Partida Rol por web

LOS COMUNES:

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Ruby se acerca al granjero korvosano y lo saluda con una especie de rápida reverencia.

- "Maese Augustus, tú serás el tercero." -

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Urnsul, la nueva aprendiza del "Clamor", se aleja de la trayectoria de Ruby, tal vez para no ser elegida, y va en busca de una cerveza.

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Dagfinnr se sorprendió al ser elegido el primero por la pequeña semiorca, pero no dudó en aceptar. -Lo haré lo mejor que pueda, por Gorum. Terminó de beber la cerveza y esperó con curiosidad para ver quiénes iban a ser sus compañeros en el juego, y también de reojo a los que iba a tener enfrente. El vikingo era competitivo por naturaleza, y se alegró al ver que el hobgoblin Haluk Molok iba a formar parte de su equipo. -Bien, dijo con una amplia sonrisa y su mirada se tornó algo desafiante hacia sus contrincantes. Incluso cuando Ruby eligió al granjero Augustus, algo mayor, de edad para una prueba de fuerza, el vikingo parecía confiado de la victoria. -La experiencia es importante en esta clase de juegos.

- Será todo un honor, Ruby. Y felicidades por tu día. Vamos a dar una buena lección a ese par- era evidente que el campesino estaba sorprendido. Pero no lo era menos que había cierta satisfacción, y sorpresa, en haber sido elegido. Como en numerosas ocasiones la sonrisa, franca, del granjero, se vio desdibujada por una sombra, quizás un recuerdo, que matizó su semblante con lo que hubiera podido pasar por melancolía. Pero, pronto, volvió a sonreír, con más franqueza- Y esperemos sea suficiente.-  miró entonces a Dagfinnr el vikingo, con quien aún no había coincidido, y a Haluk y asintió- Además, ese par tienen buenos brazos. Y yo ayudaré en lo que pueda. 

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

La mirada de Ruby recorre nerviosa la multitud, en busca de su cuarto y último campeón. Es obvio que está intranquila, pues tiene miedo de perder su primera prueba como adulta y quedar en cierto modo marcada por ello.

Mira a varias personas con expresión un tanto angustiada. Finalmente, mira a una persona y su mirada se torna serena, casi dotada de una cierta ternura. Sonríe con timidez y posa su mano sobre un brazo cubierto por la manga de una túnica blanca del templo de Iomedae, el brazo del Acólito Win, Winslow Thorpe.

Todos en Trunau son muy conscientes del aciago destino de Win, de cómo vio morir a manos de los orcos a su querido maestro y a todos sus compañeros acólitos del templo. De como fue capturado, torturado, y cegado con fuego.

En las últimas semanas, los habitantes de Trunau han querido dejarle su espacio al joven acólito, incluso dentro del propio Santuario han pretendido dejarlo en paz y no molestarle. El resultado es que en realidad, Win ha estado más sólo que nunca, salvo por la siempre constante presencia de su gato, Peludo.

Nadie pretendía realmente dejarlo de lado, ni infravalorarle por ser ciego e impedido, pero a la práctica el respeto y cuidado de la gente ha acabado formando una muralla de soledad y de silencioso sufrimiento. Una blanca muralla de agónico silencio que ahora, finalmente, bajo el tímido contacto de una suave mano de semiorca, se resquebraja, aunque sea tan sólo por instante.

- "Acólito Win, vos seréis mi cuarto y último campeón..." -

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

Win asintió ante la explicación que Peludo le dio respecto a lo que acontecía, desde su particular punto de vista gatuno. El ciego sabía en qué consistía la ceremonia, en cierta medida. Willburg se había tomado la molestia en contárselo en alguna ocasión, haciendo gala de cierto orgullo al rememorar el día en que el explorador obtuvo la suya.

