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CIUDAD DE CHO'N DELOR: EL PALACIO DE LA DISCORDIA:

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍAS 10 A 25.

El viaje hacia el Norte es lento por causa de los carros, además, para los heridos es mejor que los carros vayan todo el tiempo por los caminos, de modo que el trayecto sea menos accidentado.

El clima se va volviendo más fresco y húmedo conforme la Compañía avanza dejando atrás primero el Llano de Galdan y entrando después de lleno en el territorio de Cho’n Delor.

Buena parte del territorio que se ve a ambos lados de la carretera es pantanoso, aunque también hay llanos con aldeas agrícolas aquí y allá. Los aldeanos desaparecen de la vista en cuanto os ven de lejos, inseguros de si sois fuerzas chondelorianas o del Triplete. Este territorio fue saqueado durante meses por los Fantasmas Irredentos, y su huella se deja notar.

Conforme progresáis hacia el Norte, se ven más colinas y zonas boscosas. Los Exploradores, en su papel de batidores, consiguen buena caza, además de plantas y frutos comestibles para la olla de campamento.

No sufrís ataques, el territorio es ahora muchísimo más seguro que la primera vez que lo conquistasteis.

Finalmente, sin mayor incidente arribáis ante las formidables murallas de Cho’n Delor. Atravesáis las puertas de la barbacana principal, el Bastión del Dolor, y sois recibidos con honores y aclamación popular de toda la ciudadanía. Para esta gente sois héroes, aunque al Sur del Llano de Galdan os vean como los villanos de más negro corazón.

Os reciben en las puertas de la ciudad el Ministro Potestad y el General Sar Krogan para escoltaros hasta las puertas del Palacio de la Discordia, vuestro cuartel general en Cho'n Delor.

CIUDAD DE CHO'N DELOR: PALACIO DE LA DISCORDIA:

- El Palacio de la Discordia se encuentra en la parte Norte del Barrio Residencial de la Ciudad de Cho'n Delor. Se trata de un imponente y viejo palacio de piedra con una espléndida fachada sur protegida por una muy defendible barbacana donde está la Puerta Principal.

La barbacana incluye saeteras en techo y paredes, además de trampillas en el techo desde las que es posible arrojar aceite inflamable o hirviendo.

Hay un amplio vestíbulo donde en algunos momentos acamparon los Campamenteros, a modo de cuerpo de guardia.

Tras el vestíbulo, hay un muy amplio patio lleno de monigotes con escudos, estafernos y dianas. El Pelotón de Instrucción del Sargento Gulg suele entrenar duramente en ese patio, con la Cabo Rompehuesos dirigiendo con mano de hierro a los Aspirantes a convertirse en Reclutas de la Compañía.

Hay dos amplias alas laterales, que contienen almacenes, cocinas, comedor, despensa y salones.

El ala de atrás contiene una amplia sala que posiblemente en otro tiempo fuera una sala de audiencias, actualmente vacía. Y un largo pasillo lleno de celdas. Son habitaciones pequeñas, pero que cuentan cada una con una cama, un ventanuco, un pequeño armario, una palangana, un cubo y un orinal.

Tras las celdas hay un jardín y finalmente una sólida y alta muralla que da a la Ciudad Alta de Cho'n Delor. Ese lienzo de muralla es fácil de proteger con muy pocas tropas.

Las escaleras más cercanas que suben al primer piso se encuentran en el vestíbulo. Cuando la Compañía se encuentra en el Palacio, en el primer piso en el ala frontal acampan los Arqueros. La Infantería en el ala izquierda. Los Exploradores en el ala derecha. Y el Estado Mayor ala Norte.

En la planta baja, el ala derecha es la de los Seguidores de Campamento. Allí pueden montarse la tienda de Grog y los puestos de comercio de la Compañía.

El Palacio cuenta con retretes cerca de cada zona de celdas, que vierten en el alcantarillado de la ciudad. También cuenta con agua corriente que llega desde acueductos y una gran cisterna subterránea que almacena agua potable para emergencias.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA 25.

Llegamos exhaustos de tanto caminar, aunque en alguna que otra ocasión dejó niña que el carro fuera quien tirase de ella, pues no tenía muy buen fondo y a mitad de camino ya empezó a desfallecer, pero el groso del camino lo consiguió hacer a pie. 

