Partida Rol por web

MAÑANA SIGUIENTE: SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Ballestero formó con sus compañeros. Miraba y escuchaba todo aquello que hacían sus hermanos un poco ausente. En realidad había dormido mal y tenía sueño, pero su actitud inexpresiva y su lenguaje corporal ofrecían una imagen ominosa, desagradable, incómoda. Tener a ese tipo a tu lado, que sabes que está vivo y respira, pero no lo notas, y casi parece como si te robara el calor...

Él, mientras no suspiraba interiormente, tomaba ánimos de su reserva interior, que la experiencia del día de antes había cargado en grado sumo, y la usaba para no despistarse, otear el bosque en derredor y vigilar todo aquello que rodeaba a Analista, en busca de amenazas.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Había entrado en las ruinas de nuevo seguido por toda su Escuadra, si bien sólo le siguieron de cerca aquellos que estaba designados para el segundo grupo de exploración. El resto de los Infantes, sin duda aleccionados por el grueso Oscuro, siguieron con sus labores.

Cabo Barril formó con unos rápidos gestos a los miembros del pelotón, tras lo cual siguieron las arengas de Capitán y Analista. Observó por el rabillo del ojo como Campaña engullía una ración de casi una vez, adelantando su manaza para pedir más. No había recibido instrucciones específicas al respecto, así que no lo corrigió. Así era su sobrino; no tenía maldad (no mucha) y actuaba como un niño en muchos aspectos.

El orondo Cabo no creyó que fuera el momento de dirigirse a los hombres, ya tendrían tiempo en el camino de ponerles al día con ciertos aspectos que debían conocer. El hablar en este momento sólo serviría para crispar unos ánimos ya revueltos, fuera aparte de que alguien más quisiera dar su opinión, o cosas así. Hasta vino bien que Serpiente interviniera; el focalizar los malos deseos de una mayoría en un blanco hacía que no tuvieran tiempo para pensar en mucho más, y Serpiente era un experto en ponerse bajo las luces de las candelas para llamar la atención.

Sí que se dirigió brevemente a Cabo Ponzoña.

— La Infantería queda a tu cargo, Cabo Ponzoña. Dejé a Grito como encargado de los que quedan aquí, es el más veterano. Sírvete de usarle como canal para con el resto. —

Dirigió una mirada a Pelagatos y Palomita, que se preparaban para una excursión al lago en busca de agua. No estaba muy convencido de ello, pero se guardó su opinión para sí mismo. Esperaba equivocarse, eso sí.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Rastrojo se alejó de la "reunión" de los Hostigadores con la mosca detrás de la oreja. Aquellas alabanzas de Ponzoña... ¿eran sarcásticas? Quizás un modo de burlarse de Rastrojo, pero no tenía sentido que hubiese sumado a Uro y a Campaña. Concluyó pronto de que Ponzoña se había fabricado una coartada: decía delante de testigos que estaba orgulloso de Rastrojo, y cuando Rastrojo se fuera... Se lo imaginó rasgando su tienda con un cuchillo, fumando de su pipa y eyaculando sobre su esterilla.

Brrrm... alejaos, pensamientos perturbadores, de mi mente...

Tampoco pasó desapercibido para el sagaz chamán la mirada pétrea del pétreo Uro. Le respondió con un pulgar hacia arriba, creyendo que había conectado con su compañero e interpretando su gesto como un agradecimiento y no como una mirada asesina por haber dicho delante de todos que Uro no sabía contar. En cualquier caso, Rastrojo le dedicó la misma mirada a Campaña cuando le vio hacer trampas para conseguir una ración extra.

Yo sí necesito una ración-dijo Rastrojo a Analista, dando un paso al frente.

Tendió las manos y recibió un trozo de comida que no cumplía sus expectativas. Tomó un mordisco en aquel momento para quitarse el sabor a escarabajo de la boca. Cuando era recluta comía una sola vez al día. Aquella demostración de brutalidad de Campaña infravalorando la comida sin degustarla ni disfrutarla era el peor de los pecados. Rastrojo se guardó el resto de las provisiones en la mochila. Podía ir comiendo a los pocos, disfrutando de cada bocado a lo largo del día. Después de todo, aquella iba a ser su última cena antes de visitar a los mortíferos enanos muertos, Rastrojo no tenía prisa por acabarla.

