Partida Rol por web

El movimiento de la hechicera era rápido, pero tu acompañante reacciona a una velocidad que te deja pasmado. La espada de Fender abandona su funda describiendo un fulgurante arco. Por un momento piensas que el filo de Fender cortará por la mitad a la hechicera, pero te sorprende ver cómo en vez de eso golpea la espada de la mujer, desviándola completamente de su trayectoria.

Conoces perfectamente las técnicas de tu escuela, pero nunca habías visto un movimiento similar. De alguna forma, el bandido ha combinado el ataque fulgurante del Filo del Corazón con una parada, en un inusitado movimiento defensivo. El bandido sonríe al ver de nuevo la sorpresa en el rostro de la hechicera, pero su movimiento no ha terminado ahí. Aprovechando que el impacto en la espada de Biza ha desviado el filo, da un paso más hacia adelante, haciendo que el filo de su arma haga un profundo tajo en el brazo de la mujer, que no puede evitar un grito de dolor.

Con un ojo puesto en el duelo entre Fender y Biza y otro en el tal Eric, Yi Fan permanece en tensión, dispuesto a liberarla en cualquier instante en la forma de un fulgurante ataque. Casi tiene que hacer esfuerzos para contener a la Dinda en su vaina…

Pero todavía no.

Se ha prometido a sí mismo no actuar mientras este hombre no interfiera en el combate del bandido y la hechicera, o intente atacarle, y eso a pesar del peligro al que se expone al permitirle dar la voz de alarma, llamando a los guardias que sin duda patrullan este distrito.

Pero más aún le preocupan las palabras del acompañante de Biza. Palabras que dan a entender que si Yi Fan logra sobrevivir a lo que suceda en los próximos minutos, mañana por la mañana demasiada gente en Uldnacht sabrá de la existencia del Medallón Truil, y de que éste se encuentra en poder de un extranjero Dindavara oculto en la ciudad.

Y a pesar de todo esto, no puede sino admirar la técnica de Fender en el estilo del Filo del Corazón. Resulta impresionante…

Pero no servirá de nada si no logra terminar con la hechicera antes de que media ciudad se les eche encima.

El recién llegado y tú os quedáis mirando el uno al otro. Desenvaina su daga y adopta una posición defensiva, esperando tu ataque, pero este nunca llega, ni siquiera cuando él desvía su mirada preocupado por la vida de su cuñada cuando Fender corta su brazo.

Sin embargo, la hechicera no se deja amilanar. Al ver su sangre en el suelo mira con odio a su antiguo amante.

- ¡Maldito seas! - grita arrementiendo una vez más contra él a pesar de las protestas de Eric que insiste en que se mantenga a la defensiva.

Observas con atención a la mujer. También conoce las bases de tu escuela, aunque no llega a usala igual que Fender ni, mucho menos a combinarla con técnicas propias. Sin embargo, carece del autocontrol de los duelistas dindavara y carga casi desesperadamente. Pese a todo, sus golpes están bien dirigidos y el odio que siente por su adversario hace de ella una oponente peligrosa incluso para el más experto espadachín.

Fender observa a su antigua amante. - Te enseñé bien, Biza, pero aún no puedes igualarte a mí - dice mientras la sangre de la mujer gotea desde el filo de su espada.

Sin embargo, su expresión cambia cuando la hechicera carga hacia él con un grito. El hombre trata de interponer su espada en la trayectoria del ataque de la mujer una vez más, usando la mísma técnica que viste antes que combina los fulgurantes ataques de tu escuela con las paradas de una esgrima más tradicional. Sin embargo, la velocidad de la hechicera le coge por sorpresa, especialmente después de haberla herido en el brazo.

Su gesto de incredulidad no tarda en transformarse en una mirada de horror cuando la espada de Biza corta el aire en dirección a su rostro antes de que él pueda hacer nada por impedirlo. Con un sordo crugido, la hoja de la mujer se clava en la cabeza del hechicero, que cae al suelo muerto instantáneamente.

Cuando el cuerpo de Fender golpea el pavimento, un tintineo metálico llama vuestra atención cuando el medallón rueda desde su mano, soltando pequeñas chispas al golpear una y otra vez contra el suelo.

Eric ve tu momento de duda y tira de Biza hacia atrás, interponiéndose entre ella y tú. Sin embargo, su anterior postura defensiva parece haber cambiado ligeramente y su forma de sostener su espada y su daga parecen ligeramente más agresivas. Pese a todo, su mirada se desvía un par de veces hacia el medallón que, desde el suelo, ilumina la escena con un fantasmagórico resplandor azulado.

Por el rabillo del ojo, Yi Fan contempla cómo el cuerpo muerto de Fender golpea contra el suelo tras el súbito ataque de Biza.

Fender…

El Dindavara es un guerrero. Está acostumbrado a tratar con la muerte, a saber que ésta puede llegar en cualquier momento, de forma súbita, injusta e incluso inesperada. Así es la vida de alguien que se dedica a este oficio.

