Partida Rol por web

Cuando la pequeña de Ravenclaw fue a su mostrador a dejar los libros que había estado usando, Booky sonrió a la pequeña y afirmó con la cabeza. Le guardaría los libros hasta que volviera por la tarde.

Un rato más tarde fue la chica Gryffindor quien pasó por el mostrador. Selló el libro que quería sacar y le recordó que tendría que devolverlo dentro de ocho días.

Mientras volvía a sus asuntos, le llegó el susurro de los libros, que estaban alterados porque entre sus estanterías habían asistido a un cambio extraño de una alumna... La pequeña había pasado por un breve trance de creerse un joven tejón antes de volver a su naturaleza viperina. Booky sonrió a los cotilleos de los libros de la zona amagicis, siempre tenían ideas descabelladas.

Cuando Ithan volvió a la entrada, acompañado por Kendra, el bibliotecario volvió a dejar la pluma y bajó sus anteojos hasta la punta de la nariz. Sonrió al chico a la vez que indicaba con un dedo un letrero que rezaba: Bibliotecario Booky

Estiró su larga y huesudo brazo, acabado en una mano delgaducha de dedos nudosos y manchados de tinta. El tacto de su piel era como el del cuero viejo. No más que el de adoptar un libro por una semana, contestó sonriente el elfo libréstico.

Cogió la pluma y tras hundirla en el frasco de tinta, se puso a apuntar el número de registro del libro en un gran volumen casi más grande que él mismo. Con la lengua fuera, trazó cuidadosamente cada número y letra del registro, título de la obra y nombre de estudiante. Tras ello, cogió un matasellos y estampó la anotación en el margen de la hoja. Sacó la ficha de la contraportada del libro y también la selló, a media altura; escribió el nombre de Ithan debajo del nombre del último alumno que había sacado el libro de la biblioteca y volvió a guardar la ficha.

Podrás tenerlo ocho días antes de devolverlo. Si para entonces aún quieres seguir teniéndolo, tendrás que venir para que vuelva a sellarlo, informó al pequeño según le hacía entrega del libro. La despidió con una gran sonrisa.

Cuando terminó de mirar los libros miró el reloj. Había estado más tiempo del necesario, era hora de comer.

-Adiós, señor Booky, gracias por su ayuda- dijo a la vez que recogía sus apuntes y devolvía los libros a su estante.

Seguramente, volvería en otro momento para seguir con la redacción, por un lado quería aprobar por fin alguna asignatura y por el otro le fascinaban esos seres acuáticos que eran totalmente diferentes a como se los había imaginado. Salió por la puerta intentando seguir el ritmo de Diana.

- Un placer, Bibliotecarío Booky - Estrechó la mano del elfo, con una amplia sonrisa. Ithan ya conocía a otros elfos, aunque sus padres no tuvieran elfos domesticos, sus abuelos si tenían. Y no era al primero que le estrechaba la mano. La sensación del tacto de la piel del elfo le recordaba a la del cuero envejecido.

- Así que dentro de ocho días no lo acabé, tengo que venir a que lo vuelva a sellar ¿no? De acuerdo. Asintió con la cabeza, con una amplia sonrisa, y guardando el libro después de que fuera sellado por el elfo.

- Muchas gracias, Señor Booky. Nos vemos la semana que viene - Lo despidió sin borrar la sonrisa, y miró a Kendra, haciendole un gesto para salir de allí. Caminó hasta la salida de la Biblioteca, y se paró una vez fuera.

- Genial, tenía muchas ganas de poder leer este libro - Reconoció, con una gran sonrisa. Aunque pronto, tal sonrisa desapareció, recordando el motivo de la urgencia por salir de allí. No sabía como comenzar aquella ronda de preguntas, pero la curiosidad se impuso. Se humedeció los labios, pensando en como comenzar. Tardó unos segundos en decir algo.

- ¿Y tu que opinas de los Muggles? Acabó por preguntar, sin anestesia, directo al grano.

