Partida Rol por web

—Ya veo.

Meditó sobre sus opciones. A decir verdad, ni el propósito ni la recompensa de ninguna de las pruebas le llamaba poderosamente la atención. Sí, podría intentar dar salida a esas reliquias, incluso creía a conocer a posibles compradores interesados en hacerse con ellas, en caso de que llegaran a caer en sus manos… pero eso tampoco le interesaba. ¿Para qué hacerse con el premio, a la vista de todos, cuando podía ser el artífice del triunfo de otro sin que nadie más que el campeón lo supiera?

Y aparte, estaba el asunto de su propia maldición. Tal vez no fuera buena idea perseguir esa estaca. Tendría que pensarlo.

—Me temo que yo tampoco voy a serte de mucha ayuda, Jo —contestó, suavemente—. Del señor Almerson no sé nada más allá de que es el perrito faldero de Dutch.

Mientras hablaba, Fowler condujo el baile a otro rincón de la pista, uno desde el que pudieran examinar a los dos Brujah sin llamar su atención. Dutch permanecía sentado a la mesa, impasible e impenetrable, mientras que Jake observaba por la ventana el barco dejar atrás el puerto, todavía furioso.

—Nadie diría que pertenecen al mismo Clan, ¿verdad? Pero ahí está la clave, Jo. Al final todo se reduce a la sangre y las maldiciones que esta arrastra. Y aunque el bueno de Dutch intente ocultarlo, seguramente sea tan salvaje como Jake, sino más. Le reconozco el mérito, no debe ser fácil esconder algo así… pero yo soy de la opinión de que es mejor ir de cara.

La miró, fijamente, sondeándola, tratando de desentrañarla. Ni ella era de las que vacilaban, ni él de los que se distraían por un trasero. No se le había escapado el detalle.   

—¿Qué es lo que no me estás contando, Jo?

Obviamente no se le iba a escapar mi vacilación, pero esperaba que decidiera pasarlo por alto. Una vez conocí un músico en Charleston quen, tensando las cuerdas de su guitarra, una se rompió y el latigazo le partió una córnea; si sigues tensando esta cuerda, Fowler, acabará partiéndote algo peor que un ojo. Decido hacerme la tonta; ¿que qué te estoy ocultando, Fowler? ¿Sobre el premio, o sobre el tal Jake?.

-Nada, simplemente me ha echado una mirada muy lasciva al entrar al barco. Y no me ha gustado nada el gesto que ha tenido con Eris. Quizá tenga unas palabras con él, cuando esté más calmado. -Murmuro, antes de moverme graciosamente entre sus manos, con un animado movimiento de pies, antes de dar una rápida vuelta.- No quiero que nadie esté en colère en mi fiesta, mon amour.

[Laura]

Buenas noches, están libres, por supuesto.

Bajo mi atenta mirada y la de Mihail asentimos a Laura y la sonreímos cortesmente, luego, él me ayuda a sentarme, tras lo que el toma asiento entre Laura y yo. Hay mucho bullicio para mi, observo entusiasmada a la gente y trato de entender su forma de expresarse, sus dialogos y sus miradas, pero aun me siento lejos de poder comprenderlos, asi que me mantengo al margen junto a Mihail que es como un padre para mi antes incluso antes de ser un vampiro en Hamburgo.

En estos pensamientos estaba yo cuando, de repente, hizo su aparición el Príncipe y toda su corte. Asi que en un gesto solemne nos levantamos Mihail y yo y realizamos una reverencia para mostrar nuestro respeto, yo no podía quitar los ojos de encima al Príncipe, estaba presa de su belleza y porte magnifico.

Nuestra idea era poder presentarnos ante El pero quizás ahora no era el momento, habría que tener paciencia y de esa yo tenia mucha. Estaba yo como hipnotizada y distraída mirando hacia el Príncipe cuando poco después alguien de nuestra mesa intenta iniciar una conversación lo que me saca de mi ensimismamiento.

