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La sombra del Norte

Capítulo 4: El Viejo Camino del Norte

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15/11/2017, 11:21
Rossuon Pairaniar

Rossuon se maldijo por fallar el golpe. Temió la respuesta de su enemigo y ya pensaba adoptar una postura más defensiva. Para su sorpresa y alivio el orco se derrumbó a causa de la primera herida infligida. El joven noble pensó por un instante que debería aprender a juzgar mejor la gravedad de los cortes. Bien podía haberse alejado para ayudar en otro enfrentamiento mientras su contrincante se desangraba. Poco hubiera cambiado, a excepción de que no hubiera estado recibiendo sus embates hasta su muerte. 

El gondoriano alzó la vista para comprobar el progreso de la batalla. Se apresuró para apoyar a sus aliados más cercanos y apenas vio más allá. El grito de Aular llamó su atención* y corrió contra el orco que lo enfrentaba con la espada en ristre. Hizo descender la hoja y aprovechó la velocidad para potenciar su ataque. 

- Tiradas (3)

Notas de juego

* Voy hacia el orco de Aular suponiendo que Gramj llega al que enfrentaba Aeth. Si no, voy a ayudar a Aeth. 

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17/11/2017, 22:51
Director

Cinco orcos se dirigieron hacía la carreta con intención de saquear, raptar, asesinar o lo que fuera que hubiese pasado por sus mentes nubladas por la Sombra Oscura que regía sus acciones. Aceroamargo sólo contaba con tres hombres de Elacar para darle apoyo, el resto habían acudido a la emboscada, y el resto de los hombres que se encontraban en aquel grupo eran asustados mercaderes de panzas amplias y brazos fofos o demasiado refinados para empuñar un arma, por no hablar de las mujeres o los niños.

Aceroamargo se preparó en una buena posición de combate, con el escudo firme y la espada lista para el ataque. Inmediatamente después de que Dimrod y el resto siguieran a Elacar hacía el bosque, se había armado con su yelmo y todas las protecciones para estar listo por si se veía en una situación como aquella. Cuando consideró que el orco estaba lo suficientemente cerca para quedar dentro de su alcance, saltó sobre él blandiendo la espada delante suya, sin embargo Aceroamargo se precipitó en su ataque y la espada pasó lejos del rival. El orco devolvió el golpe inmediatamente pero no fue problema para el dúnedan alzar el escudo para bloquearlo

- Tiradas (1)
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17/11/2017, 23:06
Dimrod

-¡Ayuda a Aeth! - Le gritó el veterano eriadoriano a Eoden después de haber matado al orco con el que éste se enfrentaba. Inmediatamente después, Dimrod se dirigió hacía el enemigo que acababa de mutilar al dorwinrim.

-No, otra vez no. Otra vez no. -Se lamentaba en su mente. Ya había perdido al bardo, no podía ahora dejar que otro de los miembros de aquel grupo cayera en una escaramuza que, además, ya estaba controlada. Por muy impertinente que pudiera resultar Aeth, era uno de los suyos.

- Tiradas (3)
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17/11/2017, 23:23
Director

Aeth había caído al suelo, con un brazo cercenado por la cimitarra del orco que ahora se relamía frente a él preparado para asestarle el golpe de gracia al malherido hombre de Dorwinion. Pero entonces llegó el enano Gramj enrabietado para salvar la vida de su compañero. El martillo del enano consiguió dar un buen golpe contra el escudo del orco y causarle una dura contusión, aunque el orco había tenido tiempo de acomodarse para defensa en el último momento. El orco contraatacó inmediatamente tratando de ensartar al enano con la punta de su arma, pero la coraza de éste era de duro metal, forjada por hábiles herreros enanos y gracias a eso Gramj no tuvo que lamentar heridas.

Los oponentes inmediatamente contiguos a esa zona eran Aular y el orco que había logrado abrir una pequeña herida en la piel del animista. Aular había visto por el rabillo del ojo como caía Aeth y no pudo quedarse impasible ante lo sucedido. Se giró hacía allí y a pesar del peligro que suponía darle la espalda al rival que quería matarle corrió hacía Aeth mientras pronunciaba unas palabras en voz baja. El animista alzó la mano y tocó suavemente a Aeth, a quien se le escapaba la vida en esos instantes. Los Valar tuvieron a bien prestar a Aular parte de su poder para recuperar algo de la salud del perjudicado Aeth. Sin embargo, poco más podrían hacer por él si no detenían la hemorragia de su brazo y le atendían rápidamente.

