Partida Rol por web

Selios se volvió a adentrar en la fortaleza aunque, esta vez, pudo lograrlo mucho más rápido que la anterior, pues conocía el camino y sospechó que incluso podría encontrar a una buena distancia a la contramaestre, si apretaba un poco el paso.

Dicho y hecho, pudo ver aquel faro de luz que desprendía el variopinto grupo y, desde la distancia de un lugar completamente vacío, observaba. Al parecer, la zona en la que iban a retener a los nuevos reclusos estaba separada de la celda del desconocido bárbaro con el que antes había hablado. Sintiéndose en inferioridad numérica y desconociendo las habilidades de aquellos tres soldados que acompañaban a la contramaestre, Selios se mantuvo a la espera de una oportunidad.

La pequeña mujer fue metiendo a los cinco prisioneros en distintas celdas colindantes, separadas por una pequeña pared de piedra que conformaba todas las paredes de la fortaleza. Algo que llamó tu atención fue que no les quitaron las esposas en ningún momento y así los mantuvieron hasta el abandono en su particular dormitorio.

Cuando todos los presos estuvieron en sus celdas, parecía que el pelotón volvería a marchar hacia afuera, pero la contramaestre se dirigió a sus hombres con unas palabras que Selios pudo escuchar perfectamente.

- Voy a ver como esta Bergulth, me preocupa que haya intentado dejar de liberarse. - Dijo con suma tranquilidad, al tiempo que sus subordinados parecían emitir un ligero temblor y sudores al escuchar aquel nombre, proponiendo que fuese ella sola. - No sé de qué tenéis miedo, nadie en este mundo puede romper esas cadenas, ni siquiera él.

Tras intentar convencer a sus hombres, sin éxito, marchó hacia un lugar que conocías bien, el lugar donde tu desconocido benefactor, ahora reconocido con el nombre de Bergulth, se encontraba. Esa podría ser la oportunidad que estabas esperando, o al menos, una de las pocas que tendrías antes de que la contramaestre se reuniese de nuevo con sus guardias.

La mujer simplemente observó la inmóvil figura de su captor y sin mediar palabra, lo observó unos instantes hasta que se dispuso a marcharse.

Tal y como había esperado, el grupo de presos y escoltas se había dirigido hacia el lugar donde se encontraba esperando. Aunque la localización no era precisamente la misma, pero quizá era mejor así. Con tantas personas en medio, a Selios le resultaría muy difícil apuntar por la llave sin tener que oponer resistencia. Así pues, se mantuvo vigilando el pequeño haz de luz que emitía el faro que usaban, delatando sus posiciones.

El encarcelamiento de las otras personas fue más rápido de lo que hubiese esperado. Ni siquiera fueron despojados de sus esposas antes de meterlos en la celda. El mink se llegó a preguntar, fugazmente, si por algún casual todos aquellos presos habrían sido capturados por la misma razón que el hombre con quien hizo el trato de liberación.

Luego de todo el procedimiento, gracias al silencio mortal que había en la fortaleza desde que el hombre con el que habló había cesado sus intentos de liberación, pudo escuchar una voz que reconoció como la de la contramaestre. Parecía que por azar y fortuna, se dirigía al sitio que le interesaba al varón. También era un detalle importante poder ponerle nombre al prisionero que ambos conocían.

Al menos ahora sabía una cosa con certeza. El hombre conocido por el nombre de “Bergulth” no le había mentido cuando dijo que la única forma que tenía de liberarse era a través de la mujer, Serin, cuando esta confirmó que los grilletes que le mantenían cauto efectivamente parecían ser especiales.

La hora de la verdad había llegado. Selios se preparó mentalmente para dar el salto. Era el momento perfecto, pues la contramaestre se encontraba de espaldas inspeccionando el estado de Bergulth y no duraría mucho tiempo así.

