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Crónicas Giovanni: La última cena

1.3 La cena está servida

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28/10/2019, 20:28
Sire Wenceslas

-¡Imposible! -contesta Wenceslas-. ¡Dices eso para despistarnos, Assamita! ¡Tienes que haber sido tú! ¡Nunca me he fiado de ti!

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28/10/2019, 20:29
Leopold Valdemar

-¡Es más probable que lady Jadviga esté detrás de todo esto! ¡Esos intrigantes Ventrue siempre anteponen su clan a sus aliados!

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28/10/2019, 20:30
Lady Jadviga Almanov

-No eres más que un viejo Chupón idiota y senil, Valdemar. Odio a Hardestadt y he atacado sus dominios muchas veces. Propongo que nos quedemos para probar que no estamos haciendo nada que merezca un ataque

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28/10/2019, 20:31
Gabrin

-¿Quedarme? -rie Gabrin-. ¿Y confiar mi destino al demente de Hardestadt? ¡Nunca!

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28/10/2019, 20:32
Lady Dimitra

-¡Giovanni nos ha traicionado! ¡Hemos sido unos estúpidos al creer que iba a atacar a sus hermanos Capadocios!

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28/10/2019, 20:33
Claudius Giovanni

Claudius lanza un bramido:

-¡Silencio! ¡Prohíbo estos enfrentamientos! ¡Seguidme AHORA o estaremos acabados!

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28/10/2019, 20:34
Marchetus el Bravo

-¡No hay salida! -grita Marchetus-. ¡Luchemos!

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28/10/2019, 20:34
Claudius Giovanni

¡Éste no es el lugar! ¡Vamos al relicario! ¡No podrán seguirnos!

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28/10/2019, 20:35
Claudius Giovanni

-¡Vamos! ¡Hay una salida a través de las criptas! ¡Rápido!

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28/10/2019, 20:36
Lord Casmir

-Pero nos seguirán -afirma Casmir con frialdad-. Tus soldados caerán, como los patéticos mortales que son

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28/10/2019, 20:37
Claudius Giovanni

Eso hace reflexionar a Claudius:

-Sí, caerán. Debemos frenar a Hardestadt... ¡Ah, ya está! ¡Abrazad a vuestras presas! Ya han sido desangrados, y el Cambio será rápido. Esto entretendrá a nuestros perseguidores el tiempo suficiente para que podamos huir mientras los exterminan.

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28/10/2019, 20:40
Claudius Giovanni

Claudius ríe ante la idea

-¡Ja! Recuerdo a la gentil señora que nuestros atacantes son los fanáticos Fundadores. ¡Hardestadt no permitirá nunca que viviesen! ¡Ahora, hacedlo! ¡Es la única forma de escapar!

Rápidamente Marchetus desangra por completo a Enrico y Etienne; Lady Dimitra a Bilyana; Lady Theophana a Enzo y Allan; Matrona Violetta a Pietro; Sire Wenceslas a Piero y Anton; Lord Casmir a Paolo y Albert; Lady Jadviga a Luigi y las gemelas; Lord Leopold a Marco y Constanza; Lord Micezyslav a Anna y Nicolae; Bajazet a Robert y Amr-Bashir; Lady Asima a Basilio y Maria y Gabrin a Nezayem y Nathaniel.

Después de haber sido desangrados no tardáis en volver a la vida, antes de darse a la fuga os ordenan:ç

-¡Luchad hasta la muerte contra los invasores!

Notas de juego

Todos debéis luchar obligatoriamente menos: Anna, Pietro, Basilio, las gemelas y Piero que son libres de hacer lo que quieran.

Albert ya puedes andar

Anna, Pietro Basilio, las gemelas y Piero haced tirada de percepción+alerta dif 7

Pietro durante 2 turnos estás agonizando de dolor

 

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28/10/2019, 21:11
Constanza de Tournai (pj muerto)

Constanza se revolvió cuándo la atraparon contra la mesa. Intentó resistirse como pudo y por un momento, cuándo notó el punzón sobre su nuca, dio un jadeo doloroso. Intentó oponer resistencia pero pronto se vio subyugada mientras su mente manejaba febrilmente toda aquella información. Los notaba a sus espaldas catando su sangre, merodeando alrededor, cuchilleando. Aquello era para lo que había sido traída hasta Transilvania: como el cordero de Giovanni ante su verdugo. Apretó con fuerza los nudillos en la mesa con los ojos surcados de lágrimas, intentando asumir que era su final, y poco a poco la pérdida de sangre terminó llevándosela a los dulces brazos de la inconsciencia. Este iba a ser su final: lejos de sus hijos, en una tierra extraña y engañada por unos crueles demonios. ¿Cómo los habían llamado...?