Pero Aular había sido seguido por una encorvada sombra negra que alzó su espada con un brillo gris en la mañana para descargar contra él un golpe para el que el animista no tendría oposición alguna. Aular ya se encogía y cerraba los ojos con fuerza para prepararse para lo peor, cuando la punta de una espada asomó repentinamente por el vientre del orco. Rossuon había llegado por la espalda justo a tiempo para apuñalar al orco con un brutal ataque. El orco cayó sin vida cuando el dúnadan liberó su espada. 

Yulma lanzaba una flecha contra su objetivo, pero la flecha se perdía en la profundidad del bosque. El orco, en lugar de devolver el ataque, miró a su alrededor y al ver como todos sus compañeros iban cayendo se dio la vuelta y se internó en el bosque para huir de allí a toda velocidad mientras aún tuviera tiempo. Elacar y los suyos se encargaron de rematar a los orcos que no tuvieron tiempo de huir. El combate había finalizado con victoria otra vez, pero posiblemente a un coste demasiado elevado de nuevo.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Asalto 5:

-Gramj consigue un crítico B, pierde 4 puntos de vida.

-Aular pierde 1 punto de vida. Es necesario que haya contacto para el hechizo, por eso lo relaté así. Salió bien gracias a Rossuon.

-Aeth recupera 9 puntos de vida.

-Rossuon consigue crítico D y pieza.

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18/11/2017, 10:26
"Aceroamargo"

Estaban en desventaja numérica, pero la diferencia no era tan grande pues estaba seguro de que los toscos orcos nada tendrían que hacer frente a cuatro soldados bien pertrechados. La primera embestida resulto infructuosa, la espada de Aceroamargo no impacto en su objetivo, aunque al menos el arma de su enemigo corrió igual suerte. Un intercambio de golpes que no cortaron mas que el aire.

El gondoriano sabia que no podían ceder un solo metro, ni dar cuartel a la escoria que los atacaba. La vida de los civiles, inocentes, estaba en juego. Su deber, y el de los hombres de Brazoafilado no era si no velar por su seguridad. Como soldado entregaría su propia vida, si era necesario, por aquellos hombres, niños y mujeres en peligro.

El dúnadan afianzo su posición, y dispuso su espada para asestar un nuevo golpe. Tentado estuvo de dar ordenes, pero no lo hizo. Era un semejante a sus compañeros, un mero soldado, aunque no dudaría en usar sus conocimientos llegado el momento.

Parapetado tras su escudo, volvió a la carga. Cuanto mas durase aquella situación mayor seria el peligro. Su arma xilvo de nuevo en busca de una cabeza que decapitar.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Olvide sumar el +53 del ataque. 1d100 (32)+53=85

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19/11/2017, 00:56
Yulma Tarmaelen

Lejos de aliviarse, Yulma gruñó por lo bajo al ver huir a su presa. Aquel orco había tenido suerte de no acabar perforado por el acero de sus flechas.
Se levantó para ver el resultado de la refriega. Tal y como había intuido, todo había terminado. Había sido un combate brutal y ella apenas había podido hacer nada. Se sentía agotada y frustrada por no haber podido ayudar a sus nuevos compañeros. Al menos hemos protegido la caravana con éxito, pensó para serenarse.
Fue entonces cuando vio a Aeth tumbado junto al enano Graml.

¡Aeth!

La elfa se movió como una exhalación hasta estar junto al Dorwinion. Sin ningún miramiento, se arrancó un trozo de su camisa de viaje. Hacía poco que la había lavado en un riachuelo cercano y confiaba en que estuviese limpia.

Rápido, ayúdame a incorporarle —le dijo a Gramj —. Hay que actuar rápido. Debemos detener la hemorragia o podría tener serios problemas. Una buena hoja habría hecho un corte limpio, pero las cimitarras de esos desgraciados son curvas y trinchan más que cortan.

Con sumo cuidado, intentó practicarle un torniquete en el brazo amputado tras limpiar como pudo la herida.

- Tiradas (1)
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19/11/2017, 10:16
Thund

Los orcos se retiraron presas del pánico al perder a unos pocos de los suyos, sin duda el engendro al que se enfrentó Thund habria corrido la misma suerte de no ser porque huyó junto a los suyos. El enano habría presionado tras ellos, pero uno de los suyos yacia e el suelo gravemente herido.

