Partida Rol por web

Medianoche. Habitaciones de The Marchen.

Una parte de él quiso desistir al primer golpe, convenciéndose de que dormía y que no era momento de hablar. Marchándose, seguiría intacto. Él seguiría siendo Alain Blue, más víctima que verdugo. Mas una parte de él estaba demasiado afectado como para seguir jugando el papel de víctima, por ello repitió el golpeteo al cabo de un momento hasta dos veces más cuando por fin llegó hasta él la voz titubeante de quien fuera su prometida.

Hacía semanas que no la veía. Delora había sido como un perro guardián, a sabiendas de que él no era capaz de controlarse en su presencia, no hasta el punto en que la joven necesitaba. Lo había intentado en numerosas ocasiones pero nunca había podido. Sin embargo, con Dante muerto, Parfait agotada por el combate, Fiorella de duelo y Réamann gravemente enfermo, el celo de Delora se había relajado y él, simplemente, había aprovechado su oportunidad.

Y ahí estaba, frente a la joven parcialmente recuperada que le miraba sin el menor atisbo de reconocimiento en sus ojos. Experimentó un dolor familiar aunque no tardó en obviarlo para asentir levemente y dar un paso en el interior de la estancia, momento en que cerró con suavidad la puerta y se apoyó en ella, sin atreverse a adentrarse más, pues seguía sin confiar del todo en él mismo.

- Quería... - ¿qué? ¿Cómo disculparse con alguien que no recordaba nada? Aquella hubiera sido una disculpa un tanto vacía - ...saber cómo estás. Hace mucho que no te veo. ¿Estás bien aquí? ¿Hay algo que eches de menos? Normalmente me encargo de las compras así que si necesitas algo... - su voz se apagó un poco. Quería preguntarle si, al avanzar él en su maldición, había recuperado algún recuerdo. Miró el anillo con cierto pesar antes de decidirse a cambiar la estrategia -. ¿Qué sabes de tu maldición? Si no sabes o no puedes hablar de ello - se apresuró a decir, recordando a Dante ahogándose en su propia tos -, niega con la cabeza.

The Marchen. Habitaciones de Fiorella. Cuatro días después del incidente.

Había esperado hasta tres días a que Fiorella saliera de su habitación. No había querido perturbar su duelo, pues en su experiencia personal, la mayoría de personas preferían pasar por aquello solas en lugar de compartir el dolor con los demás. Por eso los primeros dos días había decidido que lo mejor sería darle espacio a la joven. El tercer día, sin embargo, no lo había tolerado tan bien.

Ni siquiera había salido de la habitación y aunque estaba seguro de que Annice le subía comida, por lo que él sabía igual ni siquiera comía. Sin embargo, seguía siendo un partidario pero cada vez menos convencido de que el duelo era algo privado.

Y así se había ido a dormir aquella noche, pensando que una semana era un tiempo adecuado antes de volver a la vida. Pero algo se le había cruzado durante la noche que al despertar había cambiado de opinión. Por ello, aquella mañana, había tomado la bandeja del desayuno de manos de Annice y le había asegurado que él se la llevaría, sin entender lo que le pasaba por la cabeza y sin querer pensarlo demasiado.

Se detuvo en la puerta de la habitación, bandeja en mano, ignorando la sensación de cuan inapropiado era que alguien como él hiciera aquello. Alzó la mano para llamar pero se lo pensó dos veces. Si lo hacía, probablemente le diría que dejara la bandeja y se fuera. Y él no quería eso. Porque quería, de algún modo, fuera como fuera, tratar de animarla, aunque fuera un poco. Así que, sin más, abrió, a pesar de la turbación que sentía por hacer algo así.

- Te he traído el desayuno - anunció antes siquiera de mirar nada.

Angielle. The Marchen. Un día después del entierro de Dante.
Había tenido que salir un momento de su habitación. No se había cruzado con nadie, sólo había salido lo justo para intentar estirar las piernas que le dolían pero allí se encontró a Delora, sentada con aquel chocolate en las manos. No tenía fuerzas para hablar con nadie pero una pregunta le rondaba su mente. Aquel collar. En realidad lo despreciaba porque era algo que se le había entregado el día que rompió su maldición pero no podía evitar sentir curiosidad. 

