Una vez más el mundo regresó a él.
Esta vez no lo hizo radiante e hiriente, derramando una luz sólida sobre sus ojos dolidos. El mundo había quedado compactado, atrapado, prisionero en una visión púrpura que carecía de su brillo original y que se filtraba a través de las rendijas de una máscara. Conocía la máscara, conocía la sensación. Recordaba su nombre, vagamente. Sus recuerdos estaban fraccionados, pero se encontraban dentro de él. El dolor, el ser devorado, el pasar a otro estado. El ser ensamblado por una magia para la cual no tenía nombre. Recordaba rostros, palabras, amigos, amantes, hijos y padres, pero ya no eran los suyos. Akhres había muerto. O aún estaba dentro de él. Atrapado, una vez más, en una prisión cada vez más profunda y oscura. Ahora era alguien diferente. Era otra cosa.
—…no le necesitamos —aseguraba una voz, un hombre orgulloso. No, un dios. Sabía a quién pertenecía.
—No es lo que Él dice — afirmó una mujer. Humana, en parte. Katarina. Fue ella quien se percató —. Ha despertado.
Retiraron el sudario que ocultaba su cuerpo. La luz escasa de una caverna y dos rostros contemplándole. El de él, con burla, su perfecta barba perfilada y sus excelsos músculos. El dios de la guerra. El asesino de la última wyrm. El hombre que había jugado con su mente durante la purga. Le contempló con desprecio y diversión a partes iguales. Ella fue diferente. Pudo ver un mohín de pena y decepción, como si hubiera esperado algo más de él. Luego, una máscara tibia ocultó todas sus emociones. Cuando se puso en pie, fue saludado por su auténtico nombre.
—Ejecutor.
Mis ojos se abrieron de nuevo, como ya habían hecho muchas veces antes desde que desperté en este mundo y al igual que todas las veces anteriores, fue toda una sorpresa darme cuenta de que de alguna forma, seguía vivo en este mundo. Sin duda la dama Muerte no debía estar contenta conmigo o con quien me hubiera salvado, mi alma era un preciado placer que no dejaba de serle arrebatado. Mas… ¿Quién me había salvado? Aun recordaba los dientes, la mirada vacia mientras paso a paso se dirijian a mi para darse un festin de una carne que no volverían a probar jamas. Si algo sabia es que la humana que había propiciado ese final no había vuelto a tiempo, como tampoco lo había hecho el cuervo, sin duda no debía ser digno de sus hilos y sus planes. Un titiritero mas de una larga lista que no dejaba de engordar. Me dolia la cabeza, era como un trinar de mil pajaros, como una realidad partiéndose en mil pedazos…
Tenia recuerdos, ideas, lugares, piedras, mestizos, hermanos y hermanas, una familia y muchas otras cosas todas metidas en mi mente. Todas rotas y lanzadas al aire, venían a mi, como si tuviera que entender que eran pero aunque lo intentaba no sentía nada. Sabia que debía haber algo mas, muchos de esos recuerdos, de esas instantáneas en mi mente iban embriagadas de sentimientos que ahora me parecían opacos, simples y desvahidos. ¿Por qué? ¿Qué había pasado realmente?
Me deshice de esos pensamientos o lo intente. Persistente, volvia una y otra vez. Ese pasado que recordaba, aunque no sentía como mio. Eran mas bien los hechos de otra persona, aunque me viese a mi mismo en ellos. ¿Era yo? Realmente ese era yo…¿Entonces porque no los sentía como propios? Alguien parecía haber cogido el puzzle que era mi mente, haberlo roto en pedazos y haberlo lanzado al aire… para que no recordara. Como ahora caia en la cuenta… de que no recordaba mi nombre. Estaba ahí, oculto en las sombras, en la misma punta de mi lengua y sin embargo bien podría haber estado en medio del mismo palacio de oro y plata de Aranian Dakar. Habia algo importante que debía hacer. Un juramento y varias promesas, un equilibrio que restaurar… un huevo de oro, una piedra negra por la sangre reseca de incontables muertos, una bestia prodigiosa partida por la mitad como un navio antiguo y deshecho.
Amarga bilis en mi boca… aunque no entendia porque esas situaciones provocaban mi ira. La notaba buyendo en mi interior mientras no podía dejar de pensar en que es lo que había ocurrido.
Olvide mi dolor de cabeza, el chirriar de los engranajes de mi mente y me centre en el ahora. Habia dos veces hablando, pero aun asi me fije en el mundo. Mi inconsciente no dudo en ahcer comparaciones con esos vividos recuerdos. Notaba la diferencia con las ultimas veces, la luz del mundo parecía abotargada, sucia, no era radiante, ni daba calor, solo ayudaba a ser consciente de lo que tenia alrededor, pero eso no era lo realmente importante, notaba sobre mi rostro un peso que me era tremendamente conocido. Mis ojos, amatistas observaban de nuevo el mundo a través de los huecos de una mascara que ahora se encontraba ya sobre mi, como había ocurrido hacia ya demasiado tiempo.