- Es una celebración simbólica, Peludo. Creo que significa el paso de ser niño a ser un adulto y defensor de Trunau - razonó susurrando al felino -. Algo así como dejar de ser un cachorro y reconocerte como cazador de ratones y esquivador de perros - trató de explicar a su peludo amigo -. Con regocijo y cerveza, claro - dijo sonriente. No obstante su sonrisa se quebró al saber que la muchacha Ruby era una semiorca. Diversos sentimientos encontrados afloraron en su interior.

Desde niño Winslow aprendió cómo debía aborrecer y luchar contra los orcos. Su mentor y amigo le adiestró en ello. El mismo que murió a manos de esos monstruos, junto a otros compañeros de fe y caravana. Sus ojos fueron abrasados por los crueles y sanguinarios pieles verdes, enconando su rechazo hacia aquella raza. Y resultaba que era una joven semiorca la que se convertía en nueva defensora de Trunau. Sabía que los semiorcos eran aceptados en aquella localidad, como si nada tuvieran que ver con sus parientes. Sin embargo para Win todavía resultaba difícil de tragar.

- Quizás será mejor que me marche. Tú quédate merodeando por aquí si quieres, Peludo - comunicó a su amigo. La poca alegría que el invidente pudo haber adquirido contagiado por el ambiente se había esfumado. Fue a levantarse cuando sintió el suave contacto de una mano y una voz que proclamaba, ¿o más bien le pedía?, que fuera su campeón. Win giró su rostro y miró con ojos ciegos a la persona que lo decía y supo de inmediato que se trataba de Ruby.

Una voz interior exclamó que rechazara el "honor" de ayudar a una semiorca. De ninguna manera. No obstante otra voz le animó a hacerlo, indicándole que si un orco le privó de amistades y de visión, una sangre de orca pretendía "rehabilitarlo" a vista de todo el pueblo. Que ironía.

¿Qué vas a hacer, Win?, se preguntó un instante mientras sintió que se hacía eterno para todos los asistentes ante el silencio total que se formó en el anfiteatro. Quizás pensaran sobre el error garrafal de Ruby, al estar eligiendo a un damnificado por los orcos por un lado, siendo ella lo que era, y que a la vez seleccionar a un ciego, pobre ayuda en una competición, por el otro.

¿Iomedae, qué debo hacer?, preguntó a su deidad mentalmente, como si esta fuera a darle una solución mediante una revelación. Esperó algún signo, alguna voz, alguna intuición. Nada. Solo sintió la agradable caricia del peludo Peludo sobre su hombro y el calor de la manita de Ruby que agarraba la suya, con firmeza y resolución, confiando en él. Fuerza, firmeza, resolución y confianza depositada. Algo digno de honrarse, concluyó obteniendo la respuesta que deseaba. Oh, el felpudo también se agradece. Y Win sonrió a la muchacha.

- No puedo ayudarte con mi vista, pero mis brazos tirarán por tu victoria - aseguró poniéndose en pie. La pequeña semiorca aun sujetaba su mano. Muy adecuado -. Guíame hasta el lugar - le pidió.

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: TRAS EL OCASO.

Todo es dispuesto en el escenario de lisa piedra, siendo ésta quizá una dificultad añadida, puesto que se puede resbalar.

En el centro se traza una línea horizontal de tiza. Los miembros más próximos de ambos equipos quedarán separados por exactamente nueve metros, teniendo cada equipo exactamente la mitad de esa distancia de su lado.

A la derecha quedan los hermanos Grath, Rodrik y Grath. A la izquierda Ruby y su equipo de campeones: Dagfinnr, Haluk Molok, Piero, y Win.

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: EL SOL SE HA PUESTO.

En un instante Ekaterina había pasado de haberse encontrado sola en un anfiteatro lleno de gente a verse rodeada por tres personas. Ciertamente solo Cham se había dirigido personalmente a la joven más allá de la mención que una criatura extraña con aspecto de planta había hecho sobre ella con un genérico "esa muchacha". Porque al parecer eso era lo único que era, una muchacha. Daba igual quién fuera, lo extraño de su aspecto o de dónde viniera, era la único que era y había sido para la gente toda la vida con minúsculas variaciones y pequeñas diferencias: la muchacha que limpia la habitación, la chica que sirve la cerveza, la niña a la que puedo vender como esclava...