-Hasta otra, señor Booky... - acabo por despedirse Kendra, incluso llegando a sonreirse ligeramente. Se alegraba de que Ithan hubiera encontrado el libro que estaba buscando. De hecho, una idea se le pasó por la cabeza. Una de esas ideas por las que su abuelo quizás la habría desheredado.

Salió tras el Gryffindor, al pasillo aun con la sonrisa en los labios, dispuesta a compartir con Ithan la idea que acababa de tener. Sin embargo, la sonrisa se congeló en sus labios, hasta terminar por apagarse, cuando el rubio le preguntó que qué opinaba de los muggles.

Miró al chico, con aquellos ojos suyos llenos de vida. Una mirada intensa, que daba a entender que estaba pensando en su respuesta. No es que no quisiera responderle, nada de eso. El problema era que, en aquel momento de su vida, Kendra no sabia exactamente qué responder a su pregunta.

-Pues, Ithan... si te digo la verdad... Estoy hecha un lio. - comenzó a decirle entonces, total y absolutamente sincera con él. ¿De que iba a servirle intentar engañarlo? No habia hecho nada malo. Sólo estaba hecha un lio y no queria ocultarle nada. A él no. - Si me hubieras preguntado en septiembre, cuando comenzamos el curso... te habria dicho lo mismo que mi abuelo. Despues de todo, me he criado solo con ellos y, hasta que no llegué a Hogwarts nunca, jamás, había visto nada ni a nadie que me dijera que las cosas eran de otra forma. - añadio, torciendo ligeramente el gesto, de nuevo con aquel aire de culpabilidad.

Pero si me preguntas ahora, a día de hoy... - pensó unos segundos, y una diminuta sonrisa apareció en su rostro- En este colegio he conocido a mucha gente. Algunos son hijos de magos, otros no y lo cierto es que, si no me lo dijeran, sería incapaz de ver la diferencia entre ellos. Mi abuelo siempre solia decirme que los muggles eran criaturas inferiores y estúpidas por las que solo se debía sentir lástima... Pero hace días que no dejo de darle vueltas al tema  que he comenzado a dudar que eso, realmente, sea así... Y, a dia de hoy, si te digo la verdad... no se me ocurre ni un solo motivo por el que tenga que odiarlos a ellos, o a los elfos domésticos... Y no creo que sean inferiores... creo que, sencillamente, somos diferentes en algunas cosas... Pero nada más...

Si, la chica estaba hecha un lio. Llevaba toda la vida siendo adoctrinada para ir en una direccion en la que, tras ampliar sus horizontes, no tenia tan claro que quisiera o tuviera que ir. No sabia nada de todo aquel mundo muggle que ahora comenzaba a abrirse ante ella y, por mucho que quisiera, iba a necesitar ayuda para comprenderlo.

Mantuvo la mirada durante todos y cada uno de los segundos en los que ella lo miró mientras pensaba en su respuesta. Su silencio, hizo que Ithan se tensara, se preocupara ante una respuesta que pudiera abrir una fisura insalvable entre ellos. Sobre todo, cuando ella borró aquella sonrisa de la cara.

Intentó pensar como ella pensaba, ver las cosas como ellas las debía ver. Que debía estar pensando. Ella, era una Lestrange, después de todo. Y él era un Rosier. Pero un Rosier que acababa de preguntar por libros muggles. Quizás la duda la tiene en saber sobre qué pie me apoyo. Pensó, usando una expresión de su hermano mayor, mientras pasaban los segundos, sin que ella contestara.

Pero lo que no esperaba, era su primera respuesta. Se quedó callado, dejando que siguiera hablando, explicándose. El primer trozo de la conversación, su opinión en Septiembre, no le hizo demasiada gracia. Ithan tenía su propia idea sobre aquel tema, profundamente influenciada por sus hermanos mayores, y por extensión, por sus padres. Aquella conversación solo había salido en su casa (que el recordara) una sola vez. Y quedó muy claro la opinión de sus padres.