Roxy

Buenas noches, ustedes son nuevos en la ciudad, ¿vienen por el carnaval?

Ante la pregunta de Roxy, Mihail contesta - Si, en efecto, somos nuevos en Nueva Orleands... 

Yo iba a añadir algo mas pues tenia ganas de entablar conversación pero, entonces..., el Príncipe comienza a hablar y automáticamente sin mediar palabra vuelvo la mirada hacia El, totalmente atenta a su presencia y palabras. Cuando termina, observo a la dama que se llama JoJo, me parece muy hermosa y encantadora y sonrio cuando empieza a hablar Jojo y luego a Morgaine de la mesa 1.

Despues, observo a varios de los presentes, sus gestos, y palabras... y finalmente, el desenlace termina en un baile impresionante... los toreador siempre traen el glamour donde quieran que van... Me quedo pensativa... acechante... desapercibida... atenta...

Ok entiendo para la siguiente aplicare estas correcciones que me comentais. Muchas gracias. Disculpar que pensé q la aparición del príncipe sería más público pero tomo debida nota.

Devuelvo el beso a Eris en el cuello, mientras damos piruetas, con mucha más voluntad y probablemente algo menos de estilo que los anteriores bailarines, pero me da igual. La adoro. Adoro ver su cuerpo delgado escurriéndose bajo el vestido, su pelo alborotarse, su perfume dulzón. 

No entiendo como Almerson, no ha sabido interpretar su inocencia, la carencia de maldad en su comportamiento. Pero no le culpo, cada cual soporta sus propias debilidades, acaricio su rostro, y yo soporto las mías y las suyas. 

Me dice no se que de la tal Angélica. Suspiro, ¡bailaré con quien haga falta! nunca he entendido el porque cojones están todos tan amargados, viven para siempre, la mayoría están forrados, hacemos lo que queremos como queremos.... pero míralos... 

Damos una nueva pirueta visualizando toda la sala, ¿Tu ves a alguien feliz? 

Tras hablar con el príncipe, me giro para marchar al exterior.
Atravieso la pista a paso lento ignorando la danza de aquellas personas, mi vista está puesta en la noche. Hubo un tiempo en el que aprendí el arte del baile, una vez en que me importó, incluso un tiempo en el que trataba de encajar.

Ahora mismo todas aquellas personas eran sombras tratando de imitar unos rituales de un tiempo pasado. Me parece todo tan ridículo y a la vez tan tierno. Prefiero ignorar estos cortejos.

Oh, solo me detengo al ver a la guarrilla del príncipe bailando con un negro pijo.
Me quedo quieto cuando casi chocan contra mi. Miro al tipo con seriedad, sin saludar ni dirigir una palabra. Luego miro a la chiquilla del príncipe con piel llamativa - Señorita, la última fiesta en la que estuve de este tipo se ofrecía un aperitivo en forma líquida, una copa que los camareros rellenaban de forma constante. Espero no tener que esperar a su curiosa ruleta para probar un trago.

Sin esperar su respuesta continuo mi camino dejándoles seguir su baile.

Salgo fuera y cierro la chaqueta de cuero simulando que el frescor de la noche me afecta. Observo a dos mujeres que se han apoyadas en las barandillas exteriores, disfrutando de la brisa que el viaje en barco nos proporciona.Tal vez la gente que ha salido fuera tenga algún carácter más parecido al mío... no sé... ¿Amargado y patético? ¿cómico y ácido? ¿derrotado?

Me apoyo en la barandilla de espaldas a la fiesta admirando el río y avivando viejos recuerdos.

Me fijo en el atractivo caballero...que atraviesa la pista y sale fuera. Lo sigo con la mirada curiosa. Luego le digo a Mihail que ahora es el momento de presentarnos ante el Príncipe... Le digo a mi Mentor y me levanto esperando de pie. Entonces reparo en la nota y el objeto que hay encima de la mesa junto a mi mano. Lo cojo y me lo coloco en el vestido en un lado y leo la nota de pie.

