—Eso ha sido sensato —dijo Letker cuando Devon decidió que le entregaría la caja.
Apartó la mano de la pared y el temblor cesó con la misma rapidez con la que había empezado. Grosser, nada acostumbrado a la magia, ya no volvería a mirar a Adam Letker como un patrón presuntuoso, un hombrecillo al que podría quebrar con sus manos desnudas si lo desease. Había poder en aquel hombre, algo sucio y antiguo; magia. El mercenario no podía creerlo, o no quería. Su mundo había sido mucho más simple antes de conocer a ese hombre.
Y luego estaba Devon, cuya relación con la magia era similar a la de un matrimonio envenenado. Lo que para otros era mito y superstición para él era una realidad ardua. Su espada, la leyenda negra del nigromante que ahora tenía alojado dentro de la cabeza, el continuo ir y venir por un mundo oscuro donde las sombras tenían dientes afilados y un hambre atroz…
—¿Quién eres realmente? —Quiso saber el jefe mercenario.
Devon ya abandonaba la cuerva, Letker le siguió.
—Ya os lo dije, un simple tratante de sedas.
Los tres hombres abandonaron en silencio la cueva. Aprovechando la oscuridad que se filtraba del exterior Grosser le entregó la caja a Devon, había un signo de interrogación grabado en sus pupilas…y duda. Lekter escondía secretos, demasiados quizás, y todos giraban alrededor de esa caja. “Ahora es nuestra”, le cantó Moslin dentro de la cabeza, estaba satisfecho.
Salieron al exterior. Encontraron miradas ceñudas, rostros que se medían unos a otros. Naskir y Jasker a un lado, el noble cruzado de brazos, el criado alerta, con cara de perro. Los mercenarios a un lado, Darin preocupado, Taf aburrido, Gort con expresión queda y Aliyah con rostro de pantera, frente a frente con Jaeriah, quien sonreía con superioridad, la mano firme sobre la espada, la otra descansando sobre uno de sus muslos semidesnudos.
—¡Joder! ¡Bendita sea la puta hora! —Rezó Taf cuando les vio aparecer.
—¿Y bien? —Quiso saber Naskir, era evidente que había percibido algo anormal en el temblor.
—No es asunto tuyo —Grosser le frenó en seco, sin modales. Con el apoyo de sus hombres detrás, Naskir se pensó dos veces el contestar.
La norteña ocupó su lugar junto a Letker, era leal como un buen sabueso. Al contrario que Jasker, que podía ver negro su futuro, aquella mujer, que era fuego y acero, no temería enfrentarse a todos ellos de ser necesario. Tiempo suficiente, quizás, para que Adam Letker entonase uno de sus conjuros. Quizás.
El tratante de sedas se detuvo a la salida de la cueva. Miró el cielo, se estaba encapotando, cubriéndose de negrura igual que si un dios descuidado hubiera volcado el tintero de la creación sobre el, hasta entonces, blanco lienzo. El sol ya se encontraba bajo, casi cercano al horizonte.
—Se ha hecho tarde, maldición —masculló Letker —. Vamos, Devon, entrégame lo que es mío y podremos marcharnos. Si nos dejan.
Le instó a acelerar el paso. Algo preocupaba a Letker. Se decían muchas cosas sobre el Paso Perdido de Thül. Eran leyendas, claro. Y no muy precisas. Simplemente hablaban de los hombres que habían desaparecido buscándolo. Ninguno había regresado, salvo uno, enloquecido, que hablaba de horrores y monstruos. Sabiendo que Moslin se escondía allí el misterio se tornaba realidad y perdía fuerza. Pero, si Moslin estaba muerto ¿Qué preocupaba tanto a Letker?
“Mi hogar, Devon. Mi precioso hogar. ¿Sabes cuantas vírgenes he sacrificado sobre las rocas que pisas? ¿Sabes cuantos hombres he degollado mientras esperaban poder robar mis secretos? Me nutrí del tuétano de sus huesos igual que de la esencia de sus almas. Los desmadejé como marranos. Precioso recuerdos, Devon. ¡Y qué recuerdos!”.
Llegaron hasta la sima donde se encontraba la criatura.
—¿Está aquí? —Exigió saber Letker, no era estúpido.
Cada vez estaba más nervioso. No alterado, pero si inquieto, igual que si detrás de las crecientes sombras les aguadarse una emboscada, o algo peor. Ciertamente el cielo poseía un color negro antinatural, más propio de una mancha de pintura que del cielo abierto habitual. Incluso las sombras parecían pegarse sobre todos ellos como un limo negro y supurante. Tampoco había estrellas allá arriba.
“¿Qué hay ahí abajo Devon? Oh, ya le veo. Es una de mis más perfectas creaciones. ¡Y sigue en pie! ¡Ja, ja! Pobre, lo cree por ti y para ti, Devon, mi regalo para cuando vinieras a degollarme en una fría noche. ¡Pero nunca viniste! ¡Me partiste el corazón! Ah, pero bien que has disfrutado de mi regalo, ¿eh?”.
La caja, en la mano. Un instante. Las sombras alargadas, medrando alrededor. La mirada de los mercenarios, vigilando su entorno, se sentían amenazados. Naskir, atento a la caja, hipnotizado por ella. Moslin, rebullendo, ¿Qué iba a hacer? Un momento…Letker extendió la mano….y Devon arrojó la caja a sima donde yacía la criatura.
—¡Noooooo!—Gritó Letker a pleno pulmón.
“Noooooooooo”, gritó Moslin a la vez, dentro de su cabeza. “Idiota. Era la llave. La llave de mi libertad. ¡Lo que has perdido! ¡Era todo cuanto tenía! ¡Todo cuanto importaba! Devon, necio, idiota”, lo percibió, correteando dentro de su sesera, aporreando la puerta blindada que era su lugar personal. “¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?”. Se lamentaba ¿Lloraba?, maldecía, gruñía. Letker no le trató mejor.
—¿Qué has hecho? —Había asombro en él, también ira. Y tristeza, pena, igual que si el guerrero hubiera rajado de arriba abajo una obra de arte —. Has…has tirado la única manera de frenarle, la única esperanza que tenía la humanidad, la única oportunidad de frenarle a Él.
El tratante de sedas miró la sima, tomó aire, extendió los brazos y las manos, con sus dedos formó extraños símbolos. Se arrojó a la sima a la vez que pronunciaba unas chispeantes palabras. Cayó en la oscuridad, pero lentamente.
—¿Pue…puede volar? —Preguntó Jasker, Naskir le pidió que se callara, molesto por la ignorancia de su criado.
—¡¿Un puto mago?!—Se quejó Taf —. ¡¿Hemos venido hasta aquí por un puto mago?!
—Esto mejora por momentos —señaló Aliyah, una mezcla entre miedo y desaliento.
Jaeirah no había perdido el tiempo. Ató una cuerda a una roca de regio aspecto y arrojó el otro extremo del cabo a la sima. Abajo se oía corretear a un hombre y un gigante, danzar un peligroso baile. La norteña estaba decida a bajar. Grosser la frenó.
—Será mejor que no…
La pelirroja le empujó para apartarle de su camino, los miró con odio y luego empezó a descender por la cuerda con una energía formidable. “Putos”, fue lo único que les contestó mientras se perdía en la oscuridad.
Oscuridad. Lo había tomado todo. No de forma natural, la oscuridad era la ausencia de luz pero allí, con el astro rey oculto, la oscuridad era soberana, tenía presencia propia, se la podía tocar. Era un matiz más, no una ausencia. El cielo parecía pintado de brea. Las rocas de su alrededor conformaban un espectáculo ominoso de crestas y pinchos que se clavaba en los corazones más valerosos, desgarrándolos mediante miedo y supersticiones.
“Lo tenías, Devon. Lo tenías todo. Tú podrías haber sido…lo que quisieras. Yo me habría ido, te habría dado la caja. O te hubiera matado, ¿Quién sabe? Ah, pero si te hubieras quedado con ella. Imagina. Imagina si al final hubieras cooperado. Tú y yo. ¡Y el tiempo y el espacio se hubieran inclinado ante nosotros! ¡Y los nombres de los reyes hubieran sido olvidados porque entonces tú y yo seriamos soberanos de TODA la creación! Más allá de la vida, y de la muerte. Era el poder…Es lo que buscaba Lekter. Pensaba usarlo para frenarle a Él. ¿Te das cuenta? Es un idiota. Nadie puede frenarle a Él. Pero yo busqué la manera. Y la encontré. Pero ahora estoy muerto. Muerto, Devon. Y tú has arrojado la pieza principal del puzle ahí abajo…ohhh, ha llegado la Noche”.
—¿Qué mierda es eso? —Aulló Taf, a todos les sorprendió el tono estridente de su voz.
—¡Encended antorchas! ¡Ahora! —Ordenó Grosser.
Aún con el fuego en la mano la luz era escasa. Las sombras danzaban sinuosas, devorando la anaranjada luminiscencia con alevosa avidez. El aire era frío, gélido como el de una tumba. Además, se tornó viciado, contaminado por aromas que nadie logró identificar. “Es un punto nodo, ya te lo expliqué. Una puerta. Y tú…tú eres un faro para ellos”.
Había figuras en la distancia, formas grotescas y deformes que se arrastraban sobre sus ominosas panzas, hacían chasquear sus gelastinosas pinzas o apretaban sus enormes bocas, unas se elevaban, colosos de dos, tres, cuatro piernas, recubiertos de púas, cabellos lanudos, ojos cristalinos, verdosos, rojizos, había cuernos y cornamentas de ciervo, rostros de cabra y otros, imposible de describir. Garras, colas de escorpión, alas membranosas…Devon había visto aquellos horrores antes. En sus vigilias, escapando de su visión, por un costado, nunca llegando a ver la parte del todo. Había escuchado como lo acechaban pero, al girarse, los monstruos desaparecían. Siempre desaparecían.
Ahora no se marcharían. Mirasen a donde mirasen veían a los diablos, a las criaturas del abismo, rodeándoles desde la distancia, atraídos por el rancio olor de la carne humana.
—Los planos…—señaló Naskir, estaba temblando —. Se superponen, como dos hojas, una encima de otra. El suyo y el nuestro…y en medio, se unen. En medio, estamos nosotros. ¡Nos encontramos en el eje de una puerta!
“Y se entera ahora. Practicante de pacotilla”.
—¿Qué estás cacareando? —Le espetó Grosser —. ¡Formad un círculo!
Los mercenarios obedecieron, dejando un hueco para Devon y otro para Jasker.
—¡Al centro listillo! —Le espetó Grosser a Naskir, luego le indicó a Darin que se quedase dentro del círculo. El mudo negó con la cabeza —. Obedece —dijo el jefe mercenario, esta vez sin humor.
Devon, a su lado, contemplaba los horrores acercándose; reptando, volando, corriendo, hambrientos, sedientos, una fuerza primitiva que rugía, graznaba y se retorcía; formas viscosas, músculos poderosos, olían a cadáveres, a putrefacción, a azufre y almizcle. Venían del Infierno o quizás ellos estaban en él.
—Hay cientos…miles de ellos. ¡Miles! —Susurró Taf.
—Mantén la calma, saldremos de esta —dijo la morisca, siempre había sonado dura como el acero, en aquel momento su aliento perdió fuerza.
—¿Gort? —Llamó Grosser, el hombretón atenazó con fuerza el mango de su hacha, igual que si quisiera partirlo —. Muchacho…¿Jasker?
—Estoy con vosotros —dijo, aquello era demasiado para un simple criado, un sudor fría recorría su espalda.
—¿Naskir?
—Haré lo que pueda. Conozco un par de conjuros pero…no, no sé si funcionarán —pudieron percibir su desaliento, su falta de ánimo y esperanza, era contagioso.
—Esto no se parece a lo de antes —le dijo Grosser a Devon —. Aquí no hay hombres, tampoco muertos. Solo esas…esas cosas. ¿Pero qué son?
