Partida Rol por web

Angielle. Hospital. Después de la fiesta

Al joven peliblanco le sorprendió un poco que Chevalier le creyera. Puede que en el fondo esperaba que no lo hiciera para tener un excusa, irse de ahí y olvidarse de todo. Sin embargo, el medicó lo invitó a pasar dejándolo entre decepcionado y resignado.

Al entrar Hogward no pudo evitar entrecerrar los ojos al ver el estado de la clínica. Puede que ahora no tuviera ni eso, pero estaba acostumbrado a tener una clínica bastante...equipada, lujosa para no decir mucho. No fue fácil dejar de mirar todo comparándolo con su ya perdida clínica. 

Hogward ladeó un poco la cabeza al ver a Lara tendida en la camilla. Era bastante hermosa tenía que admitirlo, aun teniendo el vendaje rodeando su cabeza. El chico se paro a un lado de la cama mientras la observaba. Al estar dormida debería tener un rostro pacifico que aumentara su belleza, sin embargo, la expresión y sudor de su rostro denotaban que no estaba teniendo ningún sueño reparador.

-No, no lo se- le respondió a Chevalier cuando este habló -Como dije la conocí solo en la fiesta, así solo se que pertenece a la casa Prendergast- dijo algo distraído mientras levantaba la muñeca izquierda para ver la pulsera.

-¿Valdrá la pena?- se preguntó mientras giraba la muñeca de una lado para otro. El color rojizo de uno de los huesos hacía que le hierva la sangre, sin embargo, si lograba deshacerse de la maldición de esa maldita bruja podría empezar de nuevo en otro lugar lejano donde no era conocido. Para eso tenía que ayudar por nada. ¿Curar del todo a Lara podría hacer que otro hueso enrojeciera? De todas formas, le sabría mal que después de todo lo que había hecho la chica falleciera. El desmayo que sufrió en la fiesta aun le seguía pareciendo raro, así que quería asegurarse.

-Oiga doctor voy a intentar algo- dijo Hogward mientras se acercaba a Lara -Si sale bien podre saber que le pasa, pero un favor, no haga caso a ningún tratamiento que salga de mi boca ¿esta bien?- sin esperar ninguna respuesta del Chevalier Hogward tocó la frente de Lara con su palma izquierda suavemente así como también con su brazalete.

Angielle. Hospital. Después de la fiesta

Mientras te veía reaccionar, notó de cierta manera cómo analizabas sus instalaciones, pero no dijo nada. Incluso tampoco mostró señales de enojo o de algo así. Se veía sereno como desde el inicio. Tal vez él mismo era consciente de la austeridad de su clínica. Cuando te empezó a escuchar, sonrió.

- Se ve que no es usted de por aquí. Basta con conocer el apellido de un noble para conocer su hogar. Después de todo, la nobleza es conocida por la gente común al ser una minoría tan selecta. Podría llevarla yo mismo, pero me gustaría contar con su apoyo - y entonces, observabas el brazalete sin darte cuenta que Chevalier te miraba hacerlo. Su rostro se enserió cuando dijiste que no creyera nada de lo que dirías, y sonrió - Ahora comprendo. El cambio de imagen, lo urgente de su salida... Es la maldición de cuentos de hadas, ¿no es así? Muchos de mis pacientes las sufren y yo lo único que puedo hacer por ellos es darles medicinas que bajen los síntomas. Si puede hacer algo más por ella que eso, adelante - y con una sonrisa afable, esperó.

Lo que vino a tu mente fueron ideas inconexas una tras otra a gran velocidad. A la final, aquello que lograste ver es que no solo era la herida. El sudor provenía de otro agente. Tal vez un veneno difícil de percibir y que no dejara rastro. Lo mejor era drenar algo de su sangre para buscar un antídoto. Si se dejaba, era posible que le causara lesiones permanentes al cuerpo.

Tu cabeza dolía de la avalancha de información, pero parecía que solo tú habías notado aquello, pues Chevalier te seguía mirando expectante.

Angielle. Hospital. Después de la fiesta

-Hssss- Hogward aspiró cuando el dolor de cabeza lo asaltó. Con el ceño fruncido trató de aguantarlo mientras intentaba unir los puntos de toda la información que le estaba llegando. -¿Herida? no...agente...sustancia...extraño....¿veneno?- por desgracia esta vez no pudo entender todo. El dolor punzante dentro de su cabeza se sintió peor que otras veces ¿seria por que estaba agotado?