- Los Muggles y nosotros somos diferentes, nada más. No somos mejores ni peores. - El final de la explicación de ella acabó por sacarle una pequeña sonrisa. Se alegró de escuchar aquello. - Mis abuelos piensan como tu abuelo - Acabó por decirle, encogiéndose de hombros. - Pero... me alegro que tu no pienses como ellos, la verdad. - Acabó por decirle, sin borrar la sonrisa, ni apartar la mirada de ella.

- Me ha gustado estar este rato contigo... Si quieres, luego nos podríamos ver. Al final no fuimos con Asterope, Matt y las gemelas al puente... me quedé con ganas de verlos. Diles cuando los veas que nos retrasamos por mi culpa, que tenía que enseñarle a Gaby un conjuro. - Le pidió, cambiando de tema. E indicó con un gesto de la cabeza que le acompañara hacia el Gran Comedor, caminando por el pasillo.

A medida que iba hablando e iban viendo el gesto de Ithan, la presión que Kendra sentía fue creciendo. No quería que tuviera una mala impresión de ella, pero tampoco podia actuar como si todo le hubiera parecido maravilloso desde siempre y alli no hubiera pasado nada.

No, Kendra no lo estaba pasando precisamente bien en aquel sentido. Las ultimas semanas en el colegio habian hecho que se tambalearan unos cimientos hasta entonces de lo más solido y Kendra no podia evitar sentirse culpable, cuando pensaba en sus padres y su abuelo, y en lo que le dirían si se enteraran de todo lo que estaba haciendo en Hogwarts.  Aunque, por otra parte, ver que llevaba toda su vida engañada, pensando que ciertas cosas eran total y absolutamente ciertas, sin ningun tipo de duda, para después descubrir que las cosas no eran precisamente asi le hacia sentirse mal, sentirse engañada. Lo cierto es que, a pesar de no haber compartido aquello con nadie, todas aquellas emociones encontradas estaban comenzando a pasarle factura.

Sin embargo, ver que Ithan repetia las mismas palabras que ella, y que acababa por sonreirle, hizo que en sus labios se dibujara una expresión de alivio, a juego con su rostro- Si te soy sincera, yo tambien me alegro. -le dijo, cuando le confesó que se alegraba de que pensara asi- Pero todo esto es nuevo para mi y la verdad es que a veces... me siento perdida. Ya no sé qué hay de cierto en lo que sé y qué no. Y eso no me gusta... - añadio, expresandole aquel temor, abriéndose a el con total sinceridad.

Y, cuando Ithan le dijo que habia sido un buen rato y le sugirió quedar después Kendra asintió, ensanchando su sonrisa- A mi tambien me ha encantado estar contigo. Gracias por rescatarme, Ithan. - dijo entonces, acabando por ponerse ligeramente de puntillas, para dejarle un cariñoso beso en la mejilla, que hizo que volviera a noter el rubor en sus mejillas. Y después volvio a asentir, ante su propuesta, pensando unos instantes- Pues... volvemos a tener clase con ellos, asi que si quieres puedes venir a recogernos a clase de transformaciones. Seguro que a las gemelas se les ha ocurrido ya algún sitio al que ir para entonces... Y asi pasamos la tarde juntos... ¿Qué te parece? - le propuso, animada y sonriente, caminando con él en direccion al Gran Comedor.

No tendria demasiado tiempo para comer pero, la verdad, era que le importaba bien poco.

- No sé qué te han contado - Dijo inmediatamente, al ver aquella expresión que tenía la Slytherin de duda y de desconocimiento. Le sorprendió, gratamente, ver que la chica se sinceraba con él, que le decía las cosas claras, y sintió que de alguna forma, contaba con él para todo. No borró aquella sonrisa, cuando en un gesto de apoyo, llevó la mano izquierda al antebrazo de ella, dándole un pequeño apretón. - Peeero... Yo puedo explicarte algunas cosas que me contó mi hermana mayor sobre los muggles, y tu... - Hizo una pausa, dejándolo en el aire, pensando en cómo terminar la frase. Y decidió terminarla como la habría terminado su padre - ...tú decides - 

Fue entonces, cuando ella amplió su sonrisa, que soltó una frase que no comprendió. - ¿Rescatarte? - ¿De qué? ¿De quién? Y aun estaba intentando descifrar sus palabras, con la vista en algún punto fijo de la túnica de la chica, cuando esta se acercó y le dejó un beso en la mejilla. Gesto que no esperaba, no al menos allí, en aquel momento, teniendo en cuenta la cantidad de gente que había por allí, entrando y saliendo de la biblioteca.

