Partida Rol por web

Hijos del Kaos

Prólogo: The Hunt

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29/08/2019, 22:56
- Narradora -

24 de Agosto, 2019 — 15:03

 

La niebla se condensaba sobre la superficie como el humo de una hoguera, espesa y blanquecina. Oliver no entendía por qué tanto insistir cuando a penas se podía distinguir el rastro de sus propios pasos sobre la foresta, pero su abuelo se había empeñado en que aquel día había que salir al bosque, porque había llovido hacía dos días y un tipo específico de setas crecía favorablemente en el musgo de aquel clima. O algo por el estilo. Y si Oliver había aprendido algo en aquellos años es que lo que Sean decía iba a misa, sobre todo cuando concernía al bosque, porque lo que era él, no tenía ni idea de cómo arreglárselas la mitad del tiempo. A Cynthia le encantaba contar la historia de cuando se había perdido con tan sólo cinco años durante más de doce horas, con aquel tono dramático exagerado y casi lágrimas en los ojos, para encontrarlo a menos de un kilómetro de la granja, acurrucado en el hueco de una gran sequoia roja. Un símbolo, repetía una década más tarde, de que el bosque era su hogar y su terreno.

Oliver no podía reírse más de aquella historia, o mejor dicho, de la conclusión que sacaba de ella, una vez pasada la vergüenza de escuchar a su abuela relatarla por enésima vez.

Tampoco sabía cómo de equivocado estaba, aunque eso estaba por llegar.

Mira, mira aquí. ¿Ves lo que te decía? —insistió Sean, caminando como un pingüino en un énfasis desmesurado por no aplastar los helechos entre los que caminaban—. Melanoleuca —dijo con voz de triunfo y los ojos brillantes, apartando unas hojas y revelando el preciado tesoro de la naturaleza.

Eran unos cogollos blanquecinos que Cynthia usaba para algunas sopas. Nada del otro mundo, excepto aquel entusiasmo exagerado que le había entrado a su abuelo por buscar setas. Si al menos hubiesen sido alucinógenos, no habría estado tan mal, pero sabía que esos los conseguía de uno de sus “colegas”, no en medio del bosque. Y estaban bien, mucho mejor que andar en pleno agosto por la espesura.

Recoge estos. Tengo el presentimiento de que ahí hay más, junto a ese roble tan noble.

 

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30/08/2019, 01:35
Oliver

Oliver no tenía ningún problema moviéndose por el bosque. Había pasado allí toda su vida, y aunque estaba muy lejos de conocerlo al dedillo y solo se orientaba bien una cuarta parte del tiempo, no tenía ninguna duda de que más tarde que temprano acabaría encontrando el rancho si se perdía. No tenía ningún problema moviéndose por el bosque, pero eso no significaba que fuera divertido arrastrar las botas por la espesura cargando con una bolsa de tela.

Resopló y resopló mientras rodeaba un árbol para reunirse con su abuelo, lo que le llevó tanto rato que para cuando vio la coleta de Sean sospechaba que iba por la segunda vuelta como mínimo. Se dijo que no tendría que haber fumado antes de salir, pero tampoco podría haberlo evitado ya que no le habían dado ningún aviso. Y aunque la caminata había disipado la burbuja, el calor y la humedad y el pantano de sudor en las botas bastaban para marearle. Por no mencionar el hambre.

—Hmpf. Voy —anunció mientras se acercaba, levantando los pies para no arrastrar las botas. Tras el último estirón sus botas viejas se le habían quedado pequeñas, y las que había encontrado le quedaban grandes—. Sabes, abuelo, es agosto. ¿Estás seguro de que queremos sopa? ¿Se pueden comer crudas? No, ¿verdad?

Se dejó de caer de rodillas al suelo y empezó a escarbar con una mano alrededor del pie de las setas. Una parte fundamental de vivir en la granja era que todo el mundo tenía que hacer su parte del trabajo. Oliver lo sabía, y le gustaba, pero eso no le impidió esperar a que su abuelo se alejara hacia el roble para soltar setas y bolsa y retirarse el pelo húmedo de la cara. Solo un momento, se dijo, y vuelta al forrajeo.