-Haaa- exhaló con fuerza luego de que no pudo aguantar más el dolor. El peliblanco dio un paso hacia atrás alejándose de la cama. -Veneno- fue lo primero que dijo -No se de que tipo ni que es lo que hace, pero lo tiene en su sistema y es difícil de detectar- Hogward frunció el ceño otra vez extrañado e intento recordar cuando Lara podría haberlo ingerido.

-Lo que se me ocurre es sacar algo de sangre para buscar un antídoto, pero gracias a mi maldición eso puede ser o el peor tratamiento o el mejor, así que se lo dejo a su criterio doctor- ahora que Chevalier había descubierto su "secreto" no tenía por que andarse con rodeos. Tampoco había hecho mucho por esconderlo, pero ahora mismo Hogawrd no se encontraba en condición de inventarse excusas o historias. Además creía que con un cambio de glamour por parte de Parfait no tendría problema, por no decir que el tipo parecía amable, aunque esto no lo hacía de confianza.

-No creo que llevarla ahora sea buena idea, no hasta que se haya eliminado el veneno- Hogward buscó una silla y se sentó para descansar un poco las piernas. -Y si ahora comprende mi situación, agradecería que no lo vaya diciendo por ahi- el peliblanco se lo pidió, aunque por su voz se notaba que no esperaba nada -De todas formas me iré de la ciudad en unos días, pero aun así preferiría que no empezar a ser conocido.

Angielle. Hospital. Después de la fiesta

Chevalier te seguía mirando algo preocupado. De hecho, apenas reaccionaste, te miró aún más preocupado - Vaya, ¿eso te pasa cada que tu maldición se activa? Deberías beber algo para eso. Y claro que no, mi ética me impide revelar ese tipo de información - sonrió amable.

Al escuchar lo que le compartías, pareció meditar un poco - La verdad, no suena nada mal. Podría funcionar - tomó un mortero, unas cuantas hierbas y una solución transparente de un frasco. Empezó a triturar las hierbas hasta generar una especie de puré y luego se acercó a Lara. Descubrió uno de sus brazos y tomó un trapo blanco para amarrarlo firmemente en el brazo de la chica, tomó una jeringa y con destreza, extrajo algo de la sangre de Lara. La chica hizo mala cara por la molestia de la aguja, pero no reaccionó.

- Con esto bastará - sacó la jeringa, le hizo presión al punto de donde había tomado sangre con el mismo trapo blanco hasta que dejó de sangrar y puso a descansar su mano. Después de eso, giró a la chica y retiró el vendaje para descubrir la herida de su cabeza y poner aquel extraño puré en la herida.

- Esto no quitará el veneno, pero sí que lo retrasará y la anestesiará lo suficiente para que pueda descansar. Estaré trabajando durante la noche para encontrar el antídoto necesario. Si considera adecuado, podría retirarse y volver temprano. ¿Qué opina? -.

Angielle. Cocina de The Marchen. Al día siguiente de la fiesta.

Aquella revelación pilló a Fiorella por sorpresa, parpadeó sorprendida mirando a la que había empezado siendo su compañera y acabaría convirtiéndose en su amiga le había confesado algo muy íntimo. Por desgracia no era la mejor con las palabras pero sabía que tenía que hacer algo. Fue así cuando se acercó a ella para abrazarla, sólo unos segundos, antes de sonreír y apartarse un poco. - Siempre te quedará preparar platos llenos de cariño y sabiduría. - 

El ambiente de aquella había habitación había adquirido algo más, pero no era incómodo. Era la complicidad que ambas compartían. Una vez la liberó del abrazo se colocó a su lado para ayudarla a cocinar. - Hay muchas cosas que nos queda por aprender, pero... al menos no estamos solas. -

Angielle. Cocina de The Marchen. Al día siguiente de la fiesta.

