Partida Rol por web

De pronto y casi sin previo aviso Sísifo comenzó a descender la montaña a toda velocidad. Hasta entonces habían pasado el día con total tranquilidad, visitando gran parte de la isla y gracias a las atentas historias de Sísifo Jacques pudo conocer como era la isla a través de ellas. Pero algo parecía haberle preocupado cuando le mostró el bajo puerto.

Y sin dejar que Sísifo le tome demasiada ventaja Jacques también comienza a correr en dirección al pueblo, tratando de alcanzarle.

– ¿Qué has visto compañero? – le pregunta una vez que consigue acercarse lo suficiente.

Mientras seguían corriendo en dirección a la cantina, Jacques pudo alcanzar a su compañero para poder realizarle la pregunta.

- Hay una fuga de presos. - Dijo palabra por palabra mientras corría, intentando que el ritmo no decayera.

Aquello parecía problemático, pues cuando llegaron al bar donde estaba Bai Qu, simplemente repitió esa frase, lo que hizo que el rostro del gobernador cambiara de inmediato y, saltando por encima de la barra, salió del local y empezó a llamar a la guardia de la ciudad.

- ¿Qué hacemos nosotros ahora? - Te preguntó una vez hubo recuperado el aliento, mientras Bai Qu acabó de reunir a una veintena de hombres en la entrada de aquel establecimiento, a la vista de todo el mundo.

Lo que había visto Sísifo desde lo alto de la montaña era más que preocupante, pues varios de los presos de la isla se habían fugado. Puede que incluso estuviese entre ellos el hombre sobre el que les había hablado Bai Qu ese mismo día. Mientras estas ideas le rondaban a Jacques por la cabeza, los dos jóvenes llegaron al bar donde se encontraba el gobernador. Tras oír las noticias de la fuga rápidamente organizó la guardia con extrema diligencia.

– Pues... – Jacques duda unos segundos ante la pregunta de Sísifo –. Creo que deberíamos echarle una mano a Bai Qu. Estoy seguro de que pocos conocen la isla como tú, si podemos ayudar en algo debemos hacerlo – añade, ya habiendo despejado las dudas de su mente. 

Sin esperar respuesta de su compañero Jacques se dirigió hacia la entrada del establecimiento, sabiendo que esa era la respuesta que Sísifo quería oír. Hacía poco que se conocían, pero estaba claro que en ese momento tenían en mente el mismo objetivo.

– ¿Hay algo que podamos hacer para ayudar? – le pregunta al gobernador en cuanto este terminó de dirigir a la guardia. 

Bai Qu asintió a los dos jóvenes que se postulaban para acompañarles.

- Necesitaremos toda la ayuda posible, no sabemos hasta donde asciende el peligro. - Les dijo tras emprender el camino seguido por sus guardias y vosotros dos.

No tardasteis mucho en coronar una pequeña elevación y ver el bajo puerto, donde se podían ver dos figuras en un barco, claramente disponiéndolo para partir.

- Vosotros cinco, id a la fortaleza y ver qué ha pasado. - Ordenó a un grupo de soldados mientras el resto continuabais la marcha hacia el puerto. - Vosotros no sois soldados, intentad sabotear su nave mientras nosotros los entretenemos. No pueden salir de esta isla.

Aquellas palabras sorprendieron a Sísifo pues, según lo que te había contado, Bai Qu era un luchador capaz invencible en aquella isla, pero había diseñado una estrategia para evitar que zarparan, previendo una posible derrota. Pronto desvió aquellos pensamientos de su cabeza y simplemente aludió a que no os quería poner en peligro, pero os descolgasteis del grupo principal dando un pequeño rodeo y alejándoos de la vista de las criminales.

Tras separarse del grupo principal Jacques hace un pequeño alto en su marcha, fuera del alcance de la vista de los fugitivos, para tratar de idear la mejor manera de cumplir con la tarea que Bai Qu les acababa de confiar.

– Planeemos esto con cautela – comenta al principio –, deberíamos poder acercarnos al barco sin que nos detecten si nos acercamos desde el agua, ¿no? Una vez vez sobre la cubierta, creo que inutilizando el timón sería suficiente. ¿Tú que opinas, Sísifo? – le pregunta a su compañero.

Si su compañero confía en ese plan, Jacques rápidamente se dirigía al mar y nadaría sigilosamente hasta alcanzar el barco y comenzar con la tarea de sabotear el barco.

Sísifo asintió ante la propuesta de Jacques y ambos se sumergieron delicadamente en el agua, lo suficiente para no ser notados por aquellos a los que intentaban asaltar.

Con un perfil bajo se acercaron a la pequeña chalupa que estaba casi preparada. Aquel barco no tenía timón, solo dos remos y una vela mayor, y sobre él estaban dos personas, un corpulento humano con grandes cicatrices y un hombre de aspecto animal que portaba una espada anudada al cinto.