Al llegar la belleza del lugar no dejaba a nadie indiferente, a niña de oro , como ya ella había aceptado que la llamaran así,  no le impresionaba para nada aquel lugar, solo tenia ganas de descansar. Era consciente de que aún le quedaba el peor trabajo, debía cuanto antes sacar las cosas de las carretas, asegurarse que los heridos tenían todo lo necesario para estar cómodos,  asegurarse que tenían las jarras de agua llenas, así que niña de oro procuró darse brío en sacar todas las cosas de las carretas y amontonarlas cerca de cada tienda que montaban,  a medida que iban terminando de preparar las tiendas , niña sacaba todos los cachivaches y los colocaba en lo que creía que seria su mejor sitio. Una vez terminó fue a buscar agua y a rellenar las jarras vacías. Paró solo un momento mientras terminaban de montar una de ellas y se quedó mirando a la compañía cada uno en su quehacer, no pudo evitar recordar a su mejor amiga que tanto echaba de menos, una lagrima calló de su cara dejando el rastro marcado por el polvo, polvo que las ruedas de los carros habían levantado.
En seguida fué a limpiarse la cara y a terminar lo que había empezado, no era momento de lamentaciones, cuanto antes consiguieran tener las cosas en su sitio, antes podrían tomarse un descanso.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA 25.

Hop, hop, hop, hop, el camino era interminable. Deliciosamente interminable. Con el trote fácil y ligero de su raza, Pipo recorría la sabana encantado de la vida. El ambiente dentro de la compañía seguía siendo opresivo, triste, pero para Pipo era cosa del pasado. Sus intentos de animar a los hermanos habían sido hechos. La compañía era como era. Ahora, completamente adaptado, se la traía floja: sin preguntas, sin disquisiciones. El sol era amarillo, el cielo azul, la hierba verde y la Compañía, Negra.

Hop, hop, hop, de un reparo a otro, con el cuerpo agachado de manera que no ofreciera un blanco fácil recortado contra el horizonte. Antes de coronar un alto paraba y elegía el mejor sitio para hacerlo. Siempre buscando un buen ángulo de visión, sin olvidar sonidos y aromas curiosos o desconcertantes.

Cada etapa escuchaba los trinos de sus compañeros exploradores y repetía la llamada, para asegurarse de que la línea de avanzadilla era razonablemente recta y la separación entre unos y otros cubría franjas de terreno iguales.

Se divirtió con el miedo de los campesinos. Mostró su orgullo a las puertas de Chon Delor. Ya dentro la cosa cambió. Más relajado, se permitió dejar los ojos y la boca abiertos de par en par, un hilillo de babas al desgaire por el mentón abajo: cuando veía cosas muy muy curiosas su atención requería dejar sin mantenimiento asuntos sin importancia, como la imagen que pudiera dar a propios o extraños.

El ministro y el general le parecían gente típica de los que asistían al Dios del Dolor: malvados y retorcidos en apariencia, pero eficientes, más que cualquier héroe revolucionario de tres al cuarto. Agua corriente en cada ala del palacio, alcantarillas que mantenían alejadas las moscas, calles rectas y bien ordenadas. Mampostería recta, gruesa, bien construida. Pura bondad. Fue un pensamiento pasajero, ya que había oído historias moralizantes que, como vinieron, volvieron a partir. Dentro se entretenía maravillado con las delicadas sensaciones del agua en sus manos, tan a mano, tan cómoda. Metía la mano en la acequia y la volvía a sacar, la metía y la sacaba, se la pasaba por la cara, se chupaba un dedo húmedo, bebía un ligero sorbo.

El tiempo era más suave: el verano llegaba a su fin.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA 25.

La larga caminata le supuso un entrenamiento mas, con todo su equipo a cuestas y caminando en silencio. Fue una marcha monotona, sin ningún tipo de variación. Tras los primeros días de marcha se volvió tedioso, aunque mejor que estar en el campamento. Lo mejor de todo es que la gente dejaba en paz a Tarado, tenía demasiada fama de conflictivo.

