Partida Rol por web

-Lo soy, o al menos eso creo..., ¿mi gremio? mi gremio era el de...los cantantes de la llama, no, los...los...los aullantes de la llama, no, ese tampoco...¡ah! era el de los bailarines de la llama, o algo así...Y mi sello...creo que lo he perdido, junto con algo, pero no se el que.

-Y eso parecia, incluso a mi me parecia facil erradicarlos con unos cuantos hechizos...pero poco a poco nuestras tropas iban mermando poco a poco...bueno, no esta de más prevenir, le juro que eran muchos, casi más que una horda, segn como luchaban, era como si estubiesen llenos de ira o de furia o algo.

Por los siete ríos... de esta no salgo vivo...

Lentamente hago crujir mi cuello, y con una sonrisa propia de un futuro cadáver desenvaino mi espada, . Pongo el filo en una posición vertical y deslizo ligeramente mi pie hacia atrás, en posición de combate mientras digo:

Vosotros lo habéis querido, mercenarios... Si tenéis mujeres o hijos será mejor que os larguéis, no quiero tener que dar explicaciones a nadie...

A continuación activo el halo de fuego, para reforzar mi "argumento" y digo:

Estáis aún a tiempo, caballeros. No quiero que os embargue el arrepentimiento demasiado tarde.

El súbito movimiento para desenvainar la inexistente Dinda hace que un relámpago de dolor abrasador recorra a Yi Fan. Las heridas todavía son demasiado recientes y cualquier gesto brusco le provoca sufrimiento.

Aun así, enmascara la mueca de dolor con su habitual gesto hosco, mientras mira fijamente a Asceltis con el ceño fruncido. En su interior contradictorios sentimientos se agolpan: Sorpresa por la inexplicable aparición de la mujer, vergüenza por aparecer ante ella en tan lamentable estado, frustración por saber que su vida y su destino están en manos de una desconocida y por último el deseo de acercarse a ella, quitarle el velo, acariciar su rostro y...

El Dindavara gruñe como un animal mientras se gira hacia el espejo de nuevo e intenta centrarse. Coge una tira de tela limpia y comienza a vendarse la cabeza. Ante todo, no debe mostrar debilidad delante de Asceltis. Nunca.

Mis heridas tienen mal aspecto. Murmura Yi Fan, de espaldas a la mujer. Pero no son graves. Me fueron causadas por magia, pero no por la hechicera a la que debíamos capturar, sino por alguien que trató de evitarlo.
Aun así, necesitaré visitar a un sanador para que me proporcione ungüentos que eviten que se infecten.

En cuanto termina de ajustarse la venda, se vuelve hacia Asceltis.

Ayer, cuando dejamos sin sentido a la hechicera, Areth y yo nos separamos. Yi Fan coge una vasija con agua y se la lleva a los labios. Tiene mucha sed, pero sólo toma un pequeño sorbo. Él se llevo a la mujer y yo distraje a nuestros perseguidores. No nos volvimos a reunir por lo que desconozco si completó el encargo...

Ilsa no se da tiempo para pensar mientras analiza la información: hay que averiguar qué le ha pasado a Jezz y contactar con Rowan.

-Necesitamos localizar a Biza, puede que ella sepa mejor que nosotros dónde localizar a Jezz. Hay que informar a Zorya de lo sucedido. El enemigo está también en casa parece, y debemos actuar con rapidez. Tú avisa a Zorya de lo ocurrido, pero Stepjan, bajo ninguna circunstancias le comuniques esta información con Merak delante (¡hazlo sólo ante ella!). Yo iré a avisar a Biza a su casa. Si no está allí iré a la sede del Gremio. Si tampoco la encuentro, iré al Consejo. En cualquier caso que Zorya se reúna allí conmigo. Tú acompáñala, y déjale un mensaje a Irina aquí por si no la encontramos en el Consejo y ya está de regreso, para que vaya a la casa de los físicos y que se informe de la situación de Rhenar, a ver si puede decirnos algo. Puede que Jezz supiera algo más de lo que nos ha dicho, o que alguien quiera conocer de primera mano lo que ocurrió en la frontera.

Ilsa se acerca a la ventana mientra da instrucciones a Stepjan y se ajusta el chaleco. Después se coloca su capa ajustándola a un broche dorado con forma de flor y dice:

-Vamos Stepjan, algo está pasando aquí, en el corazón mismo de Uldholm, y no podemos quedar al margen.

Apoya las dos manos en el marco de la ventana para darse impulso, pero en el último momento una idea atraviesa su mente como un relámpago y se detiene.

¡Ah! y Stepjan... necesito mi daga.

El teniente niega con la cabeza ante tu respuesta. Te mira fijamente a los ojos y se levanta frustrado.

- Esto es una pérdida de tiempo - dice en voz baja, casi más para si mismo que para que tú le escuches. - Te sugiero que te tomes un momento para pensar tu declaración, muchacho, porque si finalmente te enfrentas a un consejo de guerra, dará igual la familia de la que provengas.