Debajo de la capa de seguridad que aparentaba, el jefe mercenario olía a sudor, orín y miedo. Los demonios los miraban, con un solo ojo enorme, o con miles, como de araña, enclavados en cráneos que emulaban a los antiguos mamuts, a bestias primigenias o a los hombres, o que caían pendulares, o se elevaban como serpientes. Devon podía oler el miedo de sus compañeros, la tensión de sus músculos, el correr de sus corazones desbocados.
—¡Letker! ¡Sube aquí! —Gritó, pero nadie respondió. La oscuridad había camuflado la sima con la roca hasta el punto de que ya no era posible saber si seguía allí.
“Te huelen, Devon, y a ellos también. Sois sus manjares, su cena. ¿No es emocionante? El Ollstylkipokk* en todo su esplendor, como nunca antes lo habías visto”.
*Ollstylkipokk-Una versión más infernal del infierno de lo que un infernólogo podría soportar.
Al parecer mi treta estaba dando resultado. Los temblores cesaron en el mismo instante en que decidí concederle su deseo a expensas de tener que escuchar el continuo lloriqueo de Moslin. “Calla viejo chocho!!! Tú estarás en mi mente, pero soy yo quien decide!!!” Le habé a la voz en mi cabeza. Grosser parecía asustado. Se apartaba de Lekter como si tuviese la peste.
- No temas Grosser…solo es magia. Pero hasta los magos más poderosos pueden morir… - “Verdad Moslin?” Razoné a la voz de mi cabeza. “¿Crees que confiaría en ti? Hice lo que hice pensando que aparecerías y me podría enfrentar a ti, pero en lugar de ello has decidido rehuirme y esconderte en mi cabeza… Vale!!! Quédate!!! Pero si no puedo destruirte, me encargaré de que caigas en el más oscuro olvido!!!”.
Comenzamos a andar por la cueva. Grosser me paso la caja y la escondí entre los plegues de mi túnica. Intenté calmar a un nervioso Grosser, pero la verdad es que ni yo mismo sabía que estaba haciendo. Odiaba todo lo relacionado con la magia, a pesar de estar duramente ligado a ella. Pero aún odiaba más que un mago quisiera manejarme a su antojo. Aquello había pasado una vez…y nunca más se volvería a dar la situación. Al contacto con la caja, la voz jubilosa de Moslin se alzó en mi interior. “No es nuestra…es mía!!!” Lo rectifiqué.
Noté la frustración ante aquel comentario. También noté como volvía a intentar forzar mi puerta. Pero esta se mantuvo firme. Y de esa guisa, alcanzamos al resto de gente. La situación se notaba tensa, pero al menos no se habían matado entre ellos. Ignoré a Naskir. Aún me duraba el enfado por su ineptitud. Pero Lekter parecía nervioso. Al parecer lo avanzado del día lo ponía más tenso de lo habitual. Cosa que me agradaba.
Sonreí ladinamente ante su apremiante necesidad de conseguir aquello que poseía yo. Avanzamos ahora todos juntos por la red de tuneles en busca de la sima que tenía en mente. Mi mente vagaba pensando en lo que podía provocar tanto temor a aquel comerciante de sedas que al parecer escondía entre sus conocimientos una magia poderosa. La voz de Moslin rasgó el silencio sobresaltándome. “Pues ya me dirás como resolvemos este tema… Al parecer algo se va a desencadenar y no acabo de estar seguro de poder controlarlo… Y ya sabes que ahora mismo y dada nuestra emocionante situación, si yo muero, tú te mueres conmigo” El pensamiento había surgido como algo espontaneo. No era una amenaza, sino una realidad. A lo mejor era la forma de poder destruirlo. Convertirnos los dos en fantasmas y luchar eternamente en aquel limbo…
Al llegar a la sima, Lekter me hizo salir de mi ensoñación. Moslin habló. Parecía complacido. Pero se calló al ver aparecer la caja por unos instantes y ver que mi mano se quedaba suspendida por encima de la oscura grieta, como una boca hambrienta esperando engullirnos. Todo pareció ralentizarse unos segundos. Parecía que pasaba a cámara lenta. Cuando mi mano se abrió y dejó caer la caja a la oscuridad de la fosa sonaron varios gritos al unísono. Lekter sonó en la parte física, a unos escasos pasos de mí, aún con la mano extendida. La otra sonó en mi cerebro. Moslin aullaba como un lobo. Lloraba ante la pérdida de lo que él llamaba la llave de su libertad. Sostuve el envite de ambos. Uno gritándome a la cara y el otro en mi cerebro. “Te dije que no confiaría en ti el resto de mi vida!!! Me maldeciste una vez y me la has vuelto a jugar esta última vez… Ahora es mi turno!!! Ponte cómodo en mi cabeza, pues me parece que es ahí donde te vas a quedar por siempre.”.
- Me importa una mierda lo que sea eso que has venido a buscar!!! Ahora ya sabes donde está!!! – le dije sin inmutarme ni un ápice por su diatriba y su cara de odio.
Y para nuestra sorpresa se arrojó a la grieta flotando como una hoja que cae de un árbol. Su fiel acompañante, con una mirada de hielo, ató una cuerda y comenzó a descender con soltura. No medió palabra. Cosa que era de esperar. Ahora solo teníamos que marcharnos de allí. Pero la oscuridad parecía haberse adueñado de todo. Era como si algo más oscuro que la noche que nos rodeaba estuviese cubriéndolo todo con un manto de negrura insondable. Solo el rumor de los que habían bajado abajo perseguidos por aquel golem de muerte rompía el silencio. Eso y los gemidos. Comenzaron a sonar por todo alrededor. Al parecer estábamos en el lugar equivocado a la hora menos propicia. Hasta ahora no habían estado. Siempre me acompañaban, a mi lado, siempre cerca pero sin dejarse ver del todo. Buscando las sombras y apareciendo por la periferia de mi vista. Nunca antes me había enfrentado a ellos aunque los conocía. Eran demonios. Seres oscuros sacados de las peores pesadillas. Moslin solo dijo algo que era obvio. “Como si no lo supiese viejo decrépito!!! Espero que tengas ideas para salir de aquí!!! Si quieres seguir viviendo aunque sea en mi cabeza!!!” Le insté a pesar de que sabía que no diría nada de provecho y lo que dijese no sería de fiar.
- Grosser!!! Siento haberte metido en esto… Son demonios!!! Seres irracionales que solo salen en los cuentos más grotescos y en las pesadillas. Y tienen hambre!!! Te dije que no era una buena compañía.
El desaliento me asaltó por unos instantes. Aquellos tipos no merecían morir. “Si solo me huelen a mi que me ataquen y dejen marchar a los demás. Tú sabes como controlarlos!! Los has creado!! Los has tratado como iguales viejo brujo!!! ¿Cómo los paramos?” Pero nadie contestaba. Y cada vez estaban más cerca. Una idea se abrió en mi mente.
- Bajad!!! Bajad he dicho!!! – les grité a los demás. – Y rápido!! Seré el último en hacerlo. Ellos me conocen y yo a ellos!!! Quieren jugar!!! Pues bien!!! Juguemos!!! – miré a Grosser. – Un placer haberte conocido!!! Y ahora baja y haz que tus chicos salgan de aquí. Ese tal Lekter es más de lo que dice ser y posiblemente tenga la solución a salir de aquí. Andando!!! No aceptaré quejas esta vez!!!
Avancé por delante del grupo notando la tensión acrecentarse. Es escozor de mis tatuajes comenzaba a aumentar al mismo ritmo que su color variaba del azul plácido a un rojo intenso. Notaba bullir toda mi sangre, como si fuese a estallar en llamas.
- BAJAD DE UNA PUTA VEZ!!! – grité acercándome a uno de los primeros monstruos. Sus ojos bulbosos y repletos de maldad me miraron con recelo, pero no pareció amedrentarse. Desenfundé a mi maldita espada!!! Noté su cálido taco esperando que cantara para mi… Quería sentirla!!! Follármela!!! – Vamos cariño!!! Tenemos trabajo y no quiero morir aquí!!!. Si soy un faro para ellos que sepan que estoy aquí!!! VENID SERES DEL INFIERNO!!!
“Así que crees, mi querido Devon, que si tú mueres yo simplemente me esfumaré. Nunca se te dio bien pensar” aleccionó, igual que un severo maestro. “Si pierdes la vida tu espíritu partirá allí a donde corresponda, seguramente al más inmundo de los infiernos, pero mi espíritu está anclado a tu cuerpo físico. Sin ti ¿Qué me impide alzarme con tu cadavérico cuerpo? Piénsalo, morir me favorece mucho ¿No crees?” Soltó una risilla, afilada como un picahielos punzando su materia gris “¿Dudas de mi palabras? ¿Te mentiría yo? ¡Si somos amigos, Devon! Casi familia. Tengo acceso a tus recuerdos. Básicamente, recuerdo como te tirabas a tu mujer, es casi como haberla disfrutado yo. No, no te mentiría Devon. No obstante, haz la prueba. ¿Por qué no te mueres y vemos que sucede?”
El mundo cambió. Aquel ya no era su hogar. Plano era la palabra técnica, lo sabía. Estaba dentro de su cabeza. Un punto nodo, una encrucijada de caminos. Un lugar perfecto para echar por tierra ciertas barreras, ver espíritus, alzar a los muertos, negociar con demonios. Devon era un faro. Los diablos le seguían, perfilaban su silueta detrás de una cortina de seda. Lo acechaban pero no podían pasar. Hasta ahora.
Diablos, demonios, grotescos y sucios. El terror que destilaban se metía debajo de la piel de los vivos. No era fácil asimilar que aquellas monstruosas formas se encontraban muchos peldaños por encima de la cadena de alimentación. Solo eran carne para ellos. Devon mantuvo el control. Él era diferente, había visto esos seres con anterioridad. Le habían asustado, perturbado, vuelto medio loco. Al final, se había familiarizado con su presencia. Nunca dejaba de ser inquietante pero ahora, al menos, podía verlos, contemplarlos en su inmunda totalidad. Y hacerles frente.
Su espada gemía, era una zorra atada con cadenas y cuero. Si, quería su sangre, quería dolor, sufrimiento, el icor caliente de los pozos más bajos del infierno. Ya se deleitaba, relamiéndose, compartiendo su energía y optimismo con Devon, animándole, seduciéndole a que perpetrase una carnicería. Había algo chusco en aquellos sentimientos, como violar a tu hermana o acostarte con tu madre. Estaban mal pero el deseo estaba allí, latente, rugiente, fuerte, lleno de morbosa esperanza.
“Claro que sé cómo salir de aquí. Y si, conozco palabras de poder que harían retroceder a los diablos. ¡Pero no lo haré hasta que no recuperes la caja, estúpido botarate! ¡Que se te lleven los diablos de una vez, y a mí contigo! ¡No me importa! ¡O salimos con la caja o no salimos!” le gritó muy enfadado.
—Joder, no vamos a meternos en un agujero con esa cosa, gilipollas —se quejo Taf cuando Devon propuso que siguieran a Letker al interior de la sima.
—Hay demasiados —señaló Grosser —En el agujero solo hay uno, Taf.
—¡Hasta que entren todos y nos den por el culo! ¡Y una mierda! ¡Eso es una tumba!
Se estaba poniendo nervioso, demasiado. Aliyah se acercó a él, colocó su férrea mano sobre su hombro.
—Tranquilo Tafabar, saldremos de esta. Como siempre —su voz era templada, su acero estaba listo. El arquero se calmó.
Dain y Gort miraban a su alrededor, inquietos. Las cosas se acercaban pero ninguno quería ser el primero en descender. Naskir tampoco. Estaba trazando complicados símbolos cabalísticos en el suelo.
—¡Recitaré un conjuro! —Había dicho, muy seguro de si —. ¡Trataré de controlarlos!
—¿A todos? —Inquirió Grosser, incrédulo, mas no obtuvo respuesta.
Jasker se acercó a ellos, pálido como la nieve.
—¿No podemos huir? —Jadeaba, nervioso, aquella noche le perseguiría el resto de sus días.
—¿A dónde? —Preguntó el jefe mercenario.
