Partida Rol por web

-Espero que mi ofrenda esté a la altura...- añade, dejándose atrapar, encontrando muy excitante cómo la apega contra sí, cómo la busca, cómo la desea...Livia se eleva sobre su cuerpo un poco y de nuevo se hunde en el hueco entre el cuello y el hombro cubriendo la zona de besos y mordiscos mientras su mano derecha se cuela en el escaso hueco que queda entre las caderas tan juntas de ambas y sus dedos vuelven a hundirse entre sus labios explorando la dulce humedad.

Ya sin pudor ninguno, los dedos estimulan el interior de su sexo, describiendo movimiento circulares en el conducto, girando de maneras casi imposibles mientras el pulgar volvía a su labor de estimular el pequeño y escondido centro del placer de la patricia acariciándolo con delicadeza. Se notaba que no era la primera vez de la romana con mujeres, sabía donde y cómo tocar y sus ojos sabían como escrutar el rostro de la sacerdotisa para calibrar tus reacciones.

-¿Cuantas gotas tiene el  Nostrum Mare? Tantos síes van a oir estas paredes...

Cierro los ojos y exalo un sonoro suspiro al sentirme penetrada por sus dedos. Abro la boca para cojer aire mientras sus caricias por dentro y por fuera me envuelven en un calor abrasador. Mis caderas intentan acoplarse a sus movimientos, mis labios buscan los suyos para morderlos suavemente, tirado y lamiendo, y mis manos buscan apartar su ropa y alcanzar sus pechos, para sentir su calor y su peso, acariciarlos, buscar sus pezones y jugar con ellos. -si.. si.. - 

Utiliza la mano que tiene libre para ayudar a Elia a quitar su ropa de entrenamiento, consistente solo en un par de piezas de cuero que cubrían lo justo. En todo caso pronto acabaron tapando nada en el suelo y las tetas no muy grandes pero si redondas y agradables al tacto, de la gladiadora quedaron a merced de las manos lujuriosas de la sacerdotisa. Luego vuelve a apoyar su peso contra el codo izquierdo con lo que sus rostros volvieron a quedar a la distancia perfecta para seguir comiéndose mutuamente con desesperación y casi sin recordar que debían respirar.

El ritmo del masaje de placer que la esclava llevaba acabo en el interior de Cornelia seguía su curso jugando con variaciones en la intensidad, más fuerte, más suave, mas rápido, más lento... todo para arrancar toda las reacciones posibles en los gemidos de la sacerdotisa y, al cabo de unos largos minutos deja de estimular el clítoris y se centra en penetrarla con tres dedos retorciéndolos en su interior.

Sin impedimentos puedo ya cojer los pechos de la esclava sin retenerlos, tenerlos en las manos mientras siento como se mueven siguiendo los empujes de su brazo, acariciando su tersa piel y apretando, pellizcando  y retorciendo suavemente sus pezones que van reacciónando a mis demandas. El súbito aumento del volumen de sus dedos me incómoda hasta que mi cuerpo se va adaptando al nuevo grosor, abriéndose más. Llevo una mano hasta el antebrazo que me empuja, más para notar como se mueve que para retenerlo -no me hagas llegar todavía -  al poco paso los dedos para impregnarlos con mi humedad, y llevarlos a los labios de Livia. 

Livia disminuye despacio la intensidad que marcaba su mano y, cuando Elia le da a probar el néctar que mana de su fuente, la esclava lo acepta gustosa, abrazando con sus labios los dedos de la sacerdotisa, a medio camino entre un beso y una lamida, la gladiadora los deja limpios con una expresión de gozo en la cara, como si estuviera degustando la más delicada fruta.

Entendiendo una sutil invitación en todo aquel gesto, Livia saca la mano de su intimidad para entonces empezar a reptar por el cuerpo de la sacerdotisa hacia abajo, cubriéndolo de besos, caricias y pequeños mordiscos hasta que, si nadie se lo impide, su cara se encuentra delante de su húmedo y palpitante sexo. Alza los ojos para mirar hacia arriba sin levantar la cabeza y acerca sus labios a la gloriosa entrada de Elia, primero se dedica a besar con adoración las ingles y el monte de venus antes de empezar a estimular los labios menores y su preciada joya usando solo su lengua.