- Buenas noches señoritas.
Digo admirando la luna reflejada en el agua negra del Misisipi.

- Tranquilas, tranquilas... No vengo aquí a aburrirles con halagos y falsas seducciones.

Busco alguien con quien hablar con tranquilidad pero sin chorradas ni dobles sentidos, que no se ande con rodeos, a quien no tenga que vomitar horas de piropos y que no busque un insaciable lameculos.

Me giro hacia las dos damas y sonrío. Luego levanto las manos a modo de disculpas

- Aunque si quieren quedarse aquí solas autocompadeciéndose de sus torturadas vidas esperando a que un Toreador arrebatador y de voz profunda venga a regalarles una rosa... puedo saltar al agua en cualquier momento.

—Me temo que con esa clase de gente es inevit... 

El extranjero que había estado hablando con Marcel se interpone en el rumbo que seguían, interrumpiendo tanto el baile como la conversación que mantenían. Fowler responde a la seriedad de su mirada con nada más que una de sus sonrisas. A alguien se le han subido sus treinta segundos con el Príncipe a la cabeza. 

Le observa salir al exterior, sin dejar de palparse el pin que lleva en la chaqueta, y después acompaña a Jo a los márgenes de la improvisada pista de baile. 

Despliegues de territorialidad, orgullo, o lo que sea que se le pasara por la cabeza al extraño en ese momento le resultaban de lo más divertidos, por no decir tristes. Miró al otro extranjero, con el que había hecho buenas migas. Dios los cría y ellos se juntan. 

—Sutil, ¿eh? —dice, riéndose— No es de Nueva Orleans. ¿Sabes algo de él? 

Señaló a Baby. 

—¿Son amigos?

-Asume demasiadas cosas y habla mucho, señor Sauniere… Podríamos pedirle que salte por la borda, pero solo para oírlo callar. El agua sabe guardar secretos.

El rostro de la morena únicamente tenía del mármol la dureza, y el ser llamada señorita era… En fin. No obstante eso, su tono no era hostil ni cómico, simplemente informativo. Seguidamente, ladeo la cabeza y estudio al nuevo con atención.  

-Si se modera, encontrar algo de lo que busca será más fácil. Mi nombre es Caroline y tal vez pueda serle útil si planea quedarse en la ciudad. Me especializo en servicios informáticos, pero también en obtener contactos e información variada… por un precio, desde luego. 

Acababa de responder al saludo de Caroline de la misma forma, a pesar que no solíamos hablar más allá que para algún negocio, ella sabía que me gustaba la tranquilidad y por eso no había intentado ni iniciar una conversación, algo que le agradecía, el silencio no era algo que me resultara incómodo.

Cuando otro vástago aparece para contemplar el fluir de las aguas solo perturbadas por el paso del navío. No lo conocía, como a muchos otros, y al escuchar su saludo en primera instancia me hace pensar que era como la mayoría, un montón de marionetas bailando al ritmo de la noche.

Sus palabras consiguen relajarme un poco, al menos había conseguido hacerme gracia. La réplica de Caroline también era divertida, no podía negar que verlo nadar un poco ayudaría a amenizar la velada. No sabía si sacaría algo de todo esto, pero de momento mejoraba con creces la conversación en la mesa.

Guardo el móvil y me giro para observarlo mejor, de arriba abajo, lo estudio durante un instante. -Si viniera alguien a entregarme una rosa no me dejaría más opciones que arrojarlo contra las paletas y estaría siendo amable…- Hago una leve mueca y desvío la mirada hacia las ruedas que impulsan el barco, ahora una antigüedad y un lujo, antaño la mejor forma de moverse, en definitiva era un barco precioso. Acaricio la barandilla y vuelvo a mirar al extranjero. Podría ser peor.

-No necesito piropos ni mierdas de esas, así que supongo que no has errado del todo.- Digo alzándome de hombros, no sabía que podía proporcionarme esta conversación, aparte de parecerme graciosa. -¿Algún interés en particular?-  Le pregunto esperando no encontrarme con otro bufón, con uno ya tenía más que suficiente.