No es momento de reflexiones. No ahora. Yi Fan comprende que su vida está pendiente de un hilo ahora mismo, que todo depende de lo rápido que pueda correr para escapar de Biza, de Eric, de los refuerzos que haya avisado el criado, de la guardia de la ciudad.

Todo depende de lo rápido que pueda correr… pero no piensa dejar abandonado el Medallón…

El soldado te observa atentamente y parece adivinar tus intenciones. - ¡Biza, coge ese colgante! - grita mientras lanza una estocada hacia ti.

Muy baja, piensas instintivamente al ver la dirección de su golpe, pero te das cuenta de que su movimiento es premeditado: el soldado no pretende acabar con tu vida, sino inmovilizarte, por lo que su ataque va dirigido a tu pierna para evitar que te vayas de aquí.

Yi Fan salta hacia el artefacto que yace en el suelo, próximo a la mano abierta e inánime del bandido muerto. El fulgor azul resplandece en las paredes de la casa y en los rostros de aquellos que ahora pugnan por él.

La hechicera todavía no se ha recuperado, pero a diferencia de ella Eric está dispuesto a no permitir que el Dindavara se haga de nuevo con el Medallón y Yi Fan tiene que dividir su atención entre recogerlo y evitar el ataque del hombre.

Y es que para Eric, el Medallón puede ser un asunto de estado, una amenaza para su nación, pero para Yi Fan es algo más personal. Para él, ese artefacto es un viaje, un viaje más allá de la frontera al que partió con el convencimiento de que jamás volvería con vida, pero que le cambió para siempre. El Medallón es Joseph, el misterioso sacerdote del Hueso de Hierro. El Medallón es Asceltis, la mujer más fascinante que jamás haya conocido.

El Medallón es Alex.

Por todos ellos tiene que recuperarlo...

Agarras el medallón con fuerza mientras miras por el rabillo del ojo cómo Eric lanza su estocada. En un rápido movimiento, interpones tu brazo izquierdo entre su hoja y tu pierna. Una punzada de dolor te hace torcer el gesto cuando su espada corta el músculo de tu brazo y empieza a sangrar, pero al menos tienes el medallón seguro en tu otra mano mano.

Biza, por su parte, se mueve demasiado tarde como para involucrarse y cuando llega a vuestra posición tú ya corres en dirección a las calles más estrechas por donde habías venido.

Eric trata de lanzar un nuevo ataque, pero con el ceño fruncido vé cómo rápidamente te sales de su alcance y opta por salir corriendo detrás de ti. Miras por encima del hombro y no te cuesta ver cómo el soldado mantiene la distancia a pesar de tu esfuerzo.

Los pasos de Eric resuenan en tu espalda cuando llegas a la calle por la que habías venido, pero no son los únicos. Algunos guardias de la ciudad, alertados por los ruidos del combate y los gritos del soldado parecen acercarse también a la zona y no tardarán en unirse a la persecución.

- ¡Yi Fan! - El aviso te pilla desprevenido y, mientras corres a penas puedes girar la cabeza para ver cómo Henry te llama desde uno de los soportales. - ¡Por aquí! - te dice justo en el momento en que Eric llega al cruce por el que acabas de pasar.

¿Henry?

El Dindavara se maldice por su estupidez. Por supuesto que sí. Por supuesto que Asceltis no iba a permitir que Yi Fan jugase a los duelos acompañando al malogrado Fender y arriesgarse a perder el Medallón en el camino. A estas alturas debería saber que el asesino sonriente siempre se encuentra cerca de los intereses de la mujer del velo. Desafortunadamente, parece que el afecto de ella se centra más en el artefacto Truil que en el Dindavara.

Yi Fan gira bruscamente sin decir una palabra y apretando los dientes por el esfuerzo, dispuesto a llegar al soportal donde se encuentra Henry antes de que le alcance el soldado...

El asesino parece reconocer tu mirada mientras giras hacia él.

- Te dije que Asceltis me había ordenado protegerte, dindavara... - dice con su eterna sonrisa cuando llegas al portal.

Aprovechas para mirar la entrada de la calle. Eric parece mantener la carrera, distanciándose a penas unos pocos metros. La hechicera, por su parte, no llega nunca a la entrada. Seguramente esté demasiado aturdida por la pérdida de sus alas como para poder mantener la persecución. Pero en su lugar aparece una nueva patrulla de guardias, aunque aún tardarán un poco en llegar a vuestra posición.

Henry abre la puerta de la casa en la que os encontráis. Un sirviente llace en el suelo, aunque no sabrías decir si inconsciente o muerto.

- ¡Sigue por esa puerta! - dice el asesino mientras sujeta el portón. - Corre por el pasillo hacia el patio trasero.

Cierra la puerta bruscamente a tu paso y no tarda en colocar algo para bloquearla. En el exterior, distingues la voz del soldado dando órdenes a sus hombres, aunque no llegas a entender sus palabras.

¡La salida!