Cuando llegarón al bastión, su primera visita fue al retrete donde corrió las cortinillas y se centró con interes en la acción onanista mientras pensaba en que iba a invertir su primera paga. Sus impulsos hormonales eran mas potentes por día y el ejercicio fisico, mental y manual ya no bastaban para refrenarlo.

Tras salir del excusado, limpiandose las manos en el taparrabos, buscó a Lengua Negra a la espera de orden alguna.

La Compañía Negra es recibida con todos los honores al llegar a Cho'n Delor y son nada menos que las puertas principales de la capital las que se abren para abrirles paso al interior de sus bien protegidas murallas.

Los Comunes de Cho'n Delor escoltan a los miembros de la Compañía por las calles de la ciudad.

Las calles de de Cho'n Delor poseen una extraña majestuosidad difícil de ver en otros lugares del mundo conocido.

El estandarte de Cho'n Delor preside la comitiva ante los asombrados ciudadanos que se agolpan en las calles para contemplar a los heroicos mercenarios que expulsaron y vencieron a los Fantasmas Irredentos.

Incluso les acompaña una banda de música de los exploradores del ejército durante el trayecto desde el Bastión del Dolor, tremendísima fortificación, hasta el Palacio de la Discordia, situado entre la frontera tierra de nadie entre el distrito comercial y la Ciudad Alta.

Finalmente, tras atravesar algunas calles algo más lóbregas y propias de un barrio más despoblado, llegan ante uno de los jerarcas de la ciudad, el Comandante supremo de las fuerzas defensivas de Cho'n Delor.

Se trata de un hombre extraño ataviado con una exótica armadura y montado a lomos de un tigre blanco. Cualquiera diría que no es originario de este mundo.

- "Bienvenidos sean a Cho'n Delor y a su morada, el Palacio de la Discordia. Soy el General Sar Krogan. Mis hombres y yo estamos a su servicio." -

El hombre realiza una respetuosa reverencia en dirección a Analista, que es quien cabalga en cabeza de vuestras fuerzas.

- "Sed bienvenidos a nuestra capital, honorables y victoriosos invitados." -

- "Gracias General, Ministro... En nombre de la Compañía, les agradezco esta bienvenida. Nos sentimos honrados." -

Escudo se sentía intimidado por la acogida que la gran ciudad había hecho. Acostumbrado a estar en el campamento y verlos todos los días ahora se daba cuenta que estaba rodeado de héroes y el pueblo ahora mismo se lo recordaba.

El viaje había sido lento por los heridos, pero Escudo apenas se había dado cuenta ya que constantemente salía en patrullas de exploración. Un viaje sin incidentes era todo lo que deseaba y así había sido.

Escudo ahora pensaba que en el campamento el tema de la falta de disciplina se había exagerado. No habiendo consecuencias es que el tema no sería tan grave. No le dió más vueltas.

La ciudad era impresionante, pero al llegar al Palacio de la Discordia, Escudo, ya de por si hombre de pocas palabras, quedó totalmente enmudecido. Prestó atención a Analista que recibía el saludo de las personalidades del castillo.

Lengua Negra cabalgaba a lomos de Beltza, encabezando al grupo de Campamenteros. No era la primera vez que penetraba las murallas de Cho´N Delor y al igual que la primera vez, lo visto no le proporcionaba placer alguno. Podía observar la fascinación de lo nuevo en los rostros de unos y otros, pero el hogar de sus patrones era una cárcel de piedra para un nómada como él. Y las riquezas esgrimidas, la parafernalia exhibida no eran sino las propias de alguien que se esforzaba en aparentar más de lo que realmente poseía. Y Cho´N Delor carecía de alma, de esencia.

Se detuvo cuando la comitiva lo hizo y las palabras de Analista resonaron agradeciendo la bienvenida, palabras formales que no eran otras que las esperadas. Se abstuvo de mirar atrás, en dirección al campamento, donde permanecía Capitán y un retén a todas luces insuficiente ante un ataque sorpresa. Una sorpresa que no sería tal habida cuenta de los últimos encuentros.

Suspiró quedamente. ¿La sangre de hombres como Peregrino o Sicofante no era excesiva para salvaguardar los privilegios de aquellos extraños hombres?

