Partida Rol por web

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA 25

-Gracias, Analista-dijo Matagatos, recibiendo la espada de Segadora, aunque realmente sin muchos ánimos. Tendría que pensar a quien entregaba semejante premio, como debía pensar otras tantas cosas. Ignoró totalmente la discusión de la caballería, ya tenían bastantes problemas y estaban bastante enrarecidos los ánimos para tensar todo aún más con tontas rivalidades. 

Con gesto cansado, y un leve gesto de dolor cuando una de sus piernas tocó el suelo, se bajó del caballo, y lo llevó por las riendas en busca de un lugar donde pudiera beber y descansar. De camino, sin embargo, no pudo evitar reparar en los reclutas chondelorianos que estaban en el patio. Ésos no eran miembros de la Compañía. Y jamás lo serían, aunque juraran. Su lealtad estaba en otro lado, y aquello era algo clarísimo. 

AÑO: 201 DE KHATOVAR.
MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).
DÍA 25

Sí, jardín, ¿estás sordo o qué te pasa? Ven...

Rastrojo apuró el paso, sin volver siquiera la cabeza para asegurarse de que Sabandija le estaba siguiendo. Abandonó el vestíbulo, cruzó el patio y se paró en la sala de audiencias, respirando el olor neutro a mampostería.

Fíjate...-dijo, señalando, con la emoción de un niño-Aquella puerta fue la de mi celda la otra vez. Y allí jugué al escondite con Zu.

En realidad no fue un juego, sino un entrenamiento serio. Todo lo serio que son capaces de dar de sí los patéticos bufones del pelotón de Infantería. Rastrojo no se lo planteó, y sus pies volvieron a echar a andar. Cruzó una de las puertas que daban al jardín, hermoso y espectacular, como un pequeño oasis en un desierto de piedra. Despacio, se fue acercando al muro que había tras unos setos. El chamán leyó con las yemas de sus dedos la superficie.

Fue aquí... ¿Ves este punto tiznado? La marca de mi poder. El momento en el que decidí convertirme en chamán a toda costa.

Hablaba desde la nostalgia, y sus recuerdos le traicionaban. No fue en ese punto concreto. Y ni siquiera estaba tiznado, como decía; más bien la superficie rugosa sombreaba un pequeño gránulo cóncavo. Y en su equivocación, se quedó allí pasmado, admirando lo que creía su obra. Su legado.

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DÍA 25

Korvald era un imbécil que no sabía callarse, y se retiró tras haber hablado como lo hace un niño. Ridículo.

Miró a algunos de sus compañeros... Sabandija estaba siendo arrastrado por Rastrojo a alguna falsa aventura por el chamán estafador. Se atrevía a hacerse llamar chamán como si los espíritus gloriosos fueran a escuchar el llamado de alguien del color del dulce de leche; sin duda Caratótem tuvo algún problema ahí, o era hijo secreto de algún Oscuro y le organizaron una pantomima, obligándole. Asuntos de blancos locos. Como negros locos eran los que allí había entrenando, servidores de un Dios extraño y aterrador. Mal. Mal. Los Dioses te creaban, y la Compañía era tu hogar. Ningún dios por encima de la Compañía. Loor por ejemplo no lo entendía del todo, pero sabía esconderlo. Tarado... aprendería.

"Hummmmm."

Se acercó a sus compañeras, Perdida y Belleza, con el odre a mano. Echó un trago y lo pasó, con una sonrisa de dientes blancos.

-Perdida. Belleza. ¿Habéis visto este sitio? -dijo- Estaremos como reyes. Héroes. ¿Sabéis ya qué recompensa vais a pedir?

Lo que había en el odre no era agua: hoy era día de gran celebración después de todo.

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DÍA 25

- No estoy sordo pero aquí hay mucha gente...- Protestó pero se cortó para no despertar las iras de su guía espiritual.

Sabandija siguió a Rastrojo correteando tras él como un niño que sigue a su padre de zancada mucho más amplia. No es que le costara demasiado seguir al chamán en condiciones normales, pero estaba entumecido del viaje en el carro. Le dolía el trasero y las piernas apenas le respondían todavía. Cuando llegaron a su destino, Sabandija quedó obnubilado por la frescura de aquel jardín, acostumbrado a la sequedad de la sabana.

- Maravilloso.- Fue lo único que pudo decir. Cuando volvió en sí vio que el mestizo escrutaba un punto concreto y acercó curioso su cara a donde le indicaba.- ¿Aquí?- Decía dubitativo pues él, con su aguda vista, no veía nada especial. - ¿Y qué paso?- Preguntó con sincera curiosidad.- ¿Viste algo?- Se esperaba una fascinante historia sobre espíritus que reclamaban a Rastrojo su servicio en beneficio de la Compañía, o algo parecido. Cuando tuvo un momento le expuso sus dudas sobre lo que iba a acontecer.- ¿Es verdad que nos darán un regalo?- Él, al igual que Rastrojo, había pensado en un arco. Quería ser como Niño Guerrero, siempre seguro en la distancia.-¿Incluso a los tullidos?

