Partida Rol por web

Attar se dedicó en las noches anteriores a entrenar duramente. Algo le quitaba el sueño, un ansia por moverse, por la acción…Sin embargo, cada día que pasaba lo llevaba un poco peor, a si que suponía que no tardaría mucho en ser capaz de dormir como un lirón.

Además, estaban los gritos. Alguna idea peregrina había pasado por sus obtusos procesos mentales al respecto, pero cada vez tenía más claro lo que había en el bulto, y no le gustaba nada.

Además, fiel a su petición, la Quinta intenta aprender en lo posible las artes de la esquiva y de la lucha cuerpo a cuerpo. Cuenta con R'Gaa y Ponzoña para ello, pero en alguna ocasión se la ha visto incluso sola, saltando y persiguiendo a su propia sombra alrededor del fuego. Aún muy inexperta se cansa pronto, pero aún así insiste.

PONZOÑA:

- Te esfuerzas mucho, pero has contraído una molesta fiebre que te impide concentrarte.

- No logras progresar apenas en tu entrenamiento.

Mentiroso de explorador, pateando colinas y oteando por si ve «enemigos misteriosos»... Quién se lo iba a decir... Él era más un mercader que un explorador, y pasar tanto tiempo a la intemperie ni le gustaba ni le sentaba demasiado bien. Por eso, la posibilidad de ir hacia el norte, hacia su antigua tribu, le traía sentimientos encontrados. No le apetecía, no quería que le vieran, pero allí probablemente podría ser más útil en lo que fuera que tuviera que hacer la Compañía allí. Mientras tanto... «¡Espero que no vengan por aquí!»

La primera noche, en el campamento, se acercó a Peregrino. No hablaba mucho, y quizá no fuera el mejor maestro, pero casi siempre andaba solo en sus cosas y quizá le respondiera. Se lo encontró dándole a la espada, parecía ocupado. Quizá pensaba estar así hasta desfallecer...

Empezó a hablar en Oscuro, con algo de dificultad pero comprensible. -Hola, Peregrino. Tú tienes buena habilidad con la arma. Tú y yo no hemos hablado mucho, pero, ¿tú puedes enseñarme a mi a hablar bien Oscuro? ¿Cuando termines?

No respondió. Quizá en otro momento... Mientras tanto, Mentiroso intentaba repasar mentalmente cómo decir cosas, manteniendo diálogos consigo mismo. Y si Peregrino no le ayudaba, quizá Pelagatos o algún otro accediera...

Al amanecer del cuarto día Campaña se levantó decidido a comprobar el estado de su herida. Durante los últimos días se había sentido bastante mejor, ya no se había vuelto a notar débil ni cansado y además Lengua Negra le había permitido descansar durante la noche, lo que había acelerado el proceso de curación. Sin duda, la guinda del pastel fueron los cuidados de Ojopocho y aquellas hierbas que le había colocado en la herida unos días atrás.

Con la curiosidad y el entusiasmo de un niño que abre un presente, Campaña retiró los vendajes poco a poco. No estaba seguro de si tendría que volver a utilizarlos, de modo que fue sumamente cuidadoso para no romperlos. Cuando terminó pudo ver como la herida se había cerrado. La carne alrededor del corte estaba aún enrrojecida y sobre la excepcionalmente pálida piel de Campaña se notaba aún más. El gigante sucumbió a la curiosidad y se tocó con delicadeza la carne cicatrizada. Notó que aún estaba blanda, pero ya no sangraba y podía moverse con libertad sin que la tensión de los músculos amenazara con abrir de nuevo la herida.

Contento de nuevo, Campaña se pusó de pie de un salto y se sintió con todas sus energías de nuevo. Tan desbordado estaba que tuvo la irrefrenable necesidad de correr. Comenzó a correr alrededor del campamento y vio que podía hacerlo más rápido, así que aumentó la velocidad. Se sentía libre y lo expresaba gritando y vociferando.

- ¡Campaña está curado! ¡Campaña está curado! - gritó con euforia

Tras un par de vueltas al perímetro del campamento Campaña llegó corriendo junto a Ojopocho, quería darle las gracias por todo. Se plantó delante de él y al principio no supo si hacerlo o no, pero finalmente se decidió.

- ¡Campaña está curado! Ojopocho es un curandero magnífico... Ojopocho es... Ojopocho es amigo de Campaña - y no pudo contenerse más y se lanzó sobre Ojopocho en un fraternal abrazo.

La escena resultaba cómica pero era la forma que tenía Campaña de expresar su gratitud.

