Partida Rol por web

Nada más recibió la respuesta del Hufflepuff se acercó rápidamente a la mesa de las chucherías y cogió un par de cucarachas de chocolate que no tardó nada en llevarse a la boca.

- Fi, -tragó.- son muy simpáticos -Respondió ante lo dicho sobre los demás alumnos de su propia casa.- ¡Seguro que a las próximas fiestas se apuntan! -Y si no ya les animaría ella. Seguro que se lo pasaban en grande.

Miró a Árpád, luego a las gemelas, y por último a sus propios bolsillos. Lo cierto era que no se había planteado tan siquiera el hecho de que no pudiese llenarlos con grageas.

- ¿Por qué les preguntas a ellas? -Las señaló con la cabeza. En un principio pensó que eran las organizadoras, pero tras ver a aquellas elfas tan fascinantes lo descartó por completo, claro.
- Pst, pst. -Se acercó un poco más a Árpád, y tirando de un hilillo que había en su túnica (que no eran pocos) abrió el bolsillo de esta enseñándole el puñado de grageas que se había metido allí momentos atrás.

Sonriente se alejó de allí, cogiendo un par de zancas de pollo de la mesa correspondiente. Aún no había cogido comida de verdad, y aquello le serviría para comer de la que iba a la Sala Común. Mañana ya se encargaría de desayunar bien.

Iba a marcharse cuando aparecieron de nuevo las elfas, así que decidió esperar un poco más hasta que la fiesta se acabase oficialmente, al fin y al cabo, su Sala Común estaba bastante cerca, no le tomaría demasiado tiempo llegar.

Las gemelas saludaron a cada integrante de la banda y les dieron las gracias por asistir. Era una suerte conocer a la hermana pequeña de una de las integrantes. Era un gran favor el que les habían hecho asistiendo y amenizando la fiesta con tan poco tiempo de antelación. Aunque sabían quien era la hermana mayor, no eran capaces de identificar al resto de integrantes.

Tras acabarse sus jarras de ponche festivo, las crías asaltaron la mesa de chucherías, metiéndose de todo en la boca. Cucarachas de chocolate, piruletas de sangre y cucharadas de helado. Incluso se pasaron por la mesa aburrida a por algo de carne en su jugo, pinchos de gambas con teriyaki y demás delicias. Si no hubiera sido por las elfas, se habrían quedado comiendo hasta tratar de vaciar la mesa.

Mientras se dirigían hacia el rincón donde estaba el Fraile Gordo y las elfas, Árpád las preguntó si podía coger golosinas para llevar.

Sí, coge todo lo que te quepan en los bolsillos, le urgió Erzsébet a la vez que sonreía con unos dientes que inexplicablemente seguían existiendo aún después de haberse hartado a azúcar.

Están a punto de repartir las medallas, anunció Orsolya cuando todos empezaron a despedirse.

Ya en la esquina, solucionaron el ligero problema de los nombres en las medallas. Algunos nombres eran demasiado largos y había que acortarlos de alguna forma para que cupiesen.

Las elfas estaban contentas porque no había habido problemas. Al fin y al cabo eran alumnos de primero, pero con los humanos se podía esperar cualquier cosa...

Tras solucionar el inconveniente con las medallas, aparecieron en el escenario que la banda de música acababa de dejar.

Pizpireta: Muchas gracias por estar aquí hoy.

Polvorilla: El 329º Aniversario de las F.I.A.P concluye de forma feliz para todos.

Ambas aplaudieron, junto a los fantasmas más animados y los integrantes del grupo de música.

Pizpireta: La medalla al mejor Agotattem es para... ¡Asterope!

Polvorilla: La medalla para el mejor baile es para... ¡Árpád!

Pizpireta: La medalla para el más animado es para... ¡El Oso!

Aplaudieron, según se iban acercando y repartían las medallas.