Alejando cualquier pensamiento de duda que pudiese pasar por su mente, el mink dio un salto con la intención de colocarse a las espaldas de la mujer. Él quería tomar ventaja de la diferencia de tamaño que había entre ellos dos, por lo que trató de apegarla a su cuerpo usando el brazo derecho e intentó, también, tapar su boca con la mano izquierda.

—Permanece inmóvil y no hagas ruido.— Musitó, con una tonalidad lo suficientemente baja como para que sólo ella pudiese escucharle. —No pretendo pelear ni herir a nadie. Sólo quiero hablar y formular unas preguntas.—

El mink no sabía qué tan convincente podría sonar en una situación como esa. No era mentira que quería evitar batallas y derramamiento de sangre innecesario. Cualquier intento de abolir una situación más problemática era bien recibida en su cabeza.

La estratagema de Selios dio el mejor resultado posible, pues notó que aquella chica no tenía suficiente fuerza para liberarse de él, aunque dejó caer su candil cuando fue atrapada, el ruido que produjo pareció extinguirse en la lejanía.

La boca de la mujer estaba tapada por el brazo de Selios así que, aunque lo intentase, no podía hablar, pero pareció someterse a la voluntad de su agresor, pues dejó de forcejear cuando vio que no podía liberarse de aquella maniobra tan férrea.

Después de unos segundos de forcejeo, el mink notó en su pelaje como la humana había cesado su intento de oponer resistencia. Aquello le dio razones para creer que estaba acatando sus palabras y que estaba dispuesta, por lo menos, a dialogar durante unos instantes.

—He visto que has hecho prisioneros a unos cuantos individuos.— Selios lentamente desplazó su mano hacia un costado para dar libertad a la mujer de hablar. —¿Ellos también pretendían salir a navegar? ¿Acaso eso es un crimen en esta isla?—

Su voz, aunque era grave, estaba calibrada al igual que antes con la intención de que sólo ella pudiese escucharle, debido a la corta proximidad entre ambos. Y pese a haber liberado los labios de la contramaestre, su brazo derecho aún ejercía fuerza contra su propio cuerpo.

La contramaestre soltó una risilla burlona.

- Ellos quieren salir a navegar, pero no están aquí por eso. - Dijo al tiempo que levantaba a duras penas su formulario. - Cada uno tiene sus motivos para estar aquí.

Selios echó un rápido vistazo a la lista, donde se describían los nombres y los delitos de cada uno de los recién capturados.

• Ash: pelea violenta
• Xan: escándalo público
• Kai: hurto
• Aleskander: hurto
• Sobek: entró voluntariamente

Anotado al pie de página había escrito que serían liberados a la mañana siguiente, lo que parecía bastante poco tiempo preso como para ser tomado en serio, así que era fácil suponer que todo habían sido delitos de poca importancia.

El mink ojeó la hoja que la contraria le estaba mostrando. Parecía un registro de los presos, sus crímenes y el tiempo en el que estarían cumpliendo condena. En primera instancia no vería nada raro ahí. Le llamaba la atención aquel que se había entregado voluntariamente, pero más allá de eso, había otra cosa que echaba en falta.

—¿Y el prisionero llamado Bergulth? Veo que le ofrecéis un trato especial.—

La contramaestre pareció sorprenderse de que conociera aquel nombre que no figuraba en la lista.

- Bai Qu lo encerró, no se nada sobre sus motivos, pero él ordena y nosotros obedecemos. - Dijo con una tono orgulloso. - Sus instrucciones fueron que no debía ser liberado hasta nueva orden, y no sé cuando eso ocurrirá.

La pequeña mujer no parecía estar diciendo mentira alguna, pero al tenerla fuertemente sujeta, pudiste notar que su cuerpo temblaba al hablar de Bergulth, como si inconscientemente su cuerpo reaccionara a un inconsciente miedo.

No parecía que tuviera nada más que decir, y en ese instante cayeron las llaves que llevaba colgadas al suelo, provocando un sonido tintineante poco audible a más de unos metros de distancia.

