Partida Rol por web

-¿No sería mejor que vos siguierais el rastro, hicierais la espantada de las bestias hacía mí y yo las ensartase con mi lanza? A fin de cuentas soy más diestro sobre un caballo y con una lanza, que... -miró el brazo cercenado de Aeth y rectificó la última palabra que iba a pronunciar. -un explorador.

- No me tomes por un inútil tan pronto. - respondió enojado al percatarse de la intención con que lo había dicho. - Pero lo mismo da. Menos trabajo para mi, y mientras me des mi parte lo haremos a tu método si lo prefieres. -

Sangre en Fornost

Turno 1 - 26 de Noviembre del 1.974 de la Tercera edad

El baile en honor a la dama Melyanna había servido para conocer al príncipe y Aranarth, quien había traído entretenimiento para la dama en forma de buena conversación junto con la promesa de una nueva caravana en la que partir y salir de la lujosa prisión en la que le tenía recluida la baronesa Eketta. Pero a parte de eso, había sido un baile poco fructífero para el resto; a ojos de los demás invitados no eran más que los simples sirvientes de Melyanna, y eso significaba no recibir el honor de ser invitados a demasiadas conversaciones, mucho menos bailes. La excepción a aquella pauta había sido Rossuon, quien con su encanto natural y su atractivo había logrado cautivar a una bella dama.

El segundo día en Fornost amaneció oscuro y nublado, pero con la lluvia dando un día más de tregua. Las camas de los sirvientes eran las de peor calidad de la casa, pero aún así, superaban con creces la calidad de cualquier colchón de las posadas del camino que habían recorrido hasta ahora, por no hablar de las muchas noches a la intemperie. Rossuon por su parte, despertó en una de las camas de criados, y no estaba solo. La joven dama le había hecho compañía hasta las primeras luces del alba, y después había recogido sus bártulos a toda prisa para regresar antes de que su padre fuera a buscarla y provocara un gran incidente. Dimrod no se había enterado de lo sucedido hasta entonces, para fortuna del joven.

Durante el desayuno encontraron al resto de sirvientes de la mansión algo alterados; había algún tipo de rumor que los tenía cuchicheando preocupados. Fuera lo que fuera, sin duda serían malas noticias a juzgar por sus expresiones y rostros. El desayuno consistía en unas cuantas piezas de fruta y unos cuencos con leche del día anterior que la baronesa desechaba, también había pastas y dulces que habían sobrado del baile de la noche anterior y que los criados podían al fin degustar con cierta ansía. Había que estar rápido para coger algo, pues no duraron mucho sobre la gran mesa donde todos ellos desayunaban. Una de las ventajas de habitar aquella casa como criado al servicio de la dama Melyanna era que no tenían que ver a la desagradable baronesa, pues había ido a realizar sus devotas labores en el templo. Tampoco vieron a Melyanna, a excepción de Matha, que había sido obligada a acompañarla. La dama al menos tenía a su buena amiga con ella.

Finalmente lograron averiguar cuál era el rumor que tanto atormentaba a los criados. Cerca de allí, a unas pocas manzanas de la mansión en uno de los callejones que había tras la calle de los Comerciantes, una de las vías más concurridas de la ciudad, se había encontrado el cadáver de un hombre asesinado. La identidad de la víctima sorprendió a todos los allí presentes, incluso Dimrod se quedó de piedra al enterarse, Elacar Brazoafilado había sido asesinado con una profunda puñalada en la espalda.

Aeth se levantó de buen humor, parecía que había llegado a un buen acuerdo con el eothraim, no tendrían que soportar a la baronesa durante aquella mañana (no es que la viesen o tuviesen tratos con ella a menudo, pero era agradable saber que no andaba cerca era), y pudo dar cuenta de algunos restos de la fiesta de la noche anterior, a los que no hizo ningún asco.

Se encontraban en mitad del desayuno cuando los sirvientes, que cuchicheaban sobre las noticias locales, les revelaron que Brazoafilado había sido asesinado en la ciudad. - ¿Seguro que era él? - preguntó en un intento de que los sirvientes dijeran algo más sobre lo que sabían, aunque dudoso, era difícil confundir la identidad de alguien que tenía una espada por brazo - Hablaba con la misma suavidad que una ortiga, pero parecía un tipo demasiado legal como para hacerse enemigos. Además, creía que la gente estaba a salvo en esta puñetera fortaleza. - 

La noticia de la muerte de Elacar impacto al gondoriano. Durante los últimos días, mientras viajaban, comenzaba a sentir que una amistad crecía entre ellos. Habían hablado muchas noches sobre sus vivencias, historias del ejercito, maniobras y estrategia. No entendía que alguien como el pudiera ser sorprendido, por la espalda.

