Partida Rol por web

Valar Morghulis (+18)

Dragonstone

Cargando editor
09/09/2023, 18:32
Aegon Targaryen VII

Después de muy pocas preparaciones y algunos besos que tendrían que esperar a mejor momento, a buena hora de la mañana la pareja dejó atrás el castillo. La cabalgata dentro de la ciudad no duró mucho, claro que más de un par de ojos se posaron en la pareja pero nada de qué preocuparse, ¿o sí? Lo cierto era que ella no estaba preocupada por eso, sino por cómo fueran a encargar a su padre. Era mayor, sí. Pero no dejaba de ser el rey al que iban a enfrentarse y miró a Lewyn, sus argumentos no eran amor o al menos no aún. Claramente sus argumentos eran políticos y siempre podían casar a Alys con el hermano de Lewyn, bueno, sólo si todos aceptaban. Miró hacia atrás antes de dejar la ciudad, no sería fácil.

El camino a Dragonstone era demasiado conocido para ella y apenas unos segundos después de que finalmente dejaran la ciudad y se adentraran en ese camino de tierra, ella escuchó el característico sonido de un aletear, sonrió. Se sabía fuerte y capaz pero cuando su dragón estaba cerca, era la más poderosa del mundo.

-Tenemos compañía... 

Levantó la cabeza y señaló el vuelo del dragón, aunque sabía que no era necesario pues Lewyn lo vería de todas maneras. Ella sonrió, el sol daba en su rostro y tenía las mejillas enrojecidas por el frío; miró a Lewyn y le guiñó un ojo. Si un día él reunía el calor, podían volar a lomo de Hydra pero eso tomaría tiempo, no dudaba de su valor pero era difícil asimilar que ese animal alado no te iba a convertir en asado ni bien te le acercaras. Después de un largo rato, finalmente vislumbraron el puente que los llevaría hasta el castillo. Para esas alturas ya alguien debía haberle avisado a su padre que estaba ahí pero no le preocupaba en absoluto.

-Bien, aquí vamos... ¿Estás seguro que quieres hacer esto?

Lo miró fijamente a los ojos. Ella estaba muy segura pero sabía que podían ponerse en peligro si su padre no aceptaba lo que iban a decirle. Pronto se dio cuenta que en el castillo ya los habían divisado, el estandarte de la familia ondeaba en lo alto anunciando la presencia de su padre. Los soldados se habían dispuesto a la mitad del puente para recibirlos y atenderlos. 

Tras la respuesta de Lewyn, la princesa se apeó y le entregó las riendas de Jem, que esperó lo mismo del príncipe. Ella lo hubiera tomado de la mano pero no, aún no era momento de revelar lo que habían ido a hacer allí. De inmediato preguntó por su padre, estaba en una reunión con caballeros para ultimar los detalles del torneo y los vería pronto en el salón al cual los condujeron. Después de un rato, los pasos de Aegon resonaron con fuerza en los abrillantados pisos de aquel lugar.

-¡Vaya, no esperaba para nada está sorpresa! Bienvenido a Dragonstone... ¿Ha sucedido algo?

El rey miró a Cesaelyss con suspicacia pero los invitó a sentarse. Ella fue la primera en sentarse frente a él, le sonrió y entonces estiró su mano hacia Lewyn para sostenerla. Aegon arrugó el ceño. Su cara comenzó a tornarse rojiza, había una tensión que era posible cortar con una daga. Aquello no le estaba gustando para nada.

Cargando editor
14/09/2023, 02:02
Lewyn Martell
Sólo para el director

Rocadragón era la antigua sede de poder de los valirios, su refugio y antesala para el dominio del continente. Nunca había estado dentro de la isla, pero si la había visto desde lejos. Y ahora sabía por qué: el lugar estaba celosamente guardado.

Se maravilló de lo que vio. El estilo arquitectónico era sin duda antiguo, solemne. Sabía que los targaryen habían engalanado la isla durante los sucesivos reinados, ya que el heredero sostenía habitualmente el título de príncipe de Rocadragón. Durante la Guerra de los Peldaños, aquella había sido la sede de la rama cadete de la casa, que había iniciado la famosa Danza de Dragones. Durante aquellos años, Dorne había aprovechado para reafirmar su independencia, así que el periodo de mayor confusión de la dinastía valiria era, en realidad, uno de los de mayor gloria de los príncipes de Lanza del Sol.

Ella le preguntó si él deseaba hacer eso. La palabra "deseo" no encajaba realmente. Necesidad y circunstancias era más bien lo que le había movido a pedir esa audiencia. Saber que el asunto era complejo, que otros actores se estaban moviendo con extremada rapidez o que el propio rey tenía sus ideas acerca de a quién debía entregarle a él en matrimonio, y a quién a la princesa Cesaelyss. Sin embargo, sonrió brevemente cuando le preguntaron aquello. Debía destilar confianza. Aunque aquella confianza fuera a suponer su perdición, o la de ambos. Habría de procurar que no fuera así.

Descendió de su caballo dorniense, cuya raza parecía más bajita (aunque más estilizada y elegante) que los caballos norteños. No era de buen nacido estar montado delante de un monarca en aquellas circunstancias.

El aire fresco le golpeaba el rostro, mezclado con aquel salitre marino. Le recordaba a casa, durante los días de tormenta. El rostro del rey reflejaba preocupación y algo de enfado. Obviamente, si no había permanecido en la corte hasta el torneo es que debía tratar otros asuntos, o que no quería ser molestado. "Ahora, Lewyn, demuestra de qué estás hecho". Estrechó su mano con una breve sonrisa, afectuosa como la de un hijo o sobrino. Luego, respiró hondo y miró un momento la fortaleza que estaba tras el rey, y los impresionantes dragones. El sur no tenía nada parecido, pero si tenía parte de aquella vieja magia que el norte estaba comenzando a olvidar.

-Disculpad mi impetuosidad, majestad. No queríamos molestaros, pues sin duda tendréis motivos más que sobrados para alejaros momentáneamente del ajetreo de la corte.

Un toque de miel siempre era necesario. Pero en esas circunstancias no convenía llevarlo más allá. No si el interlocutor estaba de malas. Se asomó un momento para ver el mar, como si estuviera en confidencia con el señor de los siete reinos.

-Veréis -carraspeó- Como dije ayer mismo, es mi firme intención que nuestras dos casas se ayuden y se apoyen de manera estrecha. Admito que soy un recién llegado, pero hasta mí llegan numerosos rumores sobre conspiraciones, e incluso de potenciales traidores hacia la corona -dijo esto con seriedad- Las voces que hablan en los corredores de palacio y los callejones de Desembarco del Rey hablan del frío norte, pero también de ocultos partidarios de sangre valiria...