Un recuerdo, una verdad invariable y que ni siquiera la mas atroz de las muertes podría borrar de mi mente. Mil años de tormento, mil años de locura, por unas imágenes que se fundieron ya no con mi mente, sino con mi ser. La muerte de un mundo, la extinción de una especie y todo a manos de un conjunto de seres ya muertos hace mucho. Mas aun asi aun quedaba uno, aun había uno en este mundo… su voz estaba presente en la habitacion. No podía olvidar a alguien asi, no cuando me había autoflagelado por la muerte de los mios tanto tiempo, para luego descubrir quien había sido realmente el Verdugo.
Alguien aparto la tela que cubria mi cuerpo, mi rostro. La luz se volvió ahora mas clara, aunque no por ello mas calida. Note los ojos de los dos seres que estaban allí. Divino uno, humano el otro. Mis ojos se fijaron en el dios venido a menos, su voz, era sin duda la del Dios de la guerra que había partido en mitad el espinazo de mis amigos, usando mi cuerpo… aunque es ira estaba adormecida. El sentimiento de esos recuerdos era claro para mi. Quizas me equivocara pero eso era algo que no podían borrar y cada vez que veía a este hombre, a este ser divino, notaba como todo mi ser bullía por la necesidad de matarlo. La ira y la rabia invadieron mi cuerpo pero se relajaron… con mucha fuerza de voluntad. Aun debía entender que ocurria… aun. Mi mirada se poso sobre la humana, reconociéndola del principio de mi viaje. Katarina se llamaba. Traidora, confabuladora y llena de intrigas y magia. Su mirada sobre mi denotaba algo diferente pero tampoco era importante.
Habian dicho que yo era importante para Él. Sabia quien era ese Él. Nasser… al fin me había cogido.
Sentado sobre mis piernas intentaba descubrir lo ocurrido antes de levantarme, con mi mirada fija mas alla de ellos. Ahora lo veía, ahora venia el recuerdo especifico de mi muerte. Recordaba dolor, vacio y una vuelta extraña. Habian usado magia pderosa y prohibida para traerme de vuelta a este mundo… y aun asi, ¿Por qué seguía teniendo conciencia? No tenia claro que ocurria del todo, mis recuerdos fraccionados me decían que no estaba donde debía, pero tampoco me decían donde debía estar. Ahora ya sabia cual era mi objetivo… recordar quien era, que era… recordar mi nombre. Demasiadas palabras fijas en mi mente que no entendia del todo. Debia comprender su motivo, su existencia porque algo me decía que esas mismas palabras me dirían quien era realmente.
Me levante del todo. Mi cuerpo parecía nuevo, no había dolor, mire mis manos callosas antes de mirar a los dos con los que compartia estancia. Mi mirada, encerrada en el metal, viajo de uno al otro cuando me saludaron. Ejecutor dijeron y una sonrisa leve asomo a mis labios ocultos. Si, me sonaba ese nombre… pero ahora sabia que no era mio. ¿otro juego mas? Mis recuerdos decían que lo había sido, eso dcian los mas antiguos, los mas recientes… que todo era mentira. ¿Entonces porque me saludaban asi? Una pieza mas que buscar…
Mi bienestar fisico, que no psiquico, era de plenitud, me notaba fuerte, rápido, descansado. Asi que di un paso y en cuanto estuvo a mi alcance, sin previo aviso, diriji mi diestra en un tremendo gancho a la mandibula perfecta de un dios que me irritaba con su sola presencia hasta el punto de querer verlo morir.
No habría mas por ahora, solo ese golpe. Ese puñetazo solitario, que por algún motivo se sentía como muy poco. Habia sentimientos de venganza, al ver una sombra sobre la grupa abierta y rota de una wyrm. Tras eso mire a la humana de lado y de nuevo al dios, mi puño mientras negaba. – ¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde estoy? – Hacerme el desorientado quizás ayudara, quizás sacara mas información de ellos… aunque el puñetazo no ayudaría, me daba igual. Necesitaba dárselo, además realmente esta desorientado… mas de lo que lo había estado nunca.
Un única imagen cruzo mi mente. Unos ojos con apenas un suave brillo purpura. Una mano sujetando la mia mientras me pedia que no muriese, esos mismos ojos mirando con cariño mientras la talla de una wyrm de madera, una mala talla, asomaba a mis ojos y pasaba de mis manos a la poseedora de semejantes ojos.