Mirasen a donde mirasen, el negro horizonte estaba plagado de formas hirsutas que se recortaban, amenazantes, contra los cielos hundidos del infierno. No había escapatoria ni esperanza. Devon podía percibirlo. Sabía que Naskir había errado en sus símbolos mágicos, aquí y allá, era un aprendiz después de todo. También sabía, por cortesía de Moslin, que un arma convencional no podía herir a esos seres. Por suerte, él no era nada convencional. Se escindió del grupo, ordenándoles que bajasen, que lo dejasen atrás. Letker podía ser la solución. Si seguía vivo.
Él encaró al primero de los diablos.
Era una forma grotesca, un gigante que carecía de cabeza y que en su lugar poseía un globo ocular hediondo y verdoso, su torso eran una mandíbulas verticales que chascaban. De dentro, unos brazos retorcidos y astillados surgían a modo de lengua. Fueron estos los que trataron de atraparle. Devon se defendió, su espada silbó en el aire una canción de muerte y mutilación. La oscuridad se pegaba a su rostro, a su brazo, a los jirones de carne y sangre que iba arrancando al diablo. Mutiló dos de las extremidades, retrocedió con maestría para evitar la brutal mordedura del ser y arremetió de nuevo, espada en ristre, cuando vio un rostro ahogado en la garganta del ser; su corazón, supo.
Su brazo fue frenando, una cuerda gelatinosa lo atrapó. En la distancia, un diablo con boca de sapo se había alzado hasta una roca y ahora le mantenía retenido. Hubiera podido asir una daga o cambiar la espada de mano, no hizo falta. Aliyah apareció por su costado, cercenando la gelatinosa lengua mediante su espada. El demonio sapo soltó a Devon, aulló de forma estridente y luego volvió a lanzar su lengua, esta vez contra el tobillo de Aliyah, derribándola, y atrayéndola hasta sus enormes fauces. Devon no pudo socorrerla, pues el gigante que enfrentaba él se le echó encima.
Fue distraído, una vez más. Grosser, por un costado, hundió su hacha repetidas veces en el lomo de la bestia. Hubiera podido partir a un hombre en dos mediante esos golpes, y arrancó dos buenos pedazos de carne costrosa al ser…pero poco más.
—¡Esto no sirve! —Se quejó el jefe mercenario, frustrado.
El demonio sapo había atraído hacia sí a Aliyah de tal forma que las piernas de la mujer ya se encontraban dentro de la grasienta boca del ser, quien la engullía poco a poco. Una especie de veneno paralizante, supo Devon de nuevo gracias a Moslin, impedía que la mujer se defendiera. Gort y Darin acudieron en su ayuda pero los cuchillos que arrojaba el chico rebotaban en la gruesa piel del demonio mientras que los poderosos hachazos de la mole de músculos apenas lograron nada.
Aliyah, con el cuerpo engullido ya hasta la cintura, fue retenida en última instancia por los brazos de Jasker. El criado había dejado a su señor tras la segura línea que mantenían los mercenarios para evitar aquella muerte lenta y horrible.
Devon tenía sus propios problemas. El gigante giró, golpeó a Grosser con su corpachón y lo arrojó rodando piedras abajo. Una sima traicionera, oculta entre la creciente oscuridad, lo engulló. Momentos después la criatura atacaba de nuevo a Devon haciendo chasquear sus enormes mandíbulas, capaces de reducir a un buey a papilla en cuestión de segundos. Una certeza flecha impidió su carga. Taf acertó dos veces en su nauseabundo ojo, justo en la pupila, aunque las flechas apenas lograron penetración. Pero fue suficiente. Devon solo necesitaba un instante. Una estocada entre las fauces, y alcanzó el supuesto corazón de la bestia. La criatura se deshinchó como un globo pinchado, desparramándose por el suelo. Su dama acerada gimió de placer, pidió más.
Devon acudió en ayuda del resto. Donde los potentes golpes de Gort habían fallado triunfo su espada, partiendo en dos el grueso cráneo de la criatura con boca de sapo. Así terminaron con el cautiverio de la mujer, siendo Jasker quien tiró. No la había soltado pese a que sus propias manos ya estaban dentro de la grotesca boca del ser.
Tuvieron que ayudar a Aliyah a caminar pues las piernas no la respondían. El efecto pasaría en unos minutos, de nuevo, el conocimiento de Moslin. Además, el hacha pesada de Gnort estaba mellada. Se reunieron con Naskir, quien lanzó una mirada de reprobación a su criado.
—Dos minutos más y lo tendré —dijo, muy serio.
—No sé si tenemos tanto tiempo —dijo Grosser, a quien Taf había ayudado a salir de la sima, luego miró a Devon, desafiante—. Nos vamos todos o nos quedamos todos, pero juntos. Así tenemos más posibilidades.
Los cadáveres de los dos demonios se estaban pudriendo. Olían a decadencia, un hedor insoportable y calenturiento que les hacía llorar. Darin vomitó, Naskir se mareó un poco. Seguían cercándoles. Que presentasen batalla solo era un aliciente más. Abajo, en la sima, se escuchaba una feroz batalla y, de vez en cuando, el resplandor de un relámpago.
Devon debía decidir, pelear o huir. Y sin embargo Moslin le impidió tomar una decisión. En la distancia, entre el grueso de los demonios, la horda se había apartado dejando sitio a una llama rojiza, muy intensa, en la que empezaba a perfilarse una silueta. Era, en apariencia, humanoide, sin deformaciones ni mutaciones. Alguien más estaba llegando. A pesar de la distancia, y de las sombras extendidas, Moslin lo reconoció. Devon sintió su miedo dentro de él, su pánico con careta de ciempiés recorriendo el interior de su cráneo, arrastrando sus innumerables patas de acero sobre su hueso pelado. “Es él..” dijo sin aliento el nigromante. “Me ha encontrado. No, no puede ser…” Había verdadero miedo en su expresión, Devon lo notaba temblar. Era pavor, un miedo intenso y feroz. Devon lo compartió, sintiéndose pequeño e insignificante ante aquel que estaba por venir.
Incluso los demonios se apartaban de su llegada, aquella luz radiante y antinatural los mantenía alejados.
“No, no puede haberme encontrado. No, no…mierda. ¿Y ahora qué? Ya…ya sé. Me quedaré muy quieto. Devon, por tus dioses, sal de aquí. Corre, huye, o la muerte será el menor de nuestros problemas…No, no le digas que estoy aquí. Quizás él no lo sepa…Pero por si acaso, solo por si acaso…” se fue metiendo dentro de un capullo, envolviéndose hasta quedar mudo, durmiente. Hasta callar*.
*Moslin se calla. Y mientras que tú no le hables será como si no estuviera allí. Digamos que se ha escondido dentro de tu mente. Él no puede salir de su estado, pero tú si puedes obligarle a salir, bastará con que le preguntes e insistas. Su pequeño arcón sigue inviolable pero, mientras esté así, el resto de sus conocimientos son tuyos, pero los tuyos no no son de Moslin en este estado. Vaya, parece que algo le ha asustado. Y si, se está liando buena.
Escuché la voz melosa de Moslin. Incluso llegó a parecerme convincente. Pero demasiadas mentiras ocultaban su mente. Demasiadas cosas inciertas, verdades a medias… Todo ello era justo lo que necesitaba Devon para autoconvencerse de que aquel ser que estaba en su interior debía de morir. “Habla lo que quieras viejo chocho!!! Tal vez me controles en su momento pero si muero a manos de estos demonios igual no te es an fácil hacerte con mi alma. Además, ahora somos solo uno. Igual no te es tan fácil controlarme capullo!!! Solo tienes que demostrarme que puedo confiar en ti…Dejarme hurgar en tu cajón!!! Ver lo que no quieres que vea y todo listo!!!”.
Pero no podía seguir manteniendo aquella conversación estúpida. Me centré en lo que acontecía a mi alrededor notando la canción de odio y amor que cantaba la espada. Miré en todo su esplendor a las bestias que nos acosaban. Seres deformes y capaces de volverte loco por el mero hecho de verlos. Pero yo los conocía. Llevaba años con ellos. Solo que hasta ahora no habíamos coincidido. Siempre habían sido esquivas quimeras de mi vista periférica. Aún así sentía cierto temor en lo hondo de mi corazón. Solo la espada, aquel maldita mujer, me daba cierta tranquilidad, cierto placer de saber que aquel enfrentamiento nos iba a hacer más fuertes. Nos uniría como dos amantes deseosos de tomar al otro. Una orgía de muerte. Eso era lo que esperaba!!! Y sentí hasta cierto agradecimiento a pesar de saber que Grosser y su gente tenían ahora mismo un futuro incierto.
La voz de Moslin gritó en mi mente calentándome más. El sabía hacerlos retroceder!!! O eso decía!! Pero solo si la caja estaba en mi poder!!! Como si fuese fácil… No solo tenía que lidiar con un mago en mi cabeza sino que ahora me enfrentaba a uno que de seguro estaba cabreado conmigo y a toda una horda de seres surgidos de las más oscuras pesadillas. Los mercenarios trataban de calmarse y buscaban una salida que no existía.
- Marcharos he dicho!!! Y suerte!!! – dije mientras avanzaba sin temor hacia la primera de las criaturas.
Bailamos la danza de la muerte. Y ella recibió casi todas las heridas. Con cada nuevo corte, la espada cantaba más fuerte. Vibraba en mis manos como si quisiera salir de ellas. Pero sabía que no podía hacerlo. Al igual que yo necesitaba de su fuerza, ella necesitaba de mi brazo. Una simbiosis detestable pero necesaria. Ganaría para Grosser y su gente el tiempo suficiente para que escaparan ladera abajo…
Vi su corazón palpitante en el interior de aquella enorme boca y ataqué a fondo pero en el último instante una lengua rasposa y pegajosa se adhirió a mi muñeca. Aliyah la cortó con alegre precisión, pero por el contrario salió una nueva lengua disparada, esta vez a los pies de la intrépida guerrera. Había hecho mal!! No se había marchado y ahora no podía ayudarla. Observé a Grosser y a varios mercenarios intentar atacar a aquella criatura con forma de sapo, mientras que Jasker la cogía de las manos para detener el avance inexorable hacia la boca de aquel monstruo. Estaba paralizada a causa de un veneno supe gracias a los conocimientos de Moslin, pero aquello no me ayudaba pues el otro ser me atacó con su descomunal boca. Peor esta vez estaba preparado, y tras varios lances, conseguí atravesar su podrido corazón.
La lujuria de su muerte me atravesó como una tromba mientras corría hacia el sapo y lo partía en dos. Sintiendo nuevamente un nuevo ramalazo de placer provocado por la espada que cantaba alegre y feliz de aquellas muertes. Observé como sacaban a Aliyah del interior de las fauces mientras un olor nauseabundo comenzaba a cubrir la zona mientras los cuerpos de los dos demonios se descomponían. Mantuve la posición mientras ellos retrocedían llevándose a la feroz mujer medio desmayada. La mano de Grosser se posó en mi hombro y me giré con fiereza… Su comentario hizo que me enfureciese. ¿Es que acaso no veían lo que pasaba? ¿Es que era tan tonto que no se daba cuenta? Pero algo en su mirada hizo que me tragase el comentario que pugnaba por surgir, mientras el fulgor de mis tatuajes me daba un aire infernal…
Pero algo en su mirada hizo que me tragase el comentario que pugnaba por surgir, mientras el fulgor de mis tatuajes me daba un aire infernal…
- Joder Grosser!!! ¿Qué tengo que hacer para que te des cuenta de lo que pasa? Ya te dije que no era una buena compañía!!! Debéis salir de aquí y tal vez abajo hayan más posibilidades!! Solo intento ganar tiempo!! Pero comenzad a bajar de una puta vez!!! Naskir, no se que estás intentando pero no creo que funcione. Te has saltado varios pasos!!! – le grité al erudito que se afanaba en una especie de hechizo. Estaba claro que tenía mucho que aprender por mucho que quisiera dárselas de entendido. Me sorprendí con aquel comentario odiándome a mi mismo por haber sabido aquello.
