Partida Rol por web

Cada segundo que pasa el cerco se cierra más sobre las barricadas que forman el último bastión de Asbrav. Por el lado este marchan un centenar de enemigos cargando hacia los defensores, algunos se dirigen directamente hacia el estrecho pasillo que se forma entre los dos edificios de piedra, defendido por Derek, el nigromante y unos pocos lanceros.

La mayoría, sin embargo, rodean las sólidas construcciones para atacar por las calles que llegan a la defendida plaza por norte y sur. Los rezos de Derek apenas se elevan sobre los gritos de miedo de los aldeanos, Amnyin aferra el bastón mágico para intentar hacer recuperar fuerzas a Vanth y Kandalian, que defienden junto con él el norte.

Diana organiza voluntarios para ocupar el acceso de la calle sur, sobre ellos, Naldar dispara ya su arco contra las siluetas conocidas. Orcos y gnols empiezan a aparecer por todas partes, algunos dispersos por el lado oeste... la mayoría rodean la protección a medida que llegan del este.

El cuerpo a cuerpo por el útimo reducto de Asbrav comienza...

El gnomo sabe que la fatiga y el dolor le van a pasar factura. No le apetece nada enfrentarse a varias decenas de enemigos enfurecidos en una lucha cuerpo a cuerpo perdida a priori.

Saca la honda de uno de sus saquillos, carga dos proyectiles y los lanza de manera consecutiva contra los enemigos que se acercan, más por frustración que por efectividad en su ataque.

Derek con la espada desenvainada espera a los enemigos en el angosto pasaje del este, parapetado tras las improvisadas barricadas. Finaliza en voz más baja su rezo en un idioma extraño, como si se tratara de una petición privada a sus deidades.

El caballero de dos espadazos derriba al primer gnol que corre hasta él, el estrecho pasadizo obliga a los enemigos a forman en fila de a uno y eso beneficia al humano, pero tras ver caer a su oponente inmediato no puede evitar ver como media docena más de enemigos se lanzan contra él y alza el escudo tratando de aprovechar al máximo la ventaja defensiva de la barrera.

El jóven bárbaro a pesar de sentirse ligeramente mejor de las heridas notaba el peso de cada una. Sus músculos se resistían a cualquier movimiento y el espadón le resultaba infrecuentemente pesado para sus fuertes brazos.

Dispuesto a darlo todo hasta el último momento, trazó un arco con su espada para acabar con la vida de uno de los gnols que se le acercan. Jadeando por el agotamiento, se colocó lo más cerca posible de Amnyin y próximo también a Kandalian, para no verse rodeado.

El explorador sabe que sus flechas darán muerte al orco que vayan dirigidas, por eso mismo planeó estar en una posición ventajosa. Desde la altura estará protegido de los ataques cuerpo a cuerpo de los enemigos, a parte de poder observar como se desarrolla la acción en los cuatro puntos de contención.

Venid a mi, malditos. Moriréis como vuestros hermanos... susurra el Naldar, mientras coge una saeta y la pone en el arco. Con gestos rápidos se gira hacia el sur y apunta a un orco, al que dispara sin dudar. Sin espera y ya con una nueva flecha en el arco ataca al enemigo de la misma raza que el anterior.

Sin dar tiempo a ver el resultado del segundo proyectil, desvía su vista hacia el flanco que protegen solo aldeanos. Al ver que allí está a punto de atacar uno de sus enemigos predilectos, le ataca sin pensárselo.

Diana golpeaba a un lado y al otro con su espada, procurando atraer la atención de todos los enemigos que asaltaban su estrecho paso, en beneficio de los lanceros que tiene a la espalda.

La agotada guerrera tras dos espadazos que acaban con un orco y un gnol, suelta la correa de su escudo para cuando no pueda más con él dejarlo caer.

Amnyin vio como el único enemigo a su alcance sucumbía ante el golpe de Vanth.

Empuñando dos dagas, el oscuro ser mira a su alrededor entrecerrando sus ojos que ven en la oscuridad tan bien como los enemigos. Con un mismo movimiento lanza los dos cuchillos de hueso, recogidos seguramente de los cadáveres de los humanos malvados, con toda la fuerza que sus cansados músculos le permiten.

Tras eso echa mano a otra daga más para preparase a luchar, debió aprovisionarse bien de los caídos.

