• Nombre completo: Carellyn Flores.
• Apodo: Su hermanastro mayor en ocasiones la llamaba Lyn, el menor Care, porque le resultaba complicado pronunciar su nombre completo.
• Edad: 17 días del nombre.
• Fecha de nacimiento: 7º día de la Doncella. Mes del Guerrero. Año 271 A.C .
• Estatus: 3.
• Profesión: Doncella de las hijas de la casa Stronghorse.
• Altura: 1,65m.
• Peso: 52kg.
• Sexo: Femenino.
• Complexión: Delgada, no parece muy fuerte ni atlética.
• Edad aparente: 17 días del nombre.
• Ojos: Verdes como las aceitunas. En los días de lluvia tiran un poco hacia el gris.
• Cabello: Rubio, con reflejos dorados cuando le da el sol. Suele llevarlo recogido para que no le moleste al trabajar. Lo tiene largo y fino así que suele trenzarlo antes de sujetarlo, para que no se escape.
• Piel: Pálida y suave. Cuando le da el sol enseguida se le enrojecen las mejillas y la punta de la nariz.
• Cicatrices: No tiene ninguna marca o cicatriz a la vista.
Los apellidos definen quienes somos, de dónde venimos. Una simple palabra que puede abrir puertas o cerrarlas, dártelo todo o dejarte sin nada. Sin duda no es sencillo ser una Flores, pero Carellyn lo lleva con discreción y una sonrisa prendida siempre en los labios.
Es una muchacha simpática y formal en el trato. Paciente y tranquila. Sólo muestra su lado divertido cuando se siente realmente cómoda, entre gente de confianza.
Por su trabajo como doncella pasa la mayor parte de su tiempo acompañando a las hijas de los Stronghorse, ya sea compartiendo tranquilos paseos con Aquilegia o momentos de risas con Helaena. Con Aldern y el maestre Paul tiene un trato cordial, aunque no íntimo. Y con los lores se muestra educada y cortés.
Es consciente de su condición de bastarda y se siente agradecida con todos por la oportunidad que le han dado en la casa.
• Manías: No le gustan mucho los libros, ni el estudio. Le cuesta prestar atención en las clases del maestre a las que acude acompañando a las hermanas y se distrae con facilidad. Comprueba varias veces las cosas que ha hecho, asegurándose de que están perfectas.
• Pasatiempos: Le gusta dibujar, con carboncillo. Cuando tiene un rato libre no es extraño verla entretenida en esta tarea. Dibuja a la gente de la casa, paisajes, animales, flores... Todo lo que sus ojos ven. También le gusta pasear por los alrededores, aunque no suele alejarse demasiado. Le gusta mucho la música, aunque no tiene talento ni instrucción para tocar ella misma, así que se conforma con escuchar la que pueden tocar otros. También disfruta de escuchar relatos sobre aventuras y romances antiguos.
Los apellidos definen quienes somos, de dónde venimos. Una simple palabra que puede abrir puertas o cerrarlas, dártelo todo o dejarte sin nada. Desde que nacemos nos clasifican, nos colocan a diferente altura y, a pesar de todo, hay algo mucho peor que nacer con un mal apellido: no tener ninguno.
«Mi pequeña flor», así me llamaba mi padre cuando era tan sólo una niña. Tardé mucho tiempo en darme cuenta del significado real de aquello, en comprender por qué a mi madre se le ponían los ojos tristes cada vez que lo escuchaba. Tardé en entender que las flores no eran sólo los toques de color con que la Madre nos bendecía, sino que también eran una forma bonita de decir que no le pertenecía a nadie, que era una brizna perdida en medio del prado. Hermosa, tal vez, pero de raíces débiles. Yo era una flor, pero mis hermanos eran serbales1, bien enraizados en la tierra.
Nací del amor y eso es más de lo que pueden decir mis hermanos, pues ellos lo hicieron de la conveniencia. Y si bien apenas compartí algunos años con mi madre, fueron los suficientes para empezar a comprender sus errores. Ella me quería, tanto como le quería a él, y hoy no me cabe duda de que esa fue su sentencia. Seguramente sus errores comenzasen con la primera mirada que intercambió con el esposo de su señora, pero debería haberse separado de él y marcharse después de caer en desgracia. Así, tal vez, no la habría perdido cuando sólo tenía siete días del nombre. Así, quizás, no habría tenido que marcharme tan lejos.
