Partida Rol por web

El Chambelán observa directamente a los ojos de Asesina.

- "No es nuestra tarea decidir por vosotros." - Dice con voz firme. - "Solicitad aquello que creáis oportuno y decidiremos si está en nuestra mano concedéroslo o no." - Continúa. 

- "O simplemente podéis retiraros. Si no pedís algo concreto nada obtendréis." -

Manta, entre el algarabío de la fiesta, y que cada uno está (por norma general) entre los de su grupo (en tu caso los Campamenteros), no estás excesivamente cerca de la tropa de infantería (y Grito).

Pero si te interesa puedes intentar una tirada de Escuchar a dificultad 15 para ver si alcanzas a oír sus palabras.

— ¿Que por qué los Campamenteros somos los Campamenteros? —pensé ante lo que decía Grito, con una mirada furtiva y suspicaz, sólo medio segundo y de reojo, para luego centrarme en el resto de la fiesta— Ese cabrón será una excelente forma de hacer ganar respeto al pelotón una vez termine mi entrenamiento con Sar Krogan.

Dejé el suceso atrás, y continué en la fiesta. Pero lo recordaría, vaya que sí.

Asesina cierra los ojos un instante. Asiente y finalmente pronuncia su petición.

- Me gustaría mejorar mis conocimientos de plantas y hierbas. – Pide esta vez con gesto más sumiso.

El Chambelán la observa severamente un par de segundos y finalmente hace un gesto hacia Sesvolea.

- "Sesvolea te dará unas clases." – Luego hace un gesto para que la soldado se aparte y espera al siguiente.

Recibió la broma de Grito con una sonrisa pero sin jalearla. No creía que hubiese que empeorar aún más las, de por sí, practicamente nulas relaciones entre los distintos regimientos de la compañía. Todos eran miembros de algo mayor, una compañía que sería más fuerte cuanto más unidos estuviesen sus soldados. No había más que ver como una fuerza inferior en número había vencido en la emboscada en la que quemaron vivo a Sicofante. Esa rabia, ese luchar por el hombre que tienes al lado, eso sería lo que les diese la victoria. 

Escuchó la historia de Lagrimita como si fuese la primera vez que la escuchase aunque no era así. Esa historia era una historia de hombres. Hombres que recuperaban lo que era suyo haciendo frente a lo que hiciese falta. Una historia que debía inspirar a todos los miembros de la compañía a hacer grandes obras. La duodécima se había forjado así, por héroes y para héroes. Inspirado por esas palabras y aprovechando el silencio del Chambelán, Desastre se puso en pie alzando una copa y elevó su voz por encima del jolgorio. - ¡Por la Duodécima y el Capitán! ¡Por Cho'n Delor y el Señor del Dolor! ¡Que tiemble el Triplete pues la muerte marchará hacia ellos! - brindó el soldado mirando a su Capitán y al Chambelan alzando su copa. 

Que le aspen, él no había votado a ese Capitán pero poco importaba, iban a la guerra que menos que hacer un poco de ruido. Batió su lanza contra el suelo y comenzó un murmullo que esperaba que la gente siguiese. - Que tiemblen, que tiemblen, que tiemblen... 

Alzó la copa, que derramó ligeras gotas en el aire rociando con grog a los que se encontraban cerca, con entusiasmo en respuesta al brindis de Desastre. Comenzó a patear el suelo mientras hacía coro junto a su hermano de batalla y miraba desafiante a su alrededor, enseñando los dientes y con el puño crispado en torno a la copa. 

Anhelaba volver al Llano de Galdan, formar una falange cerrada con sus hermanos en batalla abierta y que los brazos decidiesen la suerte de la guerra. Sentía que se había concedido al enemigo tomar la iniciativa, eso nunca era bueno y lo habían pagado cruelmente con bajas. La guerra no era un oficio para imprudentes pero tampoco para los que contemplan con calma como asan a sus soldados, la guerra es el terreno de los intrepidos y prudentes, de aquellos que sabían cuando era el momento de la calma y cual el de la locura. La compañía son leones, los leones no duermen cuando amenazan su dominio si no que devoran a quien osa desafiarlos.

¡Devoraremos sus corazones! ¡Les enseñaremos lo que es el miedo! Se alzó con su copa en la mano, dando un palmetazo en la mesa a la par que gritaba esto con fiereza.

Mis compañeros, mis hermanos se están animando. La bebida favorece que seamos valientes y comenzamos a brindar -Eliminar al Triplete...- Buen brindis, contad conmigo hermanos- Tomo un trago, acaricio la daga recientemente entregada y ya no beberé más. Tengo que practicar, que mejorar mis cualidades para la guerra para ayudar a mis compañía y alcanzar mi objetivo... Demasiados acontecimientos han sucedido esta noche que debía ser una celebración. Las rencillas dentro de la Compañia piden mermar nuestras fuerzas, pero eso nunca ocurrirá en la Infantería, nosotros somos diferentes.

