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[Susp] Personajes

Tristan Durand

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18/10/2020, 18:13
Morgian
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• Nombre completo:  Tristan Durand.

• Apodo: Hubo un tiempo en que tuvo uno, pero eso ha quedado atrás.

• Fecha de nacimiento: 16 de diciembre de 1845.

• Signo del Zodiaco: Sagitario.

• Edad:  18 años.

 Lugar de nacimiento: Iowa, EEUU.

• Estado civil: Soltero.

• Profesión: Ahora soldado. Antes de alistarse, buscavidas.

 

• Altura: 1,75m.

• Peso: 62kg.

• Sexo: Masculino.

• Complexión: Atlética, de musculatura fibrosa. 

• Edad aparente:  19-20 años, parece un poco más mayor de lo que es en realidad.

• Ojos: Castaños y vivos, con una chispa de inteligencia difícil de ocultar. Su mirada es atrevida, en ocasiones incluso descarada, e inquieta. Sus ojos siempre están moviéndose de acá para allá, fijándose en todo. 

• Cabello: Castaño oscuro, liso, largo hasta el cuello. Estando en el frente es complicado, pero trata de tenerlo limpio y suave siempre que puede. 

• Piel: El tono tostado de su piel y sus rasgos faciales delatan la mezcolanza de su ascendencia, mitad europea, mitad nativoamericana. 

• Cicatrices: En la cara tiene dos: una en la ceja izquierda y otra en la mejilla derecha, aunque sólo la de la mejilla es reciente. En el cuerpo tiene algunas más, todas de los últimos meses. 

También tiene una herida en el abdomen aún sin curar, producto del encuentro con un grupo de confederados poco antes de llegar a la academia, y que previsiblemente dejará una cicatriz grande.

        

 

Tristan es de naturaleza alegre y divertida, siempre dispuesto a aceptar una buena apuesta o echar una partida de naipes. Se muestra en la primera impresión como un pillo irredento. Su sonrisa traviesa y juguetona le da un aire de «enfant terrible» que se acentúa por su juventud.

No disimula que es un apasionado de la seducción y siempre disfruta de la presencia femenina. Está algo pagado de sí mismo, pero a la vez es capaz de reírse de todo, incluido él. Tiene un gran sentido del humor que ni los horrores de la guerra han conseguido apagar del todo. Sin embargo, en ocasiones desde que se alistó el brillo de su mirada se opaca y su sonrisa se vuelve triste. 

Suele ser el primero en lanzarse a cualquier tipo de aventura. Tal vez la idea de alistarse no fue tan buena como le había parecido en el primer momento, pero eso no ha apagado su espíritu inquieto.

A pesar de la ligereza que parece ser parte ineludible de su carácter, es extremadamente leal con aquellos que considera sus amigos —y que se pueden contar con los dedos de una mano—. En esta categoría se ha hecho un hueco Silas después de todo lo que han vivido juntos en el frente y  no es difícil notar la camaradería existente entre ambos. 

• Manías: Siente cierto recelo hacia la gente de clase alta, más si son del sur y poseen esclavos. Cuando se siente inquieto suele juguetear con un colgante de madera que lleva siempre al cuello, bajo la ropa. Éste tiene grabada la huella de un lobo. 

• Pasatiempos: Disfruta sin ambages de todos los vicios. Le gusta beber, le gusta jugar y apostar, le gustan las damas. No es un chico muy culto —sabe leer y escribir, pero nunca le sacó el gusto a los libros— pero disfruta del teatro callejero. Incluso aprendió un par de trucos con manzanas que le enseñó un malabarista en cierta ocasión. 

 

       

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18/10/2020, 18:15
Morgian
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Nombre y Apellido: Tristan Durand.

Edad: 19.

Clase: Baja.

Estado civil: Soltero.

Procedencia y origen: 

Su padre fue un francés emigrante a una de las colonias del norte de EEUU, trabajador en una fábrica, y él nunca conoció a su madre (nativoamericana). La historia oficial para él es que murió cuando era un bebé, pero en realidad la mataron por su etnia. Esto Tristan no lo sabe, su padre nunca habla de ella.  

Etnia: Mestizo.

Su profesión anterior antes de entrar en el ejército si es que la tuvo. ¿Cómo y por qué llegó a plantearse luchar en la guerra? 

El padre trabajaba en una fábrica y no habría tenido mucho tiempo para ocuparse de él, así que el chaval se habría pasado el día en las calles, incluso podría haber sido carterista en alguna banda de críos. Al menos hasta que al crecer y ponerse guapete descubriese que le resultaba más sencillo sacarle pasta a las mujeres maduras acomodadas dedicándoles sus sonrisas y un poco de atención. No habría llegado a prostituirse porque la guerra llegó, pero sin duda lo habría hecho de seguir su vida por el camino que iba. En el ejército vio la oportunidad perfecta de sacar dinero fácil -o eso creía él-.

¿Qué posición mantiene frente a los esclavos? ¿Es tolerante con ellos? ¿Alguna vez ha maltratado a un negro/a? explicar la visión que tiene sobre la esclavitud. 

