Partida Rol por web

Grifo y Wivern por un lado.

Algol, Aldebarán, Geki y Saga por el otro.

Y los demás, en los aposentos de Hades.

La hora de la batalla final había comenzado. ¿Quién vencería a quién? ¿Hacia dónde se inclinaría la balanza: hacia el lado del bien o hacia el del mal?

Quedaba poco para averiguarlo...

Después de la desoladora visión que todos los caballeros habíais sentido, apenas os dio tiempo a compartir pareceres sobre ello cuando os percatasteis de que los caballeros protectores de Perséfone no pensaban daros tregua. Sabían que la visión que habíais presenciado todos los presentes os haría sentiros más inseguros, contra las cuerdas, en una carrera contrarreloj por salvar la Tierra, lo cual les proporcionaba muchísima ventaja en combate. Así pues, no dudaron en dar comienzo al combate, creyéndose poseedores absolutos de la victoria.

 Parece que tendré que encargarme de distraerle mientras Saga se coloca en posición para golpearlo con la contundencia suficiente.

Bien, Wyvern, será mejor que te encomiendes a tus dioses porque no mostraremos piedad alguna. - sonrío fingiendo más confianza de la que en realidad tengo. Sigo sin creer que Saga pueda estar a la altura de los otros caballeros de oro. - No... no es como su hermano.

Concentro mis energías y convoco una parte de mi cosmos para realizar el primero de mis ataques, lo anuncio mientras lo realizo como tantas otras veces durante las prácticas, pero esta vez frente a un verdadero enemigo.

Wivern está concentrado en Saga. A priori es plenamente consciente de que es su máximo rival, y desdeña al caballero de plata como si se tratase de una mosca insignificante...

Lo cual es un error, como puede comprobar no mucho después. Algol, consciente de que Wivern ni siquiera lo está mirando, le lanza un poderoso ataque que le alcanza de pleno, haciéndolo retroceder unos pasos.

-¡Maldito caballero de plata!- sus ojos coléricos ahora sí os miran fijamente a los dos, como si se hubiese dado cuenta por fin de que Perseo existía- ¿Cuál de los dos quiere morir primero? ¿Perseo? ¿Géminis? Permitidme que me tome un momento para reflexionar...- sonríe, relamiéndose un poco de sangre que ha brotado de su labio inferior- Creo que me desharé del rival más poderoso que hay en esta sala. Saga de Géminis, prepárate para morir. ¡Ondas infernales!

Varias ondas parecidas a las que en alguna ocasión visteis lanzar al fallecido caballero de Cáncer se abren paso hacia el poderoso caballero de oro de Géminis.

Saga observó el ataque de Algol. Tenía poca fe en que el Caballero de Perseo lograse dejar malherido a tan terrible adversario en su primer intento, pero la esperanza es lo último que todo Caballero pierde. Pero en efecto el ataque de Algol apenas logró abrirle una pequeña brecha en la cara. Ahora Radamantis parecía más convencido aún de su victoria y se dispuso a atacar a Saga. Nunca se había enfrentado a él. No conocía sus técnicas, y jamás había hecho frente a un rival de semejante poder.

Apenas terminó de alzar su voz cuando Saga sintió cómo le golpeaba con tal fuerza que creyó desvanecerse por un instante. Cayó al suelo golpeándose con gran violencia. El corte que Afrodita le había hecho en la sien volvía a sangrar profusamente empapándole la cara. Postrado a cuatro patas, intentaba levantarse mientras veía las gotas de sangre caer al suelo. Ma...maldita sea. Apenas he tenido tiempo de ver su ataque. No esperaba algo así... Pero no puedo desmoronarme. Debo levantarme, tengo que vencerle sea como sea.

Saga se puso en pie. Se sentía tan furioso que la sangre brotaba de sus puños por la fuerza con que los apretaba. Un destello rojo asomó en sus ojos y por un momento su cabello pareció teñirse de un gris oscuro como las nubes que anuncian tormenta. No permitiré que me venzas tan fácilmente, Radamantis. No cometas el error de subestimar a los Caballeros de Atenea. Fuiste derrotado una vez, y volverás a serlo.

Adoptó la postura con los brazos abiertos y los haces de luz brotando de sus palmas. No había duda. Aquella posición solo podía significar una cosa: ¡Explosión Galáctica!