Yi Fan no dispone de tiempo ni para compartir unas palabras de agradecimiento con Henry, atravesando como está el pasillo a toda velocidad en pos de la parte trasera de la casa. El Dindavara sabe que esas palabras caerían en saco roto porque el asesino, tal y como él mismo ha dicho, sólo está cumpliendo órdenes. Sin embargo, ésta es, de nuevo, otra ocasión en la que le salva la vida, y Yi Fan siente como si le debiese algo…

Eso no significa que le guste el eficiente asesino, ni que confíe en él. Pero al menos se siente capaz de soportarlo y respetarlo. Quizás pueda decirle algo al respecto… si sobreviven a esta noche…

Corres por el pasillo y escuchas los pasos de Henry unos metros detrás de ti. - Espero que la puerta aguante - dice mientras mantiene tu ritmo.

Sigues el camino indicado y, al pasar junto a una puerta abierta, ves un cuerpo tumbado en mitad de la sala. Sigues corriendo pensando en la figura, por sus ropas dirías que un sirviente de la casa, preguntándote si seguirá con vida. No parece haber sangre alrededor, pero sabes que Henry no utiliza armas de filo y es igualmente letal.

- ¡No te pares! - advierte Henry aproximándote a ti. No te habías dado cuenta de que bajabas el ritmo mientras pensabas.

Llegas a la puerta del final y la atraviesas para entrar en el pequeño patio trasero que te había dicho el hombre de Asceltis. Sin embargo, en vez de una ruta de escape, este lugar parece más propio para una encerrona. Frunciendo el ceño, te vuelves para ver cómo Henry pasa a tu lado.

- ¿De dónde sale esa maldita luz azul? - pregunta irritado mientras se dirige a uno de los muros que separan el patio del de la casa adyacente. Su pregunta te recuerda que sigues con el medallón en la mano. El brillo azulado sigue siendo evidente, aunque ha disminuído en intensidad desde que lo utilizaste para contrarrestar el hechizo de Biza. - Trata de ocultarla, dindavara. Es como un maldito faro anunciando nuestra posición a los cuatro vientos.

Se agacha y retira un matorral, dejando a la vista un pequeño desagüe. - Nos llevará a las alcantarillas. Es territorio enemigo - dice - así que estaremos el menor tiempo posible. Lo justo para escapar de la guardia...

A Yi Fan no le gusta nada el ser reprendido por Henry, pero lo cierto es que tiene toda la razón: se había olvidado por completo del artefacto mágico, y eso a pesar de la luz que desprende. Así que sin replicar al asesino se guarda el Medallón dentro del fajín de la cintura, asegurándose que se mantiene bien sujeto y tapado.

Después, lanza un vistazo por encima del hombro de su guía, al desagüe que lleva a las alcantarillas. Apesta. Y es por allí por dónde pretende que los dos escapen de sus perseguidores…. Al Dindavara no le gusta. Se siente incómodo en espacios estrechos, además que no es dónde está acostumbrado a luchar. Combatir con un arma con una extensión como la suya se complica sobremanera en estos lugares.

Pero es la alcantarilla o quedar atrapados, por lo que se dispone a seguir a Henry donde quiera que le lleve.

Entonces vienen a su mente las palabras que el asesino acaba de pronunciar: Es territorio enemigo.

Yi Fan espera, de verdad, no tener que descubrir el significado de esas palabras…

Ocultas el medallón entre tus ropajes y te diriges a la entrada de la alcantarilla. Mientras te agachas para deslizarte en el subsuelo de los Barrios Centrales, escuchas un fuerte aleteo encima de tu cabeza. En tu país no hubieras dudado de que se trata de un pájaro, pero aquí has aprendido a distinguir el batir de alas de un hechicero lenguatormentas. Incluso a pesar de estar bajo tu ropa, puedes notar como la intensidad del brillo del medallón se intensifica, transparentando ligeramente tu túnica. Sin embargo, el efecto antimagia del objeto no parece haber afectado al mago alado, pero desconoces en detalle el funcionamiento del artefacto como para saber si debería ser así o si necesitas contrarrestar un hechizo de este nuevo enemigo.

Henry también desvía su mirada hacia arriba y se precipita a ocultar ligeramente la entrada a la alcantarilla con el matorral que la cubría antes mientras se desliza contigo al pasadizo subterráneo.

- Tal y como lo veo, tenemos dos opciones: esperar a ese mago para enfrentarnos con él, arriesgándonos a que venga con toda la guardia o intentar salir de aquí lo antes posible. Tú decides, dindavara.

El Yi Fan de hace tan sólo unos meses hubiera considerado la huída como un comportamiento cobarde y una mancha a su honor, pero eso ahora ni siquiera se le cruza por la mente.

Perder aunque sea sólo unos instantes enfrentándose a ese hechicero podría resultar fatal. Guardias y quién sabe qué nuevos enemigos les pisan los talones, y sólo una voz en alto les puede conducir hacia ellos. Además, el mago alado ni siquiera tiene por qué trabarse en combate, le bastaría con señalar su posición desde el aire. Y no hay ninguna garantía de poder acabar con su enemigo rápidamente, a pesar de contar con las habilidades de Henry y el poder del Medallón.

Mira fijamente al asesino. Se ha decidido.

Nos vamos.