Bestia: Elefante Asiático - Haathee
Rasgo Bestial: Fuerza descomunal
Historia
Nombre y Legado del Pj.
Nimay Radhav.
Avatar de vuestro Pj:
Historia:
Nimay y Dyvia siempre habían sido uno, o más correctamente, cuatro. Se habían criado juntos en la misma aldea en la India, en una colonia que recogía semidemonios huérfanos. Allí los nativos enseñaban a los niños para que fuesen hombres y mujeres fuertes que defendiesen su tierra. Desde pequeños ellos dos habían hecho un pacto de amistad y decidido que estarían juntos para siempre. La afinidad de ambos por las bestias se había despertado pronto, cuando él tenía ocho años y ella siete. Un día eran solo los dos y de repente sus almas parecían haberse compensado con otros dos cuerpos.
Haathee había aparecido en el poblado caminando por su propio pie cuando aún era un cachorro de elefante. La comunicación había sido total desde el momento en que él y Nimay se habían encontrado. Y Dyvia no tardó en encontrar esa misma comunión con una gamuza que se cruzó en su camino en uno de sus paseos.
Poco a poco los cuatro crecieron y la amistad se convirtió en algo más. Los dos Eve empezaron a dedicar sus días a la caza de furtivos, siempre en compañía de las dos bestias que eran parte de ellos mismos. Ellos era quienes cazaban a los cazadores. Ellos eran quien les saltaban por la espalda en medio de la espesura cuando los descubrían acechando una manada de animales indefensos sólo para arrebatarles sus colmillos. El marfil era valioso, pero las vidas de las bestias lo eran aún más para Nimay y Dyvia.
Las expediciones cada vez eran más largas y pronto Dyvia tuvo que dejar de acompañarlo, pues el amor de ambos había dado fruto y de él había nacido una niña que llamaron Priya, que significa «amada». Y lo era y mucho, pues el amor que Nimay y Dyvia sentían el uno por el otro se proyectaba hacia su pequeña.
Fue cuatro años después, cuando Nimay regresaba después de dar caza a un grupo de furtivos especialmente esquivo y sólo deseaba llegar a su cabaña y recibir los abrazos de su adorada esposa y su amada hija, cuando lo que contempló al llegar fue dolor y desolación. «El tigre se la ha llevado», le dijeron. Pero Dyvia estaba segura de que no era un tigre normal, ella aseguraba que había sentido a un Eve en los ojos del animal que se había llevado a la niña colgando por el vestido de sus dientes. Dyvia aseguraba que no había sido cazada, sino secuestrada, y Nimay gritó su dolor hasta desgarrarse la garganta, pero no podía quedarse quieto.
Dyvia se quedó en el poblado, por si recibía alguna pista o señal, por si su niña volvía o el tigre la devolvía con una tarjeta de disculpa.
Pero Nimay y Haathee partieron esa misma noche mientras el rastro todavía estaba fresco. Nimay tan sólo se llevó de Dyvia un beso que sabía a lágrimas en los labios y el colgante que habían intercambiado cuando de niños decidieron unir sus vidas para siempre.
Recorrieron muchos lugares, ciudades asoladas por la guerra y remansos de paz en los que podían detenerse a descansar. Para entonces Haathee ya era un ejemplar de buen tamaño y Nimay montaba sobre él con la familiaridad que les daba ser un mismo alma en dos cuerpos. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado desde que había salido de su poblado, pero los días se habían convertido en semanas y estas en meses, tal vez incluso años.
Las pistas aparecían y desaparecían, pero él no se rendía. La esperanza de encontrar a su Priya y reunirse de nuevo con Dyvia movía su sangre y sus pies. Hasta que finalmente una dirección pareció tomar más cuerpo que las otras y el nombre de una ciudad resonó en sus oídos tanto que decidió llegar hasta allí. Oldland. ¿Encontraría allí a su pequeña?
Priya:
Dyvia y Saabar (gamuza):