El gran salón estaba perfectamente jalonado, los sirvientes iban y venían acomodando todo para que nada estuviera fuera de lugar. De hecho, el humor del rey Aegon dependía mucho de lo que aconteciera en el gran salón pero nadie estaba enterado de para qué ella era aquella cena tan especial, sólo sabían que estaría reunida la familia completa, así como los servidores más leales del rey: su consejo entero. Algunos nos tan leales como los propios sirvientes pero de momento el miedo al rey y a sus cuatro dragones era suficiente para mantenerlos leales. Los cuatro sobrinos eran muchachos queridos, habían llegado a vivir con el rey Aegon desde que había muerto su hermano, la esposa y la hija mayor de estos. Los tres ya eran casi unos hombres y la joven una señorita.
Había paz en el reino pero Aegon sabía algo que ellos no y por eso los había convocado a todos a aquella reunión pero nadie sabía de qué se trataba pero todo el mundo estaría a tiempo o al menos eso era lo que se esperaba; entre los Targaryen siempre había un rebelde o una rebelde y Aegon tenía que empezar a poner orden en casa o todo se le iba a salir de las manos. El lugar estaba espléndido, el tema monetario no era un problema para los Targaryen, los Tully y los Arryn seguían siendo fieles a la corona y los atisbos de rebeldía venían más bien de el helado Norte que por aquellos días parecía haberse extendido hasta Dragonstone por lo cual el fuego crepitaba con fuerza iluminando todo con una tenue luz cálida.
Los músicos estaban listos en el fondo del salón pero aún esperaban al director que estaba retrasado, los soldados apostados en las puertas se mantenían impávidos viendo el poco movimieno que en general había en el castillo, ya el maestre Willhem había sido visto en su taller pero se había retirado a sus aposentos tras la visita de una misteriosa dama, lord Susurros se encontraba también pero nunca sabían si estaba con el rey, la princesa o por allí en los sótanos del castillo con alguno de sus informantes. La diversión había provocado que un par de Capas Blancas no estuvieran allí y que Ser Arryn tuviera que ir a buscarles, iban a tener un buen castigo.
La noche era fría, se obscurecía cada vez más pero era clara en el cielo con sus muchas estrellas, las banderas de los Targaryen ondeando en lo alto de las torres y un silencio que a veces se desgarraba a grito de dragón. A veces la noche quería sangre.
La vida parecía marchar bien, todo estaba en orden, habían superado la pelea con los verdes y aunque creía que eso zanjaría cualquier incoveniente, sabía que en el fondo no sería así. Aegon no estaba viejo, no se sentía viejo pero sabía que tenía que poner muchas cosas en orden y debía empezar por su hija y sus sobrinos, finalmente, los muchachos eran como sus hijos pero ¿cómo decidirse por uno de ellos? ¿Cómo dejar cubierta y a buen seguro la vida de Cesaelyss? Eso sería lo más difícil de conseguir, seguramente mucho más que conseguir una esposa para él que le diera un hijo al cual seguramente no lograría ver en el trono. Estaba sentado en el fondo del salón, en la parte más obscura, tanto que ni los sirvientes reparaban en él o si lo hacían, pretendían no verlo.
Le gustaba observar las corridas de los sirvientes, cómo el salón se iba transformando todo para recibirlo a él y a su familia. Cierto era que tenía más debilidad por unos que por otros pero ¿qué padre no hace diferencias entre sus hijos? Lo importante era que la sangre siguiera siendo pura. Desde allí los vería llegar, desde allí analizaría a cuál le daba lo mismo lo que tuviera qué decir y a cuál lo pondría de malas haber llegado sin que el gran rey estuviera allí. Hizo una reminiscencia a la muerte del mal llamado Rey Loco, por suerte a él lo cuidaba ser Arryn, un muchacho capaz y leal, ¿lo era?
Desde allí pudo escuchar a Kronos, su dragón... Estaba inquieto y no lo culpaba para nada, además, ese maldito frío.
Anyria se hallaba acompañando a su esposo en una reunión de suma importancia como parecía ser aquella.
Lord Han Tully no era ajeno a los arranques de carácter que podía presentar el regente cuando las cosas no salían como él esperaba. Y, por lo visto, este evento era importante para el rey Aegon, por lo que debían estar allí, sin falta alguna. También era necesario llegar a tiempo, capacidad de la que carecían algunos (o simplemente es que gustaban de ser rebeldes).
No era su caso: la rebeldía porque sí le parecía una pérdida de energía y un gasto de tiempo. Así que se presentó a horario, vistiendo el negro vestido que solía llevar a las galas, el cual hacía juego con su cabello de ébano, signo de la herencia de su madre Baratheon. Sobre su cabeza portaba un adorno dorado que mezclaba las astas con la cola de dragón, pues su padre había sido un respetado guerrero Targaryen, de cabello dorado casi blanco, clásico de esta casa. Las faldas se superponían en varias capas oscuras, pero con un laminado ocre. El corset tenía el mismo estilo.
Grandeza, eso era lo que estaba transmitiendo: pues no solo era de noble herencia sino la esposa del Encargado de la Casa de la Moneda del Rey.
El salón estaba impecable: las antorchas ondeaban sus llamaradas por cada rincón, los sirvientes y los músicos se encontraban prestos a actuar en cuanto les fuera indicado.
Esperó que su esposo se presentara al rey, luego hizo lo mismo con la marcada reverencia que se esperaba. Ella era hija de un Dragón, de un héroe de guerra, pero también de la Casa del Ciervo, no lo debería olvidar nunca. Su Majestad se hallaba sentado en un rincón oscuro, por ello solo lo vio cuando su esposo le indicó el sitio.
-Majestad –dijo, un saludo breve pero oportuno para no hacer perder el tiempo a nadie dado que el asunto a tratar parecía requerir de ir a lo vital, sin tanto protocolo pomposo. Luego buscó asiento junto a su marido, desde lejos le llegó el sonido de uno de los dragones así como el ulular del viento.
“Hace frío, debería haberme puesto un abrigo sobre mi vestimenta. Me es raro en esta época, tal vez sea mi imaginación… tal vez siempre ha sido así.”
El pequeño hijo no los acompañaba, había quedado al cuidado de una de las niñeras del castillo.
:) corregido.