Partida Rol por web

AÑO: 201 DE KATHOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

POR LA MAÑANA.

Los días habían transcurrido bastante tranquilos para Plumilla. Tras acampar con el resto de campamenteros en el vestíbulo, se había dedicado a visitar a los heridos y atendiéndolos, pero a parte de eso, no había tenido mucho trabajo, por lo que había pasado parte de su tiempo descansando, haciendo sesiones de entrenamiento y algunas guardia junto a sus compañeros.

Sentía el nerviosismos por la inminente ceremonia, era consciente del gran honor que suponía Jurar y que, aunque fuera por un instante sería el centro de las atenciones. El tema del hermano de Capa había pasado por su mente, pero aún no estaba segura de lo que quería, por lo que había postergado sus decisiones hasta casi el último momento.

Aquella mañana, se pasó a mirar a los heridos y vio a Pelagatos y a Guepardo hablando y los saludó con una sonrisa.

- Pronto estaréis los dos repuestos, estoy casi segura de que podréis disfrutar de los festejos y banquetes que nos aguardan los próximos días - les dijo al oír su conversación.

AÑO: 201 DE KATHOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

POR LA MAÑANA.

El K´Hlata sonrió, con los dientes como perlas por el contraste, ante las palabras de Piojillo. Muchos soldados solo y solo entrenan, todo el día entrenando, como si la vida fuera entrenar. Él había sido más listo: se notaba que los dos eran veteranos y que habían sido líderes. Uno tenía que respetar eso.

-Mañana bien, bien. Final del trabajo de Lombriz. Después de turno entrenamiento después de comer, él libre.

No hizo ningún comentario a que se uniera a la conversación: el antiguo oficial no le caía mal.

-Algo sabe, Lombriz. Algo sabe.

Sonrió y, como para confirmar sus palabras, acabó de partir la empanada en tres trozos con las manos y tendió uno a cada uno. Plátano, carne y harina de dátil. Mucho mejor que el rancho que pudieran conseguir en el campamento, aunque Astado produjera un rancho bastante decente comparado con la bazofia que siempre y, como él, muchos estuvieran dispuestos a morir y matar sólo por mantener ese puchero.

-Gente muy agradecida, muy bueno -afirmó, lamiéndose de los dedos los restos una vez hubo pasado los trozos- Tiendas de armaduras... quizá a Lombriz le interese. Sí. Más tarde. Hoy Lombriz tiene... gente agradecida que ver -se rió a pleno pulmón- ¡Podéis acompañar, si queréis! ¡Seguro que sitio para la Compañía con gente agradecida! Agradecida y dispuesta. Es bueno. Sí...

AÑO: 201 DE KATHOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

POR LA MAÑANA.

Escudo había estado extrañamente callado desde que llegaron a Chon Delor. Había seguido las instrucciones del Cabo Ridvan al instante, acompañando al resto de sus compañeros exploradores al área que les habían designado.

Desde los acontecimientos ocurridos en la última patrulla, en la que casi pierden la vida sus compañeros por su falta de pericia, Escudo se sentía avergonzado. El era valiente y no tenía miedo al combate, pero cuando el trabajo requería sutileza, se daba cuenta que el escudo le daba una clara desventaja.

Entrenaba en solitario, puliendo su forma de combate y haciendo esos extraños movimientos de ataque con el escudo que le había dado su sobrenombre hasta el punto de olvidar su nombre anterior.

Cada vez tenía más claro lo que iba a pedir al Chambelán de las Cuchillas, pero la duda seguía en su interior ¿seré lo suficientemente digno?

Escudo seguía entrenando en silencio, con semblante serio.

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MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

POR LA MAÑANA.