Pero entonces algo pasó. El silencio se hizo entre las filas de demonios babeantes. Noté una convulsión en el interior de mi cerebro. Moslin estaba alerta…y nervioso, muy nervioso. “¿Qué pasa Moslin? ¿Qué te asusta?” Pero no me costó mucho esfuerzo hacerle hablar. La figura llameante que apareció se notaba poderosa incluso para mi. Pero lo peor era saber que Moslin estaba aterrado como nunca en la vida lo había visto. De pronto no parecía nada más que un viejo gimoteante y asustadizo. Aquel ser lo asustaba hasta lo indecible y algo me decía que yo debía de estar también asustado. Noté como la sombre del negro mago se escondía en lo más hondo de mi cabeza y el mutismo fue lo único que sentí, solo roto por el aullante canto de la mujer de la espada que aún no estaba saciada de almas, aunque fuesen de demonios.
- Grosser!!! Baja….Ya!!! – susurré apretando con fuerza el cuerpo de la mujer, notando su regocijo. – No quiero discusiones ahora!!! – Centré mi atención en aquel ser… ¿Qué era? ¿Quién era? Algo me decía que debía conocerlo pero no era así. “Moslin!!! Maldito malnacido!!! Dime como arreglar el estropicio que está haciendo el aprendiz de mago… Tal vez no podamos ganarle, pero si ganar algunos minutos!!! Tu sabes cosas que yo solo puedo intuir… Lo de la caja… Ya hablaremos!!! Pero primero debemos de encontrarnos con mi querido amigo allí abajo y evitar que tu amigo de aquí arriba te coja”.
—¡Yo tampoco soy muy buena compañía! —Gruñó Grosser.
Si hubiera estado solo, se hubiera quedado con él. Pero era el jefe. El peso del mando recaía sobre sus hombros y sabía que quedarse era un suicidio. Letker parecía tener más idea de lo que estaba sucediendo allí. Además, el terror más antiguo se había filtrado a través de los poros de los hombros. Los demonios eran criaturas terroríficas pero la nueva figura que se estaba formando era…no se podía describir, su sola presencia removía sus terrores más escondidos con un palo recubierto de espinas de acero.
Tenía que pensar en sus hombres. A veces el mando exigía ciertos sacrificios; honor, camaradería, a cambio de superviviencia.
—Muchachos, ¡Bajamos!
—¡Ya era hora joder! —Exhaló Taf, quien se acercó al agujero pero se quedó allí, el arco presto, esperando a sus compañeros.
Los mercenarios fueron descendiendo. Abajo, las chispas de la magia brillaban con el intensidad, igual que el color del acero. Grosser fue el último en descender.
—¡Diez minutos! ¡Si no has bajado entonces subiremos a buscarte!
Jasker se había quedado al lado de la cuerda.
—¡Señor! ¡Adelante! ¡Abajo es más seguro!
El criado estaba acojonado. Sudor frío, el rostro pálido. Quería escapar de los demonios, de la maligna presencia que se acercaba. Todo su cuerpo le pedía huir. Solo su lealtad le había impedido mearse en los pantalones. Naskir no se movió. Miraba los símbolos que estaba trazando, se había detenido. ¿Dónde se había equivocado? ¿Y cómo podía saberlo Devon?
—¡Señor! — Apremió Jasker.
—Yo no voy a ninguna parte —dijo el estudioso, mirando la fina línea del horizonte, como el infierno se acercaba. Era un espectáculo que su mente privilegiada quería fotografiar, analizar, estudiar. Quería aprender de todo aquello. Devon había conocido a gente así a lo largo de su vida; personas que anteponían su búsqueda personal a sus vidas. Todos estaban muertos.
Devon, sudaba, sus tatuajes estaban al rojo. Parecía otro demonio, parte de ellos, de aquel mundo rojizo repleto de horrores, miedo y sufrimiento que se perfilaba en la distancia. Podía sentir la carne desgarrándose, el goteo de la sangre, intermitente, como una plácida lluvia espesa, el quebrar de los huesos, los alaridos de los hombres al ver como sus almas eran arrancadas de sus cuerpos materiales. Era el Infierno, el Arallu.
Moslin estaba callado. Asustado del todo, se había encerrado en su arcón. No respondía. De hacerlo, sería visible. Y no quería mostrase. No era una estratagema, sabía. Era miedo de verdad. Y parte de ese miedo se filtraba a sus músculos, a su ser. Le sudaban las manos, le temblaban las facciones de la cara. Era involuntario, el miedo le mordía aquí y allí. No estaba solo. El peso de su acero le reconfortaba. Era como tener a su amante a su lado; una amante loca, amante de la sangre y de la muerte, con la que disfrutaría de una noche de desenfreno, muerte y lujuria, una orgía de carne y laceraciones, de sudor caliente, piel húmeda y descarnada.
El petardeo de luces terminó, en la distancia. Los demonios, gruñones, que se arrastraban y peleaban por cercarlos, se detuvieron. Enmudecieron, quedaron rígidos, estáticos, controlados por la nueva figura. La abrieron paso, temerosos, sin atreverse si quiera a mirarla. Devon percibió como la realidad a su alrededor de desgarraba, igual que si el mundo que conocía hasta ahora tuviera una máscara y la hubiera retirado de su rostro para mostrarle una de las verdades del mundo.
La figura se acercó a ellos, levitando. Tenía el tamaño y la forma de un hombre. Quizás, antaño, era lo que había sido. La tela de su túnica era metálica, afilada. Un arma, pensó Devon. Portaba un negro báculo coronado por siete cuernos de siete bestias diferentes. Llevaba además un medallón negro como la noche repleto de signos cabalísticos y un ojo, amoratado, que lo contemplaba. En su costado descansaba un viejo libro, bien amarrado, del que surgían suspiros y lamentos.
Su piel se había fundido con su cráneo, el cual se había cuarteado y calcinado. El hueso era carne y la carne, hueso, tenía expresividad. Sus ojos, dos volutas de fuego rojo, muy intenso, eran imposibles de mirar sin sentir su doloroso abrazo. Devon se sintió mareado, debilitado ante la nueva presencia.
Se detuvo a diez metros de ellos. Jasker se había orinado encima y no podía culpársele. Tiraba del brazo de Naskir, quería meterle en el agujero, con él. Quería huir, echar a correr. Hasta los demonios era una mejor opción que quedarse allí. Podía respirarse el hedor del mal en ese ser. Mal puro, concentrado en un solo ser. Devon era un infante de guardería a su lado.
Y a pesar de todo, Devon se sentía algo cómodo en presencia de aquel sujeto, como si no tuviera que esconder su lado más cruel, su lado más auténtico. La espada gemía, loca de placer, pedía descontrol, bailar en sus manos como la puta que era buscando satisfacción.
Naskir estaba embobado. Clavado en el suelo, contemplaba al recién llegado como haría un sacerdote al encontrar a su dios reencarnado, frente a frente. Naskir se había enamorado. Sabía quién o qué era. Y Moslin, pero seguía oculto, muy dentro de si mismo.
El ser miró primero a Naskir. Jasker lloraba a su lado.
—Señor, os lo ruego, corramos. Corramos ahora…—no fue escuchado.
La voz del ser cortó el aire, era vieja, polvorienta, una tumba que habla y cuenta horrores traídos del otro lado.
—¿Tiberius? —Sus sílabas exhalaban muerte, promesas de dolor.
Buscaba a alguien. Naskir sabía a quién, sus ojos lloraban de placer. El sol que quema, el dorado sueño de su estudio, delante de él. La emoción era catártica, le embargaba. No pudo responder. El ser se giró hacia Devon ignorando a Naskir, para él no eran nada. Pedazos de carne, trozos de alma, seres incompletos.
Devon sintió el pánico, un chispazo de terror en su médula espinal, el frío de la muerte más inclemente, dentro de su alma, desbrozando su corazón, devastándolo. Cuando las llamas de su mirada le enfocaron, se sintió arder.
—¿Tiberius?
Tiberius, de alguna manera, lo sabía. Quizás por la espada, quizás por Moslin. Quizás porque era la única forma de encajar todo aquello. El amo de aquel Infierno buscaba a Letker.
Grosser pugnaba se debatía entre salir de allí corriendo y quedarse, pero mis palabras acabaron por hacer mella en su sesera… Las órdenes de comenzar a bajar comenzaron a sonar por encima de las decenas de gemidos, aullidos y gritos desgarrados de los seres que nos acechaban. Aún así dejó claro que volvería por mi si no bajaba pronto. Asentí quedamente, sin sonrisas ni palabras amigables… notando el calor de los tatuajes envolviéndome en un abrazo de dolor. La voz sensual y caramelosa de la mujer de la espada cantándome en la cabeza… Imágenes dispersas de cuerpos cercenados y rotos. Ávida de matar incluso a Grosser. Sujetando el arma con ambas manos para evitar que esta, como si vida propia tuviese, se lanzase al corazón del mercenario.
En cambio Naskir decidió sacar coraje de donde no tenía… A diferencia de su mayordomo Jasker, que por primera vez gimoteaba aterrado de miedo. En cambio, el erudito me miraba con cara de rabia por saber que se había equivocado, pero sin comprender como era posible que yo lo supiera. No pude contestarle. Mi “amigo” Moslin seguía sumido en el más mudo de los silencios. Incapaz de articular sus mofas. “Maldito bastardo!!! Sal de tu agujero!!! Sabandija cobarde y dime como ganar tiempo!!! Cómo arreglo el estropicio de ese aprendiz!!!” Le grité en mi mente, sabedor de que había algo que se podía hacer pero sin saber que era lo necesario…
Y por encima de todo estaba aquel ser… Su mera presencia hizo enmudecer al resto de demonios. Incluso yo me sentía como anclado en el suelo. Un sudor frio recorrió mi cuerpo, a pesar de la cantinela de la espada que seguñia reclamando sangre, aunque fuese aquella mancillada y podrida de los demonios. Pero algo en mi ser me decía que aquel ser que avanzaba levitando no era un demonio normal… Su presencia intimidadora dejaba claro que su poder estaba muy por encima del de los demás y por ende… del mio. O muy posiblemente!!! Aunque de moemento prefería no forzar ni adelantar ese momento.
Observé al ser, a su báculo negro con diferentes cuernos. Su aspecto en si ya daba cierto temor. Su piel cuarteada, se había soldado a su cráneo dándole un aspecto cadavérico y aterrador. Un enorme medallón con símbolos extrños y un enorme ojo destacaba en su pecho, así como un libro colgado en su lateral. Posiblemente su grimorio…
Miré al aterrado Jasker y quise huir, pero por alguna razón no acababa de sentir miedo total de aquel ser. Si respeto y temor al sentir su poder. Pero ese poder era como un amigo para parte de mi cerebro… Su voz rasposa rompió el silencio solo roto por los gimoteos del criado y la respiración entrecortada de Naskir. Un nombre, desconocido…
Aquel demonio supremo posó su mirada en mi… Un temblor recorrió mi cuerpo haciendo que por unos instantes temblase con la espada en las manos… Su voz volvió a pronunciar aquel nombre desconocido mientras la mirada de aquel ser lo atravesaba haciéndolo estremecer como un bebe de pecho al aire libre. Y la imagen se formó en su mente. Pues Tiberius no era otro que aquel maldito comerciante que estaba allí abajo. Poderosos enemigos se había buscado.
Si aquello era la llave de todo igual era necesario recuperarla. No quería morir allí sin llevar a cabo su venganza. No podía cavar allí su vida. Debía bajar y recuperar aquello que aquellos dos seres buscaban.
- Naskir… Baja… Ya!!! – le ordené al erudito empujándolo suavemente con la pierna.