Stella esperaba expectante alguna reacción por parte de Fiorella. ¿Quizá la había importunado con lo que había dicho? Por supuesto, esa pregunta sería contestada cuando Fiorella se acercó para abrazar a la pelinegra por un momento, cosa que la sorprendió, desde luego. No pudo evitar abrir un poco los ojos, en sorpresa. Con lo que la chica terminó por decir, hizo que Stella sonriese un poco y siguiese cocinando.

―Es como dices ―Stella asintió, tanto para darse ánimos a sí misma, como de acuerdo con las palabras de Fiorella―. Por eso... Bueno, no lo disimularé. La verdad, me dejaste preocupada ayer. Quería decirte eso que me acabas de decir a mí, pero no sabía cómo hacerlo. Yo... Bueno, puedo entender lo difícil que puede ser estar aislada del mundo. A pesar de que mi maldición no es como la tuya, yo debo aislarme de los demás por su bien. Por eso es que The Marchen es como el paraíso para nosotras, ¿no crees? ―sonrió un poco, recordando algo, y siguió picando ingredientes.

Angielle. Hospital. Después de la fiesta

-Si...si...eso sería lo mejor- dijo Hogward algo distraído por el dolor remanente que tenía en la cabeza. Luego volvió a leventar el brazo para examinarse la muñeca y el brazalete a ver si había algún cambio. El chico no quería hacerse ilusiones pero no podía evitar que la chispa de esperanza empezara a brotar en su pecho.

-Volveré mañana a ver como esta entonces. Al menos que se cure por completo antes de que me vaya de la ciudad- comentó como algo casual para reafirmar que desaparecería luego de que Lara se recuperara. Dicho esto y luego de ver el estado del brazalete Hogawrd salió del lugar para volver a la taberna.

-Nos veremos mañana Sr Du Mont- se despidió del doctor

Angielle. Hospital. Un día después de la fiesta

La noche había sido relativamente inquieta para Hogward. Muchos sucesos y tal vez varias cosas por las cuales preocuparse, pero no ese día. Ese día había sido bastante tranquilo y todo parecía estar marchando de manera adecuada. Los estragos de la fiesta habían sido recogidos y solo quedaba el recuerdo de lo acontecido en la mente de los asistentes.

Angielle se veía tan vivaz como de costumbre y los comercios ya estaban abiertos. El olor del pan fresco inundaba la plaza, los sonidos de las personas comenzando su labor... Solo un día normal como cualquier otro.

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

Deshacerse de su maldición no había traído ninguna alegría para Stella. Aunque más bien sería acertado decir que no había tenido tiempo para sentirse feliz. No... ni siquiera había tenido tiempo para pensar en sí misma. Con Conall convertido en estatua, Waltz aún recuperándose y Réamann apenas estabilizándose, los ánimos de Stella no eran los mejores. Además, la muerte de Dante le había dejado una sensación muy pesada que le tomaría muchos más días sacudirse. Todo estaba demasiado reciente aún.

Después de tres días prácticamente sin dormir por la preocupación por Réamann, sin aguantar más, y por recomendación de las chicas, Stella terminó preguntándole a Parfait si podía prestarle una habitación libre mientras tanto. Le sabía mal molestarla cuando el hada aún estaba convaleciente. Por lo mismo, después de eso, trató de no molestar más al hada, intentando ayudar a Annice a asistirla en la medida de lo posible, y lo que su cuerpo le permitía. No lograba dormir más de 4 horas por noche, y eso en el mejor de los casos. La falta de descanso le pasaba factura. A pesar de eso, apenas la dejaron volver a las labores de la taberna lo hizo, alegando que esa era una forma de distraerse.

Una semana y poco más había pasado desde entonces. Stella había podido dormir bien por primera vez en días apenas el día anterior. Ver que Réamann estaba más estable le dio cierta tranquilidad, aunque no del todo. Se sentía presionada de que Réamann no aguantase por mucho tiempo más. ¿Ahora que se había librado de su maldición lo perdería? Esa idea la aterraba cada vez que la soledad le permitía pensar. Por ello trató de no pasar mucho tiempo sola, intentando apoyar a Fiorella en lo que podía y hablando más con Jurien y Annice. Aun así, ansiaba mucho que Delora volviese al castillo. Después de aquella noche en la que Dante había muerto, Stella no había podido hablar en condiciones con Delora. Y si bien ahora no se encontraba en el mejor de los estados, consideraba tener la suficiente lucidez como para dirigirse a la bruja... y disculparse por fin como debía hacerlo.