Se acercó a la mesa de la bruja, ojerosa como ella y se sentó. - ¿Podemos hablar un momento Delora? - 

The Marchen. Habitaciones de Fiorella. Cuatro días después del incidente.

No sabía cuantos días llevaba llorando, tenía las ventanas cerradas la mayoría del tiempo aunque Ezio no la dejaba a solas todo el tiempo, no conseguía tampoco animarla ni levantar el velo de desánimo que se había instalado sobre ella. La culpabilidad y el arrepentimiento la carcomían, y el sentimiento de lo efímero que había sido recuperar a su hermano para volverlo a perder. En el fondo de su corazón sabía que algún día tendría que continuar tal y como él le había pedido, pero... la pregunta es cuando iba a hacer eso. 

Al final, una mañana, recibió una visita inesperada en su habitación. Era Alain. Sentía su voz al otro lado de la puerta y aunque una parte de ella quería que se marchase, su vínculo con él era bastante fuerte. Habían pasado muchas cosas juntos, y fueron él y Dante quienes le animaron a luchar cuando todo parecía derribarse. Tardó en responderle, le dejó esperando mucho tiempo, quizá suficiente para pensar que no iba a responderle, pero al final habló con una voz débil. - Adelante. - Fueron sus palabras, dándole paso a aquella habitación oscura donde aún no había descorrido las cortinas. 

Medianoche. Habitaciones de The Marchen.

Claire parecía tan nerviosa o incómoda como tú. O al menos en parte. Apenas vio que mantuviste cierta distancia, se sentó en la cama de nuevo, solo que el el borde esta vez y te hizo una señal para que te sentaras en silla de la pequeña mesita de su habitación. Era más cerca de donde estabas que de ella, así que creyó que sería conveniente.

Al escucharte, te miró un poco desconcertada. Parecía aún nerviosa, pero nada más allá de eso. Cuando escuchó lo de la maldición, sus ojos se abrieron ligeramente y bajó la mirada un poco más.

- Sé que... Tiene que ver contigo y con mi amnesia, pero... más allá de eso no sé más - apretó los puños contra sus rodillas -. También recuerdo esa vez que viniste y... ya sabes - tal vez refiriéndose a la vez en que le gritaste -, pero no te culpo. Yo no sé quién eres y tú sí. Tal vez si lo supiera, también estaría enojada - su cabello caía suelto sobre sus hombros, por lo que llevó un mechón detrás de su oreja.

- Lady Delora y Lady Parfait han sido buenas conmigo, pero dicen que debo ser paciente, que pronto podré irme - sonrió un poco -. No puedo decirte que extrañe nada porque bueno, la amnesia... - alzó los hombros tratando de relajar el ambiente un poco -. T-tú... ¿Has estado bien? -.

Angielle. The Marchen. Un día después del entierro de Dante.

Delora parecía ausente, o tal vez solo cansada. Apenas le hablaste, se sobresaltó y te miró - Oh, lo siento. Claro, adelante - miró al cuarto de Réamann, pero parecía que Hogward estaba allí, así que no habría problema.

- Lamento mucho no haber podido salvar a Dante. Si tan solo no hubiera sido necesario ayudar a Elliot con el portal... - y bajó su vista contrariada a la taza de espumoso chocolate.

Angielle. The Marchen. Un día después del entierro de Dante

Aquellas palabras casi rompen a Fiorella. No estaba preparada ni por asomo para hablar de su hermano y sabía que Delora había velado por ellos.

- No... No es por eso por lo que he venido Delora, pero.. Se que si hubieseis podido le habríais salvado. Simplemente... Demasiadas cosas, y dos brujas. La única responsable soy yo. Mis actos han hecho que Dante haya tenido que estar protegiendome y al final ha pagado el precio. - Negó con la cabeza y tras eso se retiro el colgante del cuello antes de ponerlo sobre la mesa.