En la medalla de Asterope ponía: Mejor Agotattem de la primera fiesta inventada del curso 2038-2039. ASTRO

En la medalla de Árpád ponía: Mejor baile ridículo de la primera fiesta inventada del curso 2038-2039. ÁRPÁD

Pizpireta y Polvorilla: ¡Que tengáis una buena noche!

Cuando estaba a punto de marcharse, las gemelas anunciaron que iban a repartir unas medallas. ¿Medallas? ¿Van a sortear los premios que se guardan aquí? No es que tengan mucho valor, pero no creo que deban... Al rato vio que se trataba de condecoraciones nuevas a los mejores "logros" de la noche.

Nada más escuchar su nombre, quiso meterse debajo de la mesa. Una cosa es que el profesor la felicitara en clase y otra que esas elfas le hicieran dar un paso adelante para recoger una medalla. Roja de vergüenza, salió a por ella. Nada más leer lo que había escrito se le quedó cara horrorizada por la mutación que había sufrido su nombre. ¿Astro? ¡¿ASTRO?! Miró a las pequeñas criaturas y pensó: Las pobres... no les han enseñado ni a escribir...

Ahora que había terminado la fiesta, no había motivos para quedarse un segundo más. Buscó a Linc con la mirada, para ver si quería irse también, pero seguía ocupado con Anthony. No quiso molestarle mucho, así que simplemente le hizo un gesto para darle a entender que se marchaba. Se despidió del grupo. Bueno, chicos, me voy que tengo un sueño que no me tengo en pie. ¡Hasta mañana! Y salió corriendo por la puerta, no sin antes felicitarles a las elfas por el buen trabajo realizado.

Buenas noches, Christopher. Lo despidió, viendo que era el primero en marcharse. ¿No le habrá gustado la fiesta? Se preguntó, sin darse cuenta de que hora era. El tiempo pasaba a otro ritmo cuando te lo pasabas bien. Tras él, el chico callado de Hufflepuff, Mathew, se despidió también. Buenas noches, Mathew. Saludó, alzando la mano para decirle adiós.

Aquello le hizo sospechar, que, quizás, era momento para comenzar a recoger, a pesar de que él, ni estaba cansado, ni tenía demasiadas ganas de irse a dormir. Respondió entonces a Árpád, cuando comentó que no había asistido a la clase de duelo. ¿No fuiste a clase de duelo? Mi clase favorita, sin duda... mañana intentaré arrastrar a los Gryffindor a la clase de duelo A, por si quieres pasarte, te ayudaremos con el conjuro. Le ofreció, con una sonrisa amable.

Miró a Asterope, cuando habló de las grageas con sabor a pienso de gato. Ithan arrugó el gesto de la boca, pensando que había tenido suerte con la que le había tocado a el. Que asco... la mía sabía a carne asada. Contestó, encogiendose de hombros.

Cuando las Gemelas contestaron la pregunta sobre llevarse las grageas, Ithan hizo acopio de gominolas, grageas y chocolatinas. Las dejaría en la sala común, encima de la mesa para que sus compañeros pudieran aprovechar. Cuando volvió, vio la gragea que le ofrecia Kendra. La cogió, pero no la guardó, la mantuvo entre los dedos de la mano. Puede. contestó, con una pequeña sonrisa. Miró entonces el reparto de las medallas, aplaudiendo a los ganadores. 

¡Muy bien, Asterope! ¡Tu tambien, muy bien Árpád!  Aplaudió, entre risas, contento y animado por los regaos a sus compañeros. Y finalmente, asintió a lo dicho por Kendra. Es verdad, es muy tarde y aun tengo que hacer cosas en la sala común...

Buenas noches, Árpád, Max y Willow. Los despidió con una sonrisa y un gesto de la mano, sobretodo a esta última, con quien había tenido más relación. Buenas noches, Erzsébet, Orsolya. Las despidió también, amable y cordial. Hasta mañana, Ludmilla y Asterope. Despidió a las Slytherin.