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DÍA 25
Tomé el odre de Lombriz y bebí un trago de manera despreocupada, pero en vez de la insípida y saciante agua, encontré un líquido que nada se parecía recorriendo mi garganta. Le devolví el odre a su dueño, mientras me limpiaba los labios y empezaba a notar que cierta alegría invadía mi cuerpo.
- Sí, juré hace unos meses aquí- le comenté a Lombriz, recordando con añoranza aquellos tiempos que tan lejanos se tornaban ahora.- aun no sé qué pedir, aunque tengo una ligera idea- le dije sonriendo - ¿Y tú, Lombriz, qué pedirás?

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DÍA 25

No había nada mejor para la garganta de un soldado de la Sabana que agua tras su ronda, para ella y para sus pies. Pero hoy no era día de soldada, y aquello... aquello era mejor. Se limpió el morro con la muñeca.

-Sí. Los soldados estuvimos aquí... antes. No dentro del castillo. Perdimos a muchos hombres. Lombriz casi muere -dijo con la filosofía del K´Hlata, para el que como en la Compañía los fallecidos eran memorias- ¿Yo? Esclavos. Esclavos de buena calidad, de hábiles manos, que sepan hacer buen pan y cómo atender a los cansados. Y también estarán para los Campamenteros. Como los nobles, y los hijos de los nobles.

Había pensado también en un complejo abalorio de guerrero, con su tocado, sus buenas pieles de garza y león y su lanza del mejor tercer árbol de raíz asomada, pero nada daba tanta distinción realmente como tener esclavos.

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DÍA 25

Finalmente volvemos a Cho'n Delor. Fue después de un viaje relativamente tranquilo en el que los exploradores hicimos nuestro trabajo como de costumbre y nos aseguramos de que nadie atacase al grueso de la Compañía. Nada sucedió en el trayecto y es por eso que ahora somos recibidos por los ciudadanos como héroes de una guerra que nada significa para mí y probablemente para algunos de ellos también.

Ingresamos al Palacio de la Discordia, donde está establecida nuestra base. Al entrar veo como están entrenando a los nuevos reclutas quienes son solo Doloritas fanáticos. Había escuchado esos rumores y no estoy nada contento con eso. El hecho de que fuesen tipos con una fuerte lealtad al Dios del Dolor los hace muy poco confiables al momento de tener que distinguir entre su deber con nosotros y su devoción a nuestro empleador.

"Yo no le confiaría nada a ninguno de ellos si las cosas se ponen feas y tenemos que huir de acá. Esos hijos de puta con el cerebro vacío van a degollarnos a la primera orden del Dios del Dolor y lo peor es que ya estarán dentro de nuestro campamento. Ni puertas tendrán que cruzar para hacerlo."

Entonces nos encontramos con la Caballería y uno de sus miembros empieza a hablar estupideces, por lo que le ignoro y paso completamente de él. Responder a imbéciles como él es avivar el fuego de su idiotez así que le ignoro y sigo caminando hacia la zona que nos corresponde. Increpo a Niño Guerrero con un gesto de mi cabeza cuando contesta a Korvald pues es rebajarse a algo indigno de los Exploradores.

 - "¡Exploradores, síganme!"

Avanzo junto con todo el pelotón a la zona donde nos estableceremos para poder descansar, lamer nuestras heridas y reponer las fuerzas que hemos perdido en todo este tiempo de guerra y en las últimas jornadas en especial, donde hemos perdido buenos hombres, buenos hermanos que han dado la vida con honor y entrega. Dignos de recordar y de aprender.

Al llegar, dejo caer mis cosas al suelo y me apoyo en el muro mientras pienso en qué le pediré a nuestro empleador. Podría ser un objeto, podría ser un favor, podrían ser varias cosas. Debo decidir cual es la más apropiada para la ocasión.

Los ánimos parecen algo más calmados cuando los miembros de la Caballería se van retirando a la zona designada para ellos. Una de ellos se queda rezagada unos instantes echando un vistazo a los recién llegados.

Parece centrar su mirada en el grupo de los Hostigadores, como si buscara a alguien. Finalmente, tras unos segundos de escudriñamiento se retira junto al resto de los suyos.

El anciano mago se separa del resto de los suyos y echa a andar con aire distraido por las calles de Cho'n Delor, aparentemente con rumbo errático.

El arquero dirige sus pasos a Niño Guerrero y apoya una mano en su hombro.

- No merece la pena, chaval. - Dice negando con la cabeza en alusión a la disputa verbal con Korvald. Enseguida las palabras de Ridvan obligan a los Exploradores a moverse y Meruvio regresa a su formación.

- Escuadra Diana. Conmigo. - Ordena la Cabo Diana mientras hace un gesto para reunir a sus tropas.

Poco a poco cada regimiento se va reuniendo con los suyos y distribuyéndose en los lugares que les han sido asignados.