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31/08/2019, 01:48
- Narradora -

No hubo respuesta más allá de un «hm», y supo que estaba lo demasiado absorto como para prestarle atención. Tampoco le dio demasiada importancia en lo que se sumergía en aquella burbuja durante unos segundos que parecieron alargarse como chicle. En un instante, su cuerpo pareció volverse más pesado, y cuando volvió a abrir los ojos tuvo la sensación de que su mente había saltado hacia otro lugar.

Sean no estaba en los alrededores, y el bosque permanecía en un silencio brumoso de los que no parecían presagiar nada bueno. Parecía como si la luz hubiese cambiado de foco, y la neblina que cubría con una fina capa la superficie permanecía estática en el mismo lugar, con los helechos y las plantas emergiendo de aquel mar blanquecino. Oliver estaba acostumbrado a sensaciones extrañas retorcidas y sacadas del contexto de la realidad, pero en aquel instante sus sentidos gritaban alerta de una forma tan clara que daba miedo. No era la marihuana; era una capa sobre otra capa de algo mucho más escondido… y que nacía dentro de sí.

«… es hora...»

No fue un susurro, ni tampoco parte de su imaginación. No fue el viento y las hojas ululando, ni ningún ser vivo que hubiese escuchado hasta la fecha. Las palabras nacieron de un eco cristalino más allá. Mucho más allá.

 

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31/08/2019, 02:28
Oliver

Sentir que su cuerpo se volvía pesado, sentir que se caía aunque sabía que no se estaba moviendo, no era una sensación desconocida para Oliver. La había sentido muchas veces. Cuando soñaba que caía al vacío era rápido, un fogonazo de vértigo nacido en el estómago antes de despertar sobresaltado. Cuando estaba borracho o durante un mal viaje (no todos podían ser buenos) la caída era lenta, pero no menos angustiosa, como si se estuviera hundiendo en la tierra o en el colchón y la mayor amenaza no era espanzurrarse contra el suelo sino seguir cayendo para siempre.

Aquello era diferente. No sabría decir hacia donde había caído, pero hubiera dicho que "hacia dentro" era lo que más se acercaba. Y lo que le había recibido al abrir los ojos no era su habitación, ni unas estrellas que sí, a lo mejor parecían estar alejándose pero al menos tenía las manos en la tierra para comprobar que era sólida y no le estaba consumiendo. No, lo que se encontró al abrir los ojos era... No sabía muy bien lo que era.

—¿...Abuelo? —llamó en el tono bajo de alguien que teme que le oigan. Carraspeó y lo intentó de nuevo, un poco más firme—. ¿Sean?

No podía haberse levantado aquella niebla de repente, ¿verdad? Se puso en pie sin molestarse en recoger la bolsa o en comprobar si seguía allí. A lo largo de su vida había habido muchos momentos en los que los sentidos de Oliver habían percibido algo que no estaban diseñados para interpretar, y había aprendido a aceptarlo. En ese momento vista, oído, tacto, gusto y olfato estaban mandando señales perfectamente cristalinas. Agitó la mano a través de la niebla, tratando de disiparla, y dio unos pasos hacia donde creía que estaba su abuelo.

—¿Abuelo? ¿Hora de qué?

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01/09/2019, 04:42
- Narradora -

La niebla se agitó suavemente como un remolino de agua para asentarse a su alrededor. No tenía muy claro si esa era la forma natural de comportarse de la niebla, pero nada parecía tener particular sentido en aquel instante. Nada respondió a su llamada, nada salvo una extraña quietud que empezó a retorcerse en su estómago.

Caminó unos pocos pasos intentando encontrar la silueta de su abuelo en la foresta, entre las plantas y el verde oscuro que las sombras empañaban. Nada. Y sin embargo, tenía la imperiosa sensación de que algo lo observaba desde los recovecos de aquel lugar, algo primal y amenazante que, por alguna extraña razón, resonaba con el latido de su propio corazón. Podía notarlo ahí afuera, entre la espesura, y también removiéndose dentro de sí. Era una dualidad escalofriante que no tenía sentido alguno pero que estaba ahí. Y entonces lo escuchó.