Aquello consiguió que el rubor acudiera a sus mejillas, mientras seguía callado intentando reaccionar de una manera que no pareciera demasiado estúpida. - Sí - Dijo, sin saber exactamente a que estaba contestando. Tras unos segundos de silencio, mirando a los ojos de Kendra, pareció reaccionar. - Digo... que si, me parece buena idea, iré a recogeros, si. - Afirmo con la cabeza un par de veces con rapidez. - No os escapéis sin mí, nada más acabar la clase iré a buscaros a la clase de Transformaciones - Concluyó, siguiendo su marcha hacia el Gran Comedor.

- Bueno... nos vemos después... ¿Vale? - Acabó por decirle, en la puerta del Gran Comedor. Levantó la mano, señalando a su espalda con el dedo pulgar. Con la caída de la túnica por su brazo, dejó a la vista aquel brazalete negro. - Hasta ahora, Kendra - Acabó por decirle, y se dirigió a la mesa de Gryffindor.

Kendra asintió, ante el ofrecimiento de Ithan, ilusionada- Me encantará escucharlas. Oh... luego te cuento algo que se me ha ocurrido, ¿vale?- le dijo, consciente de que se les habia hecho tarde y debian ir a comer aún.

Y, cuando vio la reaccion de Ithan a su beso, no pudo evitar sonreirse, asintiendo- Si, rescatarme. De mi cabreo conmigo misma. Gracias. - repitió, volviendo a asentir cuando le dijo que despues se veian, riendo- Y no te preocupes, que no pienso irme de clase hasta que no vengas... Intentaré contener a las gemelas... - rio, deteníendose con el en la puerta del comedor- Que vaya bien la clase, Ithan. Luego nos vemos...

Y, tras dedicarle una sonrisilla y un guiño, entró en el comedor, dispuesta a ir a comer.

Durante la comida, Booky había aprovechado un cierre momentáneo de la Biblioteca para disfrutar de una hora de sol en los tejados de la torre norte. Algo que ni siquiera se planteaba, la aparición élfica que le permitía ir a cualquier sitio y que usaba de forma natural, como andar o respirar -aunque era cierto que a veces cuando estaba muy feliz, tenía que recordar respirar; así pues la aparición estaba incluso más interiorizada que la respiración-, había hecho posible que encontrara un huequecito entre las almenas de dicho tejado.

Ya de vuelta entre sus queridos volúmenes, entre estanterías de polvo acumulado con olor a pergaminos y hojas en descomposición, Booky estaba en su gran mesa de biliotecario haciendo una de las labores que más le gustaba hacer: restaurar libros.

La mesa se encontraba llena de utensilios que raramente se verían en la superficie de trabajo de un mago restaurador, pues Booky mezclaba magia élfica y objetos muggle. Una pistola de cola blanca, un juego completo de agujas de caneva, hilo de estambre, de cáñamo e hilo encerado y varias otras herramientas que hacía que su mesa pareciera más la mesilla llena de instrumental de un quirófano.

En el momento que entraron los niños Hufflepuff, el bibliotecario estaba trabajando en el desbaratado de un libro que tenía las tapas destrozadas. Clac, clac, iba trabajando con unas pequeñas tijeras sobre el hilo antiguo, clac, clac.

En el camino a la biblioteca, Mircea había tenido que pasar un momento por el despacho de los hermanos Knower. Aunque no le gustaba nada tener que personarse allí, se había quedado extrañado con el reparto de puntos en clase y tan solo quería confirmar el reparto. Aquello debió a encantarle a Oliver, pues suponía diez minutos menos de búsqueda aburrida en la biblioteca. Finalmente parecía que Karl Knower había pasado por alto algunas de las cosas ocurridas en clase y decidió corregirlo. No fue un buen descubrimiento para Mircea, el saber que un profesor se podía equivocar...