Su mano se sacudió igual que si hubiera recibido un calambrazo. Tembló, se agitó, su puño llegó a cerrarse, en parte. No pudo alzarle. Su voluntad, su deseo, no era suyo.
—Enternecedor —sonrió el dios —. Quiere golpearme. O a ti —le dijo a su compañera —. ¿Por qué no le anuló la personalidad? Será más difícil de manejar. Y ya tengo bastante contigo.
Katarina la lanzó una de esas miradas que matan. Aquello pareció agradar al dios.
—Supongo que pensó que sería mejor guerrero si mantenía su mente intacta. Un guerrero no es solo cuerpo, es también alma, mente. Tú deberías saberlo mejor que nadie —se la lanzó, aunque el dios no respondió a su pequeña puya.
—¿Y crees que será lo bastante bueno? Sin la máscara resultó ser una decepción. Con ella tiene un poco de mí. ¿Será suficiente?
—No lo hagas Altus —pidió Katarina, casi era un ruego.
—¿Por qué? Si le mato podrá traerlo de vuelta. Una y otra vez, igual que un pelele. Nunca ha sido otra cosa. Es un muñeco, un juguete en manos de sus mayores. Igual que tu raza, mujer. Solo los dioses somos libres —se retiró ligeramente. Katarina también, con pasos ligeros —. Adelante, Ejecutor. Atácame.
Lo atacó, un golpe rápido, enérgico, medido, con técnica, cargado de furia. Akhres se sorprendió de su propia velocidad, de la fuerza que podía aplicar ahora a su cuerpo. No se acordaba cuando había sido la última vez que se había sentido tan henchido de poder, de energía. ¿O sí? Si, se acordaba. Su excelencia bélica la había alcanzado durante la purga. No había habido combate mejor.
Golpeó. Un puñetazo capaz de hacer estremecer a una montaña.
Altus lo atrapó entre sus gruesas manos sin esfuerzo alguno. Para él la guerra, el combate, una pelea con las manos desnudas, era como respirar. Le retorció el brazo hasta obligarle a clavar la rodilla en el suelo. Por un momento pensó que iba a arrancarle el brazo. Dolía como si fuera a hacerlo. Recibió una patada, ágil, en su torso. No llegó adivinar de porque dirección había venido. Rodó por el suelo, estrellándose contra la pared de la caverna. Cuando se levantó para contratacar volvió a detenerse. No podía hacerlo por iniciativa propia.
—Ya basta, los dos —ordenó Katarina, si bien parecía una súplica más que otra cosa.
—Estaba probando a nuestro nuevo amigo. Lento, torpe, creo que no sería capaz ni de matar al tiempo. Aunque acabó con toda su especie —musitó, estaba decepcionado —. Ya no quedan retos, Kat. Ya no quedan retos.
—Puede que allí a donde vayamos encontremos el reto que necesitas.
—Oh, si, Farghnar. Un ser inmundo tocado por la divinidad. Como él —señaló a Alkhres —. Voy a por mis cosas. Salimos en diez minutos.
Altus salió de escena. Ni siquiera estaba sudando, o su corazón agitado. Akhres, enhiesto, clavado en el suelo, descubrió que, aunque lo desease, no podía irse de allí. Si Katarina se movía por la cueva sentía la necesidad de seguirla. De no verla, tendría que ir detrás de ella. Estaba ligado a ella. Y a Altus, podía sentirlo en su fuero interno. ¿Qué le habían hecho?
Katarina se acercó a él. Aunque no lo suficiente para mostrar una amistad. Sus ojillos negros le miraron con preocupación. Esa emoción de nuevo fue barrida por el teatro de sombras con el que que solía jugar de forma habitual.
—Una última cacería. Tres monstruos. Tres piedras —su voz sonaba triste, rota, ni siquiera ella podía hablar de la destrucción de la humanidad sin dejar que sus emociones de miedo y desesperación se filtrasen entre sus palabras igual que agua turbulenta entre las grietas de la tierra —. Al final todos le servimos. En la vida, o en la muerte. Si…si tienes algo con lo que prepararte, hazlo. Altus volverá en ocho minutos.
Estás desarmado colega, como era de esperar.