Se dirige hacia la puerta con paso firme, y vuelve su rostro hacia ti mientras apoya la mano en el picaporte. Su mirada denota una cierta decepción mientras dice - Volveré dentro de una hora. Espero que seas más claro para entonces.

Abriendo la puerta, sale a la sala común, donde puedes ver que se reune con el oficial que os llevó hasta la celda.

El rostro del oficial palidece por momentos. Rápidamente se levanta y sale del pasillo que lleva a las celdas. Antes de que cierre la puerta escuchas parte de una conversación:

- ¿Qué ocurre, Sömersen? - Dice una voz qu eno reconoces.

- ¡Teniente! - el tono del oficial parece a la vez sorprendido y decepcionado. - Estaba interrogando a la extranjera, como me pidió...

- ¿Y por eso tiene cara de haber visto a un fantasma?

- Es sólo que... Señor, parece que son hechiceros y que ha habido algún tipo de...

Finalmente la puerta se cierra, dejándote a solas una vez más.

Sin embargo, no transcurre mucho tiempo antes de que vuelvan a visitarte. En apenas un par de minutos, un hombre, ataviado con el uniforme de oficial del ejército entra en la habitación precipitadamente, acompañado por el oficial.

Se sorprende ligeramente ante tu aspecto, obviamente esperando encontrarse con un humano normal, pero se sobrepone en un instante.

- Soy el teniente Eric - su voz denota urgencia. - Necesito que me repitas lo que le has dicho al oficial.

Escucha atentamente tu respuesta, y, cuando termina le oyes mascullar algo parecido a "Maldito crio..." mientras se vuelve al guardia.

- Sáquenla de aquí inmediatamente. Yo me haré cargo de esta prisionera, que parece tener información importante para el Consejo.

Sömersen saca un manojo de llaves y abre la puerta de tu celda.

- Señor, necesita que preparemos una escolta para el translado de la prisionera. - dice en tono serio.

- No hay tiempo, oficial - dice el teniente haciéndote señas para que le acompañes.

Sorprendida, le sigues de vuelta hacia el salón de los guardias. Varios de ellos se ponen en pie llevando la mano a sus armas al verte salir, pero se serenan cuando aparecen los dos oficiales detrás de ti.

- Por favor, señorita - dice Eric dirigiéndose a ti - tiene que acompañarme rápidamente.

- Ralf, ve con ellos. Escolta al teniente donde quiera que vayan y vigila a la prisionera - añade el oficial señalando a uno de sus hombres. Ante la mirada seria del teniente, baja la cabeza y se dirige a una de las puertas laterales. Cuando la abre, ves a Alex sentado en una mesa, pensativo. Sömersen se escabulle en la sala antes de que el teniente tenga tiempo para decir nada, y el guardia llamado Ralf se levanta dispuesto para marchar con vosotros, ajustando el cinturón de su espada corta y cogiendo una ballesta próxima.

Los dos guardias parecen impresionados ante tu demostración, pero no son meros campesinos para salir corriendo. Desenvainando sus espadas y descolgando un escudo de su espalda, se separan ligeramente tomando una actitud principalmente defensiva, la expresión de sarcasmo borrada ahora completamente de sus rostros.

- ¡A MI LA GUARDIA! - grita uno de ellos mientras clava la mirada en ti. - ¡NECESITAMOS REFUERZOS!

Los pocos curiosos que quedaban a tu alrededor, salen huyendo para esconderse en cualquier lugar próximo y los gritos de la gente se extienden rápidamente por la calle.

Diana asiente y contesta todas las preguntas del teniente, y sale obedientemente de la celda, algo muy raro en ella.

Al ver a Alex, un gesto de sorpresa y alegria se dibuja en su cara.

-¡Alex! ¿Que tal te ha ido con el juicio?-se calla al instante, al ver la cara del muchacho. No parecia anunciar buenas noticias

Una suave tos oculta tu llamada a Eric. Ves como la capa de tu cuñado ondea hacia la calle justo antes de que se cierre la puerta. Mientras bajas las escaleras, tu hermana se coloca en medio, cerrándote el paso mientras retira la mano que se había llevado a la boca para fingir la tos.

- ¿Dónde vas, hermanita? - la acidez de su voz es casi palpable - ¿No crees que ya has hecho suficiente daño a esta familia para salir ahora persiguiendo a mi marido como una perra en celo?

Su mirada te sorprende casi tanto como sus palabras. Pese a vuestras discusiones nunca había sido tan directa tratándote de esa forma, y ni siquiera sospechabas que pudiese conocer tus sentimientos por Eric.

- ¡Ah! ¡No finjas sorpresa! - añade con expresión de victoria - ¿Crees que no sé lo que tramábais anoche ese viejo consejero y tú? Lo cierto es que me sorprende que te opongas tan abiertamente a los designios de padre... Pero, claro, no es la primera vez que lo haces, ¿verdad?