En aquel momento me puse triste con su muerte, pero todavía no comprendía todas sus implicaciones. También me puse contenta porque fue entonces cuando pasé a vivir con mi padre, en el castillo, en lugar de verle sólo de vez en cuando. Él me quería, por mí misma y porque le recordaba a ella, aunque no podía darme su apellido por respeto a su esposa. Mi vida cambió y de pronto tuve mucho más de lo que sabía que podía tenerse. Tenía una nueva madre, aunque Lady Bethany nunca se portó como tal, y pude conocer a mis hermanos, a los que hasta entonces sólo había visto de lejos.
Encontré un amigo en Arlo desde el principio. Por algún motivo decidió tomarme bajo su protección y en nuestros juegos él se convertía en mi caballero andante. Si cierro los ojos puedo ver su rostro con claridad, apenas un niño con una espada de madera con la que pretendía defenderme de todos los monstruos de los que nos hablaba el maestre.
Dara era harina de otro costal. Su mirada siempre fue fría y desdeñosa, una pequeña imitación de la que su madre tenía siempre para mí. Quise encontrar en ella la amistad que sólo puede existir entre hermanas, pero parecía recubierta de un muro de hielo que nunca pude derretir.
Tan sólo llevaba en el castillo un año cuando nació el pequeño Daniel. Todavía recuerdo su rostro cuando era un bebé. En ocasiones la nodriza me permitía tomarlo en brazos y yo le susurraba cuentos y canciones al oído, para arrullarlo hasta que se dormía. Creo que cuando empezó a crecer encontró en mí un cariño que extrañaba en su propia madre o en la hermana con la que compartía toda su sangre, pues cuando se caía y se hería las rodillas era a mí a quien acudía y cuando el rostro del Desconocido incomodaba sus sueños llenándolos de pesadillas, era a mi cama a la que acudía en busca de consuelo.
Lo quise tanto como puede quererse a otro ser y separarme de él fue como perder una parte de mí misma, como si me hubieran arrancado un dedo o un pie. Todavía guardo en mi cómoda el retrato que dibujó de mí siguiendo mis lecciones. Los trazos son infantiles y toscos, pero siempre que lo miro sonrío al recordarlo sujetando el carboncillo con sus dedos gordezuelos y torpes. «No te muevas, Care», decía, con su vocecilla de jilguero, incapaz de pronunciar correctamente mi nombre entero, «O tendré que ponerte tres ojos».
Fueron años felices, en los que la amargura por la pérdida de mi madre y la frialdad de Lady Bethany se compensaban con la dulzura de mi padre y mis hermanos. Recibía lecciones con ellos, me sentaba a la mesa con ellos y entretenía mi tiempo con el dibujo y el cuidado de Daniel. Oh, era consciente de mi condición, claro que lo era. Sabía que a pesar de vivir entre ellos yo seguía siendo sólo una flor entre los troncos de los serbales. Pero en esos años no pensaba demasiado en ello.
Sin embargo, la vida y la naturaleza siempre siguen su curso. Y donde había una niña empezó a haber una mujer.
No sé cuándo empecé a mirar a Arlo de una forma diferente, tal vez fue algo que simplemente sucedió poco a poco, pero llegó un momento en que las miradas fraternales se convertían en suspiros que se ahogaban en mi pecho sin que supiese del todo qué hacer con ellos. No dije nada, pero sé que él notó el cambio, se le notaba en su forma de mirarme, que también era distinta.
Recuerdo que hacía sólo unos meses de mi primer sangrado lunar cuando escuché a Lady Bethany hablando sobre mí con mi padre. Recuerdo su voz airada y sus exigencias. Recuerdo que dijo que no soportaba mi presencia porque «era igual que ella» y que eso que pretendía ser un insulto, a mí me llenó el corazón de orgullo. Yo estaba en el pasillo, parada delante de la puerta entreabierta y ni siquiera me atrevía a moverme. Esa noche, escuchando el odio y los celos rezumar en la voz de mi madrastra, fue en la que me di cuenta de que podía llegar a estar en peligro. Bien sabía que una flor nunca es difícil de arrancar.
Así que traté de no ser oída, de no ser vista. Empecé a moverme en silencio por el castillo, a guardar mis pensamientos para mí. Quería ser una sombra, un fantasma, que ella ni siquiera recayese en mi presencia. Y tal vez eso me regaló algunos años más con mi familia, pero no fue suficiente.