Es abolicionista, no sólo por la zona en que vivía o por el bando del ejército al que se unió, sino también por principios. A pesar de vivir en el norte en alguna ocasión ha recibido malas miradas por el color de su piel y esto le hace empatizar con los negros. Cree en la libertad de cada individuo y nunca maltrataría a alguien por su etnia. Sin embargo, no se alistó para luchar por la causa, sino por dinero. Su propia supervivencia es lo que le mueve.

Breve descripción física y psicológica.

(En la parte pública de la ficha). 

Historia 

«Hay dos tipos de hombres en esta vida, hijo», solía decir Renaud Durand cuando no estaba demasiado cansado por el trabajo y sentía la responsabilidad de educar al crío, «los que se conforman y los que luchan. Y yo no he tenido un hijo para que sea de los primeros. Eso te lo puedes meter bien en la cabeza».

Y, sin embargo, él se conformaba. Se conformó cuando su familia lo envió al otro lado del océano. Se conformó cuando los padres de Tala la expulsaron de la reserva sólo por haberse quedado embarazada de un blanco. Se conformó cuando una panda de marineros racistas la mató y la policía hizo oídos sordos porque... ¿quién se preocupaba por una nativa menos en el mundo? Y se conformaba día sí y día también con un trabajo a tiempo completo en una fábrica que se llevaba su salud y apenas le daba para vivir y alimentar a Tristan. Pero aunque no tuviese ánimo ni tiempo para pasarlo con su hijo, él se repetía que al menos lo estaba educando bien, con sentido común, buen corazón y honestidad. 

El chico era listo, eso no se podía negar. Pillaba las cosas al vuelo y tenía buena memoria. No le costó aprender a leer, escribir y las reglas básicas de las matemáticas. Pero no era perseverante y su atención se distraía con facilidad así que nunca llegó a terminar un libro completo antes de abandonarlo en pos de alguna actividad más atractiva. Tampoco tenía mal fondo, aunque desde luego no era un dechado de virtudes. Porque por mucho que Renaud quisiera engañarse, fue la calle quien educó a Tristan, quien le enseñó a buscarse la vida aún a costa de otros y quien lo convirtió no en un luchador, sino en un superviviente. 

Apenas era un chiquillo y ya había aprendido junto a otros chavales a robar en el mercado. En la pubertad ya habían desarrollado algún timo no demasiado elaborado que realizaban en parejas. Sin embargo, fue ya en la adolescencia cuando se dio cuenta de que las mujeres caían prendidas de sus sonrisas. Descubrió un filón en su propio atractivo y no tuvo reparo ninguno en aceptar las monedas que señoras maduras y acaudaladas le metían en los bolsillos cuando galanteaba con ellas. No se sentía incómodo o avergonzado por explotar su encanto natural, al fin y al cabo a él le gustaban las mujeres tanto como él a ellas. Sin embargo, no llegó a pasar a mayores en ese negocio ya que antes de eso los reclutadores llegaron a su ciudad con promesas de honor, gloria... Y dinero. 

Sin nada más que un colgante de madera para representar el cariño de una madre que seguramente se habría opuesto a la idea de que se alistase y con el beneplácito de un padre que se sintió orgulloso al pensar que lo hacía por principios y no por dinero, Tristan se montó en el tren que lo llevaría al lugar donde hacer la instrucción. 

En ese mismo tren conoció a Silas. No habían intercambiado más que un puñado de frases y Tristan ya se había dado cuenta de que el otro joven estaba muy verde para ir a la guerra, así que a pesar de ser el más joven de los dos, decidió acogerlo bajo su ala. Los dos congeniaron. Eran de trato fácil y buen talante, así que cuando tras la instrucción los mandaron juntos al frente, ya eran buenos amigos. 

La guerra no resultó ser lo que Tristan había imaginado. Pasaban frío y a veces hambre, en ocasiones tenían que meterse en el barro hasta las rodillas y el olor a pólvora se incrustaba en el cerebro de todos. Las balas eran de verdad y la sangre también. Tristan ya se había enfrentado a la muerte antes, en las calles, pero aquello era un entorno que conocía y en el que sabía moverse, en el frente, en cambio, se sentía perdido y desorientado. 

En una ocasión en que le habían mandado a reconocer el terreno junto a Silas los dos se encontraron con una imagen brutal. Los capataces de una plantación asesinaban brutalmente a sus esclavos ante la cercanía del ejército unionista. Los cuerpos se amontonaban en el suelo, cubiertos de sangre y polvo, con los miembros desmadejados y las heridas abiertas todavía chorreando. El olor era terrible, a hierro por la sangre y a carne quemada por las marcas con que torturaban a los esclavos antes de matarlos. Silas quedó demasiado impactado para moverse, pero el instinto de supervivencia de Tristan reaccionó por los dos. Tuvo que arrastrar a su amigo que no reaccionaba, mientras uno de los capataces los perseguía. Tuvieron que esconderse entre barro y ramas hasta que pudieron ponerse en marcha de nuevo. Cuando regresaron al campamento los dos se sentían diferentes. 

Fue esa misma noche la que Tristan decidió que no quería continuar allí. Sabía bien cuál era el castigo para los traidores que desertaban, pero mientras daba vueltas al colgante que nunca se quitaba, sentado junto a su amigo, se dio cuenta de que si querían sobrevivir debían marcharse. Aunque todavía pasarían un par de semanas antes de que la oportunidad de hacerlo les llegase.