo su mejor cara de niño bueno con el profesor, esperando a que aquella peticion fuera suficiente para que Knowler les dejara llevar a cabo su idea...

Lo cierto es que se les habia hecho tarde. Muy tarde. Y no era solo que la tripa de Oli se hubiera quejado ya en numerosas ocasiones: el problema era que, si seguian asi, ni siquiera serian capaces de levantarse al dia siguiente.

Asi pues, Oliver se volvio a dirigir al profesor Knowler, con cierto aire de disculpa- Si quiere, puede pensarselo y darnos una respuesta mañana... Seguro que usted tambien quiere cenar y ya es tarde...No se preocupe, mañana volveremos a verle para que nos diga si nos da permiso o no...

Y tironeo ligeramente del brazo de Mircea, saliendo de aquel despacho en direccion al Gran Comedor. Con suerte aun llegarian a tiempo para coger algo de cenar.

Mircea soltó la mano de Oliver de su manga. Ve tú al comedor, te veo luego en el dormitorio.

El chico estaba dispuesto a quedarse allí hasta que el profesor le contestara. Si le daba el visto bueno tendría que perder más tiempo hablando con el director y el protector del lago, por lo que no quería tener que volver al despacho de los hermanos Knower.

El profesor Knower no pudo reprimir una risotada ante la sugerencia del tejón. ¿Helar el lago? ¿En serio me lo estás diciendo? No quería que sonase a burla, no se estaba riendo de él, simplemente admiraba la imaginación del chico. ¿No recuerdas que el Crystallus era tan solo un conjuro que hacía escarcha? La escarcha no hiela un lago, y mucho menos una parte. Necesitais mucho más frío que eso, pero no os preocupeis, llegará el día en que lo consigais.

Además, no creo que a Madame Pisínoe le hiciese mucha gracia que helaseis su hogar. No se hiela en invierno, no se va a helar ahora. Dijo volviendo a sonreír.

¡Buenos días!, jovencitos! ¡Qué madrugadores! ¡Veamos qué tal se os dan esos conjuros!

-Buenos días, profesor!- Saludo Arnold, con una amplia sonrisa. –Hoy me levante con ganas y debo ponerme al día, necesito aprender dos conjuros que impartió hace dos clases, Crystallus Fulminis y Eleccella Fulminis, así que me gustaría aprenderlos, si no es molestia.- Añadió, sonriendo.

Se fijo en Árpad. –Tengo que practicar dos conjuros, así que los lanzare contra uno de los monigotes, así no te avasallare. –le dijo, dándole una palmadita en la espalda, continuando con su amplia sonrisa, divertido.-Suerte con lo tuyo, tío!- y dicho esto, se dirigió hasta uno de los monigotes, alzando la varita y concentrándose.

-Empezaré con el Crystallus Fulminis, profesor.- Dijo, con tono serio, recordando la explicación del profesor cuando les explico como hacer aquellos conjuros, antes de alzar la voz, agitando la varita en dirección al maniquí. -Crystallus Fulminis!- gritó, viendo como a continuación un rayo de escarcha salía de su varita e impactaba contra el maniquí, dejando una gran capa de escarcha. Lanzó también el conjuro de defensa, aunque innecesario, quería demostrarle al profesor que sabia hacerlo.

Respiró aliviado, viendo como había conseguido realizar el conjuro con éxito. Miró al profesor de reojo, antes de añadir. –ahora probare el Eleccella Fulminis, profesor…con permiso…- Dijo, respirando hondo para relajarse y recordar, de nuevo, la explicación del profesor para este conjuro. Cuando se hubo concentrado, volvió a alzar la varita contra el maniquí, del que aun quedaba algo de escarcha de su anterior conjuro. Fijó su mirada en el maniquí, antes de agitar la varita y gritar.- Eleccella Fulminis!- Y comprobó como un rayo azulado salía despedido de su varita, impactando contra la escarcha que quedaba y derritiendo el hielo en el lugar donde había impactado, produciendo una pequeña voluta de vapor. Volvió a formular el hechizo de defensa, antes de volverse hacia el profesor.

-Lo hice bien, Profesor Knower?- Preguntó, acercandose unos pasos al profesor, guardando la varita en el bolsillo.

