Partida Rol por web

Bucarest: (Ciudad de la Alegría). Ciudad a orillas del río Dambovita. El nombre se atribuye a un pastor llamado Bucur.

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA.

ESTACION DEL VERANO.

MESES DE JULIO, AGOSTO Y SEPTIEMBRE.

Después de un gélido viaje Durius de Tremere y Lisander el cantor llegan a Bucarest procedentes de Buzau. El viaje no ha tenido ningún inconveniente para nadie a pesar de las malas condiciones del tiempo.

El viaje ha sido largo y frío, pero en contra de nuestros peores temores nada ha interrumpido nuestra marcha hacia la capital. Lobos, ladrones y monstruos nos han respetado o, simplemente, el frío los ha mantenido alejados de nuestras personas. Quizá podría tomarse como un buen augurio o como una señal de que lo peor está por venir. En lo que intuyo será la recta final de nuestro viaje, la masa de gente con la que nos cruzamos es cada vez mayor y no puedo dejar de sentirme algo intranquilo. A fin de cuentas, solo soy un campesino y Bucarest es la gran ciudad. Y eso por no olvidar que nuestro destino es el propio Voivoda.

- Señor Durius, parece que ya queda poco. Sin duda, aquello que vemos debe ser Bucarest - comento apuntando con el dedo la masa que se recorta contra el horizonte y que va creciendo poco a poco -. ¿Le parece que antes de entrar hagamos una pequeña parada? Tengo la vejiga a punto de reventar y descansar unos minutos nos vendría bien. Podría cepillar a las mulas y quizá no estaría de más asearse algo, para que nuestra entrada no sea la de dos viajeros polvorientos y sucios, al menos la mía porque no sé cómo lo hace pero siempre parece estar preparado para una fiesta. Y dígame, ¿ha estado antes en Bucarest o ha coincidido alguna vez con el Voivoda?

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y UNO.

ESTACION DE PRIMAVERA.

MESES DE ABRIL, MAYO Y JUNIO.

Se rumorea que dos extranjeros han llegado a la región procedentes de Buzau.
Una banda de pillos callejeros que se dedicaban al hurto ha sido capturada por la guardia de la ciudad, el Voivoda los hará empalar sin contemplaciones.

A medida que os acercáis a Bucarest el pequeño punto en el horizonte se va haciendo cada vez más grande. Pronto divisáis una enorme ciudad, completamente rodeada por un gran muro de piedra, salpicado cada cierta distancia por unas torres de madera que se levantan amenazadoras contra cualquier enemigo. Mientras os acercáis algunos pájaros curiosos se acercan volando por el cielo, son cuervos negros como el azabache que van y vienen sobrevolando la ciudad y sus alrededores. La ciudad de la alegría, ese era uno de los nombres con el que se conocía a Bucarest, pero cada paso que dais hacia adelante ese nombre queda en entredicho. Ahora podeis divisar bien las negras murallas y sus torres de guardia, también el castillo que se alza en medio, asentado en un islote del río Dambovita que recorre la ciudad.
El espectáculo a las afueras de Bucarest parece sacado de una pesadilla, veis un gran número de gente empalada o encerrada en estrechas jaulas a los lados del camino y colgando de las murallas. Algunos son esqueletos que llevan tiempo reclamando la libertad, pero otros son más recientes y todavía no se han descompuesto del todo. Así imparte justicia el Voivoda, implacable con los delincuentes ha conseguido que Bucarest sea una ciudad con muy poca criminalidad, pero la escena sobrecoge a cualquiera.
Cruzais el puente levadizo sobre el río y os adentrais en la población, una de las más grandes de Transilvania. La ciudad está llena de mercaderes, comerciantes, campesinos, que van de allá para acá vendiendo y comprando, pero lo que en otros sitios significa bullicio, prosperidad y vida para una ciudad aquí está cubierto por un extraño halo siniestro.