Note mi necesidad, mis ganas de partirle la cara al que estaba seguro era el dios de la guerra. Tenia algo contra él, lo sabia, mi mente lo sabia, mi cuerpo tambien, pero los recuerdos eran esquivos y todos ellos estaban impregandos de rabia y odio por este ser. La orden fue simple, clara, mi cuerpo deberia haber obedecido pero en su lugar, mi mano apenas se cerro sobre si misma, podia notar mi voluntad peleando contra algo, contra otra o, quizas una parte de esa magia que debian haber usado para traerme de vuelta. No sabia lo que era pero me enfadaba, me cabreaba de verdad... sabia que habia sido un titere, un muñeco usado por los grandes poderes pero nunca habia sido un perro y no pensaba serlo ahora. Me negaba en rotundo, pelee con todas mis fuerzas contra lo que fuera que cohartaba mi libertad pero fueron las palabras de estos dos los que me trajeron al mundo de nuevo, esquivando la bruma roja de la ira.
El dios se habia dado cuenta y le divertia, pero aun asi le disgustaba, segun parecia Katarina no era facil de manejar y que yo no fuera un perro de presa sin voluntad le colocaba en la posicion de tener que tirar de los dos en cierta manera. ¿Una posibilidad? No lo sabia, pero cada gramo de informacion que me daban tenia un solo objetivo, mi libertad... no me dejaria encadenar a nadie, ni a nada. Menos aun cuando esta sensacion de frustracion, de decepcion conmigo mismo se hacia cada vez mas grande. Habia fallado, le habia fallado al Equilibrio... o algo asi, pero tambien se habian roto promesas al caer y eso no estaba bien. Unas alas negra se cruzaron por mi mente, un ser con un proposito tan negro como el del que me habia traido de vuelta. Katarina queria evitar el conflicto, asi lo intento pero Altus que asi se hacia llamar el dios, dijo que queria divertirse.
La presa, el cepo de voluntad se rompio por un instante, el suficiente, apenas un momento pero mas que suficiente para mi. Me movi, notando mi velocidad, mi tempo, notando la fuerza en mi brazo, hacia milenios que no me sentia tan poderoso, tan abrumadoramente por encima de mis verdaderas habilidades. El golpe deberia haber hecho temblar los cimientos del mundo, pero el tal Altus lo paro como quien juega con un niño, un giro y mis rodillas dieron contra el suelo mientras la presion que ejercia hablaba de que mi brazo pronto dejaria de formar parte de mi y cuando esa presion llego al punto culminante, una patada me lanzo contra la pared de la caverna. Rapido y efectivo a mas no poder, todo lo que yo tenia apenas habia servido para inmutar al tal Altus... necesitaba mas, necesitaba los Pilares de la Eternidad. Gemas, guardianes, un hecho, una necesidad, un dolor lacerante en el pecho, una norteña y esos ojos avidos de carne se mezclaron en mi mente, dejando mis ojos ciegos al mundo por unos segundos.
Katarina detuvo el combate, si es que se le podia llamar asi. Mi cuerpo aun temblaba del golpe recibido mientras Altus se vanagloriaba de ser lo que era. Malditos dioses, recordaba una guerra que partio el universo, una guerra donde muchos de ellos doblaron la rodilla y donde mi especie fue juzgada. Despectivo con mi especie y la de Katarina, meros peones en sus manos e incluso él no era mas que lo mismo para Nasser. El Nigromante, saber que él me habia puesto asi no ayudaba lo mas minimo, si antes era una cosa de pactos y juramentos, ahora era personal.
Altus se fue y Katarina me miro, se movio por la caverna y sin saber porque senti la necesidad de seguirla. Era como una correa pero sin verla, cada vez que se alejaba sentia la encesidad de minimizar esa distancia. Gruñi por lo bajo. Un perro a fin de cuentas. La busque, busque dentro de mi esa cadena, ese lazo magico que me unia a ellos dos, la busque con ahinco y rabia mientras mis ojos adormecidos en su brillo miraban a la humana con ningun sentimiento en ellos. Lo peor es que sentia esa union como algo vivido y no solo con ella, con el dios tambien. Mi sonrisa se torcio en una de desagrado, lo romperia. No dejaria que me domaran, desde que recordaba de esta neuva vida siempre habia llevado algun tipo de soga al cuello. Familia, honor, pactos pero ahora no tenia que preocuparme por ellos. Solo por ser libre y luego... luego me dejaria guiar por mi mismo, no mas ataduras a un mundo que no era mio. No era el guia de nadie, solo un protector y habia fallado. Sabia que habia fallado pero con esta nueva vida, quizas aun tenia una oportunidad.
