Partida Rol por web

De nuevo ese tono de voz que podría ser indicativo de una sonrisa, aunque imposible de saber, pues con ese yelmo de acero cerrado, incluso su voz suena distorsionada.

- "Ahora es el Teniente Rompelomos. Ambos se encuentran en el Bastión del Dolor, creo. Tenían un prisionero, uno de esos Fantasmas Irredentos, aunque era más un despojo que una criatura humana. Le habían interrogado a conciencia, pero aún así lo han entregado a las autoridades chondelorianas, por si le pueden extraer algo más de información." -

Como siempre que veía al sargento Gulg, una peculiar sensación de gratitud invadió a Loor. Oh, sí, el tipo era un perfecto cabrón duro e insoportable, pero les había instruido bien, y al fin y al cabo, le debía su nombre. Un nombre del que estaba más orgullosa de lo que usualmente dejaba traslucir.

- Sigo viva, sargento. Saludos-  dijo haciendo referencia, sin mencionarlo directamente, a las opiniones que el sargento había dado sobre cada uno de los que habían sido antiguos reclutas- ¿Aún no puedo convencerte para que te unas a la adoración de la Diosa? ¿cómo van los nuevos reclutas? ¿piensas que llegarán a ser buenos hermanos para la compañía?

El Sargento Gulg se limitara a mirar a Loor en silencio. Entonces llega la Cabo Rompehuesos muy enfadada y le pregunta:

- "¡Soldado Loor! ¿Cómo te atreves a tutear a un superior? ¿Qué falta de respeto es esa? ¿Acaso necesitas volver a empezar tu período de instrucción desde el principio?" - Mientras acarica con una malvada sonrisa la maza con la que más de una vez golpeó a Loor en el pasado, dejándola maltrecha y magullada.

Mientras la Compañía Negra entraba triunfante en la ciudad, Campaña permanecía recostado en el duro suelo de tablones del carro de los heridos. No había nada nuevo allí que le interesara demasiado, después de todo ya había estado allí antes y ya se había asombrado por la grandeza del lugar. Seguía siendo un lugar agradable y majestuoso, claro, pero ya no tenía ese encanto de la primera vez.

Pero había más matices en sus recuerdos. No era sólo la sensación que provoca el lugar, también estaba el olor, los sonidos, los recuerdos... Sobre todo eso: los recuerdos. Algo se disparó en la mente de Campaña, como un resorte, uno grande, tostado y con unas interminables curvas...

"Sierra." - aquella palabra apareció en su mente cómo si alguien la hubiera escrito allí.

La mercenaria que había despertado sus más bajos instintos. Campaña había sufrido lo indecible para conseguir conocer únicamente su nombre. Había tratado de hablar con ella, incluso le había confesado que le gustaba, pero ni siquiera había logrado que ella le hablara. Para Campaña aquella mercenaria era algo así como la mujer definitiva. Si, es cierto que en la Compañía hay mujeres de gran belleza, de eso no hay duda, pero para Campaña son como hermanas: mataría por ellas, pero no para estar con ellas. Sin embargo, Sierra no era como su hermana (ni quería que lo fuera), era como un trozo de metal por moldear. Campaña deseaba agarrar ese trozo de metal con todas sus fuerzas y darle forma con el poder de su martillo.

- Siiiiii... - susurró Campaña mientras fantaseaba.

Y cuando quiso darse cuenta, el carro ya se había parado y no quedaba nadie dentro, sólo él y sus secretos pensamientos. Se incorporó y vio que todos estaban en movimiento, montando de nuevo el campamento. Bajó del carro con cuidado pero, eso si, con una sonrisa de oreja a oreja. El viaje había sido muy revelador.

Loor guarda silencio unos segundos antes de contestar.

