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SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS

Menudo marrón... menudo marrón... La madre que los hizo, en menudo marrón me han metido...

Rastrojo se llevó la mano a la frente. No solo le habían mandado a explorar el sótano, sino que ahora también le ponían en primera linea para luchar contra... ¿enanos muertos? ¡Prefería las letrinas! Aquello le retrotrajo a aquella buena racha en la que se mantenía incólume y sin heridas batalla tras batalla, debido a que siempre se quedaba en la retaguardia y no mataba nunca a ningún enemigo. La diferencia era que en estos nuevos tiempos la Compañía Negra estaba tan mermada en número que estar sano le hacía trabajar más. Salir ileso no era la única maldición y virtud que le aquejaba... Miró por el rabillo del ojo cómo Frontera malgastaba sus hierbas de la risa en Tarado y Lombriz. Decía que eran las últimas. Una pena. Ellos también eran los últimos de la Compañía Negra. Iban a morir todos.

Vuelvo ahora...-dijo, a la nada, pues a nadie le importaba.

Rastrojo se dirigió a la tienda de campaña que tenía montada en la planta baja del templo. No le importaba llevar mucho peso en la mochila si estaba rodeado de compañeros armados, pero para esta misión... Palomita iría en caballo, Dedos era muy ágil, Dolor y Ponzoña tienen unos muslos de león... Si Matagatos no daba su visto bueno a que Ballestero o Keropis se unieran al equipo, con o sin Desastre, el puesto del que más lento corría estaría entre Frontera y el chamán. Uno de ellos sería carne de enano en una futura e hipotética retirada, mejor no llevar mucho lastre en la mochila...

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS

Lombriz miró fijamente al cabo Barril y contestó sus últimas preguntas de un modo mecánico, quería irse de allí, a descansar lo antes posible. Estaba un poco harto de todo.

-Portaban armas oxidadas y sus armaduras estaban rotas y desconchadas, supongo que se hicieron con ellas como frutos de rapiña, pero al atacar no solo pinchaban y sajaban, acometían con total furia en un remolino de golpes, pisotones, mordiscos y tajos con aquellos hierros- Le enseñó el pie amoratado al cabo -Esto fue un pisotón, paré su espada herrumbrosa pero aprovechó la inercia para seguir golpeando- Obvió el mordisco que le habían dado en sus partes nobles -Parecían vivir en el subterráneo de un túmulo, quizás la 'Majia' provenga de esas piedras- Se encogió de hombros, no entendía esos asuntos de hechicería -Frontera acabó con dos, Tarado con uno e hirió a un segundo, Grito, aparte de salvar a Guepardo, acabó con otro- Hizo una pausa y terminó añadiendo -Yo acabé con tres, y herí a un cuarto- Hizo todo lo posible para no dar pompa a sus palabras, no quería mérito ninguno, simplemente había hecho su trabajo -Por lo tanto, de doce, acabamos con siete-

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Barril escuchó a Lombriz, prestándo atención por igual a sus palabras, que sonaban algo cansadas, así como a su aspecto y el de sus lesiones. Así que llevaban armamento y protecciones es después de todo. Y luchaban de manera salvaje según describía el K'Hlata. Luego miró de arriba abajo al resto de los soldados de color que había por los alrededores. Tenían la puta manía de no cubrir su cuerpo más que con plumas o pinturas, lo cual les hacía blanco perfecto para cortes y lesiones. Llevaba años tratando de que se pusieran una buena protección en forma de eslabones o cotas de metal, pero parecía que les hablabas de ir al Averno cuando se les planteaba. Cielo casi le sacó de sus casillas en Galdan, y prácticamente había tenido que embutir a Preocupado en una de aquellas cochambrosas armaduras de cuero antes de la batalla. Por último sacudió la cabeza pesadamente antes de responder.