Cruzarme con Lady Bethany en los pasillos se convirtió en uno de mis mayores temores. Y Dara no ayudaba a poner las cosas más sencillas. Siempre buscaba algo de lo que acusarme, intentando ponerme en evidencia, y si no lo encontraba, se lo inventaba. Arlo había dejado el castillo para ser escudero de Ser Jorah Mormont y con su marcha me había quedado sin mi principal defensor, sin el único que era capaz de ver tras el rostro de Dara y que se atrevía a ponerla en su lugar.
Sabía que estaba viviendo un tiempo prestado entre los muros de Sotodeoro y aún así hice todo lo que pude para quedarme, exprimiendo cada segundo. Tenía catorce días del nombre cuando perdí la partida.
Mi padre tenía los ojos húmedos, o eso me pareció, cuando me convocó para decirme que iba a enviarme a otro lugar. Pero su voz y su porte eran tan firmes como siempre. Apenas recuerdo aquella conversación, pues me latía tan fuerte el corazón en las sienes que casi no era capaz de concentrarme en sus palabras. Pero sí recuerdo que me abrió las manos para poner en ellas un regalo, envuelto en un pañuelo con bordados de plata y oro. Recuerdo que me pidió que no lo abriese hasta que llegase a la que sería mi nueva casa. Creí que era para evitar que mis emociones se desbordasen, pero ahora sé que era para que ella no viese de qué se trataba. «Nunca olvides de dónde vienes, Carellyn», me dijo antes de despedirme, «Nunca olvides a quién perteneces». Y en el carro que me llevó lejos de mi hogar derramé amargas lágrimas, pero también me juré a mí misma que nunca lo olvidaría.
Así fue como llegué a Riverside, quebrada por dentro, pero con una máscara escondiendo mi verdadero rostro. Me sentía como una pequeña flor desprendida del suelo, zarandeada por el viento sin que mi destino dependiese de mí misma, sino de lo fuerte que podían soplar otros. No conocía otra forma de enfrentarme al nuevo vuelco que había dado mi vida que volverme hacia mí misma. Así que me escondí en el silencio, como había aprendido a hacer cuando tenía a Lady Bethany cerca.
No conocía a ninguna de las personas que iban a ser mi nueva familia, pero suponía que me tratarían con el desdén que iba entretejido con mi ausencia de apellido. ¿Qué motivos iba a tener para creer otra cosa? Lo cierto es que me sorprendió la indiferencia con la que parecían recibirme. No esperaba que los lores me diesen su cariño pero sí creía que habría más ojos sobre mí. No me quejo. Llegué a encontrar la forma de sentirme cómoda en esa libertad.
En cuanto a las jóvenes a las que tendría que acompañar... Bueno, después de la experiencia con Dara, me costaba no mirar a las hermanas Stronghorse con recelo. Al principio sus sonrisas siempre me parecían envenenadas y encontraba un sentido oculto en cada palabra que me dirigían. Pero, a medida que el tiempo iba pasando, fui comprendiendo que no había mucho más que rascar en ellas y relajé parte de la tensión que me mantenía siempre alerta.
Las acompañaba a todas partes, desde por la mañana hasta la noche. En sus lecciones con el maestre Paul, en sus paseos, en sus juegos y travesuras. Y poco a poco mi reticencia hacia ellas se fue suavizando. No diría que encontré en ninguna de ellas una gran amistad, pero sí llegué a disfrutar de su compañía. Helaena compartía conmigo sus risas y secretos, era sencillo sonreír a su lado. Pero en ocasiones la lengua la perdía y dejaba entrever entre sus palabras el lugar que yo ocupaba para ella. En cambio, con Aquilegia podía compartir el silencio y el tiempo con ella discurría con la suavidad de un pequeño torrente. Me gustaba dibujarla mientras leía y fue con ella con quién viví mi primera aventura en Riverside.
Fue un buhonero nómada que pasó un día por el castillo el que nos habló del lago que concedía deseos. Aún así tardamos una luna entera en decidir que la curiosidad era más fuerte que la prudencia. Cuando salimos del castillo a caballo creíamos que sólo estaríamos un par de horas fuera, el tiempo necesario para ir, bañarnos en el lago y regresar. Y al principio todo parecía salir según lo planeado. El viaje de ida sucedió sin complicaciones. Estábamos nerviosas al bañarnos en las frías aguas y pedir nuestros deseos, primero una mientras la otra vigilaba y luego al revés.