Se giró un momento para mirar al rey, componiendo un asentimiento.

-Escogí bien mis palabras en nuestro encuentro a mi llegada, majestad. Se que podían parecer... lisonjeras. Pero nada más lejos de mi intención. La corona necesita reafirmar la estabilidad de la que ha hecho gala durante estos largos años. Y la estabilidad, como bien sabéis, solo se alcanza con la cierta derrota de los enemigos.

Parpadeó. Debía saber como afrontar la gran revelación. Hacerlo de un modo que expresara su firme voluntad, pero sin caer en la chulería o en el insulto. Les gustara más o menos, la corona real reposaba, de momento, sobre las sienes de Aegon. Bastaba un gesto de su mano para que los guardias les prendieran. Para que les cortaran la cabeza. Sin embargo, un rey sabía bien lo que podía y no podía hacer. Él era un líder popular en el sur, un líder ciertamente nacionalista, orgulloso de sus raíces. Un acto desproporcionado contra él podría llevar a su tío, o a la propia Wylla, a alinearse con los enemigos de la corona en el momento más inoportuno. En el momento que más daño pudiera hacer a las armas reales. De un aliado, podría pasar a ganar un poderoso enemigo.

-Vuestra querida sobrina me abordó anoche, de manera un tanto intempestuosa. Un carácter, he de decir. Bella, sí, aunque caprichosa y altiva. Todo un partido, sin duda -el rey sabía perfectamente a qué se refería- Me honráis, majestad.

Parpadeó, ahora mirando en dirección a Cesaelyss.

-Aunque sin duda debo confesaros que esperaba que la alianza fuera un paso más allá. Y no soy el único. La princesa Cesaelyss es una digna sucesora. Imagino que como buen padre lo sabréis, aunque también como buen padre tendréis depositado en ella unas aspiraciones aún más elevadas. Con vuestros mejores deseos para que ella pueda hacerse cargo de la corona en un futuro -recalcó eso, habida cuenta de que le había llegado rumores de que podía ser lo contrario- Yo lo creo también. Es nuestra mejor opción.

Carraspeó brevemente, ordenando sus ideas.

-No obstante, a mí, personalmente, me agradaría que ella no quedara anulada por un matrimonio con un señor "fuerte". Ya sabéis. Resulta paradójico que yo os diga esto, cuando podría equipararme con la cabeza de los Stark, los Frey o los señores de Altojardín. Pero estos días, he tenido ocasión de conocer mejor a vuestra hija -aclaró, aunque sin caer en la excusatio non petita- Ya que habéis tenido a bien delegar en ella el papel de cicerone y maestra para enseñarme y guiarme a través de vuestra complicada corte.

Sabía que en ese momento clave, el rey podía mandar quemarles con fuego de dragón si en algo se hubiera sentido ofendido o ultrajado. Pero como rezaban las divisas heráldicas, la fortuna favorecía a los valientes.

-He tenido ocasión de hablar con la princesa, y aún de compartir con ella deportes y aficiones. Y como os digo, es una gran dama digna de vuestra casa y linaje -asintió, despacio- Así que, me he puesto a su servicio, majestad, y por ende al vuestro.

Lo dijo de esa manera tan caballeresca, porque cuando quería podía ser un cabrón muy político.

-La princesa y yo lo hemos hablado. Hemos comenzando a cultivar entre nosotros amistad, fidelidad y admiración. Ella me ha hablado de sus problemas, y yo quisiera que vuestra majestad me hablara también de los suyos. Porque hemos acordado, la princesa aquí presente y yo... -se separó ligeramente, para resultar más formal- Solicitaros la venia, majestad, para que confirméis algo que es notorio que está surgiendo entre ambos. Es nuestro deseo querer unirnos, para así poder ayudarnos mutuamente en un presente que se antoja sombrío, y un futuro que parece incierto.

Hizo un par de precisiones sobre todo eso, para dejar clara la postura.

-No soy un loco ni un suicida, mi señor. Soy consciente de que tendríais otros planes, y el asunto de vuestra augusta sobrina me lo confirmó. Como dije, la consideración me honra. Aunque preferiría, a ser posible, que mi querido hermano gozara del honor de esa unión. Él también es alguien temperamental, pasional e irreductible. Se que harían una excelente pareja.

Siguió, antes de que alguien pudiera interrumpirle.

-Como os digo, no soy un loco ni pretendo serlo. Soy un político, un guerrero y... solo a veces, un poeta. Quizá es esa vena la que ha despertado en mí un deseo, un proyecto. Vuestra hija está falta, o así lo veo, de algunos apoyos fuertes, de gente versada en el complicado juego de la política. Un juego que será necesario ahora, mañana y en el futuro más lejano...

Se acercó a la princesa y tomó una de sus manos. Lo hizo obviamente de una manera galante, nada soez ni territorial. Pero quería que quedara claro que ambos estaban empeñados en unir sus destinos. Que entre ellos mediaba un creciente cariño, por no llamarlo amor.

-Bien. Le dije a la princesa que yo deseaba ser ese hombre. Quiero, mi señor, que ella llegue a reinar en el futuro tomando las decisiones y riendas de los Siete Reinos. Y como ese es un dificultoso y arduo camino, necesitará a su lado un aliado permanente. Alguien que la ame y la respete, tanto como que sea capaz de darle consejo, de protegerla y guiarla cuando la oscuridad, la perfidia y la traición amenacen el trono.

Se puso al lado de ella, tratando de hacer frente común. No sabía si ella diría algo, pero él concluyó de esta manera.

-No queremos contrariaros, majestad, si no serviros mejor. A vos y a los siete reinos. Y nos parece que esta unión es la mejor manera de hacerlo. Y además, señor, congeniamos bien. Nuestros carácteres parecen complementarios, así como nuestras aficiones, nuestras mentes, nuestros deseos de futuro... -ve frenando, Lewyn- Y como os digo que no soy un loco, hemos venido para decíroslo. Porque queremos, necesitamos, que nos apoyéis en esto. Porque no puede ser de otra manera si no es así.

Respiró hondo, mirándola a ella un momento, luego al rey. Todos estaban nerviosos, pero extrañamente él no lo parecía.

-No quiero ofender a vuestra majestad, ni al trono de hierro. Si juzgáis que este nuestro deseo no es digno de las necesidades de los Siete Reinos, sabed que no tendréis en mi un enemigo. Estoy dispuesto a marcharme a Lanza del Sol, como si nada hubiera sucedido... -le daba una falsa sensación de poder al rey para tomar la decisión- Aunque siempre sabré en mi corazón que lo correcto habría sido dar este paso. Volvería a mis tierras, y haría oídos sordos a lo que dijeran vuestros enemigos. Su proyecto de futuro, sabed que no despierta mi interés. Solo una monarquía fuerte es capaz de unir a reinos tan dispares y enfrentados entre sí. Así ha sido desde la llegada de vuestros antepasados, y así debe ser.

