Partida Rol por web

• Nombre completo:  Moriah Qorgyle.

• Apodo: Gariba.

• Edad:  20 días del nombre.

• Fecha de nacimiento: 3º día del Guerrero. Mes de la Vieja. Año 268 A.C .

• Estatus: -.

• Altura: 1,60m.

• Peso: 53kg.

• Sexo: Femenino.

• Complexión: Fibrosa y atlética. 

• Edad aparente:  20 días del nombre.

• Ojos: De color castaño oscuro, casi negros. Profundos. 

• Cabello: Negro y espeso, largo hasta la mitad de la espalda. Suele llevarlo suelto, con un lateral trenzado con hilos. 

• Piel: Tostada y curtida por el tiempo pasado al aire libre. 

• Cicatrices: Tiene una pequeña marca en el pómulo derecho y una más grande en la clavícula. Son las únicas que tiene a la vista.        

• Vestimenta: Suele llevar ropa cómoda y flexible para el combate. Telas duras reforzadas con cuero, arneses también de cuero con los que sujetar las armas. Sólo usa vestidos cuando se ve obligada a visitar la corte, la mayor parte del tiempo usa pantalones de hombre y botas cómodas para caminar por el desierto. 

Moriah no es suave ni de trato fácil. Tiene la lengua afilada y rápida. Es demasiado directa para las sutilezas de la corte y no se molesta en disimular la pereza que le produce cualquier tipo de evento social.

Cuando sale de Dorne se siente fuera de su ambiente, lo que hace que se muestre más hosca y áspera de lo habitual. Resulta más manejable en las distancias cortas y si se siente cómoda incluso dejará ver que tiene sentido del humor, un tanto ácido. 

Dicen que cuando nací lo hice con los ojos abiertos. Los tenía tan oscuros que parecían casi negros y por eso me pusieron el nombre de mi bisabuela, Moriah.

Dicen que mi bisabuela se encontró una vez con un rey. El rey estaba buscando esposa y todas las damas de Dorne se exhibían como los pavos reales de los Jardines del Agua. Se postraban a sus pies y le regalaban tímidas sonrisas. Pero mi bisabuela se irguió tras su reverencia y lo miró a los ojos para decirle «Alteza, ¿por qué no bajáis de ahí y me besáis?».

Pero mi bisabuela no fue reina, ni falta que le hacía. Llevo toda mi existencia escuchando esa historia y siempre he pensado que sólo lo hizo por provocar. Porque debía costarle tanto como a mí sujetar su lengua. Al menos eso dicen, todos los que dicen que me parezco a ella, que soy su vivo reflejo. 

Los tiempos de mi bisabuela eran otros tiempos, aunque no hace tanto que los tiempos han cambiado. Yo aún recuerdo cuando una dorniense era la esposa del heredero al trono de los Siete Reinos. Ahora Poniente mira a Dorne con desprecio, pero no hace tanto nos miraban con envidia.

Los tiempos de mi bisabuela no son los míos, pero siempre he sentido que tengo algún tipo de conexión con ella. Puede que sea por eso por lo que me empecé a entrenar a la misma edad que lo hicieron mis hermanos. Quería ser tan buena guerrera como ella lo había sido. 

Nuestro maestro de armas no tardó en darse cuenta de que lo mío no eran las lanzas o las espadas curvas que tanto le gustaban a Gulian y Arron. Ellos estaban destinados a convertirse en caballeros. Y antes de que yo me convirtiese en mujer ya habían entrado los dos al servicio del príncipe Oberyn. 

Pero donde yo destacaba era en las distancias cortas. Dicen que mi bisabuela era capaz de caminar sin mover ni el polvo. Que podía poner la hoja de un puñal en la garganta de su víctima antes siquiera de que descubriesen que estaba allí. Supongo que eso también lo heredé de ella. 

Los salones y las intrigas de palacio tampoco se me dieron nunca demasiado bien. Tengo la lengua demasiado afilada y me aburren las sutilezas verbales a las que todos se entregan con pasión. No soporto la sensación de estar siendo manipulada, o que intenten manejarme como si fuese su marioneta. Lo cierto es que siempre he preferido estar al aire libre. Aprendiendo a conocer y amar el desierto. Mejorando mi manejo de las armas. 

La primera vez que maté a un hombre tenía trece años. Era un guardia del séquito de algún lord que estaba de visita. Ni siquiera recuerdo quién era su señor, pero nunca olvidaré su rostro. Había terminado mi entrenamiento y me estaba refrescando con el agua del pozo cuando aquel malnacido me asaltó, creyendo que podía tomar cuanto veía. Cuando me vi acorralada entre su cuerpo sudoroso y el murete del pozo no pensé: actué por instinto. No fue una muerte limpia ni rápida, aún me faltaba mucho por aprender. Llevada por el susto lo apuñalé tantas veces que la sangre empapó mi brazo hasta el codo. No tardaron en llegar otros guardias de mi casa y se montó un gran revuelo. A mí me encerraron hasta que mi padre solucionó el asunto con el señor de ese hombre. Nunca supe cómo lo resolvieron, pero desde ese día mi familia se tomó más en serio mi entrenamiento. 

Teniendo dos hermanos mayores no me correspondía a mí preocuparme por el futuro del linaje de Asperón así que cuando quise entrar al servicio de otra casa [a definir por el jefe] como guardaespaldas no encontré oposición en mi padre. Para ese momento tenía diecisiete años y ya me había enfrentado a hombres y mujeres en combate. Conocía bien los secretos del desierto en el que me había criado y podía guiar comitivas por él. 

Hace tres años de eso y en este tiempo he sangrado y he matado por mi señor/a. He respirado el polvo de las dunas y me he escondido en las sombras. Sé que en algún momento mi familia terminará por reclamar mi presencia en casa, como también le pasó a mi bisabuela. Pero hasta que ese día llegue seguiré viviendo por el filo de mis dagas.