Ekaterina meneó la cabeza.

Había una salida para todo ello, una promesa que le había sido hecha, y esa promesa acudía cada noche para alimentar todas y cada una de sus pesadillas.

- Vale- respondió con cierta apatía a la mediana para la que trabajaba mientras veía que la gnoma se alejaba junto al hombre-planta.

No tardó en ir detrás de ellos a por esa cerveza aprovechándose del hueco que ambos dejaban al abrirse paso entre la multitud de asistentes a la ceremonia que ahora buscaban refrescar sus gargantas.

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: TRAS EL OCASO.

Piero Augustus acababa de sentir admiración por la jovencísima Ruby. Había elegido a cuatro campeones... por así decirlo peculiares: un vikingo, un gran trasgo, un paladín ciego y él mismo. Ninguno de ellos originario de Trunau. Y los cuatro lo bastante fuertes como para poder ganar el concurso con un poco de suerte. 

Realmente el granjero no sabía si había sido a propósito, pero era indiscutible que no había manera mejor de conseguir integrar a personas tan dispares en una comunidad como Trunau.

En todo caso... hay otras cosas de las que preocuparse. Había que agradecer a la chica el elogio ganando, ¿no?

El granjero esperó con la cuerda firmemente cogida de sus manos, esperando el momento, la vacilación, la mirada entre ambos, cualquier cosa... Y esa cualquier cosa resultó ser una mirada fugaz de Rodrik Grath al infinito.

Ese chaval, siempre pensando en las musarañas- pensó el granjero pero en vez de decir eso, dijo- Ahora, ¡tirad!- y todos tiraron con todas sus fuerzas, logrando descompensar a sus adversarios que se acercaron peligrosamente a la línea horizontal de la tiza- ¡Un intento más y los tenemos!

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: TRAS EL OCASO.

Dragos observó, en silencio y desde su posición algo apartada, como la joven niña iba escogiendo a sus campeones para aquel peculiar juego. Por fin el sol había decidido esconder su brillante faz por hoy, lo que le permitía sentirse más cómodo y relajado. Siempre había sido más amigo de la frescura de la noche, aunque algo le decía que en ese lugar del mundo, cuando llegara el calor ni por la noche estaría en temperaturas agradables. 

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: TRAS EL OCASO.

A la par que avanzaban, el ghoran no perdía detalle de lo que ocurría más allá. Podía ver cómo algunos de los presentes eran elegidos por la joven que acababa de realizar su juramento de madurez como paladines de una causa que no le quedaba muy clara. Alcanzó a comprender que la prueba a llevar a cabo era la de tirar de los extremos de un cabo hasta conseguir arrastrar al equipo adversario hasta un punto que se considerara el de derrota. Algo sin mucho sentido desde su perspectiva y que además restringía la diversión a un número reducido de personas y excluía a casi todas las hembras lugareñas, con contadas excepciones. Ni siquiera la protagonista de la ceremonia participaría sino que debía delegar en terceros.

-Curioso -murmuró.

En aquel punto, casi se tropezó con una anciana de espalda aún recta y mirada de acero que mostraba un leve gesto de desagrado, hecho que sorprendió al ghoran en medio de aquel ambiente cargado de energía, risas y esperanza.

-Poetas -escuchó musitar a la vieja-. No son plumas ni sonetos lo que salvarán a Trunau.

Aquello fue más de lo que pudo resistir. Una afirmación de aquel tipo necesitaba ser argumentada, así que deteniéndose junto a ella, se dispuso a hablarle.

-Perdona Monique -dijo a la gnomo que observaba desde la atalaya de sus hombros cuanto la rodeaba-. Solo será un momento. Disculpe, señora. No he podido evitar escucharla y espero que sepa perdonar mi curiosidad e indiscreción -dijo amablemente-. ¿Por qué afirma que ni plumas ni sonetos salvarán Trunau? ¿Alguien tiene intención de hacer depender la defensa de la ciudad de tales elementos?

