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Angielle. The Marchen. Al día siguiente de la fiesta

Delora parecía notar cómo viajabas en tu propio tren de pensamientos, e incluso cómo era que todo aquello pasaba. Pero tal vez no dijo nada por respeto a tus propias ideas. Sea lo que fuere, asintió.

- Claro. ¿Acaso te parezco una aduladora? Porque si es así, muchos estarían dispuestos a pelearse contigo para hacerte cambiar de opinión – rió divertida. Ella parecía divertirse por la misma idea y siguió disfrutando del pastel para luego ver cómo parecía que volvías a entristecerte.

Te miró cambiando el gesto por uno compasivo una vez más y posó su mano derecha sobre tu hombro izquierdo con amabilidad – Dudo que no logres romper tu maldición. Es más, yo diría que estás más cerca de romperla de lo que crees – y sonrió. Sus ojos reflejaban la honestidad de sus palabras. En verdad lo creía posible.

A las afueras de The Marchen. Dos días después de los eventos en Angielle.

Réamann, al percatarse que Stella no tenía intenciones de irse de aquél abrazo, se permitió tenerla más cerca pensando que no era tan afectivo con ella en público. ¿Eso le afectaría? Cada pareja tiene sus propias dinámicas y hasta ahorita la pelinegra no ha pedido que haga esas cosas con los demás, igual conociéndola se imaginaba que ella tampoco lo haría. Y si ambos llegaban a demostrarlo era con gestos tenues que solo ellos dos entenderían. No era que quisiese demostrar o validar ante los demás lo que tenían algo, pero cada uno tendría sus motivos por los cuales querían ser discretos... y al peliblanco le gustaba eso.

Sin embargo, se dio cuenta que la joven estaba llorando por lo que le dijo, coincidiendo con el relato de Phoisa. ¿La habría herido al contarle eso? Él era de los que creían en la confianza y por ello mismo quería contarlo, además de desahogar el temor de que aquella bruja estaba tras Stella y ahora por él. ¿Qué pasaría si se enteraba que los dos estaban juntos? Así, cuando Stella alzó su mirada para verlo vería preocupación genuina en él, aunque no estaba diciendo nada de momento. Dejó que ella realizara esas preguntas y suspiró sin saber qué decir exactamente.

-¿Qué es lo que no te gustaría que se acabe, precisamente?-preguntó sin afán de sonar enojado ni molesto, quería saber a qué se refería-. Yo tampoco sé que pasará cuando termine. Viví tanto pensando que moriría que no contemplé un futuro. Me dediqué a la orden por 6 años y no volvería hasta que esté seguro que no haya corrupción... Si acabo antes que tú, podría ser guardia junto a Garlan y Jurien si quieres que te espere. Además, no sabemos cuándo podrá acabar todo esto, simplemente... creo que debemos vivir el día a día.

A las afueras de The Marchen. Dos días después de los eventos en Angielle.

Por la pregunta de Réamann, por un momento Stella pensó que no la comprendía. Sin embargo, con lo que el peliblanco le dijo le demostró lo contrario. Entonces, ¿era ella la que se preocupaba demasiado? Le preocupaba no romper nunca su maldición, quedarse atrás cuando todos avanzaran. Llegaría un punto en el que los demás romperían sus maldiciones poco a poco y ella se quedaría atrás. Cuando eso pasase, nunca más podría tratar con ellos. Le era doloroso pensar en eso. Parfait y Delora le decían que no debía preocuparse, ¿pero en verdad podía no hacerlo? No importaba cómo se viese, no había conseguido avanzar de ninguna forma para liberarse. 

Se quedó recargada en Réamann, sin ganas de soltarlo. Ella también pensaba que lo mejor era disfrutar el día a día, pero quería poder ilusionarse como todos los demás. Sin embargo, sabía que eso solo la dañaría. No debía llenar a Réamann con sus propias inseguridades. Él tenía claras las distintas posibilidades. Ella solo estaba siendo inmadura. La idea de que no se desharía de su maldición era lo más lógico. Por eso, no hacía falta apegarse de más, ¿verdad?