- No estamos en una situación de combate, ni bajo órdenes. Estamos en el palacio donde descansamos, y me he acercado a dos hermanos de la compañía. Si fuera un combate o estuviéramos en una situación militar, no lo haría. Pero ahora, simplemente, somos hermanos de armas. No soy una seguidora de campamento, ni una recluta. Soy un soldado juramentado de la compañía Negra. No preciso volver a ninguna instrucción. Pero no volveré a tutear a ninguno de los dos, ni en esta situación, ni en ninguna otra. No se preocupen. 

Pipo se levantó entonces e, imitando la voz de Rompelomos chilló con tono atiplado mientras se tiraba de los pelos y volvía la capa del revés:

¡Soldado Loor! Rompelomos te va a poner el culo como... se quedó algo parado pensando cómo le iban a poner el culo a Loor. Se dio la vuelta, se agachó y miró a Loor sacando la cabeza por entre las piernas.

¡Como una amapola! ¡Así de bonito!

- "Disciplina militar ante todo." - Responde a Loor la Cabo Rompehuesos. - "Somos una compañía de Hermanos Juramentados pero somos un grupo militar en todo momento. Sigues siendo una Soldado Novata y el Sargento es tu superior. ¿Hablarías con esa familiaridad a Analista o al Capitán? Por supuesto que no. La diferencia es que unos tienen más rango que otros... Pero de un modo u otro, todos estamos en un rango superior al tuyo." -

No muestra desdén en sus palabras y parece haber aceptado la disculpa de Loor. Si mostraba una actitud algo tensa ésta se ha disipado y desvía pronto la mirada para dirigirse a otros quehaceres.

Uno de los arqueros de la Escuadra Mostaza, que aún no se ha retirado junto a la Escuadra Diana, parece detenerse contemplando la llegada de la Infantería. Sus ojos se detienen en los magos, que apenas se han detenido desde que han llegado, y se empequeñecen al concentrarse en un invididuo: Serpiente.

Una mujer le palmea el hombro con suavidad captando su atención.

- "Vamos. Debemos irnos." – El hombre se gira hacia ella y tras echar un último vistazo a Serpiente se aleja con la mujer despacio. – "Ya habrá tiempo para preguntas." – Dice ella.

Otro de los arqueros, un K'Hlata, se acerca a Niño Guerrero.

- "Tú eres el que derrotó a Meruvio con el arco. ¿Verdad? Meruvio ser un mal soldado. Un borracho." – dice con cierto desdén pero en tono bajo. – "Pero cuando estaba sereno era un buen arquero. Ha hablado bien de ti." – Aunque eso no tiene por qué ser necesariamente bueno viniendo de Meruvio. –"¿Querrías practicar conmigo si tenemos tiempo antes de la fiesta?" -

El Sargento Gulg dedica una mirada especialmente funesta a Pipo e incluso avanza un paso hacia él proyectando su sombra en cuanto escucha el comentario que ha dirigido a Loor.

La Sargento Falce se planta casi en un segundo tras la figura de Pipo.

- "Soldado. ¿No ha oído las órdenes del Cabo Ridvan?" - Pregunta con el tono muy serio. - "Regrese con su escuadra ahora mismo." - 

Las palabras de Falce parecen aplacar al Sargento Gulg que se queda paralizado en su sitio como una estatua, pero sin dejar de observar a Pipo.

Después de su largo paseo por la zona de los seguidores de campamento volvió al la zona principal. Ante la ausencia absoluta de disciplina entre los campamenteros, auspiciada por su cuadro de mandos, se decidió a acercarse al Sargento Instructor Gulg.

Mi Sargento, pido permiso para hacerle una solicitud dijo presentandose en posición de firmes, de las pocas figuras que había aprendido a temer y respetar, en cabeza de ellas estaba la armadura completa de Gulg. Esperó en firmes, temeroso y demasiado disciplinado para el mismo. Tarado respetaba la autoridad cuando está era legítima, ahora veía la legitimidad frente a el dispuesta a romperle la boca si era necesario.