Apretó la mano de la princesa, brevemente.

-Así que, os imploramos, majestad, como hija y súbdito, que veamos todos más allá de las presentes dificultades. Más allá de las traiciones y las dagas que vuelan. Y sorprendamos, precisamente, a esos enemigos para que se desenmascaren...

De repente, la cosa tomó un cariz totalmente distinto.

-Estoy dispuesto, si vuestra majestad le parece apropiado, continuar con una pequeña charada. Si la princesa y yo uniremos ambas casas al final, podemos entretanto ayudaros para desenmascarar a vuestros peores y más peligrosos enemigos. Utilizar el engaño y la duda, sobre el tema de la mano de la princesa y el futuro del reino, para desenmascararles. Para asegurarnos que caigan en desgracia. Allanaríamos así el camino de vuestro reinado, y el de mi señora la princesa cuando llegue el momento.

Ahora no parecía un loco enamorado, si no un político astuto que le proponía al rey un trato difícil de rechazar.

-A eso estoy dispuesto, mi señor, con tal de servir a la corona.

Cargando editor
22/09/2023, 14:55
Aegon Targaryen VII

Aegon no esperaba visitas, no estaba listo para ello y menos para lo que venían a decirle aquellos dos. En principio no entendía mucho, especialmente porque Lewyn tenía un discurso intenso, firme pero que no dejaba ver en sus principios hacia dónde iba. Claro que la presencia de su hija podía ser fortuita, ella era la guía de Lewyn pero no; una Targaryen nunca haría nada fortuitamente. Si su hija estaba allí, era porque eso quería hacer y seguramente ella era quien había arrastrado a Lewyn hacia Dragonstone. El príncipe lo saludó con firmeza, con cierta familiaridad y el hizo lo propio, realmente no le desagrada el príncipe, podía decirse que le caía tan bien como si fuera alguien cercano de su familia, tal vez al final de aquel día ya no sería lo mismo.

-Si mi hija os trajo hasta aquí sois bienvenido, así que no tengo nada que disculpar...-espero, pensó el rey.-Sé que sois capaz de vencer más enemigos con vuestra lengua que con vuestra espada y créeme, amigo mío, eso me resulta más interesante que la sangre brotando a borbotones.

Permitió a Lewyn hablar todo lo que quiso, hasta que llegó a un punto más importante porque lo de la alianza contra enemigos en común ya lo tenían y creía que el Martell lo iba a respetar. Lo otro ya era algo que sólo su sobrina sabía, así que sin duda lo había abordado, eso merecía un castigo.

-Si, tiene un carácter complicado pero debe ser cosa sencilla de manejar para un norteño, yo creo que le haría bien incluso...

Y el discurso siguió, asombrando de a poco al rey que veía a su hija desafiante, de pie, esperando que el príncipe hablara, permitiendo que él le contara a su padre lo que planeaban los dos. Las palabras de Lewyn tenían su especial manera de hablar, de halagar, de cuidarse y de cuidar; no le sorprendía que su hija estuviera interesada en él y que precisamente Lewyn no quisiera casarse con su sobrina, todo muy entendible pero..., cuando lo vio tomar la mano de Cesaelyss fijó los ojos de su hija con un profundo reproche, la había educado para obedecer y si conocía bien a esa muchacha, había mucho más que ninguno de los dos iba a decir en ese salón.

-¡GUARDIAS!

Hasta ese momento habían estado solos pero al grito del rey cuatro de ellos cruzaron las puertas.

-Llevaros a la princesa... Hablaré con ella más tarde.

-Padre, permitidme unas palabras.

Pero no, Aegon negó con la cabeza. Tenía que hablar cosas con Lewyn a solas y luego con ella pero a solas, siempre a solas. La mano de Cesaelyss apretó la de Lewyn con fuerza y antes que se la llevaran los soldados que la conocían desde niña, miró a Lewyn con seguridad.

-Os veré más tarde.

Era una frase corta pero sentida, real, nadie se lo iba a impedir. Aegon se levantó tras cerrarse la puerta llevándose a Cesaelyss. Se acercó a Lewyn, algo dentro suyo se había encendido y estaba claro que el rey no estaba feliz. 

-Vinisteis hasta aquí con Cesaelyss a cuestas o ella os trajo a cuestas a vos y los dos son unos inconscientes. ¿Tenéis idea de lo que le harían a ella si nos enemigos la secuestran? ¿Tienen idea alguno de los dos de todo lo que sucede a vuestro alrededor? Vos me ofrecéis a vuestro hermano para mí sobrina y no es mala la idea pero ahora tendremos una enemiga dentro de nuestra propia casa...

Aegon volvió a alejarse, daba pasos por el salón, por suerte no era tan grande. Estaba enojado, eso era evidente, se paró frente a Lewyn con las manos en la espalda y los ojos clavados en el dorniense.

-¿Por qué pensáis que el señor que elegiré para mi hija va a anularla...? Yo no dudo que vos serías un gran rey en su momento y que vuestra fuerza, voluntad y claramente vuestros conocimientos de llevar adelante un reino, serían un gran extra para Cesaelyss... ¿Acaso vosotros dos sabéis con quién deseo casarla?

El viejo rey sonrió. Lo sabían todo, claro que lo sabían y por eso estaban allí. Negó con la cabeza, encontraría al traidor y le arrancaría la vida de un tajo o como fuera. Ya tenía que ocuparse de dos o tres más. Miró a Lewyn de pies a cabeza, tenía que reconocer que el muchacho tenía mucho valor y él tenía que sopesar las posibilidades: sangre pura en el trono o sangre mestiza con habilidades desconocidas.

-Supongamos que os concedo la mano de mi hija... Van a tener el doble de enemigos de los que tienen ahora. Su antiguo prometido murió y eso que era un Targaryen.

Aegon no tenía empacho en hablar de esa muerte como si no tuviera nada que ver. Se sentó y le hizo una seña a Lewyn para que se sentara frente a él.

-Os haré una última pregunta y pensad muy bien lo que vais a responderme... No quiero un intento de mentira, quiero la verdad: ¿Hasta donde habéis llegado vos y la princesa?

El rey aguardó por las respuestas.

