Partida Rol por web

Era muy temprano pero tenía ganas de ir a volar a lomo de Melyx pero se quedó un rato en el jardín recordando a Aenys, su amado Aenys de quién no pudo despedirse.

Si la princesa de Rocadragón no hubiera estado tan metida en sus pensamientos, se habría dado cuenta que alguien estaba muy cerca y habría evitado esa lágrima que rodó por su mejilla.

-Lady Tully...

Se secó la lágrima y enarcó una ceja, tal vez se hubiera sentido incómoda pero la princesa no lo iba a demostrar más allá de ese gesto que acababa de hacer.

-Me dirigía a Pozo Dragón pero hace un día tan espléndido a pesar del frío. ¿Cómo estáis?

Si había algo que Cesaelyss podía manejar con facilidad, era la diplomacia y además, Anyria no le caía mal como otras mujeres de la corte y además, estaba casada y no intentaba cazar a su padre.

Anyria notó la tristeza que intentaba ocultar la princesa, esa lágrima furtiva que se escapó de su mejilla era testimonio de las que vendrían después. No le causaba mucha gracia ser parte de los que influenciarían en la selección de su esposo, para nada. Si por ella fuera este mundo sería muy distinto.

-Su alteza, espero no importunarla tan temprano… el sueño ha sido evasivo esta noche.

Dejó que secara su lágrima sin fijarse en ella, no era digno fijar la mirada en el dolor ajeno.

-¿Al Pozo Dragón? Sería de gran dicha si me dejas acompañaros, no deseo demasiado la compañía de la soledad esta mañana.

El frío no le gustaba, le hacía acordar al Norte y todas las estratagemas que podrían urdir para quedarse con lo que era propiedad de los dragones, sin embargo sí coincidía con la opinión de la mañana.

-Hermoso día, Majestad… inclusive a pesar del frío.

Deseaba saber más, pero esperaría los andares de la charla.

Cesaelyss no quería compañía aquella mañana, deseaba poder llorar a Aenys un poco más pero a veces uno tiene que hacer lo que tiene que hacer. Miró a Anyria y asintió al tiempo que retomaba el andar lento que las llevaría a Pozo Dragón no muy lejos de allí. No muy cerca pero tampoco tan lejos, dos guardias seguían a las mujeres.

-Vamos, quizás hoy Melyx me deje volarlo.

Respiró profundo, desde que Aenys había muerto, ella no tenía ganas de muchas cosas y volar en su dragón era una de las pocas que disfrutaba pero él sentía su pena y les era difícil manejarlo a ambos por lo cual, la princesa lo dejó descansar unas semanas.

-¿Cómo está vuestro hijo? Perdón pero no recuerdo su nombre... Lord Tully parece muy feliz de ser padre.

Cesaelyss conocía a Tully de toda la vida, tenía casi los mismos años que ella, al lado de su padre y le tiene aprecio en cierto modo pero no tanto como para entrometerse en su vida privada.

-Sé que es pequeño pero ojalá podamos verlo corriendo por los pasillos de la corte, eso traería un poco de felicidad.
¿Los niños traen felicidad, no?

Entonces volvió a pensar en Aenys y lo consideró un idiota por haberse ido sin guardias y sin decirle a nadie; lo consideró un idiota por morirse y no hacerle un montón de hijos rubios.

Anyria caminaba un poco detrás de la princesa, apenas medio paso como para mostrar respeto  a su rango y también porque en su interior entendía que ella no quisiera su presencia. La lágrima había delatado su enorme tristeza, una que la joven esposa de Lord Tully podía comprender más que lo que su majestad supusiera.

-Melix es una hermosa criatura, su Majestad, y como toda criatura con tanta belleza y poder tiene una mente propia. -Estaba refiriéndose a más que al dragón, esperaba que la muchacha captara las referencias, -e incluso así… a veces se necesita un consejo.

Escucha la mención a su hijo, lo que hace brillar su rostro.

-Dralyrian, ese es su nombre. En parte es como vos, su Alteza, tiene una mente independiente. No quiero imaginar los dolores de cabeza que me dará en un par de años.

Anyria sonrié con inmenso amor: si hay algo que apaga todas sus sombras es la presencia de su hijo.

Un poco después asiente a lo comentado por Cesaelyss.