Todavía nos duraban las risas cuando volvíamos montadas a caballo. Un zorro se atravesó corriendo y no estoy segura de si fue mi caballo o el de ella el primero en encabritarse. Sólo sé que nos tiraron y se marcharon al galope, dejándonos en medio de un lodazal. Tardamos horas en llegar al castillo, completamente llenas de barro, con la ropa rasgada y los cabellos sucios y alborotados. Tuvimos que colarnos a escondidas para que no nos vieran en ese estado y antes de separarnos nos juramos que nunca contaríamos a nadie lo sucedido aquella tarde. Un pacto de dos crías, una chiquillada tal vez, pero que prometimos con solemnidad.
Y luego estaba él. El pupilo de Lord Stronghorse era un Dayne, un rehén tratado como familia. Desde el principio llamó mi atención por ese motivo, por el eufemismo que envolvía su vida. Aunque no tardaría en llamarla por otros. Me sorprendí la primera vez que mi mirada furtiva se cruzó con la suya y la aparté rápidamente con las mejillas sonrojadas. Pero tras esa mirada llegaron otras a medida que la atracción empezaba a despertar en mi interior. Era guapo, de eso no había duda, pero era el misterio de sus ojos lo que me hacía alargar mis pasos para intentar coincidir con él en una u otra estancia. Su presencia al otro lado del muro de mi dormitorio se hacía más intensa por las noches y me costaba dormir sabiendo que estaba tan cerca.
Nunca habría pensado que la cosa pasaría de esas miradas fugaces, hasta que en una de las veces que nuestros pasos se encontraban a solas me agarró del brazo y sentí un cosquilleo cálido nacer de sus dedos y recorrer toda mi piel. Al instante siguiente mi espalda estaba contra la pared y sus labios me robaban el aliento. Las emociones que acompañaron ese primer beso fueron tan arrolladoras que ni siquiera hubo entonces momento para la culpabilidad, mi sangre latía acelerada y mi mente era incapaz de hilar un pensamiento coherente.
Cuando nos separamos el arrebol teñía mi rostro y corrí hasta mi cuarto. Temí que lo contase, pero en lugar de eso me hizo un regalo. Reconozco que eso me confundió. No sabía si debía sentirme halagada o insultada, no sabía cómo quería sentirme. Una parte de mi pecho se aferraba al recuerdo ensoñado de Arlo, otra latía con fuerza, incitándome a seguir adelante, a explorar. Todo aquello se salía de los límites que me había puesto a mí misma, del comedimiento y la prudencia que regían mi comportamiento. Me costaba comprender mis propios impulsos... pero al día siguiente al acudir al desayuno llevaba su regalo en la oreja.
Esquivé las preguntas sobre el origen de aquel adorno sin mucha dificultad, pero el temor a que Aldern hablase me hizo ponerlo a prueba. Dejé caer en los oídos apropiados el rumor de que se le había visto con una joven y esperé para ver si hablaba de mí. Pero no lo hizo.
Y así la vida se volvió más interesante en Riverside. Los días seguían sucediéndose con rutinaria normalidad. Mi trabajo acompañando a las dos hermanas seguía siendo el mismo, las lecciones igual de aburridas, seguía encontrando el mismo refugio en mis dibujos. Pero los encuentros esporádicos con Aldern habían encendido una chispa que mantenía escondida de cara hacia fuera. No era sólo el descubrimiento de mi propio cuerpo y sus emociones, era también el ir viendo poco a poco parte de lo que el muchacho escondía tras las primeras capas que lo envolvían, empezar a desvelar el misterio.
Sabía que a Helaena le preocupaba su futuro y eso me hacía pensar inevitablemente en el mío. Si algo tenía claro era que no quería ser doncella ni servir toda la vida, destino que la menor de las Stronghorse parecía considerar un privilegio para mí. Pero yo todavía recordaba las palabras de mi padre y no había pasado un sólo día sin que llevase su colgante al cuello. No olvidaba de dónde venía y no pensaba dar ni un paso hacia atrás. Sabía que iba a necesitar paciencia y la cabeza fría pero ya había perdido suficientes cosas en mi vida. ¿Acaso no me tocaba ahora ganar a mí?
Hablé con el maestre Paul al respecto. El hombre había sido capaz de acercarse a mí enseñándome a través del dibujo cosas que nunca creí que podrían interesarme. Y sin duda con su ayuda había mejorado mi habilidad, pero también se había ganado mi admiración y mi amistad. Él prometió ayudarme a estudiar mis opciones y eso me hizo sentir más segura.
A veces me he preguntado si mi asunto con Aldern podría ir hacia algún lado. Sería inevitable no haberlo pensado alguna vez. Pero no me engaño a mí misma. Las estrellas están demasiado arriba en el cielo como para fijarse en una flor diminuta. Sé que no hay un futuro y eso me permite saborear mejor el momento. Cuando termine, me llevaré todo lo aprendido y eso tendrá que ser suficiente.
