Partida Rol por web

Sara terminó de comer tranquilamente. No se había dado cuenta de lo tarde que era ni que los demás habían salido prácticamente corriendo de allí. Se levantó y, cuando iba hacia la puerta, se fijó en que había poca gente. Se volvió a dar en la frente con la palma de la mano. ¡No! gritó y salió corriendo a clase

Ya está servida la cena del Sábado, día 6

Sorteando a algunos alumnos que ya se marchaban del comedor tras haber aprovechado lo vacío que está el lugar en el momento de servir la cena, Mircea llegó hasta una zona mayoritariamente desocupada. Aunque el tiempo con Perry le había ayudado a olvidar lo que le había ocurrido después de clase, seguía preocupado...

Se sirvió agua caliente para un té nocturno y mientras esperaba los tres minutos de rigor, se sirvió algo de tabulé con cuscús. Como estaba fuertemente aderezado seleccionó un par de patatas asadas que le sirvieran de acompañamiento.

Terminó tan rápido de cenar y se bebió aún ardiendo el té que cuando se marchó aún no había llegado ninguno de los que conocía.

Corriendo entraron y exhaustas se sentaron, casi al ralentí, como si justo en ese momento la energía que había mantenido a las hermanas de pie desde la hora de la comida se acabase de gastar.

Ufff, suspiraron según empezaron su ingesta nocturna de alimentos.

De vez en cuando iban barriendo alguno de los alimentos hasta la mochililla, sin preocuparse mucho de si los dos libros de DCAM acababan manchados: jamón serrano, taquitos de queso, hojas de rúcula, un puñado de cuscús del magnífico tabulé que habían descubierto sobre la mesa, una patata asada, trocitos de hígado y unas cuantas variantes más. Tenían que descubrir la dieta de los ciempiés y para ello cogían un poco de todo.

Aunque estuvieran apartando comida que no se comerían, seguían acaparando el resto de cosas que sí que acababan en sus bocas, machacadas por dientes sanos, algunas muelas de leche y algún que otro agujero intermedio.

Satisfechas tras la comilona y felices por no haber tenido que detener su ingesta nocturna con cháchara de mesa innecesaria, las crías se llevaron las manos a sus panzas y soltaron un largo suspiro.

Se levantaron, cogieron la mochila y se marcharon camino al dormitorio.

El extremo de la mesa reservado tácitamente para los alumnos más jóvenes estaba extrañamente desangelado. Las bandejas estaban movidas, y faltaba comida en alguns de ellas. Era complejo estimar cuántos niños habían comido de ellas, pues los elfos de las cocinas solían enviar reponer los alimentos consumidos, al menos hasta media hora antes del fin de la comida.

Maxwell echó un vistazo al gran reloj que indicaba el paso del tiempo. Era tarde, pero todavía quedaba un largo rato hasta el toque de queda. O bien todos había comido muy temprano, o la mayor parte se había entretenido, como él.

Sin nadie que pudiera interrumpirle, ni conversaciones a las que prestar atención, Max se sirvió la cena con rápida eficiencia, y acabó antes de que nadie más se sentara a la mesa

Se marchó a los dormitorios en silencio, tal y como había llegado.

Estaba solo en el comedor, otra vez llegaba tarde. Pero aún estaba a tiempo para comer tranquilamente para que no se le atragantase la cena, así que no se dio mucha prisa. 

Fue cuando su estómago le dijo basta cuando decidió que había tenido suficiente, que era hora de acostarse. Como estaba solo no tuvo que despedirse de nadie.

El comedor era otra cosa. Eso sí lo podía reconocer. Había, por lo menos, seis alumnos haraganeando en las mesas. haraganeando, literalmente, porque ni siquiera se molestaban en comer. Alguno, si acaso, mordisqueaba con tanta parsimonia que el moho podía ser capaz de conquistar los bocados antes de que llegaran al estómago.

Maxwell agarró un pastel de canela y se lo comió de dos bocados, mientras se servía un vaso de leche fría, que se bebió con tanta rapidez que solo el cerco blanco en el interior del cristal evidenciaba lo que acababa de hacer. Él no recordaba habérsela bebido.

Cogió un par de manzanas, y salió disparado de allí.

Antes de dedicar una jornada intensiva a los libros, la escritura, el estudio y la realización personal, lo correcto era desayunar fuerte.

Se sentó alejado del resto, se sirvió un té fuerte y contrariamente a sus costumbres se echó cereales de canela y jengibre en un cuenco que regó con zumo de naranja. Mientras dejaba que el agua caliente llegara a una temperatura apta para el consumo, comió lentamente los cereales.