Enya, nos vemos en la sala común. Señaló la puerta, y marchó hacia la salida, parandose junto a Linc y anthony, a quien con un gesto de la mano, los despidió. Nos vemos mañana. ¡Slán Agat! Dijo, y se paró delante de las anfitrionas, Pizpireta y Polvorilla. Muchas gracias por la invitación y la fiesta, ha estado genial. Espero veros alguna vez más por el castillo. Las despidió, con una amplia sonrisa, y despidiendolas con la mano.

Salió fuera, esperando a Kendra en las escaleras.

Quizás hoy tengas suerte... Susurró a Kendra con una pequeña sonrisa, mirandola de reojo. ¿Me enseñas hacia donde queda la Sala Común de Slytherin?

Kendra se detuvo unos instantes más, al ver que se producía el reparto de medallas. Aplaudió a sus compañeros, en especial a su amiga Asterope, con una sonrisa.

-Bien hecho, chicos. - les animo, con una sonrisa satisfecha. Acto seguido, alzo una mano en dirección a las elfas. En circunstancias normales ni siquiera se habria dirigido a ellas; de hecho, le costaba creer que estaba haciendo lo que estaba a punto de hacer. Alzó una mano, con una diminuta sonrisa, educada- Gracias por todo. Ha sido una fiesta genial. - reconoció, a pesar de que la hubieran organizado las elfas. Más valia que su abuelo no se enterara de aquello.

Volvio a despedirse entonces de todo el mundo, y salió en dirección a las escaleras, detrás de Ithan.

Kendra sonrió a Ithan, cuando le susurró aquella clase- Queda en aquella dirección... - dijo, señalando hacia abajo, mientras recorria con él el trayecto que los separaba de las mazmorras, hablando de grageas, osos, bailes y leche de dragona.

Cuando por fin llegaron a la puerta de la sala común de Slytherin, Kendra acabo por detenerse, mirando al chico unos instantes -Ha sido una fiesta estupenda. Me lo he pasado muy bien. - acabo por decirle, con una media sonrisilla.

Se quedó mirándolo entonces unos instantes, con una sonrisilla en los labios y un gusanillo en el estómago, sin saber si lanzarse o no. Finalmente acabo por ponerse ligeramente de puntillas, acercando sus labios al oido de él, nerviosa- Gracias por acompañarme... Y por todo lo demás. - susurró, con una sonrisilla. Y, antes de separarse, dejó un suave e inesperado beso en la mejilla de él, rozando peligrosamente la comisura de los labios.

-Hasta mañana, Ithan. Ven a visitarnos en el desayuno o la comida si quieres. - le recordó, roja como un toma, y con aquella sonrisilla perenne. - Que descanses.

Y acabo por girarse, hacia el interior de su sala comun. Habia sido un dia sencillamente perfecto.

Árpád abrió los ojos con un poco de sorpresa al ver la naturalidad con la que Max cogía un puñado de grageas, pero esa sorpresa fue menos cuando él comenzó a parecer el único que no lo había pensado antes. Cuando Asterope le saludó él asintió, dispuesto a coger unas cuantas más, pero Willow llamó su atención.

Estaba a punto de responder a su pregunta con un sencillo alguien las habrá pagado, cuando ella le enseñó su bolsillo y no pudo evitar una risilla entre cómplice y divertida. Sin embargo, ella se alejó hacia la mesa de la comida seria antes de que pudiera decirle nada.

En cuanto tuvo la confirmación de las gemelas comenzó a llenar uno de sus bolsillos de grageas y otro de cucarachas de chocolate. En esos momentos, ante la invitación de Ithan, se llevó una mano a la frente. - Ostras. - Respondió. - Mañana por la mañana tengo Duelo, y no me sé el conjuro de hoy. - Dijo al darse cuenta de la gran cagada que había sido anteponer recuperar el Alohomora. Y total, para que no le saliera. - Espero que no haga falta para mañana. - Continuó, pensando si no sería mejor faltar a clase de Duelo hasta que consiguiera ponerse al día. No, Árpád, así no conseguirás nada. - Se dijo. - Lo mejor es ir mañana a clase... No vaya a ser que nos quiten aún más puntos por mi culpa.