Una vez más el nombre de Bai Qu salía a la conversación. No parecía que pudiera sacarle más información a la contramaestre Serin. El mink se encontraba aliviado de que hasta ahora todo había salido bien y pacíficamente. Claro que el agarre que ejercía sobre ella también tenía algo que ver.

Sus orejas se movieron de manera automática al escuchar el metálico sonido de las llaves chocando contra el suelo cuando estas cayeron de la contraria. Una oportunidad de una entre un millón acababa de aparecer frente a él, por lo que no era momento de albergar más dudas. Selios deshizo el agarre de la contramaestre y se agachó rápidamente para tomar posesión de las llaves.

—Lo lamento pero no puedo esperar tanto tiempo. Debo cumplir con mi promesa de liberarlo, y es lo que pienso hacer.—

Selios trató de apresurarse hacia donde se encontraba el hombre encadenado, pasando por un costado de Serin. Sabía que podía ser arriesgado, pero si lograba hallar la llave correcta y liberarlo, sólo tendrían que preocuparse por salir de ahí.

—Si tanto le preocupa a Bai Qu, puedes decirle de mi parte que planeo sacarlo de esta isla para siempre. De esa forma ya no tendrá que preocuparse más.—

Selios miró el llavero y encontró 5 llaves diferentes, pero no tardó en descubrir la que abría las cadenas de aquel preso.

- Gracias. - Se limitó a decir el preso mientras le liberaba. - Nunca olvidaré esto.

Lo único que recuerdas tras abrir el último grillete es un repentino frío, que luego descubrirías que, de alguna manera, había hecho que te desmayases. Para tu sorpresa, pudiste ver que no estabas encarcelado, sino que tu cuerpo se despertó en una cómoda posición dentro de la celda abierta, con una aún inconsciente Serin tendida unos metros más adelante.

No sabía que te había podido ocurrir, ni cuanto tiempo habías pasado inconsciente, pero no podías ver rastro alguno de Bergulth, que parecía que se había esfumado de aquel lugar.

El varón de pelaje marrón y blanco encontró las llaves que liberaban a Berbulth más temprano que tarde, para su sorpresa. No sabía decir si se trataba debido a la presión que ejercía tener a la contramaestre Serin a unos pocos metros de ellos, o si por otra parte su rapidez se vio afectada por la determinación de salir pronto de ahí.

Sea como fuere, Selios logró liberar con éxito al hombre apresado, cumpliendo con su palabra. Acto seguido, el mink abrió la boca dispuesto a comunicar algo aprovechando su gesto de agradecimiento. Sin embargo, debido a un motivo desconocido, su cuerpo empezó a experimentar un extraño frío que hacía que sus fuerzas mermasen con rapidez hasta el punto de quedar tendido sobre el suelo sin conocimiento.

Al despertar, no era capaz de dictaminar cuánto tiempo había pasado. Lo único que podía saber y ver con claridad era que aquella mujer, Serin, se hallaba tendida sobre el suelo cerca de su posición.

—¡…!—

Se acercó a ella, colocando lo que era su hocico cerca del rostro de la mujer, olfateándola para comprobar su estado. En última instancia colocó su oído cerca del pecho de la contraria, sólo para cerciorarse de que efectivamente se encontraba viva.

El único que faltaba en aquella escena era Bergulth, aunque ya se preocuparía luego de ese detalle. La prioridad de Selios en ese momento recayó en salir de ahí, y sólo conocía un camino para ello. De ser por él, hubiese transportado en brazos a Serin hasta llevarla a una zona más segura, pero su camino de vuelta sólo era un pasaje para una única persona. El mink simplemente se limitó a colocar las llaves de los grilletes sobre el cuerpo de la contramaestre y tomó la vía del desagüe para salir de allí hacia el exterior.

Selios pudo comprobar que la contramaestre seguía viva, pero sin duda su cuerpo había sido dejado a merced de la gravedad, al contrario que el suyo propio que había sido colocado en una posición más cómoda.