Al principio pensó que era parte de su imaginación, un crujido leve, grave, que fue incrementándose gradualmente hasta volverse una reverberación intensa que podía sentir en la punta de los dedos. Un gruñido que pertenecía a nada más y nada menos que una bestia. Oliver sabía que había animales salvajes en los alrededores, osos y coyotes y jabalíes de pelaje tupido. También había oído hablar de los lobos, e incluso los había escuchado en contadas ocasiones, en la lejanía, como un cuento olvidado. Pero los ojos de aquella bestia no eran ningún cuento, y estaban fijos en él, amarillos como el ámbar y henchidos por una Rabia que inundó su espíritu de absoluto terror.

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01/09/2019, 13:13
Oliver

Se quedó paralizado en mitad de un paso, el talón izquierdo en el aire. Se volvió hacia el gruñido lentamente, repasando qué tenía que hacer en caso de un ataque animal. El gruñido de aquella bestia se extendía a su alrededor como la niebla, y a la vez resonaba en su estómago, extendiéndose por su cuerpo y entrecortándole la respiración.

Oliver miró a los ojos de la bestia y soltó una exhalación temblorosa. Era incapaz de apartar la vista, ni siquiera para tratar de discernir la forma o el tamaño del la criatura. Su campo de percepción estaba completamente ocupado por los ojos ambarinos y el temblor de sus manos.

Y entonces, cuando la tensión del momento se le hizo casi tan insoportable como el miedo, Oliver echó a correr hacia el árbol más cercano.

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02/09/2019, 23:19
- Narradora -

El movimiento hizo que la tensión se rompiera con un latigazo, desencadenando la locura. Los pies de Oliver se movieron incesantes por la niebla hacia lo que creía que podía hacerle escapar de aquella pesadilla. El gruñido pasó a ser un rugido gutural a su espalda, una sombra creciente sacada de sus más inquietantes pesadillas. Corrió como nunca, pero no fue suficiente. Sus manos tocaron la corteza del árbol aferrándose a ella. Se impulsó. Notó la gravedad tirando de su estómago y la reverberación del rugido en sus carnes. Y después, dolor.

Las fauces atraparon su pierna hundiendo los dientes en el muslo, y tiraron impidiendo que se alejase. No tenía escapatoria. No tenía aliento. No tenía la fuerza para patalear ni sostenerse, cayendo de bruces al suelo tras un tirón que desgarró el músculo de su pierna con un sonido que jamás debería haber existido. Tuvo la certeza de que ya, aquello era el fin. Notó el peso de la bestia sobre su espalda, el aliento cálido en su nuca.

«...es hora...» escuchó por encima de sus propios pensamientos, una y otra vez, repetido por cien millones de voces y gritos que hacían eco en su mente, tanto como el miedo.

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02/09/2019, 23:59
Oliver

Hubo un glorioso momento en el que Oliver pensó que iba a escapar. Lo único que tenía que hacer era impulsarse de una patada hasta el el primer nudo del tronco, hasta la rama más baja. Rodilla flexionada, músculos tensos... y de pronto, un cepo de puñales en su muslo. La bestia le arrancó del árbol con tanta violencia que no pudo ni gritar. Se arañó las manos con la corteza al intentar sujetarse, y se golpeó la cabeza primero por el tronco y después, cuando la bestia le tiró al suelo, contra una raíz.

Llorando y temblando, sangrando y orinándose los pantalones, Oliver sollozó ahogadamente mientras manoteaba a su aldedos, buscando desesperadamente algo a lo que agarrarse. Y aunque el terror había inundado todo su ser, un dolor nuevo emergía. La carne del muslo ardía, y la pierna rota parecía doblarse por sí misma en formas que no estaba diseñada para doblarse. La raíz a la que se había agarrado se reblandeció entre sus dedos, y de pronto había arrancado un trozo y no sabía cómo. Se lo tiró a la criatura desde una posición tan mala y con un brazo tan tembloroso que, aunque la bestia ocupaba todo su campo de visión, hubiera sido un milagro siquiera que le hubiera rozado. Sentía que sudaba agujas, y debía de haberse partido el cráneo contra el árbol porque la mandíbula ardía y trataba de escapar del resto de su cabeza...