La noticia de que Arlo pronto será armado caballero removió cosas que creía enterradas. Sé bien lo que eso significa, pronto los señores harán cola para ofrecerle a sus hijas en matrimonio. En mis sueños más profundos, esos que apenas sí me reconozco a mí misma, él las rechazará a todas para casarse conmigo. Soy consciente de lo poco realista de esa ambición, dolorosamente consciente, tan consciente como que el amor y el matrimonio rara vez van de la mano. Pero no quiero imaginar un mundo donde mi hermano no piense en mí, no quiero que me olvide. Por eso pedí a Várgul que forjase una daga que lo acompañe donde su futura esposa no pueda hacerlo, incluso al campo de batalla. De alguna forma así estaré siempre con él.
Y mientras los días siguen desgranándose en Riverside yo me dedico a observar, escuchar y aprender. Soy lo que quieren que sea porque siempre es mejor tener amigos que enemigos. Siempre sonriente, siempre discreta, siempre agradable. ¿No es eso acaso lo que se espera de una doncella?
1Rowan significa serbal, no sé si lo sabías.
CUESTIONARIO
¿Qué opina el personaje sobre las tradiciones y forma de vida de la ambientación (las que vienen en la escena "A tener en cuenta...")? ¿Es especialmente más tolerante o rígido con alguna? ¿Por qué?
Tiene las tradiciones asumidas y asimiladas desde siempre y nunca le había dado muchas vueltas hasta que Aldern le empezó a contar sus historias sobre las costumbres de Dorne. Eso le ha hecho replantearse algunas cosas y ahora tiene algunas dudas sobre el papel de las mujeres al heredar o el valor real de los bastardos (las cosas que la atañen a ella, vamos XD). Aunque su sentido común no le permite pensar demasiado en ello (al fin y al cabo ella no está en Dorne, ni espera estarlo nunca), sí que tiene ese remusguillo.
Como en las entrevistas de trabajo: Define tres cualidades a destacar de tu personaje, así como tres defectos. (relacionados con la personalidad)
Cualidades: Es inteligente y avispada. Sabe cómo gustarle a la gente. Es una persona discreta y paciente, capaz de planear a largo plazo.
Defectos: Es algo posesiva. Es ambiciosa (esto podría ser una cualidad, pero siendo bastarda me parece más un defecto). Es de ideas fijas y cuesta sacarle algo que se le ha metido en la cabeza.
También es perfeccionista, que al mismo tiempo es cualidad y defecto.
¿Tiene o ha tenido alguna relación sentimental?. Si la tiene: ¿con quién?, ¿cómo la mantiene?, ¿en qué estado se encuentra la relación?. Si no la tiene ya: ¿cómo finalizó? ¿le marcó de alguna manera?
Lleva toda la vida sintiendo algo por su hermanastro mayor, pero nunca llegaron a tener una relación sentimental.
Tiene un rollete con Aldern. Es algo que va a rachas desde hace un par de años. Comenzó como algo puramente físico que ha derivado en una buena amistad. La mantiene a escondidas y tratando de que eso no afecte a su futuro (¡la virginidad no se toca!). En ocasiones fantasea al respecto (no deja de tener 17 años), pero no se hace ilusiones. Cree que el estado actual es el máximo al que puede llegar esa relación.
¿Tiene alguna meta o anhelo (ya sea personal o profesional)?
¡Oh, sí! Quiere casarse con alguien que mejore su estatus y que haga olvidar su condición de bastada. También valoraría la posibilidad de ser concubina de alguien importante, pero esa es opción secundaria.
¿Cómo es la relación con tu familia? ¿Hay algún miembro por el que sientas especial predilección o aversión? ¿Por qué?
Esto está bastante explicado en la historia, pero digamos que tiene buena relación con su padre, Arlo y Daniel (Afecto con los tres) y mala con Lady Bethany y Dara (Hostilidad con las dos).
¿Cual es su posicionamiento respecto al Trono (ya sea pública o privada)?
No se interesa demasiado por la política a ese nivel, pues le queda algo lejos y tiene problemas más mundanos y acuciantes. Pero entre que su familia apoyaba a los Targaryen en la guerra y la comida de olla que le hace Aldern al respecto, la verdad es que a día de hoy no tiene en muy buena opinión al Usurpador. Aunque en público no lo manifiesta jamás.
¿Y respecto a la religión?
