Partida Rol por web

El destino parecía conspirar para no dejarle ni un solo momento de respiro, y eso era cuando no pensaba directamente que no respirar era su sino. Además le iba a tocar disculparse de nuevo y tenía la impresión de que desde hacía un día no hacía otra cosa más que eso, lo que hacía que se sintiera aun más culpable y quisiera disculparse aun más a menudo por disculparse tanto.

- Por supuesto caballero Durius. Tan solo pretendía presentaros a Zort Dravescu y a su hijo el caballero Zuyla, pero entiendo que algo más que eso deberá aguardar hasta más tarde. Espero que podáis disculparnos- dijo a padre e hijo.- Allí está el Capitán Zarak, con el que si no recuerdo mal coincidisteis ayer a vuestra llegada. Vos caballero Zuyla podéis informarle de que anoche entrasteis al servicio del Duque. Seguro que agradecerá saberlo.

Tan solo quedaba descubrir por qué habían regresado sin los Basarab. Sobre que eran malas noticias no albergaba ninguna duda.

- Caballero Durius, os sigo.

- El Caballero Durius de Slobozia se dirige al Salón Principal seguido por los Mayordomos Otto y Valru.

Espero pacientemente a que la gente termine de descender de los carruajes. Veo que es una gran comitiva, mucho mayor de lo que había imaginado el día que la vi partir. Escucho las palabras del Maestro Maserrak de Flambeau y luego las palabras de Tiberiu. Mi compañero pregunta quienes son y la mayoría de ellos los conozco, por lo menos de vista. Voy a contestarle cuando veo los pies de un hombre salir del carruaje principal. Sus blancas manos se sujetan en la puerta mientras emerge la imponente figura de uno de los hombres más poderosos de Transilvania después del Duque Kadar. Las palabras apenas salen de mi boca para responder pues la emoción generada por mi gratitud y mi admiración por aquel hombre apenas de hace capaz de pronunciar su nombre:

 - "Caballero Durius Tremere de Slobozia..."

Luego de eso me quedo admirando su porte y sus movimientos. Parece cansado pero aun así es extremadamente elegante. Deseo con todas mis fuerzas algún día parecerme, aunque sea solo un poco, al aspecto que tiene, con ese aura de respeto que me hace quedar ciego ante su imagen mientras lo veo irse.

Una vez ha salido de mi vista, recién puedo situarme en el lugar en el que me encuentro. Respondo al Maestro Maserrak sin siquiera poner demasiada atención:

 - "Tiberiu se quedó con su madre y yo tuve que irme. Estuve un rato en el patio de armas entrenando."

Mi mente me sitúa a mí con las vestimentas del Caballero, en una corte y siendo un hombre de gran honor. Todos me respetan yo correspondo con gentileza a sus adulaciones. Luego regreso a la realidad, donde solo soy un plebeyo insuflado por la piedad y la gratitud a mi difunto padre, por lo que ese es un sueño imposible.

Si, mi caballero. No delego mis obligaciones por gusto, si no por obligación. Soy de más utilidad en asuntos de corte que limpiando cuadras. De las cuadras se puede ocupar cualquiera, de mantener el orden, no. El petimetre no se tomo la observación del caballero de los Carpatos como un agravio, era un reto, tenía que demostrarle al caballero que serbia para algo más que llevar su escudo y ayudarle a ponerse la armadura. Y en cuanto a la otra pregunta, no, no me he aburrido he encontrado el viaje sumamente interesante. Había muchas preguntas que hacerse. Pero la verdad era que Flaviu no se había dormido en el carro porque era él, el que llevaba las riendas, y la pregunta que le rondada era: ¿Por qué no habían cumplido la misión?, pero esa pregunta podía esperar.

Después de contestar las preguntas de su caballero, paseo la mirada por el patio deteniéndola en las dos damas Szantovich. Fijando la mirada en ellas hizo una reverencia a modo de saludo. Luego observo el resto de nobles prestando particular interés en los dos nuevos nobles. ¿Seguro que son los Dravescu? Se pregunto a si mismo.

Dirigiéndose de nuevo al caballero de los Cárpatos, el petimetre pronuncio la frase que le rondaba por la cabeza desde hace tiempo. ¿Deseáis que os acompañe ante el Duque? Por ahora mis obligaciones están cumplidas.

Mientras limpiaba el carruaje de mi familia el Escudero Flaviu se acerca a mi y me encarga ¡¡que limpie su carrauje!!