―Si acabas antes que yo, me gustaría que no me esperaras ―había recuperado el control de sí misma, haciendo que su tono de voz sonase como de costumbre. Soltó a Réamann para limpiarse las lágrimas, aunque se mantuvo recargada en él―. Te mereces una vida normal después de todo lo que te ha pasado, no estar apegado a alguien que nunca podría estar contigo. Por eso entiendo lo que dices. Es verdad, hay que disfrutar cada día. 

Stella se despegó de Réamann, y ya con su cara seca, le sonrió un poco.

―Por eso te disfrutaré muuucho. Quiero que tengas buenos recuerdos de mí ―como para distraerse, se enfocó en toda la comida―. Entonces, ¿qué dices? ¿Comemos?

Angielle. The Marchen. Al día siguiente de la fiesta

Cuando Delora le dijo aquello, Stella se ruborizó un poco y no pudo evitar sonreír con timidez. Sería una bonita ilusión, pero últimamente creía cada vez menos en ellas. Por eso mismo, se entristeció. Cuando sintió la mano de Delora de nuevo sobre la suya, Stella la miró. Delora de verdad parecía tan convencida... pero últimamente Stella lo creía mucho menos posible. No, era probable que nunca hubiese sido posible. Ya había perdido la cuenta de los días que llevaba saliendo a los cementerios a buscar ortigas. Ya no quería hacerlo más, estaba cansada. Sin embargo, sería grosero decirle eso a Delora después de sus palabras de aliento, ¿no?

―Gracias, señora Delora. Es muy amable ―le sonrió un poco, pero la tristeza en los ojos de Stella no se despejó. Ya había perdido los ánimos de conversar, a pesar de que no había llegado con Delora para hablar sobre su maldición―. Gracias por conversar conmigo, me hizo muy feliz ―Stella se levantó con cuidado―. Discúlpeme por haberla molestado. Espero que le vaya muy bien en el castillo ―retiró su mano de la de Delora procurando no ser maleducada y puso su taza casi llena sobre la bandeja―. ¿Quiere que le sirva algo más? ―preguntó, antes de retirarse. La verdad, solo sentía que necesitaba un tiempo a solas en su habitación apenas pudiese.

A las afueras de The Marchen. Dos días después de los eventos en Angielle.

Réamann guardó silencio dejando que Stella reflexionara acerca de sus palabras, esperando oír que ella tenía pensado buscar a su familia cuando su maldición acabar o darse la posibilidad de construir un mañana para sí misma para después pensar en cómo compartir ese futuro con alguien más. Es por eso que el veía la vida de esa manera, ir de poco a poco para asimilar sus posibilidades y de ahí querer compartirlo con...

Cuando la pelinegra dijo que no la esperara para que él tuviese su propia vida, el joven no pudo evitar sorprenderse por esa declaración. ¿Lo estaba diciendo porque a él le faltaba poco para liberarse de su maldición? Además, no recordaba que ella haya ido por ortigas o que él la hubiese acompañado ¿Eso significaba que ella pensaba que se quedaría atrás, así cómo él tiempo atrás? Su cara, la cual había pasado de la afabilidad a la amargura, para ir a la pena y después a la preocupación, nuevamente recayó en la indiferencia pensando que todo esto simplemente la estaba lastimando a sí misma. 

Así, al escuchar la propuesta de iniciar a comer, Réamann se arrodilló para atraerla a si mismo mientras la sujetaba de la cintura y así poder besarla.

-Está bien vivir el día a día, pero también permítete pensar en el mañana y recordar el ayer, Stella. Tú también podrás salir adelante si no te rindes, tú me ayudaste a seguir y ahora te toca en apoyarte en los demás, sea en mí o Fiorella o alguien más. No puedo forzarte a que mantengas la esperanza y comprendo que tu condición de liberarte sea muy difícil; lo que no quiero es que dejes de intentarlo, ya sea lo de las ortigas o encuentres el amor verdadero. ¿Y si tú misma eres tu amor verdadero?-Réamann se permitió sonreír de lado para intentar animarla-. A lo que voy, no te rindas antes de tiempo. Cuando digo que quiero vivir mi día a día, no es por evitar apegarme a alguien... primero quiero construir mi presente para que así mi futuro tenga solidez. ¿Cómo podría imaginarme que, por ejemplo, estaría contigo el resto de mi vida si primero no termino de sanar las heridas que tengo?