— Acabásteis con siete, y eso que como has comentado estabais organizados de manera caótica para la batalla. Eso deja a cinco, uno al menos herido, en fuga hacia el túmulo, según nos cuentas. Lo que no sabemos es cuántos más puede albergar ese túmulo en su interior, que sin duda se adentra bajo tierra una distancia desconocida. Decís que estaban muertos como los de Galdan, ¿acaso no sangraban?

Usaban un remedo de armas y cubrían sus cuerpos con trozos de armaduras, lo cual denota cierta inteligencia, por no hablar de la manera que os atrajeron, que habla de algún elemento mágico, puede que ilusorio, como hacían nuestros magos antaño. Pinta mal. —

El Oscuro miró por unos momentos a Capitán, y luego al estado de debilidad que presentaban más de la mitad de los designados para una la próxima exploración. Por no hablar del pésimo estado de los jinetes, que parecían ser incapaces de sostenerse en sus sillas mucho tiempo. Esperó a qué Capitán confirmara sus órdenes con un mal presentimiento que crecía en su pecho.

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Eran como pequeñas bestias endemoniadas no zombis estúpidos, prosiguió Grito los detalles arrojados por Lombriz y las conclusiones de Barril, sin duda, sus virtudes residían en su velocidad y su número.  Apenas los vimos a lo lejos, saliendo de entre los árboles al final del claro, cuando ya los teníamos encima, casi no me dio tiempo a prepararme en vanguardia cuando se me echaron tres de esas criaturas encima.

Atacaban con ferocidad, con armas y pezuñas al mismo tiempo,  aunque carentes de fuerza su número y su ferocidad resultaban letales.  Desde luego eran inteligentes, sabían lo que hacían y fueron capaces de tendernos una emboscada y realizar un ataque envolvente.

El tono de Grito era serio y detallado, aquellas bestias les habían sorprendido y no sería fácil hacer lo mismo con ellas.

Señor, dudo que encuentren a esas criaturas con una fuerza de combate.  Su fuerza es su número y la sorpresa, son lo suficientemente listos para no atacar una fuerza de choque bien preparada contra la que no tendrían ninguna posibilidad.  Se esconden bajo tierra en madrigueras, yo mismo prendí fuego a una de ellas para facilitarnos el regreso. 

Grito lanzó ahora una mirada al capitán y al cabo Barril.

Si me lo permiten, en mi opinión, creo que un nuevo grupo reducido prendiendo fuego a las madrigueras podría ser un buen cebo para hacerlas salir, mientras el grueso de las fuerzas permanecen ocultas.  Esas criaturas son miedosas y no atacarán si no tienen superioridad. 

Esos demonios no son rival en un choque frontal en campo abierto, pero me preocupa que solo sean peones de una entidad superior.

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Mucho habían tardado de no haber encontrado combate en aquel lugar claramente hostil. A pesar de las heridas de Guepardo, Romo se encontraba tranquilo tras comprobar que el resto de los exploradores se encontraban a salvo, magullados, pero a salvos. No habían ocurrido bajas, lo que era de agradecer. A pesar de todo, uno no podía preocuparse de lo que vendría después. El grupo de exploración había logrado una victoria contra aquellas extrañas criaturas, pero poco sabían de esos seres y como reaccionarían ahora. 

Ahora tocaba esta preparados para lo que pudiera venir. Esperaba las órdenes del Cabo Barril, el cual se encontraba en estos momentos recopilando la máxima información posible de los enemigos para actuar en consecuencia. 

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Cielo había conseguido oir, por retazos aquí y allá, de boca de quienes sabían de primera mano, y de otros de oídas, un relato de lo que cabría esperar que encontrasen allá fuera... Y, por un momento..., recordó..., recordó sus tiempos de joven cazador; recordaba las partidas de caza, y cuando alguna vez, desde lo alto de un cerro, en la sabana, había visto manadas de hienas actuar... Y pensó, que estos enanos, podrían ser como hienas, temibles con sus colmillos y zarpas,menores en tamaño que muchas de las presas que se cobraban, pero cuya fuerza residía en la manada, en su mero número, que apabullaba hasta a leones adultos... Sí, pensó,... estos actúan parecido.... solo que... con metal y con... ¿brujería?