Con aquella idea en mente, después de que Delora llegó una vez más a la taberna, Stella decidió que hablaría con ella el siguiente día. Muy como aquella vez que habían discutido, esperó el momento idóneo para hablar con ella. Apenas la vio sentada en una de las mesas, sola, como de costumbre, preparó un postre sencillo basado en chocolate así como también chocolate caliente para beber (procurando que Annice no la viese). Apenas lo tuvo todo listo, se dirigió a la mesa donde Delora estaba, dejando con suavidad la bandeja sobre la mesa.

―¿Le apetece algo dulce, señora Delora? ―si bien le sonrió un poco a la bruja, el brillo usual en los ojos de Stella no estaba. Tampoco había mucha emoción en su voz. Y no era precisamente porque su admiración a Delora hubiese disminuido, o que no le alegrase poder habalr con ella con cierta naturalidad. Mental y emocionalmente, la pelinegra estaba exhausta. Las bolsas bajo sus ojos eran evidencia de ello― Si le apetece, tome, por favor ―ella ya sabía que Delora no se negaría. Por lo mismo, sirvió las cosas y se sentó frente a la bruja, dejando una taza de chocolate para ella.

Medianoche. Habitaciones de The Marchen

Habían pasado dos semanas desde aquel fatídico día y todavía se sentía invadido por una sensación de irrealidad. Todavía no podía creer que Dante ya no estuviera. Daba igual que su relación hubiera sido prácticamente inexistente pues su pesar no era por una pérdida personal sino por el concepto en sí.

Él nunca había tenido que pensar en el sacrificio personal en pos al beneficio ajeno. La primera vez que se lo había encontrado de frente había sido con aquella maldición que respondía a uno por parte de Claire en favor de su padre. No lo había comprendido. No lo había aceptado. Por más que se hubiera peleado consigo mismo por entender aquel concepto, en gran parte todavía se le escapaba, a pesar de que había empezado a preocuparse más por aquellos que le rodeaban.

Y entonces Dante había muerto. Lo había sacrificado todo por salvar a Fiorella. No acababa de saber el por qué, pero aquello había conseguido dejarlo destrozado, probablemente por los ecos que despertaba en la historia que hasta el momento se había negado a entender.

Por ello, pasadas dos semanas, había llegado a la conclusión de que al fin, debía afrontar sus demonios y aceptar por fin del todo la culpa.

Sin decirle nada a nadie, especialmente a Delora pues se temía que se lo prohibiría, se dirigió aquella medianoche a la habitación de Claire, sin saber cómo la hallaría tras haber desbloqueado la segunda parte de su maldición. Sólo se detuvo un momento ante la puerta de la misma, cogiendo aire con profundidad antes de dar un suave golpe.

- ¿Claire, estás despierta? Soy Alain.

Angielle. The Marchen. Un día después del entierro de Dante.

Enfrentar la situación no había sido fácil ni para ti ni para Ezio, este último culpándose por todo lo sucedido. Delora estaba en la taberna haciéndose cargo de Réamann mientras Parfait se recuperaba, pero más que cualquier cosa monitoreaba el estado del peliblanco y solo intervenía cuando era realmente necesario.

Por eso, era posible verla descansando en la taberna en ocasiones tomando una taza de espumoso chocolate. Ese día te habías decidido a hablar con ella y ella estaba ahí, en la misma mesa en que siempre se sentaba suspirando cansada y con enormes bolsas bajo sus ojos.

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

Apenas pediste un traslado de habitación mientras el estado de Réamann mejorara, Parfait aceptó sin problema alguno. Incluso te propuso que hablaras con Delora para la posibilidad de encoger la estatua de Conall y guardarla en un lugar seguro. Así podría ser más llevadero el asunto... O eso creía el hada. A pesar de todo, dejó la decisión en tus manos, sugiriéndote pedírselo a Delora. De seguro ella podría hacerlo porque Parfait aún no estaba en condiciones.

