Partida Rol por web

Cuando acabó de hablar guardé silencio un tiempo, me sentía bloqueada… Me quedé mirando fijamente a la mesa como sin creerme lo que acababa de escuchar, a continuación levanté la cabeza mientras me recolocaba las gafas, después miré a los lados buscando algo –¿Es alguna prueba? ¿Titan le deja hacer esto? Esto es… –, me interrumpí dejando el objeto en la mesa y me levanté, – ¡tengo una hija! Lo que usted pide no vale esto, no estoy interesada en un trato así, esto es… –, me llevé las manos al pelo peinándolo hacia atrás – usted pide ir contra Titán, lo siento pero no. No creo que lleguemos a ningún acuerdo de este tipo, lo lamento – respondí mientras me preparaba para irme.

- Mi marido lo era todo para mi. No estoy aquí nada más que para encontrar respuestas. ¿Para que voy a querer venderte? ¿Qué ganaria yo? - su tono de voz evidenciaba que pensaba que era algo totalmente absurdo pensar aquello - ¿Necesita que me salte alguna regla de esta enorme jaula que nos mantiene a todos a salvo? - alzó los dedos haciendo dobles comillas en el aire - Vale. Pero sin muertes y sin perjudicar a nadie. Ya sabe a que niveles tengo acceso y por donde me muevo, ¿no? -

Cambió el peso de una pierna a otra mientras se cruzaba de brazos. Más valía que aceptara sus condiciones, porque si de algo estaba segura era de que no iba a matar a gente inocente con la que convivia a diario. Geralt nunca le habría permitido hacer aquello.
 

Escuche lo que decia, escuche lo que me pedia y la anecdota donde me decia en pocas palabras que aunque supiera lo que habia en esas carpetas, aunque supiera la verdad, queria escuchar mi voz explicandolo o compartiendolo con él. Porque la misma voz era algo que trasmitia muchas cosas, de igual forma que los Dioses eran capaces de escuchar el ruego mas malsonante, en lugar de uno mas educado, porque quizas lo que buscaban era la sinceridad en los tonos de las palabras dichas por cada hombre o mujer, mientras se arrodillan a pedir sus milagros.

Le mire, le estudie mientras me contaba esa anecdota y me di cuenta de que por mas que quisiera saber lo que era "Eclipse Total", mis secretos no eran solo mios. Klaus estaba metido en ellos, cualquier cosa que yo hiciera, aun tras una decada podia afectarle a él, sin contar... a la unica persona que de verdad amaba. No, aunque solo fuera por ellos dos, no podia expresar en voz alta, algo, que él ademas conocia. Suspire mientras miraba la copa de vino y le daba un muy corto sorbo. - Sintiendolo mucho, hace mucho se me dijo que habia cosas que no podia contar, cosas que tu ya sabes y que aun asi quieres que exprese con mi voz, para darles quizas mas profundidad, o para entenderlas mejor, que simplemente leyendo lo que pone en un papel. Mis secretos, no son solo mios... atañen y afectana  mas personas y por eso mismo, no puedo expresarlos como tu deseas... no todos al menos... pues esas personas significan mucho para mi. - Volvi a mirar la copa detenidamente, mientras me planteaba si estaba bien. No era un secreto...¿o si lo era? - Hace unos años, perdi a alguien amado... la luz de mi vida, la persona que conseguia mantenerme cuerdo en lo peor de la tormenta. Siempre he pensado que los de arriba han estado ojo avizor a mis acciones, al fin y al cabo mis primeros años en este lugar no fueron justamente " normales o habituales"  y he intentado hacer como que habia pasado pagina. No es asi, sigo pensando en ella, cada dia... y busco la manera de saber la verdad... sea cual sea.

Samuel entro en el departamento de Doe con un andar casual y despreocupado, observando el material expuesto con cierta admiración, hasta que encaró al mismo y le ofreció uno de sus cigarros, tabaco rubio de sabor medio tirando a fuerte, con esa carta de presentación empezo a dirigirse a él.

 - Buenas señor Doe. ¿Quiere? - Dio un par de golpes a la cajetilla de tabaco para hacer que asomara el filtro del cigarro sobre los demás - Necesito apañar unos negocios con usted para un pequeño trabajo manual que llevo por mi cuenta, quizás pueda ayudarme.

Me quedé embobado escuchando las propiedades del equipo del que hablaba el encargado de la trastienda. Habría pagado por algo así y no solo en sentido figurado, cualquier hospital del mundo se gastaría buena parte de su presupuesto por un instrumental como ese. Y lo peor de todo era que el señor Doe había dicho que era relativamente sencillo.

- La patente de ese bisturí debe valer millones.- Razoné en voz alta cuando conseguí articular palabra. Luego seguí escuchándole.

- ¿La verdad? Hasta ahora mismo no se me había pasado por la cabeza. - Contesté con sinceridad, mientras cogía nuevamente la taza para dar otro sorbo al café y pensaba en sus palabras. - Confio en la bondad natural de la gente y de momento no he visto nada ni que me lleve a pensar que este no es el proyecto humanitario que me han vendido. - Salvó por las sesiones de entrenamiento militar y sus últimas palabras.- pensé pero no dije.- Si las detectara, seguramente daría por finalizada mi colaboración con Titán de forma inmediata.