- Esto apareció el día que se rompió la maldición. ¿Sabes lo que es? ¿Es Un simple recuerdo o tiene algún tipo de poder? - 

Angielle. The Marchen. Una semana después de los incidentes.

―Más o menos ―contestó Stella a Delora, mirando por un momento su taza con chocolate―. Fue hace unos siete u ocho años. Era una niña aún. Aunque sí podría decir que se siente así, como si hubiese vivido con esta maldición durante toda mi vida ―y le sonrió de lado a la bruja.

Escuchar la situación de Angielle entristeció un poco a Stella. La reputación de las brujas. Aquellas que se encontraron en el cementerio estaban dispuestas a matarla por la ortiga que la libraría de su maldición. Además, habían quedado atrapadas en la maldición de aquella bruja por mentir... probablemente con sus intenciones. ¿Por qué las brujas seguían comportándose de esa forma? El odio solo arrastraba más odio consigo. ¿Tan envenenadas estaban de ello que no podían verlo?

La improvisada lección sobre magia que Delora le dio de repente sorprendió un poco a Stella. Sin embargo, como el tema le interesaba, no tardó en grabarse a fuego esas palabras. Así que por eso había estado notando esa sensación durante esos días. Las emociones negativas habían estado predominando en su humor. Ella era una bruja, eso tenía sentido. Sin embargo, al mismo tiempo pensó que por eso Parfait y Elliot eran hadas tan poderosas; ambas eran muy buenas. Pensar en eso la hizo sonreír. Aunque claro, algo la sacó de esos pensamientos, y fue la pregunta de Delora. La chica se ruborizó, avergonzada, mientras daba golpecitos con los dedos a la taza.

―La verdad, sí. Estoy muy nerviosa, pero también emocionada. Sobre todo porque podré aprender de alguien como usted ―por primera vez en un rato, Stella pudo sentir algo positivo: emoción. Eso se reflejaba en una pequeña sonrisa infantil―. Aunque eso me lleva a preguntarme algo... ¿Qué tipo de magia me enseñará, señora Delora?

Angielle. The Marchen. Una semana después de los incidentes.

Se mostró levemente sorprendida ante lo que le contabas - Ya veo - y se vio un poco triste -. Debió haber sido difícil lidiar con eso siendo tan pequeña - comentó Delora con desazón.

Rió cuando hablaste de estar nerviosa y de cómo te emocionaba aprender de ella - No soy la mejor bruja de por aquí, ¿sabes? Hay alguien entre nosotros que fácilmente me supera. Pero eso lo tendrás que averiguar por tu cuenta - y te guiñó un ojo para luego dar un sorbo a su taza de chocolate.

- La magia defensiva - y bajó la taza -. Antes de aprender cualquier cosa, debes aprender a defenderte. Por eso la primera lección siempre serán barreras y escudos. Y sí, son diferentes. Todo depende del tipo de hechizo que intenten contrarrestar. Si volvemos a enfrentarnos a Phoisa, nos servirá mucho una bruja que pueda protegernos de sus artimañas - dijo con una confiada sonrisa.

- Aunque no dudo que regrese. Después de todo, uno de sus juguetes está con nosotros - y miró un momento a la habitación de Réamann con una expresión preocupada.

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

Stella se quedó en silencio cuando Delora comentó aquello. Habían sido bastante difícil, y se había cerrado al mundo de muchas maneras. Además, su único hábito durante años fue autoflagelarse en el cementerio intentando encontrar la ortiga que la sacase de aquello. Si bien habían sido tiempos difíciles, no los despreciaba del todo. La habían hecho ser quien era.

Cuando Delora dijo que no era la mejor bruja, Stella abrió bastante los ojos. ¿Entre ellos había alguien que los superaba? Imposible.

―Es demasiado modesta, señora Delora. Usted es la mejor bruja de todas. No me cabe la menor de las dudas ―a pesar del convencimiento en su voz, gran parte de eso se debía a su admiración a Delora. No quería otro ejemplo a seguir.