Cargando editor
23/09/2023, 03:40
Lewyn Martell

Cuando dijo lo de los guardias, él consideró durante una fracción de segundo sacar la espada, o tirarse por el puente hasta el mar y escapar a nado. Era su parte juvenil y aventurera, que todavía no había abandonado. Pero no podía ni quería hacer tal cosa. Estaba atado, al menos de momento, por el órdago que se había marcado. Ver hasta donde podía llegar, y sobre todo ver qué clase de persona era el rey, más allá de los saraos, las sonrisas y los halagos.

Y efectivamente, tal y como la princesa había dicho, el rey era un tipo peligroso. Muy peligroso. Podía ver a través de sus ojos como maquinaba a gran velocidad, pensando en qué medidas tomaría contra aquellos que se habían ido de la lengua sobre sus planes. Él, sin embargo, se mantenía tranquilo. Con las manos por detrás de la cintura, reposando sobre su espalda entrelazadas con un afán indolente. No parecía que estuviera a punto de sufrir nada inminente contra su persona, o al menos esa era la actitud.

El rey hizo luego una serie de preguntas, y él parpadeó cuando respondió la primera vez.

-Sin duda vuestra majestad sabe mucho mejor que yo todo lo que sucede. Los problemas y los desafíos. Por eso estoy aquí y no haciendo cualquier otra cosa. No estoy reuniéndome con los conspiradores, o secuestrando como decís a su alteza. Soy consciente de que ella debe ser protegida, y no os quepa duda de que la protegeré, con todos los instrumentos que estén a mi alcance.

Dijo aquello sobre sus intenciones, y él sonrió muy brevemente, de forma que no resultara ofensivo ni nada similar.

-Tengo una idea más que aproximada, majestad... -decidió destapar una carta- Rhaegar es un buen candidato, al menos teóricamente. Pero vuestros enemigos, al menos aquellos que adivino en el horizonte, están precisamente... precisamente cansados de esa continuidad. Plantean medidas mucho más extremas. Medidas que desafían a los fundamentos mismos de vuestra casa, y la naturaleza del poder centralizado que se instauró con la venida de vuestro ilustre antepasado, de vuestro mismo nombre.

Esa reflexión le llevó a contestar otra de las preguntas del rey.

-Por eso me uno a vuestra suposición. Sin duda podría ser así en este momento. Pero, imaginad que en los próximos días seguimos con el plan que os esbocé. Que yo intento ganarme a esos enemigos, y averiguar hasta donde llegarán. Que crean que yo formo parte de su círculo. Y luego, en el momento justo, los traiciono. Nos quitaríamos de encima muchos de los problemas que se están fraguando.

Respiró hondo, como evaluando la calidad de aquel aire fresco y salitroso.

-Obviamente, si me comportara como un Stark -la vieja broma sobre su honorablidad- y fuera totalmente de frente, solo me estaría pintando una diana. A mí y a la princesa. Tampoco puedo pretender solucionar todos los problemas de un plumazo. Pero si dejar claro que tanto yo como la princesa podemos ser adversarios a considerar. Gente con la que es mejor... no meterse demasiado. Creo que esa es de una de vuestras aproximaciones sobre todo este asunto.

Dijo eso, como queriendo decir que el rey tenía pensado quitarse a unos cuantos de en medio. Era lo que sus palabras, gestos y actos revelaban a todas luces. Luego sonrió, despacio, como si eso fuera lo más normal del mundo.

-Como sabéis, vengo de un lugar donde las luchas dinásticas, las traiciones y los asesinatos son tan comunes como los camellos y la arena ardiente. Y es justamente eso lo que os ofrezco, a vos y a vuestra hija.

La última pregunta le hizo sonreír brevemente.

-Perded cuidado, majestad. He llegado hasta donde podía llegar para no burlar a vuestra casa y buen nombre. Nadie notará nada, como si no hubiera sucedido cosa alguna. Pero el amor entre hombre y mujer requiere, como bien sabéis, de caricias y demostraciones. Nada que la princesa no deseara. Nada que no la situara en un plano de igualdad, que como veis para mí es importante en esta... llamémosla naciente relación. Todo fue llevado con la debida discreción. Y si yo me retirara ahora, el asunto no pasaría de un juego de niños. En eso, majestad, tenéis mi palabra. Vuestra propia hija os podrá dar fe, si es que ella quisiera hacer tal cosa... -se mesó la barba- Pues si me admitís un pequeñísimo e impertinente consejo, estos actos solo la refuerzan en su deseo para romper con vuestro legado. La misma mano que sujeta la correa debe acariciar cuando se requiere.

Parpadeó, situándose junto al rey casi a la misma altura, a su lado.

-Uno de los consejeros de mi padre, que sin duda recordaréis, el gran maestre Yusuf, que en gloria esté, le preguntó una vez si un príncipe debía ser temido o amado. Baelor el santo diría que ser amado es lo mejor, pero sin duda sus descendientes pagaron el precio. Los ocupantes de fuerte terror os dirán que ser temido hace al príncipe realmente poderoso, y no les falta razón. Pero en realidad, lo que el maestre Yusuf dijo es lo siguiente: "el buen príncipe ha de ser como el buen pastor. A veces castiga, y otras recompensa. Pero con celo ama sin reserva a todo su rebaño, aunque a veces su amor se torne furia cuando es traicionado". Esa es la base de nuestra legitimidad, majestad.

Terminó la reflexión con lo siguiente.

-Por eso he venido aquí con la princesa. Para que veáis que estamos dispuestos a amar y ser amados, tanto como a hacer frente contra aquellos que amenacen las bases de lo que somos. Por eso os estoy diciendo esto y no hemos planeado traiciones o revelaciones escandalosas durante los grandes actos que aguardan. Por eso os digo que no soy un loco, ni pretendo serlo. Solo quiero que vuestra majestad, yo y mi hija, trabajemos en la misma dirección. La dirección que consolidará los siete reinos en el camino debido.

Sonrió brevemente por lo que dijo a continuación.

-Aunque ello suponga que un dorniense aspire a sentarse a la diestra de vuestra hija. Pues aparte del carácter ignífugo de algunos de valirios, he conocido los suficientes casos de matrimonios mal llamados mixtos, para saber que no aportan otra cosa si no aires de novedad y caminos de grandeza. Se tomen o no esos caminos, dependerá siempre de las personas concretas. Pero eso, me temo, es el futuro. En el presente, ya sabéis, o al menos intuís ahora, que las mimbres pueden ser fuertes. Solo hay que procurar que ella aprenda las lecciones que todavía no ha aprendido. Las lecciones políticas, militares y de vida. Creo que es el momento de que veamos qué clase de gobernante puede ser.