Las nuevas atenciónes me arrancan un ronroneo de satisfacción. El contraste de sus dedos con la suavidad de la lengua recorriendo las partes más sensibles me estremece. Abro más la piernas dejándole espacio para que pueda moverse libremente, mientras juego con su cabello enredandolo en mis dedos.

Deseo prolongar la placentera sensación, y nada de lo que deseo es inapropiado. Retengo su cabeza con suavidad. -Para.. Este sitio es muy estrecho-. Me incorporó con languidez, besandola suavemente y me dirijo al lecho, tumbandome y mirándola con lujuria.

-Sigue, pero ponte encima. Yo también quiero probarte-

Recibe el beso y lo devuelve con deseo buscando más en el momento en que ella se levanta y se aleja. Tan extasiada está Livia por la lujuria que le cuesta un segundo entender lo que Cornelia le exigía pero en cuanto lo capta, sonríe y se baja del diván para seguirla, se deshace del resto de su ropa, dejándola tirada por ahí y se sube a la cama, gateando hacia la patricia.

Entonces se coloca en la posición que le pide, al contrario de ella de manera que su sexo estaba al alcance de Elia para que hiciera lo que se le antojara y la esclava puede continuar su labor amatoria sobre la intimidad de ella.

-¿Así os place, señora Eliana?

Acaricio las nalgas de la esclava mientras me recreo en la visión que se me ofrece. Por respuesta a su pregunta recibe un sonoro cachete, acompañado de risas. -Si puedes hablar no estás haciendo lo que debes-

Paso la mano suavemente por el interior de sus muslos, apenas rozando su piel, llegando hasta su sexo, que acaricio con dos dedos, buscando el boton del placer. Jugeteo un rato con el despacio, mientras doy pequeños golpes con la punta de la lengua, buscando separar sus labios y encontrar un camino hacia su interior, mientras me recreo con su sabor y calidez. 

Livia ríe un poco y mueve el trasero con un bailoteo suave ante la cachetada, con un deje de provocación en sus maneras pero pronto se pone a su tarea.

Lame y succiona con cuidado y cariño los labios y sus manos se afanaban con acariciar y remover el interior con dedicación, sabiendo muy bien donde tocar y cómo hacerlo esforzándose en una secuencia perfecta que estimulaba todos sus puntos erogenos interiores.

Y entonces nota como Elia empieza a "devolverle las atenciones" llegando a desconcentrarla por un momento y se remueve con gozo con un suave temblor de su interior, ya húmedo por la situación, se muestra muy receptiva ante sus caricias.

Lamo con golosidad la roja y húmeda carne como si fuera un dulce, entre los sordos quejidos de placer que me produce la dedicación de Livia entre mis piernas. Introduzco el pulgar en su abertura, moviendolo despacio y rozandolo en su interior, mientras sigo jugando con los otros dedos en su botón. La otra mano, acaricia y aprieta por igual la carne de sus muslos.

Muevo las caderas despacio, casi sin quererlo, mientras siento como mis entrañas empiezan a contraerse como si tuvieran vida propia, anticipando la oleada de placer que sus dedos y su lengua están a punto de provocarme. 

La esclava también va acompasando su cadera con un suave vaivén al antojo de la intensidad que la sacerdotisa pone en su labor y por este mismo placer que Livia está sintiendo es que su propio ritmo va un cresccendo subiendo en rapidez y fuerza los movimientos de su lengua y sus manos.

Algún gemido ahogado se escapa entre sus labios quedando detenido contra la piel de Elia por lo que las voces de ambas empezaban a oírse en la suntuosa alcoba acompañados del suave crujido de las maderas por los vaivenes de las mujeres.

Los gemidos son cada vez más seguidos y audibles. Mi lengua deja de ser sutil y se dedica a lamer, a chupar con avidez, recojiendo y llenándose del denso sabor que destila el sexo delicioso de Livia. Los movimientos de mi mano se incrementan en velocidad y profundidad, mientras mi mano libre aprieta su carne casi con desesperación.

Mis piernas tiemblan cuando los cuidados de la esclava me llevan al extasis. Por un momento dejo de saborearla, pues mi boca está demasiado ocupada proclamando el momento de placer. Mi mano sigue frenética, y entre jadeos vuelvo a lamer y besar, mientras sigo estremeciendome por el intenso momento. 