Saber qué magia aprendería la emocionó. Ella no se veía capaz de dañar a alguien, por lo que ni siquiera tenía en mente aprender magia ofensiva si se lo ofrecían. Desde hacía días rondaba la idea en su cabeza de que quería adoptar el estilo de su madre. ¿Era presuntuoso eso? Fuese así o no, la mención de Phoisa tensó un poco Stella, y eso influyó claramente en su humor. Miró su taza de chocolate cuando Delora habló de esa forma sobre Réamann... y no se molestó. Era cierto. Réamann para Phoisa no era más que un juguete.

―Pues si Phoisa vuelve, quiero ser capaz de defenderlo ―dijo Stella, mirando a la que ahora era su maestra―. No quiero dejar que esa bruja siga jugando con él. No lo permitiré ahora que puedo.

The Marchen. Habitaciones de Fiorella. Cuatro días después del incidente.

La oscuridad en la que la chica estaba sumida resultaba casi dolorosa, pues no era más que un reflejo de cómo se sentía en realidad. Parpadeó varias veces, tratando de que sus ojos se adaptaran a la penumbra hasta que por fin empezó a vislumbrar los rasgos pesarosos de Fiorella.

Se acercó a ella con normalidad, dejando la bandeja con el desayuno en su mesilla de noche para acto seguido apoyarse en una de las mesas. Se la quedó mirando durante largo rato, tratando de averiguar la fórmula exacta para disminuir su dolor pero no tenía experiencia en aquello e, incluso si la tuviera, dudaba que fuera posible.

De modo que se tragó la absurda pregunta de "cómo estás" y, armándose de valor, se acercó a ella para sentarse en la cama, dejándole espacio para que se apartara pero lo suficiente cerca como para que supiera que estaba ahí.

- Sabes, al principio Dante me cayó fatal, llegó aquí de malhumor y tratándote de formas en que no se debería tratar a nadie. Tu hermano no tenía una gran entrada, que digamos - sonrió levemente, acercando la mano a la de ella pero sin llegar a tocarla. Deseaba tanto confortarla... y, sin embargo, se sentía inseguro de si cualquier cosa que hiciera sería bien recibida -. No hablamos mucho y no llegué a conocerle lo suficiente como para llamarle amigo... pero aquel último día me di cuenta de que detrás de esa fachada había mucho más. Una persona que se preocupaba por su familia. Y, sobre todo, que se preocupaba por ti. Un buen hombre. Y un buen hermano.

Medianoche. Habitaciones de The Marchen.

Moviéndose lentamente, tratando de no alterarla con algún gesto brusco, se acercó hasta la silla que le señaló y tomó asiento. Estaba pensando que más añadir cuando la chica tomó la palabra para decirle lo que no recordaba. Y lo que sí. Agachó la cabeza con algo de pesar, negando suavemente para sí mismo.

- Siento lo de aquella vez. Estaba fuera de mis cabales - volvió a negar antes de añadir -. No me justifico, incluso así no debería haberlo hecho. Tienes mi palabra que no volverá a suceder - sonrió un poco antes de añadir -: De todos modos, tú no te hubieras enojado. Te habrías puesto triste, pero nunca, jamás, te habrías enfadado porque yo no te recordara.

Una parte de él quería explicarle su historia en común pero sabía que, si lo hacía, probablemente aquello sería un detonante para la maldición de modo que lo mejor era evitar aquel tema lo máximo posible. Entonces ella le preguntó si había estado bien, momento en que alzó la mirada hacia ella, sopesando aquella pregunta.

- Han pasado muchas cosas últimamente, ninguna buena en realidad - su semblante recordó el cuerpo sin vida de Dante pero su mente le jugó una mala pasada al sustituir de pronto al joven por Claire. Víctimas colaterales de la maldición. Se frotó el rostro con fuerza, algo ansioso -. Voy a romper la maldición y vas a ser libre. Pero prométeme que hasta entonces, tendrás cuidado. No quiero que te pase nada.