- No puede ser - dijo en voz alta - Elacar no es de la clase de hombres que se dejan sorprender por la espalda - sus facciones mostraban pena, pero también sospecha - Me gustaría, si me lo permitis, unirme a la investigación que sin duda se estar llevando a cabo - añadió sin estar seguro de que aquello fuese así.

- Comenzaba a tenerle aprecio, su muerte será vengada - sentencio para después meterse un buen pedazo de pan en la boca.

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Rossuon apareció en las cocinas con una radiante sonrisa. Se coló entre los presentes para procurarse el desayuno a la vez que iba saludando a unos y otros. El inicio del día podía encajar a la perfección en su antigua vida. Hasta descubrir la noticia de la muerte de Elacar. Aunque pudiera suceder en su ciudad natal, y sucedía, era un evento que siempre le alejaba de la rutina. Le pareció increíble lo poco que habían tardado en abofetearle con la realidad.

- Te ayudaré a descubrir al culpable. - 

Se sorprendió al ofrecer su ayuda a Aceroamargo. Quizás porque también era un dunadan... O porque quería descubrir si estaba seguro en aquella ciudad. O recopilar información. No lo sabía bien, pero tampoco es que tuviera mucho más que hacer en la mansión hasta que se fueran de caza. En la venganza expresada por su compañero no tenía grandes esperanzas. Tampoco pudieron hacerlo ante la muerte de Mithdúlin. 

Yulma había descubierto la utilidad de los rumores durante sus viajes. Un buen rumor podía darte trabajo, pero había que saber cómo interpretarlo. La gente tendía a exagerar. Un zorro asaltando gallineros podía convertirse en una pequeña manada de orcos acechando una aldea, todo con la ayuda del charlatán adecuado. Aquel, no obstante, le hizo sentir un escalofrío que le sacudió la columna.

—Podéis contar conmigo, si lo deseáis —añadió—. Cualquiera que pueda sorprender por la espalda a un veterano como Elacar puede convertirse en una amenaza para nosotros. Merece la pena llegar hasta el fondo de este asunto.

Siguió atacando su frugal desayuno mientras escuchaba las impresiones del resto de sus compañeros.

El enano habia ecuchado pacientemente la conversación, ya todo estaba dicho, pero aún así creyó conveniente dar su opinión.

-No es solo que lo hayan sorprendido, una puñalada por la espalda en un callejón es algo premeditado, no es un calentón o una reyerta de borrachos.
Si vais a hacer algo contad conmigo. Un hombre honorable no puede acabar así, aunque tal vez si tiene familiares o gente cercana quieran ser ellos quienes lo venguen.

Al menos en su caso, si alguien cercano al enano sufriese semejante desgracia, le gustaria cobrar el peaje en persona.
El rostro del Thund denotó penasmientos oscuros el resto del desayuno.

- Amigos - comenzó a decir - Creo que un grupo demasiado numeroso puede llamar la atención, no debemos espantar al autor del asesinato antes de poder echarle el guante... - quedo pensativo por momentos.

- Sin embargo, cualquier ayuda es poca - Continuo - Podríamos separarnos, nosotros - dijo señalando a Rousson y a él mismo - Trataremos con sus hombres y conocidos para saber de sus últimos pasos.

​- Mientras - miro esta vez a la elfa y al enano - Vosotros podríais tratar de averiguar algo en los arrabales o en los alrededores del lugar donde lo mataron, quizás alguien haya visto algo... - sugirió para quedar a la espera de una respuesta.

Rossuon asintió. 

- Es posible que alguno de sus hombres esté iniciando la búsqueda también, como dice Thund. - pensó que lo descubriría cuando hablase con ellos. En ese caso sería útil la colaboración. 

El joven noble esperó a que otros se pusieran en marcha para hacer lo mismo. Intentaba ir recordando las caras que había visto durante el viaje, los grupos que hacían... Encontraba pocos detalles que le sirvieran de algo. Se dio cuenta de lo útil que habría sido haberse fijado. Aunque tras los hechos cualquiera sabe.  

Protestó al comentario de "Aceroamargo": -Un grupo numeroso puede hacer muchas cosas, y una de ellas, es repartirse en lugares, para vigilar intromisiones, o evitar que escape.

No pensaba intervenir. Estaba siendo discreto, y sus bigotes no se había movido desde la fiesta donde los habían disfrazado. No esperaba tener siquiera que hablar. Incluso, quería haber salido ya en pos del "maridito" y a ver si conseguían darle un nietecito a la vieja avinagrada. Así por lo menos estaría entretenida, y tal vez, con suerte, se le endulzara el carácter.