Y de pronto todo eso paró, y volvió a ser un chaval llorando y temblando, sangrando y meándose, arrastrándose y tratando de ver al monstruo que iba a matarle a través de las lágrimas porque el cuerpo no le respondía.

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03/09/2019, 01:59
- Narradora -

El pobre intento de defenderse fue tan patético que incluso la bestia pareció reírse, alzando la cabeza con un alarido estridente que emergió de sus fauces. Eso le dio a Oliver un glorioso instante en el que pudo intentar arrastrarse entre la niebla y la maleza, lejos, daba igual la dirección. Se acodó en el suelo para incorporarse con la pierna encendida por un fuego inexistente, acobardado como nunca jamás lo había estado, y aún logró arrastrarse lo que pareció una eternidad antes de sentir una enorme pata con garras posarse sobre su espalda. El peso lo hundió en la tierra húmeda por la lluvia, y húmeda por su propia sangre y meado. Un nuevo rugido emergió haciéndolo estremecerse, y escuchó la tela desgarrarse tras de sí.

Iba a morir. No había nada que pudiese hacer.

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03/09/2019, 02:36
Oliver

Oliver tenía la pierna hecha pedazos. Apenas le sostenía, y era tan inestable que cada zancada amenazada con derribarle. Pero al final fue la bestia lo que le mandó de nuevo al suelo. A duras penas logró arrancar la cara del suelo, cegado por la tierra húmeda que le había entrado en los ojos y la boca. Gimoteó, escupiendo terrones de tierra, y entonces escuchó la tela rasgándose y sintió cómo la camiseta de tirantes (una muy vieja de Cynthia, que había llevado a esta o aquella protesta) estallaba.

La pierna ya no le dolía, pero la notaba hincharse y sentía la tela contriñéndola cada vez más y las cremalleras y costuras clavándose en la carne, hasta que la presión desapareció. Una mano, una mano humana y pequeña, cubierta de piel rosada, buscaba a tiendas algo con lo que impulsarse. La otra, la derecha, estaba hecha un puño mientras el brazo entero se retorcía y se cubría de un grueso pelaje negro, los ligamentos rompiéndose cada vez que los músculos crecían de un estertor. Sintió unas punzadas agónicas en la palma de la mano y supo que se había hecho sangre con las uñas, aunque se las había cortado la noche anterior. Pensaba que había perdido las botas, pero restos de la solapa y los cordones seguían atados a los tobillos.

En un intento desesperado y rabioso por zafarse, Oliver se giró y le dio un revés a la bestia en el morro, una bestia muy parecida a la que Oliver se estaba convirtiendo. Aún quedaban parches de piel aquí y allá, y todo un brazo hasta el codo, pero aunque el humano luchaba por recuperar terreno y se resistía al cambio, la bestia no dejaba de ganar terreno. Oliver descubrió unos dientes que no eran suyos, y soltó un gruñido que terminó en un gimoteo lastimero.

Aquel gimoteo fue lo último que quedaba del miedo. Terminó de disiparse, y entonces solo quedó la Rabia.

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03/09/2019, 03:11
Cambio

La Bestia emergió de las profundidades como un kraken que había permanecido dormido en la oscuridad durante un siglo entero, todo Rabia, desespero. Una Bestia que yacía latente en su interior, esperando a ser liberada. Liberada de las ataduras de su propia mente, pero también de su enclenque cuerpo, el cual se retorció desgarrándose a sí mismo para dar parto a un horror que igualaba al de su atacante. Sus huesos crecieron, se rompieron y rehiceron a sí mismos, cubriéndose de músculo y pelo, dando forma a una pesadilla que durante breves instantes pudo ver reflejada en las pupilas ambarinas de aquel lobo. Una monstruosidad velluda con unas fauces diabólicas que deseaban arrancar y mascar la sangre de su enemigo.