Luego lo seguiría… Y cuando llegase abajo que todos los dioses nos protegieran y me permitiesen ser el primero en llegar a aquel artefacto. “Despierta maldito viejo!!! Vamos por tu juguete!!! Pero vas a tener que poner de tu parte!!!”. Dije mientras seguía presionando a Naskir para bajar…
Moslin no asomó la nariz. Se había convertido en una tortuga asustada. La presencia convocada en el plano del horror le asustaba. El miedo se filtraba a través de su mente, contaminando a Devon…o intentándolo. Sus tatuajes ardían, los susurros de la espada se distorsionaban, su sed le daba fuerzas. Y los diablos, al fin se mostraban. Eso le daba algo de paz. Suficiente para refrenar todos los sentimientos del nigromante. Pero, por más que le instó, Moslin no le ayudó con el conjuro de Naskir.
Contemplar la sola presencia de la entidad infernal le revolvía las tripas a uno, rascaba los peores miedos, los que subyacen debajo de la piel, los temores más simples que asolan a los niños: los monstruos, la oscuridad, el hombre del saco. Todo tenía su origen, allí, en ese ser. Su maldad podía paladearse, percibirse con cada poro de la piel. Le hacía sentir sucio a uno. Devon resistía, su cuerpo ardía, su espada cantaba. Él era especial. Que pudiera danzar en aquel baile macabro como un integrante más debería hacerle despertar varias preguntas.
Preguntas. Tiberius. El ente buscaba a Tiberius, a Adam Letker. Devon, aún con todo lo que sentía por el tratante de sedas, no le traicionó. Ordenó a los demás que bajasen. Jasker hubiera cogido en brazos a Naskir y lo hubiera arrastrado con él de ser necesario, más no podía bajar por la cuerda y cargar con él. Dudó, entre el miedo más visceral y su lealtad. Optó por la lealtad, quedándose al lado de su señor.
Naskir se arrodilló en su círculo de símbolos inacabado. Sus ojos brillaban, de emoción, de ilusión. Era un niño contemplando la magia, su sueño hecho realidad.
—¡Enseñadme os lo ruego! ¡Enseñadme! —E hizo una reverencia, tan humillante para él que lo despojaba de cualquier vestigio de humanidad.
—El poder requiere un sacrificio —indicó la voz, nacía de un pozo profundo donde la maldad más primigenia hedía.
—¡No hable con él, señor! ¡Vámonos! —La cara de Jasker era de puro pavor, cuando Naskir se alzó y le golpeó la cabeza con una piedra, sencillamente no lo vio venir.
Devon corrió, no había podido hacer nada y era evidente que Naskir se había vuelto loco. Mientras descendía por la cuerda escuchó el cráneo de un hombre al ser machacado por la sed de sangre de otro. Y una risilla histérica que le heló la sangre.
Descendió con premura. Abajo, la oscuridad le engulló. Nada más tomar tierra estuvo a punto de ser traspasado por el puñal de Taf, quien le reconoció en última instancia, cuando Devon ya tenía el arma alzada.
—Joder, avisa de que eres tú…
La abominación se encontraba a un lado, su carne putrefacta humeaba. Olía a azufre, a matadero en llamas, la habían derretido la carne, los músculos, los huesos, transformando el coloso no-muerto en una masa informe y gelatinosa. Su macabro destino había terminado ahí.
El resto se encontraba rodeado a Letker, estaban hablando con él. Cuando Devon se acercó con la urgencia grabada en los ojos le abrieron paso. Todos estaban muy serios, Jaeriah, de quien jamás hubiera pensado que pudiera mostrar un gesto de debilidad, tenía el rostro encendido por las lágrimas.
—No tienes por qué hacerlo —decía ella.
—No hay otra manera. Es a mí a quien busca. Si baja aquí nos matará a todos. Y encontrará la brújula. Y eso no puedo permitirlo. Sería el fin…el Fin —pronunció aquella última palabra con un tono fatídico que hizo que el alma de Devon se estremeciese.
Cuando el falso comerciante encontró a Devon sus ojos se aclararon en algo parecido al alivio. Se dirigió hacia él y le golpeó en el vientre con la pequeña cajita, obligándole a cogerla.
—Y esta vez no la arrojes a un agujero ¿Entendido? —dijo, serio, cargado de energías arcanas que hacía que su voz vibrase con intensidad —. Te mostrará un camino. Querías respuestas, bien, no las hay. Tú decides ser quien quieres ser. Ni tus tatuajes, ni tu espada, ni nada que tengas en la cabeza puede interferir en tu voluntad…o así lo espero —dijo, agotado —. Devon, mi camino termina aquí. No hay nadie mejor, créeme, esto me gusta tan poco como a ti. Pero te toca a ti salvar el mundo.
Se apartó de él, Jaeirah intentó detenerle pero el hechicero se giró hacia ella y negó con la cabeza en un gesto tan severo que no admitía réplica.
—He de hacerlo solo, he de pagar por mis pecados.
La amenaza seguía presente en el ambiente. Letker se elevó del suelo, de sus manos brotaron discos de luz. Se dirigió a la salida de la cueva, lóbrego, decidido.
—¡Aquí me tienes! —gritó con bravura, ya fuera del alcance de la vista de todos.
Su voz templada pronto se convirtió en grito de agonía y sufrimiento inimaginable. Se escuchó un sonido metálico y luego otro, plástico y visceral, algo líquido, cayendo, estampándose contra el suelo. Jaeirah intentó subir pero la placaron entre todos, pataleó, peleó, le partió la nariz a Taf de una patada y le hundió las pelotas a Gort, pero aun así lograron retenerla. Luego, silencio. La respiración de todos, encajonada, sudorosa, mirando al hueco del techo, esperando ver aparecer al ente.
El agujero, rojo, ardiente, estaba encendido en llamas, era una puerta al infierno, a los diablos, a un plano diferente y afilado que podía desgarrar sus mentes con la misma facilidad que un cuchillo caliente corta mantequilla. La luz se fue apagando paulatinamente, el calor remitió y la sensación de peligro también. Incluso la oscuridad pareció más clara, más…normal. Todos se habían mantenido rígidos, expectantes, con los nudillos blancos de tanto apretar las empuñaduras de sus armas. Se destensaron, al fin.
Jaeriah fue la primera subir. Nadie se opuso. La siguieron. Arriba, nuevamente era de día. No estaban seguros de cuánto tiempo había pasado pero estaba claro que su pequeña incursión en el Infierno no había durado tanto como para que la noche hubiera avanzado tanto. Y sin embargo fue el sol quien les recibió. Su luz amarillenta, macilenta, cubría las rocas de la agrupación tumularia dándole a todo un toque marchito.
Encontraron dos cadáveres. El del pobre Jasker, con la cabeza reventada, reducida a papilla, sus ojos convertidos en una masa blanquecina, espachurrada. Era irreconocible.
—Puto loco —masculló Grosser, entre dientes.
—No me caía bien pero…no se merecía eso —dijo Aliyah, recordando que si bien Jasker era presuntuoso y orgulloso, había peleado con ellos contra los diablos cuando había sido necesario.
—Mierda —susurró Taf.
Darin vomitó cuando encontraron a Letker. Su cuerpo estaba enrojecido, en carne viva. Le habían desollado y arrojado su piel entre las rocas, como un traje lacio. Había perdido los dientes, los ojos, las orejas y su virilidad. Suponían que era él aunque resultaba del todo imposible asegurarlo con certeza. Jaeriah se quedó contemplando el cadáver, en silencio. La dejaron a solas.
—¿Alguien sabe de qué coño va todo esto? —Quiso saber Grosser.
En respuesta a ello solo Devon escuchó la voz que decía “Yo…ji, ji, ji”,decía Moslin, risueño. Casí podía verle, bailando de alegría, entre sus pensamientos. “Se ha ido. ¡Si! ¡Se fue! Ja, ja. Le engañé. Oh, mira. El pobre Letker. O Tiberius, como quieras. Sufrió al final. Pero eso no es nada. Estoy seguro de que se llevó su alma para torturarle durante toda la eternidad. Imagina lo que hubiera pasado si me hubiera descubierto en ti, Devon. A mí se me habría llevado, pero a ti, te habría abierto. O, te aseguro que “abierto” tienes varias acepciones. Fiuuuu, me debes la vida, Devon. ¿Quién te lo iba a decir, eh? ¿Quién te iba a decir que al final sentirías gratitud hacia mí que soy…como tu padre podríamos decir?”. Respiraba, tranquilo. “¿La tienes? Dime que la tienes, que no se la llevó Él”. Era evidente que durante su ausencia no se había enterado de nada de lo ocurrido. “Míralos a todos. Ignorantes, necios, nunca sabrán lo cerca que han estado del verdadero horror. Qué asco me dan”.
—Letker me contaba historias extrañas. No siempre, solo cuando más afligido se encontraba aliviaba sus penas conmigo. Estaba muy tenso, como si un gran peso descansase sobre sus espaldas. Dijo que esto podía pasar —terminó confesando la norteña.
Su apariencia frágil se había convertido en una máscara de acero y fuego. El dolor que había sentido, el mismo que la había traspasado de lado a lado, se había esfumado. En apariencia. Devon, experto en tales lides, podía notarlo dentro de la mujer como un veneno que la hacía hervir la sangre.
—Nos marcharemos de aquí antes del anochecer — señaló Grosser, todos estuvieron de acuerdo.
—Antes, enterremos los cuerpos…
Sé que andas pillado de tiempo. No importa que me dejes para cuando tengas hueco, ya sabes que de momento vas solo en la trama. Eso si, ten en cuenta que lo que haces afecta a otros jugadores y que, en este momento, eres un eje central aunque no te lo creas. Que no se te suba a la cabeza, eh?...XD
Saber la realidad de quien era Tiberius no me hizo sentir mejor. Seguía sintiendo aquella mezcla de terror y rabia al mismo tiempo. Dos fuerzas en estrecho lazo y en perenne lucha. La razón que a duras penas me quedaba, contra el odio provocado por la magia de Moslin. Y para colmo aquel malnacido ahora no daba muestras de querer hablar. Su petulante arrogancia había cesado de molestarme en la cabeza dejándome solo con mis pensamientos por primera vez en mucho tiempo.
Pero todo era una ilusión. Los demás ya habían bajado, pero el necio del erudito se negaba a descender a pesar de la insistencia de su mayordomo. Jasker gimoteaba, asustado ante la magnitud del poder que nos observaba divertido. Pero Naskir parecía embelesado ante la presencia de aquel demonio. Lo miraba con aire de abstraída devoción… Me preocupaba aquel pobre desgraciado, pero no tanto como los que habían bajado por la sima. Esperaba que estuviesen bien pues no se merecían acabar allí. El erudito acabó por postrarse ante el demonio en una caricatura de lo que había sido el estudioso. Un pelele manipulado por el ansia de conocimiento. La presencia de aquel poder había acabado por hacerlo sucumbir a su encanto. Pero no a mi. Yo ya estaba habituado a bregar con él. Aún así no esperaba la reacción de aquel malnacido. La velocidad a la que se movió Naskir los cogió a todos por sorpresa, pero sobre todo a su fiel mayordomo. Su cara fue un poema cuando miró asombrado a su señor, en la cara del cual asomaban los primeros brotes de la locura malsana nacida de la magia más oscura.
Sin dudarlo corrí hacia la cuerda e inicié el descenso por la cuerda mientras arriba se escuchaba un fuerte golpe, seguido de otro… El pobre Jasker no se había ni defendido. Demasiado asombrado… demasiado asustado… Y Había muerto de la mano de aquel al que había seguido y por el que habría sacrificado su vida. Nadie merecía morir así. Cuando mis pies tocaron el fondo de la sima me giré con premura con la espada en la mano dispuesta a ensartar a la sombra que se acercaba. En última instancia reconocí a Taf que masculló uno de sus tacos. Mi cara se tensó al notar la fuerza del arma instándome a traspasar el corazón de aquel hombre. Por unos instantes la voz alocada y el grito femenino histérico que sonó en mi cabeza apenas conseguí sujetarla. Poco a poco, la presión cedió dando pasó a un grito airado de la mujer de la espada. “Tranquila celo!!! Otro día será!!!”.
La imagen del grupo era de lo más extraña. Su fiera guardaespaldas lloriqueaba mientras Lekter nombraba algo sobre una brújula. Tras verme se acercó con cara de pocos amigos. Me puse en guardia al instante, pero no me atacó me dio la caja que instantes antes buscaba con afán. Sus palabras me sorprendieron.