Sabandija se llevó una mano a la nuca y se rascó el cuero cabelludo con nerviosismo antes las preguntas de Lombriz.- Bueno...sí, la verdad ...empiezo a estar cansado de tanto reposo...- Sabandija era algo tímido y no le ayudaba la extraña forma de hablar de su compañero campamentero.- El caso es que Rastrojo me dio aprobar de una, llamémosla, algo peculiar y , la verdad, me gustó.- Aceptó de buen grado el trozo de pastel y se lo llevó a la boca dándole un pequeño mordisco para probarlo.- Está muy bueno. Gracias. - No era tan espectacular como la hierba que se fuma pero era todo un festival de sabores y dulzor comparado con lo que estaba acostumbrado.- Creo que me va a gustar el tiempo que pasemos aquí.- Cuando Piojillo se incorporó a la conversación el explorador K´Hlata respondió a su saludo mirándose el brazo inerte, pegado a su costado. Iba mejor pero aún le daba grima tan solo mirarlo. Piojillo les habló de lo que podrían encontrar en su estancia en el Palacio y Sabandija abrió los ojos excitado.- Mi armadura está rota del último combate. Quizá puedan ofrecer un precio asequible por arreglarla. Pero claro, dimos todo el dinero a Lengua Negra. Quizá si es barato me de algo del fondo para arreglarla. ¿Crees que podrías conseguir un buen precio? Porque yo quiero un arco, es lo que pediré si los tullidos pueden pedir algo.- Inquirió directamente a Piojillo.- Yo estoy libre todo el día.- Añadió a lo dicho por Lombriz.

AÑO: 201 DE KATHOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

MEDIODÍA.

- Llega el momento de celebrar la Asamblea de la Compañía Negra.

- Los Reservas vigilarán el vestíbulo Sur.

- Los Aspirantes montarán guardia en el muro Norte y patrullarán el interior de la planta baja del Palacio de la Discordia.

- En la planta superior, en el Gran Salón de la Discordia, se reúnen los Hermanos Juramentados.

- Por costumbre, sólo los Hermanos pueden hablar y votar. Los que todavía son Reclutas, incluso si es por tan sólo un día, carecen de voz y voto.

- Khadesa ha sido invitada, como representante de los Seguidores de Campamento, pero sólo tendrá voz si se le pregunta, y desde luego no tendrá voto.

- En el Gran Salón hay una enorme y vieja mesa de buena madera, rectangular y alargada. Cuarenta asientos a lo largo, dispuestos en dos hileras, unos frente a otros. Más dos cabeceras, también enfrentadas.

Una es ocupada por Analista. Cerca suyo se sientan los Magos de la Compañía, y también la Sargento Vientos y el Cabo Cortaplumas.

La otra es ocupada por Portaestandarte. Cerca suyo se sientan el Teniente Rompelomos, el Cabo Kallmall, el Sargento Virote, el Cabo Mostaza, y la Cabo Diana.

Entremedias, están la Sargento Falce, el Cabo Ridvan, el Cabo Matagatos, el Cabo Lengua Negra, y otros Hermanos.

Los esclavos sirven vino.

AÑO: 201 DE KATHOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

POR LA MAÑANA (antes de la Asamblea).

No esperé a que Khadesa me respondiera o acudiera en busca de Matagatos y Lengua Negra tal y como le había pedido, más que nada porque seguramente me soltaría una respuesta que nada tenía que ver con la pregunta que le había hecho. Es más, poco o nada me importaba su respuesta, mi pregunta era una manera más de recalcar el pobre criterio que tenía a la hora de tomar decisiones en todas y cada una de las facetas de su vida. Era un caso perdido que se había embarcado en la senda más cómoda y sencilla por miedo a lo desconocido.

Para ella lo ignoto estaba plagado de profundos abismos, pero en lugar de buscar un modo de cruzarlos descubriendo en el proceso paisajes que en la senda sencilla nunca hubiera encontrado o de hundirse en sus profundidades para obtener los secretos que la oscuridad mantenía prisioneros, ella seguía su caminito libre de obstáculos con los que superarse. Y allí estaba, estancada en la mediocridad cuando la grandeza cada vez estaba más lejos de su alcance. Pero allá ella, que disfrutara como abeja en la colmena...

Al llegar de nuevo a mi celda, me metí y me encerré en ella...

AÑO: 201 DE KATHOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

POCO ANTES DEL MEDIODÍA

Cuatro días desde el regreso a Cho'n Delor. Cuatro días de rutina, entrenamiento y guardias. El significado del tiempo perdía su valor encerrado entre los muros del Palacio de la Discordia.

Keropis había ya paseado por todas y cada una de las estancias de la pequeña fortificación, arrastrando su acorazado cuerpo por los pasadizos de piedra vieja y resquebrajada, visitando los rincones más oscuros y polvorientos del cuartel de la Compañía. De vez en cuando se le había visto acercándose a otros de sus Hermanos, mas su presencia no incluía largas charlas ni sonrisas; cuando aparecía, se dedicaba a ser una sombra atisbada de reojo, silente e inquietante. 