Oliver no lo recordaría más tarde, tan solo el dolor y fragmentos rotos de un espejo que formaba su propia imagen, la del monstruo en que se había convertido. La del monstruo que siempre había sido.

El Cambio se había producido y ya nada volvería a ser igual.

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03/09/2019, 03:20
- Narradora -

La suave brisa del bosque mecía su cabello y enfriaba los dedos de sus pies. Poco a poco fue consciente de que estaba tumbado, con el estómago dándole vueltas sin llegar a moverse. Por suerte, uno de sus pies parecía ejercer de ancla y salvación. No era resaca lo que sentía, era algo mucho más despiadado y vomitivo, pero se acercaba bastante.

La consciencia fue regresando a él en olas que lamían la orilla de su mente. Dolía, aunque no sabía exactamente por qué. Dolía pensar y dolía su cuerpo como si le hubiesen propinado la paliza de su vida pero… ¿no había sido así? Los recuerdos no parecían querer acudir a él, como después de una borrachera muy mala en la que se habían mezclado más de una clase de droga. Estaban ahí, velados por sombras y mentiras, observando desde la esquina de sus ojos pero sin llegar a él. No supo cuántos minutos se deslizaron en aquel estado de sí y no, alejándose para no volver jamás. Las voces llegaron en algún punto; un eco perdido que parecía querer encontrar su camino de vuelta a él. Estaban ahí, pero no comprendía exactamente lo que decían. Quiso abrir los ojos, pero sus párpados pesaban como persianas de metal…

… y quizás no sea para tanto pero… Sigue siendo imposible, Sean.

Era una voz cálida la que mecía las palabras. Una voz femenina y que en otras circunstancias quizás hubiese sonado jovial, pero que tildaba su tono de una preocupación angustiosa. Parecía escuchar, y Oliver solo quería moverse hacia aquella voz, todavía incapaz de abrir los ojos. Todavía perdido en una espesa niebla que cubría la foresta donde había acudido con su abuelo...

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03/09/2019, 03:48
Oliver

Oliver se despertó de pronto y sobresaltado, y trató de incorporarse de golpe, como siempre hacía al despertarse de una pesadilla. Sin embargo, el cuerpo no le respondió. Destrozado por el dolor y el agotamiento, su cuerpo estaba tardando más en despertar. Su conciencia se extendía lentamente por todo su ser, despertando sus extremidades muy lentamente, primero al dolor y después a la realidad de encontrarse en un bosque desnudo al anochecer.

Soltó un gemido ronco y lastimero que le hizo darse cuenta de que tenía tierra y pelo en la boca, y se agitó debajo de la chaqueta, tratando de moverse hacia la voz. Ese mínimo de movimiento fue lo único que hizo falta: Oliver rodó sobre un costado y vomitó muy sonoramente. Abrió los ojos justo a tiempo para ver que no tenía tiempo de cambiar de dirección y evitar vomitar en la manga de la chaqueta.

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03/09/2019, 18:46
Sean

La comida, o lo que quedaba de ella, emergió dejando un escozor terrible en su garganta mientras su estómago se retorcía tanto que parecía no ir a parar nunca. Alguien se movió junto a él, pero Oliver no fue capaz de verlo hasta que su cuerpo dejó de contorsionarse con violentos espasmos. Tan solo sintió una mano amable frotando su espalda suavemente.

Ya pasó, hijo. Ya pasó…

La voz de su abuelo sonó temblorosa, tanto como él. Un susurro quedo y angustiado, colmado por aquel amor paternal que le tenía al muchacho. Cuando por fin pudo darse la vuelta, Sean lo miraba con una trémula sonrisa medio escondida entre la barba y el bigote canoso. La acarició el pelo revuelto posando la mano cálida sobre su mejilla. No entendía nada. No entendía aquella tristeza infinita que inundaba la mirada de su abuelo, ni lo que acababa de pasar, ni por qué seguía en el bosque con aquel dolor infernal acuchillando cada centímetro de su cuerpo.