¿Qué camino me mostrará? ¿Para que quiero yo esto? Podría quemarlo en los fuegos de algún volcán… Quiero saber que es y para que sirve!!! No temo a la muerte…Se podría decir que ya lo estoy. Sabes más de lo que dices Lekter!!! No más acertijos!!! - le espeté enojado…. – Quieres subir ahí arriba a pagar tus deudas… Por mi perfecto!!! Un maldito mago menos!!! Pero no me hagas responsable de esta mierda!!! Vine por una respuesta…y dices que no la hay. Siempre la hay!!! El precio tal vez sea alto, pero siempre hay un precio y una respuesta a cualquier pregunta…
Pero al parecer estaba decidido a marcharse y dejarme con la respuesta en la boca. Tentado estuve de lanzar la caja arriba pero algo en mi fuero me decía que aquello podía ser importante. Cuando se elevó en el aire y se escuchó su voz Jaeriah explotó en un acceso de devoción apenas lograron sujetarla mientras arriba se escuchaba a Lekter gritar de agonía y dolor.
Pasó lo que parecía una eternidad y poco después la luz arriba, así como la sensación de peligro fue pasando. Fuera lo que fuese que había pasado, ya se habían ido. Nadie se opuso a la ascensión de Jaeriah en primer lugar. Arriba habían dos cuerpos. El pobre Jasker yacía donde su señor lo había matado, con la cabeza destrozada. De Lekter solo quedaban restos…despojos de lo que antaño había sido un hombre… La imagen era dantesca y algunos tuvieron que girar la cara a pesar de ser soldado avezados…
Todo el mundo parecía preguntarse que diantres había pasado y donde estaba Naskir… Y sobre todo, donde estaban los demonios… Y como en respuesta, la voz de Moslin salió de nuevo de su escondite. Su voz, reía histérica. Casi lo podía visualizar bailando en mi cabeza. Decidí esconder lo que sabía de piedra cuadrada en mi habitación*1. “Lo siento viejo!!! Lekter se la llevó!!!” Le dije esperando sonsacarle alguna información y de paso quitarle aquella alegría socarrona.
Deseché la voz de mi cerebro y me centré en Jaeriah. Su voz sonaba triste pero a la par se notaba como la ira crecía en su interior. Su cara no mostraba señal alguna de pena. En su lugar una mirada impasible dejaba paso a cualquier otra muestra de emoción… Nos teníamos que ir, pero primero enterraríamos a los caídos…
No podemos demorarnos demasiado… Debemos de estar lejos de aquí antes de que caiga la noche. – dije sin más mientras revisaba la zona a nuestro alrededor.
*1 Esto no se si lo puedo hacer... Al menos de momento. Si no, pues olvídalo!!!
Cuando Letker le entregó la brújula a Devon, el guerrero se enojó. No quería responsabilidades ni cargas. Sus espaldas estaba ya muy cargadas y bastante combadas se encontraban ya sus rodillas de aguantar su maldición, su pasado. Una bola de presidiario atado a su psique, anclada a su alma con clavos forjados en el más profundo de los Infiernos que le entorpecía. Desgraciadamente la vida no solía conceder treguas ni escuchar peticiones. Letker se había limitado a sonreírle de forma comprensiva. Antes de desaparecer le había dicho algo más. Algo vital, sobre la búsqueda y las luces que en ellas aparecían “Los Pilares. Los Pilares de la Eternidad”. Ahora estaba muerto y el tema con frío como su cadáver despellejado.
La felicidad de Moslin era genuina. Era evidente que tenía algún tipo de enemistad sino con Adam Letker, si con Tiberius. Verle muerto le había alegrado el corazón. Haber pasado del pánico más atroz a la seguridad más absoluta también lo había llenado de dicha. Bailaba, cantaba, saltaba dentro de su testa, feliz, radiante. Era un hombre nuevo, lejos de la garras de aquel ser de desproporcionado poder. Devon quebró todo el torrente de energía de Moslin con la misma facilidad que partiría una ramita en dos.
—¿¡Qué?! ¿Se llevó la…caja? No…no puede ser. La…la brújula…la necesitábamos. Y tú también, necio. Era nuestra puerta. ¡Yo morí por esa caja!*—farfulló, remoloneó por las esquinas de su mente, apesadumbrado, mascullando palabras entre dientes —. Todo ese poder. Mi futuro, el futuro del mundo. Perdido, perdido, perdido. Mi vida, perdida, sin motivo…unido a este patán. La brújula. ¿Cómo los encontraremos ahora?¿Cómo? —era un diálogo interior, en voz alta —. Los Pilares tiemblan, pero no es mi mano quien los hace estremecerse. Diablos…joder, joder, joder…
Devon se apartó de él, de ahí no iba a sacar nada en claro. Al menos ahora. Moslin se había hundido. Todas sus esperanzas parecían concentradas en la obtención de la brújula y de los tesoros a los que esta pudiera llevarle.
Enterraron los cuerpos en la fría piedra. Jaeriah dijo unas palabras en su lengua materna, el frío idioma del norte parecía la mejor oración allí, entre los túmulos, el viento cortante. Antes de que la tarde empezase a caer dejaron atrás el Paso Maldito. Se decía de él que muchos se perdían buscándolo y que aquellos que lo hallaban, perecía en él. De los pocos que habían vuelto, o decían haberlo hecho, poco se sabía, salvo que podías encontrarlos borrachos a diario, en la parte más hedionda de la taberna, o en una celda, dementes, locos, perturbados de por vida. Y aunque allí todos eran hombres de armas, el peso de lo sufrido empezaba a agrietar sus duras mentes.
—Elegiste la mejor puta opción, Grosser —se quejó Taff —.Nuestro patrón muerto. Sin Oro. Hemos perdido el puto tiempo, gastado nuestro dinero en provisiones. ¿Qué cojones vamos a hacer ahora? ¿y de qué coño iba toda esa Mierda? No puedo cerrar los ojos sin ver el rostro de…de…¡Ni siquiera sabemos lo que es!
—No sabía que las cosas iban a torcerse tanto —contestó Grosser, apático —. Ha sido una locura.
—¡Ya lo creo que si, joder! ¡Una puta y jodida locura!
—Cálmate, Taff —ordenó Aliyah, seca —. Todos hemos pasado por lo mismo y nos comportamos como señoritas. Así que deja tu actuación de niñita llorona para luego.
La morisca se mostraba fuerte pero, de vez en cuando, miraba sobre sus espaldas y torcía el gesto. Estaba tan afectada como los demás. Darin se mostraba taciturno, más de lo habitual y Gort no emitió ruido alguno durante la travesía. Algunos de ellos era como si se hubiesen convertido en fantasmas.
—Yo vengaré a Letker —indicó Jaeriah, más adelante.
—Es una locura. Esa cosa te matará.
—Solo si voy sola —dijo de forma significativa.
“Les mataría a todos. A todos. Igual que me mató a mí. Y yo era poderoso. ¿Qué opciones tienen? ¿Y por qué hacerlo? No, esos perros mercenarios se irán a buscar otros pastos sangrientos. Y esa mujer debería haber lo mismo. Respecto a ti, Devon. Creo que vamos a estar juntos durante mucho tiempo, así que más vale que te vayas acostumbrado. Ya no hay nada que pueda separarte de mí”.
*Es obvio que puedes esconderle que tienes la caja.
Libertad total. ¿Algún problema con la partida? ¿Se atasca la trama compañero? ¿Quieres más mujeres desnudas a tu alredor?
Notar la jubilosa algarabía de Moslin en mi cabeza me enojó… Poco a poco, mis tatuajes se iban apagando al igual que la ira que me había embargado hasta hacía unos instantes. Aún así la risa histérica de Moslin acababa por desquiciarme los nervios. Mi secreto estaba a buen recaudo, y notar que él no podía percibirlo me llenaba de regocijo. “No te ríes tanto ya ¿verdad viejo chocho? ¿Que le vamos a hacer? A veces se gana y a veces se pierde “amigo”!!! ¿Por qué deberías de tenerla tú? ¿Por qué no para Lekter y su amigo? Hablas como si tu fueses a darle un mejor uso, pero la verdad es que hasta ahora no me ha beneficiado para nada tu maldita presencia. Te has escondido como una rata cuando has sentido el peligro!!! No has atendido a mis peticiones!!! No me escuchas y nunca se si dices la verdad o no!! ¿Por qué debería de creerte Moslin? Me hablas de linternas y de pilares como si de ello dependiese mi vida pero la verdad es que me da la sensación que de eso depende la tuya".
Dejé pasar unos instantes… “Yo… Se podría decir que ya estoy muerto!!! Gracias a ti!!! No te debo nada. Nunca me diste nada y no estoy en la obligación de devolverte ningún favor. ¿Qué te gusta mi cabeza? Pues quédate!!! Yo no tengo prisa. Te puedes quedar el tiempo que me queda y disfrutar de mi vida si esa es tu intención”.
Tras aquello nos dedicamos a enterrar a los caídos. El ambiente estaba cargado y la moral de los rudos mercenarios estaba por los suelos. La guardaespaldas de Lekter le dedicó unas palabras duras y frías en su lengua. Nadie dijo nada. Todos parecían sumidos en sus cavilaciones… Solo el silencio fue roto por los comentarios alicaídos de algunos de los miembros de la banda. Aún así, se despertó el interés del grupo cuando Jaeriah dispuso su intención de seguir y vengar a su antigua señor. Moslin no tardó en hablar, más mustio y alicaído que antes. Su alegría había dado paso a una aletargada jerga de comentarios hoscos.
- Grosser!!! No puedo garantizarte el éxito de esa nueva aventura… Ya os dije que no soy de fiar!!! Muchos no lo hacéis desde el principio. Mi historia no viene a cuento… pues es larga y triste y llena de malas decisiones. Oigo voces…!!! En mi cabeza!! El mago que vine a destruir ahora habita mi mente junto conmigo!!! Os lo podéis creer o no!!! La verdad es que me importa una mierda!!! Y si… Esas criaturas que vimos anoche yo las veo más a menudo de lo que quisiera reconocer… - dejé pasar unos instantes para que la idea calara en las mentes abotargadas de los mercenarios. Luego seguí… - No creo que sea la mejor opción seguir el camino marcado por Jaeriah por mucho que lo pida vuestro corazón o vuestra vacía cartera. Aquí habéis sido partícipes de algo que no entendéis…y no voy a tratarlo de explicar. Yo vivo con ello cada día!!! Obviamente podéis hacer lo que os plazca. No soy nadie para evitar ese camino tortuoso.
Decidí callarme… No quería hundirlos más. Pero por otro lado estaba Moslin… “¿Qué dices viejo? ¿Acaso no quieres esa puñetera linterna? Tendrás que ir a buscarla ¿no? Yo podría ayudarte… Pero me falta información!!! O podemos quedarnos juntos para siempre como dices!!! Yo no tengo prisa, pero debe de ser una vida muy triste depender de lo que otro quiera hacer!!!”.
Problemas los justos, aunque si que es cierto que me está costando eso de torear con las voces en mi cabeza y encima ahora al botarate del mago…. Si que es cierto que a veces no se que hacer, como por ejemplo ahora. He conseguido esconderle la información de la linterna, pero no se lo que hace, no puedo enseñarla, no puedo hablar de ella, por que sino Moslin se entera… Vaya!!! Lo que se dice una mosca cojonera!!!
En cuanto a lo de las mujeres….pues no te digo que no, jejejeje Las que tengo ahora a mi alrededor son como para cogerlas y cepillárselas…
Lo cierto es que me gustaría juntarme con alguien. Siempre mola más rolear con alguien más que con el master sin ánimos de crítica que sabes que me mola un montón como lo haces... Por lo demás guay!!! Seguiré intentando desentramar todo esto...