Cargando editor
25/09/2023, 16:07
Aegon Targaryen VII

Y ahí estaba, escuchando lo que nunca hubiera querido escuchar. Lewyn Martell había llegado a su casa como el posible esposo de su sobrina, una alianza nada despreciable pero no, él quería a su princesa, su hija y su hija a él. ¿Lo quería realmente o sólo quería pasar por encima de su voluntad? Lo que fuera, estaba allí, ahora encerrada, desafiándolo como si no tuvieran suficientes problemas. Tal vez y sólo tal vez, no debió asesinar a Aenys y entonces ella se casaría con un Targaryen. El rey respiró profundo.

-Sé que vos no os reunís con los secuestradores o enemigos, a lo que me refería es a qué viniendo para acá, solos, sin escolta, pudieron ser presa fácil de estos. Con un grupo de diez hombres podrían llevarse a Cesaelyss y quizás matarte a vos... Y entonces vuestra gente me haría una guerra encarnizada.

Aegon estaba claramente de malas y no era para menos, las cosas ya empezaban a salirse de sus manos y eso no le gustaba. Entendía que Lewyn podía ser un gran rey consorte, que posiblemente lograría que Cesaelyss se comportara de la mejor manera posible. Ella sería la parte apasionada de aquella alianza y él sin dudas sería el diplomático, él que se hiciera cargo de los desastres y realmente la princesa necesitaba un hombre así pero su sobrino tal vez podría hacer ese papel, aunque era cierto que la gente ya estaba harta de la pureza de su sangre. 

-Vos, Lewyn Martell, sabéis hacer gran uso de la palabra y posiblemente sea super necesario para nosotros contar con un rey tan elocuente y capaz... Si, había pensado en Raegon* pero parece que tanto él como vosotros, habéis decidido otra cosa, no sé si lo han pensado lo suficiente.

Se apartó ligeramente de Lewyn, no le molestaba que intentara ponerse a su altura, después de todo en algún momento ocuparía su lugar. Todo sería tan distinto si su única hija hubiera sido hombre. Volvió a sentarse mientras lo terminaba de escuchar al respecto de lo que había sucedido entre ellos. Lo invitó a sentarse con un ademán de su mano, no había vino pero Aegon necesitaba un buen trago antes de matar a alguien.

-Soy viejo ahora, muy viejo, Lewyn pero no soy estúpido. Alguna vez fui joven y reconozco algunos gestos, algunas miradas, algunas maneras. Sé mucho de mujeres aunque hoy en día no sean más que un pasatiempo de placer... Conozco a mi hija como la palma de mi mano. No soy idiota pero no voy a apurar nada aquí, ya hablaré con Cesaelyss... Tu prometida.

Fue en ese momento que Aegon miró a su futuro yerno con cierta maldad, algo que el dorniense no podría explicarse o al menos no en ese momento.

-El buen Yusuf sabía lo que hacía y lo que decía, hoy podéis elevar una oración al buen Yusuf... Si deseais quedaros hasta que yo vuelva, podéis hacerlo. Si preferís volver con la princesa, tendréis que esperar a que yo hable a solas con ella. ¿Qué deseáis, mi apreciado príncipe?

Notas de juego

*Raegon siempre está siendo otra persona jajaja. Le cambiamos el nombre a placer

Cargando editor
26/09/2023, 23:58
Lewyn Martell

El rey estaba cansado y crispado. Era algo que saltaba a la vista. Sin embargo, Lewyn calibró sus respuestas. Parecía que aceptaba (al menos momentáneamente) el hecho consumado. Cierto era que podía castigar, prohibir y separar. Pero era mucho más sencillo ir a favor de un hecho consumado, como el de su relación con la princesa. Esperaba poder ir tirando del hilo de las palabras que había pronunciado.

-Para pensar siempre hay tiempo, majestad. Pero es importante que las primeras piedras que se coloquen para cimentar un buen edificio, sean sólidas.

Había tomado asiento donde él le había indicado. El rey sugirió ir a hablar con su hija, algo que obviamente debía hacer. Lo que le dijo sobre su relación era cierto, pero él optó por la estrategia de sonreír brevemente. Ni confirmaba ni desmentía.

-Prefiero esperarla. Juntos venimos y juntos nos marcharemos. Hay que seguir cimentando un buen edificio.

Compartió la mirada con el rey. Era importante que supiera que hablaba suave, pero podía cambiar de guante: de seda, de esparto o de acero. Según la ocasión lo requiriera.

Cargando editor
28/09/2023, 03:34
Cesaelyss Targaryen

Aegon se retiró, la no negativa de Lewyn le dejó claro que la charla con su hija no sería fácil. Lewyn fue conducido a un salón, no cualquier salón. Él sabía que allí se habían planeado muchas batallas y conociendo a Aegon, no era una elección hecha al azar sino más bien todo lo contrario. Había vino pero la verdad que no estaba la cosa para ello y tampoco había más que dos guardias en la entrada. 

No supo cuánto tiempo pasó, mirar hacia el mar podía parecer maravilloso cuando necesitabas un poco de paz y estar contigo mismo pero no cuando estabas esperando a la mujer que te gustaba, tanto como para hacer aquella locura. El dorniense podía ponerse a pensar si aquello realmente valía la pena. En realidad no pasaron más de dos horas cuando escuchó unos pasos acercarse, la puerta abrirse y una rubia melena aparecer frente a él. El salón no estaba muy iluminado y ella se escondió en su pecho sin darle tiempo a ver su rostro. No estaba seguro pero parecía estar sollozando o al menos la sentía temblar sin que ella se animara a hablarle o no aún. Después de algunos minutos que parecieron eternos, Cesaelyss se dio media vuelta, recargando su espalda en el pecho de Lewyn y mirando en dirección al mar. 

-Ahora estamos comprometidos...

Pero la muchacha seguía temblando, él podía sentirlo y notar sus manos frías que apretaban las suyas en su frente.

-No quiero dormir aquí, si nos apuramos podemos volver a casa... Podríamos ir al palacete de tu tío.

Entonces la princesa se dio vuelta a mirarlo finalmente; no estaba llorando pero lo había hecho y también tenía sangre en la comisura de su boca, además de un moretón en el mentón, de lado por debajo de la mejilla.

-Se lo confesé... 

Cargando editor
28/09/2023, 05:52
Lewyn Martell

La espera fue larga y tensa. Esperaba cualquier tipo de respuesta, cualquier tipo de reacción. ¿Acabaría prisionero en las mazmorras de aquella isla? Lo que era seguro es que había despertado la ira del rey. No obstante, nadie acudió para detenerle, y el propio rey no cruzó otra palabra con él.