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-Me encargaré de ellos -dijo Ponzoña-. ¿Les has dado alguna instrucción específica que deba saber?

En su diestra mantenía la ración que le habían proporcionado. No era gran cosa y justo serviría para paliar el hambre de aquel día. Esperaba que pronto cambiaran las cosas o su situación pasaría de penosa a dramática y tal vez tuvieran que empezar a carroñear como buitres.

Aguardando la respuesta de Barril empezó a mordisquear su ración. Su estómago pronto pareció cobrar vida, y lo que no había sido sino una simple tristeza en las tripas, se convirtió en un hambre voraz.

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El Hiena había preguntado y Cabo Barril le respondió con prontitud. Parecía que el líder de los Hostigadores también empezaba a tener algo de gazuza, por como empezaba a dar un tiento a su ración de carne, queso y pan.

— He elevado a trinomios las guardias, por el asunto de los pequeños no muertos. No sabemos si han podido rastrearlos hasta aquí. Aunque si fuera el caso, espero encontrarlos de camino aquí.

Como son cinco, si puedes asigna un Hostigador al segundo trinomio para dar continuidad a las guardias; si no es posible, se quedarán en un binomio. Grito queda a cargo de ellos en lo que no les des consignas directamente. —

Luego el grueso Oscuro se acercó al Cabo Ponzoña, al que dijo algo en voz algo más baja.

— No me convence que esos dos vayan solos a por agua. — Señala a Pelagatos y a Palomita. — Están bastante para el arrastre, yo estaría pendiente de su regreso. —

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-Me encargaré de asignar a alguno de los hostigadores. No te preocupes por ello. En cuanto a lo otro, tampoco lo creo oportuno. Estaré pendiente -dijo igual de escuetamente Ponzoña-. Buen viaje y buena suerte, Barril. Dependemos de ello. Que los dioses os protejan.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS

La intervención de Serpiente fue asombrosamente directa, para los estándares del mago... O quizás es que se había habituado a sus rodeos menos esquivos a aquellas alturas. Por desgracia, seguía acarreando las negras palabras habituales, aunque no por ello había perdido ni un ápice de razón. 

-Bien lo sé, Mago Serpiente-replicó, con una triste sonrisa-pero eso queda en manos de nuestra partida de exploración y de lo que el destino nos guarde. Partid entonces, y que la suerte nos acompañe a todos-finalizó, dirigiéndose a los miembros del segundo grupo explorador.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Indómito tras terminar la reunión de infantería se acerca a Grito.

—Ayudo a los cinco heridos parte de la noche en turnos con Plumilla y Capitán que parecen enfermos. Aunque siento ahora hambre no desayuné escarabajo sino un trozo de carne, puedo esperar a mañana. Puede ser mejor asignarme en guardia del trinomio ya que al no estar recuperado de mi estremecimiento por el frío cogido, unas tres cabezas o seis ojos ayudarán mejor —informó a Grito para que le asignará la guardia lo mejor posible.

Indómito después de hablar con Grito, intentará ayudar a bajar algún herido si es que queda por allí y en todo caso bajará abajo con los heridos para organizar las guardias con Plumilla y Capitán.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Luego de dejar su bolsa de monedas allí donde le había indicado PONZOÑA, URO dio por terminado aquel episodio. Aunque en su interior, la sombra de una duda comenzaba a crecer. Pues no estaba del todo seguro de si el estricto proceder del CABO BARRIL hubiera sido tan quisquilloso de haber sido un Oscuro quien provocara semejante desplante.

Probablemente si. Pues el veterano luchador nunca había evidenciado otras preferencias entre sus hombres, que no fuesen aquellas motivadas por el valor y la fuerza demostrada por cada uno, o sus desempeños en combate. Pero de todos modos, lo verdaderamente interesante, había sido la pronta reacción del recientemente ascendido PONZOÑA para marcar su territorio. Una actitud que hizo surgir una siniestra y casi imperceptible sonrisa en el duro rostro del antiguo Cazador de Cabezas...