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DÍA 25

Pipo languidecía junto al agua. Removía la mano perezoso. Por ahí la gente discutía sobre qué división de la compañía era mejor. Era un sonido feliz, como el de los pajarillos. Captaba los armónicos del orgullo, del desden, de la admiración, de las bravatas. Más profundos pero no menos importantes los metálicos sabores del miedo latiendo bajo la superficie. El palacio era grande.

Los nuevos reclutas le parecían magníficos, como pesados animales que de pronto pudieran moverse rápido, sin previo aviso. En el gusto que tenían por el maquillaje se apreciaba el amor por los pequeños detalles. Pipo olfateaba esas cosas, y para él eran uno de los ingredientes más importantes que hacían de la Compañía lo que era. Dio su aprobación mientras manoteaba el agua una y otra vez, incansable. El terror que la compañía inspiraba en todo aquel que no estuviera en ella harían el resto para terminar de aclimatar a esos hombres.

¿Hemos dicho que Pipo no era capaz de verbalizar semejantes juicios? Para él eran aroma, acorde, matiz. Era tan incapaz de expresarlo (salvo, quizá, con la flauta) como de agitar los brazos y volar.

En estas estaba cuando Belleza se acercó a él y se puso a conversar en tono despreocupado. Así estuvieron un buen rato.

¡Exploradores, síganme!

Ridvan llamó a los suyos.

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DÍA 25

Tarado se dedicó a vagar solo por la zona de los seguidores de campamento, junto a la chusma y las meretrices. El lugar de las pitonisa, las buscaba deliberadamente y cada vez que se cruzaba con ellas escupía al suelo mientras se acariciaba el amuleto del pecho...Seguiré las instrucciones del Maestro... Buscaba especialmente a Khadesa porque a ojos suyos esa ramera espiritual y lidibinosa era la mayor deshonra que la compañía arrastraba prendida de sus faldones; era una bastarda, pitonisa y entrometida. Algún día seria alimento para gusanos y la compañía se salvaría como le habían explicado.

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DÍA 25

Pipo se acercó a la zona de los exploradores en cuanto Ridvan les llamó. Permaneció a poca distancia de su hermano de capa acuclillado y tranquilo, a la espera de qué diría. Miró en torno: ya quedaban pocos. Oh, era una simple apreciación abstracta, nada más, el tema de la muerte no se cruzaba por su cabeza. Constató que participar en una carga había dejado en cuadro a un equipo cuya posición adoptada en el ataque al fuerte Chuda no había sido la mejor, pero, como es natural, lo hizo de oídas, ya que del evento no recordaba más que imagenes inconexas de Dioses jugando a los dados.

- La Compañía ocupa los mismos alojamientos que anteriormente.

- Los Campamenteros acampan en sus tiendas de campaña en el gran vestíbulo principal, reforzando la defensa de la zona frontal-Sur del Palacio, anteriormente bajo la vigilancia de los Reservas.

- Los Hostigadores van a las celdas situadas al Norte, más allá del patio central. Pasadas las celdas hay un hermoso aunque algo descuidado jardín y el muro Norte del Palacio, en apariencia inexpugnable y que da hacia la Ciudad Alta, en teoría la zona más segura de la ciudad de Cho'n Delor.

- El resto de Pelotones y los Oficiales se alojan en el amplísimo piso de arriba.

- El Pelotón de Instrucción está alojado en el Patio central.

El Sargento Gulg sale al Patio Interior a recibir a los recién llegados.

- "Bienvenidos al Palacio de la Discordia, Soldados." -

- "Salve, Sargento de Instrucción Gulg. Veo que está preparando una nueva hornada de Reclutas." -

- "Así es, Cabo. Pronto estarán listos para sangrar y morir." - El yelmo cerrado de acero del hombre, pese al calor que todavía reina en los últimos coletazos del Verano, no permite ver la expresión de su rostro (que, según las leyendas, es horrible), pero por el tono de voz cualquiera diría que está sonriendo.

- "Estos son los primeros cincuenta, y hay otros cincuenta más esperando para cuando estos reciban su Escudilla de Recluta. El proceso de selección ha sido duro, había cientos de voluntarios doloritas, puede que por encima de un millar de ciudadanos que querían alistarse en la Compañía Negra. Casi se forma una revuelta entre los que tuvimos que rechazar." -

El joven explorador se había mantenido con el pecho hinchado cuál palomo orgulloso de sus palabras y lo que él creía que era defender a su pelotón además de mostrar su opinión. No había encontrado respuesta aparente entre los que él pensaba que podían responderle, no obstante tuvo que asentir ante el gesto del Cabo Ridvan. Obedeció a las órdenes de este cuando mandó que le siguieran. Pero antes de eso tuvo tiempo para escuchar y sorprenderse con las palabras del arquero Meruvio, al parecer se había ganado el respeto del veterano soldado: Asintió con una sonrisa y se marchó tras su superior y su pelotón. Seguramente no había actuado de la forma más correcta posible, pero estaba contento de haber dejado clara su posición.

- "¿Están aquí Portaestandarte y el Sargento Rompelomos?" -