Partida Rol por web

Así está bien, no te preocupes. Espérate un momento y te preparo algo para el dolor.

Poppy se acercó a su mesa y abrió un cajón de donde sacó una cajita con muchos huecos que contenían todo tipo de hierbas y especias. Eligió ingredientes de forma que para los chicos pudo parecer de forma aleatoria y lo echó todo en una taza. Con un movimiento de varita surgió un chorro de agua de una gran tetera y cayó en la taza. Al instante se empezó a oler un agudo aroma dulzón. Después abrió un frasquito que contenía un líquido de un color rosa y echó exactamente 2 gotas.

Los profesores os enseñan conjuros para que los practiquéis, comentó encogiendo los hombros mientras se acercaba a James con la taza en las manos.

Vamos, bébetelo todo, con posos incluidos.

El sabor de aquel brebaje no era del todo malo para ser una mezcla de té y poción.

El hombro lo tienes dolorido por el golpe. Te molestará un poco un par de días cuando se te pase el efecto de esto que te estoy dando. Trata de no dormir sobre ese hombro esta noche.

Quedaros aquí hasta la hora de iros a vuestras Salas Comunes, comentó volviendo a su mesa, donde guardó la cajita y sacó un pergamino donde empezó a escribir.

Pues si que ha sido divertido sí. Pero parece que por lo menos yo ya estoy recuperado para mañana entrar de nuevo en acción.

De pronto me da hambre.

Señora Pomfrey, tengo hambre. ¿Hay alguna posibilidad e ir a cenar?

Oliver también estaba muerto de hambre. Ni las bolitas de chocolate que le había dado la señora Pomfrey habian sido capaces de acabar con su apetito. Por eso no fue de extrañar que, en cuanto escuchó a James, viera un filon para intentar que les dejara ir a comer- Oh, sí... Porfa, señora Pomfrey... déjenos ir a cenar... Y le prometo que de postre me comere una pieza de fruta como me ha explicado... Por favorrrrr, no nos mate de hambre...

Se encontraba mucho mejor despues de que la enfermera le hubiera puesto aquel asqueroso potingue y se sentía capaz de caminar hasta el comedor.

Y es que, cuando el hambre apremia...

Poppy levantó la cabeza de lo que estaba escribiendo.

Lo siento chicos, pero cuando venís con estas heridas tenéis que estar un par de horas para verificar que no tenéis nada peor. Si hubierais venido antes, os hubiera dado tiempo a ir a cenar.

Escribió un par de líneas y con un movimiento de varita, el pergamino desapareció.

Apenas pasó un minuto y dos platos aparecieron como por arte de magia -que realmente es lo que era-, uno en la mesa de cada camilla ocupada.

Contenía aquello que más habían comido los chicos durante todo el curso anterior, por lo que el plato de Oliver y el de James no contenía lo mismo. Los elfos domésticos eran unas criaturas increíbles...

¿Mejor así?, sonrió

A Oliver se le iluminó la cara cuando aquellos dos platos aparecieron junto a ellos, de la nada, al más puro estilo "Gran Comedor". Definitivamente, aquel colegio era la leche.

-¡Esto ya es otra cosa, señora Pomfrey! ¡Mucho mejor! - exclamó, mirando con avidez aquel plato lleno de todo lo que mas le gustaba- ¡Muchísimas gracias! ¡Y que aproveche, James!

Y, tras la última frase, Oliver comenzó a dar buena cuenta de su cena, mucho más animado. Al menos tenía claro que no se iría a la cama con el estómago vacío.

-¡¡Eftá delificiofo!!!

Al ver aparecer la comida, se me abren los ojos como platos.

Buahhh, que cosas más ricas. Muchísimas gracias. Esto es increíble.

Comienzo a probar cada uno de los platos, saboreando cada cosa.

¿Cómo es posible que sepan lo que nos gusta a cada uno? Tengo que ir a felicitarles y darles las gracias.

De pronto miro para la enfermería.

Y también a usted, señora Pomfrey.

Oliver no tardó en dar buena cuenta de su cena. Sin embargo, para cuando lo hizo, se dio cuenta de que tenía más sueño del que pensaba, y eso sólo podía significar una cosa: debía ser tarde.