"No hay ayuda para ti, Devon. Ni para mí. Me quedaré contigo, algún tiempo. Tengo que pensar, pensar, pensar. Mi plan. El Plan, se ha ido por el sumidero. Por tu culpa, Devon. Maldito seas. Debí matarte cuando tuve oportunidad. Ahora...solo me queda tu mente. Y ni eso. No es nada acogedora. Rumiaré, Devon, mi vuelta, mientras tu vagabundeas por el mundo. Si, eso haré, Devon. No te olvides de que sigo aquí, amigo, pensando, maquinando la forma de volver tu piel del revés para que mi rostro aflore de nuevo. Maldito sea, Devon, maldito entre maldito...aunque, bueno, eso ya lo eres...". Soltó una risilla que fue decreciendo hasta desaparecer. Con su acción Devon había logrado lo que ni la muerte había conseguido; callar al nigromante.
Fuera de su cabeza, el mundo seguía girando. Devon ofreció su particular visión sobre lo sucedido. Poco importaban los demonios, la venganza de la mujer del norte terminaría en otra carnicería. Así sucedía cuando se jugaba con los poderes oscuros. No obstante algo en la expresión de Grosser le hizo saber que nada lo haría cambiar de opinión.
—Somos mercenarios, pero antes fuimos algo peor. Tenemos...tinieblas dentro de nuestra cabeza, ¿Sabes? No tenemos muchas oportunidades de enmendarnos. Creemos que, tras tantos caminos sangrientos debemos elegir uno que nos ayude a pagar una deuda. Pelear, por una vez, por algo que sea justo. Si, es estúpido. Pero estamos cansados. Cansados de ir de un lado a otro. El oro, el poder, no son metas que nos llenen. Ya no. Y creo que a ti te pasa algo parecido, por eso encajamos tan bien. Poco importa si son demonios o monstruos, iremos con Jaeirah. Letker parecía intentar hacer algo bueno, seguiremos su estela aunque sea un suicidio. No hay mejor final. No para nosotros...-le tendió la mano a modo de despedida —Si quieres morir, serás bienvenido —dijo con tono socarrón —.Aunque alguno de los mios agradecería perderte de vista para siempre.
Otra sonrisa, amigable.
Puedes decidir seguir con ellos o no, con eso bastará para el siguiente turno.
Lo cierto es que tenias un compañero que huyó, hubiera sido más divertido en compañía. También creo que hemos tardado tiempo en responder, entre turno y turno, y así no nos ha quedado nada ágil. Pero descuida, tomo noto de lo que dices (y de lo que no, oigh, eres todo un caballero).
La verdad es que esta parte solo era el prólogo, así que imagina. Pero no desesperes. Dame tres turnos y veremos que podemos hacer con la compañía ;-)
Conseguir callar a Moslin fue toda una sorpresa… No esperaba aquella reacción, aunque tampoco es que me importara. Si quería quedarse, que se quedara, pero que no me molestara con su cháchara. Sonreí para mis adentros sabiendo que el secreto que llevaba entre mis pertenencias me dejaba un as en la manga, aunque aún no sabía como usarlo… “De acuerdo Moslin!!! Vete a llorar a tu rincón!!! Ah!!! Tampoco tú te olvides de que yo también estoy aquí… Vigila tus cosas!!!”
Luego llegó el turno de escuchar a Grosser. Por alguna extraña razón sabía que acabaría diciendo algo así. Aún así no me gustaba lo que estaba escuchando…
- Grosser!!! No puedo detenerte!!! Al final harás lo que creas más conveniente contigo y con tu gente. Los caminos que hemos decidido seguir nos marcan para siempre. Nada que hagas conseguirá eliminar tu pasado… Créeme!! Lo se!! Pero morir por algo así, por muy bueno que te pueda parecer es morir por nada. En el pasado hice mucho mal!! Y ahora pago la penitencia por ello, pero no decidí quitarme la vida. Eso habría sido fácil y la opción más cobarde. Habría acabado el trabajo de ese maldito mago que ahora yace en mi mente… En lugar de ello decidí luchar!!! Contra él!! Contra todo lo que representa!!! Vosotros podéis hacer lo mismo!! Pero lanzaros a una cacería contra ese ser es una locura y una muerte segura… Casi te diría que te vinieses conmigo!! He acabado por coger cariño a algunos de los tuyos y a ti mismo…pero ya te dije que no soy buena compañía. Atraigo a seres que no deberían de existir y a personas que los adoran… No quiero ponerte en peligro aunque sabiendo tu decisión y tu destino mi corazón sufre… por muy oscuro que sea. – Ya no tenía pensado decir nada cuando una idea alcanzó mi mente… - Ah!! Vuestras armas no podrán hacer nada a esos seres… Necesitaréis algo mejor!!!
Dejé pasar unos instantes mientras miraba de hito en hito a todos los presentes…
- Creo que aquí se separan nuestros caminos. Abandonad este lugar pronto y vigilad a vuestro alrededor… Cuídate Grosser!! Me has ayudado más de lo que crees!!! – le dije agarrando su brazo a modo de saludo.
Luego me acercaría a Aliyah…
- Cuida de Grosser!! Es un gran líder y una mejor persona de lo que seré yo nunca!!! – y tras aquello agitaría los cabellos del mudo muchacho, Darin, haciendo una mueca parecida a una sonrisa.
Y tras aquello me giré y comencé a caminar hacia algún lugar que me alejase de aquella etapa de mi vida. Mi destino no era incierto del todo. Buscaría una gran ciudad y en ella iniciaría una indagación de información sobre la interna que llevaba y los malditos pilares de la eternidad… Con o sin la aydua de Moslin acabaría enterándome de que iba todo aquello.
No se si te jodo la trama o lo que tenías pensado pero creo que es la mejor opción. Ellos han elegido un camino difícil. Yo se que no lo conseguirán. Ni siquiera con mi ayuda. Creo entrever que ese ser era muy poderoso por como me sentí al verlo... Si eso ya me dices algo... que yo haré lo que quiera.
La idea es buscar una ciudad grande y empezar a indagar sobre lo que estoy guardando. Eso despertará la curiosidad de Moslin, espero... Aunque seguiré guardándole el secreto.
Grosser estrechó con firmeza el brazo de Devon.
—Necesitaremos armas mejores —repitió —. Si no les lanzaremos a Taff, los aburrirá con sus palabrotas. Cuídate, Devon. Creo que ambos lo tenemos bien jodido —sonrió, al final, con ese estilo peculiar suyo, quitándole hierro al asunto mediante una broma fácil.
Aliyah también estrechó su brazo, con más fuerza si cabe.
—Cuidaré de él, pero cuídate tú también. Hablas de penitencia. De eso sabemos bastante. Espero que encuentres tu lugar —se despidió de él de forma seria —. ¿Sabes? Al final no has resultado ser como esperaba —terminó de forma ambigua, sin saber si aquello era bueno o malo.
No fue el único que se despidió de él. Gort se colocó delante de él. El hombre, afectado por una herida del pasado, apenas podía hablar. Así que lo abrazó y lo levantó del suelo durante unos segundos. Luego colocó su pesada mano sobre su hombro y asintió.
Le siguió Darin. Intentó ocultar las lágrimas de sus ojos, mantenerse firme, todo un hombre. Casi lo consiguió. Le habló con las manos. Esta vez no hizo falta intérprete ya que se explicó de forma vehemente, señalando a Devon y luego su propio corazón. Otro apretón de manos, este más débil y tembloroso. El chico fue el único que miró atrás cuando se separaron
—Oh, joder, está bien —dijo Taff adelantándose, le estrechó la mano mientras apretaba los dientes —. Eres un hideputa que trae mala suerte, joder, nunca me he alegrado tanto de perder de vista a alguien. Si volvemos a vernos, que no sea rodeado de esas jodidas cosas.
Jaeriah fue la única que no se acercó. Su cabello rojo fuego, sus ojos de pantera, todo en ella era un arma, hiriente, hermosa.
—Cobarde —escupió al suelo, masculló algo en su lengua y le dio la espalda.
Se había quedado solo. Aunque, siendo Devon el Maldito, el portador de una espada con instinto propio, compañero de mente de un nigromante, el concepto de “solo” resultaba burlón, irónico, un chiste de los dioses. Si bien al alejarse de Grosser y sus muchachos si percibió algo dentro de él. La pérdida de contacto con la humanidad, con la cercanía de alguien a quien podía considerar un amigo. Su hoguera en la oscuridad. Aún no lo sabía, pero alejarse de aquel calor iba a jugarle malas pasadas.
Los diablos se habían ido. Si durante las noches las pesadillas se mezclaban con la realidad, si siempre veía una cola escamosa reptar por el rabillo del ojo, o escuchaba el aleteo gelatinoso de una monstruosidad sobre su cabeza, los últimos días fueron diferentes. Los pasó en silencio, como si al haber contemplado los rostros de aquellos seres, en el Paso Maldito, le hubieran liberado de aquella eterna cacería. No volvieron a increparle.
Moslin se mantuvo en silencio. Ni quejas, ni burlas, ni ayuda. El nigromante se mostró distante y las pocas veces que Devon intentó llamarle, le ignoró. Era como si no estuviera ahí. Podía notarle, maquinando, yendo de un lado a otro, nervioso, triste, atribulado igual que un preso en su celda. Nada más. Devon estaba a solas son sus pensamientos, con sus recuerdos más amargos. Y con Ella.
A Ella sí que la oía. Y ahora con más claridad que nunca. Moslin no le daba conversación, tampoco tenía a Grosser contándole historias superfluas, ni a los diablos, manteniéndole en tensión. Durante su viaje de regreso a Hevetta, la Hedionda, Devon se encontraba solo. La culpa de sus acciones pesaba más. Y Ella, Ella le susurraba. Demandaba atención como una esposa insaciable que exige el contacto que se merece. Reclamaba, pedía, suplicaba incluso. La sed la hacía retorcerse.
Por dos veces Devon fue asaltado por una cuadrilla de ladrones. Hombres de rostros grises y torvos, de mentes planas, que creían que Devon era una presa fácil. Pero su mayor número no resulto garantía de triunfo, sino de muerte. Devon no recordaba con exactitud los dos encontronazos con los ladrones. Si recordaba la charla anterior, las amenazas, y como su control sobre sí mismo, y la espada, se había ido deshaciendo igual que una telaraña ante un vendaval. En combate, se había liberado. La espada quería sangre y sangre tendría. Devon no lo recordaba, salvo un borrón rojo en su memoria, gritos, llantos, horribles mutilaciones..
Avanzaba a buen ritmo aunque inquieto. A pesar de haberla alimentado la espada pedía más y más. ¿Qué sucedería si perdía el control en una gran ciudad? ¿O si simplemente se veía obligado a tomar las armas en medio de un grupo de gente? ¿Sería capaz de diferenciar amigos de enemigos? ¿Sería capaz de parar? Sentía un quemazón tras la nunca, y en la mano que empuñaba la espada, cada vez que pensaba en algo similar. Su cuerpo mismo empezaba a pedir tales diversiones; guerra, muerte, una completa carnicería. Sus tatuajes brillaban más que nunca.
Los demonios se habían ido, salvo uno, que miraba en su interior. No era un intruso, como Moslin, sino parte de él. ¿Cuánto quedaba del viejo Devon y cuanto había del nuevo? Sentía una pérdida de contacto con la realidad, con el mundo. Como si él ya no perteneciese a esa tierra, sino a otra, y tuviera que abrirse paso a golpes para llegar a su hogar. Pero él lo sabía, no había hogar.
De Hevetta podría partir a otra gran ciudad, una que no estuviera podrida hasta la médula. Desgraciadamente, no llegó allí. A tan solo dos días de distancia fue interceptado por un grupo numeroso de hombres. Esta vez no eran ladrones; llevaban el penacho del Imperio sobre sus testas, el blasón del rey en sus corazas…y la marca de la Santa Inquisición en sus ojos.
De nuevo, un borrón rojo. No conseguía recordar a cuantos había matado, ni siquiera el motivo. ¿Se había resistido? ¿Le habían insultado y aquello le había enfurecido? ¿Quién había atacado primero? Todo era una mancha dentro de su cabeza, oscura, grasienta, teñida de rojo. Una mancha que le impedía ver. Pero habían sido muchos los que habían caído mediante su espada.