Oliver llegó al Gran Comedor, con el animo por los suelos, como el dia anterior. Alzo una mano en direccion a Mircea, nada más llegar, escoba en mano y, sin sentarse siquiera, cogio un donut, al que dio un buen mordisco- Buenos días, Mir. Voy a clase de vuelo. Te veo alli, si quieres practicar con Cass y conmigo. - le dije, más apagado que de costumbre. Y, sin esperar siquiera a que nadie más pudiera decir nada, eche a caminar hacia la salida.

Por primera vez en la vida, no me apetecia ver a nadie.

Sonrió tristemente al ver a Oliver. La verdad que llevaba un par de semanas sin apenas pararse a hablar con su amigo. El que Mircea prefiriera la compañía de los libros al de los seres humanos podía tener mucha parte de culpa.

Buenos días. Gracias, pero hoy estaré en el aula de conocimientos trabajando todo el día.

La semana anterior había estado tratando cogerle el tranquillo a la escoba, para conseguir lograr los complicados ejercicios del año pasado, pero seguía siendo incapaz. Prefería dedicarse a su redacción de vuelo.

Hasta luego, le despidió.

Apurando el té, él mismo se levantó y se marchó.

Cuando Árpád llegó al comedor allí ya no quedaba ninguno de sus compañeros. Normal. Aún así desayunó fuerte, preparándose para empezar el día por las recuperaciones: luego ya tendría tiempo para la fiesta del lago.

Para muchos era un día de descanso, y Matt también esperaba que fuera así, pero antes tenía cosas pendientes. Eligió una comida no muy pesada y se dispuso a comerla sin demasiadas pausas. Si terminaba pronto las recuperaciones tendría el resto del día para disfrutarlo.

-Adiós- dijo cuando se sentaba, al tiempo que otros chicos se iban. Supuso que también tendrían sus recuperaciones pendientes, así que no les entretuvo más y siguió con su plato hasta que lo hubo terminado.

Después se levantó y salió para recuperar transformaciones.

De pronto una bandada de lechuzas entran por los grandes ventanales del comedor. Muchos gritos de alegría se escuchan de todos los miembros de las casas.

¡Ha llegado el correo!

Las lechuzas revolotean por las mesas entregando a sus dueños paquetes, cartas y todo tipo de mensajes

¡Ya está servida la Comida del Domingo Día 7!

Querido Neil, eso que has dicho sobre la comida de la abuela no se lo vamos a decir. ¡Menudo disgusto la darías a la pobre! Dice que te manda muchos besos y que te da muchos recuerdos. El paquete que va junto a esta carta es una tarta que te ha hecho. Dice que es tu favorita y que seguro que allí los elfos domésticos no sabrán hacerla. (Menos mal que no la hemos dejado leerte esto) Jajaja.

Estamos muy contentos porque te hayan puesto en la casa que querías, y sobre todo estamos contentos porque disfrutes de la variedad de etnias de tu casa. Disfuta mucho de ellos, hazte sus amigos y aprende todo lo que puedas. Es genial tener amigos por todas partes del mundo. ¡Así siempre tendrás una casa para hacer una visita!

El otro paquete que te hemos enviado con la otra lechuza es la cámara que nos pediste. Espero que no se haya perdido por el camino, lo mandamos con una lechuza un poco vieja, pero no teníamos a otra por aquí.

¡Disfruta mucho!

¡Papá te manda muchos besos y te dice que te quiere mucho! ¡Yo también!

Un fuerte beso.

Mamá.

¡Hola hijito mío!

Me alegro mucho de que todo esté yendo bien en el cole. Pero ten cuidado y no seas tan glotón como este verano o terminarás poniéndote muy gordo. ¡Sé más comedido y preocúpate de sacar buenas notas que es lo más importante!

En cualquier caso te he hecho la tarta que me has pedido. Espero que llegue bien. Pásalo muy bien y no olvides repartirlo con tus amigos y amigas. ¡Y a los niños de primero también!

Un beso muy fuerte.

Sé feliz, mi hijito lindo.

Querida Sara:

Sentimos muchísimo habernos llevado a Ardeen. Pero nuestra hija no se sentía cómoda estudiando con tantos magos. Ella siempre ha ido un poco justa en el tema de la magia, y parece ser que no se le daba bien del todo. Creo que estudiará con nosotros en casa. Pero de todas maneras nos ha dicho que te digamos que espera verte en navidades. Sabe lo importante que es esa fecha para ti y que quiere que vengas a pasarlas con nosotros.

La verdad que te hemos cogido mucho cariño este verano, así que por nosotros estaríamos encantados.

Espero que puedas encontrar esa iglesia de la que hablas. Así seguro que eres más feliz. Aunque no olvides que Él está en todas partes y que siempre te vigila y te cuida. Nosotros también haremos lo mismo por ti y por Ardeen.

Un fuerte beso.

Atte: Señores Colden