Un poco más allá, alguien se incorporó lentamente, una mujer algo más joven que Sean con el cabello nevado y un parche sobre el ojo izquierdo. Un rostro que había visto antes, en la granja. Los observaba desde la distancia, dejándoles espacio, las manos escondidas en los bolsillos del pantalón. 

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03/09/2019, 19:27
Oliver

La garganta le ardía con cada arcada, pero después del primer lapo de bilis, pelo y tierra fue incapaz de echar nada más. Sollozó y tragó de tragar saliva, lo que le hizo soltar un quejido, y sollozó un poco más al sentir la mano de Sean. Había tenido malos viajes antes. No muchos, a decir verdad, pero los había habido. Y Sean y Cynthia habían estado allí, y le habían guiado de vuelta a casa. Había tenido malos viajes antes, pero tenía la certeza de que ni aquello había sido un mal viaje, ni quería recordarlo, ni la mano de su abuelo estaba allí para llevarle a casa.

Tras unos instantes abrió la boca para decir algo, pero solo salió un quejido rasposo. Levantó la mano y la posó con suavidad en la que Sean tenía en su cabeza, usando su muñeca como agarradero para moder girarse y mirarle entre las pestañas. Carraspeó, con el consiguiente respingo de dolor, y lo intentó de nuevo.

—... agua...
 

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03/09/2019, 23:55
Hannah Luna-Viajera

Agua —repitió su abuelo algo más alto, pero fue la mujer quien respondió a su petición.

Alcanzó la bolsa que Sean había traído y sacó su cantimplora, una muy vieja y de metal cuyos dibujos habían dejado de existir hacía años. Acercándose, se la tendió al muchacho ya sin la tapa, poniéndose de cuclillas a su vera. Había algo familiar en ella, algo cálido y maternal que resultaba ligeramente reconfortante. Mínimamente, a decir verdad, pues en su cabeza empezaban a emerger preguntas que gritaban ante la necesidad de respuestas.

Tómate tu tiempo, Oliver.

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04/09/2019, 00:15
Oliver

Oliver dio un largo trago que escupió entre toses cuando el agua arrastró pelos y tierra garganta abajo. No dejó que eso le detuviera, y se alzó apoyándose en un codo para seguir. Esta vez se forzó a beber e ignorar la arcada. Dos tragos más, y estaba sentado con una pierna cruzada y la otra estirada, la chaqueta sobre el regazo. Con la misma velocidad que el agua le revitalizaba, su cuerpo se derrumbaba, no de dolor o frío sino de agotamiento. Había estado lleno de... algo, y ese algo le había dado soporte como un segundo esqueleto. Ahora lo había soltado todo, y su organismo se afanaba por olvidar lo que había pasado.

No era difícil. Estaba muy lejos de encontrarse bien. Le seguían doliendo la cabeza y los músculos, y estaba cubierto de sangre seca que formaba una costra sobre la piel y le apelmazaba el pelo. Le sabía la boca a tierra, y estaba empapado por el sudor, la niebla, o las dos. La única parte del cuerpo que notaba esa era el interior de los muslos, pegajosos de orina. Estaba hecho un trapo, y algo le decía que sentir todo aquello era mejor que lo que fuera que se había despertado en él.
Finalmente suspiró complacido y bajó la cantimplora. La apoyó sobre la rodilla de la pierna que tenía estirada y la mantuvo en equilibrio sosteniéndola con las dos manos. Manos sucias y temblorosas, pero ilesas, humanas, y contentas de tener algo que las mantuviera ocupadas.

—Hm. ¿Qué...? —miró a su abuelo, y después a la mujer. La recordaba perfectamente (el parche era difícil de olvidar), pero había olvidado su nombre si es que alguna vez lo había sabido. Carraspeó para ganar un poco más de tiempo y empezó a hablar sin mucha convicción—. Hmph. ¿Ha sido un... mal viaje? Lo siento, abuelo. Y, eh... señora. Tendría que haber tenido más cuidado.