Un lugar repugnante. Puede que esta clase de cosas ayude a disminuir la delincuencia, pero el coste es sin duda demasiado elevado. Durius se ve obligado a fijar la vista en el cuello de su mula al pasar cerca de las jaulas por miedo a acabar echando hasta la primera papilla, e incluso así el olor es suficiente para sofocarlo hasta aproximarlo al desmayo.

Durante la pequeña parada solicitada por Lisander ambos habían hablado un poco respecto al término del viaje. Durius se había mostrado confiado en lo referente a llegar hasta el Voivoda, pese a no haber estado nunca en la corte de Bucarest. Sin embargo ahora empieza a dudar de su anterior confianza; esta ciudad no es lo que imaginaba. Oh, por supuesto que no esperaba encontrar nada parecido a la majestad de su Constantinopla natal en estas tierras, pero el grado de barbarie que la macabra decoración de las murallas deja entrever es como un mazazo en el estómago del joven. La idea de presentarse ante un hombre capaz de ordenar semejante atrocidad le empieza a resultar desagradable.

- Me había preguntado a menudo cómo era posible que el Voivoda permitiese la existencia de semejantes monstruos en sus tierras... - comenta en voz baja a Lisander al pasar cerca de una jaula en la que un cuerpecillo lastimosamente pequeño se pudre lentamente - Pero empiezo a pensar que los monstruos nocturnos no son el peor de nuestros problemas

- Os entiendo perfectamente, señor - digo al tiempo que un escalofrío me recorre la columna -. Jamás imaginé que podría haber un horror como este y llegarlo a ver. ¿Y a esta la llaman la ciudad de la alegría? Mas bien debería ser la ciudad de la muerte. Y fijaos en la gente. Sus rostros, sus expresiones. Esta gente tiene miedo y odio. No, no me gusta este lugar. Pero es nuestro destino, señor Durius y el punto final de nuestro viaje. Alegrémonos de haber llegado sanos y salvos. Busquemos una posada donde poder dejar a nuestras mulas y tomar un buen trago de cerveza. Necesitamos comer y beber y ya verá cómo nuestro espíritu cambia e incluso vemos la ciudad con mejores ojos. Sí, es terrible, pero estos cuerpos no hacen sino anunciar que el delito se paga y se paga caro. Seguro que conforme nos internemos en la ciudad toda esta muerte, este hedor, esta corrupción desaparecen. Vamos, azucemos a nuestras mulas y busquemos ese refugio - comento con la esperanza de animar a mi compañero de viaje -. Allí cantaremos, oiremos chascarrillos y nos prepararemos para visitar al Voivoda. Seguro que todo sale bien, señor Durius. Todo.

Os adentrais poco a poco en la ciudad y parais a un comerciante que va con un pequeño carro lleno de telas hacia el mercado, para preguntarle si hay una posada cerca.
-Veo que no sois de por aquí Señor. responde a Durius, que por su forma de hablar y vestir delata ser alguien con una educación superior, quizá de alguna casa noble importante En Bucarest solo hay una posada mi señor se da la vuelta en dirección contraria a la que seguía y os indica con el brazo Si seguís por esta calle os encontrareis con una pequeña plazoleta con una fuente de piedra, allí mismo está la posada. Y si teneis tiempo no dudeís en visitar mi puesto en el mercado, tengo las mejores telas de todo Bucarest y estoy dispuesto a haceros un precio especial.
Después de despediros del hombre, seguís sus indicaciones y llegais a la plazoleta donde un grupo de niños juegan en la fuente. En una de las puertas se puede leer en un letrero de madera "Posada".

El ambiente del interior de la ciudad resulta menos lúgubre de lo que Durius se estaba temiendo. Le da la impresión de que la gente camina algo más rápido y habla más bajo de lo habitual, pero lo cierto es que es muy posible que se esté dejando influenciar por la escena de las murallas.

- Tu posada requerida - comenta a Lisander mientras echa pie a tierra - ¿Sabes? Creo que tienes razón. Una buena comida es lo que necesitamos para olvidarnos de nuestros problemas. Además, seguro que un alegre mozo como tú no tiene mayor problema en conseguir animar un poco el ambiente

Al menos no creo que tengamos que preocuparnos por que nos roben las mulas - piensa recordando las jaulas que han dejado atrás.

