Partida Rol por web

Ante la indecisión de Analista el Cabo Cortaplumas se levanta de la silla y dice:

- "Yo lo secundo." –

La Sargento Falce se levanta a su vez. – "Y yo." – Dice apoyando a Cortaplumas.

Por todos es sabido que Portaestandarte es el mejor guerrero de la Compañía, pero también es uno de los más locos e imprudentes. Sus tácticas casi siempre consisten en arrolladoras cargas frontales de Caballería, mientras el resto de tropas siguen el avance y su estela, rematando a los enemigos heridos que hayan sobrevivido a la carga inicial. Son tácticas que en opinión de Falce no pueden servir siempre en cualquier situación, y menos contra una fortaleza.

Parece que el viejo se debate indeciso, con el ceño fruncido. Aunque tras mirar a Portaestandarte y Teniente al otro lado de la mesa termina por pronunciarse.

- “Acepto.” – Dice firmemente. – “Pero sólo de forma provisional mientras el Capitán de verdad se recupera.” -

Con su confirmación se arma un tremendo revuelo. Revuelo que vuelve a cesar tras otros golpes en la mesa del propio Analista.

Retira un poco la silla y se gira para agacharse y recoger algo del suelo junto a él. Deposita encima de la mesa un cofre metálico, con fichas negras y blancas. Con cuidado y esmero coloca también una vasija en el centro de la mesa.

- “¿Qué color quieres?” – Pregunta a Portaestandarte.

- “Negras.” – Responde el hombre fría y secamente. – “El color de la Compañía”. -

- “Sea pues. Yo blancas.” – Dictamina el líder temporal de la Compañía. – “Votaremos para elegir un nuevo Capitán.” – comunica a todos. – “El que apoye a Portaestandarte deberá meter en la vasija una ficha negra, el que me apoye a mí una ficha blanca.” – Explica lentamente para que quede claro a todo el mundo. – “El voto puede ser secreto a voluntad de cada uno, simplemente tapando con la mano la ficha que escoge. Eso sí, sólo se puede coger una ficha que se introducirá en la vasija.” –

Mira con calma a todos los presentes cuando acaba su explicación. Coge una de las fichas blancas, la muestra a todo el mundo y la introduce después en la vasija. Deja de nuevo la vasija en el centro y el cofre con las fichas junto a ella y se sienta de nuevo esperando al siguiente en votar.

El ermitaño del desierto avanzó acompañado por el incesante crujir de su oxidada armadura, acercándose a Analista. Su guantelete rebuscó en el cofre hasta extraer una ficha blanca sujeta entre el dedo índice y el pulgar, a la vista de todos. Con un asentimiento silencioso en dirección a Analista, depositó su voto en la vasija. Tras una mirada al otro lado de la mesa, hacia la imponente y amenazadora figura de Portaestandarte, dio media vuelta y regresó a su puesto en la pared.

Aquello asqueaba a Lombriz. ¡El Capitán aún no estaba muerto y se repartían sus despojos!

Se cruzó los brazos e hizo el gesto de escupir después de que Keropis hablara; no le extrañaba que el ermitaño lo hiciese pocas veces, lo que decía era claramente obra de un demente poseído por las fiebres de las llanuras eternas.

-¿Qué lugar? El de soldados de la Compañía. Keropis busca juegos, pero no somos niños que bailarle las aguas.

Agitó la cabeza. Las ideas de su compañero de escuadra no podían ser tan demenciales, sobre todo estando mezcladas con valores que comprendía y entendía tan bien. Sin duda era eso, y el Cabo tendría que pedirle que pasara menos tiempo al sol con todo aquello, so pena de que se le friera más el cerebro: pensamientos así eran peligrosos para el alma.

-¿El mal es relativo? Entregar a tu Capitán a la misericordia de un brujo, no. Keropis habla sabio y dice estúpido en esta ocasión. Lombriz no cometerá crueldad con su líder a quien se debe, ni lo hará Keropis si le quiere bien también. Por qué entregar a brujos, o entregar a enemigos. Las dos crueldad, las dos mal devoción. Demasiado sol, dice Lombriz. Bebe agua, Keropis. 

Mientras ocurría aquel intercambio... TODO empezó a pasar alrededor.

-...

...

-...Lombriz no puede creer.

A Derviche le entraron unas ganas inmensas de reir. Las orgullosas tradiciones de los oscuros amenazaban con partirse...por culpa de ellos mismos!.

Se giró un poco para evitar que todo el mundo viera su sonrisa malévola, y acto seguido fue hacia donde las fichas de colores.