Había oído que aquellos habían conseguido confundir a la partida de exploradores, con algo parecido a una ilusión. Túmulos, pensó, y se estremeció; el mal que puede albergar ese tipo de construcción, debía ser erradicado, o no haría más que fortalecerse.

Una parte de él, deseaba entrar en acción ya; quitarse de encima la sensación de frío que tenía como atenazándole los huesos. Aunque no quisiese reconocerlo abiertamente, ansiaba la batalla, derramar sangre, el sabor de la victoria, de acabar con... con esto en concreto: era un tipo de enemigo que era fácil aborrecer.

Pensaba estas cosas cuando, pareciendo inmiente que habría una partida en serio, bajó a su tienda, a terminar de equiparse y, sin penárselo dos veces, en lugar de la coraza de cuero, prefirió hacer caso a su instinto, y aplicarse sus pinturas tradicionales; en este tipo de batalla.... será necesario que tanto el espíritu como la piel estén protegidas, y para lo primero, especialmente, sirven las pinturas. Es algo que saben desde tiempos ancestrales... y teniendo en cuenta que puede haber magia esperándoles... esto es lo que hay que utilizar.

... Aun sabiendo que se llevaría una bronca del Cabo...

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Frontera regresó junto al Cabo Barril cuando este llamó a varios miembros de la partida. Asintió ante los comentarios de Lombriz y Grito.

Así es. De los números no estoy muy seguro, pero lo que ha dicho Lombriz parece acertado. Sin duda algo de inteligencia tenían, pero las armas que portaban estaban muy oxidadas y parecían frágiles -observó el explorador-. Las armaduras tenían un aspecto similar pero les cubrían bastante bien el cuerpo. Sin embargo, no eran demasiado resistentes, una lanzada o dos bien dirigidas y caían al suelo como un plomo. Y-yo... no recuerdo haber visto sangrar a ninguno, la verdad. Eso y su aspecto cadavérico es lo que nos ha llevado a asumir que son zombis -dijo, buscando con la mirada la confirmación de sus compañeros.

Ante la sugerencia de batalla de Grito y el aparente objetivo que se estaba tomando por dado para la nueva expedición, Frontera recordó algo importante a sus superiores.

Capitán, Cabo Barril, con todos mis respetos. Esos seres parecen buscar emboscar, y por su cobardía no creo que abandonen su túmulo, y seguirán allí cuando queramos darles muerte. ¿No sería más prudente continuar con el objetivo inicial de la partida de exploración y llegar al pueblo siguiendo el camino para encontrar aliados y un refugio adecuado? Antes que enfrascarnos en un combate que puede ser breve, o puede ser más peliagudo de lo esperado si lo que sospecha Grito es cierto...

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Capitán se esforzaba por salvar la vida de Guepardo mientras todo se desarrollaba a su alrededor, con unos y otros moviéndose, tomando posiciones, hablando, informando y replicando. Seguían sin estar en condiciones de nada, eso era más que visible... Pero iba a tener que valer. La alternativa era morir allí, indefensos, a merced del hambre y las sombras. 

-Basta-dijo, sin levantar la vista de su paciente-va a haber una segunda expedición. Y los objetivos no han variado, seguimos necesitando refugio, comida e información. Pero marcharéis con músculo y acero, no pienso consentir otra emboscada y situación como la que describís. El resto aguantaremos y esperaremos aquí. Y eso incluye a aquellos más enfermos, por voluntariosos que sean. 

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Plumilla consiguió llegar a la planta de arriba justo cuando la voz de alarma dejó paso al hecho de que eran realmente el grupo de exploración que había vuelto. Se frotó los brazos tapados por la capa para entrar en calor, allí arriba la corriente de aire hacía que la temperatura fuera más fría que abajo en el sótano y, en su condición, lo notaba… mucho.