La humana se acerco, la mire desde mi altura sin emocion alguna. Los dos habian hablado de retos, retos que no lo eran a excepcion de uno. Uno con nombre propio. Farghnar. No sabia quien era o lo que era, pero estaba tocado por lo divino como yo y si se oponia a ellos, era mas amigo que enemigo. ¿Una oportunidad quizas? No seria un reto para Altus, pero a excepcion de él ahora dudaba que hubiera muchos en este mundo capaz de hacerme frente y si iba a ser el Ejecutor, lo seria hasta el final... ¿porque acaso era otra cosa? Un nombre sobrevolaba mis pensamientos, esquivo, demasiado apra recordar cual era o su significado. Ahora solo queria romper esta cadena, la libertad era demasido preciada. Me revolvia como un perro rabioso, lo sabia, pero ahora mismo necesitaba desfogarme de alguna manera.
Tres monstruos. Tres piedras. Las tres que necesitaba para ser capaz de alcanzar el mismo a una dvinidad encerrada a la que dar muerte. ¿Como sabia eso? Ni idea, pero aun asi esas palabras dichas por otra vez me habian alcanzado. Era cierto, eso lo tenia claro. Al final volvia al mismo camino del inicio, no la misma casilla, pero si el mismo camino. Cazador de Mosntruos, siendo yo mismo uno. Me dijo que me prepara...¿con que? Mire a mi alrededor en bsuca de algo que fuera de utilidad. hable por primera vez desde la infructuosa pelea. - Si consigue esas tres piedras, nada vivo quedara en este mundo. - Mire mi mano, sin tener claro si estaba vivo o muerto o a mitad cmino entre ambas. - Necesito equipo, tal y como hacia antes... - La miraba, rodeada de ojos purpura, no puros sino mestizos. Ella ya habia cazado, lo sabia o solo lo sentia. Negue con la cabeza. - Ya sabes como funciona ¿verdad? La caceria, sabes lo que necesito... - Deje que el silencio se mantuviera esperando su respuesta pero cuando fue a abrir la boca, lo hice yo antes.
Acerque mi mano al cuello. - Llevo una correa, una correa que me ata a ti y a él... ¿se puede quitar?¿hay manera de arrancarla? - Por primera vez mis ojos refulgian levemente, ni siquiera un asomo de su verdadero esplendor, pero mi voluntad no seria doblegada tan facilmente. No tenia porque responder, pero ese dolor en su voz, ese resquivcio de emocion, eran una posibilidad... y no pensaba dejar ninguna por explotar.
—Todos morimos tarde o temprano —masculló Katarina sin mirar directamente a los ojos del Ejecutor —. Nuestra vida es efímera, un instante en el devenir del tiempo. La existencia es hueca, un sinsentido. ¿Alguna vez te has preguntado porque estamos aquí? Yo tenía…mi familia. Ella se ha perdido. Ya no me queda nada —apartó el rostro, lo hundió en las sombras que tan bien la sentaban. ¿Lloraba? ¿Escenificaba? —. ¿Qué podría significar ahora ese vasto mundo para mí ahora que ella no está? Está tan vacío…—se recompuso, en apariencia. Estaba rota. Rota como todos los humanos que había conocido. Su dolor era tan real, tan genuino, que casi podía palparlo, estrujarlo, saborearlo —. Encontrarás equipo allí a dónde vamos. Puedes cogerlo de los muertos —indicó —. La cacería. Por mucho que hayas viajado, por mucho que hayas visto, esto va a ser algo nuevo. Incluso para ti.
Silencio. Imágenes destellando dentro de su cabeza. Pedazos de su historia. Quien era. O quien había sido. Siempre una guerra, siempre muerte. Y un amor. Que también estaba muerto. Sus pensamientos eran glotones gusanos de carne que se alimentaban de tragedia y sufrimiento.
—No se puede escapar de él, Akhres —respondió, trémula la voz, a su última pregunta.
Ella se estremeció. Pasos. Altus volvía. Les contempló, chasqueó la lengua.
—¿Qué pasa aquí? ¿Un viejo reencuentro entre amigos? —soltó una risa, enérgica, fuerte —. Vamos Kat, la gloria nos espera. Tú también, marioneta. Hay quien cree que vamos a necesitar tu ayuda. Personalmente, una vez termine la cacería, te mataré. Y no podrás hacer nada por evitarlo.
Pasos que se perdían. Katerina pasó por delante del Ejecutor y él la siguió. Marioneta, siervo, esclavo. Claro. En el fondo de su alma un nombre, una piedra brillante en el fondo de un estanque muy oscuro; Akhres.
Usaron uno de los Antiguos Caminos. Túneles capaces de doblar el espacio, puntos conectados por todo el mundo, y entre los planos, utilizados por los dioses y sus elegidos para desplazarse con facilidad por un mundo que era más grande de lo que todos creían.
No era más que un túnel. Vieja piedra descascarillada en la seres que ya no vivían habían marcado las paredes mediante una extraña caligrafía. Los símbolos les envolvían, se retorcían, les provocaban mareos, danzaban a su alrededor igual que burlones diablillos. Katarina se desplomó después de unos minutos.