Sonrisa que se desdibujó de inmediato al escuchar las palabras del despreciable RASTROJO. A quien el fornido guerrero dedicó una muda pero penetrante mirada que duró largos instantes. Lo bastante como para incomodar a cualquier persona sensata y que apreciara su capacidad de continuar respirando.

Sin embargo, URO no pareció darle mayor importancia al asunto. Y pronto se encaminó a formar junto al resto de los miembros de la expedición. Aunque previamente se acercó a la llamada PALOMITA, quien se ofrecía para ir a cargar los odres al lago cercano, entregándole el suyo sin pronunciar palabra. El viejo pellejo del Hostigador estaba completamente vacío. Así que tal vez aquella era una buena idea para ahorrarse la caminata.

Luego comenzaron a entregar las raciones de comida, y URO ocupó su puesto para hacerse con una. Casi no había probado bocado desde la tarde anterior. Pues se había rehusado firmemente a ingerir aquella pulpa inmunda y maloliente en que se habían convertido las entrañas del bicho gigante que habían cazado. Así que, en cuanto tuvo algo de comida en sus manos, de inmediato comenzó a dar cuenta de ella, mientras el resto de sus camaradas terminaba con los últimos preparativos para el viaje.

Mientras estaba en ello PONZOÑA se acercó para reunir a los Hostigadores designados y les comunicó algunas recomendaciones. URO lo escuchó en silencio, sin pronunciar palabra y sin dejar tampoco de masticar con aquella brutalidad tan propia de un león famélico.

Cuando el Hiena hubo terminado, simplemente se despidió con un gruñido ininteligible, dando al menos la sensación de que había comprendido todo... aunque le importara un pimiento. Por último, se encaminó junto al resto de los que comenzaban a abandonar el improvisado refugio.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Al fin el segundo equipo parecía lo bastante preparado como para que el Capitán ordenase su partida. Si había llegado a albergar la esperanza de poder pasar la noche en un sitio menos tétrico que aquel, la altura del sol terminó de quitársela. Bastante sería que el grupo encontrase un refugio para sí mismos. Eso, o los verían regresar en plena carrera con las primeras sombras. Por mucho que la Pitonisa augurara que encontrarían ayuda allí donde marchaban, no terminaba de estar tranquilo. 

Aprovechando el último lapso, termina de apurar su propio pellejo de agua y lo tiende a los jinetes para que se pudiera sumar a la recogida. - Uno más. 

De regreso con la comida hace repaso de los que quedarían atrás, dispuesto a hacer entrega de su ración correspondiente a quien le faltase. La lista era corta. - Necesitaré una cuerda de cuentas.

Aparentemente los cabos Barril y Ponzoña se habían olvidado por ahora de los campamenteros para organizar las guardias, lo que le permitía terminar con aquel encargo antes de seguir con cualquier otra cosa.

- Disculpe, Capitán. ¿Dónde quiere que deje el resto de la comida, cuando finalice el reparto? - No le hubiese importado guardarla él, pero órdenes eran órdenes.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Su mirada permanecía en el vacío mientras unos repartían comida y otros trataban de trampear la cantidad de comida recibida. Nada de aquello le importaba en exceso, sabía que podía tanto soportar más de un día sin comer como conseguir comida si le dejaban perderse un poco.

Entonces algo le hizo saltar como un resorte. Eran las palabras de Capitán invitándolos a marcharse. Al fin. Sonreía aliviado y parte de la tensión se deshizo. No esperó ninguna orden para romper filas y revisar su equipo. Una vez hecho todo partió con premura hacia la salida, girándose hacia el resto del equipo de exploración.

¡Vamos!

Imperó. Agitó con cierta emoción e impaciencia los hombros.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Volví tras entregar mis mobedas a mi carro. Veo claramente como nadie se ha ocupado de ellas. ¿Acaso eso no lo hacían los Campamenteros?

Las suelto de la carreta y las llevo a que pasten un poco, fuera de la iglesia. Las vigilo, ballesta en mano.

Vuelvo a tiempo de ver el reparto de comida. Me acerco y pido una ración, que como. Luego, reabro mi negocio usando la propia carreta. 

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

En cuanto la segunda expedición se alejó, Palomita se dio cuenta que ellos deberian hacer lo mismo cuanto antes, lo cual le permitiria alejarse de esas ruinas y sentir aire fresco a su alrededor.