-Con sus tres primaveras ya es demasiado veloz. Y sí, los hijos traen felicidad… tanta que a veces nos hacen olvidar de nuestros yugos.

La miró a los ojos con vehemencia pero dulzura, diciendo interiormente.

“Estoy aquí, sé lo difícil que es… pero estoy contigo, alteza”.

La joven Targaryen caminaba a paso relajado porque realmente no tenía prisa y escuchaba a la mujer. Era joven, quizás no tanto como ella pero era joven y sin embargo parecía tener la vida más clara que ella misma. La escuchó hablar sobre su dragón, era verdad lo que decía y también era verdad que ella lo sabía.

-Conocéis tanto de las personas como de los dragones... ¿Cómo es estar lejos de vuestra gente?

La princesa sentía sincera curiosidad, aunque imaginaba que su padre no la mandaría lejos, también suponía que no la dejaría gobernar. Suspiró, Anyria le inspiraba cierta confianza pero había aprendido desde muy pequeña que no todos son amigos.

-Dralyrian es un hermoso nombre y deseo sinceramente que tenga una larga vida... Que vos podáis ser aún más feliz con los hijos de vuestro hijo.

Se llevó las manos al vientre y sonrió, le habría gustado tener al hijo de Aenys, a los hijos de Aenys pero el destino parecía ser muy cruel a su joven edad. El Pozo Dragón se adivinaba ya a lo lejos, Cesaelyss se detuvo y miro a la joven esposa.

-Creo que mi padre me va a casar con alguien que a él le guste... Y no creo ser capaz de soportar semejante cosa.

La confesión podría sorprender a Anyria pero ahí estaba.

 En cuanto le preguntó cómo era estar lejos de su gente, Anyria recordó a su difunta madre y a sus abuelos Baratheon.

-Es duro, no he de mentir. Podría deciros que me han alejado de los míos a una edad muy temprana para extrañarlos. Aunque sí lo hago –ella no deseaba ser una mujer débil, como había sido su madre, pero eso no quitaba que en las noches estrelladas recordara el alumbrar de sus ojos. -Selysse era el nombre de mi madre, dicen que comparto sus mismos ojos… aunque creo que el tono de mi alma es bien diferente.

En este punto sus seres queridos eran solamente dos: su esposo, Lord Tully y su pequeño hijo. Respecto a este último fue consciente de la forma afectuosa en la que la princesa lo nombraba. Anyria pensó que sería una buena madre si el futuro se lo permitía ya que no era de extrañar que las mujeres muriesen al dar a luz.

-Que todos la tengamos, majestad. Incierto es el destino de los Dragones, tanto de los alados como de nosotros mismos.

Entonces la joven le dijo algo que había esperado oír, era el momento de averiguar más sobre las opiniones de su alteza, tal como su esposo había sugerido.

-Cuando una conoce el amor, el matrimonio por conveniencia se vuelve un verdadero yugo. No voy a mentiros con palabras bonitas, no es mi intención. Pero sí es posible que algo que empezó por mandato se convierta en genuino interés.

Anyria detuvo su paso, ya estaban cerca del lugar de los dragones.

-¿Tenéis noción de quién pueda ser aquel que el rey quiere proponeros como marido?

Primero debía conocer lo que la princesa pensaba, para ello escuchar era un arte que se menospreciaba a veces, en pos de acaparar la conversación. No en su caso, ella deseaba saber lo que la muchacha escondía en su cabeza.

Las palabras de la señora Tully sonaban en su cabeza como un recordatorio de que a veces las cosas simplemente se tenían que hacer por más que costaran lo que costaran. Ella había sido criada para ello, ella iba a obedecer pero eso no significaba que fuera a resultar sencillo para todos los involucrados. Decidió pensar en la familia de Anyria que en ese momento le parecía un tema más amable.

-Imagino que vuestra madre debía ser hermosa, yo no recuerdo a la mía y a veces me da pena que mi padre no se haya casado de nuevo pero supongo que tendrá sus motivos... Prefiero no saberlos.

El otro tema era mucho más escabroso y en su mente, casi innecesario pero no lo esquivó, esbozó una sonrisa sincera pero algo amarga.