—Si no te levantas te quedarás aquí para siempre, entre dos puntos —gruñó Altus quien solo se detuvo un momento para lanzar su advertencia. El Ejecutor sintió la imperiosa necesidad de cargar con Katarina, de sacarla de allí y ponerla a salvo —. Déjala —ordenó Altus, y su orden prevaleció sobre cualquier otra. Ahora ya sabía quién tiraba de la correa.
Katerina llegó pálida. El aire frío, el cielo gris e inclemente, y el terreno plagado de cadáveres no ayudó a mejorar su aspecto. Altus observó la escena con satisfacción. Al salir de la cuerva se habían encontrado con los restos de una batalla. Una gran batalla. Había piezas de armadura tiradas por el suelo, espadas, lanzas, banderas ajadas por el tiempo, restos de carromatos, armas de asedio, báculos que tiempo atrás habían estado encantados, restos de animales; perros de guerra, caballos, animales de carga. Y cadáveres. Cientos de ellos. La mayoría pelados, esqueletos que blanqueaban sus huesos en el inhóspito paraje. Otros aún en descomposición, muy avanzada eso sí, con los insectos dándose un festín con en sus carnes curtidas y rosadas.
Había armas de todo tipo. Y de toda época. La mayoría se habían echado a perder. El clima, el agua, el frío, habían roído las empuñaduras, oxidado el metal, quebrado los filos. Si miraba bien, podía encontrar algunos tesoros. Espadas de épocas antiguas, cuando la forja era un arte y no la burda copia que era ahora.
—Puedes coger lo que quieras de lo veas, a ellos no les importará —señaló Katarina.*
Era una llanura. Una de roca. Terreno duro, muy firme. Un lugar desoldado, devastado. La batalla había sido feroz. Y caótica. Los cuerpos parecían haberse ido amontonado durante todo tipo de eras. Año tras año los cadáveres se habían ido esparciendo sobre el terreno. No había sido una batalla a pesar de que el tamaño de aquel osario indicaba que allí se había librado una gran contienda. Era una llanura para los muertos. Algo los había matado. Algo que vivía allí. La guarida de un monstruo. El primero de tres. ¿Qué dijo Asha? Los guardianes, monstruos, alguno de su confianza. Ojos dorados en la oscuridad.
—El Páramo de los Huesos —Altus paladeó el nombre sin mirada a nadie en concreto —. ¿Está aquí? ¿Es él el rival que merezco, el oponente que me hará sentir vivo otra vez? Puedo leer en cada cuerpo, en cara herida, en cada derrota, el aliento de la gloria. Un combate épico nos espera, pero, ¿Será él? Siempre la misma incógnita. Mientras, sigo atribulado.
Durante unos instantes el dios pareció turbado. Pero no era una turbación humana, ni siquiera como la que podía sentir Akhres. La suya amenazaba su misma esencia.
—Fagnhar —paladeó el nombre con deseo.
El Ejecutor se percató de que todos los cuerpos habían tenido una muerte brutal. Sus huesos estaban astillados, quebrados bajo gran peso o por un impacto feroz, sus armaduras estaban machadas o aplastadas, igual que si alguien les hubiera pasado por encima. Alguien lo bastante grande. En la distancia, le pareció ver un bulto, una figura en pie. Un ser seboso y grande, no lo bastante para ser un gigante, tampoco tan pequeño como para pertenecer al mundo actual.
Otra reliquia del pasado.
Altus empezó a caminar.
—Espera. Necesito reponerme —pidió Katarina.
—Voy a pelear, lo que te pase a ti o a la marioneta no es asunto mío —señaló, volvió a repetir, esta vez con una sonrisa en los labios —. Voy a pelear.
El dios avanzó por la tierra muerta, pateando a los muertos, adentrándose en el páramo con un desafío en la mirada.
—Faghnar —musitó Katarina con miedo —. Los de su especie no vivían mucho. Solían matarse los unos a los otros, para alimentarse. Él fue el último superviviente de su tribu. Quedó el último. Su hambre era insaciable. Es insaciable. Hace ya mucho de esta historia. Los hombres trataron de darle muerte. Creo que fue un emperador quien lo desafió. Un hombre valiente. Tenía en su cinturón una gema, una pieza perfecta que le confería gran poder y que le había llevado a alzarse ante todo tipo de enemigos. La piedra le hacía invulnerable. Faghnar acabó con sus hombres…pero no pudo matar al emperador. Así que se lo comió vivo —se puso en pie, un leve tambaleo de debilidad y logró mantener la verticalidad —. Así es como uno de los Pilares terminó dentro de su estómago. La piedra del Poder. Así es como Faghnar, el último de los ogros, se volvió invulnerable hasta el punto que ningún arma puede herirle, que ningún golpe puede tumbarle—se puso a caminar siguiendo el camino que Altus había tomado. Se dirigían hacia la forma hinchada que había visto en la distancia —. Los hombres evitan el camino. El rey actual tiene bloqueado todos los accesos. Hace años que nadie pasa por aquí, salvo algún incauto, algún contrabandista que pretende usar la ruta como un atajo. Y ahora, aquí estamos. Hemos venido a matar a Faghnar y a robar su Pilar.
