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UNA IGLESIA ABANDONADA:

DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA. - UNAS HORAS MÁS TARDE.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

DÍA DE LA FISURA DE LA FOSA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR / 1 DE NEK (NUEVA ERA K'HLATA).

MES: DEL LEÓN / DEL RASTROJO VALIENTE (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Era el mes del Rastrojo Valiente, así que por una vez el mulato no salió huyendo cual vil Sabandija. Había elaborado un plan... La luz de la moneda le acompañaba en esa empresa. Tan solo tendría que levantar el brazo del machete para simular la cola de un escorpión, con la mano opuesta para fingir una pinza, dejando que la iluminación proyectara en la pared la sombra de un alacrán. Los alacranes comen escarabajos. Seguro que el escarabajo salía huyendo.

Rastrojo era más rápido ideando planes que poniéndolos en práctica. Cuando vio a sus compañeros abalanzarse sobre el monstruo y cortando las vías de escape, el chamán buscó un nuevo plan... Tan solo tenía que subir las escaleras para ganar una posición elevada. Desde allí solo tendría que arrojar la lona de su tienda de campaña sobre el escarabajo para cegarlo y que no pudiera atacar mientras sus compañeros seguían hiriendo a la bestia.

Espera... si hago eso, estos animales me agujerearán la lona con sus lanzas. Ninguna vida de un soldado de la Compañía Negra vale tanto como una carísima tienda de campaña.

Necesitaba otro plan... Quizás si saltaba desde los escalones al "lomo" del insecto, podría cansarlo y lograr domesticarlo. Rastrojo podría así sustituir a su camello Mancillado. Viajaría sobre su escarabajo riéndose de gente que caminaba y le caía mal, como Serpiente o Frontera. Parpadeó un instante, y vio a dos Cabos Barriles. Se frotó los ojos para entender qué pasaba, y para entonces Matador, el Cabo Barril y, finalmente, Dolor.

Bueno... da gusto el trabajo bien hecho-se acercó a su moneda y la recogió del suelo-. ¡Al fin!

Ya habían limpiado el sótano para que los enfermos pudieran descansar lejos de las corrientes de aire. Un trabajo menos. Fuese el escarabajo un animal normal en estas tierras, o la reencarnación de Escarabajo, poco importaba a esas alturas: estaba muerto. Otra cosa era la utilidad que podían sacar de aquella criatura. Los bichos estaban en la dieta habitual de cualquier recluta castigado sin los guisos de Astado, y ese bicho daba para comer a un regimiento, ¡puede que hasta literalmente!

Cabo Barril... ¿Aprovechamos esta pieza de caza? Podemos partir las patas y ponerlas al fuego para que se haga la carne de dentro, y raspar con una lanza para sacarla fuera del exoesqueleto y poder comerla. Creo que puedo modificar los élitros del caparazón para hacer dos escudos. Y también puedo modificar el cráneo para ponerlo a modo de casco para que uno de nuestros caballos pueda embestir como un rinoceronte de la sabana.

Se estaba columpiando un poco. Él era talabartero, podía ocuparse de la testera para el caballo. Hacer los escudos era una tarea más complicada, más adecuada para un armero. En cualquier caso, sin unos seguidores de campamento para proveerles de otros materiales, la cosa se complicaba.

DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Cielo se acercó a la hoguera para calentarse al lado de preocupado: - Voy estando mejor, aquí al fuego se está bien... Comentó a pesar de que sabía que no había seguido las órdenes del cabo Barril, pero su instinto le decía que se mantuviera en lugar cálido al lado de la fogata. Miró a Palomita con afirmación pues sabía que ella igual que él había actuado como un leopardo en la Sabana por instinto. 

Escuchó a Preocupado y meditó sobre sus palabras ya que era la segunda vez que le hablaban sobre los espíritus... - Hermano preocupado en otro momento me gustaría saber más sobre ese camino de los espíritus. Argumentó a su hermano y amigo con expresión meditabunda mirando otra vez a la fogata y el crispar de las llamas.

Mientras cargaba los chismes de todo el mundo en el carro, llegó un 'Oscurecido' a la carrera, por el bosque, comentando las noticias nuevas por parte del grupo que se había marchado horas atrás sin dirección conocida. Su mensaje era claro, moverse hasta un nuevo lugar que habían encontrado, donde descansar mejor.