El nigromante miraba a su alrededor, como los innumerables oponentes rodean al reducido número de defensores. Con la mano posada permanentemente en su bolsa de conjuros, traza unos gestos en el aire y apunta a dos de los orcos más cercanos a él. De sus dedos se materializan y salen disparadas cuatro esferas diminutas de energía color rojo resplandeciente.

Dos de los proyectiles chocan en cada uno de los orcos que avanzan hacia Derek haciéndoles detenerse por las heridas.

Pronto nos superarán, preparaos para retroceder hacia el viejo almacén!!

el brujo ve como a su alrededor se desmorona, pero no está dispuesto a rendirse sin luchar.

Bajo la luz de las escasas antorchas y de la fria luna, que ha continuado su avance por el cielo ajena al combate, los aldeanos dan gritos emprendiendo un cuerpo a cuerpo que no pueden ganar con criaturas que tienen el doble de fuerza que ellos y están mejor equipadas.

Vanth acaba con enemigos en el norte y Diana en el sur, la espada de Derek y la magia de Arkaeron hacen lo que pueden en la estrecha pero peligrosa entrada del este. Las flechas de Naldar buscan los orcos por todo el campo de batalla sin mostrar clemencia, Amnyin y Kandalian combaten mientras esquivan cortes y golpes con facilidad, otros de los defensores no tienen tantos reflejos.

El bárbaro esquiva a duras penas un sablazo, un aullido desgarrador en el extremo oeste... un aldeano ha muerto de un mazazo que le ha abierto la cabeza... el escudo de Derek proyecta astillas cuando absorve un duro impacto. En el sur se escucha un quedo grito de dolor y sorpresa, los que miran hacia ese lado del combate ven a Diana llevándose la mano al ensangrentado abdomen y caminando torpemente hacia el centro del círculo formado por las barricadas. Los aldeanos que estaban con la caballero se han enzarzado en el cuerpo a cuerpo para permitir salir de él a la guerrera, cubriendo con sus furiosos ataques a la que hasta ahora se había expuesto para defenderlos.

Desde su puesto en las alturas Naldar ve a una segunda ola de enemigos tan grande como esta acercarse para entrar por la brecha este. Algo más de un centenar de enemigos, entre los que ya luchan mano a mano en las barricadas y los que están a punto de unirse a la liza. Los demás supervivientes del ejército estarán repartidos saqueando y quemando la ciudad o a punto de aparecer por otros puntos cardinales.

La fatiga parece estar pasando factura al gnomo, que acusa además el desastre que está viendo entre las líneas aliadas.

Con los pies fijos en el suelo encadena una nueva ráfaga de tres golpes que si bien pueden ser poco acertados, van cargados con toda la furia que el monje es capaz de canalizar en estas circunstancias.

Vamos, aguantad!

DIANA!!

grita Derek mientras forcejea con un osgo que trata de pasar al otro lado. El caballero retrocede un paso, quizá superado por el bestial bruto o tal vez para acudir en ayuda de Diana.

El jóven bárbaro no quería ser consciente de la situación a su alrededor. A pesar de algunas señas de esperanza desde el principio no podía darse la batalla más que por perdida, sin embargo desea acabar con todas las bestias que pueda y a ser posible... morir el primero para no ver otra vez como caen uno a uno todos los que en tan poco tiempo se han convertido en sus amigos.

Vanth descargó su arma salpicándose de sangre de gnol mientras se encomendaba a todos los Dioses.

El mano observa toda la escena de su alrededor, la batalla esta perdida, pero la guerra continua.

¡¡Todo el mundo dentro del almacen!! ¡¡Vamos no perdais tiempo!!

Un nuevo componente sale de una de sus bolsita, y tras conjurar, un poderoso rayo que parece surgido de una de las peores tormentas atraviesa el campo de batalla friendo a todos los enemigos que encuentra a su paso.

Venga vamos, un ultimo esfuerzo, replegaros.

Amnyin esgrime su espada corta para tratar de mantener alejados a los enemigos mientras su mano izquierda sujeta una daga. Agotado y herido, parece estar a la expectativa ante una oportunidad para huir, como sugiere el nigromante.

Kandalian, Amnyin y Vanth resisten en la brecha norte luchando duramente. Derek combate pero retrocede poco a poco y, a la órden del nigromante, corre hacia el centro de las barricadas donde Diana acaba de caer al suelo. La guerrera ha perdido la consciencia, yace moribunda cubierta de sangre propia y ajena.