Se acercó al grupo de exploración con la lentitud que le causaba la enfermedad y el frío que aun atravesaba sus huesos y sangre. - ¿Puedo ayudar de alguna forma? – preguntó al Capitán y a Lagrimita al ver que éstos ya se habían puesto manos a la obra a curar los heridos que habían llegado, - Si fuera seguro moverlos, estarán más cómodos en el sótano… como una tienda de heridos improvisada – inspiró levemente al recordar el lugar donde tantas horas había pasado, donde más segura se sentía y donde normalmente más podía hacer por la Compañía… un sitio ahora perdido a saber dónde.

Sabía que por culpa su condición tanto física como por el embotamiento mental que padecía no podía ayudar en lo más prioritario, pero se mantuvo cerca del Capitán y de Lagrimita por si uno de los dos necesitaba de su ayuda para vendar o limpiar heridas…

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Tarado seguía de pie escuchando a la compañía hablar entre ellos. Parecían querer enviar a más gente hacia el túmulo, pero a él ya no le importaba. Todas sus energías estaban destinadas a seguir consciente y firme ante el Capitán. Una mano le acercó unas hiervas, parecía Frontera por la voz pero sus ojos ya parecían no querer ni enfocar. Estaba cansado. - Gracias, espero poder devolverte el favor compañero. - Guardó ese gesto y se prometió devolverlo con creces si era posible. Esperó nuevas órdenes o a ver si de una vez les dejaban tirarse en los camastros a descansar. Ahora no podría avanzar con el grupo, sólo los retrasaría y seguro que las heridas del costado y la pierna se volverían a abrir. Deseaba volver a ponerse fuerte, aquellos monstruos debían ser eliminados, sus dioses así lo exigirían. 

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Indómito asintió con la cabeza a las palabras de Barril y tras ello trató de observar tanto a Plumilla como a Capitán lo que estaban haciendo. Lo cierto es que Indómito ahora llevaba el escudo y la lanza en ambas manos por lo que se dió cuenta que de poca ayuda podría servir. Entonces guardó su lanza corta en un lateral y se puso el escudo en la espalda como si fuera un caparazón de tortuga.

Ahora si mientras sujetaba algo al herido que atendía Capitán pudo escuchar las conversaciones sobre lo sucedido entre Barril, Lombriz, Grito, Frontera y Capitán. De todo lo escuchado en realidad Indómito tenía experiencia contra monstruos en "túmulos" que se hallaban en las cercanías de su poblado natal y de hecho Cielo también pues pertenecían a la misma tribu, pero pensó que las cosas estaban demasiado tensas como para intervenir siendo prioritario curar a los heridos pues él también estaba enfermo como para ayudar en una nueva partida a la que Barril no le dió permiso y parece que también observó como Cielo había bajado hacia abajo de la iglesia en ese momento como para poder comentarle algo siquiera.

Pudo localizar con la mirada a Plumilla a la que vio bastante enferma por lo que se aproximó a ella.

—Barril me da permiso para ayudarte, tengo algún conocimiento en curar. Guepardo parece muy herido y a Tarado le veo abatido. Quizás Lombriz y Grito necesiten algún tipo de ayuda. Puede que incluso Caracabra necesite algo. ¡Tú decides! —informó masticando al máximo lo observado a simple vista como un listado para facilitar dando a elegir a Plumilla donde podría volcar sus esfuerzos a cualquier cosa como ayudar a bajar las escaleras, revisar alguna parte, sujetar algo o alguien, etc.

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Solamente cuando el cabo Barril dio orden de reanudar las guardias, Ballestero bajó la guardia. A tiempo, pues se le requería para ir en otro grupo, esta vez con más músculo. Desarmó la ballesta y fue hacia su tienda: antes de subir a lo alto de la iglesia se había quitado la cota de mallas. Ahora se la volvió a equipar. Revisó sus cosas, pensando qué llevaría y qué dejaría, para desembarazarse de peso muerto.