Dio dos palmadas a los flancos de Jerilfante y tomando sus riendas y los odres vacios que le habian llevado, se encaminó junto a Pelagatos hacia la salida, deteniendose tan sólo un segundo junto a Capitan - Estamos listos, todo lo listos que podemos estar ahora mismo. Volveremos en cuanto podamos - La mujer aguardó tan sólo unos segundos por si habia alguna orden a mayores y entonces se puso en marcha

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Vio partir a la segunda unidad de exploración, con ganas de estar en ella. Pero entendía que en su estado estremecido probablemente sería más que un riesgo, y que también podía ser útil en la Maldita Iglesia.

Así que se dirigió a Grito, que había quedado al mando de los infantes.

-Estoy dispuesta para la primera guardia, he comido y descansado. Dime con quién hago trinomio, y voy a buscarles. 

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Cuando la partida de exploración finalmente partió, Grito se dirigió al resto de la infantería a fin de organizar las guardias tal y como el cabo había dispuesto.

Se que todos vosotros hubierais preferido partir con ellos y no permanecer aquí, esta maldita tierra y su frío no nos dejarán fácilmente pero no podrá con nosotros.  Aunque nos quedemos en el campamento tenemos una misión igualmente importante, proteger el campamento de toda amenaza, el cabo nos ha confiado la seguridad del resto y nos debemos a nuestra misión.

Las palabras de Grito intentaban levantar la moral de sus compañeros, podía ver en los ojos que aquellos soldados necesitaban sentirse útiles y dejar la enfermedad atrás.

Derviche, Indómito y yo mismo haremos la primera guardia.  Preocupado y Romo descansar junto al fuego, os ocuparéis del relevo junto a uno de los hostigadores, el cabo ya lo dejó dispuesto con Ponzoña.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Tras la marcha del segundo grupo de exploración, tocaba esperar. Grito comenzó a repartir las primeras tareas a los hombres que se quedaban bajo su mando, y le tocó descansar y hacer la segunda guardia.

Si señor- le contestó. Tras esto miró a Derviche- espero que no tengáis problemas con vuestra guardia.  

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Recogió todos los odres que le ofrecieron y estaban vacíos y los llevó en varios viajes hacia Orgullo. Una vez allí los cargó sobre el caballo atándolos con fuerza para evitar que se desprendieran. Finalizado eso acarició a su animal y le susurró unos palabras cortas al oído. No tardó mucho en clavar su pie en el estribo y alzarse encima del animal.

Orgullo estiró las patas y cabeceó un poco, bien sabía lo que significaba tener a su jinete encima, iba a salir de paseo y eso claramente alegraba al animal que comenzaba a estar agobiado de permanecer encerrado mucho tiempo. No era algo extraño, todos lo estaban y no eran bestias, al menos la mayoría.

—Listo y preparado, salgamos ya, antes de que el día avance —dijo con plena conciencia de lo que llegaría al anochecer—. No tardaremos —añadió para tranquilizar a cualquiera que pudiera preocuparse por su ausencia.

Dicho eso tocó con sus talones a Orgullo indicándole que debía comenzar a moverse y marcó tirando de las riendas el lugar al que deseaba ir.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Tras un rato hablando con Tarado y Derviche, Lombriz se acercó cojeando al resto del grupo, serio y con los ojos entrecerrados.

-¿Quien repartía la comida? si todavía queda y puedo, querría coger un trozo de algo, para comer antes de dormir por la noche- Tras escuchar a Grito, respondió tras encogerse de hombros. -Yo hubiese preferido seguir antes, pero el segundo jefe Frontera no quiso, ahora tan solo tendremos que tener nuevamente cuidado con las sombras nocturnas-

Se tocó a través del taparrabos su dolorido paquete. -Ahora se me han enfriado los golpes, y me duelen el doble, seguro que a ti también Grito, no hagas sobreesfuerzos esta noche-

Esperó allí, a ver si alguien le indicaba algo.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Miro a Lombriz. Parece realmente dolorido, y frunzo el ceño.

¿Quieres que llame a Plumilla? Igual ella tiene algo para el dolor y para que puedas descansar bien.