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA 25.

Las reflexiones sobre el pasado y los compañeros muertos no estaban en la cabeza de Lombriz en aquellos instantes, ni por lo general: para él y la gente como él no existían diferentes grados de pasado, sino un pasado, único y mítico, en el que todo lo que existía había pasado. Eran pérdidas que lamentar físicamente, por su capacidad, pero no más que una añoranza: su vida estaba ahora con los Escritos.

Menuda caminata había que darse. Aún sentía los estragos de antes de ser un guerrero, pero su entrenamiento como soldado le ayudó a superar eso; en algún que otro momento quizá se deslizó a que le llevara uno de los carros sin que los jefes se dieran cuenta o escamotear algo de agua extra para refrescarse, pero también eso era parte del entrenamiento de un soldado. En las aldeas, la gente se esfumaba cuando les veían: eso era bueno, eso estaba bien, eran gente temible y merecían el respeto. El clima se hacía algo... fresco para su gusto y costumbre, sonaba más como algo que amarían los Oscuros que un lugar bueno para criar a los hijos. Nadie les atacó por el camino, ni lo habían esperado, porque eran un ejército temible que lo había demostrado mil veces.

-¡Hah! - Dijo conforme algunos incluso lanzaban pétalos de flores (que no conocía) a sus pies, la gente les aclamaba y vitoreaba con admiración en sus ojos. - Esta es la vida que la Compañía se merece.

Alguien le ofreció un bocado, que comió, y miró a un par de atractivas posibilidades, que seguro se convertirían en certezas si hacía el más mínimo esfuerzo. ¡Era bueno ser un guerrero!

Y la ciudad era... como nada que hubiera visto antes. Bien, la habían visto antes, pero no tan a fondo: y esta vez no acamparían en un ala del palacio, sino que serían invitados en él. Dormirían como los más nobles dormían, al abrigo de las mejores pieles y del fuego en una habitación. El agua corría libremente por todas las partes que era una gloria, donde cualquiera podía sin mucho movimiento ir a por ella, y sabía por su experiencia que aquella gente no tenía letrinas ni nada parecido, sino maravillosas construcciones que hacían que la mierda fuera muy lejos, hacia los campos, mediante callejas bajo la tierra. Cho´n Delor era tan rica que hasta la mierda tenía una calle para ella: realmente era para ellos la edad de las oportunidades, ser recompensados por ellos. Ni siquiera la apariencia ultramontana del general y el aspecto macabro de los lugares por los que pasaban le disuadieron de su buen humor.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA 25.

Matagatos observó aquel recibimiento con gesto serio y cansado, subido a lomos de Hechizado. El viaje no había sido ningún regalo, igual que no lo habían sido los días anteriores... Sólo que a esto se sumaba la preocupación. Preocupación por lo que pasaría en el campamento, con aquel retén que a duras penas podría defenderse de algún intento de ataque que fuera demasiado perseverante, mucho menos de un ataque serio y coordinado. 

Y allí estaban ellos, acudiendo a aquel lugar a celebrar una ceremonia de jura por capricho de sus patrones, unos patrones que le estaban costando mucho a la Compañía. No tenía ni idea de cuanto pagaban, es cierto... Pero probablemente deberían cobrarles más, pues hacía tiempo que no sufrían tantas bajas al servicio de un mismo cliente. 

Tras las cortesías adecuadas y las despedidas de rigor, los representantes de los patronos de la Compañía y las tropas que han escoltado a la misma desde las puertas de la ciudad hasta el Palacio de la Discordia se retiran.

Las oscuras puertas del en teoría cuartel general de la Compañía Negra en Cho'n Delor se abren de par en par, manejadas por miembros de las dos últimas escuadras de Reservas, las que están a las órdenes directas del Sargento Gulg y de la Cabo Rompehuesos.

Dentro del microcosmos que es Cho'n Delor, la Compañía goza de la intimidad de su propio microcosmos, un Palacio entero y completo a su disposición.

- "¡Salve, Analista! Bienvenido al Palacio de la Discordia. Salve, hermanos juramentados. Nada habéis de temer tras estas puertas." -

Los pobres Reclutas se apartan de la comitiva entrante, facilitando el paso al interior del amurallado recinto.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA 25.