Por fin, con su habitual aire de mala leche, se presentó a Piojillo listo para salir.

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Las palabras fluían por parte de los miembros de la partida de exploración y Cabo Barril las asimilaba poco a poco. Capitán había dejado claro cuales eran las órdenes, así que era el momento de cumplirlas. Sin embargo, el estado de los hombres de la Duodécima no era el mejor en estos momentos, así que se decidió a pasar revista a las tropas. Era algo que debía hacer la figura del Sargento, pero en estos momentos pensó que era cuestión de vida o muerte para la supervivencia de la Compañía.

Había sido una pena que no hubieran arrastrado consigo uno de los cuerpos inertes de esos pequeños enemigos, al menos eso hubiera dado una idea más precisa al extrañamente silencioso Serpiente de qué podían ser esas criaturas.

— Voy a comprobar el estado de las tropas Capitán. Creo que puedo dar un par de ideas para esa segunda partida de exploración. —

Barril chasqueó la lengua mientras empezaba a revisar el estado de todos los hombres y mujeres que formaban parte de la compañía. Tardó un rato, tras lo cual se acercó a Capitán, haciendo gestos a Cabo Ponzoña para que se reuniera con ellos.

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS

El Capitán me indica que debería ir con la segunda expedición, más preparada para la batalla. Asiento con la cabeza antes de responderle:

 - "Señor sí, Señor. Yo entero y saber donde etaban enemigoses, Señor."

Esta vez iríamos mucho mejor preparados, contando con algunas de las figuras más reconocidas en combate por toda la Compañía, guerreros de fama y reputación sin igual. Esos pequeños bichos no podrían salvarse de un asalto así. El Cabo Barril pregunta por varios aspectos de lo sucedido, y aunque ya varios compañeros han contestado, le respondo sus preguntas en orden, sin olvidar ninguna:

 - "Señor, sete de ellos caer. Portar llos espadas cortas, escudos y armaduras... mallas... camisas, todo viejo y roto. No tener mucha piel, ellos huesos y carne muerta. No-muertoses. Rápidos, no sé si caballo-como pero mucho más persona."

Hago una pausa para seguir escuchando las preguntas y me esfuerzo por contestarlas:

 - "No sé si magia-tener. Guepardo bien vio Palomita perro yo no vio so. Llos en árboles alrrededorsh y caer ercima cuando nos acercar. Emboscada."

Eso es todo, todo lo que él ha preguntado. El Capitán interviene, repitiendo que esta nueva expedición se realizará, por lo que me cayo y abandono el subterráneo junto con el Cabo Barril, que decide que va a ver el estado de las tropas, lo que es apropiado pues no debemos olvidar que muchos de los miembros de la Compañía siguen enfermos y no están en condiciones de ese peligro.

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS

La situación iba de mal en peor y eso le preocupaba, por si el estado enfermizo de la mayoría no fuera suficiente ahora estaba claro que tenían peligrosos enemigos cerca, lo único que no había que lamentar, de momento, eran más muertos, aunque en su memoria aún estaba reciente la pérdida de un gran número de compañeros. ¿Cuanto tiempo había pasado de eso? No tenía ni idea, había cosas que su mente no lograba colocar en el tiempo o en el espacio aún. Cuando vio a Plumilla subir hasta la planta superior para ayudar a los enfermos se preocupó, en su estado allí solo lograría empeorar.

-Creo que la idea de Plumilla es buena, yo puedo ayudar a bajar a los heridos al sótano, allí estarán protegidos y hace menos frío para los que sufren de temblores. -Dijo al Capitán y a Lagrimita que estaban atendiendo a los enfermos y mirando con preocupación a Plumilla que parecía que podía caerse en cualquier momento.- Mantendremos las hogueras encendidas y el lugar con un ambiente cálido para que todos puedan recuperarse lo antes posible.