La libero, no sabía si ella querría tomar su espacio ante lo que dijo, pues no era un tema sencillo de explicar.

-¿Prometes intentarlo? 

A las afueras de The Marchen. Dos días después de los eventos en Angielle.

Su corazón saltó de sorpresa cuando, de repente, Réamann la atrajo hacia él. Correspondió al beso, aunque puede que solo por la sorpresa. En cualquier caso, fuese por eso o no, no opuso ninguna resistencia y tampoco se separó. No pudo más que quedarse mirando los ojos de Réamann, como si hubiese sido atrapada en un dulce hechizo. No es... como si no pudiese moverse, simplemente no quería hacerlo. Puede que esas fuesen las palabras que Stella necesitaba escuchar... ¿quién sabe? A medida que Réamann hablaba, los ojos de la pelinegra brillaban más y más, así como su negro cabello que a la luz del sol tomaba un tinte violeta. No, aún faltaba demasiado para que todas las dudas de Stella se despejasen. Sin embargo, las palabras de Réamann habían sido tan bonitas y seguras que aligeraron aquella presión que oprimía su pecho. Ella hubiese preferido que él solo ignorara el tema, pero era demasiado terco. Era muy irónico y injusto.

Apenas el chico la liberó, ella le rodeó el cuello con sus brazos y lo abrazó. Se permitió dejar descansar la cabeza en su pecho, escuchando así los latidos de Réamann. Poder escuchar ese simple sonido era tranquilizador, en más de un sentido. Le hubiese gustado decirle que se aferraría a esa esperanza y que rompería su maldición no importaba cómo, pero era algo que ella misma no creía. Sin embargo, si tan solo debía prometerle que lo seguiría intentando...

―Está bien. Lo prometo ―mitad verdad, mitad mentira. No importaba, Réamann nunca lo sabría. Se separó de él, pero antes de hacerlo acarició por un momento una de sus mejillas―. Eres un hombre de pocas palabras, pero cuando quieres hablar, de verdad lo haces. Gracias, Réamann ―terminó por sonreírle un poco, aunque en verdad sentía ganas de llorar. En ese momento, Réamann pudo ver uno de los destellos de madurez en Stella, aquellos que la hacían lucir una belleza que pocas veces mostraba―. Ahora, de verdad creo que deberíamos comer ―se despegó de él, por fin―. No me gustaría admitirlo... pero la hidromiel que te dieron se ve fantástica.

Angielle. The Marchen. Al día siguiente de la fiesta

Al ver cómo tu ánimo se apagaba cada vez más, Delora te miró preocupada, mas cuando resolviste levantarte, esta se puso de pie molesta. Su dulzura se había ido y esa presencia de la cual hacía gala solo en situaciones específicas, se volvió a hacer presente. Golpeó con las manos la mesa regando un poco de la taza que habías dejado casi sin tocar para mirarte con severidad. En solo ese gesto, podías estar segura que de haber conocido a tu madre, te reprendería de esta manera.

- No te atrevas a rendirte. ¿O acaso no quieres ser libre? Claro que puedes elegirlo, pero ¿prefieres la eterna desdicha? No me hagas reír - se había terminado el pastel y el chocolate mientras hablaban, así que se acercó a ti con mirada inquisidora.

- Y yo que pensaba enseñarte. Vaya... Te daré un consejo y más te vale que escuches atentamente porque no lo repetiré - su tono de voz era firme y ligeramente alto, pero no tanto como para ser considerado un grito -. Tu maldición proviene de un cuento de hadas, pero no es un cuento de hadas. No tomes el significado de esta como si lo fuera tampoco. ¿Siquiera te has detenido a pensar en el verdadero significado de esta? No lo creo. Por eso es que no has podido liberarte, porque no lo has siquiera intentado. ¿Te parece fuerte? Pues más te vale que pienses en lo que significa. Esa mujer tomó aquello que desconocías para hacértelo una tarea difícil. ¿Crees que la Stella de ahora es la misma que cuando te maldijeron? Si la respuesta es sí, estás condenada - y se retiró molesta en dirección a su habitación.