—Ya era hora, este lugar no me gusta, y a pesar de que tenemos que meternos en el bosque— Se sorprendió al nombrarse como perteneciente a aquel grupo  —Dormiremos bajo techo—

Miró de nuevo hacia la frondosa vegetación y un escalofrío recorrió su espalda, desde la rabadilla hasta la nuca.

Lenta y penosamente, el resto de la compañía se movió hasta su nuevo destino.

La situación allí no era demasiado diferente a la de la orilla del lago. Hogueras, gente con frio, enfermos, con una inmensa  pena interior, la misma que sentía él con la diferencia de que Lombriz no recordaba nada, tan solo unas pocas emociones.

Se sumió en sus pensamientos, en los más profundos que albergaba, como zambullirse en el agua y nadar hasta no ver tierra. No se dio cuenta, pero se había quedado quieto como una estatua, en todo el medio, y no fue hasta que alguien chocó con él cuando volvió a la realidad, con unas palabras resonando en su cabeza.

-Lombriz, jefe de equipo, encárgate de recoger las cosas de todos-

Parpadeó frenéticamente durante unos segundos mientras buscaba a Ballestero, luego se acercó a él a toda prisa.

-Está todo cargado, señor-

Pero ya no estaba en el lago, si no en una iglesia abandonada. Frunció el entrecejo.

-Hmmm-

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AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA POR LA TARDE. - NUBLADO.

Me sentía enfermo, débil. Pero era un jefe de la Compañía ahora, tenía que ordenar. Miro a Ballestero, a Lombriz y luego al resto.

Hace falta un sitio más resguardado, al menos para los más enfermos. ¿No es así, Capitán? digo, mirándole.

Escoje a dos o tres que estén bien y que bajen leña al sótano para encender allí una hoguera para los enfermos digo, poniéndome a duras penas en pie. Que te ayuden a encender fuego.

Lombriz digo, mirando al Khlata, estás de guardia. Busca alguien que te pueda acompañar, coged un poco de leña para hacer fuego y encended una hoguera para los dos en la puerta.

Una vez dadas estas instrucciones, miro a Capitán. Iré abajo para ordenar todo, señor. Luego, bajo las escaleras con mi mochila para montar mi tienda abajo.

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AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Asintió. ──A la orden, jefe. Tarado, Desastre, conmigo: leña, brasas. Abajo.

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AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Al final había llegado a la iglesia por su propio pie, dejando las posiciones en el caballo y el carro a aquellos que estuviesen peor de salud en la Compañía. Lo cual le incluía, en realidad, pero su orgullo no le permitía demostrarlo. Con la doble cobertura de capa y manta sobre los hombros luchó contra los breves, pero violentos accesos de tos que lo alcanzaban de tanto en tanto, con la cabeza lo bastante ida como para no poder concentrarse en nada que no fuera seguir adelante lo más dignamente que podía.

No era la primera vez que veía una construcción tan grande como aquella, pero aún así había algo llamativo en ella. Algo a lo que no sabía dar nombre. Como si el mismo Olvido hubiese tomado forma y se afanase en tragarse cualquier vestigio de la construcción, piedra a piedra. Sólo esperaba que el tótem de la tortuga invocado por el Chamán Rojo siguiese del lado de la Compañía, o tenía el presentimiento de que más de uno no llegaría al día siguiente.

Un poco más tarde de lo que debería, fue consciente de que Piojillo estaba dando órdenes, y aunque no lo nombraba expresamente, ya sabía dónde le correspondía estar. - Otra vez con los heridos y enfermos - Un pinchazo de amargura contra sí mismo. Ya había pasado demasiado tiempo en esa posición tan pasiva, y aunque sabía que no tenía más remedio, empezaba a estar harto.

- Ayudaré con las tiendas abajo. - Difícilmente podría encargarse de nada más. 

Siendo así, recupera su mochila con la tienda del carro de los Hostigadores y tras sopesarla, asiente y se encamina a las escaleras que descienden.

DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA. - UNAS HORAS MÁS TARDE.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA POR LA TARDE. - NUBLADO.