Sigue la religión de los Siete. Cree en los siete rostros y trata de seguir sus enseñanzas. Es consciente de que en ocasiones se desvía y la verdad es que no se preocupa demasiado por ello, pero en general considera que ese es el camino.
¿Cómo es su concepto de justicia? ¿Difiere mucho de lo establecido, o es más bien tradicionalista?*
Es más o menos el mismo que tiene el resto de la gente. Cree en un castigo acorde al delito cometido.
Respecto a sus ideales y pensamientos: ¿Está dispuesto a defenderlos? ¿Hasta qué punto? ¿Como reaccionaría (o pensaría) ante algo que considere injusto? ¿Y ante algo que considere ilegal?
No está dispuesta a defender sus ideas y pensamientos en público. En privado y con muuuuucha confianza, estaría dispuesta a defenderlos un poquito, pero no a muerte, ni hasta el punto de discutir.
Si se encuentra ante algo que considera injusto, lo más probable es que informe de ello a quien pueda hacer algo al respecto. Pero sería raro que tomase medidas ella misma salvo que se trate de algo que quede dentro de su nivel de actuación.
Si se encuentra ante algo que considera ilegal, su comportamiento sería relativo. Todo dependería de cuál fuese el delito y quién lo cometiese, de si perjudica a alguien o no. Es una respuesta poco concreta, lo sé, pero es que para ella sería muy distinto pillar a un desconocido violando a una mujer que a Aldern robando algo en el castillo. Ambas cosas le parecerían mal, pero con la primera acusaría al desconocido ante el Lord y con la segunda simplemente le diría a Aldern que de qué va.
Ordena de mayor a menor importancia, para tu personaje, los siguientes conceptos: Poder, dinero, amor, fama (gloria, reconocimiento), supervivencia y familia.
Supervivencia > Familia > Poder > Amor > Dinero > Fama.
Piensa en uno o varios eventos vitales que hayan podido transcender o marcar de alguna forma significativa a tu personaje (la muerte de un ser querido, un largo viaje, el nacimiento de algún hij@, pertenencia a un grupo o institución tanto si continúa como si fue algo concreto, algún delito, etc, etc.)
Muerte de su madre. Viaje de Sotodeoro a Riverside. Madurez. (Más detallados en la historia).
Nombre | Actitud | Justificación |
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Várgul | Cordialidad | Quizá por ver a alguien más despreciado que ella es que no le cuesta sentir cierta simpatía por el hombre raro. Le da un poquito de susto, pero empatiza con él. |
Jothos Meirin | Cordialidad | Lo respeta y si tiene oportunidad le lleva algo de comida. La fe da esperanza también a los bastardos. |
Randyll Lasteo | Aversión | Su presencia impone y asusta. Mejor mantenerse lejos de él. |
Meredith Crowthorn | Cordialidad | Es alguien de quien aprender y cuyo comportamiento imitar. |
Osla "La sucia" | Indiferencia | ¿Por qué una mujer querría andar sucia y trabajando con los caballos? Es rara y desagradable. |
Darlia Tamar | Hostilidad | ¡Es tan mandona! Nadie debería darle tanto poder a quien maneja la comida. Con tantos humos que tiene quien sabe si no podría envenenarlos a todos. |
Todric | Indiferencia | Pasa demasiado tiempo entre los caballos. Es guapo, sí, pero siempre huele a establo. |
Ser Dwain | Amistad | Ahora que ha podido conocer un poquito mejor al caballero, siente una sincera admiración por él. Hay muchas cosas que aún no entiende, pero él ha hecho un milagro por ella sin pedir nada a cambio y se ha ganado su gratitud. |
Everam Stronghorse | Indiferencia | No tiene mucho trato con él. |
Minadriell Stronghorse | Indiferencia | No tiene mucho trato con ella. |
Maestre Paul | Amistad | Es amable y ha sabido cómo llegar a ella. |
Aquilegia Stronghorse | Cordialidad | Se lleva bien con ella, disfruta de sus paseos y de la calma que transmite... pero no deja de ser su doncella. |
Helaena Stronghorse | Indiferencia | Se lleva bien con ella, comparten buenos momentos, incluso en ocasiones confidencias y risas... pero no deja de ser su doncella y la muchacha a veces dice unas cosas que hieren su orgullo. |
Aldern Dayne | Amistad | Su amante, su confidente, su mejor amigo. En ocasiones se ilusiona con que pueda llegar a ser algo más que eso, pero en el fondo sabe que no es posible que suceda. |
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