Jabalí se había habituado a la rutina de andar, vigilar y en los pocos descansos que tenía había empezado a practicar ya fuera con cualquier voluntario, fuera de la raza que fuera, lo importante para el ex-León era mantener la forma, y estar preparado para cualquier contingencia de origen animal o humano, el hecho de que los mandos no dieran precisión a las ordenes le hacía cabecear de como era posible un mando que tuviera tan poca presencia, solo su origen atinaba a saber porque había sido elegido.

La primera noche, cuando Mentiroso se me acercó para hablar, yo estaba practicando con la espada. La escondí disimuladamente cuando la vió pero no pareció notar lo especial de ella y de que yo la llevase. Le escuche, pero hablaba en Oscuro, por lo que le hice una mueca con el rostro de que no entendía que él estaba diciendome.

Esperé a que se fuera antes de continuar, pues no es algo que pueda hacer con compañia.

Portaestandarte está cada vez más inquieto. Probablemente sufra claustrofobia o nauseas por viajar en el carro envuelto en telas.

Habría que dejarle salir de vez en cuando, y los Hostigadores descubrirán su presencia.

Lo cierto es que ya saben que hay alguien, y sospechan quien es, el que no se les diga sólo les pone más nerviosos.

Antes de entrenar, Sacorroto se entretuvo un rato en montar su tienda de campaña y en dejar las cosas en el interior. Cerca de ella sacó su espada y estuvo entrenando suavemente durante un rato. Le dolían los brazos de la caminata y, la verdad, es que tenía pocas ganas de entrenarse. Pero estaba claro que mucha conversación no iba a tener así no le quedaba más remedio si no quería aburrirse. Cuando terminó se dio una vuelta por el campamento a ver que como entrenaban los otros. no estaba de más conocer a sus compañeros. Durante el tour pudo ver a Campaña correr como un loco por el campamento. Pensó que sería alguna clase de ritual antes de la batalla. Aquella mole parecía estar contento. De vez en cuando echaba un vistazo a su tienda, seguía sin fiarse de aquellos malhechores.

Ojopocho... el escuálido y delgado negrito quedó atrapado entre los enormes y gruesos brazos blancos de Campaña, agradecía la consideración pero tanto amor podría matarlo por asfixia... o diabetes - Vale vale blanquito - dijo escabullendose, otros les miraban, no era una escena usual - Al menos ahora no creo me atropelle - Bromeó encogiendose de hombros y echándose a reír - Me alegro que la herida se cerrara tan rápido

Era curioso, no había reído desde que ingresara en la compañía, y Campaña lo había conseguido, el ojo derecho del K'hlata pestañeó molestandole, era dificil saber hacia donde miraba su ojo enrojecido. - Ahora a entrenar, tal vez esta noche tengas que abrirle la cabeza a algun indeseable que se acerque a la compañía, si no entrenas no tendrás fuerzas "Lobo que no corre, gacela que se escapa" ea ea - No tenía demasiado sentido, pero tampoco estaba muy aferrado a su propia cultura

Ojopocho se lo sacó de encima, quedando en su puesto y sonriendo una vez le dió la espalda, no sabía ni él mismo, que aquellos consejos que le daba su hermano mayor acerca de la sabana, sus animales, sus hierbas, y como sobrevivir a todo fueran a ser ahora, el centro de su vida y el nacimiento de su reputación. En un comienzo había creído que se alistó a la Compañía Negra para morir temprano, y ahora... tal vez... hubiera cambiado la perspectiva de futuro

Rastrojo pasó la mayor parte del tiempo ocioso. No había más trabajo que el de llevar el carro cómodamente sentado y el de hacer uno de los turnos de guardia al caer la noche. Quizás dar algún cuidado a las mulas que tiraban del carro y poco más. Se estaba pegando la vida padre.

Durante aquellos días había intentado hablar lo menos posible, y siempre que alguna conversación lo requería prefería usar palabras extrañas. Otra de las características de aquel viaje, es que había permanecido indiferente a los ruidos siniestros del carro.

Pero dormía poco... Tenía un miedo atroz a cerrar los párpados. Por eso todo ese tiempo ocioso no le venía mal, así estaba más descansado y aguantaba un par de horas más despierto. Solía pasar el primer turno tumbado boca arriba mirando a las estrellas, con lo que al final solo dormía durante el tercer y el cuarto turno.

Finalmente, en la noche del tercer día, Rastrojo se durmió haciendo su guardia.