Turno 2

Algunos de los miembros del grupo decidieron investigar la muerte de Elacar Brazoafilado, quien después del largo viaje desde Bree había entablado amistad con algunos de ellos. Era una muerte sorprendente, pues el veterano soldado era un hombre precavido y un magnífico luchador como habían podido comprobar por ellos mismos. El asesinato tenía los ánimos un poco crispados, pues temían que algún enemigo se hubiera colado en la fortaleza camuflado entre los refugiados que se acogían tras los gruesos muros de la ciudad o a través de las caravanas como las que el propio Elacar escoltaba.

Tal y como hubieron dispuesto, el grupo se dividió para investigar el suceso sin llamar demasiado la atención. Unos fueron a hablar con los hombres que servían a Elacar, los cuales estaban totalmente destrozados por la muerte de su capitán y juraban venganza contra aquel que hubiera cometido el crimen. Otros investigaron los alrededores del lugar donde había aparecido el cadáver, los comerciantes estaban nerviosos por lo sucedido pues no era normal que ocurrieran esas cosas en aquel barrio. Había habido algún robo, pero nada semejante. Y por último también hubo quien se quedó en la mansión, pues la dama requería de sus servicios y debían aparentar que eran sirvientes de Melyanna, por ello siempre se quedaba alguno de ellos en la mansión para evitar que la vieja Eketta sospechase.

Se reunieron de nuevo después de comer para compartir sus descubrimientos tras pasar la mañana investigando. Lo que pudieron averiguar fue poco, la guardia de la ciudad había retirado el cadáver para evitar que los mercaderes se vieran afectados por tan horrenda visión y el cuerpo fue llevado a los sacerdotes de la ciudad para prepararle un entierro digno que tendría lugar aquella misma noche. Entre todos pudieron llegar a reunir varios datos: la única herida que presentaba el cuerpo de Elacar era una profunda puñalada en la parte baja de la espalda, sin embargo, según la información que les habían proporcionado los hombres del fallecido, en la hoja de su brazo amputado había abundante sangre seca pero reciente, por lo que albergaban la esperanza de que Elacar se hubiese defendido de su agresor a pesar de lo traicionero de su herida mortal. Por último, se había descubierto el cadáver sin bolsa alguna, por lo que suponían que había sido asaltado, se negó a soltar su dinero, y un cómplice del ladrón lo apuñaló por detrás.

- ¿un robo? - repitió Aeth por decimotercera vez, más incrédulo que indignado. Evidentemente, no tragaba aquella explicación. - Un robo. ¿Quien es el genio a quien se le ocurriría asaltar a alguien como brazoafilado? Aquí los hay más ricos y peor armados. - 

distraidamente el explorador se dedicaba a rascarse la nuca, inquieto. - o ese Elacar guardaba algo más que no nos contó o aquí hay gato encerrado. -

- No habrá sido solo un robo, estoy seguro de ello pese a que los indicios así lo apuntan - afirmo categóricamente - Como dice Aeth, nadie en su sano juicio atacaría a un hombre que tiene un filo por brazo. - estaba seguro de lo que decía - Atacado por la espalda, cobardemente. Querían matarlo y se quedaron con la bolsa solo para aparentar robo. - Realmente estaba convencido de aquello.

- Alguien vaga por la ciudad, si es que no se ha marchado ya, herido y con el oro de Elacar - decía pensativo - Deberíamos buscar, seguir preguntando, acudir a sanadores y lugares públicos a ver si alguien has sido herido recientemente - aunque la cara se le cambio pronto, como si hubiera dicho una tontería - Ya me entendéis, no herido en la guerra, si no recientemente...

Rossuon compartía el parecer de sus compañeros. A priori Brazoafilado no era el mejor objetivo para robarle la bolsa. Antes se le ocurriría juntar un grupo más numeroso para conseguir arrebatarle un cofre de la caravana, esperando mejores ganancias... La única posibilidad de robo sería que en esa bolsa hubiera algo realmente valioso, algo que debía entregarle a alguien en la ciudad. 

- ¿No debería haber algún rastro de sangre cerca del lugar del ataque? -

El posible atacante herido tuvo que haber dejado alguna mancha por los alrededores. Si es que de verdad Elacar consiguió herirlo y no es algún tipo de truco. 

- Ni siquiera sabemos que tipo de trato tenía con los habitantes de la ciudad...

El joven noble no estaba acostumbrado a verse involucrado en investigaciones de asesinato y estaba un poco perdido. Veía pocas pistas y un mar de posibilidades... Por lo que dejó que sus compañeros siguieran hablando para intentar guiarse pos sus patrones de búsqueda. 