Varias veces se le había visto cerca de los heridos. Algunos murmuraban que el Guardián de los Muertos visitaba a aquellos que más cerca estaban del descanso final, quizás ansioso por cosechar más almas para que le hicieran compañía en sus noches en el camposanto. Otros rumores hablaban de la debilidad que el ermitaño parecía sentir por Plumilla, la delgada y menuda recluta que se encargaba del cuidado de los lesionados. Sea como fuere, cuando el chirriar de la vieja armadura llegaba hasta las cercanías de la enfermería, muchos eran los ceños que se fruncían y muchas las miradas aviesas en su dirección. Una máscara de metal gris y herrumbroso contestaba con un inexpresivo silencio, antes de que el eremita abandonara la estancia.

Quizás fueran esos rumores que empezaban a señalar a Keropis como un pájaro de mal agüero, o quizás no, pero cuando Lengua Negra tomaba algo de desayuno en el pequeño y descuidado jardín, a la sombra de la muralla, no pudo evitar sentir un escalofrío al escuchar a sus espaldas el chirriar metálico de unos pies acorazados. Aún así, el cabo mantuvo la compostura, terminando su colación a la espera de que el recluta hablara o se largara.

— No sssomosss tan aprrreciadosss como parrrecierrra, mi cabo... —susurró una voz desapasionada, más cerca de lo que a Lengua Negra le hubiera gustado. El eremita abría la boca en escasas ocasiones, pero la manera cómo arrastraba las palabras, con ese tono hastiado, era inconfundible—. Ayerrr intenté salirrr a la ciudad.

Hubo una pausa, acompañada por el sonido de una profunda inspiración.

— Nuessstrrrosss movimientosss ssson vigiladosss y contrrroladosss. Aquel que nosss llama hérrroes, no quierrre que passseemos librrremente por sssusss callesss. El Ssseñorrr del Dolorrr podrrría acabarrr con toda la Compañía si se lo prrropusierrra, perrro nosss mantiene encerrradosss en essste palacio. ¿Porrr qué...? —La voz de Keropis se había ido convirtiendo casi en un murmullo, un siseo frío y acerado como la hoja de una navaja—. ¿Hay algo que quierrre que no veamosss...? ¿Porrr qué rrretirrra a sssusss mejorrresss combatientesss del campo de batalla...? ¿Parrra una fiesta...? Sssomosss sssoldadosss, no muchachasss casssaderrrasss.

El roce metálico de la armadura anunció que el ermitaño volvía a ponerse en movimiento. La acorazada figura pasó al lado de Lengua Negra, en dirección a la muralla al otro lado del jardín. Antes de perderse en las sombras que llenaban esa zona del jardín, pronunció unas últimas palabras:

— No me gusssta...

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MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

POR LA MAÑANA (antes de la Asamblea y a solas en mi celda).

Pero no esperaba quedarme allí más tiempo del necesario. Quería saber y no cualquier cosa: quería saber qué conversaban dos cabos como Matagatos y Lengua Negra a espaldas de todos; dos cabos con los que, junto a Khadesa, tenía ciertos asuntos pendientes. Además, de esos dos cabos, uno de ellos era partícipe del plan para devolver el orden a una Compañía sumida en la indisciplina y el caos. Pero para saber era necesario escuchar y, para escuchar, acercarse, y para acercarse, dejar de ser quien era.

Así pues, a solas en mi habitación, me preparé para lanzar el hechizo con el que me transformaría una vez más en cuervo. Pensando en ello no sabía qué me iba a resultar más excitante, si volver a volar, esa sensación indescriptible de libertad, o sentir la magia recorriendo con ímpetu mi cuerpo susurrándome al oído que junto a ella podía ser capaz de conseguir todo lo que me propusiera fuera esto lo que fuera...

Un graznido fue la prueba de mi éxito. Lo había conseguido, y por segunda vez. No era suerte, no era casualidad o azar, era habilidad y talento. La magia demostraba de nuevo que era superior a cualquier otro medio de los que el hombre disponía, y lo mejor era que no todo hombre podía hacer uso de ella. Solo unos pocos de nosotros, elegidos, podíamos hacerlo.

Revoloteé un poco sobre el suelo acostumbrándome a mi nueva forma, a mi nuevo aspecto, y una vez lo hice emprendí el vuelo para escapar de mi celda, encontrar a Matagatos y Lengua Negra y descubrir lo que hablaban tan en secreto...