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

Delora se rió suavemente y comió un trozo del postre que le trajiste - Lo dices porque no conoces muchas brujas que no sean unas psicópatas, pero en verdad hay alguien que fue considerado prodigio en su momento - y tomó otro pedazo del postre.

La bruja notó cómo te tensaste ante la mención de Phoisa, cosa que llevó a que esta pusiera una cara de preocupación con tus palabras para después sonreír - A veces dicen que la mejor defensa es un buen ataque. Phoisa es una bruja mañosa. Después de todo, ha tenido una larga vida y en ese tiempo aprendes cosas. Si de verdad quieres protegerlo de ella, no solo te bastarán las barreras y deberás practicar mucho. Seré implacable - sonrió maliciosa. En parte parecía que lo decía para asustarte, aunque se veía muy seria.

- ¿Estás lista para eso, Stella? -.

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

No importaba lo que dijera Delora, Stella no lo tomaría en serio. La admiración que le tenía no le dejaba aceptar que podría haber alguien mejor que Delora. Además, aunque fuese así, no le importaba. Ella admiraba a Delora no solo por su poder. EN gran medida la admiraba por su personalidad. Quería ser tan genial como ella algún día.

―Aunque sea así, usted es mejor bruja. Nadie me sacará eso de la cabeza ―por los momentos, al menos.

¿Entonces sí tendré que atacar alguna vez? Eso era lo que le daba a entender Delora. Entonces, por mucho que se negará, ¿sí o sí debía aprender magia para dañar a los demás? No quería eso. Aunque por cómo lo ponía Delora... Estaba dando en su punto débil. ¿Cómo protestar así?

La sonrisa maliciosa de Delora la asustó un poco, e hizo que agarrase con algo de fuerza la taza.

―Estoy... lista. Aunque no sea tan dura conmigo, señora Delora. Todavía no... puedo leer muy fluido ―confesar eso la avergonzó un poco―. Si hay que leer mucho, téngame paciencia.

Medianoche. Habitaciones de The Marchen.

Al verte nervioso y de cierto incómodo, la joven negó con la cabeza - Está bien. No pareces un mal hombre. De seguro fueron momentos difíciles para ti - mencionó con tranquilidad y una débil sonrisa.

Te escuchó con atención mientras le hablabas de cómo reaccionaría un tanto extrañada y se rió - Es extraño que te tengan que decir cómo eres, ¿sabes? Pero bueno, supongo que es algo a lo que tendré que habituarme por ahora - y suspiró mientras miraba al suelo, pareciendo que se perdía un momento en sus ideas.

Apenas le pediste que fuera cuidadosa, te miró ligeramente extrañada, como si tratara de comprender lo que le decías, pero todo eso le sonara bastante ajeno - Lo siento, no lo entiendo muy bien. No estoy realmente en riesgo estando aquí, ¿o sí? - se vio un poco ansiosa -. Yo... no suelo salir mucho de la habitación por indicaciones de Lady Delora. Dice que podría perderme con facilidad - y miró a la ventana -. Ahora que lo mencionas, tal vez sea eso lo que más extrañe, pero... a veces cuando habla es como si tuviera otras razones para decirme eso y no quiera compartírmelas del todo - ¿tal vez la bruja hacía lo mismo que tú al no darle detalles?

Angielle. The Marchen. Un día después del entierro de Dante

Delora te miró cuando le hablaste y su rostro se tornó consternado. Al parecer, encontraba tus palabras dolorosas. Viste que extendió su mano para tomar la tuya, pero la quitó apenas cambiaste el tema y pusiste el colgante sobre la mesa. Esta lo acercó a ella y lo miró con atención. Poco después, lo tomó entre sus manos y se llevó las manos al mentón contemplativa.

- Dices que apareció justo al romper la maldición. Puedo detectar magia venir de él, pero es solo magia residual. Tal vez como su origen proviene de haber roto la maldición, su mágica aparición dejó ese rastro en él, pero más allá de eso no parece tener ningún tipo de propiedad especial - y te lo devolvió.