Pero el ataque de Radamantis había debilitado las fuerzas de Saga y su Explosión Galáctica no alcanzó todo su poder. Y Saga lo sabía. Solo podía esperar que Radamantis cometiese un error: que al subestimar sus fuerzas se relajase y cediese así al poder del Caballero de Géminis.

El ataque de Wivern alcanzó y bien a Saga, lo cual le demostró a los caballeros de Niké el alcance de la amenaza a la que se estaban enfrentando. Posiblemente sería el combate más duro de todos cuantos habían librado en su vida.

Pero Saga no se dio por vencido. Se puso en pie y lanzó su explosión galáctica con furia iracunda, lanzando a Wivern por los aires. Se le veía malherido, pero aún así se puso en pie de nuevo.

Grifo, por su parte, atónito ante el poder demostrado por los caballeros de Niké, no se lo pensó dos veces antes de lanzarse furioso contra Aldebarán, el otro rival a priori más poderoso de la sala. Como un cohete se precipitó contra éste, elevando su cosmos lo más posible.

-Sufre todo el alcance de mi poder... ¡Aleteo gigantesco de plumas!

Violentas corrientes de aire trataron de alcanzar al caballero de Tauro...

Como era de esperarse los espectros nos habían elegido a Saga y a mí como primeros objetivos. Creían que si eran capaces de acabar rápidamente con los caballeros de oro el resto no les supondría un problema. Pero como el Caballero del Wyvern habrá podido comprobar en sus carnes, ningún caballero de Niké debe de ser subestimado.

Las ráfagas de aire lanzadas por el Caballero del  Grifo pasan a mi lado sin afectarme en lo más mínimo, mientras continúo plantado con los brazos en jarras. Puede que este herido, pero no serás capaz de derribarme con una brisa tan simple como esa.

La batalla final habia comenzado. Las ultimas defensas del inframundo contaban con dos de los tres jueces espectrales. Afortunadamente Nike tenia a su resguardo dos poderosos Santos de Oro, uno de Plata y algunos mas de Bronce que no duraria ni un segundo en apostar sus vidas para derrotar a la doncella.

Cuando Grifo ataco a Aldebaran sin que esto se inmutara, Geki se quedo maravillado. Pelear junto a tan poderoso Santo de Oro, era un honor pero a su vez, se sentia en cierta medida intimadado. Por un momento, no supo si meterse en la batalla o no. Aldebaran no parecia querer terminar con el juez, despues de todo habia que distraerlo. Por lo que opto quedarse en su lugar expectante y atento hasta que llegara su oportunidad de actuar.

Al contrario que el Caballero de Perseo el Caballero del Oso se mantuvo a distancia, expectante y lleno de admiración, lo cual era bueno por dos razones: la primera era porque los caballero luchaban honrosamente y de uno en uno, cosa que Algol parecía haber olvidado; y dos que así no tendría porque contenerse y podría desatar todo mi poder.

Puede que tu tengas el poder del viento de tu parte, pero yo tengo el poder de la tierra del mio  concentre todo mi cosmos en la mano derecha, me puse de rodillas y golpee el suelo con ella, haciendo agrietarse y saltar por los aires el suelo que rodeaba al Caballero del Grifo. Sufre mi ira caballero, ¡Titan´s Nova!

El poder del juez del Hades se vio totalmente ridiculizado ante la figura de Aldebarán. No sólo pudo esquivarlo sin mayores problemas, sino que además se revolvió y arremetió con furia contra el caballero de Perséfone, estrellándolo contra la pared.

¡Mierda! pensó Grifo. Se ve que le he subestimado. Tengo que andarme con ojo, puede que no sea el Gran Patriarca, pero ha demostrado con creces que es un rival digno... No puedo andarme con remilgos contra este enemigo.

 Decidido a terminar lo antes posible tan poderosos y terrible enemigo, antes de que Saga recibiera aun más daño y quedara incapacitado para los próximos combates lancé uno de mis más poderosos ataques, quizás esto consiguiera causarle el suficiente daño para dejar su defensa baja y Saga le diera el golpe de gracia.

Convoqué mi cosmos hasta el máximo apogeo y lo arrojé usando la mirada de la gorgona a través de mi escudo de plata.

Convierte en piedra a aquellos que osan provocar el mal ante los ojos de Niké!

Wivern, el Juez del Hades que menospreció al caballero de Perseo, vio cómo éste elevaba su escudo, y obró tan imprudentemente como para mirarlo directamente. Los ojos del escudo se abrieron, y Wivern y la Medusa quedaron mirándose el uno al otro directamente. Consciente de la trampa en la que había caído, Wivern trató de protegerse mirando hacia otro lado, pero ya era demasiado tarde.