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04/09/2019, 01:25
Sean

Paciente, su abuelo esperó a su lado dejándole espacio para beber, reponerse, y comenzar a romperse lentamente. 

No, Oli. No ha sido un mal viaje —repuso con un temblor incierto en la voz.

Sus ojos eran lagunas de tristeza, una tristeza sentida pero también desconocida, de la que se sentía como un adiós. Sean despegó los labios, y finalmente se dejó caer sentándose junto a su nieto sin llegar a decir más. Intercambió una mirada con la mujer, y Oliver supo que las cosas iban a empezar a torcerse mucho y muy rápido. Ella se limitó a asentir, tomando asiento también al otro lado del muchacho.

Oliver, ¿sabes… Sabes esas cosas de las que a veces te hablamos la yaya y yo? ¿Eso que ocurriría en tu adolescencia y que traería cambios importantes en tu vida? ¿Eso que te haría un hombre? Es lo que ha ocurrido —explicó, mirándolo con una intensidad que parecía dar a entender que aquello era suficiente como para que lo comprendiese.

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04/09/2019, 01:52
Oliver

Sean había estado siempre al menos un poco triste desde los primeros recuerdos de Oliver, y suponía que mucho antes. Había llegado a la conclusión hacía mucho de que era el tipo de tristeza que no era incompatible con la felicidad, a lo mejor una pérdida que nunca acababa de llorarse, pero que no le impedía disfrutar de lo que aún tenía. Y a pesar de ello, o a lo mejor precisamente por ese motivo, nunca había sabido lidiar con la tristeza de Sean cuando era algo más intensa. No sabía enfrentarse a ella, así que encogió los hombros como una tortuga replegándose en el caparazón y buscó refugio en la axila de su abuelo.

Había oído muchas cosas de ese estilo a lo largo de su vida. De sus abuelos, de otra gente, de... de otras fuentes, no sabía cuáles. Siempre había supuesto que se trataba de una amalgama de concepto de hombría de irlandés y la filosofía de la granja, y en el fondo siempre había sabido que se equivocaba.

—Oh —dijo. Algo le decía aquello no iba a tener mucho que ver con la obra literaria de Alex Comfort—. ¿Qué significa eso?

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04/09/2019, 17:35
Hannah Luna-Viajera

El rostro de su abuelo se descompuso un poco más, estrechándolo entre sus brazos con fuerza. Aquel fue gesto suficiente para que la mujer tomase la palabra tras posar su mano sobre el brazo de Sean a modo de relevo y comfort.

Significa que ya no puedes vivir entre los hombres, Oliver, porque ya no eres uno de ellos. Nunca lo fuiste. Eres algo más, eres como yo. Eres un hombre lobo y este ha sido tu Primer Cambio. —Hizo una sentida pausa, dejando que las palabras calaran así como su significado—. Mi nombre es Hannah Luna-Viajera, y aunque esto te suene a broma, te aseguro que no lo es.

Y aunque las palabras no tuviesen sentido, o un sentido muy diferente y trastocado al de su realidad, el énfasis y la sobriedad con las que las pronunció no dejaba espacio para dudas. No era una broma de mal gusto, un chiste elaborado, o un escarmiento por algún tipo de comportamiento que desaprobaban. No, era una realidad que todavía tenía demasiado poco sentido como para comprenderla en su total extensión.

La mujer se incorporó entonces alternando su mirada entre Sean y su nieto, y lo que ocurrió a continuación fue un conjuro que ni en sus mejores viajes habría podido sentir tan real. Hannah se agazapó y su cuerpo, ropas incluídas, mutaron ante sus ojos retorciendo su forma, su vello y su silueta hasta dar lugar a una loba de pelaje gris y moteado, y ojos ambarinos, uno de ellos claramente más grisáceo y con una gran mancha negra en el pelaje que lo rodeaba, como emulando el parche que había tenido su forma homínida.

El animal gimoteó suavemente, tumbándose en el suelo con las orejas retraídas y apoyando el hocico sobre la rodilla de Sean.

Notas de juego

La descripción no encaja 100% con la foto pero whatever.