Livia apega mucho su boca cuando siente que la sacerdotisa llega al cúlmen del placer, quiere saborear toda la intensidad de su placer, relamiéndose con cuidado cuando el orgasmo de ella termina, su gemido es un regalo para los oídos tanto que su propia humedad aumenta con sólo oírla gritar. 

Lo que la esclava no se esperaba es que Cornelia continuara dándole placer de aquella manera tan dedicada ¿de verdad eso estaba pasando? Desde luego que era algo inaudito que una mujer como ella se preocupara por el placer de una esclava...y qué manera tan gloriosa de preocuparse.

-ah...ah...s-señora...Eliana...- gime sin contención, acariciando con fuerza las piernas de la mujer, como si necesitara desesperadamente agarrarse a algo mientras los temblores invadían sus piernas y su espalda y cadera se curvaba como si fueran el lomo de un felino. Las contracciones empezaron en el interior de la esclava anunciando que próximanmente llegaría su propio cúlmen.

Prosigo mi labor con ardor, quiero escuchar sus gritos. Mis dedos siguen moviéndose y mis labios atrapan su carne más delicada , besando y bebiendo. Sus bruscos movimientos me incentivan a seguir para por fin poder disfrutar de su extasis, mientras mi mano libre baja hasta mi propia entrepierna, acariciandola para intentar arrancar las últimas gotas de placer

Finalmente la romana alcanza su éxtasis y un grito estalla en su garganta y se incorpora con la espalda toda erguida y la cara fija en el techo, su gemido es grave, ligeramente ronco y teñido de jadeos lujuriosos y va perdiendo fuerza por unos segundos hasta apagarse con un temblor.

Cuando ha terminado de correrse, la romana deja caer la cabeza lentamente hasta posarla en el muslo de la patricia, respira agitadamente unos instantes hasta normalizar su respiración:

-​​​​​​-Gr... gracias señora Eliana...¿Que puedo hacer por vos ahora?

Cansada y sonriente, continuo acariciando despacio el trasero de la esclava. -Ha sido satisfactorio.. Me ha gustado.. No siempre será así, hoy me sentía generosa y quería verte. Habrá veces que solo importare yo, la mayoría.. pero eso no significa que no me apetezca darte un premio de vez en cuando. Quiero que vuelvas esta noche.-

Sabiendo que la señora está disfrutando de acariciar su trasero, Livia permanece en posición de a cuatro patas hasta que le digan otra cosa, pero gira un poco la cabeza para mirar a Elia con una sonrisa:

-Por suerte ya no cierran las puertas de las celdas...bien esta noche vendré, pero...¿Que debo decir si los guardias no me permiten abandonar la celda?- pregunta no sin cierta preocupación, no deseaba ser castigada pero tampoco quería desobedecer a la señora.

Río en silencio ante la pregunta de Livia, mientras mis dedos se vuelven a acercar a su entrepierna. 

-Diles que has de venir a asistirme en mi oración a los Lares y después bañarme, y si se ponen pesados que te acompañen.. Pero que entonces estaré muy disgustada y deberán darse por el culo el uno al otro mientras miro y convoco a las furias para que se les caiga la polla a trozos- Sin mucha ceremonia, vuelvo a introducir dos dedos en su interior. 

-El agua caliente pero sin quemar, y aceite con aroma de rosas, lo encontrarás en el arcon. El pelo cepillado 50 veces, ni una más ni una menos. Y por Venus, que te den una túnica, no estés por aquí con esas prendas de entrenar. No me despierta la libido en absoluto-

Livia atiende a sus órdenes asintiendo con la cabeza por lo que no se ve venir la repentina penetración de los dedos de Elia y da un respingo que acaba en un profundo gemido, arqueándose su espalda ostentosamente.

-Ag-agua caliente...s-si...y a-aroma de rosas...v-vale...y una túnica... hablaré con Verina...- responde entrecortadamente, esforzándose por recordar y hablar mientras siente ese placer abriéndose paso en su interior.

-Los esclavos con los que has estado, ¿cuál ha sido el más satisfactorio?, si deseara alguno ¿a cuál debo buscar? - pregunto mientras voy deslizando los dedos despacio, haciéndolos girar un poco. 

-En Egipto vi una cosa curiosa, cogen excremento de camello y lo introducen en una larga funda de suave cuero hasta rellenarla del todo y la sellan. Después la cosen a una especie de cinturón. Cuando se va desecando se pone rígida y con una dureza aceptable-