Mientras el caballero Derek trata de hacer algo por su compañera y los aldeanos de ese lado le siguen en su retirada, el relámpago conjurado por Arkaeron atraviesa el estrecho pasaje del este acabando con una línea de los enemigos que se apiñaban en el pasadizo.

Vanth, tras acabar con un gnol, retrocede para defender un área más reducida y Amnyin le sigue junto con unos lanceros. En el extremo oeste del círculo de última defensa algunos de los aldeanos retroceden haciendo caso al nigromante mientras que otros lo hacen por necesidad. Los que no se retiran sucumben a las armas enemigas. En el lado sur los aldeanos que salieron en defensa de la malherida Diana procuran aguantar posiciones ya que en ese lado está la entrada al edificio que se trata de defender. El posible último bastión.

Por más de un punto cardinal los enemigos comienzan a entrar, recorrer la despejada plaza hasta el viejo almacén presenta serias dificultades para los más lentos y los heridos. Derek, ajeno al caos, dedica toda su atención a salvar a la guerrera en lugar de ponerse a cubierto. Para los que aún tratan de defender las barricadas la situación es desesperada, los enemigos son incontenibles y escapar hacia el almacén solo supone un breve retraso en lo inevitable.

Tras los sólidos muros ennegrecidos por ceniza del almacén maldito seguramente la defensa pueda alargarse un par de minutos con los defensores que queden. Pero antes morirán los que no sean capaces de llegar a tiempo a cubierto: Diana, al igual que Derek, que trata de estabilizarla, los combatientes de Asbrav más lentos o que cargan con peores heridas...

...en ese momento el retumbar grave de un cuerno se impone sobre cualquier otro sonido, le sigue un segundo resonar igual que el primero. Quizá tiene un tono distinto que el de los cuernos gnols o tal vez la esperanza y el deseo juegan una mala pasada.

Podría ser perfectamente una señal de los enemigos, una órden de carga o de reagrupamiento, sin embargo la reacción de orcos y gnols por todas partes parece indicar otra cosa. Los avances se detienen, los defensores logran unirse y llegar al almacén sin ser perseguidos. Algunos asaltantes se dan a la fuga mientras otros se miran entre ellos sin saber qué hacer.

Tras el silencio inicial por todas partes se oyen señales y otros cuernos de guerra impartiendo órdenes incomprensibles. Palabras en orco y trasgo se repiten con expresiones de terror. Kandalian, Arkaeron y Naldar entienden perfectamente las alertas dadas en el lenguaje de los pieles verdes, los más asustados de todos...

¡los caballeros!

Los gritos de los heridos y asustados aldeanos se confunden con los de los atacantes. El caos reina y aunque buena parte de los que atacaban las barricadas conservan posiciones sin decidirse... muchos han huído y los refuerzos gnols que debían haber entrado ya para unirse a la refriega no han llegado.

¿Será posible que haya llegado la ayuda? esa idea crece en el ánimo de todos aunque toda la certeza indicara que es imposible.

Los de oído más agudo no pueden hacer otra cosa que mirar con expresión vacía al oeste, donde la empalizada y las ardientes casas ocultan lo que pudiera pasar más allá.

Cascos de caballos...

La caballería! grita el gnomo agotado por la refriega.

Aguantad! Aguantad! Vienen en nuestra ayuda!

Loado sea San Culthbert.

Kandalian mira esperanzado a Derek, buscando en él una confirmación a lo que parece estar sucediendo: los caballeros, vengan de donde vengas, han llegado a Asbrav para ayudar.

Estamos salvados... piensa aliviado y apesadumbrado. Aunque sea demasiado tarde para muchos...

Derek ayuda a incorporarse a Diana, la guerrera parece haber resistido con la ayuda del caballero. Al menos no habrá que lamentar una baja más.

Ante la situación que se desencadena el caballero mira hacia todas partes sorprendido, su mirada se cruza con la de Kandalian y con la de otros de sus compañeros y su expresión es una buena respuesta. La incredulidad y cierta desconfianza son más fuertes que la esperanza en él. Sin alzar la voz demasiado Derek habla

No pueden ser los refuerzos de Berfôska, es imposible que hayan llegado tan pronto...

Aunque su convicción parece absoluta, estas palabras las dice más para sí mismo que para los demás. La escena parece ser suficientemente explícita por sí sola.