Mi mirada se desplaza de nuevo hacia el paisaje que había estado observando. -Lo digo por no perder el tiempo en banalidades…- Aunque llevaba ya un buen rato perdiéndolo en esta estúpida fiesta que de momento no me había servido para nada y tampoco creía que las perspectivas fueran a mejorar en un futuro cercano. Que lástima de noche...

Entonces Caroline me arranca una sonrisa con su nuevo comentario, fría pero era una sonrisa. -Directa al grano.- Como me gustaba eso. -¿Entonces de negocios?- Eso inevitablemente atraía todo mi interés. Me coloco de frente a ellos, dispuesta a centrarme en la conversación.

Si mis pulmones hubieran recibido aire como procedimiento natural lo hubiera contenido al ver a Sebastian caminar hacia mí pero como tan humanos reflejos me estaban privados mis ojos solo captaron su imagen fijando en mis retinas sus elegantes maneras mientras mis labios se posaban en el borde del vaso largo y bebían del contenido saboreando el amargor y la dulzura de la bebida, una contradicción como lo era este mismo momento.

Una breve sonrisa se coló por mis comisuras al escuchar sus palabras -Le dije que tuviera cuidado de las arañas y sus tretas -mi mirada estaba sobre los que atravesaban la pista de baile haciendo gala de la destreza y elegancia sobrenatural que los convertía en un espectáculo maravilloso y horrible al mismo tiempo. Con el adecuado ojo aquello era una sucesión de cuerpos animados por extraños sortilegios y una imperdonable condena. Fruncí el ceño y miré mi mano sosteniendo el vaso solo para constatar que yo también estaba atrapada en aquel sueño que tantas veces tenía tintes de pesadilla.

Nuestros ojos se encuentran y el tono de azul de sus iris me parece más cobalto que nunca, con un brillo especial. Sopeso por unos segundos rechazar su propuesta mientras chasqueo mi lengua hasta que dejo de engañarme -No se han atrevido a invitarme a bailar, es cierto -reconozco -Hasta los vástagos temen un carácter fuerte a veces -me encojo de hombros y dejo la copa sobre la barra pero la muevo un poco dibujando con el agua de la transpiración del vidrio sobre el mármol, vuelvo a mirarlo y levanto las cejas -Y es señora, solo que casi nadie lo sabe -me termino el vaso.

"Por supuesto que no hay comida aquí, esto sólo iba a ser para la presentación del Príncipe. Se suponía que todos debíais iros de inmediato para la explicación de los pines, putain", le respondo mentalmente, con amargura, mientras Fowler me aleja del resto de bailarines. 

No, no tiene sentido que me enfade. Tenía que haber previsto algo así. Debería haber más comida. Dios, espero que el príncipe no tenga esto en cuenta. He de hablar con el extranjero, y con los otros que se han marchado. Pero...
Le dirijo una mirada desesperada a Fowler. A Gus. Mi Gus. Le cojo de la muñeca con fuerza, quizás con excesiva fuerza. Pero es que ha pasado tanto tiempo desde... y he estado tan ocupada. Por su culpa. Si me hubiese ayudado desde el principio, podríamos haber repartido el trabajo, y yo no estaría agotada, y drogada y furiosa. Y... y me lo debe. Debe hacerlo.

Sin embargo, intento concentrarme en sus palabras, más que en la necesidad imperiosa de arrancarle la garganta a mordiscos.

-Sólo sé que ha llegado con una invitación robada; según él, quería presentarse ante el príncipe -observo las anchas espaldas del desconocido desaparecer por la puerta- pero me ha caído bien. Me ha entregado una pistola en la entrada como gesto de buena voluntad.

Después, sigo el gesto de la cabeza de Fowler hacia el bigardo rubio mojabragas. No puedo evitar reírme.