- Además, tiene la forma del carruaje de Cenicienta, así que es posible que solo se trate de eso, un recordatorio de tu victoria sobre la maldición - y luego te miró a los ojos -, pero no te agrada, ¿o me equivoco? -.

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

La bruja rió de nuevo al escucharte. Parecía divertida más que cualquier otra cosa y de repente, se puso seria para pasar a una expresión un tanto arrepentida - Creo que te debo una disculpa. Si bien aquello que dije esa vez que discutimos era cierto, también es cierto que no merecías que te tratara de esa manera. Espero que puedas perdonarme - y sonrió.

- Pero no lo volveré a decir, así que espero que hayas prestado atención - y tomó un sorbo de su chocolate.

Cuando mencionaste aquello, Delora alzó una ceja. Una chica que aún no podía leer muy bien - Qué lástima. No hemos comenzado y ya te estás rindiendo. Así no llegarás a protegerle, así que si de verdad quieres cumplir tu promesa, tendrás que trabajar el doble de duro. ¿Entendido? - y se te quedó mirando con una maliciosa sonrisa. Era como si disfrutara todo eso.

Angielle. The Marchen. Un día después del entierro de Dante

- No, no me agrada. Siempre será un recuerdo del día que murió Dante. Sólo quería asegurarme de que podía guardarlo en el fondo de una caja sin estar dando la espalda a alguna fuente mágica que ayudase a los demás. - Admitió con honestidad, antes de encogerse de hombros. 

- En fin, aún así, muchas gracias por aclararmelo, Delora. - Asiente, incapaz de sonreír. Era chocante ver a la enérgica y amigable Fiorella tan apagada. Pero cada uno llevaba el duelo a su manera. 

The Marchen. Habitaciones de Fiorella. Cuatro días después del incidente.

La presencia de Alain, tan cerca de ella era cálida y violenta a la vez. Por un lado una parte de ella agradecía que estuviese allí acompañándola, pero también quería echarle y esconderse bajo una manta. Aunque pronto esos pensamientos fueron cortados cuando empezó a hablar, de cómo conoció a Dante. Cada vez que alguien lo mencionaba era como una puñalada en el corazón que sólo le daba ganas de llorar aún mas. 

- Siempre fue así, nunca tuvo tacto. - Respondió ella en voz baja, cuando la mano de él se acercó, la retiró un poco pero no la apartó, insegura. Las últimas palabras le arrancaron un sollozo. - Tienes toda la razón. Fue el quién se lo jugó todo para que pudiese romper la maldición, y yo... le había olvidado, como efecto colateral. Por eso no lo soportaba y le culpaba de lo que había pasado. Y le recuperé justo antes de que muriese. - Se secó las lágrimas. - No es justo... - 

Angielle. The Marchen. Un día después de que Delora regresase del castillo.

Escuchar esa disculpa de Delora era algo que no se esperaba. Se le encogió el corazón porque no pensaba que Delora tuviese que disculparse. Después de todo, había sido su culpa. Se llevó una mano al pecho y negó, sin poder aceptar las disculpas de Delora porque no creía que las mereciese.

―No, no tengo nada que perdonarle. Fue mi culpa que discutiésemos esa vez. De hecho, señora Delora... quería disculparme... y agradecerle mucho ―a la chica se le humedecieron un poco los ojos―. Sé que gracias a usted es que pudimos saber dónde se encontraba la ortiga. De verdad, muchas gracias. Aún me siento apenada por cómo la traté aquella vez.

Por fin había podido sacarlo.

La sonrisa maliciosa de Delora le volvió a dar calosfríos a Stella. ¿Trabajar el doble de duro? ¿Tendría que aprender a leer fluido y magia a la vez? Esa idea la aterraba. De hecho, de seguro pudo verse en su cara. Se llevó la taza de chocolate a la boca para darle unos cuantos tragos, nerviosa. A pesar de eso, no flaqueó... del todo.

―¿Estoy preparada? ¿Lo ve? Así de fuerte es mi determinación. Ha-haré lo que sea necesario...