Miró a James y luego a la señora Pomfrey. Lo cierto es que entre el potingue y la cena se sentía mucho mejor. - Señora Pomfrey... ¿Podemos irnos ya? Estoy que me caigo de sueño, y creo que ya me duele mucho menos el tobillo... ¿Tu tambien estás mejor, James? - preguntó al Slytherin, esperando que así fuera y que los dos pudieran irse a descansar tranquilamente.

Y volvió a mirarlos alternativamente, con ese aire curioso suyo, esperando una respuesta afirmativa por parte de la enfermera. -Y no te preocupes, James... De camino a la sala común le doy las gracias a los elfos de parte de los dos... - dijo el Huffie que por narices tenía que pasar por las cocinas, con una sonrisa enorme.

Poppy dejó que ambos chicos comieran tranquilos antes de revisar por última vez el tobillo de Oliver y el hombro de James.
 

Ale, a vuestros dormitorios. Si os levantáis con dolor os quiero de vuelta, ¿de acuerdo?, les recordó a ambos.

Acuérdate no dormir sobre el hombro dañado, le dijo a James.

Y no quieras correr de vuelta a tu Sala Común, insistió a Oliver.

Vamos, antes de que Finch os eche la bronca por estar por los pasillos a deshoras, les apresuró

Oliver casi dio un bote, sonriendo de oreja a oreja al escuchar a la señora Pomfrey.

-¡Genial! ¿Has oido eso, James? ¡Venga, vamonos! - exclamó el chico poniéndose de pie de un bote. Y fue al apoyar el pie en el suelo cuando supo por qué la enfermera le había dicho que no corriera de vuelta a la habitación. Aunque ya no le dolia ni de lejos tanto como cuando llegó alli, lo cierto es que seguía notando ciertas molestias que, efectivamente, le impedian caminar con demasiada prisa.

-Uy... - dijo, al darse cuenta de esto. Sin embargo, dedicó sus propias palabras a la enfermera, alzando una mano en forma de despedida- Muchisimas gracias por todo señora Pomfrey... ¡Está usted hecha un hacha! - exclamó, haciendo referencia al hecho de que los hubiera curado tan rápido.

Y, una vez en la puerta, dedicó otra sonrisa a James, dándole una pequeña palmadita en el hombro sano- Bueno, James, nos vemos mañana... ¡Que duermas bien! ¡Y cuida ese hombro!

Y, ni corto ni perezoso, se encaminó, eso sí, mucho más lento que de costumbre, a la sala común de Hufflepuff.

Eso si, pasando antes por las cocinas para, como prometió, dar las gracias a los elfos domésticos por aquella deliciosa cena de parte suya y de James.

Muchas gracias, señora Pomfrey.

Si te encargas tú de agradecer a los elfos la comida, me voy para la Sala Común que mi camino es un poco largo. Cuida ese tobillo que tiene que estar listo para la próxima clase de duelo - digo comenzando a irme.

Ya en la segunda semana del curso, parecía que el tiempo pasara volando. Y más cuando se llevaban tantos años vividos.

Cuando Poppy llegó a la enfermería que milagrosamente había conseguido dejar vacía la noche anterior, se encontró la enfermera Wainscott ordenando todo el instrumental para un nuevo día. No es que realmente hiciera falta instrumental alguno cuando se tenía una varita con la que curar casi cualquier cosa...

Ojeó los horarios de las distintas casas y cursos; los de segundo y los de quinto tenían duelo hoy. Siempre duelo... aunque sin esa asignatura lo más seguro es que tuviera que sufrir solitariamente la compañía de Wainscott. Los alumnos hacían que sus días fueran más placenteros.

La enfermería en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería está dirigida por Madame Poppy Pomfrey. Los estudiantes (y, presumiblemente, el personal) que sufren accidentes y lesiones durante el año escolar son enviados o llevados a la enfermería para ser curados. La enfermería está bien equipada para hacer frente a todo tipo de lesiones mágicas o mundanas, desde fracturas hasta renovación de huesos. Sólo en casos más graves los pacientes son enviados al Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas para tratamiento adicional.