-No creo que ese tenga muchos amigos -respondo con sinceridad- habrán hecho piña al ser los únicos "malotes" del barco. ¿Te imaginas sus conversaciones? "Hola, tengo una chaqueta de cuero, ¿puedo sentarme a tu lado?" "Oh, yo también tengo una chaqueta de cuero. De acuerdo, seamos amigos." -Me río ante mis propias palabras, pero lo cierto es que no me importaría lo más mínimo ser el relleno de un mangífico sándwich de cainitas encuerados esta noche. 

Si no es todo fanfarronería, al tal Baby ya lo tengo ganado; es más, dudo mucho que se sacie con una sola mujer cada noche. Y respecto al malote de la pistola... bueno, en algún momento tendrá que venir a recuperarla. Frunzo el ceño con malicia. Si Gus no me da lo que busco, supongo que es completamente lícito ir a buscarlo a otra parte... Es una caza legal.

-Sí, a ti y a mi -dije con una sonrisa antes de darle un beso en los labios con pura ingenuidad mientras dejaba que me diera vueltas al son de la música. En realidad ambos estábamos escuchando nuestra propia música en nuestra propia mente, y la coordinación de la que hacíamos gala con aquella melodía que sonaba en la realidad externa a nosotros era impensable, pero así éramos. 
Me encantaba notar sus manos acariciando mi cuerpo mientras jugaba con algunos mechones de su pelo, que caía despeinado a ambos lados de su cara y casi sobre sus ojos cuando sus movimientos eran un poco más rápidos.

Miré a mi al rededor, dándole vueltas a aquella pregunta que me había hecho. No, nadie allí era feliz. Puede que todos llevaran una falsa máscara de prepotencia y alegría, pero era una mentira facilmente perceptible: todos allí estaban vacíos y muertos. Y no entendía la razón. Eran criaturas poderosas con poder y dinero suficiente como para vivir cómo quisieran y para forjarse un alma sobre ellos mismos. Sus deseos eran órdenes que solamente los mundanos habían que cumplir con esmero si así lo decidían los mayores. - En esta senda puedes tomar dos caminos, y parece que casi todos han tomado el contrario al nuestro. Es una pena malgastar la existencia de ese modo. Prefiero bailar y divertirme hasta que me muera. -Le dije. Jasper era un vividor y por complicada o dificultosa que fuera la situación, ya se las apañaría para sobrevivir de la mejor manera que su baraja de cartas le permitiera. Siempre se guardaba un par de ases bajo la manga listos para ser utilizados.
Miré el pin que tenía en su camisa, y después miré el mio. No podían haberlo elegido mejor. El teatro era lo que mejor se me daba. 

-¿Has visto a esos dos con las chaquetas de cuero? ¿y a la bella durmiente y al cisne? Esto parece una puesta de largo. El vampiro fornido, ese que parece que va desabrocharse los pantalones en cualquier momento para deleitar a su séquito de fans, me resulta familiar... puede que lo haya visto en mis sueños -añadí pensativa y con la voz dulce. Era cierto, sentía que conocía a ese cainita rebelde demasiado guapo como para no creérselo. 
De todos modos aquello no me importaba en absoluto. La respuesta ya aparecería en el momento más inesperado.
-Si Anne viene, es probable que pretenda ser abrazada. ¿Habéis hablado sobre ello? - Una de las peticiones más recurrentes de la mujer había sido que la convirtiéramos en una cainita. Que la matáramos. Que la reviviéramos. Que la hiciéramos sobrevivir a los años. Quería ser una bruja perenne.

Sin embargo, sus deseos habían cedido al enterarse de que yo no podía engendrar chiquillos y que lo único que salía de mis colmillos y mi sangre era la muerte y no la vida.
Jasper, nunca había accedido a ello tampoco. Era demasiado importante para él como para que quisiera otorgarle una maldición de esa envergadura. Pero quién sabe, puede que la mujer cambiara de opinión y quisiera mantenerse al otro lado de la Muralla del Sueño, o puede que mi amante hubiera cambiado de opinión.