Su último pensamiento fue para el hogar. Una lumbre cálido, un marido hace largo tiempo muerto, un hijo... Y de pronto, la inconsciencia y después la muerte.

...

Intentó respirar a duras penas pero ni si quiera fue capaz. Notaba un hilo de su propia sangre cayéndole a través de la espalda mientras los Conspiradores se marchaban de la sala, huyendo. Las sienes le palpitaban cada vez más y notaba algo dentro de su cabeza hablándole cada vez más insistentemente. Constanza se sentía invadida, corrupta y mancillada, como movida por una fuerza extremadamente poderosa que la obligó a levantarse del asiento donde aquellos conspiradores les habían emboscado. Gruñó y notó la boca afilada, con los dientes sorprendentemente más largos y la rabia primordial de una maldición que acababa de ser transmitida pulsando sobre sus venas, instándole a atacar como fuera a lo que se le plantara por delante.

Avanzó, con el cabello cayéndole sobre el pálido rostro como una mortaja de sombras, intentando discernir alrededor. Las campanas, las últimas órdenes de Giovanni y la amenaza constante de Hardestadt. Cerró los puños enguantados, moviéndose por la sala poseída por aquel ímpetu de sangre que la llamaba y la llamaba, una y otra vez, con la urgencia de matar y consumir la vida de sus enemigos. Fueran quiénes fueran, a estas alturas no le quedaba nada más.

La rabia rugió en su interior, enturbiando su alma, buscando presas. Una queda voz en su cabeza le decía que no estaba haciendo más que ayudar a sus asesinos, pero... ¿Qué importaba ahora? 

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28/10/2019, 22:04
Enzo Bonacelli

Me mantuve en un trance, una completa monotonía mientras que el resto parecían tener alguna discusión, o simplemente hablaban cosas banales, pero por mi parte solo esperaba mi muerte. Se los dejé en claro, lo grité y no me hicieron caso, ni siquiera con aquel escudero siendo ordenado en decapitar y beber la sangre de un cordero había hecho darse cuenta de lo que pasaba a los demás, y solo aquello me causaba una completa molestia.

Los sirvientes se fueron acercando a cada uno de nosotros, y simplemente me acomodé en mi asiento por comodidad, dejando que me colocaran aquel artilugio en mi cuello donde sentí un pinchazo en el cuello, haciéndome fruncir el ceño al sentir aquel constante dolor mientras que la mujer que me hizo caer en aquel sueño probaba mi sangre, al igual que cada uno comentaba algo de ella.

Inhalo y exhalo, alzando la vista para así llevar mi vista a cada uno de los otros condenados, de los demás que su destino estaba sellado en aquellas mismas sillas en las que estaban mientras iba perdiendo cada vez más mi fuerza, hasta que entonces los gritos comenzaron a escucharse, aquel estruendo en la lejanía el cual me hizo dar un sobresalto para mirar hacia la puerta, mirando como cada uno de esos seres de la oscuridad parecían temerle a un tal Hardestadt, a lo cual comencé a soltar una carcajada, para así hablar en voz alta con mucho cinismo. -¿Pero que sucede compañeros? ¿Los temibles lobos se dieron cuenta que los cazadores vinieron a por ellos? Que patético como sucumben así de rápido a la primera señal de peligro.- 

...

Después de que mi sangre fue fluyendo por mi cuerpo, mientras que me aferraba lo más que podía a la vida lo que podía hacer era rezar en un débil susurro, sabía que Dios me estaría escuchando, así que no tendría que hacerlo en voz alta, asegurándome de pedir perdón por todo lo malo que hice en esta vida, además de pensar como mi vida fue una total perdida, una vida aburrida y sin emociones, y ahora solo moriría rodeado de un montón de extraños, sin siquiera lograr tener algún amigo en este lugar.

Pero no era el fin.

Lo que era al comienzo la nada, empezó a aparecer algo. Todo era frío y oscuro, pero empecé primero a sentir algo yendo a mi corazón, algo que producía cierta calidez para así este comenzara a latir, luego algo de calidez, unas gotas cayendo en mi boca la cual tenían algo como una esencia de vida, y finalmente sentí un gran dulzor, me sentía inundado en placer, en total éxtasis mientras que volvía a la vida.

Necesitaba más, de una forma u otra necesitaba más, pero una vez de aquella fuente de la que venía aquel líquido dejó de proveerme de este abrí los ojos, mirando así a Lady Theophana la cual luego se fue alejando. Necesitaba más, no podía pensar nada más en saciar esa gran ansias que sentía, pero lo único que podía escuchar en mi mente fue el señor Giovanni. No importaba lo que decía, ni una sola mísera palabra, pero de alguna forma en mi mente sus ordenes estaban plasmadas en mi mente.