La anciana alzó la mirada hacia el rostro del ghoran, que la observaba como lo haría un sediento ante un pozo de agua. Fuera lo que fuera que el ghoran le inspirara, no dudó en responderle.

-Rodrik Grath está nominado para reemplazar a su padre como Líder de Patrulla, pero por lo que he oído, está más preocupado con sus poemas y obras que por los asuntos de la milicia. No me malinterpretes, es diligente, pero no estoy seguro de que ninguno de los chicos Grath esté realmente preparado para liderar la defensa del pueblo.

El ghoran asintió ante sus palabras y si bien no creía que fuera incompatible el manejo de las armas con el del cerebro, no replicó ni hizo comentario alguno al respecto. Posiblemente, la mujer no fuera sino el eco de lo que otros muchos pensaban y no se atrevían a decir, pero había un toque de irreverencia, de falta de confianza que con el tiempo, no traería nada bueno. Aquellos Grath pagarían caro cualquier error si aquellos a quienes protegían pensaban así.

-Gracias, señora. Que disfrute de una buena ceremonia -se despidió el ghoran antes de reemprender camino-. Monique -susurró al cabo de unos segundos-. Hay una muchacha que nos sigue -el aguzado sentido de supervivencia del ghoran se había activado. Que alguien anduviera tras ellos bien podía indicar que fuera tras él con el objetivo de buscar una ocasión para abatirlo y comérselo. O venderlo tras despiezarlo. Y aquello no le gustaba ni un pelo. 

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

HORA: TRAS EL OCASO.

Se sentía afortunada por haberlo encontrado ella primero, era su pequeño tesoro. No tan pequeño, por otra parte. Observó con estupefacción cómo el ghoran, faltando a toda norma de etiqueta, metía el "dedo " en su jarra de cerveza y pudo ver, con sus propios ojo,s cómo descendía el nivel del dorado líquido.

- ¡Mmme caigo um mu-muerta!- Exclamó con gesto de sorpresa en el rostro que luego cambió al de pura curiosidad. De pronto hasta no pensaba en que no le salían las palabras. ¿Bebía por ahí? No quería ni imaginarse por donde mearía o echaría los residuos sólidos. A lo mejor por el mismo sitio. ¡Eso tenía que verlo! Le cogió el dedo y se lo acercó a la cara colocándose antes las enormes gafas.- Hummm, es co-co-como una raíz raicilla.- Concluyó.

Lo gracioso era que el ghoram parecía tan curioso e interesado en ella como ella en ello.

- Mmme llamo...- Era muy difícil explicárselo sabiendo que el nombre no le iba a salir al completo, por mucho que lo intentara.- Mo-mo-nique, pppero uhm nnnnno pu-puedo pro-nun-ci-ar-lo co-correcta-mente.- Se quedaba sin aire así que bebió otro trago de cerveza sin pensar en donde habría metido el ghoran antes el dedo.- Asssssí que e-es más  mmm fácil para to-todos ddddecirme Momo.- Así no tenían que esperar a que ella acabara la frase. El tiempo era oro y la gente no tenía intención de perderlo con ella.

No le dio tiempo a decirle que cómo iba a ella a ponerle un nombre cuando el ghoram la cogía y la colocaba sobre sus hombres.- ¡Aaaaaaaaaay!Jajajaja.- El ghoram era fuerte, aunque no hacía falta serlo mucho para levantar a Monique. Además era de piel áspera y dura como la corteza de un árbol. Monique trataba de memorizar todos aquellos datos y de recabar nuevos para su escrupuloso estudio. Mientras iba a lo alto de su nuevo amigo observaba todo desde la nueva perspectiva que le daban las alturas. Nunca había notado diferencias raciales entre ella y los habitantes humanos de Trunau. Ahora era ella quien los miraba pro encima del hombro, eso sí.