Al entrar en la biblioteca, el habitual olor de libro añejo se vio reemplazado por el de pegamento. Se acercó al mostrador donde se quedó mirando como Booky trabajaba sobre uno de los volúmenes peor conservados.

Quieto ahí enfrente, viendo como el clac, clac se veía reemplazado por el repaso hoja a hoja de los posibles dobleces y restos de cola antigua, a Mircea le llegó un recuerdo antiguo.

Un bibliotecario de Târgoviste que también restauraba volúmenes antiguos. ¿Cuantos años tendría él? ¿6, 7? Recordaba ir al menos una vez al mes, cuando conseguía que su padre se tomase un día libre de la tienda de objetos muggles. Mircea pasaba casi el mismo tiempo viendo al viejo bibliotecario restaurar libros, que perdido entre las estanterías arrastrando sus regordetes dedos por los lomos de volúmenes encuadernados en cuero y tela.

Booky trabajaba igual que aquel viejo bibliotecario.

Finalmente se obligó a despegar los ojos de aquella maravillosa labor, pues tenía trabajo que hacer. Buenas tardes, Don Booky, saludó a la pequeña criatura.

La criatura levantó la mirada y desgajó su rostro en una amplia sonrisa que mostraba dientes redondeados blanquísimos y mucha encía. Buenas tardes, dijo manteniendo imposiblemente aquella gran mueca de felicidad, y abarcando con el saludo a los tres.

Volvió a su labor, esta vez cortando con un pequeño cuchillo las guardas crudas del principio y final del libro.

Mircea devolvió a aquel ser una sonrisa profunda, de las pocas que había usado en aquella escuela.

Se dirigió a las estanterías y eligiendo la que creía más adecuada tras una corta investigación, se internó en las entrañas de la biblioteca.

Gente del agua, tritones, sirénidos, hombres-pez, sociedades actuáticas. Buscaba todo tipo de palabras clave entre los cartelitos que colgaban de las baldas.

Seleccionó unos cuantos volúmenes que creyó interesantes y se los llevó a la mesa.

Perry entró en la biblioteca en silencio y en solitario.  Respiró el aroma que desprendían los libros y entonces se sintió como en casa. Su padre era un gran lector de todo tipo de libros y Perry había heredado ese gusto por la literatura. Normalmente en Howarts echaba de menos la tecnología informática pero en lo que se refería a los libros siempre le había gustado más el cálido papel frente al frío libro electrónico.

En silencio saludó al bibliotecario y se internó entre las columnas de estanterías cargadas de libros, en busca de todo lo que pudiera encontrar sobre los centauros.

Oliver llegó a la biblioteca con cierto aire de fastidio, aunque lo cierto es que aquella paradita en el despacho de los Knowler le habia venido de perlas. Además, que Ardeen hubiera decidido acompañarlos finalmente, ademas de que hubiera aceptado su propuesta para quedar después, también habia acrecentado su buen humor, como cabia esperar.

Siguió entonces a Mircea al interior de la sala y se dio cuenta, de repente, de que era la primera vez en todo el curso que ponía un pie en ella. ¡Si ni siquiera habia conocido aún a aquel elfo bibliotecario!

Se acercó a el en primer lugar, tendiendole la mano, sonriente- Buenas tardes. Yo soy Oliver Blackwood, pero puede llamarme Oli. Encantado de conocerle. - le dijo, educado, mientras Mircea comenzaba ya a buscar información sobre la gente del agua. Tenia que darse prisa si queria que le diera tiempo a estudiar algo antes de la cena.

Asi que, tras presentarse al elfo, se dirigio hacia una de las estanterías, buscando tambien informacion sobre la gente del agua, uniendose a Mircea en su labor de busqueda de informacion.