Tambaleante me levanté, mirando así a Marianna, aquella mujer la cual el señor Giovanni ordenó que se acostara en la mesa allí. Podía escuchar sus latidos chocando con fuerza en mis tímpanos antes de así lanzarme hacia ella, clavando mis dientes en su cuello mientras me aferraba a sus hombros, quedándome encima de su cuerpo desnudo mientras sentía una gran ola de placer arrastrarme al probar así su sangre.

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28/10/2019, 23:46
Pietro

Los anfitriones se van cebando con nosotros. Al parecer somos la comida. Empiezo a mirar aquellos ajados palimpsestos con otra mentalidad. Sí pudiera poner mis manos en ellos de nuevo... Todo se interrumpe con la llegada de alguien. Estas criaturas se asustan... De alguien o de algo. 

Miro al ser que antes compartiera mesa conmigo. Cómo una total desconocida se acerca y me vacía la sangre de  las venas. Poco a poco pierdo la consciencia por la falta de sangre y me sumerjo en un profundo sopor para no despertar.

- Perdoname, Padre...- Piensoen mi último instante. Pero algo cambia. Siento algo. Una gota minúscula en mis labios cae llenando mi cuerpo de calor, de vida. Un cosquilleo ardiente recorre mi ser en su totalidad haciendo que despierte sobresaltado, como si lo hiciera de un profundo sueño. Abro los ojos y empieza la agonía.

Dolor, ira, miedo... Dolor. Una punzada atravesando mi cuerpo por cada uno de sus rincones. Un brazo que parece desgarrarse, como si le arrancasen la carne de los huesos. Segundos después, una pierna se retuerce. El dolor no ha cesado y comienza en otra parte. La piel arde. Miles de agujas se clavan en cada centímetro de mí. Quiero gritar, pero no puedo. El sólo hecho de existir es un infierno y apenas soy capaz de percibir cuanto ocurre a mí alrededor. 

- AAAAAGH!- Grito desesperado.- ¿POR QUÉ?-Pregunto a nadie en particular. 

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29/10/2019, 01:15
'Amr-Bashîr 'ibn Al-As

La falta de sangre en su cuerpo comenzaba a hacer estragos en su memoria. Con su cabeza gacha con una mirada perdida hacia el centro de la mesa, su consciencia iba y venía conforme pasaba la velada mientras abrían y cerraban el grifo que tenía clavado al cuello. Tenía ensoñaciones fugaces sobre su familia, sus hijos y su hogar cuando sus ojos se cerraban producto del desmayo. Cuando despertaba sentía los retorcijones en su estómago que se producen en situaciones como esas, la resequedad de su boca, sus ojos en constante retroversión. Abría y cerraba los puños para acelerar el flujo de la sangre en un vago intento por acelerar el proceso y obtener una muerte más rápida. Los golpes secos en los muros del castillo de Giovanni detuvieron por un rato la algarabía y apenas si oyó unas cuantas voces, ininteligibles para él, cuando cayó al suelo totalmente desangrado.

En el extremo entre la vigilia y la inconsciencia total, pudo reconocer una forma que se le acercaba desde arriba. Cuando se le acercó para verter unas gotas de sangre en sus labios, pudo ver de quién se trataba. Su antiguo compatriota había cumplido con la promesa que le hizo durante los juegos de salón, aunque no fuese por voluntad propia que lo hiciera. La Vitae de Bajazet se le antojó de un sabor agridulce y sintió el ardor recorrer su garganta cuando ingresó en su organismo arrebatándole el último aliento de vida. – Aparta de mí este cáliz. – Rogó al Padre en las Alturas, su corazón se aceleraba, sus venas se tensaban, sintió en su cuerpo retorcerse en la lucha entre la vida y la muerte. El dolor insuflaba su cuerpo, el llanto cubría sus ojos, y sus uñas se clavaban el suelo del comedor de Giovanni debido a su tormento. En menos de lo que pudo darse cuenta, su corazón se detuvo en seco, su aflicción cesó, su cuerpo dejó de moverse y todo se volvió oscuridad.

Un olor a perfume inunda sus sentidos, también una luz intensamente blanca abre una brecha en ese mar de oscuridad en el que su cuerpo parece elevarse ligero hacia las alturas, pero de pronto una pesadez invadió su existencia y lo empujó de nuevo hasta el suelo. Un latido punzante en el pecho le hizo abrir los párpados, sus ojos estaban inyectados en sangre. Veía el candelabro colgar del techo abovedado del comedor, hizo presión en sus puños hasta que sus palmas sangraron. Un segundo latido punzó hondo en su pecho y lo hizo levantarse casi de un salto.