Cogió una negra, visible para todo el mundo y la depositó en su sitio correspondiente. Orgullosa y altiva. La compañía necesitaba acción y rapidez, no calma y acobardamiento. Una vez utilizó su derecho a voto, volvió  junto a Manta.

-La hora de las palabras terminó hace tiempo, necesitamos un liderazgo fuerte como el de portaestandarte- Le dijo en tono confidente al segundo al mando del pelotón de campamenteros.

De pronto, la conversación se vuelca en la nueva votación, ahora siendo el sucesor del Capitán quien será elegido. Miro a Portaestandarte y sonrío detrás del paño que me cubre el rostro mientras pienso:

"Era obvio. Primero él hace que Rompelomos sea Teniente y ahora Rompelomos lo hace Capitán. Luego La Compañía carga contra el enemigo, muere más de la mitad y los chondelorianos nos envían a misiones suicidas. Seremos tan pocos que no serviremos para atacar de frente ni seremos un peso importante. Si conseguimos las misiones, será bien, si morimos, bien también pues no nos pagarán más. Portaestandarte nos llevará a la extinción o la gloria."

Me acerco para tomar una de las fichas y tomo una bola de color negro. La sostengo en la mano mientras la miro delante de todo el mundo. Miro a Portaestadarte mientras vuelvo a pensar:

"¿Será también tu mandato solo durante la duración de la enfermedad de Capitán? ¿Si se recupera, entregarás el mando llegado el caso? No lo creo."

La dejo nuevamente con las otras y saco otra ficha negra y la pongo en la vasija sin dejar que se vea el color. no es un encubrimiento deliberado sino que la tomo en mi mano cerrada y la dejo caer dentro. No me importa si la ven o no, es solo que no usaré mi decisión como acto político pues, a pesar de todos mis pensamientos lógicos, ni yo mismo sé porque he votado como lo hice.

Manta observó a Derviche.

— Me alegra ver que ya estás mejor, Hermana —le dijo en voz baja. Acto seguido, se levantó y fue en dirección a las vasijas de votación. Se detuvo un momento ante las vasijas observando las fichas, pensando. Tras unos segundos, introdujo su mano y sacó una ficha blanca, la cual fue su voto definitivo; la depositó donde correspondía y regresó a su asiento junto a Derviche y a Lengua Negra—. Entiendo tu punto de vista, pero Rompelomos acaba de ser elegido Teniente. Puedes ver que su facción ya ostenta demasiado poder como para encima nombrar Capitán a Portaestandarte. En la vida lo único sano es el balance y en la Compañía también lo es. Darle peso a Analista a la cabeza en la política, y teniendo a Rompelomos al frente del campo de batalla equilibrará las cosas. Además, el Capitán no puede ir al frente de batalla como le gusta hacer a Portaestandarte —le explicó en un susurro a Derviche—. Mi voto no se trata de tomar algún partido, se trata del balance.

Portaestandarte sonríe, es una sonrisa cruel y llena de locura, pero también de inmensa fuerza y el poder para matar a quien quiera que fuera tan demente como para cruzar aceros con él en el campo de batalla.

Coge una ficha negra y dice:

- "Seguidme, Hermanos. Hacia la victoria." -

Con un simple gesto de un dedo lanza la ficha con una precisión y fuerza casi sobrenaturales. La vasija se tambalea a un lado y a otro, buscando su equilibrio y tardando varios segundos en recuperar su estabilidad. La ficha ha caído justo dentro, tan rápida que casi nadie la ha visto como nada más que un fugaz borrón de movimiento.

Portaestandarte se sienta de nuevo, a la cabecera de la gran mesa y su rostro queda envuelto en las densas sombras de la penumbra del gran salón. A su alrededor destacan los viejos estandartes de guerra deshilachados, pertenecientes al glorioso pasado de Cho'n Delor, y las docenas de armas rotas que decoran las paredes del Salón de la Discordia.

Lombriz se levantó y puso una ficha negra.

Volvió a sentarse. No iba a votar a Analista después de lo que había hecho y prometía volver a hacer; Portaestandarte difícilmente le convencía, pero no había traicionado todo lo que era ser soldado y lavado sus manos de las responsabilidades.

El Sargento Virote toma una ficha negra con decisión y la deposita en la vasija.

Derviche ya sabía como se las gastaba Manta, y aún así, a veces le costaba entender como era posible que aquel hombre le caía en cierta manera agradable a la loca mujer.