AÑO: 201 DE KATHOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

MEDIODÍA.

Pipo hizo acto de presencia en la Asamblea de los Hermanos con todos sus abalorios y complementos, como si no hubiera un mañana. Los ojos y la boca abiertos de par en par.

No se sentó. Esperó de pie junto a la pared a que otros escogieran su sitio. A él eso de las sillas le parecían artilugios inútiles. Mil veces hubiera preferido un sencillo círculo de hermanos cómodamente acuclillados.

Se había pensado si tocar la flauta para calentar el ambiente, pero a su fino oído le pareció que los matices del silencio que se observaba tras los ojos y las caras iban mejor para la ocasión.

Aguardó paciente.

AÑO: 201 DE KATHOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: 29.

POR LA MAÑANA.

Guepardo asumió positivamente que el oscuro supiera reírse de sí mismo.

- Dices verdad. Una afilada lanza parece algo menos dañino que esas espadas de entrenamiento. Tal vez deberíamos usarlas contra el enemigo. Seguro que los diezmaríamos - asiente con una amplia sonrisa. 

El mencionar los sacrificios realizados en el pasado por el Señor del Dolor, le traen malos recuerdos. Guepardo odió a sus contratistas en ese momento. Un acto desagradable y cruel en exceso a un hombre indefenso para un propósito oscuro. En su momento se le revolvieron las tripas. Si el acto se repetía, como amenazaba ser, suponía que sus tripas actuarían de manera similar. Mejor no comer en exceso.

- Es la necesidad de la dádiva por lo que me ves aquí. Supongo que como a la mayoría - admite honestamente, sin tapujos - De lo contrario no me acercaría a esta ciudad... opresiva - la describe tal y como no la ve, si no siente.

En ese momento oye la fina y amena voz de Plumilla. La saluda con una sonrisa y una mirada de arriba a abajo.

- Es un placer el verte, Plumilla. Nuestras heridas sanan y tú, junto a Matagatos y Khadesa, sois los artífices de ello - le reconoce - Respecto a disfrutar...- duda como continuar -.. supongo que lo intentaré, en mi caso. Y el día en que abandonemos este sitio, probablemente lo lograré - matiza dejando bien claro que la ciudad y sus gentes no son de su agrado, pese a no poder explicar exactamente el porqué.

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA:

Rompelomos, sentado a la diestra de un hierático Portaestandarte que se alza como una montaña de hielo abrasador desde su gran sillón a la cabecera de la enorme mesa, se aclara la garganta y alza la voz para que se le oiga. La acústica de la sala es especialmente buena, y su voz llega claramente a todos.

- "Hermanos de la Duodécima. Da comienzo esta Asamblea que he convocado para..." -

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA:

- "¡ALTO!" -

En la contracabecera de la mesa, la voz de Analista, normalmente calma y sosegada, resuena estentórea en un grito cargado de energía y autoridad, algo habitualmente muy raro de ver en él.

- "Tú no has convocado nada, Sargento Rompelomos. Yo, el Analista de la Última de las Doce Compañías Libres de Khatovar he convocado esta Asamblea. Y, como Oficial más antiguo y además Analista, soy yo quien establece el Orden del Día de los asuntos a tratar." -

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA:

- "Ya no soy Sargento, ahora soy el Teniente de la Compañía, Analista." -

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA:

- "¿Desde cuándo? ¿Nombrado por quién? ¿Por Portaestandarte, que es el Cuarto Oficial de la Compañía?" -

Todos miran a Portaestandarte, esperando uno de sus legendarios estallidos de cólera, o alguna reacción, pero no mueve ni un músculo de su rostro hierático.

Tras unos segundos, todas las miradas se posan de nuevo en Analista, que añade:

- "No, no es así como hacemos las cosas en la Compañía. Tenemos normas, procedimientos y tradiciones. Gracias a eso seguimos existiendo doscientos años después de nuestra fundación. Gracias a eso somos la mejor Compañía mercenaria del mundo conocido." -

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA

Tarado se sintió visiblemente ofendido cuando escuchó que una meretriz tendría derecho a la palabra. Los reclutas, ni siquiera aquellos que estaban a menos de unos días de convertirse en soldados, tenían derecho alguno ¿porque la ramera de los espíritus si?.