Knower guió a Maxwell y Helios por los pasillos de la escuela hasta la enfermería. Había pasado por allí antes, y había tomado nota mentalmente del cartel de la entrada, pero todavía no había entrado. Y no hubiera entrado, si no hubiera sido por la insistencia del profesor. No lo necesitaba, tenía otras cosas que hacer, y sobre todo, era avergonzante terminar allí por una diminuta quemadura de hielo.

Se quedó parado un instante en la puerta. La consulta era tan diferente de las que conocía, las de los médicos de siempre, que no tenía claro si realmente estaba en una enfermería. Los extravagantes frascos llenos de líquidos de colores debían ser medicamentos, y aunque le resultaba imposible imaginar para qué servían, suponía que todos esos objetos indescriptibles eran utensilios de medicina mágicos

—¿Hola? —saludó, tentativamente, al entrar.

Buenos días, pasad, pasad, animó Poppy a los nuevos heridos.

Baja de estatura y ancha de cuerpo, su rostro no tenía las suficientes arrugas que debería atribuírsele a su edad. Jovial, se movía entre algunos de los alumnos que ya estaban en su enfermera desde primera hora, algunos incluso habían pasado allí la noche.

Al fijarse en quién traía a los recién llegados, suspiró. Karl, espero que algún día les enseñes a protegerse antes de atacar. Vamos, largo de aquí, despidió al profesor.

Venga chicos, sentaos, tú ahí, y tú ahí, les indicó dos camillas separadas. Para solo llevar tres semanas de clase, la enfermería andaba bastante llena.

Poppy se acercó a la mesa y sacó los listados de cursos y clases. Duelo, a primera hora... Los nombres de Maxwell y Helios aparecían resaltados.

Veamos, ¿qué os ha pasado?

-Hemos recibido heridas de un Crystallus Fulminis.-Digo enseñando el brazo donde había recibido el impacto.-No son demasiado graves, al menos las mías, pero es una sensación bastante desagradable.

La enfermera, o doctora, o curandera, o como fuera que llamaban a las sanitarias en el mundo mágico, era de esas personas que estaban cómodas con su rol en la vida. Lo mismo que el profesor Knower; eran el tipo de gente que no iritaba a Max, porque normalmente no tenían la necesidad de pagar sus frustraciones tocándole los cojones a los demás. Lo cual no impedía que algunos, simplemente, lo hicieran de todos modos por puro "hijoputismo".

El otro chico, Helios, respondió, con la misma precisión que había utilizado en clase. Hubiera pensado que no era un ser humano, sino un androide, si no fuera porque los androides con apariencia humana estaban diseñados para imitar el comportamiento humano.

—No ha sido nada —añadió—. El profesor se cree que somos de cristal, o algo así.

-Estoy de acuerdo en que podía haber sido peor, pero aún así creo que el deber del profesor es enviarnos a la enfermería por si acaso.-Respondo.-Es más fácil que quedarnos con este dolor de manera innecearia. 

¿Crystallus, no?, preguntó la enfermera mientras iba a una de las estanterías con puertecitas de cristal que contenían frascos con potingues de todos los colores.

De fondo se oía algún lamento de uno de los alumnos que parecía estar pasando muy mal momento. Con la enfermera Wainscott a los pies de la cama, mirando con gesto agrio a una chica que debía ser de cuarto o quinto curso, estaba claro de donde provenían los quejidos.

Poppy volvió a los chicos de primero con una taza llena de líquido azul viscoso. A ver, chicos, enseñadme donde están esas congeladuras, dijo riéndose por su chiste.

Con tiento y mimo, masajeó la zona afectada con dos dedos hasta que las quemaduras de escarcha de ambos críos desaparecieron.

-Gracias.-Sonrío.-No es que sean muy dolorosas, pero molestaban. 

Las gemelas entraron en la enfermería. Erzsébet iba tironeando de Orsolya que tras resistirse fútilmente, había acabado por claudicar y dejarse arrastrar.

Poppy, Poppy, llamó Erzy la atención a la enfermera. ¡Te necesitamos urgentemente!

¿Qué, qué, qué haces, A, digo O, eh... Erzalía?, imploró Orsolya.

Ah, hola, saludó Erzsébet a los chicos. ¿Ya os han curado?