Finalmente, la vio aparecer y él se acercó. Le rehuía, y se mostraba apesarumbrada y compungida. Él trató de calmarla, abrazarla. Pero fue en aquel momento cuando ella finalmente se dio la vuelta y mostró lo que había sucedido. La verdad es que hasta ese momento todo había sido un plan. Un plan más o menos firme o alocado. Ahora, aquello era algo personal. La había pegado, quizá no por desobedecerle, o poner en entredicho su "virtud". Sin duda le había pegado por haberle desafiado, haberle contravenido. Por haberse enamorado de un "sucio dorniense". El tema de la pureza de sangre había uno de los centrales en su pequeño "debate".

-No te preocupes... -susurró.

La abrazó fuerte. Era necesario que se derrumbara del todo para poder serenarse realmente. Su estado le provocaba un acceso a las lágrimas, pero también le había enfurecido por dentro. Una de aquellas rabias sordas que no se reflejaba más que en apretar un poco la mandíbula o mantenerse algo más tenso, pero que sin duda anticipaba un proyecto en ciernes. El rey era el que sobraba en aquella ecuación. Y caería, llegado el momento. Caería como que existían los arcianos. La besó como si ella fuera, desde aquel momento, la primera mujer en su vida. Porque lo era.

-Sí, es mejor que nos vayamos. Las paredes tienen oídos aquí.

Procuró que se serenara. La consoló como pudo, con su cercanía, con sus palabras quedas, con su calor. Luego la adecentó él mismo con agua y jabón, y mandó que la peinaran. No debía mostrar debilidad, y menos delante de sus enemigos. Luego, tomaron el camino de vuelta. El capitán de la guardia insistió en protegerles con una escolta, pero él lo rechazó con una sonrisa. El rey todavía no había dado instrucciones en aquel sentido, y únicamente les escoltaron hasta el camino que bajaba por la costa.

Cabalgaron en silencio, evitando a los transeúntes. No obstante, él se detuvo en un pequeño septo a la vera del camino, que en aquel momento se mostraba solitario. Un lugar en medio de ninguna parte. Descabalgó y entró en él, tomándola de la mano. En aquella soledad, pudo decirle realmente lo que pensaba.

-Pagará por lo que te ha hecho. Por muy padre tuyo que sea. Lo juro por los dioses, los nuevos y los antiguos.

Ahora no era el Lewyn de las frases ampulosas, los circunloquios y la política. La miró, y su fiereza se tornó en dulzura. Le acarició el mentón, luego la mejilla, con mano ancha y cálida.

-Me comprometí contigo en el mismo momento en que me recibiste a pie de puerto. No te preocupes. Él me dijo que no le mintiera, y no lo hice. Tú tampoco lo has hecho. De momento, solo de momento, debemos seguir con el juego. Con su juego. Pero hay que preparar nuestro momento. Asegurarnos que tu reinado sea largo, próspero y despejado de enemigos...

Asintió brevemente, como reafirmándose.

-No le ha quedado de otra. No le hemos dejado opción. Lamento que te pegara. Lamento aún más no poder responder a esa bellaquería. Al menos, de momento.

Tomó sus manos, ambas. Bajó la mirada y se permitió mostrarle algo de debilidad, más bien humanidad, tragando saliva.

-Te amo, Cesaelyss. Quiero que lo sepas. Estamos juntos en esto, hasta el final. Mi destino está unido al tuyo.

La miró fija y significativamente. Quería sellar con ella un vínculo más fuerte que los fantasmas de su pasado y los problemas del presente. Un vínculo con propósito de futuro. Le dio un apasionado beso, seguido de un fuerte abrazo. Ella abrazaba también con una fuerte presa, y le hizo sonreír.

-Eso es... tenemos que entrenar esa fortaleza tuya. Porque tienes que ser fuerte, amor mío. De cuerpo y de espíritu. Tu padre querrá quebrarte. Pero no vamos a permitir que eso pase.

Volvió a besarla. Un carraspeo les interrumpió. El septo de aquel apartado lugar, un hombre de mediana edad y vestimentas humildes, había regresado. Seguramente, aquel era un santuario o ermita para las gentes de la comarca costera.

Entonces, cayó en la cuenta de que seguían vestidos como unos perfectos desconocidos. Nada revelaba que eran príncipes de ninguna parte. Solo un hombre y una mujer con cierto aspecto de tener algo de dinero. Y una idea recorrió su mente. Una idea que podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Pero también entre la victoria y la derrota.

-Casémonos bajo otro nombre -le susurró- Aquí y ahora. Él nunca se enterará si nosotros no queremos. Él no va a decidir sobre nuestro futuro. Nosotros lo haremos.

Cargando editor
28/09/2023, 16:09
Cesaelyss Targaryen

En los brazos de Lewyn se podía permitir llorar y ella lo sabía, estaba más segura que nunca y eso que no le gustaba mostrar debilidad ante nadie pero con él todo era distinto y ella creía saber muy bien por qué. Le permitió cuidarla, sostenerla, que diera órdenes para que la peinaran. Posiblemente una vez casados, también haría esas cosas y no había manera de que ella no se sintiera agradecida por ello. 

-¿Cómo podría preocuparme por algo si te tengo a mi lado?

Ante los ojos de cualquier, aquello podría parecer un simple halago, una formalidad pero lo cierto era que Cesaelyss no era jamás condescendiente con nadie, por mucho amor que le tuviera y no lo sería con Lewyn menos que menos por lo que la frase fue real, sincera y sentida. Se sostuvo de su abrazo, se alimentó de él pero no era sólo algo corporal y estaba segura de que él podía sentir lo mismo. Además, estaban de acuerdo que allí no estaban seguros. Lo miró a los ojos mientas ponía una suave mano delicada sobre la mejilla de su amante. Su padre era capaz de todo y por eso debían cuidarse de todos y de todo, ella sabía que lo que había sucedido con Aenys podía ser verdad.

-Las paredes tienen oídos y el rey tiene un látigo muy largo...

Lewyn se encargó de despedir la guardia ofrecida, realmente no la necesitaban pues parecían un par de esposos adinerados pero cualesquiera y eso los mantenía medianamente a salvo. Desde una de las torres de Dragonstone, Aegon observaba la partida de los amantes. Aún no sabían bien cuánta furia habían despertado en el monarca.

Anduvieron en silencio por un buen rato, el camino parecía más amable, quizás por lo que habían dejado atrás: la mirada inquisidora de Dragonstone. Cesaelyss aún tenía en la mente las palabras de su padre sobre no haber educado a una puta traicionera pero creía que en algún momento se le iba a pasar todo ese enojo, ella quería confiar en ello. De pronto se detuvieron y dejó de pensar en su padre, Lewyn la ayudó a apearse y de la mano la llevó adentro de el septon, un lugar donde se sentirían más tranquilos y a salvo, ella sabía que sí.