Los gritos del brindis de Desastre hicieron que desviara su mirada del chamán y la volviera al pequeño grupo que formaba pelotón, ni la ausencia de su cabo hacía disminuir los ánimos entre sus compañeros así que buscó una copa y la alzó también en dirección a sus compañeros de pelotón primero y al resto después.

-¡Por la Duodécima! ¡La última de las Compañías Libres!

Sí, sus enemigos temblarían primero y después caerían a sus pies, nadie había sido capaz de detenerlos hasta entonces. Lo único que le preocupaba era los compañeros que se perderían por el camino, quizás él mismo, pues incluso la más brillante de las victorias traía la muerte consigo. Pero los espíritus guiarían sus pasos, estaba seguro.

¿Cuantas copas lleva ya Desastre? Estoy seguro que más de tres y eso me preocupa mucho.

Esperaba que los ánimos no cambiaran y la celebración siguiera por esos derroteros, sin ningún problema más o alguna pelea, cosa que a veces ocurría cuando el alcohol abundaba entre la soldadesca. Tras brindar volvió a buscar con la mirada al aprendiz de chamán.

-Tranquilo por eso -dijo al tiempo que recibía el botín de manos de Matagatos-. Injusticias hay y habrá siempre. Ningún sistema es perfecto. Respecto a Serpiente, simplemente parece ignorarse cómo castigarlo cuando hay que castigarlo. Y aun así, tenemos a muchos cuya desobediencia, K´Hlatas u Oscuros, no ha sido sancionada. Pero no es momento ni lugar. Hay cosas de las que quiero hablarte y preferiría dejarlas para mañana. Nada importante en principio, primo. Simple cháchara. No sé cuándo te vendrá bien. Por mi parte, asumo que mi mañana será poco agradable. Tarado y Derviche serán castigados por sus actos.

Indómito, al igual que sus compañeros de escuadra, también escuchó con excepcional atención la historia narrada por Lagrimita, aunque aprovechaba las pausas para meterse un buen bocado de gorrión cada vez. Sin embargo, para cuando el oscuro terminó de contar su historia, hacía minutos ya que el K'hlata no tocaba su plato. De todos los dioses, vivos, muertos y no-muertos, no había ninguno más temible para los Reyes de la Sabana que la Reina de los Engaños, y el simple hecho de que Lagrimita la mencionase causó que Indómito realizase una cantidad inmensa de movimientos, señales y gestos para espantar los malos augurios, los malos espíritus y el mal yuyu. Sin embargo, los gritos de sus compañeros le hicieron calmarse, y él mismo se unió al griterío.

— ¡Que nuestros enemigos tiemblen al escuchar el nombre de la Compañía Negra, la última de las doce Compañías Libres de Khatovar! —gritó mientras alzaba su copa, haciendo que un poco del preciado líquido cayese a la mesa, pero eso a nadie parecía importarle. Segundos después ingirió todo el contenido, sólo para volver a llenar su copa, y continuó devorando su comida con animosidad y bestialidad.

No recordaba haber estado en una fiesta de semejantes proporciones y menos con tantos regalos, la variedad en la comida y la bebida era amplia. Además cada uno de sus compañeros había recibido en la casi totalidad de los casos lo que habían pedido, lo cuál era un gran adelanto.

El explorador se mantuvo un poco apartado del meollo, cercano a la comida. Observaba en silencio a sus compañeros y se fijaba en lo hacían. Estuvo atento en cuales eran los compañeros de bebida habituales y se fijó en ellos para mantenerse al tanto de las relaciones de amistad que se iban forjando o ya estaban forjadas de ante mano. Mientras hacía eso recordaba los consejos que había recibido hacía escasos segundos.

Enfrascado en esos pensamientos decidió acercarse a por una copa de vino, mientras continuaba atento a todo lo que le rodeaba, disfrutando y aprendiendo del momento.

Pipo seguía como alelado, manteniendo la batalla de muecas con Rastrojo, el aprendíz de Hombre Medicina. Se lo estaba pasando en grande. Olvidada en sus manos estaba la flauta mágica. También olvidados estaban sus pensamientos sobre si tenía que regalar a Tarado una flauta para su funda, y su curiosidad por saber si sabría tocarla, y si podrían formar una especie de orquesta.

Ahora se ayudaba con las manos para que la mueca pareciera todavía más horrible y creativa.

Entre el ruido de la fiesta, los brindis a voz en grito, y la gran cantidad de personas reunidas, no alcanzas a escuchar nada más de las varias conversaciones en pequeños grupos que se suceden por toda la sala.

Pero después de todo es normal, la petición de dádivas está finalizando y la gente desea centrarse ya en la fiesta, en beber y disfrutar, por lo que parece que empiezan a juntarse en pequeños subgrupos más afines entre sí.

Tarado se retiró inmediatamente de la cercanía del Chambelán al solicitar su dádiva. En ese momento no disponían de su petición, pero había ordenado buscar una, así que solo quedaba esperar a que fuera entregada.