El rencor y los celos llenan su mirada, dándole un cierto aspecto enloquecido.

Mientras ajustas la venda de tu cabeza notas un movimiento en el espejo. Un instante después, unas manos fuertes y suaves sujetan las tuyas, separándolas ligeramente hacia los lados desde tu espalda. Asceltis te impide completar el vendaje mira tus quemaduras y saca un frasco de entre sus ropajes, humedeciendo tus vendas con él. Con el cuidado propio de alguien que sabe lo que hace, te coloca de nuevo las vendas humedecidas alrededor de tu herida cabeza.

- No tiene buena pinta, no te voy a engañar - dice con voz serena, - pero esa poción de Alder te vendrá bien. Te sorprendería saber lo hábil que es ese hombre con sus brevajes. - Su mirada busca la tuya en el espejo. - No puedo prometerte que no queden cicatrices, pero la mayor parte del pelo volverá a crecer sin problemas.

Te das la vuelta en la silla y la ves sorprendentemente cerca. Lentamente se separa para sentarse en la esquina de tu cama y no puedes evitar imaginar sus curvas bajo sus holgados ropajes.

- Areth llevó a la hechicera a la casa, no debes preocuparte. También él estaba herido. Esta mañana le envié en tu busca, pero supongo que no se le ocurrió lo más obvio, que era venir aquí - niega con la cabeza. - Ese hombre no destaca por su intelecto, aunque es un buen guerrero. Confío en que te resultase de ayuda.

Se deja caer hacia un lado, apoyándose con el codo sobre el colchón mientras reclina su cabeza sobre esa misma mano.

- Cuéntame más sobre esos perseguidores. Si te produjeron esas heridas entiendo que eran hechiceros y no simples guardias. Lamento no haber sabido que os encontraríais a alguien más que a Jezzabel y su acompañante. Por cierto, - dice enderezándose, con un brillo peligroso en su mirada - he oído que sobrevivió. ¿Crees prudente dejar testigos vivos del secuestro?

Se inclina hacia delante, acercando ligeramente su rostro hacia ti.

El tiempo pasa lentamente, y al cabo de aproximadamente una hora la puerta se abre de nuevo. Al otro lado ves a Diana, en el salón con los guardias y con Eric. Cuando te ve, exclama con un gesto de sorpresa y alegría:

-¡Alex! ¿Que tal te ha ido con el juicio?

No tienes mucho tiempo para contestar, pues el oficial Sömersen entra en la habitación cerrando la puerta.

A pesar de estar preparado el nerviosismo de la situación dirigen mal mi espada, en un tajo demasiado atrevido, que los guardias podrían aprovechar fácilmente para desviar.

-¿Qué?.- El recuerdo de todo lo sucedido la noche anterior no le dejaba pensar con claridad pero las palabras de su hermana la dejaron estupefacta. ¿De que estaba hablando? ¿Como podia ser tan grosera? Pensó que algo debía haber pasado para que reaccionara así.

-Será mejor que te expliques Kiba.- tuvo que respirar profundamente antes de hablar para conseguir relajarse - Y que lo que tengas que decir me convenza.- dio un paso al frente hasta encararse con su hermana amenazadoramente. Había soportado bastantes desplantes por su parte pero desde luego aquello era el colmo.

Stepjan te ayuda a prepararte y te lleva tu daga guardada en una fina vaina de terciopelo. Escucha tus órdenes con atención y te acompaña hasta la puerta. Nada más salir, sale corriendo en dirección a la casa de Zorya.

Por segunda vez en el día, emprendes el vuelo por encima de la ciudad. Pese a los nervios, te tomas un momento para mirar hacia abajo. Las calles parecen algo más tranquilas que ayer, lo que no te sorprende, pues sabes que muchos altos cargos de los gremios estarán esperando la resolución del consejo en sus respectivas Casas. Imaginando la reunión del Consejo, te das cuenta de otro problema adicional que conlleva la desaparición de Jezzabel. Sin su testimonio, los hechos acaecidos en la frontera no son más que un mero rumor que nadie puede atestiguar.

Sintiendo cada vez más la urgencia de tu misión, te precipitas directamente frente a la mansión Carkenna. Sin pararte a colocar tus vestimentas, llamas a la puerta. Mientras esperas, te arreglas el peinado con los dedos, intentando presentar un aspecto un poco más arreglado.

El rostro de tu hermana se enrojece de ira.

- ¡Que me explique! ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo miras a Eric? ¿Que no sé que ese hechicero y tú pretendeis quitármelo? - dice elevando el tono cada vez más - ¡Y el muy idiota me dijo ayer que estaba preocupado...!

Su frase se ve interrumpida por una llamada a la puerta. Kiba respira profundamente clavando su mirada en ti. No dice nada, pero su expresión deja claro que vuestra discusión no ha terminado. Dándose la vuelta, se dirige a la puerta principal.