Durante la comida, Booky había aprovechado un cierre momentáneo de la Biblioteca para disfrutar de una hora de sol en los tejados de la torre norte. Algo que ni siquiera se planteaba, la aparición élfica que le permitía ir a cualquier sitio y que usaba de forma natural, como andar o respirar -aunque era cierto que a veces cuando estaba muy feliz, tenía que recordar respirar; así pues la aparición estaba incluso más interiorizada que la respiración-, había hecho posible que encontrara un huequecito entre las almenas de dicho tejado.

Ya de vuelta entre sus queridos volúmenes, entre estanterías de polvo acumulado con olor a pergaminos y hojas en descomposición, Booky estaba en su gran mesa de biliotecario haciendo una de las labores que más le gustaba hacer: restaurar libros.

La mesa se encontraba llena de utensilios que raramente se verían en la superficie de trabajo de un mago restaurador, pues Booky mezclaba magia élfica y objetos muggle. Una pistola de cola blanca, un juego completo de agujas de caneva, hilo de estambre, de cáñamo e hilo encerado y varias otras herramientas que hacía que su mesa pareciera más la mesilla llena de instrumental de un quirófano.

En el momento que entraron los niños Hufflepuff y el chico de Ravenclaw, el bibliotecario estaba trabajando en el desbaratado de un libro que tenía las tapas destrozadas. Clac, clac, iba trabajando con unas pequeñas tijeras sobre el hilo antiguo, clac, clac.

Por eso no pudo ver el saludo silencioso que le dedicó Perry.

Siempre del último a primero, con tres cuerdas de cáñamo en la serradura central, recitaba de memoria el elfo libréstico. Liado como estaba justo en ese momento, la interrupción de Oliver hizo que la aguja con la que estaba cosiendo el último cuadernillo del volumen se le saliera de las manos. Igualmente, ni siquiera aquello impedía que tuviera una gran sonrisa que dedicar a cada niño o adulto que pasara por sus feudos.

Oliver Blackwood, hijo de Jeremy y Theresa. Aquella gran sonrisa empujaba tanto las mejillas para arriba que los ojillos se veían empequeñecidos tras la tirante piel. Estiró su larga y huesudo brazo por encima de todo el material de encuadernar y aferró la mano del pequeño remolino. La mano delgaducha de dedos nudosos y manchados de cola blanca de Booky semejaba el tacto del cuero de los libros más antiguos, aquellos cosidos con bocací. Igualmente, igualmente, contestó.

Cuando el pequeño desapareció entre las estanterías, Booky volvió a su labor.

Tras sacar pergamino, pluma y tintero de su sombrero, Mircea se dedicó a hojear los volúmenes que había seleccionado.

No, no, no, murmuraba para sí de vez en cuando, mientras iba pasando de un libro a otro tras apenas apuntar información perteneciente a cada uno de ellos.

Aunque Oliver llevaba un buen rato a su lado, trabajando en su propia redacción, Mircea parecía estar metido en harina y no le gustaba ser molestado cuando escribía o buscaba información.

Tendré que volver a recurrir al libro de Scamander. El libro de su antiguo profesor de CCM había resultado ser una fuente excepcional de información, al menos para las redacciones del año pasado. Creía recordar haber leído un pasaje relacionado con la gente del agua.

Cuando acabe con estos, lo buscaré. Espero que nadie lo haya cogido, apuntó mentalmente.

Ya le dolía la mano de garabatear cosas sobre un pergamino. ¡Por los Druidas de Stonehenge! Cómo echaba de menos  internet y un buen procesador de texto. Lo recogió todo y devolvió a su sitio los libros que había utilizado.  Ya más distraído de la pesada carga de su tarea divisó a los tejones dispersos por la biblioteca. Levantó una ceja mientras oteaba en busca de cierto acompañante indeseado con el que no quería encontrarse, mucho menos después de la clase de duelo que había tenido.

Vía libre.

Caminó hacia Mircea mientras saludaba a Ardeen y Oliver con un gesto de la mano.

- Psssttt.- Chistó a Mircea para avisarle de que andaba por ahí. Ni se le pasó por la cabeza siquiera tocarle un pelo después del problemilla que habían tenido hace unos días.- ¡Buenas! ¿Estás muy liado?- Preguntó al pálido alumno mientras observaba con curiosidad los libros en los que se sumergía su amigo. Perry ya había acabado de buscar sobre los centauros todo lo que pensaba que la sección no prohibida de la biblioteca le podría ofrecer. Sin embargo, quizá una agradable conversación con el rumano le diera otro punto de vista.