Ella lo miró a los ojos cuando dijo aquello sobre su padre. Los ojos de Cesaelyss tan azules, tan claros y enrojecidos por llorar, brillaron con un cierto enojo, con deseo de venganza, con cierto odio porque en principio su padre le había arrebatado el amor de Aenys, aún cuando no lo había asesinado y ahora, el rey parecía querer ganar tiempo dejando a la pareja creer que estaba de su lado. Ella no se fiaba.

-Tu juramento es más de lo que necesito...

Le dio un suave beso en los labios y luego miró hacia el frente. Era un depto hermoso, tan lleno de paz y de aquel silencio que unos príncipes como ellos rara vez se podían permitir. Finalmente volvió a mirarlo mientras hablaba, le gustaba ese Lewyn que se alejaba del ser político pero volvía sobre sus pasos porque al final de cuentas ellos eran la política viva.

-Haber sido honestos pudo ponerlo por aviso, pero pudo haberme encerrado y pensé que lo haría... No le conviene, el pueblo me aprecia y sabe que se echaría encima a más de un noble también. Pero tú y yo juntos podemos hacer lo que sea, no me equivoqué contigo, eres digno de todas las reinas que pudieran existir. Sin dudas el mejor de los compañeros y... Mi querido Lewyn, no podríamos responder a esa bellaquería ni siendo reyes pero aunque yo también lamento sus golpes, creo que hay que aceptar que nos ha servido para saber a qué atenernos con mi padre... Creo que él jamás ha estado feliz de que sea una hija y no un hijo quien lo suceda. Por eso quería a Raegon en el trono a mi lado.

Pero todo aquello quedó atrás cuando él la tomó de las manos, cuando él bajó su mirada, cuando pudo ver casi dentro suyo con aquella confesión. Sabía que estaban juntos, que sus destinos estaban enlazados, que ella le pertenecía porque así lo había querido pero las palabras que brotaron de su boca provocaron sus lágrimas, una sensación de poder la invadió por dentro pero no un poder cualquiera, no, un poder que tenía que ver con lo que ambos serían juntos. La pareja más poderosa de Westeros.

-Mi destino es el tuyo, te amo y nadie impedirá que esté a tu lado... Prométeme que no permitirás que el rey te aleje de mi lado. Si tú estás, él no podrá quebrarme. Eres mi fuerza...

Se besaron y se abrazaron, ella con él no tenía miedo. Su padre podría querer quebrarla lo que tuviera ganas pero no lo iba a conseguir, no si él estaba a su lado. Entonces los interrumpieron, la verdad que no lo esperaba pero allí estaban bajo la mirada de un septo que no los reconocería ni en un millón de años. Y las palabras de Lewyn de nuevo, ella sonrió. ¿Era una locura? Lo era pero la vida a veces requería medidas extremas. Ciertamente su padre no iba a decidir por ellos dos y cuando hiciera falta se lo dirían, nada podría separarlos si eran bendecidos por los dioses. Cesaelyss no le respondió a Lewyn pero se acercó al septo y le dijo algo apenas audible para el dorniense, el septo asintió y ella tendió la mano hacia su príncipe y futuro rey. Estaba decidido.

Cargando editor
29/09/2023, 03:17
Lewyn Martell

Sus respuestas le conmovieron. No había dudado ni por un momento que ella era una mujer de gran carácter y visión de futuro. Era por eso que ella, y ninguna otra, debía ser su esposa. Apretó su mano. El sacerdote hizo unas preguntas preceptivas, sobre los motivos que aducían para desear unirse ante los Siete. Evidentemente, se las dieron, aunque acompañadas por una nada desdeñable donación para la ermita y el culto. No se hicieron más preguntas.

El rito del matrimonio entre los ándalos que adoraban a los siete estaba lleno de formalidades y rituales, que sin embargo enmascaraban un hecho realmente simple: los que se daban votos eran los contrayentes, y el septo únicamente estaba allí para guiar la ceremonia y dar fe de los sucedido. En tiempos antiguos se admitían incluso los matrimonios secretos sin supervisión religiosa, pero Baelor el Santo cambió dicha costumbre para asegurarse de que quedara registro de la unión (aunque fuera en el más humilde de los septos).

El sacerdote hizo las admoniciones y leyó los pasajes de las escrituras. Aquellos versos tan bonitos sobre que el amor no se envanecía, que era paciente y que todo lo sufría. Luego, llegó el momento de intercambiarse los anillos y pronunciar los votos. Afortunadamente, ambos tenían anillos de sobra como para cambiárselos simbólicamente en aquella ceremonia. Él no estaba nervioso, aunque pensó durante toda su vida que lo iba a estar en ese momento. Hubo un tiempo en que la idea de casarse, y por lo tanto "atarse" le aterraba. Ahora no tenía ninguna duda, ni ninguna reserva. La miró fijamente mientras pronunció las palabras.

-Con este anillo, os prometo mi amor y fidelidad y os tomo como mi señora y esposa.

Deslizó el anillo con el pequeño diamante en su dedo anular, mientras aguardaba su turno. Esperó a que pronunciara las palabras, ahora si algo nervioso, pero las dijo con gran firmeza. Su dedo pequeño quedó adornado por uno de sus anillos, pues tenía las manos más finas que él. El detalle les hizo sonreír.

-Por el poder que me otorga el sagrado culto de los Siete, yo os declaro marido y mujer. Que lo que ellos han unido, no lo separe el hombre...

Apoyó su frente en la de ella, sonriendo. Comenzaba un largo camino en común, que se antojaba apasionante y peligroso, pero también lleno de amor y pasión. El septo terminó de colocarles el yugo nupcial sobre los hombros, y ellos se rieron, para luego darse un beso.

-Pocas parejas se ven con vuestro amor y devoción -observó el santón- Os auguro un matrimonio feliz y fecundo.
-Gracias, padre.
-Podéis marcharos en paz
-dijo, retirando el yugo.
-Padre, os pedirán en unos días una copia del acta. De forma discreta.
-Por supuesto, por supuesto. Aquí la tendréis preparada.

Se levantaron y abandonaron el templo, cogidos de la mano. Pasearon un momento por el bosque, sonriendo como unos alelados recién enamorados. Riéndose de algunas bromas, haciendo planes de futuro. Ella insistió en que hicieran algo más. Después de todo, era una valirya de pies a cabeza. Así que le llevó hasta un riachuelo cercano, para seguir la costumbre de su pueblo. Tomó sus manos a modo de cuenco, para sostener el agua sagrada, y le hizo meterse en el agua con él.