Angielle. The Marchen. Al día siguiente de la fiesta

No esperaba que lo que había hecho molestase a Delora. ¿No había sido educada? Abrió los ojos, sorprendida, cuando vio que Delora golpeaba la mesa, incluso dando un paso hacia atrás. Cuando se ponía así, de verdad daba miedo. Tenía una presencia demasiado abrumadora.

Las palabras no salieron de su garganta. Stella únicamente pudo limitarse a observar a Delora, sintiendo cómo su corazón se aceleraba por los nervios. Aunque había algo que no sabía muy bien por qué estaba sucediendo, pero era un hecho que estaba pasando. A medida que Delora hablaba, Stella poco a poco sentía que ella misma se estaba molestando. En un principio, no comprendía bien lo que Delora le decía. ¿Que no había intentado liberarse? ¿Qué era lo que le estaba diciendo? ¡Nada tenía sentido! ¿Que no lo había intentado...? ¿Acaso sabía Delora cuántos años habían pasado desde que la maldijeron? ¿Sabía lo doloroso que era recoger ortigas todos los días sin tener la poción que le habían dado en The Marchen? ¿Eso no era intentarlo? Si no era intentarlo... ¿¡entonces por qué ella no le decía la respuesta!? ... Pero claro, nada de eso salió de su boca, solo de sus ojos, que estaban echando tantas llamas como los de Delora.

Stella vio cómo Delora se retiraba. Igual de molesta, recogió todas las tazas y el plato donde había traído la tarta, para poner todo sobre la bandeja y llevárselo a la cocina. Genial, ahora también tendría que limpiar la mesa. Realmente, estaba echando chispas. Si alguien se la topaba en medio, probablemente la vería mucho más fría de lo que la habían visto nunca. ¿Por qué le había dicho Delora todo eso? ¡Ella solo quería ser amable, y ni siquiera quería hablar de eso en primer lugar! 

Angielle. Hospital. Después de la fiesta

-Aah es cierto- pensó Hogward queriendo pasarse una mano por la cara. Tarde se había dado cuenta de que debió cambiar el glamour después de visitar a Lara. Ahora tenía que pensar en algo para poder ver a la chica y poder salir sin levantar sospechas

-Si, siento molestar a estas horas- se excuso amablemente -Con todo lo que a pasado en la fiesta de ahora...- ¿debía intentar decir quien era? Podría atribuir el cambio a un disfraz o maquillaje -Sin embargo, me ha sido encomendado ver el estado de una de las asistentes heridas....aaaah olvidelo- suspiró frustrado estaba demasiado cansado para intentar buscar alguna excusa o actuar de manera distinta -Seguro que no me reconoce, pero fui el que atendió a una chica que había sido herida en la fiesta y que trajo a su clinica. Bella joven, de cabello rubio, herida en la cabeza e inconsciente- describió a Lara lo mejor que pudo -Por razones personales, tuve que cambiar mi apariencia. Pero aun asi me gustaría ver el estado de la joven si es posible. Tenga- le tendió la tarjeta de presentación que le había dado antes como prueba -Me entrego su tarjeta cuando nos separamos, por que aun tenia que sacar a alguien de la fiesta. Dijo que la estaria observando toda la noche y me pidió que acudiera apenas me fuera posible- Hogward intentó repetir las misma palabras que ambos habían intercambiado para que pudiera ser mas creible.

A las afueras de The Marchen. Dos días después de los eventos en Angielle.

Ver la expresión de Stella conforme hablaba, fue para Réamann una pequeña señal de que sí estaba escuchando. Dependería de ella si haría caso o no, pero al menos de su parte no permitiría que la pelivioleta (por la luz del sol) se rindiese así sin más. Por supuesto, ella también tenía su historia de fondo y por lo mismo salir de esas sombras era complicado; pero si él aprendió a comenzar a confiar nuevamente, ella también podía.

Correspondió al abrazo acariciando su cabello, dejando que el silencio invadiera hasta que la chica habló. Cerró los ojos, esperando que dijese la verdad y ya cuando ella se alejó, los abrió para sentarse y descansar sus piernas. Estar de rodillas le había agotado un poco.