-El balance nos ha llevado a que se rian de nosotros, a que mueran grandes hombres de la compañía por decisiones estúpidas de Analista, no, Manta, necesitamos vengarnos, y para ello requerimos la fuerza de Portaestandarte, no la prudencia del escriba, me reafirmo en que es la hora de las espadas, la fama de Portaestandarte le precede, para bien o para mal, pero al menos nos garantiza sangre enemiga en nuestras hojas, no agujetas en el trasero de esperar sentados, ya hemos hecho el estúpido suficiente, ahora toca cobrarnos la venganza con la sangre del reino de Pastel-

Junto con sus palabras, sus ojos tomaron un cariz asesino y rojizo, deseando desde lo más profundo de su corazón que Portaestandarte ganase la votación, solo así la venganza estaría asegurada...

...Junto con la matanza, la carne sesgada y la sangre derramada. Un bello y rojizo horizonte, más almas para la Diosa...

Loor se queda unos segundos pensativa y parece rezar internamente como pidiendo guía espiritual.

Esa mirada la he visto muchas veces. Portaestandarte avanza sin remedio en el laberinto de la locura. El rey no sería malo si no fuera por los consejeros... Cierro los puños con fuerza. No, no seremos gobernados por la demencia. 

Fijo mi mirada en las sombras que lo rodean, pero no hago más movimientos. Debo meditar bien lo que hacer. Campaña me ha traído de nuevo al pensamiento lo que ya pensé una vez. No soy más que una seguidora, no tengo voz ni voto. Pero tal vez pueda aportar algo más que fetiches a la Compañía.

Sentimientos encontrados en la votación. Piojillo estaba intentando aclarar sus ideas sobre a quién dar su voto. Por un lado, veía el cambio que vendría con Portaestandarte, y por el otro, la calma y el sosiego con Analista. Es verdad que se decía que la actitud de Analista llevó a no actuar a tiempo en el último ataque que sufrieron en el campamento, pero no estaba del todo seguro. Acaso, haber salido al ataque de inmediato no habría supuesto la muerte para más compañeros a manos de las flechas de los arqueros del Triplete? - Pensaba interiormente el campamentero.

Sucediera lo que sucediera, tras la votación, las cosas no volverían a ser como hasta ahora en la Compañía. El K´hlata escuchó las palabras de Manta, sobre el equilibrio. Al no estar seguro aún de su decisión, Piojillo esperó un momento a que las votaciones fueran pasando, que votaran más miembros, antes de realizar su voto. Además, no quería adelantarse a muchos que tenían más derecho que él a estar allí, al menos eso pensaba.

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA

¿Alguien puede meterle una flecha a ese cuervo de allí? Podríamos aprovecharlo para el puchero...

Realmente, no le interesaba una votación entre dos Oscuros. Aquello era perpetuar su dominio. E igual que ocurrió con los nombramientos de los candidatos a Teniente, era algo que se repartían los mandos entre ellos, sin posiblidad de que Rastrojo pudiese proponer nada.

Había dos opciones...

El Analista dejaba el cargo para, seguramente, Lengua Negra. Ese mendigo de atenciones con baja autoestima que es uña y carne de Matagatos. O peor... cuando Lengua Negra estaba convaleciente, era Khadesa la que llevaba las anotaciones. No pertenecía a la Compañía, y sería completamente irregular que esa ramera manipuladora se convirtiese en Analista. Pero este día estaba lleno de irregularidades.

El puesto dejado por Portaestandarte era más complicado de rellenar. Portaestandarte era insustituíble: tanto por fuerza como por temeridad. Una opción sería el propio Rompelomos, lo que dejaría de nuevo vacante el puesto de Teniente, y esta vez sí podría ser ocupado por la Sargento Vientos. Pero con Portaestandarte de Capitán, no era descartable nada, ni siquiera que el nuevo portador del pendón fuese su propio hijo. Eso sería más ofensivo para Rastrojo, que ya está cansado de ver a los Oscuros de su promoción ascender imparables en el organigrama de la Compañía mientras a él le ordenan cavar letrinas.

Pufff... casi mejor votar de los últimos para ir viendo qué van votando los demás...

Una idea se regurgitaba en los sesos de Rastrojo: usar una pequeña prestidigitación hacer estallar la vasija esparciendo las piedras en todas direcciones. Si saliese lo que saliese, Rastrojo iba a salir perdiendo, mejor forzar una votación nula, y que los temores y las supercherías obligasen a posponer la votación.

O mejor aún, cambiar el color de todas las piedras negras y blancas a gris. ¡Si querían echarle la culpa de haber modificado el resultado, tendrían que reconocer que tenía poderes de verdad, y merecía un ascenso a chamán y sentarse en la mesa de oficiales!

Pero primero, Rastrojo debía pensarse muy bien la consecuencia de sus actos...