- ¿Pero que se ha creido? No es más que un misero Escudero. Un Noble venido a menos y que posiblemente no llegue a nada en esta vida. Cualquiera puede ser Escudero. - pienso mientras el muy arrogante se da la vuelta. Si piensa que voy a dejar mis ocupaciones para que él pueda dedicarse a pavonearse por ahí está muy equivocado.

Así que sin más vuelvo a mis quehaceres para con el carruaje de mi familia después de haber liberado a los caballos de su yugo y haberlos ubicado en el establo proporcionándoles agua y comida. Al fin y al cabo ellos no tienen la culpa de que Flaviu sea un completo inepto. Eso sí, del carruaje me ocuparé cuando termine con el mío y sólo si me apetece.

- Sí- confirmó el niño cabeceando.- No pudimos repetir la carrera que no valió. El guardia de mi tía Radovina me paró y eso no vale- explicó.- No me gustan, siempre están enfadados.- Y para que entendieran a qué se refería puso gesto enfurruñado.- Y dan voces y ordenan. Pero no todos los guardias son así. Tomescu no es así. Tomescu juega conmigo cuando puede. Y tiene un hacha. Los otros guardias tienen espadas como Schaar.

Aunque así pudiera parecerlo, Tiberiu no había olvidado lo que Maserrak había dicho sobre la caza. Había dicho algo que consideró importante, algo sobre lo que reflexionó en cuanto dejó de hablar.

- Yo soy noble, maestro.- recordó.- ¿Cuándo iré a cazar?

Con un leve gesto de asentimiento Pavetta se dispuso a seguir al Sargento hasta los aposentos del Caballero Durius y esperarle allí, tal como acababa de ordenarle.

Antes, sin embargo, se giró hacia atrás buscando a Lindor, su hijo. Debía estar también con ella. Eso confirmó que el pequeño era el motivo de la entrevista que Durius quería tener con ellos. Pero esperaba que fuera para bien, quizá para felicitarles en persona, dado que acababan de ascenderlo a paje y de darle un apellido.

- El Sargento Dominik, Pavetta y Lindor se dirigen a los aposentos privados del secretario del Duque.

- El Senescal Stolnic se dirige al Salón Principal.

Iacobus, escuchando a Flaviu, sonrió más. Estaba mintiendo, y el caballero de los Cárpatos lo sabía. Pero le hacía gracia cómo su escudero, o como pudiera llamársele, pretendía creer que podía hacerlo o mejor aún, de verdad lo creía. Pobre sujeto. Pero era mucho más inofensivo así, creyendo que el enredo de sus palabras surtía efecto que dándose cuenta de lo contrario y volviéndose entonces, por supervivencia, mucho más profundo y más sutil. La sonrisa de Iacobus se volvió más pronunciada con las palabras finales de Flaviu.

- ¿Ante el Duque? Ah, no tengo nada que hacer allí por lo pronto. No tengo nada que decir que no vaya a superponerse con lo que el encargado de esta... misión va a decir ya - Iacobus se encogió de hombros - Si me equivoco, en todo caso, ¿estás seguro de querer volver a verle? ¿Qué esperas pedirle? - agregó, con un tono de curiosidad casi convincente.

No sé para qué quiere volver frente al Duque, ni qué cree que sacará con eso. Oh, allá él. Ya veremos, je.

- Por lo pronto, quizás encuentres más interesante conversar con gente de rancio abolengo. Sobre todo si han entrado al servicio del Duque. ¿Es cierto eso? - dijo el caballero de los Cárpatos, acercándose a los Dravescu que, abandonados como baja estampa habían sido en medio del patio de armas - Al final, demasiadas cosas relevantes nos hemos perdido por un viaje aburrido como no quisieran escuchar.

[Esa misma mañana, en el patio de armas]

El Caballero recién llegado, se acercó donde Schaar entrenaba junto a Tomescu. Tras la petición, Schaar lanzó una rápida mirada al guardia y respondió amablemente - por supuesto, no hay problema por nuestra parte - dijo mientras echaba un trago de un cuenco de agua fresca - siempre es agradable tener la posibilidad de entrenar con alguien distinto a quien es tu esparring habitual. Para ambos supongo - dijo sin intención de ofender a Tomescu mientras le pasaba el cuenco para que bebiera.