-Has hecho bastante por mí, así es como puedo retribuirte... y te tengo otra propuesta-comentó mientras preparaba las cosas para comer, pues Stella tenía razón en que ya debían alimentarse. Tenía hambre, aunque no lo admitiría tan fácilmente-. No será hoy, si es que aceptas, porque beberemos un poco de hidromiel y no quiero accidentes.

Suspiró a la vez que se tronaba el cuello. No era que estuviese tenso ni preocupado, pero aquello le relajaba un poco.

-La otra noche se te dio una daga y, aunque no dudo de tus capacidades... primero quiero saber si sabes usarla-fue entonces que Réamann sacó un cuchillo para rebanar pan y comenzó a moverlo con destreza entre sus manos jugando únicamente con el mango del artefacto culinario hasta terminar empuñándolo de costado sin haberse cortado. Aquello no requirió gran destreza física, se notaba que era una demostración sencilla-. No se si has desarrollado tus poderes, pero ese es un tema donde no puedo inmiscuirme. ¿Sabes usar estas armas? 

A las afueras de The Marchen. Dos días después de los eventos en Angielle.

Réamann se notaba decidido a dejar claro que Stella lo había ayudado. A esas alturas, el solo escuchar eso no calmaba su corazón. Empezaba a caer en un profundo pozo de inseguridades sin darse cuenta, y el fondo de este solo era desolador e inalcanzable. Aunque pedía a gritos que la sacasen de allí y quería tomar la mano de Réamann, ser consciente cada vez más de lo que se avecinaba no hacía más que hacer que se rindiese. Sin embargo, ese no era el fin de todo. Mientras hubiese una razón para seguir intentando escalar, Stella lo intentaría... Al menos hasta que esa razón desapareciese.

Despejándose mientras quitaba los paños a algunos envases, miró con curiosidad a Réamann. ¿Qué clase de propuesta podía hacerle que fuese peligrosa? Asintió ante lo de la daga y... sus ojos, muy abiertos, siguieron atentamente la danza que Réamann le hacía dar al cuchillo en sus manos. Por un momento creyó que se le saldría el corazón por la boca.

―¿¡Qué haces!? ¡Te podrías haber cortado! ―oh, se había molestado. Suspiró, negando con la cabeza, tratando de calmarse― Estoy lejos de poder desarrollar mis poderes, no me importa decirlo ―volvió a lo que estaba haciendo―. No sé usar ningún arma ―recordó lo que había pasado en la fiesta y lo inútil que había sido―. ¿Acaso planeas enseñarme?

A las afueras de The Marchen. Dos días después de los eventos en Angielle.

-Deberías haberme visto en mis mejores días-se excusó Réamann con una pequeña sonrisa retadora, pero se dejó a relucir la frustración de no poder hacer más que una pequeña demostración para indicar sus antiguas capacidades.

Dejó el cuchillo a un lado, ignorando o tratando de minimizar el enojo de Stella para sí mismo, aunque sea lo que fuere, la chispa que tenía se había desvanecido. Aún así, escuchaba lo que la pelinegra decía y fue sirviendo primero jugo de frutas ya que había dicho varias veces que beber alcohol con el estómago vacío era contraproducente. Una vez que terminó, dio un sorbo a su vaso y y asintió a su pregunta.

-Así es, pero solo si quieres. Me gustaría enseñarte para que puedas defenderte. Aprender a usar armas no es solo para atacar y sentirte fuerte, es una responsabilidad para manejar tus acciones cuando es requerido. Sin embargo, solo podría enseñarte la teoría y hablaría con Karma para que nos apoye... siempre y cuando aceptes.

A las afueras de The Marchen. Dos días después de los eventos en Angielle.

―No me importa si en tus mejores días lo hacías mejor; es peligroso ―replicó Stella, aún molesta. Era una tontería, pero ella no estaba acostumbrada a ver cosas así. Además, de verdad le preocupaba que Réamann se pudiese cortar... ¡Los cuchillos no estaban hechos para eso! Eran muy peligrosos... Ella misma se había cortado muchas veces antes; no era agradable. Suspiró, pensando que a veces los hombres realmente podían ser muy simples y tontos.