-Mi pobre padre... Tiene grandes problemas. Tiene que casar a mis primos y a mí. Cuatro matrimonios que deben ser
beneficiosos para nuestra casa y los cuatro con voluntades fuertes. No va a ser una tarea sencilla.

Ya se podía sentir el calor de la madriguera de los dragones, era muy posible que Melyx hubiera sentido a Cesaelyss bastantes metros antes por lo cual estaría listo para salir en su búsqueda.

-Os seré honesta, no tengo ni la más mínima idea de qué pretenda mi padre pero espero que no sea un viejo panzón y obscuro de algún lugar recóndito... No soportaría eso.

Miró a Anyria con firmeza.

-Antes de eso prefiero la muerte...

Anyria asintió sobre la belleza de su madre:

-Era una joven tan hermosa que esa fue su condena. Mi padre utilizó los recursos más viles para conseguir tenerla bajo su dominio. No os engañéis; él la amaba de esa manera egoísta en que algunos hombres aman.

No le explicó a la princesa cómo ella, sin saberlo, estuvo implicada en la destrucción de todos los vínculos que unían a Selysse con su vida anterior, pero nadie sabía aquello excepto Lord Tully, solo su esposo conocía el cargo de consciencia de semejante acto. Era una niña e idolatraba a su progenitor, solo hizo lo que él había pedido. Le robó unos documentos a sus abuelos, dejándolos en la ruina (ignorante de tal efecto) Desvalida de cualquier oportunidad de enfrentarse al mundo desde la miseria, su madre había vuelto al lecho de su captor. 

-Los padres creen saberlo todo, cierto es que nadie tiene tal conocimiento: ni siquiera los más sabios maestres. 

La risa de Anyria voló sincera desde sus labios cuando dijo lo del anciano panzón. La sinceridad crea momentos especiales, también hace crecer la confianza. 

La Targaryen de cabello de ébano siente ya el calor que indica la proximidad de los dragones. Quiere terminar de decir algo antes de que Melyx atraiga toda la atención de la princesa. 

-¿Y qué opinaríais de otros candidatos? ¿Habrá alguien, en la familia, que no os espante?

No quiere dejar la pregunta sin aclarar:

​​​​​​​-No hablo de amor, al menos no al inicio, sino de un pacto de convivencia y protección. Mi princesa... el viento frío del Norte trae malos augurios. 

Cesaelyss era muy buena escuchando, quedándose con detalles que en algún momento podrían ser útiles. Sintió una mirada sobre ellas, posiblemente lady Tully podría sentirla también pero no hubiera sido raro que alguno de los entrenadores de fuego las estuviera vigilando desde la entrada a Pozo Dragón. La princesa hizo caso omiso de la situación y se sentó sobre una roca cuál si la charla se fuera a extender por mucho.

-¿Los hombres aman?-Cesaelyss sonrió con incredulidad.-Tal vez a sus posesiones y objetos, tal vez a cosas que no pueden tener y cuando pueden pasar a ser algo más que simplemente está ahí. Tal vez sólo creen que lo hacen como Aenys...

Era claro que a la princesa el amor de Aenys le había causado un cierto rencor además de una gran herida. Los ojos casi violetas transparentes de la joven Targaryen se clavaron en los de la morocha.

-Tuve un sueño... Y mis sueños suelen cumplirse con apenas diferencias, dónde me caso con dos hombres al mismo tiempo. Uno es tostado por el sol, fuerte, casi salvaje pero amable y el otro... El otro es muy parecido a Aenys, el pelo casi blanco, ojos azules intensos, elegante, frío, pero el mejor amante. Entre los dos, me hacen cinco hijos, dos de ellos son gemelos y los únicos que sobreviven... Una locura, ese sueño es una locura.

Se encogió de hombros y la miró asintiendo.

-No tengo idea de qué hará mi padre, no me gusta nadie cercano, se lo dejaremos a los dioses, mi lady... ¿Vos qué harías? ¿A quién elegiríais?

 Anyria era consciente que seguramente estarían siendo observadas: cuestión de pertenecer a las altas jerarquías y estar acompañando justamente a la princesa. Pero ella se sentía en confianza de preguntar tales cosas, si luego tuviese que callar otras, se aseguraría de no meter la pata.

La aclaración de su Majestad sobre el amor de los hombres era, en parte, acertada.