Yulma escuchó las deducciones de sus compañeros y asentía, reflexionando y sacando sus propias conclusiones. Rossuon también se había fijado en la ausencia de sangre seca, lo cual encajaba con el tema al que estaba dando vueltas: ¿cómo es que un altercado con alguien como Elacar no despertó a ningún vecino ni alertó a la guardia?

—Concuerdo en que no tiene mucho sentido que haya sido un robo. Quizá descubrió algo que no debía y quisieron librarse de él, o alguien lo traicionó. Sin embargo, creo que tuvo que ser alguien de la ciudad. ¿Por qué se tomarían tantas molestias para disimular el crimen entonces? Ni rastro de sangre, disfrazado como un robo… No cuesta demasiado entender el asunto. Apostaría lo que fuera a que está implicado más de uno, tanto para reducir a Brazoafilado como para desplazarlo hasta aquí.

Aeth pensaba que sus compañeros únicamente estaban poniendo necedades sobre la mesa. Hablaban de que debería haber un rastro de sangre en el lugar del crimen, pero olvidaban que si los comerciantes y demás servidores de la ciudad se habían apresurado en retirar el cadáver para mantener las ventas de la zona comercial, fácilmente habrían limpiado también la sangre y con ello cualquier pista o pesquisa de lo que realmente hubiera ocurrido aquella noche.

Pero entre todo aquello logró escuchar una idea que hizo que en su cabeza saltara un resorte. Aceroamargo había mencionado a los sanadores, e incluso había sugerido que serian una buena forma de comenzar sus pesquisas. La mayoría de sanadores de la ciudad se encargaban de atender a los heridos de la guerra y a aquellos que llegaban del exilio, apresurándose en contener las enfermedades que estos portaban antes de que se propagasen. Pero había uno del que sabía que no tenía trabajo fijo, un curandero que residía en Fornost y que encajaba en el perfil que andaban buscando. No era otro sino Zori, aquel que había atendido las heridas del propio Aeth en la caravana.

Aceroamargo: Deberíamos buscar, seguir preguntando, acudir a sanadores y lugares públicos a ver si alguien has sido herido recientemente

- ¡Sanadores! - casi gritó el explorador, dándose cuenta de algo. - Por fin has tenido una buena idea. Un criminal no acudiría a un sanador conocido de la ciudad, esos tienen sus propios asuntos que tratar e incluso por muy inútiles que fueran los guardias al final le atraparían. Pero conocemos a un cuerandero que viajaba en la caravana de Brazoafilado; Zori. Incluso si no han acudido a él personalmente conocerá a alguien de su oficio en la ciudad, y tal vez podría contarnos en qué estaba metido Elacar antes de que acabasen con él. -

Aular suspiró. - Os he acompañado en estas pesquisas pero tengo mi propio causante de todo esto. Habéis dicho que nadie en su sano juicio atacaría a un hombre que tiene un filo por brazo, y así es, cuando le dije a Brazoafilado que el martillo de Anacar que se dedicó a estudiar se había obtenido de unos espíritus se rió de mi y me dijo que sabía lo que se hacía y que ese arma era de su pueblo. ¡Pues bien! -rugió Aular dando un golpetazo encima de la mesa -yo tenía razón y él no, los espíritus han podido actuar a través de alguien y le han clavado un puñal. Me parece bien ir en busca de sanadores, os he preparado a cada uno un collar con una falange orca para que os colguéis del cuello y os protejan de los espíritus -Aular rebuscó en su zurrón y sacó siete collares que colocó encima de la mesa con gesto satisfecho.

-Brazoafilado no fue el único que tuvo contacto con el martillo de Anacar, y tampoco quien se adueñó de él. -Dijo el eriadoriano con cierto escepticismo a las contribuciones de Aular para aclarar el misterio de la muerte del viejo soldado. -De ser así, habría más de un apuñalado. Yo prefiero sospechar de hombres de carne y hueso con sucias intenciones que de espíritus que se levantan de sus tumbas por segunda vez.

La pesquisa a la que apuntaba Aeth si le parecía de lo mas interesante. Si el asaltante de Brazoafilado había sido herido en la reyerta, seguramente habría acudido a algún sanador que no despertase sospechas con preguntas incómodas, y Zöri, pese al buen trabajo que había realizado con el propio Aeth, era quien mejor encajaba en el perfil. Un joven sanador al que no le irían nada mal un par de monedas de oro extra a cambio de realizar su trabajo habitual y mantener la boca cerrada.

-No conviene ir en tropel para no asustar a Zôri, pero sí que estaría bien que un par de vosotros se acercara hasta allí. También necesitaré a otro de vosotros para otra tarea, mas banal me temo: pues Matha necesita que alguien vaya a comprar los ingredientes para la preparar la cena de la dama Melyanna. -Quedó a la espera de que surgieran voluntarios para ambas situaciones.