Sin tener conocimientos más que rudimentarios sobre que hacer y que no ante semejante herida, decidió que lo mejor era quedarse cerca y ayudar en lo que pudiese, asi que cuando la elfa pidió ayuda para incorporar a Aeth, se afanó en colaborar sin decir nada, pues a su entender, no habia mucho que decir, más bien lo contrario, callar y dejar hablar a quien pudiese aportar algo.

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19/11/2017, 10:33
Director

Aceroamargo estaba bien protegido, pero aquellas criaturas eran endiabladamente rápidas y el orco tomó ventaja en esta ocasión para atacar primero. Al ver su iniciativa ganada, el dúnadan se parapetó tras su escudo a la espera de recibir la acometida. La cimitarra de hoja curvada y descuidada, pero aún así afilada y peligrosa, logró impactar en el cuerpo de Aceroamargo. Afortunadamente el filo no tenía la suficiente calidad como para atravesar la pesada y dura cota de malla que el soldado cargaba encima.

Aceroamargo quiso contraatacar pero su espada nuevamente no logró alcanzar al ágil rival que parecía dominar perfectamente el arte de la esquiva. A su alrededor, los hombres de Brazoafilado contenían a los otros orcos intercambiando golpes con ellos de igual manera que lo hacía él. Por el momento, la balanza se mantenía en un delicado equilibrio.

- Tiradas (2)
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19/11/2017, 10:45
Elacar Brazoafilado

Elacar había dirigido la incursión con éxito y sus hombres remataban a los orcos malheridos que todavía quedaban en el claro del bosque, el resto había huido y Brazoafilado ordenó que no se les diera caza. Puesto que había cosas más importantes que atender y aquello podría demorarlos demasiado. Elacar dio instrucciones sobre cómo proceder a sus hombres, incluyendo la liberación de los presos de los orcos. Eran un total de diez personas, hambrientas y sedientas, heridas o mutiladas en algunos casos, que habían pasado las peores desdichas en los últimos días y agradecieron enormemente su liberación.

Elacaer se percató de un pequeño tumulto en el claro, donde Aeth había caído inconsciente y los demás trataban de atender sus heridas. Fue hasta allí y observó como Yulma preparaba un torniquete para tratar de frenar la hemorragia que desangraba al pobre Aeth.

-Debéis cauterizar la herida. -Dijo Elacar. -Esas cimitarras de los orcos pueden infectar un simple corte y si eso ocurre su vida correrá peligro. -Sabía de qué hablaba, había perdido un brazo de forma similar.

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19/11/2017, 12:30
Rossuon Pairaniar

Rossuon creyó haber llegado a tiempo esta vez. Pero cuando el cuerpo inerte del orco se desplomó frente a él, vio lo que las prisas y el caos de la batalla le habían ocultado. Aeth yacía en el suelo con un brazo amputado. Lo que explicaba la repentina carrera de Aular. Aún con la tensión del combate, se giró con el escudo en alto para proteger la posición y que sus compañeros pudieran atender al herido sin peligro. Descubrió que el enemigo huía. Habían ganado. Amarga victoria...

- ¡¡AAAAAAAAAHHHHHHHH!! - gritó y lanzó su espada con furia, clavándola en el suelo frente a él. 

Respiraba con fuerza intentando liberarse de su frustración. Aunque no tuviera gran simpatía por el Dorwinrim era uno de los suyos. Y quizás si no hubiera pisado aquella rama... Sacudió la cabeza. La falta de comodidades no era lo peor de la vida que le habían forzado a experimentar. Se preguntó cuántas perdidas cargaban los presentes a sus espaldas y qué los impulsaba a seguir adelante. 

Mientras se enzarzaba consigo mismo, intentando afrontar la situación, vio de reojo la liberación de los cautivos. Vislumbró la posible enseñanza que su maestro y su padre habían conjurado para él. Aunque estaba demasiado absorto temiendo quién sería el siguiente. 

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19/11/2017, 16:34
Hunkel Saeta de Hierro

Hunkel vio la derrota cerca cuando la victoria cayó sobre de ellos; aunque ya estaba listo para recibir al orco que se lanzaba contra él con su escudo y martillo en manos, agradeció cuando uno de los combatientes aliados se hizo cargo de aquel orco.

No obstante, la victoria de nuevo le sentaba mal, ahora Aeth había caído, y no es que simpatizará con aquel hombre, de hecho, todo lo contrario, pero para nada le deseaba aquello que le había pasado. Más aun, aquello le dolía tanto como la muerte del elfo, y eso porque todo aquello no tenía sentido.