Estaba dándole vueltas a eso cuando la repartición de medallas comenzó, y sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar su nombre.

¿Qué? Fue lo único que vino a su mente, mientras una vez más comenzaba a enrojecer. Aquello sí que era inesperado. Dubitativo avanzó hacia las elfas. Tal y como había pensado en el momento de salir a bailar, resistirse seguro que hacía que llamase más la atención.

Mientras le ponían su medalla, aún con las manos ocupadas, echó un ojo a la de Asterope, y una carcajada salió de su garganta mientras ella se marchaba.

- ¡Hasta mañana, Astro! - Le gritó al verla alejarse.

Luego terminó de guardarse la comida. Por un lado se moría de vergüenza por llevar la medalla colgada, pero por otro quitársela podía ser bastante feo. Bueno, seguro que mañana ya nadie se acuerda, pensó mientras se acercaba a los que aún quedaban de su casa, esperando el momento de ir todos juntos hacia la Sala Común.

Al final Enya se lo había pasado muy bien, la gente bailaba y reía, y Enya disfrutaba del ambiente. Poco a poco la gente empezó a irse, y Enya hizo lo mismo. - Pues ahora nos vemos. - Contestó a Ithan mientras este se iba. Pocos minutos mas tarde Enya saldría también por esa puerta en dirección a la sala común.

Madre mía, que tarde es, espero poder rendir mañana en clase.

Ludmila había pasado la fiesta llendo y viniendo, con una copa en la mano. Era una niña con demasiada etiqueta encima como para hacer el ridículo en público. Una señorita se tenía que comportar en todo momento...

Saludó a Asterope al ganar la medalla, y para cuando el resto de sus compañeros comenzaron a irse, ella consideró que había llegado el momento de hacerlo tambien. -Excelente fiesta chicas...dijo a las gemelas felicitandolas con una sonrisa.

Dicho esto, se dirigió hacia las escaleras con dirección a la Sala común...

- ¡WEEEE! -Entre bocado y bocado a los muslos de pollo, vitoreó a los ganadores mientras daba pequeños saltitos. ¡Qué bien se lo han montado Pizpireta y Polvorilla!

Entusiasmada, se acercó al escenario después de que se entregasen los premios.

- ¡Muchas gracias por la invitación, ha sido todo fascinante, de verdad! -Fue a darles la mano, pero entonces se percató de que aún las tenía ocupadas con las muslitos de pollo.- Espero volver a veros por el castillo. -Miró a la banda.- ¡Y a vosotros en directo! Fascinantes, fascinantes de verdad. -Repetía una y otra vez con una sonrisa de oreja a oreja.- Encantada, ¡nos vemos en clase! -Le dedicó una última sonrisa a las gemelas. A pesar de haberse relacionado poco con ellas, estaba contenta de que estuviesen allí. Eso había hecho que dejase de lado el tema de los hechizos en duelo y comprendiese que eran niñas que querían pasarlo bien, como ella, solo que quizá un poco más alocadas.

Arrancó con los dientes los últimos trozos de carne que quedaban en los muslitos y tiró los huesos en un recipiente que era para tal fin, se limpió las manos y antes de salir, se despidió del resto.

- Un placer haber pasado este rato juntos, ¡buenas noches a todos! -Y moviendo el brazo con gran entusiasmo, salió de la sala.

Según se iban despidiendo los invitados, las gemelas sonreían felices. Otra fiesta más que había acabado con éxito. Chocaron esos cinco. ¿Nuevo colegio? ¡Dominado! Tan solo faltaba buscar más cuartos secretos y montar más cosas divertidas. Y lo más importante de todo, que no las pillaran.