Había sido golpeado de muchas maneras. Pero había ignorado el dolor con tal de seguir su carnicería. Al final habían podido con él. El contingente era grande y él solo era uno. Se encontraba, pues, cargado de cadenas, con el cuerpo dolorido y la mente entrando en un estado de coma que iba y venía. Era una tortura. Ahora, veía el rostro de Moslin burlándose de él…y el de aquella criatura todopoderosa, con su mirada hueca, detrás, esperando. Otras veces era la negrura familiar, la mente en blanco, el abismo de sus sentimientos. Un destello y veía a un maestro inquisidor, al que le había sacado un ojo, practicando siniestras torturas sobre su carne. Volvía desmayarse. Escuchaba como ella le llamaba, le susurraba en sueños igual que una amante caliente, deseosa de más y más. Pero Ella ya no estaba con él. Se la habían arrebatado.
A veces veía a los demonios. Aparecía en un lugar oscuro, sobre roca dura, y se encontraba rodeado, desnudo, indefenso. Sombras, pedazos velados de criaturas infernales, le rodeaban, le rondaban, pero no llegaban a abalanzarse sobre él. Recuerdos, recuerdos. Un hombre despellejado, un grupo de amigos que decía adiós, los campos de Montoig, arrasados, devorados por las llamas, su amada, con un canal abierto, Moslin, joven, frotándose las manos, sonriendo mientras grababa en su cuerpo sus palabras malditas, la caja, la maldita caja que también le habían arrebatado, el rostro de demente de Naskir al matar a su criado, el de sus amigos, el de sus oficiales al ser atravesados por su espada. Todo giraba en un caleidoscopio de cristales fragmentados.
Despertaba, tenía hambre, sueño. Le golpeaban. Le pareció escuchar que le llevaban a Shapire, la capital del Imperio. Iba a morir por sus crímenes. Escuchó decir a un sacerdote que era una afrenta a Dios y que debía de ser quemado en la hoguera o desmembrado. O ambas cosas. Pero le esperaba la horca, por sus crímenes, por el reguero de muertos que había ido dejando atrás. Pasaría una temporada en las mazmorras de la inquisición y después, colgarían sus pellejos en la plaza mayor de Shapire, para que todos pudieran ver como la ley del Imperio no fallaba jamás.
Le tenían sedado, o bien con la poca comida que le daban, o directamente con drogas que le obligaban a ingerir. En uno de los interrogatorios le partió la mandíbula a uno de los guardas, a otro le hundió la nariz en el rostro dejándole en el sitio. Intentó escapar tres veces, era como una fiera. Pero las cadenas pesaban. Y estaba débil. Lo peor no eran los hierros hurgando dentro de su cabeza, ni siquiera sus recuerdos, sus pesadillas, más vívidas que nunca. Lo peor eran los susurros de Ella, llamándole de forma lastimera, pidiéndole alimento, sustento.
Ella, ella estaba en todos sus sueños, en sus delirios, en sus pesadillas. Ella siempre estaba presente, más que nunca. Era una llama avivada, radiante, intensa, que le quemaba por dentro. Ella.
Vale, puedes responder si quieres, pero cerramos aquí la escena. Abriré una nueva escena para ti y tus compañeros. Perdona si no te dejo libertad de reacción o de escapar, pero a efectos de guión, así puedo juntarte con alguien más y encauzarte ;-)
Puede que tarde un poco en abrir la escena, tengo que coordinar a alguien más contigo y por eso puede que el siguiente turno se retrase más de lo debido.
Un saludo!
La despedida con Grosser fue emotiva. Había esperado hacerlo cambiar de parecer, pero era un cabezota que por alguna extraña razón se había empecinado en seguir aquel rastro que de buen seguro no lo llevaría al buen camino. No volví a insistir, Era su decisión y se había ganado mi respeto como para saber que lo que hacía lo había meditado…
Luego vino Aliyah. La fuerza con la que me sujetó me sorprendió. Había vehemencia en sus palabras, casi un grito velado de que anhelaba mi compañía en aquel viaje que hacían. No quise insinuarle que podía ser el último. Al fin y al cabo, nadie sabía lo que el azaroso destino nos tenía preparado para el próximo día.
- Tú tampoco – le contesté respondiendo a su apretón y mirándola de hito en hito como queriendo absorber cada centímetro de su cara y su cuerpo. Una mujer digna de amar y de temer al mismo tiempo…
El gigantesco Gort casi me corta la respiración ante el abrazo de oso que me dio, mientras que el joven Darin apenas aguantó las lágrimas. Incluso el ruidoso y vociferante arquero pareció decepcionado a su manera de separarse de mi. Solo la guardaespaldas del comerciante parecía enfadada. Su insulto ni me inmutó. Que pensara lo que quisiera… No sentía el menor remordimiento por lo que estaba haciendo al igual que Grosser y su gente no lo sentía por seguirla. A todos os vi alejarse si mirar atrás excepto el joven Darin… Yo no tardé en darme la vuelta y seguir mi camino. Algo en mi interior se removió inquieto. Tal vez una parte de mi conciencia…de la poca que me quedaba. Como una hoja que pugna por aguantarse al tallo de la rama mecida por el viento que al final acaba cayendo. Eran lo más semejante a la humanidad que había tratado en mucho tiempo…
El tiempo paso de forma lenta. Las voces se habían acallado al igual que el maldito Moslin que parecía haberse escondido en lo más hondo de mi cabeza, cavilando, buscando una salida… Me pareció bien. Por una vez disfruté del silencio del camino, sin preocuparme de sombras furtivas, de rincones oscuros… Solo Ella quedaba. Su vos, apenas un susurro me llamaba constantemente. Constante. Imperecedera. Quería muerte. Me quería a mí. Pedía almas que la alimentaran. Me mostraba escenas de terror en la mente… Distraído me d cuenta de que iba acariciando todo el camino el pomo curvado con la forma de mujer. No sabía como había pasado, pero las ansias se adueñaban de mi sin darme siquiera cuenta. “¿Qué te parece viejo? Al final no me volverás tu loco. Será la arpía que controla la espada… Da igual no contestes. Por mi te puedes ir al mismísimo infierno!!”.
Hevetta quedaba lejos y el viaje solo se vio truncado en un par de ocasiones. Los bandidos abundaban en la región. Y en especial los bandidos estúpidos. Creían poder doblegarme por el número. Como si aquello le importase a mi preciada espada. En cada ocasión cantó una ordalía a la muerte. Tensó mi cerebro hasta el límite. Aquellos pobres desgraciados no sabían lo que les esperaba. Cuando lo descubrían era demasiado tarde. Sus cuerpos yacían desparramados, como hojas caídas, mostrando sus intestinos o con un brazo amputado… Algunos me miraban con sorpresa al ser traspasados por Ella y darse cuenta de lo que pasaban. Sus miradas pedían clemencia pero Ella no era misericordiosa. Y yo no podía pararla. Me dejaba llevar por su canción de negra muerta. Me convertía en su discípulo, en su paladín. La vida me asqueaba más que nunca, pero me permitía el lujo de librar al mundo de aquella escoria… Cuando todo acababa, ella solamente demandaba más…insaciable como una perra lujuriosa… Nunca parecía saciarse y su insistencia y la soledad del camino comenzaban a hacer mella… Solo Ella. Su Voz y su cantinela… Seguía acariciando la empuñadura, ahora ya totalmente dejado ir. Pensando en lo que ella quería. Notando el regocijo interno ante aquellas imágenes que se sucedían y que cada vez más se me apetecían… La locura me cercaba. Me tentaba… y estaba dejándome caer en sus brazos de manera irreversible. Una voz me hizo parar en medio del camino. Soldados del Imperio!! ¿Y con el símbolo de la Santa Inquisición? Y además me hablaban a mi… Me costó unos segundos darme cuenta de ello. La voz de Ella había aumentado de tono obligándome a hacer un esfuerzo para entender que me decían… Sumido en una oscura pesadumbre pugné por salir del pozo en el que había caído sin darme cuenta.
Tardé unos minutos en lograrlo, de forma tímida. Fue como despertarse y salir de una oscura y fría gruta hedionda para darte cuenta de que fuera luce el sol. Apenas escuché algo sobre lo que decían. ¿Herejía? ¿Asesino? Algo tiraba de mi mente desde el fondo de aquella gruta de la que había intentado salir. Repasé con la yema de los dedos los pechos del pomo…Bajé por su cadera. Era como un orgasmo…solo que la muerte era lo que lo provocaba… La voz de la mujer subió de tono. Me llamó. Se dejó tocar y me tocó…Todo se volvió rojo. Noté los tatuajes arder quemándome la piel. Mi yo primitivo. Mi yo, movido como un títere por las cuerdas tejidas por Ella se dejó ir a una espiral de muerte y locura.
Nunca recordaría con claridad que había pasado. Ni a cuantos había matado aunque sabía que a más de la cuenta. Los golpes se sucedieron y acabé por caer bajo el peso de decenas de cuerpos. No eran guerreros de mi nivel pero si que eran muchos y no eran meros bandidos. A partir de ahí todo fue como una nebulosa…
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Voces… El sonido incuestionable de una batalla se mezclaba en mi cabeza con el grito de una mujer… Su rostro, con la boca abierta y un ligero reguero de sangre miraba ciegamente a algún punto detrás de mi. Mi mujer, mi amante. Miré su bello cuerpo, ultrajado, destrozado por el arma maldita que portaba. Su mirada no mostraba reproche. Solo sorpresa y pena. Moslin se reía en algún lugar…
- Calla maldito bastardo!!!! – le grité
Su risa sonó en algún lugar de mi cabeza. Bajo la atenta mirada del demonio que casi nos había matado mientras Ella cantaba. Me buscaba. Me llamaba. Me necesitaba como yo a ella. Quería que la poseyera como una puta, que la violara con saña mientras que matara para ella. Algo me golpeó en la cabeza. Estrellas se mezclaron con destellos de luz del sol…hiriente y fuerte. El traqueteo de un carro y el rumor de voces. Escuché que hablaban algo de Saphire… De m muerte. Una muerte anunciada hace años y que casi ansiaba abrazar como si de una bella mujer se tratase. Pero la única que estaba era Ella y su canto…
- Calla puta!!! Me robaste la vida… Me lo quitaste todo!!! TODOOOOO!!! – Un nuevo golpe me hizo callar. Era extraño, pero ya no era capaz de discernir lo que era real y lo que no. El sabor metálico de la sangre me llenó la boca. ¿Era aquello verdad? Me dolía allí donde habían golpeado… Pero también me dolía la voz de la mujer de la espada llamándome desde la lejanía… Me removí inquieto. Luché por liberarme de las ataduras mientras mis ojos trataban de abrirse paso a la luz del día que me hería como puñaladas. Un fuerte golpe en la parte de atrás de la cabeza y todo volvió a ser oscuro…
Desperté en la más absoluta oscuridad. El suelo estaba empapado pero a juzgar por el olor no era agua. La cadenas me apretaban las muñecas y los tobillos, así como el cuello. Notaba la boca áspera y reseca. Los mareos me acosaban y pugnaba contra ellos para no caer desmayado. Y por encima de la quietud del lugar solo sonaba Ella. Con su voz triste y lúgubre. Me seguía llamando. Parecía lejana pero a la par cercana. No quería verla. Estaba bien así… pero sin ella… algo me faltaba.
- Sacadme de aquí… - grité sin convicción... - Iros al Infierno!!! – acabé cacareando debido a la falta de fuerzas y agua…y caí desmayado nuevamente
Acabé por perder la noción de lo que pasaba allí. Solo podía diferenciar entre sentir dolor y sentir menos dolor. Ya nada parecía hacerme daño. Había acabado por acostumbrarme a la torturas. Solo su voz me mantenía con vida y sus promesas eran ver muertos a aquellos que me estaban haciendo daño. Ya nada me podía herir. Solo la muerte me libraría de aquel sin vivir. De aquella pesadilla que parecía no querer acabar nunca.