-¿Como vas a saldar la cuenta Dimrod?- exclamó el enano sumamente enfadado, aquella lucha no era de ellos, no eran soldados, ni cazadores de orcos, ni muchos menos héroes. Los orcos debían morir, pero de ser así, era preferible regresar y traer a un fuerte contingente desde Bree, -dos de los nuestros han caído por nada, ni siquiera recibimos una paga justa contra tanto peligro, ni sabemos todos los secretos que escondes. Aquellos ladrones buscaban algo, aquello no fue casual. Y ahora esto, una pelea por la que no nos estas pagando. Nos contrataste como escoltas pero no es empleas como soldados mercenarios-.

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20/11/2017, 00:04
Aular Robleviejo

Aular decidió dejar de defenderse para tratar de atender al herido, salió corriendo y posó sus manos sobre él, haciendo lo que sabe hacer. Esperó que hubiese valido de algo, creyó que sí... Cuando acabó escuchó un grito encolerizado, al girarse lo vio, seguramente el fin... Se acordó de Oromë y miró a la muerte a los ojos, no tenía capacidad de defensa ninguna.

Sin embargo Rossuan apareció como un rayo golpeando al orco, Aular cayo hacía atrás sentado de espaldas. Aular se incorporó jadeando y se acercó a Rossuan, guardó el escudo y el hacha, gracias, me habéis salvado, mientras con su sucia mano abrió una bolsa que llevaba colgada de la cintura, extrajo una especie de semillas trituradas y se lo lanzó al dúnadan murmurando unas palabras en su idioma y asintiendo con la cabeza.

No podía hacer más por Aeth, así que se revisó las heridas, también él estaba afectado.

A continuación volvió a sacar al hacha que llevaba al cinto y se dirigió al orco con el que se había enfrentando, con un golpe de su hacha amputó la cabeza del orco y le pegó una patada, a špína rugió entre dientes, a continuación cercenó el dedo índice de la mano derecha y lo guardó en un frasco que llevaba en su mochila.

Entonces escuchó que no se diera caza a los orcos y se giró hacia el que daba las órdenes, volverán en mayor número, y harán el mal donde vayan, visiblemente molesto con las instrucciones.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Me curo algo, ¿Qué tengo que hacer para dejar de perder pv por asalto?

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20/11/2017, 19:34
Dimrod

En cuanto escuchó la sugerencia de Elacar, Dimrod colocó su propia espada en la hoguera que los orcos mantenían en el centro del claro para calentarse los huesos. Afortunadamente el invierno afectaba por igual a todas las criaturas de la Tierra Media, y los orcos, por inmundos que resultaran, también necesitaban de un fuego para alejar el crudo frío que azotaba las tierras del Norte en esos días.

-Úsala cuando esté caliente. -Le dijo a la elfa, que parecía saber más que el resto sobre sanaciones y se había encargado rápidamente de atender a Aeth.

Entonces escuchó como Hunkel le confrontaba al respecto de todo lo ocurrido como si el rapto de Melyanna y la consiguiente muerte de Mithdúlin hubieran sido culpa suya, así como la situación crítica a la que Aeth se enfrentaba en esos momentos. Como capitán de la guardia del padre de Melyanna, el eriadoriano estaba acostumbrado a la disciplina militar, tanto cuando tenía que impartir las órdenes como cuando las recibía, pero para nada estaba acostumbrado a recibir reproches como aquel. Enfadado, encaró a Hunkel.

-Todavía sigue vivo. -Señaló en referencia a que el enano ya daba por muerto al dorwinrim. -Aquellos ladrones eran soldados desertores que huían de la guerra, buscaban el oro que llevábamos y pedir un rescate por la dama para conseguir más oro. ¡Mira allí! - Dimrod apuntó con su mano a los hombres, mujeres y niños que los soldados de Elacar estaban liberando. -Si no hubiéramos intervenido serían diez muertos los que ocuparían esas jaulas a no mucho tardar. Os he contratado para escoltar a la dama hasta Fornost. No hay mayor secreto en eso. 

Notas de juego

Aular: como sólo pierdes un punto de vida por asalto sólo necesitas una venda o compresa para detener la hemorragia. Eso sí, no puedes hacer nada que suponga mayor ejercicio físico que andar durante las 8 horas siguientes.

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21/11/2017, 08:59
Thund

El enano frunció el ceño ante los reproches de su congénere, no podía decir que no les faltasen parte de razón, sobre todo en lo que concernía la escaramuza con los orcos, supuestamente tenían una misión y la habían puesto en riesgo por ella.
Sin embargo Dimrod era el que estaba al mando y quien tenía la responsabilidad de decidir y debía cargar con las consecuencias de sus decisiones, al igual que Thund debía cargar con sus propias cargas, entre las que el bardo pesaba de manera omniosa cuando se encontró con una situación parecida.