-¿ Y cuando dice que podré tener listo ese instrumental? - Pregunté cambiando del tema conspirador que Michael Doe acababa de introducir en mi cabeza.

Michael parecía reflexionar antes las palabras de Kara, asintiendo levemente mientras exhalaba un ligero suspiro, contemplando la foto de quienes parecían haber sido sus antiguos compañeros de armas.

-No, no le voy a pedir nada que traiga la muerte a nadie, pero tampoco puedo prometer que esto no perjudique a alguien. Cuando se realiza cualquier tipo de acción, Kara, supondrá el beneficio de alguien y el perjuicio de otra y aquí, en TITAN, siempre habrá gente de un lado y de otro. Mi trato es sencillo, deseo que ponga el oído a cualquier anomalía en el complejo o en las misiones, cualquier cosa que le resulte extraña, rara o amenazante, eso y tener los ojos abiertos para encontrar y, en caso necesario, recuperar un objeto. Si acepta mis condiciones, le facilitaré todo lo necesario para que ubiquen y traigan a este complejo a su marido, así como disponer de los culpables, pero como ya sabrá no se permite el acceso a estas instalaciones fácilmente... -dejando la frase en suspenso, esperando como va reaccionando a lo que va diciendo, como si le diera la información y las partes del trato a cuentagotas, poco a poco, como si pedir u ofrecer más pudiera no ser prudente en esos instantes.

Michael escuchaba a Marko mientras giraba lentamente la copa, aireando el líquido en un movimiento deliberadamente hipnótico, pero no dijo nada, solo esperaba, pacientemente, a que él decidiera terminar de hablar o, por el contrario, decidiera marcharse. Sus ojos, a pesar de ser tan oscuros como el abismo estigio, indicaban una paciencia cuasi infinita, una paciencia que daba a entender que llevara el tiempo que llevara, acabaría consiguiendo lo que se propusiera y, por lo tanto, podía esperar a que su interlocutor decidiera soltarse ahora o dentro de 10 años, pero, al final, si quería que hubiese un trato, debería de acabar hablando. Era un hombre educado, pero nunca daba nada si antes no recibía algo a cambio, y por ello esperaba, esperaba a que Marko prosiguiera su historia.

-Tan pronto como pueda decirme que puede ofrecerme, y como ya he comentado en anteriores ocasiones el dinero no tiene utilidad en este recinto. Solo cuentan los puntos que se ganen ante sus superiores o cualquier otro trato de índole personal o profesional que quieran hacer conmigo, por lo que mi buen doctor, ¿qué puede ofrecer a este humilde comerciante? -y, antes de que Mike pudiera siquiera pensar en una respuesta, Michael alzó la mano- Y siga pensando que puede pedirme, como ya le he dicho puedo darle acceso a recursos que jamás hubiera considerado posible ni aunque hubiera trabajado para el CDC o para una de las grandes compañías farmacéuticas que tan bien financiadas estaban por dictadores del tercer mundo.

La sala, una vez dentro, contrastaba con el orden que dominaba todo en el complejo, era caótica, desorganizada, aunque no sucia, solo "abandonada". En la pared sobre la mesa, donde posaban algunas piezas de armas bajo mantenimiento, había una placa que rezaba una frase en latín "Et lux in tenebris Lucet" y, debajo, su traducción, "Y la luz brilla en las tinieblas", ambos escritos en relieve sobre sendas placas pulidas de metal que habían visto tiempos mejores. En un lateral, sobre un archivador antiguo con su pequeña cerradura, había una foto deslustrada con un grupo de combatientes, una treintena, con uniformes de faena y piezas de armaduras desgastadas, como recién vueltos de alguna misión, sonriendo ante el cámara, con esa sonrisa tan común en las fotografías, algunas sinceras, otras forzadas y, unas pocas, inexistentes, ya que habían recortado algunas cabezas dejando el hueco vacío. En el suelo, al pie de ellos, lo que parecía algún trofeo, algo de gran tamaño, pero que la cámara no había enfocado bien y estaba emborronado.

Doe sonreía en esa foto, y también ahora, siempre sonreía, de esa manera comedida, con un ligero alzamiento de la comisura de los labios, no tan tenue como para parecer desdeñosa ni tan amplia como para ser exagerada. Claramente era una sonrisa ensayada, controlada hasta el milímetro para transmitir una educada y ligera empatía. Nada más, ni nada menos. Y todo ello mientras daba una suave calada a su cigarrillo, expulsando lentamente el humo, inundando la sala de ese olor dulzón en apenas unos instantes mientras se levantaba de la silla y saludaba con una ligera inclinación de cabeza, sin intención en un primer momento de tenderle la mano o cualquier otro gesto que requiriese contacto físico. Si, había sido extraño, por un momento veías la foto y casi creías que él se había movido en ella, pero no, era su yo real en esta sala lo que se había movido, una ilusión óptica por la oscuridad y el ambiente enrarecido del humo del tabaco. Un poco inquietante, un poco extraño, pero esa trastienda, desde la llegada de Michael Doe, había comenzado a tener una ligera fama de lugar extraño, de gente que entraba sonriendo y salían pálidos, o de gente furiosa que la abandonaba con gesto de haber encontrado cierta paz.