[Esa misma mañana, en el patio de armas]

El recien llegado finalmente dejó de mirar para saludar. Depués de que Schaar lo introdujera al grupo, Tomescu tomó el cuenco y asintió ante las palabras del Caballero, aunque poco tardó la tranquilidad en verse afectada por el tumulto generado en la entrada del Castillo.

Algo pasaba que había llamado la atención de todos y se dirigieron raudos hacia allí.

Schaar presenció como llegaba la nueva comitiva, en la que muchas caras le eran familiares por alguna u otra cosa.

Tras mantenerse en un discreto segundo plano, hizo una seña a Tomescu y salió hacia los pasillos del Castillo - creo que es momento de ir a hablar con la dama Radovina.

Debido a tu ajetreado viaje y al inesperado recibimiento aún no has acudido a presentarte ante el Duque, detalle que deberías realizar ahora que tienes un puesto noble y eres el segundo caballero de la Corte así que te ves obligado por cortesía a acudir ante el Duque por lo que la propuesta de Flaviu vuelve a tu mente, ¿quizás debas pedirle que te acompañe?

Sin previo aviso el cielo se cubrió de nubes y una suave lluvia comenzó a caer sobre el castillo haciendo que las personas se buscaran un techo bajo en que guarecerse. Más esas delicadas gotas de lluvia no tardaron en aumentar su número y aquella suave llovizna se convirtió en un chaparrón provocando la dispersión de los presentes en el patio cuando un fuerte trueno resonó en el cielo.

- Tras asearse en su pequeño cuarto, Schaar Dvy, quien no tiene ratificado su título de Caballero en la Corte, acude ante la puerta de la alcoba de la dama Radovina Szantovich de Bran.

- Afuera se escucha tronar y llover.

Iacobus apartó la mirada de los Dravescu y la levantó al cielo, cuando la primera gota se escurrió por una punta del casco y cayó sobre su nariz. Aquel trémulo aviso divino no tardó lo suficiente en transformarse en un castigo. El caballero de los Cárpatos resopló, mientras a su alrededor la caída del diluvio sobre el metal de las armaduras, de las armas y de otras cosas se transformaba en una sinfonía impaciente y cacofónica. Miró a los Dravescu invitándolos a resguardarse y se quitó el casco, sacudiendo la cabeza.

- Buena manera de terminar el viaje - gruñó, y sacudió una pierna - Ah, maldita sea. Ahora tengo que quitarme la armadura, por el agua que ha entrado en las junturas. Faltaba más.

El caballero negó, fastidiado, y miró a los Dravescu.

- Os veré en el salón principal, o por los pasillos del castillo, si es que los recorréis y no preferís quedaros en vuestras estancias. ¿De acuerdo? - miró a Flaviu - ¿Aún quieres acompañarme? Pues adelante, andando.

Curioso era ver a Iacobus molesto, teniendo en cuenta la facilidad que tenía para ironizar sobre todo lo que pasaba. Echó a andar al interior del castillo, aún sacudiéndose como un gato hidrofóbico, y moviendo la cabeza como si no pudiera creer su suerte.

- Iacobus Radoslav, el Caballero de los Cárpatos, se dirige al Salón Principal.

El petimetre miro desilusionado al caballero. La verdad, siempre hay cosas que pedir, pero dudo mucho que el Duque quiera darme algo sin que yo le de algo a cambio, es un hombre sabio; y no tengo nada que ofrecerle. Pero esa no era la respuesta adecuada para el Caballero.

Entonces sin previo aviso comenzó ha llover, que deliciosa interrupción,  ya no tendría que contestar a las preguntas del caballero.

Estoy de acuerdo, la lluvia solo es la guinda que culmina el viaje. Al menos, no nos ha incomodado durante el. Dijo Flaviu mientras mantenía la mirada perdida en el cielo.

En cuanto a la opción de ir a ver al Duque, el petimetre solo tenía una respuesta. Por supuesto mi señor.

Flaviu corrió detrás Iacobus,  mientras buscaba un trapo para secar las piezas de la armadura del caballero.

Vasilov entró en el establo para continuar el trabajo, fuera podía escucharse el ruido de la tormenta, comenzaba a caer una intensa lluvia y por suerte tanto los animales como los carros estaban resguardados a tiempo.

No tardó en escuchar movimiento en el interior, allí se encontraba Dagu limpiando un carruaje con gesto mohíno - ¿Qué ocurre chico? Tienes mala cara -