Con los envases ya destapados, sacó varios cubiertos de madera y los puso a disposición suya y de Réamann. A lo largo de la manta habían todo tipo de cosas, desde las más dulces hasta las saladas. Se notaba que Stella se había esmerado mucho, al nivel que lo hacía cuando había una fiesta. Tomó el vaso de jugo que Réamann le había servido y se lo llevó a los labios mientras lo miraba por encima de este.

Realmente, no se esperaba una propuesta así. Ella nunca había aprendido a luchar, y nunca había pensado que tendría la oportunidad de aprender, o siquiera la necesidad de hacerlo. Sin embargo, las cosas que habían sucedido desde que llegó a The Marchen le mostraron lo inútil que era en ese sentido. Tanto en Caefall como en la fiesta solo había sido una carga. Lo más probable era que nunca pudiese usar sus poderes y... eso solo la llevó a una respuesta posible.

―Está bien ―dijo, después de dar un pequeño sorbo al jugo y bajar el vaso―. Quiero aprender de ti. Cuando rompas tu maldición, te retaré a un duelo. Será mejor que te prepares.

Angielle. Hospital. Después de la fiesta

Chevalier recibió la tarjeta algo desconcertado, no comprendiendo del todo bien cómo era que un extraño conocía toda esa información. Todo eso lo podías leer en su rostro. No se sentía del todo tranquilo. A pesar de eso, hubo algo que pareció darle indicios de que era cierto, así que asintió.

- De acuerdo. Pase - y después de que entraras, cerró la puerta tras ambos. El aspecto del consultorio era bastante sencillo. De hecho, para la experticia que parecía mostrar, era un lugar tal vez más modesto de lo esperado; y para ser tú alguien a quien le gustaban los lujos y el derroche, ese lugar parecería de quinta. Ante otros ojos, sería solamente modesto.

Con despacio, el hombre de lentes te guió hacia adentro. En una camilla se encontraba Lara al parecer dormida con un vendaje cubriendo parte de su cabeza y enredando ligeramente su hermosa cabellera. El hombre la miraba con cierto detenimiento.

- La herida no era profunda y he logrado prevenir una infección. Solo está un poco hinchada y la chica necesita descanso. ¿Sabe dónde vive? - y esperó.

Lara no parecía estar mal, aunque sí que sudaba un poco su rostro mientras fruncía los párpados. ¿Estaría sintiendo dolor?

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En silencio, Réamann continuó observando a Stella mientras ella respondía si aceptaba o no. Le había dado un poco de gracia que la pelinegra se enojara por su demostración, aunque no sonrió ni manifestó que se le hizo divertido que estuviese molesta. La tomaba en serio, pues ser parte de la milicia era un oficio peligroso y él la comprendía perfectamente porque técnicamente su vida podía acabar en cualquier momento si fuese un caballero activo y ahora ese riesgo era por la maldición.

El peliblanco asintió una sola vez cuando escuchó que la joven aceptaba su propuesta y dio un sorbo a su bebida antes de hablar.

-Cuando acabemos de comer podríamos buscar a Karma, yo con la teoría y ella con la práctica. ¿Estás de acuerdo?-comenzó a servir la comida, primero tomando el plato que estaba frente a Stella para dársela con una porción levemente más grande de lo que ella usualmente comía-. Y encantado de aceptar tu duelo-sonrió muy tenuemente y mirando un poco la comida. Tenía hambre, pero pronto comería.

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Escuchar la propuesta de Réamann, aunque no le desagradó, no del todo, si que la hizo expresar cierta insatisfacción en el rostro. Miró lo que Réamann le había servido... ¿No era una porción muy grande para ella? ¡No, eso no era lo importante! No se callaría lo que tenía por decir.

―No quiero ―dijo, de forma tajante, después de darle otro sorbo al jugo―. O sea, sí quiero lo de tu duelo y lo de entrenar, pero no ahorita. ¿No era esto una cita? No quiero que me enseñes a usar una espada en una cita. Quiero hacer cosas que se hacen en las citas, cosas que hacen las personas normales. Hoy no quiero tener que entrenar. Quiero hacer cosas más tranquilas... y estar solo contigo ―terminó por decir, con algo de timidez. No tardó en suspirar―. Los hombres no saben leer nunca el ambiente.