Conocía el proceso para cauterizar, dolor, olor y espasmos...

Se acercó al postrado Aeth y se colocó a un lado de su cabeza, dispuesto a sujetar el hombro del brazo amputado, ya que era seguramente el segundo puesto más desagradable, pero no requería más que fuerza, sería él quien lo tomara.

-Alguien tendrá que sujetar el otro brazo y las piernas.

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22/11/2017, 00:11
Aular Robleviejo

Aular rasgó un trozo de sus vestiduras para comprimir la herida que sangraba ligeramente, le había sucedido varias veces antaño, reduciría su capacidad durante un tiempo... más no era nada comparada con las heridas del dorwinrim.

Se acercó hasta donde se encontraba tendido, ya estaba congregada demasiada gente allí, Aular había hecho todo lo posible, decidió aproximarse a unos arbustos cercanos para ver si encontraba alguna hierba que le calmara el dolor, estaba furioso por no perseguir a los orcos y no tenía ganas de escuchar las quejas del grupo.

Sacó un pequeño cuchillo de su cinto y mientras realizaba sonidos guturales hablando consigo mismo recorría con las manos las pequeñas hierbas.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Según parece solo quedaba uno y se ha ido.

Busco algo para el dolor

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22/11/2017, 01:55
Yulma Tarmaelen

Yulma asintió a las instrucciones de Elacar y tomó la espada de Dimrod, mientras esperaba a que la hoja se calentase lo suficiente. Había visto heridas como la de Aeth anteriormente, pero nunca las había tratado ella en persona. Sin embargo, siempre había prestado atención a cómo se debía actuar. Era el pan de cada día cuando se viajaba con soldados y mercenarios. 

Cuando Hunkel ladró sus quejas hacia Dimrod, la elfa hizo caso omiso. Ese tipo de asuntos no iba con ella. No solo porque tuviese algo más importante en lo que ocuparse, sino porque ella estaba allí para cumplir una promesa. Sabía perfectamente que Mithdúlin no habría dado su vida por personas en las que no confiaba.

Por ahora está inconsciente —dijo Yulma viendo cómo el acero estaba ya casi listo —, pero quizá deberíamos usar un taco de madera o algo de cuero endurecido para que muerda. Si despierta, se encontrará con una dolorosa sorpresa y debe permanecer quieto para que pueda cauterizarle el brazo con éxito.

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22/11/2017, 18:31
Hunkel Saeta de Hierro

-Mas mentiras- exclamó Hunkel, bajando la voz al ser consiente la situación que les rodeaba pero manteniendose firme en sus alegatos. -¿Como sabían los desertores que llevábamos oro? ¿Como sabían que la dama era importante y que podrían conseguir oro por su rescate?, mas aun, ¿como sabían quienes eramos?- El enano dejó que su actual jefe meditara las cosas que le decía y pensará en la falta de lógica que había en sus alegatos previos. -No tiene sentido, unos pobres desatores en busca de un poco de oro con el cual poder sobrevivir y escapar de las cercanías de la guerra se enfrentan a un grupo experimentado de diez guerreros que bien podrían ser tan riesgosos como la misma guerra y deciden robarse un cofre cuyo contenido no conocen y a una mujer cuya procedencia desconocen. Mas aun, nos vigilan desde el inicio sabiendo donde iremos y donde estaremos, seguramente hasta nos manipularon para caer en su red, todo demasiado bien orquestado. Luego, logran ser tan sigilosos y profesionales, que pasan entre nuestras narices y logran llevarse con soltura tanto el pesado cofre como a la dama. Vaya pobres y tontos desertores, casi hubiera pensado que eran mercenarios profesionales contratados por alguien, de no ser por que les fue tan fácil hacernos daño, que seguramente simplemente eran unos pobres desertores. ¿Por que murió Mithduulin?, ¿por que unos pobres y hambrientos desertores estaban desesperados por coger un poco de oro que decidieron matarlo para poder tomar un pesado cofre y una noble dama?-.

La guerra era otra tema, pero en el fondo tenían razón, había que matar a los orcos, solo no estaba de acuerdo en una cosa. Había orcos en todas partes, ¿entonces por que no matarlos a todos?, por que no ayudar a todo necesitado que se viera afectado por esas bestias. Al menos a él no le habían dicho que iba a trabajar como héroe o cazador de orcos.