Había dudado sobre el objeto a pedir, solo tenía claro que no iba a ser para él. Durante unos instantes, mientras se acercaba al Chambelán, meditó si pedir un amuleto contra el mal yuyu. La idea no duró demasiado en su cabeza, ya que había visto como el ofrecedor de las dádivas era capaz de entregar un caballo no muerto a uno de sus peticionarios. Era demasiado incoherente que pudiera ofrecer un amuleto contra el mal yuyu si era capaz de ofrecer tal corcel. Aquel tipo manejaba magia negra. Solo esperaba que su funda estuviera libre de augurios.

Tarado caminó por la sala, alzando la vista, buscando a alguien en concreto. Pudo divisar como sus hermanos jugueteaban como niños con sus armas y armaduras nuevas. Su visión se paró por un momento en Pipo, que le devolvía la mirada, con gesto de incertidumbre. Una vez localizado su objetivo, se dirigió firmemente hacia éste. El temor se notaba en el rostro descompuesto de Tarado.

-Señor, me gustaría recibir mi tributo como hermano juramentado- Estiró su brazo y abrió la palma de su mano, sin acercarla demasiado a su receptor. Con la mirada baja y gesto temeroso esperó a que Ansia de Dominio pusiera la moneda en su mano. Hubiera declinado tal tributo, pero sus hermanos necesitaban cualquier tipo de recurso y no iba a dejar de perder esta oportunidad de obtenerlo.

Los segundos se convertían en milenios mientras esperaba...

Ansia de Dominio muestra una mueca bastante siniestra a Tarado, para luego alargar su mano y depositar una moneda en la palma de Tarado.

La moneda de plata parece de lo más normal del mundo, y quizá lo sea, aunque un escalofrío recorre el brazo de Tarado al sujetarla.

- "Por supuesto." - Dice aquel ser.

Es en ese momento cuando un par de burbujas despegan de la boca de Ansia de Dominio y se dirigen hacia el techo de la sala.

En pie, apenas apoyado en una columna y los brazos cruzados sobre el pecho, Ikharus contemplaba la escena. No exactamente apartado, ni al margen, simplemente estaba ahí. Pero cierto, no participó en los brindis, su jarra de grog hacía un buen rato que había quedado sobre la mesa, arrinconada. Así como un plato con el muslo de algún ave asada que algún esclavo complaciente le había acercado, y del que sólo había arrancado un par de bocados.

Sus ojos vivaces iban de uno a otro, sin perderse detalle, aunque sin entrometerse.

Sin embargo, cuando el joven k'hlata se acercó a por una copa de vino, el anciano se incorporó, sonriente, separándose de la columna y acercándose a él.

-Niño Guerrero. Me alegro de poder hablar contigo por fin. Hoy es un día de emociones y celebración, y no hemos cruzado una palabra. Y se me hace extraño, quizá sea que me estoy volviendo viejo, o que he bebido demasiado, pero empiezo a echar de menos nuestras charlas.

No era cierto, claro. Ni era tan viejo, ni había bebido tanto. Lo que sí que era cierto es que se había entablado entre el oscuro y el muchacho una relación de amistad, aunque probablemente ninguno de los dos lo admitiría por completo.

Escuchar la voz de Indómito, su coterráneo, sacó a Cielo de su trance interno . Y se unió a la algarabía de la infantería barril con un grito seco y alzando su cuenco.
Le gustaban esas demostraciones de camaradería y sonrió a Indómito. La gente de Berril estaba dando una lección allí de cómo deberían ser las cosas en la compañía.
Un pelotón hermanado, adiestrado para ser un bloque impenetrable que golpea al enemigo. Un bloque que carga hacía la muerte con la convicción con la que lo había hecho el Cabo.
Casi le cuesta la vida, pero su pelotón cambiaría cada gota de sangre de Barril por ríos de sangre enemiga, Su imaginación se excitó con solo pensar en la batalla, y su frente comenzó a brillar, sudorosa.

 - Mi señora correspondí con una leve inclinación de cabeza acompañada de una genuflexión a la vez que mis brazos se extendían para recoger la piel de lobo gris. Estoy en deuda con vos considéreme su fiel guerrera. Me quedé en ese estado un breve tiempo por si la bruja quería añadir algo más...

Acababa de pescar una copa de un vino el cual era incapaz de identificar, como le pasaba con todos los vinos, cuando pudo distinguir la figura del barbudo leñador acercándose hacia él. El explorador sonrió de forma inmediata dejando ver su amplia sonrisa y sus blancos dientes. Dio un sorbo a su bebida antes de saludar.

- Saludos Ikharus, sí Niño Guerrero está fijándose bien en todo. Nunca había estado en una fiesta así, con tanta comida y tanta gente. Ni le habían dado regalos. - Dijo en clara referencia a la dádiva que le habían entregado hacía no mucho tiempo en aquella misma sala.

- A Niño Guerrero siempre le gusta hablar con Ikharus y escuchar sus historias, se aprende mucho de ellas. - Al decir eso tomó otro trago de vino, nunca había bebido más allá de una copa puntual en el campamento, pero ahora ya había tomado dos e iba por la tercera, la cuál empezaba a hacerle un efecto desconocido para él. Las palabras salían de su boca con algo más de dificultad de lo habitual.

¿Le está gustando a Ikharus la fiesta? -