Delora ese día estaba en la misma mesa que se sentaba siempre, haciendo no mucho esta vez. Parecía estar leyendo un pequeño libro mientras te acercaste a ella. Apenas lo hiciste, te miró con una sonrisa triste - ¿Sabes? No tienes que hacer esto cada que vas a hablar conmigo. Además, si sirves demasiado chocolate, Annice notará que conoces el escondite - y te invitó a sentarte para luego partir el postre a la mitad -. Compartámoslo. Algo me dice que necesitas también un poco de esto - e hizo aparecer una segunda cuchara para tendértela.

Tras recibir de buena gana la taza de chocolate caliente, tomó un sorbo y luego te miró - ¿Y bien? Dime qué se siente ser libre -.

Angielle. The Marchen. Una semana después de los incidentes.

El proceso de recuperación de Réamann había sido difícil y tenía prohibido por Delora y Parfait ayudar en la taberna o sencillamente levantarse para cosas que no fueran saciar necesidades básicas... Aunque incluso Annice llevaba algunas de sus comidas a su habitación.

Hogward monitoreaba su progreso por lo menos una vez al día, aunque el peliblanco estuvo presente en los primeros días en que Réamann apenas y podía lidiar con sus crisis, así que se podía hacer muy a la idea de lo que le sucedía al peliblanco. Una vez este se hubo estabilizado, Annice informó a todos los demás en la taberna que podrían visitarlo, sobre todo Stella que tuvo prohibida la entrada por los primeros tres días. Ya con un Réamann al menos consciente, podrían visitarlo. Las advertencias eran que evitaran hacerlo alterarse demasiado o hacer esfuerzos físicos: debía guardar un absoluto reposo.

Medianoche. Habitaciones de The Marchen.

Era posible que Delora evitara por cualquier medio que vieras a Claire, así que ir a la medianoche sí que había sido la mejor decisión. Con todos exhaustos por la cantidad de trabajo en la taberna y la situación tan tensa que vivían, era difícil que fuera de otra manera. Sin embargo, tomaste las fuerzas suficientes esa noche para ir a su habitación.

Apenas tocaste, no hubo una respuesta inmediata. De hecho te viste en la necesidad de tocar unas dos veces más. En el momento en que estabas a punto de darte por vencido, la suave voz de Claire resonó en la habitación - ¿Alain? A-adelante - parecía que la habías despertado, ¿o era algo más?

Al entrar la viste ponerse de pie para buscar lo que parecía una bata y cubrirse para que no la vieras solo con sus pijamas. A diferencia de cómo la habías visto cuando la rescataron, había ganado peso, su piel lucía un color más saludable y se veía menos enferma. En realidad se veía recuperada de lo que le había sucedido, aunque su mirada aún parecía levemente ausente.

Una vez tomó su bata, se giró de nuevo hacia ti mirándote con una expresión un poco preocupada - ¿Que-querías hablar? -.

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

Encoger la estatua, pese a ser una buena idea, le daba algo miedo a Stella... e igual haciéndolo no podría dormir en su habitación con la estatua allí. Aunque bien seguir el consejo de Parfait era lo mejor. Pese a no ser la razón principal para hablar con Delora, se lo pediría.

Delora tenía un buen punto. No tenía que llevarle dulces cada vez que quisiera hablar con ella, pero todavía no había roto del todo la brecha que ella misma había creado la última vez. Precisamente por eso quería hablar con ella esa ocasión, para disculparse como debía. Además, por mucho que Delora dijese eso, algo le decía a Stella que para nada le desagradaría que le llevara dulces cada vez que fuese a hablar con ella. Pensar en eso la hizo sonreír un poco, así como ver que la bruja no tenía remedio y que le compartía lo que había hecho para ella. Aunque no le apetecía tanto comer algo dulce en ese momento, tomó la cuchara para no ser grosera.

Remedando a Delora, Stella tomó la taza de chocolate y le dio un sorbo, terminando por sorprenderse por aquella pregunta. Tuvo que detenerse a mirar la ventana por unos segundos para reflexionar sobre eso. Hasta ese momento no se había puesto a pensar en cómo se sentía realmente por ahora ser libre. Y la realidad era que con Réamann en ese estado y Conall así... no había tenido tiempo para alegrarse. Pero algo tenía claro.