El fornido hombre encaraba a los soldados de la ciudad mientras Bai Qu se mantenía expectante, viendo como aquel hombre acababa con cualquier soldado en uno o dos golpes, mientras su compañero animal intentaba alejar lo suficiente el barco del puerto para poder tomar una corriente y escapar de aquel lugar.

– Sísifo, parece que no este barco no tiene timón – comenta Jacques en cuanto puede estudiar detenidamente el barco de los dos fugitivos.

Mientras se acercan nadando sigilosamente los dos fugitivos despachan a los soldados de Bai Qu sin mayor dificultad, lo que preocupa un poco al joven Jacques. 

– ¿Has visto eso? – le pregunta a Sísifo señalando la facilidad con la que los soldados estaban cayendo –. No parecen ser unos presos cualesquiera. Pero si detenemos su barco eso dará lo mismo – dice antes de dedicar unos segundos a reorganizar sus ideas.

– Vale, creo que lo tengo. Robemos los remos desde el agua, con un fuerte tirón mientras el otro está distraído observando a su compañero seguro que lo conseguimos. Nos acercamos cada uno por un costado del barco y cuando estemos preparados tiramos los dos a la vez. Te dejo a ti el honor de dar la señal para tirar. ¿Qué te parece? – le propone Jacques a su compañero.

Jacques y Sísifo consiguieron impedir que el barco pudiera zarpar, retirando los remos de la embarcación y luego peleando contra uno de los tripulantes, un zorro con aspecto humanoide que blandía una katana con bastante destreza.

Pese a la superioridad numérica, el enemigo se mantenía a la defensiva y parecía darse un empate técnico, pero Jacques pudo ver que el estilo de pelea de Sísifo se basaba en un combate desarmado, igual que el suyo, pero se focalizaba en el uso de patadas y una serie de movimientos danzantes bastante ágiles que desataban un gran espectáculo cuando peleaba.

Cuando la pelea empezaba a decantarse por el lado de Jacques y Sísifo debido al cansancio de su rival al contener a ambos, Bai Qu le golpeó con el canto de su mano en el cuello en una sucia estratagema por la espalda, concluyendo el combate sin demasiadas heridas.

Del grupo de Bai Qu, apenas un par de hombres podía mantenerse en pie y, ignorando qué había pasado, el otro enemigo estaba tumbado de espaldas en el suelo, visiblemente herido. En ese momento ambos habrían dado cualquier cosa por saber cómo se había desarrollado el combate, pero habían estado más preocupados de no morir ante un enemigo nada fácil.

Con un nuevo pelotón de ciudadanos que acudieron minutos más tarde a aquel escenario, pudieron cargar a todos los heridos, incluidos los supuestos enemigos y llevarlos a la casa de curación del pueblo.

Esa misma noche y entusiasmado por lo emocionante de la situación que había vivido, Jacques se encontró con lo que debiera ser su tripulación en la celebración del tan esperado evento.

Allí se reunían Rosha, el afamado capitán de la tripulación, Marona, la vicecapitana que los había reclutado oficialmente y no menos de veinte personas que reían y bebían al son de los caídos.

A media noche, unas pantallas gigantes iluminaron las fachadas de las casas del pueblo con una retransmisión en vivo de lo que iba a ser la ejecución de los cuatro mayores piratas que navegaban por el mundo.

La proyección mostraba un lugar soleado, indicando que era un lugar muy lejano a donde se encontraban y podían verse a aquellos capitanes tan famosos con severas heridas y con una soga anudada a sus cuellos. Uno de ellos empezó a gritar, pero el sonido no era captado por la grabación y no pudo escucharse sus últimas palabras.

Antes de dar la orden, un hombre muy joven apareció en pantalla portando un pequeño Den Den Mushi y habló a la audiencia. Por su vestimenta podía verse claramente que era el Almirante de Flota, el mayor cargo de la marina y máximo responsable de la seguridad de los mares.

"Hoy se cierra una etapa. La piratería no tiene cabida en estos tiempos y, como nuevo Almirante de Flota, me comprometo a seguir el legado de mi predecesor y erradicar la podredumbre que han traído estos bellacos con sus artimañas, provocando que el mundo sea un lugar peligroso para todos los ciudadanos."

Tras el breve discurso, se les colocó a los cuatro emperadores una capucha negra que cubría completamente el rostro, para seguidamente y, tras la orden del Almirante de Flota, se accionó una palanca que abrió una trampilla a los pies de cada uno de ellos, dejando caer aquellos cuerpos por un agujero y siendo detenidos por la soga que les apresaba el cuello, certificando su muerte en el acto.

Por motivos meramente emocionales, la pantalla solo había enfocado la palestra y quedó congelada la imagen con las sogas tensas en aquel patíbulo, sin dejar ver los cuerpos de los emperadores.

La conexión se cortó y la isla de Tortuga estalló entre llantos y brindis en honor a los emperadores, dando paso a una celebración que duró un día entero, el tiempo que había propuesto Rosha para partir.

Aquel día llegó y Jacques junto a Sísifo embarcaron en esa nave, ante la medio mirada del capitán y una sonrisa por parte de Marona al verles llegar.