Antes de bajar me quedo un momento al pie de la escalera, esperando al resto de los míos que vayan a bajar. Aunque, en realidad, me interesa más saber como se desenvuelven los mandos.

En algún rincón de mi mente sé que esto son cosas que debería saber, pero al intentar acceder a ello mi propia mente lo bloquea. Creo que hay algo que no quiere que vea.

DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA. - UNAS HORAS MÁS TARDE.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Cuando el enorme insecto empezó a moverse Barril dedujo que lo mejor era que no se moviera, ya que debía tener hambre u otras necesidades que en nada beneficiarían a seres con sangre en las venas de menor tamaño que el increíblemente grande bicho. La carga de Matador y su golpe fueron determinantes para abrir paso a los dos golpes mortales que le asestaron entre él mismo y Dolor. Era reconfortante ver que la Infantería funcionaba como una máquina bien engrasada aún después de la perniciosa experiencia que habían tenido, y el frío que todavía le atenazaba los huesos.

El formar una escolta para los Hostigadores parecía haber sido una buena idea después de todo. Miró a una probablemente enferma Dedos y aplaudió internamente su valor. Serpiente parecía haber recuperado su toque, ya que había creado una réplica de Barril que habría conseguir engañarle hasta a él mismo de no saber que era una práctica común entre los Magos de la Compañía el manipular las ilusiones. Hasta Rastrojo se había mostrado arrojado, bueno, había arrojado una moneda imbuida de esa luz que sabía hacer lo cual al menos había servido para que esa cosa no les pillara por sorpresa.

— Buen trabajo todos. De hecho sí Rastrojo, si te ves hábil para esos asuntos puedes mirar lo que consideres, y de paso comprueba que esté bien muerto, que su espíritu se ha ido y esas cosas. Buena sugerencia esa de acertar al cuerno, parece que le hizo bastante daño.

Los demás buscad en este sitio y demos cuenta de que no hay ningún peligro acechando aquí abajo. Si es seguro será un buen sitio para pasar la noche a cubierto. —

Una vez que se ha asegurado el lugar dando por bueno que no hay nidos, pasadizos, túneles o trampas ocultas en las paredes y suelo del sótano, Barril se dirige a Serpiente.

— Será mejor que subamos a recibir al Capitán. Tienes un par de cosas que explicarle sobre el asunto del altar, Mago. Dolor tú conmigo, Matador encárgate de escoltar a Dedos y a Rastrojo mientras estén aquí. Te mandaré a Cielo cuando suba. — Parece que la palabra Mago ha sonado con más respeto que en los últimos minutos cuando Barril se había dirigido a Serpiente.

Cuando al subir a la parte de arriba Barril observa que Cielo está en la hoguera más lejana y sólo Grito está montando guardia, hace un gesto de fastidio dirigiéndose a la hoguera más poblada mientras enfunda su maza en el cinto. — Grito, baja a echar una mano a Matador con las labores de vigilancia. Dolor, vigila la entrada. —

Al llegar a la hoguera alza a Cielo con la mano del escudo y le propina un puñetazo en la boca que recuerda a muchos los que atizaba la Sargento Vientos a los insubordinados.

— Cielo, te dije que montaras guardia en la entrada y estás aquí calentándote las pelotas al lado del fuego mientras tu compañero Grito está solo. Sustituye a Dolor y monta guardia en la entrada. Pero ya. —

Lo cierto es que al lado de la entrada había otro fuego y Cielo podría seguir calentito allí, pero estaba por ver si empezaba a cumplir órdenes o no. Ya en la Asamblea Extraordinaria de la Compañía donde fue elegido Capitán el anteriormente llamado Matagatos, se llevó un puño de Vientos en la boca por hablar a destiempo; esperaba que el infante mejorara su comportamiento o daría ejemplo con él.

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DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Apenas un instante. Apenas un suspiro. Eso fue lo que duró el combate contra aquel extraño escarabajo gigante. No me quejaba, cómo hacerlo. Había tenido oportunidad de usar las artes arcanas, aunque fuera brevemente, y la excitación del enfrentamiento junto a la efervescente sensación que aún sentía por uso de la magia hasta en la última de las fibras de mi cuerpo, seguía muy presente. Ahora, tampoco me hubiera quejado si todo eso hubiera durado un poco más.