-¡Maldita sea mi ignorancia! ¡El Mito de la Medus...!- no llegó a terminar la frase, pues acabó convertido en piedra. Un rival menos. Entre Algol y Saga se habían deshecho del caballero de Wivern, no sin dificultad, como atestiguaba lo maltrecho que se encontraba el caballero de Géminis. Pero seguía vivo... ¡Vivo!

En ese momento, antes de que el combate entre Grifo, Geki y Aldebarán prosiguiese, los caballeros sintieron una extraña combinación de poderes. Por un lado, en la habitación de al lado los cosmos de Jabu, Cerbero e Ikki se elevaron hasta el paroxismo, y por otro, el cosmos de Perséfone estalló. Todos temíais lo peor...

Sin embargo, al cabo de un rato todo quedó en silencio. Parecía que el cosmos de la Doncella había dejado de existir.

Saga vio cómo Radamantis se transformaba en piedra ante sus ojos. La sangre seguía recorriendo su rostro, debatiéndose entre la satisfacción de ver muerto al Juez más poderoso del Hades y la indignación por no haber sido él quien le diese el golpe de gracia. Por una parte su venganza estaba hecha. Por otra, no había sido él quien realmente lo había logrado. Mientras tanto, sintió una explosión de varios cosmos en la habitación contigua. Algo estaba ocurriendo.

Echó un vistazo a Aldebarán y Geki, que aún seguñían batiéndose con Minos, aunque el Caballero de Tauro parecía tenerlo todo bajo control. Se dirigió a Aldebarán:

Creo que no necesitas mi ayuda, Caballero. Voy a ver qué ha sucedido en la otra habitación. He sentido cómo se elevaban los cosmos de los demás. Quizás se encuentren en problemas. Iré a ver.

Después volvió su mirada a Algol:

¿Vienes o te quedas?

Y echó a andar velozmente hacia la puerta, abriéndola y entrando en la sala.

 Admiré durante un momento la obra de mi poder, una estatua que conmemoraba la derrota justa e inevitable de aquellos que se oponían a los Caballeros de Atenea (ahora de Niké).

Luego seguí los pasos de Saga.

Grifo, molesto por el tortazo que le ha sacudido Aldebarán, se encara con él.

-Yo voy a vender mi piel más cara que mi compañero- masculla, entre dientes.

En ese momento Saga y Algol prosiguen su marcha, dejando a los caballeros del Oso y de Tauro frente al único caballero de Perséfone que aún vive.

Grifo vuelve a concentrarse, mucho más que antes en esta ocasión, y lanza un tremendo impacto contra su rival, el caballero de Oro.

-¡A ver cómo detienes esto, caballeruzco de pacotilla!- exclama, mientras veis a los caballeros de Perseo y Géminis desaparecer por la puerta.

Ya solo quedaba un Juez del Inframundo en pie, al fin las cosas parecian salir bien para los Santos de Nike. De todas formas no podian bajar la guardia, algo estaba ocurriendo en la otra sala y lo mejor seria acabar con Grifo cuanto antes.

Desesparado por la derrota de su compañero, y en manos de un Santo de Plata, el ultimo Juez ataco con todas sus Fuerzas a Aldebaran de Tauro. Conciente de lo poco que habia hecho hasta el momento Geki del Oso, y con todas sus energias aun a flor de piel, decidio ayudar en lo que podia a pesar de su bajo rango entre las filas atenienses.

Aprovechando que Grifo estaba atacando al Santo de Oro, y que por un momento, el Caballero de Tauro no tendria mas que defenderse, Geki corrio con el puño en alto, lo mas rapido que pudo y propiciono de un golpe de costado en el rostro del Juez. Esperaba con esto darle el tiempo suficiente para un mejor ataque por parte del Santo de la Segunda Constelacion Solar.

Esta vez el ataque del Caballero del Grifo es más fuerte, pero aun así insuficiente. De no ser por una de piedra de los restos de mi ataque que me golpeo directamente en uno de los pómulos hubiese salido indemne del ataque. Sigues subestimando el poder de la justicia caballero. Mientras nuestra causa sea justa no caeremos, nos levantaremos una y otra vez hasta obtener la victoria respondo a sus bravuconadas mientras me limpio la sangre que me sale del pómulo dañado con el dorso de una de mis manos.