- Mmm, por fin un sitio donde asentar las posaderas y llenar las tripas. Aunque señor Durius, se me hace muy extraño que en una ciudad como esta solo haya una posada. O mucho me temo o corremos el riesgo de que esto esté abarrotado y a estas alturas, sería una faena no tener alojamiento. Mire, vamos a hacer una cosa. Se me queda usted aquí un momento, si es que le parece bien, y yo me encargo de hablar con el posadero y averiguar si podemos contar con una habitación y si tiene lugar donde acomodar las mulas. Y cuánto nos cuesta, claro. Me da que va a haber que regatear. ¿Le parece bien?

- Venga, sea como quieres, aunque como tardes mucho lo más probable es que me coma uno de esos niños - bromea Durius.

Dejando al señor Durius a cargo de las mulas, que por mucho muerto colgando yo no me fío que no haya a quien tres mulas cargadas y solas no le resulten apetitosas, entro en la posada. Mis ojos tardan unos segundos en acostumbrarse a la luz tenue del interior. Miro intentando distinguir al dueño y, finalmente, me dirijo hacia un hombretón que lleva un mandil y que parece ser el dueño de la posada.

- Buenos días, ¿eres el dueño de la posada?

Ante su gesto afirmativo, continúo.

- Fantástico. Me llamo Lisander el Cantor y busco habitación para mi señor Durius de Tremere y para mí por unos días. Asimismo, quisiera saber si contáis con establos donde podamos dejar nuestras mulas. Y a buen precio a ser posible, que venimos de Slobozia, ya sabes, esa tierra en la que ni siquiera hay ratas de lo pobres que somos - añado con una sonrisa y un guiño.

Cuando entras en la posada te das cuenta que tiene una extraña decoración en la que destancan abundantes símbolos religiosos, como cruces y también hay unas cuantas ristras de ajos colgadas por ahí.
El tabernero te mira fijamente y sacude la cabeza.
-Por dormir allí dice señalando un hueco apartado de la posada con forma rectangular en el que hay unos jergones de paja en el suelo y donde pueden dormir unas 15 personas en el suelo todas juntas es un florín por persona y semana.
-Si tu señor quiere una habitación un poco más decente serán 2 florines por persona y semana. Tenemos establo para las mulas y su cuidado ya está incluido en el precio.
Deja unos momentos para que pienses y después continúa
-¿Habeis decidido ya donde quereis dormir? Os advierto que no hay otra posada en Bucarest y no recomendaría quedarse por las calles por la noche.

- ¿Cuatro florines por una semana? - digo con cara de susto -. Eso es una barbaridad, amigo mío. ¿Y no cabría algún tipo de rebaja? Mira, por lo que veo, el ambiente es aquí ciertamente apagado y no se ven demasiadas personas dándote negocio. A estas alturas, no tiene sentido andar con tonterías, así que quisiera proponerte un trato. Déjanos la habitación para mi señor y yo por un florín, y me comprometo durante el tiempo que estemos alojados a actuar en la posada todas las tardes. Cantaré para tus clientes y verás cómo en poco tiempo tienes esto a rebosar y tus barriles de cerveza estarán secos. Te aseguro que no soy una mala inversión y que acabarás ganando más dinero que cobrándonos esa fortuna por una habitación. ¿Cómo lo ves? Y si quieres puedo hacerte una demostración ya mismo para que juzgues tú mismo.

El posadero se queda pensativo durante un momento.
-Aquí en Bucarest siempre llegan viajeros a diario,así que puedo permitirme estos precios. Es mejor que dormir en la calle. De todas formas puede que no me venga mal algo de animación en la posada... Si lo haces tan bien como dices quizá podamos hacer un trato. 2 florines por una habitación para los dos, siempre que me salgas rentable claro.¿Que decides?