- Cierto…- respondí al Cabo Barril al tiempo que con cierta decepción y un gesto desdeñoso de mi mano hacía desaparecer al otro Cabo Barril. Ese último, el que se había esfumado como el mal sueño de una víctima de violación, era mucho más divertido que el de carne y hueso, entre otras cosas porque hacía menos ruido y porque desaparecía cuando uno se lo ordenaba.- Aunque poco hay que explicar cuando la circunstancia obliga y el que escucha no entiende.

Subí. ¡Claro que lo hice! Que aquella interesante bestia que nunca había visto yaciera muerta en el suelo no significaba que hubiera acabado la diversión. Es más, muy probablemente lo más divertido estaba a punto de producirse. Aunque lo cierto era que la curiosidad por la extraña constitución del insecto y su desconocido origen no terminaba de desaparecer, pero el deber llamaba y el deber prometía mayores recompensas que la pestilencia desprendida por el cadáver de una bestia.

- Capitan Matagatos- llamé a mi primo tan pronto lo vi aparecer en la iglesia.- Analista Lengua Negra, ¿podrías venir?- lo invité a que se uniera con una sonrisa.- El sol se acerca ya al horizonte. Creo que ha llegado el momento. Nadie se ha acercado al altar, ¿verdad?

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

El resto de la compañía tardó menos de los esperado en ponerse en marcha, él tenía instrucciones precisas de volver con ayuda pero no pudo denegar esta misma y socorrer en el desplazamiento a sus compañeros más maltrechos de la mejor forma que pudiera... Su cebado primo lo entendería. Su mochila iría en el carro, a buen recaudo, así que mientras ayudaba intentó levantar el maltrecho ánimo hasta la llegada a las ruinas. - Falta poco compañeros, lo peor ha pasado, resistid un poco más. Una buena noche de descanso y mañana os encontraréis mucho mejor, ya lo veréis. - Les decía al principio, intercalando este tipo de frases con mensajes más emotivos. - Nada puede con la duodécima, somos la llama intensa en la oscuridad, el bastión inexpugnable, vuestro coraje quedará plasmado en los anales de la compañía hasta el fin de los tiempos. No importa donde estemos ahora, ni cuán lejos nos hayan enviado, pobres de aquellos que se topen ahora con nosotros siendo furia ingobernable. - Aquellas palabras habían empezado siendo un consuelo liviano al inicio, un paño húmedo y tibio para un par quizá, pero a medida que llegaban a su destino Lagrimita las trató poco a poco de convertir en una arenga. Para entonces, los muchachos ya habrían terminado de explorar el sótano para cuando llegasen, si este había resultado pan comido, claro.

Al llegar, se adelantó hasta Cabo Barril con la intención de reportar. - Órdenes cumplidas, ¿Ha ido todo bien? ¿Podemos proceder a adecentar el interior? Me ofrezco para ayudar a cuidar a los más indispuestos, aún recuerdo algunas nociones de curación y Plumilla no se encuentra bien del todo por lo que precisará de mi apoyo. - Sugirió. Antes de que su primo le respondiera, se acercó con la intención de decirle algo al oído. - He creído conveniente no hablar en voz alta cuando he informado al Capitán sobre ese asunto arcano, para no inquietar. - Acto seguido, esperó órdenes.

Pero antes de todo eso, debería montar su tienda y encontrar un hueco para poner a secar todas sus pertenencias guardadas en la mochila.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

El escarabajo se mueve, probablemente preparado para atacarnos, por lo que reacciono rápidamente y comienzo a observar las heridas que mis compañeros le causan hasta que veo un buen hueco directo hasta alguna zona vital. Cuando el instante llega, ensarto mi lanza y paso por las fisuras en su quitina, atravesando la punta directamente hacia sus órganos vitales. El insecto se retuerce un momento antes de morir.

Extraigo mi lanza, que gotea con los fluidos del insecto gigante, intentando regularizar mi respiración después de aquel instante de tensión. La lucha terminó y esta es la primera sangre que derramo por la Compañía Negra desde la ruptura de la piedra y, aunque no sé realmente qué es lo que eso significa, sé que es un hito para recordar.