-Los rhoynar también se casaban en el río -observó él, divertido.

Ella reclamó silencio y comenzó con el ritual. Los hombres libres de valiria se tomaban de mutuo acuerdo según la tradición. Se unían en la sangre y en el fuego. Primero, le aplicó el agua sobre la frente y las muñecas, purificándolo. Luego, tomó su propia daga y se cortó en el labio, dándole un beso para que probara su sangre. Recordó haber leído algo sobre aquel ritual, así que supo qué es lo que tenía que hacer. Tomó la daga y se hizo un pequeño corte en la palma de la mano. Dejó que corriera un poco la sangre, y luego la ungió en la frente, repitiendo el juramento que ella había hecho.

-Sangre de dos, unidos en uno solo. Llama etérea, danza de sombras, dos corazones entregados en prenda. Forjados en catorce fuegos, el futuro preconizado en el cristal. Las estrellas son testigo. Este voto atravesará el tiempo, la luz y la oscuridad.

Ella estaba seria, hasta aquel momento. Y luego sonrió, complacida. Él la miraba, ahora de forma muy significativa. Aquello dejaba de ser una travesura. "Ante los viejos dioses y los nuevos". Recordó el solemne momento en que su padre le bautizó como hijo de la sangreverde y heredero de los Rhoynar. Como habían desafiado al peligro y a la muerte en las enmarañadas ruinas de del Gran Morak, ante los vencidos murales que relataban la gran lucha entre el Viejo Río y el Rey Cangrejo.

-Madre río, aquí está tu hijo, Lewyn, de la casa de Nymerios-Martell. Gloria sea dada a tu infinito discurrir, pues nosotros solo somos tus regatos. Que tu agua una nuestras almas. Se testigo de como Lewyn, tu hijo, se une en uno a Cesaelyss, de la casa de Targaryen, hija del feudo libre de Valiria. Dos almas que serán una, desde ahora y por siempre... -la aupó para levantarla, acunándola entre sus brazos- Desde ahora y por siempre...

Se sumergieron en el agua por completo, durante unos largos segundos. Luego, volvieron a levantarse, totalmente empapados. Él estaba serio pero pronto compuso una enorme sonrisa. Después de aquello, la boda "oficial" delante de toda la corte sería un mero trámite. Una fiesta para agasajar a sus invitados.

Aquello no era Dorne. Al anochecer, la temperatura podía bajar un tanto. Atardecía cuando salieron del río, buscando secarse con las mantas que cargaban en los caballos. Un claro cerca del río les sirvió para encender un fuego, alejados del camino y en medio de un bosque que tenía aspecto de ser un coto de caza o un lugar protegido por una comunidad cercana para obtener leña con la que calentarse.

No lo habían planeado así, pero así es como lo hicieron. Se secaron delante del fuego, deshaciéndose de su mojada ropa. La colgaron para secarla, y luego se abrazaron, compartiendo besos y sonrisas. La humana naturaleza obró su sabiduría, y terminaron tendidos sobre las mantas. Se hicieron el amor, apasionada y desesperadamente, mientras se miraban a los ojos. Entre ellos mediaba un amor y una pasión legendarias. Disfrutaron el uno del otro. Esta vez no hubo reservas ni precauciones. Ante los viejos dioses y los nuevos, el matrimonio quedaba consumado.

A la mañana siguiente, dos personas totalmente diferentes regresaron a la bulliciosa Desembarco del Rey. Una pareja sólida como el acero valiryo, forjada sobre el fuego de un dragón.

Cargando editor
30/09/2023, 02:56
Cesaelyss Targaryen

Después del ritual en el río, que la hizo tan feliz porque él sabía de sus tradiciones y había conseguido tener un verdadero rito de matrimonio, se quedaron a dormir allí y más que dormir por supuesto. La princesa veía aquel anillo dorniense en sus delicados dedos y se sentía feliz. No era sólo poder hacer el amor con él sin reparos, era también ser la mujer que lo acompañara el resto de sus días, lo que Los Siete quisieran. Si, Cesaelyss estaba enamorada y además, creía que él era el hombre perfecto para sentarse a su lado y reinar. 

Poco antes de llegar a Desembarco, ella lo miró y sonrió. Tenían que tomar decisiones y aunque en principio le habría gustado irse con él desde ya, sabía que tenían cosas que hacer para tener a Aegon tranquilo. 

-Supongo que esta noche tendremos un anuncio por todo lo alto. ¿Qué quieres hacer, esposo? 

La palabra esposo la dijo con una sonrisa cómplice y los ojos llenos de ilusión. A la cena estaban invitados todos, incluso sus hermanos y la que había sido mujer de su padre pero ella no estaba segura si él querría decirles antes algo a ellos o darles la sorpresa. De todas maneras, podían volver al castillo y decidir todo allí. Posiblemente Aegon y compañía ya habían vuelto pero eso le importaba más bien poco.

-Mañana tendremos torneo y la capital será una fiesta... También habrá mucha gente que no querremos ver pero creo que podemos con esto. 

La rubia volvió a mirar al frente, allí estaban yendo por un sólo camino pero lista para enfrentar lo que fuera. Le hizo un gesto con la cabeza, lo que él quisiera hacer estaba bien. Ella tenía que ir directo a su casa, sabía que la estaban esperando. 

Notas de juego

Un post más y te cambio de escena.

Cargando editor
01/10/2023, 03:56
Lewyn Martell

Habían regresado al bullicio de Desembarco del Rey. La princesa sería esperada en el castillo, aunque él tenía que arreglar todavía un par de asuntos. Desde que había llegado no había dado casi ninguna información a los miembros de su séquito. Debía hacerlo. Su hermanastro y sus hermanas tenían que saber a qué atenerse en los próximos días. También debía llevarlos a la corte y presentarlos, máxime si esa noche debían asistir a la famosa cena.

-Sin duda hay que regresar al Castillo Rojo. Y me gustaría hacerlo juntos. Pero si me permites, me gustaría pasar antes por el palacete de mi tío. Han sucedido muchas cosas y hay que preparar la cena de esta noche. Ellos merecen algún tipo de explicación. Pueden ser excelentes aliados en estas circunstancias, así que hay que asegurarse de que todos vamos a remar en la misma dirección.

Sonrió, despacio, mirándola con agrado. La palabra "esposo", que debían mantener en secreto (al menos de momento) le gustaba. Era algo a lo que podía acostumbrarse para el resto de su vida.

-Además, anoche querías ir allí. Será mejor que nos vean salir de allí, al menos... oficialmente. ¿No te parece?