Mientras los más expertos en sanación decidían que hacer con los heridos y si necesitaban su ayuda se aprestó a ponerse firme cuando el Cabo Barril se dispuso a hacer una revisión de las tropas, si iban a volver a salir podía ser uno de los escogidos pues a pesar de que seguía enfermo, pocos eran los que estaban completamente bien.

-Cabo, puede contar con mi lanza y mi escudo si van a volver a salir. -Dijo disimulando la tos que de vez en cuando le molestaba y el frío que no acababa de echar afuera del todo.- 

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS.

Escuchó atentamente las explicaciones de los exploradores. Lombriz, Grito, y en último lugar Dolor, pero no menos concreto, describieron la emboscada. En realidad fueron explicaciones muy claras y precisas, y pudieron todos hacerse una idea muy aproximada de lo que había supuesto el desagradable encuentro. Tampoco había sido mucho más que eso, desagradable, porque aunque les habían herido de diversa consideración, sólo el cobarde de Guepardo estaba realmente grave, o lo parecía. Ninguno de ellos había muerto, pero sí habían caído siete de los otros. Buen saldo.

Ahora Capitán ordenaba una segunda salida, y Derviche se irguió, dispuesta a ir. Pero nadie la nombró, ni siquiera Barril contó con ella. No estoy en condiciones, trató de autoconvencerse la fanática. Pero lo cierto es que el hecho de tener que mantenerse allí, inactiva e ignorante, la pusieron de aún peor humor.

Lo que sugirió Frontera era de sentido común, y ella se veía capaz de formar parte de un equipo explorador siendo obvio que debería evitar el túmulo en el que los pequeños hideputas no-muertos emboscaban a sus víctimas. Pero no, según su líder, no iría.

Tampoco tenía idea de curación, eso era tarea de los sanadores, no de los guerreros, y ella era una guerrera. Por tanto tampoco se ofreció a ayudar con los heridos.

En vez de hablar, preguntar o ayudar, Derviche esperó, Barril había ordenado trinomios de guardia dentro del Templo. Pero aún no había indicado cómo debían formarlos. 

Se sentía inútil, impotente y molesta. Con cara de pocos amigos se quedó a un lado, a la expectativa y con un humor de perros.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS.

Guepardo no se iba a recuperar. O, siendo más precisos, no iba a hacerlo en aquel momento, y desde luego no iba a ser gracias a él. El cansancio y la enfermedad hacían cada vez más mella en él, pero simplemente no podía permitirse un solo segundo de respiro, no cuando el resto estaban luchando contra el implacable frío y necesitaban la ayuda de un sanador, o intentaban organizarse y requerían el liderazgo de su superior.

Ni siquiera había tenido tiempo para atender a Hechizado, aunque esa bestia seguía suscitándole algo más que sospechas... Pero era su responsabilidad. Aunque mucho se temía que tendría que pasar sin atenciones por hoy. 

Tras un rápido aparte con Barril y Ponzoña, asintió al primero, y tras eso llegaron las peticiones de bajar al sótano a los heridos. Bastante lógicas, de hecho, más aún teniendo claro que el más malherido de todos ellos iba a tener que descansar y ser vigilado toda la noche. Toda la maldita noche. 

-Sí, bajemos a Guepardo, y que el resto reposen también a cubierto. 

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POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

- Disculpad, cabo Ponzoña. Diculpad, Capitán - dijo con tono lleno de cansancio Caracabra, asintiendo a las explicaciones dadas por Lombriz- Las heridas duelen, y mi cabeza... me siento mareado desde la herida. Confuso incluso. Aunque estoy mejor. Lombriz lo ha explicado bien.

Calló un instante Caracabra, mientras se acariciaba la herida de la pierna unos segundos, aclarando sus ideas, e intentando ver lo que su compañero podía haber omitido.