La figura de Gulg examina a través del casco a Tarado. Parece que el K'hlata ha captado de algun modo su curiosidad. El Sargento desprende un olor extraño y desagradable, intensamente rancio, que alcanza las fosas nasales de Tarado en cuanto se acerca a él.

- "Habla." - dice sin más.

Manteniendo la estricta pose, con cierto temblor en el habla el joven nube dispersa habló.

Mi sargento, quería pedirle que me permita unirme a su pelotón de instrucción finalmente tragó saliva Pronto será mi juramento y pensé que instrucción adicional me haría acaso digno del honor de jurar, me ayudaría a purgar mis faltas y ser mejor soldado.

Terriblemente asustado y con el corazón en vilo seguía mirando a la acorazada figura. Tarado aún no se creía capaz de haber dicho lo que había dicho.

- "Estos doloritas tienen una notable tolerancia al dolor. Puede que incluso les guste. Todos y cada uno querrán probarse ante un futuro Soldado. Deja todas tus pertenencias en tu zona de acampada. La Cabo Rompehuesos te facilitará una lanza de adiestramiento y unos harapos de Aspirante." -

Loor se marcha a sus habitaciones, sin decir una sola palabra más, tras mirar con extrema seriedad a la cabo, al sargento y a Pipo.

Tarado, no sabiendo si maldecirse por su estupidez o arrojarse desde la torre más alta de Chon Delor, saludo.

Si, mi sargento. mientras se dirigía a saltar sus cosas iba meditando sobre como seria su funeral, si iría mucha gente y que clases de oraciones se rezará. Posiblemente de alabanza. Dejo su lanza a dos manos, su armadura de cuero tachonado y volvió en taparrabos a la carrera mientras pensaba que quizás debería haber ido antes a hacer testamento.

Mi cabo, estoy listo.... Espero que me recuerde alguien como un buen hombre.

El joven explorador estaba siguiendo la orden de su cabo cuando escuchó a alguien que hablaba de él y su competición con Meruvio, el joven se paró en seco para responder las palabras de su compañero, que era del pelotón de los arqueros. - Sí, Niño Guerrero ganó a Meruvio y a Ojopocho. - tras aquellas palabras volvió a asentir varias veces para dar el pertinente énfasis de emoción a lo dicho.

Tras eso miró al hombre con emoción y no tardó en contestar a lo preguntado - Claro, Niño Guerrero estará encantado de poder practicar contigo. - Dicho lo cuál siguió a su pelotón con una sonrisa de oreja a oreja, quizás comenzaba a ganarse un renombre entre los arqueros.

Pipo sonrió (muchos dientes) y, sin abandonar la posición (agachado, con las piernas abiertas y mirando por entre ellas), dio unos pasitos hacia su zona. Al fin y al cabo ya estaba casi ahí.

No dejó de escuchar las palabras de Tarado. Entonces, desde donde estaba, habló en esa dirección. Tarado era su apadrinado.

Mmmmh. Tarado. Dicho esto, se enderezó y, por lo tanto, se tuvo que dar la vuelta, para seguir mirando hacia ahí.

Pipo pide perdón y perdón, dijo a Falce, y más perdón. Pipo a veces no puede evitar... e hizo un gesto vago con la mano acompañado de una mirada expresiva. Pipo se dirigió a Ridvan: ¡Rivd... dván!, terminó acentuando al última sílaba, tal y como no se debía hacer. Pero es que los nervios no le estaban dando tiempo de pronunciar bien ese nombre extranjero. A Pipo le interesa vigilar a Tarado. Tarado es el apadrinado de Pipo, y a Pipo le gustaría ver cómo se comporta. ¿Permiso? ¿Permiso? Pareció recordar algo y, tras meditar el siguiente paso, puso cara de perro apaleado. Lo hizo muy bien, con los ojos grandes como lunas. Y húmedos. Remató la faena sacando la punta de la lengua.