-No niego que hay seres así, mi propio padre era uno de ellos. Era también una persona que me supo criar y me dio fortaleza: un buen padre, un pésimo marido –la imagen de su afectuoso esposo llenó pronto su mente –pero Lord Tully… sí, mi señora, los hombres pueden amar poniendo la vida de su pareja antes que la suya propia.

Su mirada era decidida sobre ese asunto.

Entonces escucha sobre el sueño, parece tan lleno de detalles que se pregunta si no hay más tras aquel que solo una recorrida fantasiosa de la mente.

-Dos amores: ¿será que se presentará un cruce en vuestra historia? ¿Tal vez es que se os da un vaticinio de futuro? Si pudiéramos solo saber cuáles escalones nos llevan a los mejores torreones y cuáles nos harán caer de forma estrepitosa hasta la mazmorra más profunda.

La morocha escucha la inquietud de la princesa, recuerda lo que le dijo su esposo, en quien ella confía, y actúa en concordancia:

-El sobrino mayor del rey… tal vez, y enfatizo los vocablos, podría tenerlo en consideración. ¿Qué os parece la idea? ¿Podría ser uno de los hombres del sueño?

No era fácil lo que les tocaba vivir pero lo cierto era que habían sido criados para ser las cabezas de una casa y de un reino, no había manera de que las cosas fueran diferentes.

-Me alegra saber que tenéis esa suerte después de lo que debe ser haber sufrido lo de vuestra madre. Sé que mi padre tiene en alta estima a Lord Tully y seguramente que a vos también.

Entonces la princesa reparó en que posiblemente no era una casualidad que Anyria estuviera allí pero realmente no le molestaba, de una u otra manera su padre se iba a enterar de lo que ella quería o no hacer. Muy a lo lejos, un hombre con capucha a la entrada de Pozo Dragón las observaba pero podía estar mirando cualquier cosa, además, seguramente era un entrenador o no podría estar ahí.

-Mi primo...-Cesaelyss sonrió con cierta amargura.-No dudo que él estaría encantado de casarse y ser el rey, lo que yo no sé es si entendería que la reina seré yo porque no pretendo ser la consorte de nadie, si me entendéis. Raegon tiene muchas mujeres, no sé si es capaz de soportar el peso que sería desposarme... Y es, posiblemente, de los dos, con el que peor me llevo.

Zuntar no estaba en consideración.

-Por siglos mi gente se ha casado entre sí, supongo que no es una locura. Aenys era sobrino segundo de mi padre, así que habría sido casi lo mismo. Supongo que mi padre está pensando en Raegon. Me negaré tanto como pueda... Su dragón y el mío se arrancarían la cabeza.

El hombre que las miraba ahora lo hacía fijamente sin ningún reparo pero en un instante que Cesaelyss se giró a ver a lady Tully, ante los ojos de esta se esfumó.

 -Gracias vuestra Majestad –dijo Anyria con honestidad al respecto. A ella la princesa le caía bien, realmente deseaba su felicidad y protección, el problema era que a veces ambas cosas no necesariamente iban mano a mano.

Mientras Cesaelyss comentaba sobre la elección de la morocha, ella observó a uno de los encapuchados observándolas. No tenía por qué ser un signo de amenaza, pero Anyria empezó a estar más atenta a su entorno.

-La entiendo, y creo que debería dejárselo en claro la primera noche.

La mujer si tenía poder, como era el caso de la princesa, podría no ofrecer a su esposo el tesoro que guarda entre las piernas. Otras, menos afortunadas y más abundantes en este maldito mundo no tendrían la potestad de decir que no.

-Si es un matrimonio por conveniencia hasta no sería malo que no la buscara tan seguido. Pero… si una quiere formar lazos, pues la monogamia es preferible.

La mirada de pena de Anyria tuvo que ver con su madre: “¿a quién habrás amado y te fue negado por el destino, y por mi insensatez?”

Con las siguientes palabras, la morocha vio de nuevo esa mirada inquisitiva del hombre. No le gustó nada, así que interrumpió a la princesa. –Majestad… shhh un pajarillo está escuchando.

Cesaelyss se guardó algunos pensamientos, si bien Anyria le inspiraba confianza, ella sabía que realmente no debía entregarse tan abiertamente a la primera, lo había aprendido de Aenys.