―Es raro ―le contestó a Delora, volviendo a mirarla―. A veces, cuando me habla Jurien, Garlan o Annice, debo recordarme antes de hablar que ya estoy libre de mi maldición y que les puedo hablar con naturalidad. Tampoco he ido al pueblo por lo mismo. Todavía me da miedo hablar con extraños y que les pueda pasar algo. Sé que ya no es posible, pero creo que me tomará un poco más acostumbrarme a eso. Oh ―y había algo que sí había notado―, y ahora he comenzado a sentir con más claridad la magia. Lo sé porque antes no me sentía así. Supongo que es otra cosa a la que debo acostumbrarme ―después de haber hablado tanto, se avergonzó un poco porque no era su intención. Dio un pequeño sorbo al chocolate y se animó a preguntar por Delora―. ¿Le... fue bien en el castillo, señora Delora?

Angielle. The Marchen. Una semana después de los incidentes.

Para Réamann, todo había sido una mezcla de pesadillas y sueños en las que no sabía qué había sido en realidad y qué no, pues entre tanto deliró algunas cosas que lo atormentaron junto a ese terrible dolor que no lo abandonó por más que suplicaba que todo acabara. Para su fortuna, la tortura parecía haberse calmado por las intervenciones y observaciones hechas para verificar su estado. 

El peliblanco estaba muy cansado, su respiración pesada era un indicativo obvio de lo que había sufrido, aunado a que lo último que recordaba era lo sucedido en casa de Fiorella. Le constaba estar vivo, pero sabía que había pagado un precio bastante alto aunque no definía muy bien qué había sido. Tenía pensado hablar con la ojirojiza si se daba la oportunidad y así saber qué había pasado con Dante, pero no es que tuviera ganas de pedirle a Annice que fueran a verlo.

La primera persona con la que se vio luego de recuperar "bien" su conciencia fue a Parfait, así que cuando ella se fue el rostro de Réamann era bastante serio mientras veía al techo perdido en sus pensamientos, topándoselo así quien quisiera entrar a verle. Su rostro también lucía mucho más pálido y se veía delgado, por haber sudado demasiado y no comer en los días anteriores.

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

Delora te escuchó con atención y cierto interés. Te dejó hablar tranquilamente y se sonrió divertida al escuchar que eso parecía asustarte - ¿De verdad? Claramente no pasará, pero comprendo que te cueste acostumbrarte. Llevas más tiempo viviendo con esa maldición que sin ella, ¿o me equivoco? - dio otro sorbo.

- No hay novedades aún, aunque la guardia se ha estado moviendo estos días. Al parecer, alguien está causando alboroto a las afueras de Angielle y creen que son brujas renegadas. Como si ya nuestra reputación no estuviera lo suficientemente dañada - habló con cierto fastidio en su voz.

Sonrió cuando hablaste de la magia - Es natural que comiences a percibirla. Lección número 1, la magia de las hadas proviene de las emociones positivas, mientras que la magia de las brujas proviene de las emociones negativas. Una bruja puede experimentar más poder cuando las emociones negativas la dominan, así que debes tener cuidado con eso - sonrió -. Pronto podremos comenzar tus lecciones. ¿Estás nerviosa? -.

Angielle. The Marchen. Una semana después de los incidentes.

Muchos habían sido los días que Stella se sentaba frente a la puerta de Réamann, velando por él sin que el peliblanco siquiera lo supiera. No poder atenderlo era tortuoso, pero tanto Delora como Parfait y Annice se lo tenían completamente prohibido. Mientras el peliblanco lidiaba con su propio sufrimiento, Stella lidiaba con uno muy propio también. Eso la estaba desgastando bastante.

Como de costumbre, estaba fuera de la habitación de Réamann cuando Parfait entró a esta. Ansiosa, esperó que saliera y que por fin le diese permiso de verlo. Y cuando así fue, entró sin vacilar. Verlo hizo que le saltasen las lágrimas, y tuvo que controlarse para no saltar a abrazarlo. Sabía lo delicado que era su estado. Y, a decir verdad, tampoco tenía muy claro qué debía decir. 

Así pues, simplemente enjugándose las lágrimas, se acercó a la cama y se sentó a un lado del peliblanco, aún estando este absorto en sus pensamientos. Cualquiera que entrase a la habitación en ese momento, ahora la vería a ella sentada en la cama del chico.