- Jijijiji.- No pudo evitar soltar una risotada al ver como el ghoran se metía en la conversación de la vieja. Monique la conocía y la había visto alguna vez por la tienda, pero no dijo nada ya que su tartamudez no haría más que complicar aún más la situación. La advertencia del ghoran, hecha en un susurro, hizo que Momo mirara alrededor descubriendo así quién era quien les acechaba.

- Oh, nnno no es nnnadie.- Dijo para abreviar, pero luego reconoció que sonaba fatal lo que había dicho. Temiendo que su perseguidora les hubiera escuchado se dirigió a ella.- Um-um hola, Eka-eka-ekaterina. ¿Li-libras esta nnnoche?¿Qui-qui-eres una una cerveza?- No quería bajarse de las alturas por nada del mundo así que así se quedaría hasta que el ghoran la bajara. Agarró una cerveza y se la ofreció a la chica. Si no la cogiera se quedaría ella y buscaría agua para el ghoran.- ¿Qué nnnombre ttte uhm pppegaría?- Preguntó en alto. Ella no era la más indicada para buscarle uno ya que su problema en el habla podría confundirle.- ¿Pe-pe-pepita?- Una pepita era una semilla y los ghoran ponían semillas, ¿no? Además si tartamudeaba podía llamarle Pepe. Tampoco sabía si tenía género alguno.

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Anotó mentalmente la información dada por Monique, al tiempo que cobraba consciencia de sus dificultades en el habla. Como un fogonazo, el diagnóstico brotó en su mente. Tartamudez clónica.

-A mí no me cuesta llamarte Monique, Monique -dijo y una risa suave y agradable envolvió a la gnomo cuando brotó de la boca del ghoran-. No quiero ofenderte pero diría que es a ti a quien le resulta más fácil decir Momo. Pero no importa. Lo que cuenta es que tú te sientas cómoda.

Le hubiera gustado decirle que podía ayudarle a controlar sus espasmos en el habla, aunque no era muy consciente de dónde procedía el recuerdo que le permitiría hacer tal afirmación, pero sabía que no era el momento adecuado y más siendo alguien a quien acababa de conocer. Si la fortuna así lo disponía, ya llegaría aquel momento. Por de pronto, la risueña forma de ser de la jovencita le hacía sentirse bien, así como su curiosidad.

-Me caes bien, Monique -sentenció con enorme naturalidad. Para el ghoran, el reconocimiento era importante y no debía dilatarse en el tiempo ni esconderse tras la vergüenza o la timidez-. Y me gusta mucho tu risa.

Y llegó por fin la aclaración acerca de la identidad de la muchacha que los seguía. Un bálsamo de tranquilidad que bañó al ghoran, quien no dudó en dirigirse a ella tras las palabras de Monique.

-Hola, Ekaterina Noesnadie -saludó con tremenda ingenuidad-. Un apellido curioso el tuyo -señaló casi de pasada para pasar a concentrarse en la propuesta de nombre. ¿Pepita? No lo veía muy afortunado. Una pepita era algo pequeño, con una pequeña cobertura y destinada a ser cagada de cara a la propagación de la especie-. Oye, Ekaterina, ¿podrías echarnos una mano? Estoy intentando dar con un nombre adecuado para presentarme a los demás. Monique me ha propuesto Pepita, pero no sé, no termina de convencerme. ¿Cómo me llamarías tú? ¿Alguna otra opción, Monique?

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Los músculos de Dagfinnr se tensaron cuando puso todo su empeño para tirar de la cuerda. Podía sentir como poco a poco iban cediendo sus contrincantes. -¡Ya son nuestros!, animó a sus compañeros. Mientras participaba en el evento, todo lo demás se quedaba en un segundo plano. Como guerrero, se centraba en la tarea más inmediata, y su concentración era máxima. Después iba a tener tiempo para charlar con sus compañeros, y para averiguar más sobre la Ceremonia del Cuchillo de la Esperanza.

-¡Un poco más! ¡YA ESTÁ!, gritó al ver cómo el primero del otro grupo cruzó la línea. Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro del vikingo, y se secó el sudor de su frente con el dorso de la mano.