Vi a R’Gaa acercarse a mí con una sonrisa en los labios. Oh, sí, sabía lo que eso significaba después de escuchar a nuestro amado líder. Pero ya que durante el viaje había tenido poco con lo que entretenerme esa era una oportunidad buena para hacerlo, más aun cuando no encontraba diversión en el supuesto “juego” que iba a ser nuestra salida. Así que sonreí también y soporté su descarada mirada con estoicismo a la vez que hablaba.

- ¿Y qué significa ayuda R’Gaa? ¿Por qué crees que necesito ayuda?, ¿porque lo ha dicho Lengua Negra? ¿Siempre crees lo que dice Lengua Negra? ¿Confías en él?-. Solo entonces paré con las preguntas, esa última era la que más me interesaba.

Durante el recorrido, Sicofante no le gustaba lo que "guardaban" en el carro, mas no dijo nada. Lengua Negra sabía porque llevaba aquella cosa, fuese lo que fuese. Él no haría preguntas mientras fuese controlable.

Sicofante aprovechó para entrenar durante estos días, mas no lo hizo de manera dura. Sabía que el viaje podía alargarse bastante, por lo que era mejor estar lo mayor descansado posible.

3 días más y seguía sin haber sorpresas. Bueno, dejando de lado los lamentos y quejidos del bulto del carro. Realmente no me interesaba saber qué había dentro. Tenía que ser algo horroroso o peor que un cerdo para estar viajando de ese modo. Por otro lado yo tenía todo el derecho de saber que había ahí dentro. No era lo mismo que esos k'hlata y mestizos...

Segundo turno de vigilancia de nuevo. Lo mejor sería entrenar con la espada. Obviamente no lo necesitaba, pero era la mejor manera de pasar el rato y aprovechar esas horas muertas hasta mi turno, cómo había hecho durante los tres días. El entrenamiento no era para nada duro. Aunque gracias a Orgullo no me cansase tanto como el resto y pudiese dedicarme a un entrenamiento duro, no tenía sentido extenuarse en esa situación.

El día a día, y eso que sólo han sido tres en total, ha empezado a convertirse en rutina. Para ella, para la tropa de Hostigadores. Pero no para él, oh no. Portaestandarte es un toro encerrado. Atrapado, encadenado en el Campamento ya sufría la reclusión, pero ahora... ahora la cosa era mucho peor.

Khadesa intentaba aliviar el peso. Le sacó de su saco, le quitó la capucha. Hablaba con él, aunque el gigantesco bruto guerrero le intimidaba. No podía liberarle de sus cadenas aunque estuviera tranquilo, pero le dedicaba tiempo y atención, se ocupaba de sus necesidades y le daba de comer.

Nunca se había atrevido a preguntarle directamente porqué había pedido que fuera ella quien les acompañara. Ni tampoco qué había sucedido entre su madre y su verdadero padre, claro está. De hecho, Khadesa pensaba en su fuero interno que Portaestandarte quizá sabía quién era ese hombre. Su padre. Pero no, no le preguntó...

Se habían dispuesto los turnos de guardia, y afortunadamente no había surgido ningún problema durante las frías noches de vigilia. Pero aquello no significaba nada, porque por experiencia sabía que uno debía esperar los problemas de lo inesperado. Tal vez, y después de escuchar comentarios, pretendían que se confiaran para pillarlos con la guardia baja.

De momento, durante las noches, no podían contar con el poderoso Campaña; pero estaba de acuerdo en que  descansara para recuperarse de sus heridas.

Mientras avanzaban por el territorio de Los Caimanes Negros tuvieron algo de tiempo para practicar lo que cada uno consideró. Al enterarse estuvo pensando qué hacer, pues ya no tenía la rutina de antes. Divisó a lo lejos a Ojopocho, aunque de momento lo descartó porque ya había hablado con Lengua Negra.

Buscó tiempo y un lugar apartado para comenzar a entrenar. No sería fácil, pero intentó una y otra vez agilizar sus movimientos. No iba a dejarse hasta la última gota de sudor en ello, más que nada porque tenían que cumplir una misión y no quería encontrarse exhausta. 

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Durante los días de viaje me había ido encontrando más animado, agradecía estar en la sabana. Durante las caminatas había notado que se le cargaban los músculos por la tensión, sin embargo descansaba bien durante la noche a pesar del frío.

Ya que la actividad de caminar mantenía bastante su forma, entrenaba moderadamente. Además, no quería cansarse en exceso pues debía estar alerta. Hacía algunas carreras cortas y después estiraba sus extremidades hasta que se veían tensas y realizaba algunos movimientos con su lanza contra un enemigo imaginario.