Eli, al igual que el año anterior llevaba varias asignaturas pendientes, tantas que no sabía como le aguantaban en la academia. Aunque por suerte, los conjuros de duelo no eran los que peor se le daban, y solo tenía uno de segundo pendiente.

Le tocaba el turno a confundus. Joey se lo había enseñado y esperaba haberlo entendido. Así que tendió su varita al profesor y pronunció las palabras mágicas.

-Confundus.

Su compañero de casa había sido un buen maestro, porque su varita emitió el sonido característico y el destello que indicaba que había salido bien. Sabía que el profesor lo evitaría sin problemas, pero al menos le había salido. Si el profesor le daba el visto bueno seguiría estando atrás... pero al menos tendría una menos de la que preocuparse.

¡Buen trabajo chicos! ¡La verdad que habéis sido muy madrugadores y habéis demostrado las dotes para el duelo que tenéis! ¡Enhorabuena! ¡20 puntos para Arnold y 10 para Elisabeth! ¡Buen trabajo leones! Dijo aplaudiéndoos.

Y justo en aquel instante sonó la puerta del despacho. Una cabecita rubia se asomaba pidiendo permiso para entrar. ¡Adelante! Estábamos terminando. ¡Bienvenida! ¡Enséñame lo que has aprendido, jovencita! Dijo saludando a la recién llegada Ravenclaw.

Su casa se llevaba 10 puntos más gracias a ella. No era la que más se preocupaba por los cursos, pero sí por ella misma. Con eso ahora estaba al nivel de los de segundo en cuanto a duelo se refería. El año pasado había pasado algo de vergüenza al tener que recuperar tantas en diciembre. Esperaba que este año no tuviera tantas. Esperaba no tener ninguna, pero sabía que algunas asignaturas le iban a costar mucho.

-Bueno, nos vemos por ahí- le dijo a los otros, aunque al ser alumnos de primero solo los vería en algún acto oficila. O en recuperaciones.

La pequeña asomó la cabeza y tras ver que ya había gente en el despacho se deslizó dentro, tratando de hacer el menor ruido posible.

- ¡Buenos días! -Sonriente miró el lugar, y después al Gryffindor presente, que no tenía muy claro si ya había realizado su hechizo o si no se animaba a hacerlo aún, fuera como fuese, ella se pondría ahora manos a la obra.

Comenzó por recordar tanto la lección que se dio el día de aquel hechizo, como las prácticas que había hecho ella por su cuenta, cuando creyó estar lo suficientemente segura de si misma, sacó la varita y apuntó a un montón de cajas que había en el despacho.

- ¡Eleccella Fulminis Columna de Caja!

Mientras Knower observaba allí a los alumnos practicar, otros cuantos iban entrando por la puerta que estaba abierta. Con un gesto de la mano, Karl iba diciéndoles a todos que fueran pasando y se fueran poniendo a la cola para practicar.

¡Bienvenidos, enseñadme qué tal se os ha dado!

Asterope llegó al despacho de los profesores Knower aún sin creerse que tuviera que hacer una recuperación. ¡Siempre había sido una niña muy lista y trabajadora! Quizás no para ser la mejor de la clase, pero sí para ir sacando todo sin problemas. Le daba rabia no haber sacado el conjuro ese día por un tonto traspiés. Pero, bueno, todo el mundo tenía manchas en su currículum académico. No debía permitir que eso le hiriera demasiado su amor propio.

Entró junto a un tropel de alumnos que llegaban de la clase de vuelo. Agarraba con fuerza la varita, decidida a demostrar que, aunque hubiera fallado, era buena alumna. Se puso la primera en la fila para hacer el hechizo.

Fijó su mirada en una de las velas que iluminaban la estancia. Durante un segundo pensó en atacar a otro estudiante, pero se dio cuenta de que eso no era una clase de duelo propiamente dicha, donde podías pelearte con todo el mundo. Además, quizás la gente estaba demasiado nerviosa por las recuperaciones y, si le lanzaba a alguien un rayo helado, podía pillarle desprevenido y tomárselo como una afrenta personal.

Así que la vela sería su víctima-. Crystallus Fulminis –Al cabo de un segundo, el cilindro de cera se apagó por la acción del rayo y se cubrió de una película de escarcha. Sonrió, orgullosa de sí misma, y dejó paso al siguiente mientras guiñaba un ojo cómplice a sus amigos, a los que deseó buena suerte en su prueba.