Se habían reído al ver la mirada de Asterope al ver su medalla. Pero es que su nombre era tan largo que no cabía. Habían barajado muchas posibilidades. "Asterope, Astrope... Astringente, Detergente... No, Asteroooo.... Sirope, Sirope de asteropes, sirope, siroco... No, Astero, Aste... Astro! Astro de Sirope... No, Astro, Astro está bien" Con Árpád sin embargo no habían tenido ningún problema.

Un calorcito maravilloso se extendía en sus cuerpos según veían como los que se despedían felicitaban a las falsas Pizpireta y Polvorilla. Las elfas habían hecho un gran trabajo. Tendrían que volver a darle las gracias a Booky por presentarlas a sus primas.

Árpád, esa medalla te queda genial. ¡Llévatela a clase!, gritó Erzsébet según el chico se marchaba.

Cuando Ludmila se acercó a ellas, torcieron el gesto. Creían haber sido capaces de engañar a todos. Pero la blonda resultó ser más difícil de embaucar. Pero aquella ligera molestia solo duró unos instantes. Sonrieron como solo ellas sabían sonreír. Gracias, contestaron a la vez.

Despidieron a los últimos rezagados, sin intención de marcharse de allí.

Lo que tenía organizar una buena fiesta es que ésta no acababa cuando los invitados se marchaban. Les tocaría recoger todo aquello y dejarlo todo según estaba antes de su paso por la sala. Telarañas, suciedad en cristales y polvo en suelo incluido.

Gracias por todo, fueron despidiendo a los integrantes del grupo de música. Al genial Oso que con un gruñido de despedida desapareció de la sala en un abrir y cerrar de ojos.

Los fantasmas fueron yéndose, algunos tal como habían llegado sin soltar ni una palabra y otros felicitando a las gemelas.

Cuando solo quedaron las falsas Pizpireta y Polvorilla, las gemelas las abrazaron y les prometieron que bajarían a las cocinas a verlas.

Erzsébet: Bueno, ¿preparada?

Orsolya: Cuanto antes empezemos, antes acabaremos.

Y remangándose los puños de la túnica, se pusieron a desmontarlo todo.

Árpád, ¿aún sigues aquí?, se extrañó Erzsébet.

Anda vete a la cama, que sino mañana nadie podrá despertarte, le animó Orsolya. Nosotras nos ocuparemos de esto...

Bueno... Nosotras y los elfos domésticos que están esperando escondidos en los rincones, pensaron ambas.

- Ni de broma, ya dormí hoy para tres días. - Respondió Árpád con una sonrisa, decidido a ayudar en lo que hiciera falta.

- Vosotras me ayudasteis con el Alohomora y os habéis currado todo esto. - Argumentó, mientras miraba alrededor, sin tener idea de por dónde empezar. - Así que venga, decidme qué hacer. - Invitó.

Sólo espero que no nos pillen luego por los pasillos. Pero si eso pasase cuantos más recojamos antes acabaremos. Y cuanto antes acabemos, menos puntos nos quitarán si sucede.

Ehhhh, se quedaron ambas crías sin palabras.

Oye, salid ya, animaron a los elfos, viendo que no serían capaces de echar a Árpád de allí.

Y tardando menos de lo esperado, la sala volvió a presentar su estado original. Con los cristales de las vitrinas sin limpiar, impidiendo ver lo que había dentro de cada una. Con los montones de medallas y trofeos aparentando ser montañas de huesos y calaveras, ya que la poca luz de luna que entraba por las ventanas manchadas hacían todo tipo de figuras mágicas y divertidas para los ojos de un niño.

Dando palmadas con sus manos sucias y con la ropa oscurecida, dieron por finalizado el trabajo.

¡Ya está!, sonrió Erzsébet a Árpád.

¡A la cama!, aplaudió Orsolya, que empezaba a tener muuuucho sueño.