Fowler observa divertido que la sugerencia del extranjero ha hecho mella en Jo. Siempre tan pendiente de lo que piensen los demás, tan esclava de sus propios vicios… Ahoga un suspiro justo cuando ella le toma por la muñeca. Parece que la crítica al banquete le ha hecho recordar su propia Sed. Le ríe el comentario, y entonces apoya una mano en su hombro.  

—Ya, oye… no tienes muy buen aspecto —espeta, con cierto descuido, como inocentemente.

De haberla abrazado, un comentario como ese seguramente habría bastado para arrastrarla al frenesí. Pero da igual; lo que viene después le merecerá la pena, siempre lo ha hecho. Que se gane el pan, se trague su orgullo, y lo más importante: que se arrastre…

Antes de que pueda cruzarle la cara, continúa:

—¿Por qué no me dices lo que de verdad quieres, Jo? 

¿Por qué no me dices lo que de verdad quieres, Jo? 

Porque no te pienso dar esa satisfacción.

-Por supuesto; necesitaré que estés en la ruleta Arcadia. Si a alguien se le va mucho la pinza con... con la prueba, prefiero tener una persona de confianza para calmar los ánimos -improviso rápidamente, dirigiéndole una mirada directa a los ojos.

Estoy harta de que piense que su sangre es un premio divino del que puede disponer a su antojo; no soporto que crea que me va a tener moviendo la colita a su vera todo el día, esperándole. Puedo proveerme de mi propia vitae, gracias. Decirme que tengo mal aspecto ha sido un golpe bajo; cabrón retorcido. Qué rápido ha olvidado la celeridad con la que hincó la rodilla en el suelo, la última vez que nos vimos...

Sin embargo, es cierto que acabamos de hacer las paces. Y ha sido él quien ha querido dar el primer paso.
Le rodeo el cuello con los brazos, poniéndome de puntillas para llegar a su altura. Para que su nariz roce la suave curva de mi cuello.

-Si tienes hambre, hay bebida repartida por todo el barco. Pero yo te puedo dar algo -murmuro contra su oreja- sólo un ratito. En algún sitio privado. ¿No te apetece? Hace mucho tiempo que no estamos solos...

El hastío que había inspirado en Fowler reconocer los signos de su adicción se deshizo de inmediato, reemplazado por el deseo que la negativa había despertado en él. Se hacía la dura y le encantaba, pero al final siempre entraba en razón y se doblegaba a sus caprichos. No eran los celos, ni la lujuria, ni siquiera era ella, Josephine Baker, lo que perseguía la Serpiente. No, lo que él quería era su sumisión voluntaria, su rendición incondicional, su perdición, y tan solo la quería por aquella retorcida filosofía de no-vida a la que se había adherido. Para él la victoria estaba en el pecado ajeno, y los pecados que seguían al miedo, las dudas y el recelo eran los que mejor le sabían. 

La mención de la ruleta le pasó de largo, atrapado como estaba en la invitación. 

—Supongo que esto me convierte en un vampiro importante —bromeó—. Te sigo, pequeña.

Y mientras lo hacía, se dijo a sí mismo: veremos quién se bebe a quién. 

Tras intercambiar un par de palabras al oído, le hago un gesto a Fowler para que me acompañe hacia la salida del salón. Esquivando bailarines, parejas hablando y mesas, avanzamos sin prisa hacia la noche, abandonando el dulce abrigo de la música jazz y reemplazándolo por el murmullo de las olas arremolinándose contra el casco de la embarcación, que se abre paso de forma lenta pero constante a través de las aguas del Mississippi. Ah, qué belle ville.

En el exterior la noche es húmeda, caliente, y los mosquitos se arremolinan a mi alrededor con avidez. Hago un gesto vago con la mano para espantarlos, mientras observo la brillante esfera azulada que ilumina el camino sinuoso del río frente a nosotros. Ni siquiera me vuelvo para comprobar que el setita me sigue, mientras avanzo hacia las escaleras que conectan con el primer piso.