**
*Encontrarás todo tipo de armas de gran calidad si buscas entre los muertos.
Armaduras no.
Si buscas algo de equipo, tira 1D4 por cada pieza adicional de equipo que quieras encontrar (un candil, una cuerda, una camiseta de “Yo estuve aquí”). Si sale par, lo encuentras, si sale impar, no.
**No es que tengas una libertad total, pero tu trama sigue siendo tuya, así que puedes obrar como desees.
La mire, podia palpar, saborear e incluso degustar su dolor. Era tan real, tan puro, tan simple, lo tenia justo al alcance de mi mano y aun asi solo por escuchar su voz algo dentro de mi se removio. Sus palabras, sus sentimiento se fijaban y giraban alrededor de su familia, de un ser querido y perdido. Los Hijos, una antigua raza ya extinta podia decirse, habia peleado siempre por algo mas que ellos mismos, hasta que al final ese mismo credo habia sido su fin y por eso mismo el eogismo que enlucia sus palabras me resultaba tan decepcionante. La mire a traves de las rendijas de mi mascara, mis nuevos ojos no traslucian lo que pasaba por mi mente pero mi postura dejaba claro lo poco que me interesaba tan deslucida historia. - Sin duda si tuviera que definir a tu raza, la mejor palabra seria egoismo. Tu familia ha muerto, ese ser querido tuyo ha dejado este mundo y por eso mismo da igual que todo lo demas se convierta el polvo y ceniza. Recuerdo cuando fui sacado de una tumba, cuando se me dijo que mi raza murio o se corrompio y aun asi, intente salvar este mundo porque es lo que debia hacerse... aunque ni yo mismo tuviera sitio en él. Fracase pero al menos no me arrodile ante la espada del destino, ni tampoco le ofreci mi mano para llevar a cabo su plan por propia voluntad. - No habia sentimiento en mis palabras, lo habia en mis recuerdos pero no los sentia como mios, asi que resultaba dificil poner algo de mi mismo en esas palabras. Era mi opinion, nada mas. - Quizas fui un iluso... tu eres una suicida, que ademas esta ayudando a que otros mueran. - Aunque fuera una opinion cruda, directa y cruel.
Torci el gesto, una imagen rara, yo hablando con ella. Ella torciendo el gesto, yo lleno de porqueria, ella vestida con sus mejores galas mientras le decia algo que rompia su mascara, mostrandola como ahora ante mi pero hacia tiempo. Mi cuerpo se detuvo, cualquier gesto quedo en nada mientras mi mirada se fijaba de nuevo en la mujer. - Te ofreci algo hace tiempo, en un palacio donde tu ibas vestida con galas de noble. Algo que no esta claro y tu lo rechazaste... recuerdo tu rostro, sincero por primera vez, como lo es ahora. - Levante mis manos mirandome, recordando no solo eso, mis pensamientos convergiendo en una palabra, una esquiva palabra que de pronto resono con la fuerza de un huracan. Akhres. Me detuve, trague con dificultad sin dejar de mirarla y sin mirarla a ella. Reconocia el nombre, reconocia su fuerza... reconocia quien era. Mis ojos bajaron hasta mis manos, dandome cuenta de la realidad que me rodeaba. Mi mandibula se tenso, al darme cuenta de donde habia caido. - Quizas tuvieras razon en su momento, que nada se le puede oponer, pero incluso ahora en esta nueva forma de marioneta que ha inventado para mi, me permitire el lujo de intentarlo, de seguir peleando, porque mi dolor y mi perdida no deben convertirse en una extension para los demas. Nadie deberia sufrir lo que tu has sufrido, ni lo que yo y por eso mismo mientras tenga un apice de voluntad... peleare.
Hablo de la caceria y yo escuche, ella que habia viajado con los mestizos entendia de la caza y eso me decia que sin duda la criatura que debiamos enfrentar ahora estaba muy por encima de cualquier otra. QUe otro motivo habria para enviar a un Dios, a un Hijo y a alguien dotada de magia, sino. - Te creo, solo con ver la partida de caza queda claro que no enfrentaremos algo comun.