Después de eso, el Cabo Barril y los otros oficiales comienzan a organizar esta iglesia como nuestro próximo cuartel, lo que me parece bien pues ya muerto el escarabajo gigante, no parece haber otra amenaza en el interior mas muchos hablan acerca de posibles amenazas externas de las cuales estas ruinas nos protegen.

"No sé nada de eso, pero me queda claro que prefiero dormir acá que hacerlo a la intemperie."

Así que sigo las órdenes del Cabo Barril y me pongo a ayudar en todo lo que puedo para así poner este sitio a punto y estar resguardados hasta que decidamos que hacer en este extraño lugar donde aparecimos, sin siquiera saber donde es.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Indómito no entendía nada, estaba igual de frío esa tarde-noche que antes por mucho que estuviera ante tanto calor ahora. Al menos bajando al sótano de aquella iglesia ya no sentía tanto frío externo pero se notaba helado quizás de enfermarse, estaba para echarse dormir y con suerte mañana ya sería otro día.

Intentó sacar la tienda de campaña, pero aquello se le caía todo por el suelo y no tenía ni fuerzas a pesar de comer por lo que estaba todavía aturdido y dando bastante pena verlo. Indómito no era él, era como un muerto viviente.

DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA. - UNAS HORAS MÁS TARDE.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Parece que todo se había organizado de forma bastante eficaz, las elucubraciones de Cielo no cayeron en saco roto, y vio como los demás miembros de la compañía iban llegando al templo. Cielo estuvo lo suficiente en la hoguera para que se le pasara el efecto del frío que tenía en su cuerpo. Después fue con la antorcha en su mano izquierda y la lanza en su mano derecha hacia el sótano, allí vio al escarabajo gigante, y empezó a examinarlo y ver si podía ser útil para la compañía... de esta forma podía dar una escusa al Cabo Barril de su negligencia y falta de compromiso.

Examinó al monstruo durante bastante tiempo, teniendo que utilizar sus dos antorchas para no quedarse en una oscuridad total... El monstruo con su caparazón le resultaba familiar, quizás con aquel caparazón se podría construir un escudo, con alguien lo suficientemente diestro, y con los cuernos un arma como un cuchillo, en cambio sus patas y su estómago podía ser cocinado para tener algo con que nutrirse la compañía. Los animales le iban resultando familiares y Cielo deseaba estar junto a ellos y alejarse de la sangre humana. Allí solo escuchaba sus pensamientos y se estaba bien, además que era una forma de poder aislarse sin tener que desobedecer a ningún rango.

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AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Keropis no tardó mucho en encontrar a Uro. El Cazador de Cabezas patrullaba la linde del bosque como una fiera enjaulada, escudriñando la espesura con su sempiterno ceño fruncido. Cuando el eremita se acercaba, el Ungido volvió el adusto rostro hacia él. La anormal palidez de su piel no hacía más que resaltar los sagrados tatuajes que la cubrían, dándole un aspecto más fiero a pesar de su debilidad actual.

Una fiera es más peligrosa cuando está herida, se recordó el asceta.

Sin mediar palabra, el Guardián de los Muertos cogió el machete prestado por la parte roma de la hoja y ofreció el pomo al salvaje. Este lo tomó sin ceremonias, afianzándolo a su cinturón. No hubo más señal de agradecimiento que un parco gruñido, ni más muestra de aceptación que una leve inclinación del abollado y herrumbroso yelmo. Entonces llegaron hasta ellos los gritos que ordenaban recogerlo todo y marchar hacia las ruinas. El Elegido de la Diosa y el Guardián de los Muertos separaron sus caminos sin haber pronunciado ni una palabra.

Durante el traslado, la Compañía ofreció un aspecto más patético que militar: soldados arrebujados en capas y mantas, tiritando y tropezando a cada paso por la orilla del lago; hombres y mujeres de mirada perdida y paso indeciso, cargados con sus escasas pertenencias. Más parecían un grupo de refugiados huyendo de una guerra, que una compañía de mercenarios. Las ruinas que desde la orilla habían estado medio ocultas por la niebla, se convirtieron a la vista de todos en un maltrecho edificio medio derruido. Aquí y allá podían verse grandes pedazos de roca tallada desperdigados frente a la decrépita fachada, cubiertos por los verdes líquenes del olvido. Los muros presentaban numerosos agujeros allí donde parte de la mampostería se había venido abajo. Los grandes ventanales, huérfanos ya de cristales, decoraban las vetustas tapias como negros bostezos.