Reconoció a Bajazet a su lado. – Luchad hasta la muerte contra los invasores. – Le ordenó. Aquella era la voluntad no de Bashir, sino la de su creador la que se veía obligado a cumplir. Su cuerpo no lo obedecía, sentía una intensa cólera en su interior, un ansia que se revolvía en sus entrañas por salir, un monstruo que acababa de nacer dentro de él y que también debía saciar. De su cinto empuñó su espada*, tan afilada como sus colmillos. Su mirada se enrojeció por completo, como la de un depredador al acecho. Aguardaba por el primer desafortunado que cruzara su vista.

Notas de juego

*Dire, avísame si ves algún problema en que mi personaje utilice un arma mientras está en ese estado.

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29/10/2019, 01:17
Bilyana Strakovski

La muerte, fría, tenebrosa, oscura. Tan temida por unos, tan anhelada por mí ahora mismo. La siento acercarse, su fétido aliento en mi cara como si fuera el aliento de un amante, su huesuda mano acariciándome. Se aparta un momento, mientras otro invitado bebe de mí, y vuelve para decirme que todo está bien.

De pronto se escucha un tremendo golpe, tan tremendo que me hace mirar a la puerta. Otro, otro... Los invitados lo temen. ¿Qué mierda es eso? Trago saliva o lo intento porque ni eso tengo.

Dimitra se tira sobre mí, abriendo el grifo al máximo. La muerte se regocija, mientras sujeto su mano, sintiendo mi alma salir de mi cuerpo.

Pero, de pronto algo sucede. Un sabor dulce, de un gusto tal que provoca que mi propia alma se estremezca. La muerte me suelta. ¿Qué sucede?

Abro los ojos nuevamente, intentando sujetar aquel brazo que me daba su sangre. Pero se escapa de mí. Rujo, enfurecida. Quiero más, necesito más, deseo más.

Escucho los golpes y me preparo. En mi ciega furia ni siquiera me acuerdo de mí espada, solo me preparo para saltar sobre lo primero que pille.

Ya no soy una persona, soy un animal desbocado.

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29/10/2019, 01:34
Nicolae Dobrich

Los incesantes golpes interrumpen la macabra cena y veo casi con agrado el terror dibujado en los rostros de nuestros captores. Pero apenas puedo sonreir por la extrema debilidad que siento. Me han desangrado y se me escapa la vida. Sin embargo estoy preparado para mirar a la muerte a los ojos y no siento miedo. Sólo rabia. Rabia por la impotencia. Me niego a gritar.

Entonces Lord Micezyslav retira el collar y muerde mi cuello. Los demonios de las leyendas. Giro mi mano apuntando la daga hacia el demonio pero no puedo moverla para hundir mi arma en Micezyslav. Y ya no tengo fuerzas para sostener la daga. Lord Micezyslav me obliga a beber su propia sangre que mana de su brazo. No la rechazo. No puedo. Por alguna razón ansío tragarla y rompo el hechizo que me mantiene inmóvil para agarrar su brazo y que no lo retire. Bebo con la vista borrosa, como en un sueño. Termino perdiendo la consciencia y recibiendo a la muerte.

Abro de nuevo los ojos de golpe con una percepción extraña y diferente. No sé cuánto he estado insconsciente pero no ha sido mucho dado el alboroto que aún reina. Es entonces cuando oigo la voz de Lord Micezyslav que me ordena luchar antes de irse corriendo. Puedo moverme y levantarme. Y me levanto.

Hay algo nuevo en mi. Una energía salvaje. A pesar de la agitación no noto que mi corazón ya no late y que mis pulmones no buscan aire. Hay algo más que no me deja ser consciente de lo demás. Un hambre atroz. No es el hambre de un hombre sino de una bestia. Aún tengo el sabor de la sangre en mis labios y sé que eso es lo que necesito. Aún no hay enemigos con los que luchar así que doy unos vacilantes pasos primero hacia el cuerpo decapitado de la oveja pero luego me abalanzo sobre ella buscando la sangre que aún queda para saciar mi sed y mi hambre.

Al fin ese hambre antinatural remite al menos una mínima parte. Ya oigo los pasos que se acercan así que recojo la daga del suelo y la empuño. Eso no va a ser suficiente para la lucha que se avecina así que la guardo en  mi cinturón y desenvaino mi espada esperando la llegada contra aquellos que me han ordenado luchar.

No quiero cumplir la orden de Lord Micezyslav, pero lo deseo. Así que alzo la espada presto al combate.