Ignoró de plano la controversia, era un asunto de los oscuros con sus juegos de poder. Pensó que su impotencia sexual era lo que les empujaba al esas nimiedades. En su opinión se debía escuchar la voz de caratótem y dedicarse mas al oficio mercenario y menos a la cháchara de viejas.

Escupió al suelo con desdén mientras ignoraba la discusión de fondo. En su punto de vista, nada de esto iba a cambiarle o influirle.

Ambos sentís un leve escalofrío y al levantar la mirada os dais cuenta de que el maestro Caratótem os mira a los dos con atención. Está sentado en su silla junto a los magos, pero relegado a un extremo, casi como si fuese un mago de segunda... Pero parece prestar especial atención a la discusión que hay sobre la mesa.

Sus ojos no dejan de lanzar de vez en cuando una mirada hacia uno de vosotros, y luego hacia el otro, estudiando vuestros gestos y reacciones.

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA

Loor escuchaba, valorando las actuaciones de unos y otros, con gesto de intensa y preocupada concentración. Incluso el nombre del salón era un insulto a los espíritus, pareciera como si todo se cerniera sobre ellos, pretendiendo destruir y dividir a la Compañía. Y había tantos motivos para la división... Oscuros y K´halatas; shamanes y pitonisas; cautos y enérgicos. Pero la Compañía era una familia. Por eso habían sobrevivido tanto tiempo.

La princesa de las Lágrimas de la Diosa guardó silencio. Sólo si lo recordaban, existiría la posibilidad que la Compañía durase doscientos años más. O un año mas.

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA:

Pipo escuchaba con atención. Finalmente había tomado un puesto entre los exploradores. Incómodo, se había retrepado a la silla para estar en su postura favorita, así que ahora parecía sostenerse en equilibrio en una posición fetal. Sus rodillas asomaban por entre su cara por encima de la mesa. A Pipo se la traía floja el orden del día. Él sentía la división. No podía explicarla, pero podía palparla. Sus bordes afilados atravesando la Compañía Negra. Para él todo esto era muy sencillo. Pipo no tenía más que recuerdos vagos del pasado antes de estar en la compañía. Nada. Sueños nublados. Toda su vida era la compañía.

Pipo sigue a su hermano de capa. Que todos sigan a su hermano de capa. Si todos siguen a su hermano de capa no hay problemas. Si tu hermano de capa no está... Su expresión se volvió vaga, como si en esa serie de desapariciones misteriosas que para él eran la muerte fueran todo un desafío intelectual. ...sigue al hermano de tu hermano, todo para arriba.

Entonces cuentan sus hermanos mirando abajo. Es un árbol. Cuentan, uno, dos, tres. Él mismo ilustró su sencillo método contando con los dedos, para que le vieran. El que tiene más hermanos nos dice lo que hay que hacer.

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA:

Perdón, con permiso... disculpa...

Molestando como siempre, Rastrojo trataba de moverse por la periferia de la sala, entre los otros Hermanos, tratando de encontrar una mejor ubicación para seguir la reunión. Al pasar por delante de Khadesa, expectoró renqueante una flema de sangre al suelo. Así, como dando lástima. ¿Hasta cuando iba a seguir esta vacua persecución a Rastrojo? ¿Acaso Khadesa no tenía suficiente? Su herida del pecho estaba mal curada, y daba pena verle. ¿No era hora ya de que el despreciable grupito de la "putonisa" levantasen el castigo y se preocupasen por la salud de Rastrojo, una víctima de un sistema injusto? Es que hasta desde el punto de vista logístico era un engorro para Plumilla tener que abandonar a los demás pacientes para ir a ver a Rastrojo a su celda. No es que no le guste la atención personalizada, lo aprecia. En cierto modo, es como si Matagatos fuese su esclavo particular, una especie de mayordomo que organiza la intendencia médica para satisfacer todas las necesidades del chamán.

Aquí... sí. Aquí estoy bien. Gracias.

Por otro lado, este no es el momento de viejas disputas. Por una vez, por muy díficil que fuera planteárselo así, el protagonismo no recaía en Rastrojo. El centro de atención recaía en una mesas rodeada de Oscuros, salvo por la Sargento Falce y Caratótem. La prominencia de una raza al ocupar los altos cargos militares prácticamente reducía aquella reunión a una trivial discusión familiar entre Primos. Vamos, que mucho tendrían que variar las cosas para que el tema de discusión despertase interés en Rastrojo... Aún así, tenía un interés mórbido en ver a dos tigres blancos despedazándose entre sí.