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Apenas iba a dar un bocado a su comida cuando Stella soltó esa rotunda negativa. Réamann bajó su plato y se le quedó viendo pensando que había malinterpretado lo que quería decirle acerca de entrenar, pues solo quería acordar con Karma si aceptaría y si tendría tiempo para ayudarles para concretar otro día, además que anteriormente le había dicho que no entrenaría porque beberían hidromiel. Aún así, el chico no quiso replicar y se limitó a suspirar para darle la razón por esta ocasión, queriendo que fuese una especie de victoria moral.

-Bien, bien. Hablamos con Karma otro día-dijo encogiéndose de hombros para por fin ceder y sonreír de lado-. Hagamos cosas normales de citas-entonces tomó el utensilio que usaría Stella para tomar un bocado y se lo tendió frente a los labios de la pelinegra con un poco de comida-. ¿Quieres que te de comer? 

Se acercó a Stella  y si ella prestaba atención notaría algo de malicia en la mirada de Réamann. ¿Quería jugarle una broma?

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Bien, al menos Réamann había entendido. Podía tener los modales de un caballero, pero seguía siendo un hombre, al fin y al cabo. Era tan despistado como cualquier otro con el tema del ambiente. Tal vez para una chica como Jurien, una cita entrenando sería algo divertido, pero aún así lo dudaba fuertemente. Después de todo, aunque caballero, Jurien seguía siendo una chica. ¿Quién querría hacer lo que siempre hace a diario en una cita?

Ver que Réamann le estaba dando de comer no la sorprendió. De hecho, le hizo enarcar una ceja, sobre todo al ver las intenciones con las que Réamann lo quería hacer. Sus defensas no estaban tan bajas, ya no le sería tan fácil avergonzarla. Después de todo, llevaban un tiempo conviviendo. Pero si así quería jugar... Se acercó a la cuchara de madera y le dio un bocado, sonriendo un poco de lado. Sin decir mucho más, tomó aquello con lo que Réamann comería y le hizo exactamente lo mismo que él a ella.

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Cuando Stella tomó el bocado, la sonrisa de Réamann se ensanchó más retomando la chispa que había perdido y cuando la chica lo imitó, el peliblanco rió levemente e hizo lo mismo, masticando rápido para pasarse la comida.

-¿Qué mas hacen las parejas en las citas?-preguntó curioso para luego alejarse y fingir que meditaba cruzando los brazos, pero duró muy poco tiempo para luego encoger los hombros-. Creo que solo ser nosotros, ¿no?

Y se dispuso a comer de su plato para disfrutar la compañía de su novia y conversar cualquier tema que saliese... ya si ella proponía algo más, seguramente aceptaría. Tampoco es como si tuviese experiencia en citas, estaba acostumbrado a otras actividades y ahora debía limitarse a no cansarse. Le frustraba, pero en esos momentos prefería estar así con Stella.

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Era un momento simple, pero bonito. Por más vago que fuese, era algo que solo podían compartir ellos... en ese momento. Stella no pudo evitar reír un poco, contagiada por la propia risa de Réamann. De verdad parecían unos niños haciendo eso.

Ante la pregunta de Réamann, Stella se quedó realmente pensativa por unos momentos, pero no se le ocurrió mucho más que no hiciesen. Bueno, después de todo, su experiencia en el amor hasta que Réamann llegó a su vida era nula. No es como si tuviese muchas referencias tampoco para fijarse en lo que se solía hacer en una cita normal. Sin embargo, la simple resolución de Réamann le agradó. Sonrió y asintió. Era verdad, solo debían ser ellos mismos.

―Supongo que sí ―ser ellos mismos...

El resto del picnic transcurrió igual de simple para Stella. Conversó con Réamann y se rió con él. Después de aquel picnic, la verdad no propuso hacer nada diferente de lo que hacían usualmente. Después de todo, era verdad... solo debían ser ellos mismos, y ella disfrutaba mucho de eso.