-Vaya vaya... creo que usted es el joven paladín del que he oido hablar -hace un ligero gesto hacia el viejo sofa de cuero, invitándole a sentarse a este- Espero que me permita tutearle señor Kreig, ello facilita enormemente nuestra comunicación- Oh, y disculpe mi descortesía, ¿dónde estarán mis modales? -sonriendo ligeramente y haciendo un gesto a una especie de mueble bar en un rincón- ¿Desea tomar algo? Una cerveza, un refresco, un café. La primera vez invita la casa y créame, mi café es algo único que no encontrará en ningún otro sitio y, mientras tomamos algo, podrá comentarme que es lo que ha hecho decidirse a venir a pesar de las habladurías y mala fama que tiene mi humilde tienda. Por lo que hábleme sobre esos negocios de los que necesita cierta ayuda que le han traído hasta aquí... -hablaba con educación, con cierta profundidad y cadencia, causando una sensación ligeramente similar al de esos profesores que, dijeran lo que dijeran, provocaban cierta atención, tal vez por la cadencia o tal vez por otra cosa, la cuestión es que eran voces que gustaba escuchar, en una película sería el sabio hechicero o, tal vez, y más aproximado a la realidad, al del despiadado psicópata con cuya voz hipnotizaba, e incluso, hacía que los espectadores empatizaran con él. Lo que no era una ilusión ni un cuento eran las habladurías sobre sus ojos, mirarlos era como descubrir que el abismo de las leyendas existiera y, si uno miraba demasiado, pudiera ver en ellos algo, algo desagradable, y ese algo, esos ojos, ahora estaban fijos en él, esperando su respuesta.

Escuché atenta las palabras. Está claro que me estaba pidiendo algo anómalo, él lo sabía, yo lo sabía. Abrí ligeramente la boca sin llegar a decir nada.

Primero tenía que pensar en lo que debía hacer, cómo hacerlo. Observar y encontrar ese moho. No será mucha dificultad traerlo de vuelta, existen… métodos. Luego debo estudiarlo, y extraer conclusiones, en principio si las propiedades que dice son ciertas no es tan peligroso, lo peor sería que fuera peligroso.

Usted sabe que eso es algo irregular…, me mojé con la lengua los labios, podría poner en peligro mi carrera aquí en Titán, ahora bien, si la sustancia es lo que usted dice no es tan problemático como si resulta ser un agente biológico patógeno, en el caso que el hongo no tenga las propiedades que usted dice sino que en realidad sea peligroso para nuestra salud tendré que neutralizarlo. No tendré problemas en proporcionarle la información pero será destruido. ¿Trato?.

Samuel dejó sobre la mesa su cajetilla de tabaco con el cigarrillo asomando, como si de una invitación pendiente se tratase y luego tomó asiento tras alisarse un poco la camisa. Durante unos instantes dudó de si debería utilizar a este intermediario o por otro lado probar suerte haciendo una petición formal a alguien encargado de los almacenes de Titán. Doe no le parecía mas raro que los demás, cada uno tenías sus particularidades o manías así que ¿Quien era él para juzgarle?. 

Una vez acomodado en el sofá hizo un asentimiento con la cabeza, comenzando a hablar con cierta duda en su voz.

 - Tomaré ese café encantando, señor Doe y descuide, puede tutearme aunque mi costumbre es guardar siempre cierto respeto...ya sabe, deformación profesional. - Hizo un gesto quitandole importancia y luego se centró en sus ojos, aguantandole la mirada y esta vez hablando sin duda alguna. - Necesito los planos de una armadura StRA y quizás comprar una que este en un estado optimo o un conjunto de piezas completo para fabricarla, desde lo más básico, cableado, placas, fibra y que todo este tan limpio como la sala de descontaminacion pre-misión y eso incluye el soporte informático.

- Tambien precisaré de un inyector de datos para instalar el firmware que actualice por mi cuenta y si todo sale bien vendré a por componentes algo mas exóticos para seguir trabajando con la armadura. -

Samuel prefirió tomar la directa una vez comenzó a hablar soltó el chorreo de objetos necesarios y los componentes que podían conformar su extraña petición, gesticulaba de forma lenta y directa como si descompusiese la armadura por secciones mientras hablaba y continuaba mirando a Doe, asegurandose de que mantenía su atención. Finalmente se recostó un poco sobre el sofá y esgrimió una sonrisa encantadora y amistosa que compartía el entusiasmo con el que hablaba de su pedido y encajaba con la pasión de sus ojos mientras las ideas que tenía en mente cobraban forma como si fuera un infante jugando con piezas de un Mecano nuevo.