Árpád se sorprendió al ver salir a los elfos domésticos. Esperaba que las que les habían recibido les ayudaran, ya que estaban por allí, pero no que hubiera más metidos en el ajo.

Cuando todo estuvo listo Árpád se sorprendió del cambio, y con un largo bostezo comenzó a encaminarse hacia la puerta.

- ¡Vamos! - Asintió. No sabía qué hora era, y se dejaría guiar por ellas por si tenían que ir a hurtadillas.

La Sala de las Recompensas es un cuarto secreto en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, que guarda premios y logros de antiguos alumnos. No debe ser confundida con la Sala de los Trofeos, pues aquí se almacenan aquellos logros que han pasado a un segundo plano, bien por poco interés o por haber sido suplantados por premios más novedosos. Solo se puede acceder a la sala a través del retrato de Vindictus Veridian, en la sexta planta de la Escalinata Principal.

La Sala es alargada, con bastante más longitud que anchura. Al fondo se ven dos grandes ventanales, desde los que se puede ver el Lago Negro. La sala se compone de varias filas de columnas jónicas que arrancan de vidrieras de cristal, que divide así la sala en multitud de cuadrículas. Dentro de las vidrieras de cristal se encuentran trofeos u objetos que han sido galardonados con premios minoritarios a lo largo de la historia de la escuela.

Por ejemplo, en una de las vitrinas podéis ver una alfombra enrollada que había visto mejores tiempos. Si fuera posible la descripción, la alfombra estaba alicaída, tristona y aburrida. Doblada por un extremo, reposaba lo que sería su cabeza sobre el cristal, mientras el resto del cuerpo languidecía en la base de aquella cárcel de vidrio. En la placa decorativa del pedestal se podía leer:

"Mejor Diseño de Alfombra Voladora, 1759, por Raj Gilani"

Además de los trofeos y prototipos que había dentro de las distintas vidrieras repartidas de forma ordenada por la sala, hay zonas con grandes montañas de trofeos más pequeños y medallas. Si hurgáis, podéis encontrar todo tipo de reliquias, como por ejemplo: un gran trofeo de al menos cinco palmos de altura, coronado por una estrella que estaba reposada sobre un montón de dieciocho libros, en su base se podía leer:

"Récord de repeticiones de curso: Wilfred Morgan 1810-1828".

O bien: una pequeña medalla del tamaño de una oreja, que rezaba:

"Ganador tres años consecutivos del torneo de Gobstones, 1920-1922"

La leyenda ocupaba ambas caras de la medalla.

E incluso: un casco de Quidditch en latón, algo rudimentario, tenía una placa que ponía:

"Peor jugador de Quidditch, 1947: Jeremias Mcallister".

Los premios importantes tenían tamaños pequeños y podían considerarse ridículos. Las cosas más ridículas sin embargo tenían los trofeos más altos y decorados. Incluso había objetos que se habían llevado premios, como aquella alfombra voladora, una escoba que se llevó el premio por ser capaz de barrer o una piedra que al metertela en la boca eras capaz de hablar en otro idioma apenas inteligible por el simple hecho de tenerla en la boca. Todo aquello era el almacén oculto de los premios de Hogwarts.

Vindictus ya estaba harto de ellas, a la primera amenaza de chupar su cuadro, dejó expédito el acceso a las crías.

Ya dentro, las gemelas encendieron unas candiles y mientras esperaban a que llegaran los demás, Orsolya depositó en el suelo el cofrecito con los dos huevos de ciempiés que empezaban a moverse. Extendió una tela en el suelo sobre la que depositó piedrecitas, ramitas y hierba que habían traído en las mochilas y con mucho cuidado colocó los huevos en medio.

Erzsébet se dedicó a practicar con su varita recién recuperada, pasando por todo su repertorio de conjuros para asegurarse que el inútil de Ollivanders no se había olvidado de dejarla en estado de fábrica.