El ermitaño siguió al resto de soldados al interior de la construcción, depositando el voluminoso haz de leña que transportaba a los pies de una de las fogatas. La amplia estancia era un hervidero: órdenes ladradas entre toses roncas y estornudos; hombres y mujeres intentando levantar tiendas de campaña con pulso tembloroso y ataques de tiritona; susurros al calor de las hogueras... Keropis sustrajo la vieja lona que usaba como tienda y la extendió en un rincón, sosteniéndola a unas gruesas raíces que trepaban por el muro como gruesas venas leñosas. La base de un pilar descabezado le sirvió para asegurar la estabilidad de la improvisada tienda.

Con paso tranquilo, el Guardián de los Muertos regresó hacia la arcada que hacía las veces de entrada al nuevo refugio de la Duodécima. Varias hojas habían quedado pegadas a su oxidada armadura mientras había estado recopilando madera. Si alguien siguiera los pasos de la Compañía Negra por la húmeda arena de la orilla del lago, podría pensar que Keropis no era más que una vieja estatua que no tardaría en caer bajo el lento pero inexorable avance de la vegetación.

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AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

El Cabo Barril le había encargado la tarea de ocuparse del tema, así, en genérico. Rastrojo se acercó al escarabajo temiendo que en cualquier momento fuera a revolverse. Tan solo tenía que darle un golpe de gracia. Tan solo uno. Incluso pegarle a un cadáver puede resultar difícil. Alzó su machete y el golpe descendió sobre el abdómen acorazado del insecto volteado. Su filo rebotó. Y no era problema del machete, era cosa de Rastrojo, que era así de flojo. Repitió el golpe de manera monótona, como un chamán tocando los bongos, lo cual servía para disimular su triste intento de rematar a la criatura como parte de un ritual.

Ea, ea, ea, salvemos al que crea,
ea, ea, ea, descansa escarabajo,
ea, ea, ea, fuiste y serás color brea,
ea, ea, ea, ahora vuela cual grajo...

No tenía ni la menor idea de si el espíritu había volado o siquiera si el escarabajo estaba muerto del todo. Aún había dos tareas pendientes. El primero era recuperar el medallón.

¡Ey, Dolor! ¡La misión ya ha terminado! ¡Es hora de que me devuelvas mi amuleto fetiche! Por supuesto, si quieres uno yo puedo hacértelo. Así seríamos camaradas de armas, tú y yo. ¿Qué me dices, Dolor?

Si a Dolor tanto le repugnaba Rastrojo, debería devolverle el abalorio de luz. Si no, Rastrojo se haría otra y terminarían los dos con colgantes a juego, cual pulserita de la amistad. El otro tema pendiente era el descuartizamiento del escarabajo, tarea para la que Rastrojo no se sentía capacitado (sobre todo porque era mucho trabajo). Dolor y Matador eran un poco ariscos para convencerles de hacer esa tarea, y nadie se creía que Dedos, ablandada después de pasar tanto tiempo con los Oscuros, fuera a tener estómago para algo así. Afortunadamente, el Cabo Barril les había dicho antes de irse que mandaría a Cielo.

¡Ey, Cielo!-gritó hacia la trampilla desde el fondo del sótano-¡Baja aquí! ¡Hay una bestia esperando a que vengas y la descuartices! Necesito que tengas cuidado con las partes duras para aprovecharlas para hacer armas...

Que se ocupe Cielo. Yo voy a escaquearme para hacer ver que estoy ocupado. Umh... puedo preparar mi tienda de campaña.

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AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Campamenteros y Hostigadores avanzaron hacia la iglesia abandonada al ritmo marcado por el carro que cargaba la mayor parte de los equipajes y la leña. Una vez en la entrada del edificio semi-derruido, empezaron a descargarlo todo. Frontera ayudó principalmente a descargar la leña.