-Cualquiera que sea el afortunado, va a tener todo muy claro, mi lady.

Sabía cuál era su papel en aquel reino así que por ese lado no tenía duda alguna.

-Sera un matrimonio por conveniencia y espero que tan serio para él como para mí, no voy a permitir que mi esposo ande retozando en otros lechos. Eso sí que no...

Entonces la joven princesa escuchó las palabras sobre "el pajarito" y sonrió con displicencia.

-Tranquila, hace días que me sigue... Yo creo que es sólo un enamorado, no ha intentado más pero mi guardia lo sabe. Aquí no tendría oportunidad de nada, Melyx se desharía de él antes que pusiera un pie frente a nosotras...

En las palabras de la princesa Targaryen, Anyria podía ver realmente no sentía miedo. La rubia clavó sus ojos en los de lady Tully.

-¿Me ayudaríais a salir por unas horas antes de la cena?

No le dijo para qué ni cómo pero parecía ser algo de suma importancia.

A Anyria le gustó la forma en la que la princesa dejó en claro que ella seguiría teniendo el poder, más allá del matrimonio. También fue de su aprecio el que no se mostrase indiferente a las personas que fueran a compartir el lecho de su esposo, lo quisiera de verdad o se hubiera unido solo por un pacto confirmado por terceros. "Se merece algo mejor que un mero pacto, realmente se lo merece..."

Respecto a la sospecha del pajarillo, su comentario deja más tranquila a la joven. Además, es verdad que el dragón de Cesaelyss daría buena cuenta de cada hueso del susodicho si intentaba alguna cosa.

-Grandiosos guardias son los dragones: no hay mayor poder en todo Poniente.

Para cuando la princesa le pidió aquello de salir por unas horas antes de la cena, ella ni se lo pensó.

-Por supuesto, contad conmigo my lady.

Le agradaba la chica, en su interior albergaba la esperanza de que su vida fuese más buena que mala, eso era suficiente en un mundo tan cruel a veces. Así que intentaría darle una ayuda en lo posible siempre que no perjudicara con ello a su amado esposo, sobre todo porque Lord Tully también estaba velando por la seguridad de los miembros de esta casa.

A Cesaelyss le había llegado un mensaje, uno muy misterioso de la mano de un pequeño niño la noche anterior y se ll había guardado como un secreto pero no podría salir sola porque eso pondría en peligro a toda su familia y realmente quería a esa parvada de rubios insolentes.

-Bien, tengo una idea de cómo salir del castillo sin ser vistas... Yo os necesito allí como coartada. Si alguien nos descubre, podríamos decir que quiero hacerle un regalo a vuestro hijo y que tenía que ser muy personal.

La Targaryen sonrió.

-Por supuesto que quiero hacerle un regalo a vuestro hijo y a vos, además, quiero pediros algo: Si mi padre decide que yo sea la reina, necesitaré vuestros servicios y los de vuestro esposo. ¿Podríais hablarlo con él y avisarme si están de acuerdo?

Cesaelyss tenía una cierta vista poética de la libertad y la lealtad.

-Os espero en mi habitación ni bien empiece a oscurecer, no nos tomará mucho tiempo. Estaremos de vuelta para la cena... Usad una capa, necesitamos pasar desapercibidas.

 Escuchaba atentamente lo que la princesa le estaba comentando, la necesitaba como coartada y Anyria estaría allí, asistiéndola como ella lo precisara siempre que no fuera en contra de los designios de su marido. La mención sobre su padre, el rey, y el contactar con Lord Tully a fin de pedir los servicios de ambos si ella era designada como reina, provocó en la morocha un asentimiento vehemente.

-Mi señora, contad conmigo y con mi esposo. Toda la capacidad suya siempre obrarán para vuestro bien y el de la Casa de los Dragones.

Anyria anotó mentalmente lo de la capa, el lugar y el tiempo de encuentro. Se inclinó hacia adelante, en señal de cortesía, diciendo:

-Su alteza, sus palabras son órdenes para mí, pero de las que llevo con gusto. Así será hecho, os agradezco vuestro voto de confianza. Respecto a mi hijo, no hay mayor obsequio que vuestra visita.

Si la princesa no necesitaba nada más retornaría junto a Lord Tully para informarle lo hablado.