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El esfuerzo del Equipo Ruby, diestramente coordinado por el astuto granjero Piero Augustus, rápidamente se ve coronado por el éxito, y en menos de un minuto el Equipo de la guardia debe aceptar gentilmente una clara derrota.

Rodrik Grath así lo hace, derrochando encanto por los cuatro costados. Kurst parece más cohibido, ha usado todo su esfuerzo físico y aun así ha perdido de forma contundente, algo a lo que probablemente no está demasiado acostumbrado.

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El propietario de la taberna más sórdida de Trunau, alguien a quien el culto de Iomedae abiertamente desaprueba, abre un barrilete de su aguardiente especial para la ocasión, el más fuerte de la casa.

Llena doce vasos y reta a los que quieran probar uno, por supuesto de forma gratuita.

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

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Sin duda, del grupo de Ruby, era el campesino el menos dotado en fuerza y resistencia, y la victoria le hizo encogerse mientras respiraba pesadamente, con las manos sobre las nudosas rodillas. Tras unos segundos en los que calmó su respiración, se incorporó y con una sonrisa, se inclinó ante Ruby.

- Gracias por elegirme, y mis felicidades por la que espero será la primera victoria de muchas.

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DÍA: 3, DÍA DEL TRABAJO.

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La pre-adolescente semiorca está agotada tras haber tirado la última de la fila de la cuerda en su equipo. Sus esfuerzos a veces casi resultaron más contraproducentes que de ayuda para el resto. Aun así ha sudado copiosamente.

Muy contenta, les agradece profusamente la victoria a los miembros de su equipo. Después corre junto a su madre.

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- "Enhorabuena, muy bien jugado. Kurst y yo nos hemos esforzado al máximo y aun así hemos perdido, lo que no suele ser habitual. Tenéis mucha fuerza y sois muy hábiles.

Maese Augustus, no he podido dejar de observar que su liderazgo en su equipo ha sido decisivo. Ha elegido cada vez el momento justo para ejercer más presión y ha sabido coordinar muy bien a los suyos." -

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Había ido detrás de ellos, aunque no con intención de seguirlos. Simplemente se había aprovechado de que se dirigían al mismo sitio y de que en su recorrido apartaban a la gente que de otro modo hubiera tenido que apartar ella. Por ello cuando ellos pararon, Ekaterina se dispuso a rodearlos para coger lo que hasta allí había ido buscando, pero la voz de la gnoma y el nombre que fue pronunciado, hizo que se terminara parando.

Alzó su mirada para escrutarlos, el único ojo que le quedaba sano y de un color tan verde que en sus reflejos se tornaba dorado. La visión de la gnoma subida a aquel árbol podía haber llegado a ser cómica si le hubiera llegado a importar algo.

- Hola- saludó a ambos.- Vale- añadió un instante después respondiendo a Momo al tiempo que extendía el brazo para coger la cerveza que se le ofrecía.- Y ese no es mi apellido- aclaró después de que con desconfianza acercara la jarra a su nariz para olisquearla. 

No obstante no dijo cuál era su verdadero apellido al llegar a la conclusión de que de poco servía un apellido cuando la familia que lo poseía no significaba nada. Aun así, no sabía muy bien por qué, lo seguía utilizando de vez en cuando. En cualquier caso aun quedaba la cuestión del nombre. Un problema cuyas supuestas complejidades se le escapaban. Era algo para lo que ella no hubiera pedido la opinión de nadie.

- No lo sé- dijo encogiéndose de hombros.- Nadie puede elegir su nombre, nos lo imponen cuando nacemos, y tú prefieres que otros decidan cómo te llamas...- En su mirada había cierto poso de reproche, incomprensión ante la posibilidad que perdía de reafirmar su propia identidad al dejar que otros eligieran su nombre por él.- Deberías elegirlo tú. Es tu nombre. Tú debes decidir cómo quieres que la gente te llame, cómo quieres llamarte a ti mismo.