Selios volvió a recorrer el alcantarillado de aquel lugar para conducirse a la salida, y lo había hecho algunas veces antes, por lo que prácticamente conocía el camino de memoria.

Al salir volvió a ver la escena ya conocida, pero esta vez, a lo lejos, pudo ver como Bergulth estaba preparando un barco sin muchas preocupaciones. No parecía un experto marinero, pero sin duda tenía algunas nociones de como evitar que el barco se hundiera.

Selios no sabía que actitud tendría aquel hombre hacia él, pero se preguntaba si había hecho lo correcto al liberarle.

El mink esperaba que aquella fuera la última vez que tuviese que arrastrarse por ese conducto lleno de suciedad y malos olores. Era momento de que la mini aventura por la fortaleza llegara a su fin. Aún no sabía cómo se las apañaría de ahora en adelante, pero al menos había podido verificar una parte de las historias que se decían de los humanos, si es que las palabras del hombre llamado Bergulth eran ciertas.

Una vez fuera se sintió aliviado de poder respirar aire fresco. Probablemente necesitaría un buen baño y ropa nueva, pero ya se preocuparía más tarde de eso. Selios desvió la mirada hacia un lado y luego hacia el otro, pues debía vigilar que no hubiese personas por la cercanía que lo viesen como alguien sospechoso.

Su vista terminó por centrarse en una zona cerca de la costa, donde un individuo bastante familiar parecía estar preparando una embarcación. El varón originario de Zou reflexionó al respecto, sobre qué tan buena idea había sido liberarle. Él había cumplido su palabra, ¿pero acaso eso traería consecuencias? El principal motivo de su pregunta interna se trataba de lo que había ocurrido justo después de otorgarle la libertad.

—Supongo que ya nada te detiene de salir al mar.—

Selios había avanzado con pasos firmes hasta donde se encontraba Bergulth y se había detenido a unos metros de él y su barco.

—Dejarme allí atrás no fue un acto de agradecimiento muy educado.—

Bergulth te miraba tranquilo mientras seguía preparando el barco.

- No quería perder el tiempo para salir de esta isla. Pensaba ir a buscarte cuando hubiese acabado los preparativos. - Dijo acabando de atar los cabos de la vela mayor de su pequeño barco. - No sabía cuanto tiempo ibas a dormir, pero soy un hombre de palabra, por esto estoy aquí ahora, listo para marcharme.

Sin duda aquel hombre no te consideraba una amenaza y mantenía una postura relajada frente a ti.

- Ahora cumpliré mi parte del trato, ¿Qué puedo ofrecerte a cambio de mi libertad? - Mientras hablaba, miraba al cielo, intentando escudriñar los entresijos de la bóveda celeste y señalaba el lado opuesto de la isla. - No tengo tiempo que perder.

A la lejanía, en la parte de la isla que Bergulth señalaba podía ver un contingente de pueblerinos, organizados y dirigiéndose hacia su posición. Serían entre 20 y 30 personas, así que frunció el ceño en señal de disgusto. Al parecer habían descubierto la fuga.

A Selios le asombraba la pasividad y tranquilidad con la que el hombre le hablaba mientras continuaba con sus preparaciones para partir a alta mar. Desde su perspectiva, esperaba que su actitud se mostrase más eufórica e impaciente, típica de las personas que habían obtenido la libertad desde hacía poco.

No medió palabra ante aquella justificación. Aún evaluaba su si toma de decisiones había sido la correcta al vincularse con ese hombre. Aunque no tuvo mucho tiempo para pensar, pues la situación rápidamente fue cambiando hasta volverse una especie de carrera contrarreloj, viendo todas aquellas personas acercarse a lo lejos en masa.

