Partida Rol por web

Aquello sería nuevo para Nileas, el desconectar lo suficiente del estricto guión de su vida como para permitir que el humor de otro no tuviera sentido hasta… ¿volver a tenerlo? La teoría era tan británica, o a lo mejor él llevaba demasiado alcohol en el sistema, que era una incertidumbre reconfortante.

El tiempo estaba corriendo demasiado lento desde que Jae-Hyun rompió la burbuja de su espacio personal. Su entorno ya no olía a pis, sudor y alcohol barato sino que tenía el dulzor almizclado de un buen whisky, tibio como una tarde de tardía primavera. El toque de sus dedos aún en su hombro estaban curiosamente acompasados con su latido reflejo.

Creyó que no le había oído bien por lo bajo de su susurro y lo alto de la música. Hubiera sido lo mejor; maldito oído sobrenatural… Su reacción tampoco fue la esperada: pese a que claramente le chocó, dejándole con los ojos muy abiertos y helado en su sitio, se recompuso deprisa con un ataque de risa floja y comenzó a bailar con él.

No como Jae-Hyun marcaba, sino que le tomó una mano y puso la otra en su cintura para moverse sobre la pegajosa pista como en un salón de baile. Curiosamente fluyendo al mismo ritmo que la música que sonaba, pese a no pegar nada el estilo. Cómo lo hacía quedaría en secreto, igual que el hecho que la confesión de su amigo acababa de quitarle un enorme peso del pecho. Su corazón estaba bailando a un ritmo muy diferente al de sus pasos.

— ¡En ese caso es afortunado que no te gusten los hombres! No podríamos seguir siendo amigos, y esto me gusta demasiado.

Min dejó que la risa floja de Nileas se disolviera entre la música, un sonido extraño para él, casi ajeno, aunque desagradable. Sus ojos afilados se posaron en Nileas, percibiendo cómo el ambiente parecía menos denso, como si algo invisible se hubiera aligerado.

—Veo que ese peso que arrastrabas se siente menos ahora —comentó con un tono neutro, casi seco, pero con un leve amago de sonrisa apenas perceptible—. No está mal, este cambio de ritmo.

Sus manos, firmes y seguras, tomaron la cintura de Nileas y la mano que le ofrecía con la precisión de alguien con experiencia en el baile. No era un novato ni un improvisado; cada movimiento suyo guardaba una elegancia silenciosa. Sin embargo, permitió que Nileas marcara el ritmo y los pasos.

—Esto... también me gusta.

Añadió en voz baja, con esa mezcla rara de sinceridad y distancia que lo definía.

^{_{—Quizás...}}

Murmuró apenas, como un hilo de pensamiento perdido en su propia cabeza.

Sin más, se dejó llevar por la música, sin perder esa elegancia contenida, reconociendo que, a veces, hasta él podía permitirse un respiro en medio del silencio, o del ruido de aquel local.