Realmente molesto por la información disparatada que estaba encontrando en los libros que había cogido hacía unas horas, Mircea se levantó para devolver los volúmenes a sus respectivas estanterías y localizar el genial diario de Newt Scamander que tan bien le sirvió el año pasado: Animales fantásticos y dónde encontrarlos

Contento al encontrarlo y ver en la ficha de la contraportada que él había sido el último alumno en sacarlo de la biblioteca, volvió a la mesa. Recordaba haber encontrado pasajes de la gente del agua el año pasado y andaba dándole vueltas a como había cambiado la sociedad mágica en las últimas décadas. Sirénidos, elfos domésticos, centauros y demás criaturas habían pasado a ser dominados seres civilizados y dejado de ser llamados animales. Aunque el manuscrito de Newt partía de una creencia errónea, los datos apuntados eran más que correctos.

Se sentó y con la pluma a punto, escribió:

Gente del agua -merpeople- también conocidos como sirénidos, selkies y merrows. Clasificación M.d.M: XXXX (No son agresivos, pero deben ser tratados con respeto)

Existen muchas variedades de sirénidos y varían en apariencia casi tanto como los seres humanos. Sus hábitos y costumbres aún son misteriosas, como la de los centauros, aunque aquellos magos que han conseguido dominar el idioma sirénido dicen que viven en comunidades altamente organizada y varían de tamaño dependiendo del habitat; algunos de estos lugares tienen construcciones altamente desarrolladas. Como los centauros, la gente del agua declinó la nomenclatura "ser" en favor de "animal".

Los centauros rechazaron ser reconocidos como seres inteligentes para no compartir leyes con vampiros y arpías. Más tarde los sirénidos decidieron unirse a la propuesta.

...

Estampó su rúbrica al final de la hoja. Aún no había acabado la redacción. Le quedaba mucho que investigar si quería entregar un trabajo decente.

Fue casi al momento, después de echarle arena a la tinta para que se secara más rápido y enrollar el pergamino que Perry le chistó. Ah, hola, saludó al şoim, al que no había visto hasta ese momento.

No, ya he acabado, contestó. Quería pasarme por el despacho del director antes de ir a cenar. Si Perry quería acompañarle, podrían hablar por el camino, que tras casi un mes apenas habían podido intercambiar unas palabras tras el viaje en el expreso.

Recogió sus cosas y las guardó en el sombrero.

Os veo en el comedor, se despidió de Oliver y Ardeen y se dirigió al mostrador para sacar el genial diario de Newt para la semana.

¿Centauros, no?, se interesó el valaco al recordar lo que le había dicho Cassius.

Perry observó al tejón por encima de los cristales de sus gafas.

- ¿Ahora eres adivino?- Bromeó. Después de todo Perry debía ser el único alumno que repetía adivinación. Quizás Mircea fuera más talentoso en esa materia de lo que aparentaba.- Sí, centauros.- Aseveró Perry con cierto tono que denotaba hastío. Echaba de menos al anterior profesor.- Pues si quieres te acompaño.- No sabía que podría querer Mircea hablar con el director. Por la experiencia que estaba teniendo Perry en Howarts empezaba a pensar que era mejor tratar con el profesorado lo menos posible.- ¿Qué os ha tocado a vosotros?- Perry ya había redactado la mitad de su redacción y, aunque no dijera nada, miró con suspicacia el libro que Mircea sacaba de la biblioteca. Lo conocía bien pero pensaba que fuera lo que fuera Mircea podría encontrar algo mejor que eso para su redacción. De repente sintió cierta desazón en su interior. Tenía un montón de cosas que preguntar a Mircea y que contarle. No se habían visto en mucho tiempo. No podía dejar que se vieran tan poco a partir de ahora.

Perry también se despidió de Oli y Ardeen con una amplia sonrisa.