Rastrojo se había arrastrado por el suelo del carro hasta el borde trasero nada más entrar en Cho'n Delor. Había esperado durante mucho tiempo este regreso. El caso es que con los pies colgando, y la cabeza asomando por el lateral del carro, el chamán pudo ver a las gentes que le aclamaban (quizás no solo a él, ¿quién sabe?). Pero lo que más le llamó la atención era el tigre blanco... Daban ganas de ponerse a conversar con semejante bestia, pero su jinete se había plantado más adelante, junto a los oficiales, y la comitiva era larga. Rastrojo no pudo hacer otra cosa que admirar al tigre blanco desde lejos. ¿Y si pidiese al Señor del Dolor un tigre blanco? ¿Sería el del General Sar Krogan el único especímen en el mundo? ¿Despojaría el Señor del Dolor a uno de sus generales de su montura para contentar a Rastrojo?

En cualquier caso, era solo un sueño. Rastrojo, como ex-seguidor de campamento, dueño del difunto Mordiscos y cuidador de animales avezado, era consciente que si tienes un animal tienes que ocuparte tú de darle de comer. Rastrojo simplemente no se podría permitir dar carne todos los días a ese gran felino.

No tenía importancia... el tigre blanco no era lo que más valoraba Rastrojo de Cho'n Delor. Lo que le impulsaba a venir, su objetivo fundamental, se resumía en dos palabras: catre blando. En cuanto las puertas se cerraron tras el último carro de la Compañía, y el propio vehículo en el que viajaba se detuvo, Rastrojo se impulsó con sus sacrosantas nalgas para aterrizar de pie en el suelo de piedra. Ese ímpetu le valía un justo pinchazo en la herida del pecho, pero aguantó y sujetó su quejido en la boca, llevado por la fortaleza que le daba la alegría de estar de vuelta.

El chamán alargó los brazos y arrastró su mochila por la plataforma del carro hasta hacerse con ella, mientras su cabeza giraba en todas direcciones para darle una panorámica del gigantesco vestíbulo.

Sí, señor... como en casa...

El recuerdo de las amenazas de Campaña días atrás le hicieron, en acto reflejo, encoger los hombros como una tortuga que trataba de ocultar su cabeza de un peligro. Temeroso, se preguntaba si seguía vigente la prohibición de hablar, y le caería un buen golpe del hijo del Herrero, y sobrino del Cabo Barril, o si por el contrario su verborrea era libre al fin, y no tenía que temer ningún correctivo.

Antes de desmontar, Analista se vuelve hacia Matagatos, que está a su lado, y le entrega una bella espada envainada.

- "Siento las pérdidas recientes en tu Pelotón, sobrino. Había pensado guardar esto, pero supongo que es justo que se quede entre los tuyos. Entrégalo al que creas más merecedor de este trofeo." -

Matagatos recibe la espada Segadora, que otrora llevara la heroína menor del Triplete del mismo nombre. El arma reposa sobre su muslo, cerca de la espada de Peregrino.

Con gesto cansado, Analista desmonta con ayuda de dos esclavos, que prestamente se ocupan de su caballo, y se encamina al interior cavernoso de la fortaleza. Camino de las escaleras que ascienden desde el vestíbulo.

- "Ah, nuestros hermanos trotapolvos, por fin se dignan a aparecer..." -

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA 25.

El viaje ha sido fatigoso. El calor, el polvo, la palabrería incesante de Rastrojo... Pero el objetivo final del camino no es inspirador. Aún recuerdo mi anterior visita, la opresión, el desasosiego que se halla tras estos muros. Voy completamente cubierta. La memoria de la brujas, los ataques, hacen que tome la precaución de pasar desapercibida con una túnica que oculta mis formas y un velo que desdibuja mis facciones. Conduzco el carro con precaución hasta el lugar en el que me indican que debo parar. Mi posición como Pitonisa y no miembro propiamente dicho de la Compañía me permite situarme de manera discreta y observar.

- "¡Ja! Mientras la Infantería se pasea, la Caballería cabalga, gloriosa, hacia la victoria." - Gruñe desdeñoso el siniestro Korvald.