—Me parece que debemos dejar esa charla para luego.— Expresó haciendo alusión a la propuesta de la recompensa, tema que había salido nuevamente. —Tenemos que apresurarnos y salir de aquí.—

[i]Ahora que él era cómplice de la liberación de Bergulth, estaba claro que no podría quedarse tampoco en la isla por mucho tiempo más. Selios no esperaba tener que salir de la isla como un “fugitivo”, pero al menos tenía la posibilidad de volver a salir al mar en un barco nuevo, que era lo que él estaba buscando desde un principio.

—Estaremos en problemas si permanecemos más tiempo aquí.—

- Yo los entretendré. - Dijo volviendo a tierra firme el gigante marinero. - Aleja el barco del muelle.

En un rápido vistazo pudiste ver que aquel barco no tenía timón y sólo contaba con una vela mayor y un par de remos, lo que implicaba que tenías que utilizar pura fuerza para despejarlo del puerto y conducirlo hasta una corriente que le hiciera ganar velocidad, para luego canalizarla con los remos.

Antes de que pudieras darte cuenta, Bergulth ya enfrentaba a aquellos soldados y, aunque en un primer momento parecía una situación desfavorable para el recién liberado, con sus manos desnudas era capaz de noquear a los soldados de uno o dos golpes.

Antes de que pudiese darse cuenta, el mink y el hombre recién liberado de su cautiverio terminaron formando un improvisado equipo en pos de salir de la isla. Mientras Bergulth se dirigía dando zancadas hacia la horda de hombre que venían a por ellos, Selios pegó un brinco hasta el barco de madera.

Una vez dentro, pudo comprobar que no se diferenciaba demasiado del pequeño bote con vela que había estado usando para viajar por mar. Las únicas diferencias notables eran el tamaño y que este último poseía remos para una navegación más manual.

Sin tiempo que perder el varón con pelaje agarró los remos para poder sacar el barco a alta mar hasta que la gran vela hiciese el resto del trabajo. Mientras lo hacía, en la lejanía podía observar como el hombre combatía con ferocidad a los múltiples oponentes que tenía. No parecía flaquear ante la desventaja. De hecho, era más bien al contrario, parecía estar desenvolviéndose sin problemas.

—¡Hecho! ¡Rápido, antes de que la corriente me desplace más lejos!— Avisaba a pleno pulmón a su nuevo compañero.

Selios intentaba remar con todas sus fuerzas hacia el ancho mar, pero no lograba nada, pues la marea empujaba más fuertemente el barco hacia el muelle que lo que empujaban los remos.

Sin duda el joven mink debía bajarse del barco y empujarlo mientras se sustentaba en el fondo marino, en una tarea nada fácil, no hasta que llegara al rompeolas y la corriente del mar eclipsara la corriente interna del puerto que empujaba los barcos hacia él.

En su tarea, pudo ver dos extraños soldados que se había descolgado del pelotón principal y, bajo las aguas, intentaban asaltar el barco donde se encontraba Selios. Aunque no parecían fuertemente armados, la situación era favorable para aquellos desconocidos.

Por desgracia para Selios, la tarea de sacar el barco a alta mar no iba a ser tan sencilla como aparentaba. No sólo porque tenían el tiempo y a sus persecutores encima, sino también porque la propia naturaleza en forma de marea parecía querer retener con todas sus fuerzas al mink en tierra firme.

—¡Diablos…!—

El varón se bajó de la embarcación con intención de dar uso a su fuerza bruta y empujarlo. De vez en cuando volteaba la mirada hacia atrás, tratando de asegurarse del estado de Bergulth. Por muy fuerte que fuera aquel hombre, seguramente debía tener un límite de cuántos oponentes era capaz de frenar por su cuenta.

Finalmente, tal y como había sospechado, un par de hombres de aspecto extraño habían logrado franquear al ex prisionero con tal de llegar a Selios. Aquella situación no podía volverse peor para el hombre con pelaje que, en un arrebato por defender el barco, se subió a este de un salto desenvainando su katana dispuesto a luchar contra aquellos sujetos.

—¡No lograréis detenernos!—