-Respecto a la importancia de aquellos prisioneros, no dudo de su palabra. Solo recuerdecelo a Aeth cuando le pregunte por su brazo. Sin duda va estar muy feliz de haberlo perdido por tan heroica causa-.

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22/11/2017, 19:21
Dimrod

-No ha sido mi decisión detenernos para abordar este campamento de orcos. -Respondió el eriadoriano. -Elacar y sus hombres iban a hacerlo aunque nosotros no nos sumáramos. Yo he decidido ayudar porque no nos podemos permitir perder el favor de la caravana. Estaríamos en jaulas como esas si llegamos a venir solos por este camino. Tal vez hubiéramos estado junto a esas diez personas deseando que alguien emboscara a los orcos.

Dimrod era consciente de que discutiendo con un enano tenía las mismas posibilidades de lograr convencerlo de que la razón estaba de su parte como de convencer a una roca de que se apartara del camino. No obstante, el eriadoriano no entendía los reproches y las acusaciones que Hunkel vertía sobre él.

-Supongo que los desertores vieron nuestros cofres cuando nos acompañaron a la posada al llegar a Bree, si fueras un ladrón desesperado ¿qué supondrías que guarda un cofre?. Mas si un grupo carga con dos bien grandes y cerrados con un grueso candado. ¿No supondrías que una dama escoltada por un nutrido grupo con dos cofres sería alguien importante?. Fui tan estúpido que los tomé por leales soldados del reino, en eso soy culpable, no lo niego. Sin duda conocían esa posada bien, sabían que era el lugar perfecto para abordarnos aunque pusiéramos vigías. Como así fue.

Hunkel hablaba como si los soldados desertores no hubieran matado a Mithdúlin en mitad de la refriega tras haberles dado alcance después de una vertiginosa persecución por las calles de Bree mientras ellos cargaban con la dama y el cofre de ésta. Dimrod no creía que les hubieran estado siguiendo, y mucho menos que conocieran la procedencia de la dama o el contenido de los cofres de antemano. De hecho se habían llevado por error el que cargaba con la ropa de Melyanna y que estaba en la habitación de la dama, puesto que aquel que guardaba el oro se encontraba en la habitación del propio Dimrod. No añadió nada más a la discusión, pues tampoco entendía qué creía el enano que les estaba ocultando.

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25/11/2017, 11:42
Gramj Haïa

La amenaza se había alejado, así que sin poder perseguir la lucha había terminado. Además no era Gramj precisamente el mejor corriendo, para seguir a esas alimañas. Obedeció, impertérrito, mirando al herido y siguiendo las instrucciones de la sanadora. Así que ayudó a Ulma, incorporando al herido. - ¿Esto tendrá arreglo?

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25/11/2017, 17:59
Director

Cuando el acero de la espada de Dimrod ya estaba tan candente que su color se había tornado anaranjado y rojizo, Yulma tomó la espada con delicadeza y presionó la hoja contra la carne del brazo amputado de Aeth. Un desagradable sonido estremeció a todos los que estaban presentes y la carne empezó a humear y a oler de un modo al que no estaban acostumbrados. El dolor debía ser tan terrible que Aeth salió de su inconsciencia y se despertó dando alaridos y retorciéndose en el suelo. Tuvieron que esforzarse por sujetarlo aun a pesar de que eran varios quienes se ocupaban de esa labor. En cuanto Yulma soltó la espada y comprobó que la herida se había cauterizado bien y que no necesitaba de un repaso, Aeth cayó de nuevo inconsciente, totalmente abatido. Fue una experiencia tan desagradable para todos que incluso alguno de los hombres más curtidos de Elacar miraron para otro lado o se apartaron lo suficiente para no escuchar los berridos del dorwinrim.

Al otro lado del claro, los hombres y mujeres liberados de las garras de los orcos se acercaron hasta ellos y a pesar de estar tremendamente debilitados se inclinaron ante ellos para agradecerles el haberles rescatado. Entre lágrimas de emoción y suspiros de alivio por haberse visto liberados de tan cruel tortura, aquellas gentes les dieron las gracias con voces temblorosas una y otra vez. Algunos de los prisioneros liberados no tenían fuerzas ni para salir de las jaulas que los confinaban, por lo que Elacar ordenó a sus hombres que les ayudaran y atendieran sus heridas. Después amontonaron los cadáveres de los orcos caídos para prender una gran hoguera que ardería en el frío de aquella pálida mañana.