- Salimos desde el Lago Verde en donde habíamos caído, y avanzamos siguiendo gracias a Guepardo y a Dolor, por un camino dirección desde el sudeste al noroste, abandonando el bosquecillo cercano a este lugar- hace una nueva pausa, tratando de centrarse, para continuar- Estábamos siguiendo el rastro de personas y de una carreta, Guepardo había dispuesto un orden de marcha, que cumplimos, hasta que vimos unas marcas de pasos, Tarado y yo nos dimos cuenta de un camino cercano, y a lo lejos, como si marcara algo, el cadáver de un humano de piel clara, al que habían torturado hasta la muerte, y dejado secar, tras usar su piel para clavarlo como si fuera un animal crucificado.

Mira nuevamente a Lombriz. Lo cierto es que hasta este momento siempre había pensado que era un poco retrasado, pero se había comportado bien en el combate, y había descrito también lo ocurrido con exactitud. ¿Qué sabía después de todo de él? Al igual que Caracabra había sido cuidado por una bruja, y por eso su mente estaba en el lugar oportuno, el pobre Lombriz había sido objeto de las terribles atenciones de un hombre obsesionado por la magia. Un ramalazo de compasión y simpatía por su hermano de armas invadió al deforme guerrero tribal. 

- Después casi todo lo que ha contado Lombriz. Nos atrajeron a una emboscada gritos de mujer, y pienso que era algún tipo de magia perversa, de varón, quizás de alguno de los muertos, o de algún espíritu que los controlaba. A Guepardo la magia le afectó aún más, porque como ha dicho Lombriz creyó ver a Palomita.

Miró entonces Caracabra a la propia Palomita, casi con gratitud, pues por unas horas había estado seguro que era Palomita la que habían oido, y que Guepardo la había llegado a ver, sin duda siendo capturada por esos pequeños no muertos rápidos.

- Combatimos todos bien, contra un enemigo superior en número y que nos emboscaban. Lombriz ha hablado bien. Guepardo tuvo mala suerte- lo cierto es que Caracabra no pudo evitar hacer un gesto contra el mal de ojo: él no había escuchado tales cosas hasta que estuvo en la Compañía, pero lo ocurrido tantas veces parecía asegurar lo que tantas veces se decía: un hombre convertido en eunuco llamaba a la mala suerte. Era una pena, porque Guepardo había actuado bien, y elegido bien. ¿Pero quién podía combatir la mala suerte?- Tarado mató a uno de esos seres y creo que desde que estoy en la Compañía nunca le había visto combatir mejor, Frontera a otro, como Grito, pero Lombriz fue el mejor, y destruyó a dos.  También Dolor combatió bien, hiriendo como yo mismo a alguno. Y como bien ha dicho Lombriz, además de él mismo, fue Grito el que evitó que perdiéramos un hermano.

Hace una última pausa.

- Tras el combate Frontera ordenó regresar porque las heridas de Guepardo eran demasiado graves. ¿Puedo tumbarme y descansar, cabo Ponzoña? Duele la pierna como si quemara.- preguntó finalmente para luego, cuando obtuviera permiso, retirarse a descansar y, con un poco de suerte, a ser curado.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE. - CIELO GRIS.

Mientras espera la respuesta del cabo Ponzoña (y el castigo, si lo hay, por si retraso en contestar) observa como Barril explica y luego entrega sus monedas a Analista. No le agrada, nada en absoluto, al deforme entregar el dinero por el que tanto ha sangrado y sufrido. Pero cree en las palabras de sus compañeros y sus mandos.

Si uno no puede confiar en la familia, ¿en quién confiar? ¿Y no es la Compañía una familia, la única que él ha conocido? Aprovechando que Analista está prácticamente a su lado, le tiende la bolsa de monedas, entregándosela.

- Las cincuenta y seis pieza de plata y trece de cobre de Caracabra.