Nuestras palabras fueron rotas por la presencia de nuevo de Altus. Dios de la guerra venido a menos, pero que aun asi aun tenia suficiente poder para destruirnos a todos... o quizas no a todos. Nuestra presa debia ser sin duda imponente. Altus se puso en camino, Katarina lo siguio y la correa, la imperiosa necesidad de seguirla vino despues, mis pasos se pusieron en marcha mientras pensaba en las palabras de la mujer, sobre que encontraria equipo alli donde ibamos... no le di demasiadas vueltas, si asi era, estaria bien.
Los pasos de Altus nos llevaron hata los Caminos Antiguos, el entramado me era conocido, casi como si formara parte de mi asi pues no dude en adentrarme en ellos como ya hiciera antaño. Mi mente poco a poco recuperaba los fragmentos rotos, con mi nombre escrito a fuego en el centro de mi memoria, lo demas era sencillo por extraño que me pareciera o falta de luz en muchos de mis recuerdos. Los caminos eran duros, no estaban hechos para mortales y por eso mismo Katarina sucumbio a mitad camino. Altus imperturbable lanzo su advertencia mientras yo sentia el impulso de ayudar, pero como ocurrio cuando quise golpearle, Altus era capaz de leerme de alguna forma, por eso mismo ordeno que no lo hiciera, dejando claro quien tenia al final la mano sobre la correa. La mire, dejando claro el motivo de mi parsimonia ante su caida, pero no dude en seguir a Altus cuando lo ordeno. Ella debi hacerse mas fuerte, nunca habia descanso con Nasser y si esta no era mi ultima caceria habria mas... aunque quizas no para Altus. Segun él me mataria despues de esta, asi que debia buscar la manera de que el no sobreviviera a esta, aunque no pudiera atacarle de forma directa, habian formas y formas en toda pelea, el mas minimo detalle podia ayudar.
Alcanzamos el final del camino y este nos dejo a los pies de un lugar de matanza. El hedor era el propio pero era diferente a otros campos de batalla, era antiguo y nuevo. Aquel lugar habia sido convertido en esto por el paso del tiempo, mucho tiempo. Ejercitos de todo tipo y condicion habian ido alli y todos habian encontrado su muerte a manos de la criatura que ambos nombraban. Las armas que alli habian eran de una calidad expcecional, unica en muchos casos y por eso mismo, Katarina fue la que me indico que cogiera lo que quisiera. La mire y tras las palabras de orgullo propias de Altus, donde no podia mas que mirarse a si mismo en un espejo avance en busca de algo que me sirviera. Aun asi no dude en escuchar cada palabra vertida entre ellos, cada desaire, la forma de verlo de Katarina y de Altus, tan diferentes, uno de los dos podia ser mi salvacion y la de muchos mas, el otro era una condena sin parangon. Solo faltaba ver si conseguia que la humana mostrara algo mas que ganas de morir. Lo cual sin duda estaba dificil, porque mi empatia estaba abotargada, eso si lo sentia. Aun asi hubo algo que desperto mi curiosidad, la forma en que hablo Altus, la forma en que se sintio atribulado... me eran tan extraña.
Altus se fue y Katarina conto la historia, permitiendome saber que era exactamente Fagnhar. El objetivo era un ogro, no uno cualquiera por supuesto, el ultimo de los suyos y que ademas se habia comido el Pilar del Poder, poner mis manos sobre el mismo seria sin duda algo unico y quizas eso me diera la fuerza para detener el control que tenian sobre mi. Quien lo sabia aciencia cierta, no me daria la repuesta, asi que me prepare para la caceria, una donde sin duda debia matar tanto al cazador como a la presa. Si quedaban retos depues de todo... una sonrisa asomos a mis labios, ocultos bajo el metal.
Encontre mis armas, dos hoces de buen tamaño con ambos filos afilados y unidas por una buena cadena, un arma exotica pero que sacaba lo mejor de mis habilidades, dos espadas cortas de ancha hoja y filo mortal junto con varias cuchillas menores e incluso una pesada jabalina, tuve la suerte de dar con sus fundas, sino me hubiera sido imposible cargar con algo mas. Un ogro, que mas podia necesitar en esta caceria... que mas, podia darme una ventaja. Ningun objeto mundano serviria y por lo tanto nada me vino a la cabeza. Negue a sabiendas de que debia haber algo que buscar pero no se me ocurria nada, suspire mirando el devastado yermo y tambien a Katarina. Ninguna armadura servia, todas estaba demasiado melladas o destruidas por el tiempo, asi pues levante mis ojos al cielo.
Vayamos pues... el destino no aguarda y sin duda Altus tampoco lo hara.