Dentro, en la planta principal, empezaron a amontonarla en una leñera improvisada contra una de las paredes. Deshizo los haces de ramas y maderos que había preparado para introducirlos en la leñera, y recuperó la cuerda que había empleado para ello, a petición de Ballestero. Cuando terminó y fue a recoger su mochila, aprovechó para devolvérsela.

Toma Ballestero, tu cuerda -dijo tendiéndole con la mano varios metros de soga enrollados.

Acto seguido, cogió su mochila y su tienda de campaña semi-desmontada, por haber intentado hacer aquella empalizada antes junto al fuego, y la arregló y montó en un sitio libre de la planta principal. El sótano iba a estar bastante lleno de enfermos ya...

Hablando de lo cuál, Frontera decidió bajar un momento al sótano para comprobar que tal estaban sus compañeros.

Piojillo, Reyezuelo, Chamán Rojo, ¿qué tal estáis? ¿tenéis menos frío aquí? -preguntó mientras bajaba las escaleras. El ambiente parecía estar caldeándose con el fuego que habían preparado Ballestero, Tarado y Desastre utilizando las brasas.

Justo cuando preguntó, la tienda de campaña que estaba intentando montar el jefe de los Campamenteros se vino encima suyo en un estruendo de palos chocando contra las rígidas losas de piedra.

E-espera Piojillo, que te ayudo -dijo ayudándole a salir de entre las telas- Es que las tiendas se han quedado mal plegadas de cuando las hemos recogido antes de la empalizada. Hay que colocar estos palos así para dejarlas como cuando las guardamos normalmente... -explicó, y entre los dos la consiguieron levantar correctamente.

A su lado, Lombriz estaba teniendo el mismo problema, pero aún no se le había caído la tienda encima.

Para, para Lombriz, ¿has visto cómo lo hemos hecho? Este por aquí, y la tela por encima de este otro... -y con las indicaciones que le dio, Lombriz pudo terminar de montarla sólo.

Frontera empezaba a darse cuenta de algo. Conforme se mantenía activo haciendo tareas, aunque fueran sin sustancia, y ayudando a los demás, su mente no divagaba hacia las usuales preocupaciones y pensamientos tristes, por lo que no sentía la necesidad física de empapuzarse la boca llena de hierbas de efectos indefinidos. Se sentía contento ayudando. Se sentía bien.

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DÍA: QUINCE DEL MES.

AVANZADA LA TARDE. - NUBLADO.

Tras el puñetazo a Cielo, Barril le vio partir en dirección a la escalera y se desentendió del Infante. Parecía que los que quedaban aquí estaban tan enfermos que apenas hubieran podido hacer frente al peligro que había allí abajo con garantías de éxito. Tenían un lugar para descansar, y eso era lo importante.

El grueso de la Compañía empezó a llegar de manera algo penosa hasta las ruinas. Barril no se encontraba mucho mejor, pero mantenía el tipo y podía moverse con cierta normalidad, no como muchos soldados que parecían estar medio paralizados por el frío. Aquello tenía cada vez más un tinte sobrenatural. Vio como se acercaba Lagrimita y recibió su informe.

— Bien hecho, Lagrimita. Ahí dentro hay un cadáver de un insecto enorme. Supongo que habrá que sacarlo de ahí antes de que empiece a apestar, pero tú que haz lo que tengas que hacer con el tema de los heridos y enfermos. Has obrado bien a ese respecto. — Concluye Barril en voz baja.

— Dolor, coge a Cielo, Grito y Matador y sacad esa cosa escarabajo de ahí dentro; la gente descansará más a gusto sin ese bicho enorme cerca. —

Después Barril busca la distinguible figura del Capitán al que se aproxima para dar novedades.

— Capitán, hay unas escaleras que llevan a un sótano. Hemos explorado el subterráneo escaleras abajo, y en la base nos topamos con una especie de monstruoso escarabajo de unos tres metros que al despertar parece que tenía ganas de hincarnos el diente. Le hemos dado muerte y buscado más posibles peligros ahí abajo, pero parece que no hay nada más. Una segunda batida no estaría de más por aquellos que tengan  un ojo más agudo.

En otro asunto, hay algo que deberías ver. Analista y Serpiente han hallado cierta información interesante allí. — Barril señala la zona del altar mas al norte. — Si me requieres para algo te acompaño, Capitán. —