Partida Rol por web

NOCHE SIGUIENTE A LAS DE LAS BODAS:

- Se han escuchado unos aullidos terribles de lobo que han resonado por todo el castillo.

- Parecían proceder del Ala Oeste.

Cada día que pasaba era peor que el anterior, podría decirse que lo peor ya había pasado. También podía estar equivocándome. Aun pasando el tiempo ante el silencio, entre esas paredes, mi corazón no dejaba de sentir el dolor de la preocupación, la impotencia y la perdición entre la locura y enfrentamiento de mis propios sentimientos con la propia conciencia, totalmente cuerda y pura. Al contrario de mi interior, al contrario de lo que decía mi corazón. Perdido, temeroso, anhelante y enamorado. ¿Y ahora qué? Solo quedaba aferrarme a mis labores como sirvienta. Limpiar, ordenar, preparar la vestimenta y lo que necesitasen tanto mi señor como el chambelán. Así fue. Y así será. Mis manos ya cansadas se aferraron al trapo, limpiando hasta las esquinas de cada habitación, siguiendo la rutina de cada día. Llegada la hora cambiaba las velas y las encendía, pues la noche era muy oscura. Alguien había llamado, por suerte Mikail se encargó de ello. Terminé de colocar las vestimentas por si mi señor y el chambelán sentían la necesidad de cambiarse. Recogí lo que quedaba en la habitación, dejándolo todo listo. Finalmente decidí que era hora de dejarme ver, siempre manteniéndome firme ante cualquier acontecimiento, acatando las órdenes de mi señor Durius por encima de todo.

La noche era fría, las velas ni siquiera daban un toque agradable ante la oscuridad, los sentimientos y pensamientos oscuros atacaban desde las sombras, debilitando la mente y el alma de los que temen. Temidos sean pues, los seres de la oscuridad que se deslizan entre las sombras, llegando a provocar la perdición en los simples humanos. Locura. Todo se torció, unos aullidos terriblemente siniestros desgarraron el silencio. Terror. Mis ojos quedaron paralizados. Desesperación. No saber de dónde procedía aquel sonido era desquiciante ¿Y si osaban entrar en las estancias de mi señor? El único lugar donde me sentía segura y la oscuridad de la situación hacía que hasta mis creencias se viesen afectadas. Incertidumbre, preocupación e intranquilidad. Mi mente recurrió de nuevo a la ya antigua imagen de mi amado caído, estando mi corazón y mi alma desgarrados por darle por perdido. No iba a permitirlo, no otra vez.

Decidida y con una vela encendida me aferré a la poca valentía que mi ser dejaba salir. Pasé a la entrada de los aposentos, encontrándome a Mikail y Visany, a los que salude con un leve gesto y con algo de tartamudeo por el miedo traté de dar las buenas noches, lográndolo a duras apenas.

- Bu-bue... bu-buenas no-noches... Mikail, Visany - dije, dejando al final que el aire saliese lentamente de entre mis labios, aire que intentaba contener para pronunciar bien cada palabra - ¿Qué hacéis aquí? ¿Habéis... oído los aullidos?

Inmediatamente, aun con las manos temblando, me dispuse a cerrar la puerta principal del modo más seguro posible mientras intentaba observar a Mikail, por si necesitaba ayuda para cerrarla. Estaba segura que habían oído aquel ... terrible aullido y no era capaz de confiar en nadie ahora mismo. Al menos no en lo que fuese que estaba ahí afuera provocando tal sensación de temor.

El aullido también había helado la sangre de Mikail pero trató de aparentar inmunidad.- No te preocupes, no nos pasará nada.- Mikail ayudó a Enrietta a cerrar la puerta.- Enrietta, ¿puedes llamar al Chambelán Otto? Visany quiere verlo.- Mikail observó al joven esperando la respuesta de lo que había venido a tratar con Otto.

- En un rato, Mikail, Vasilov y Enrietta terminan de colocarle la pesada armadura de batalla al Caballero Durius de Slobozia.

- Buenos días - aún con voz algo ronca

Tanta conversación acabó por despertar a Vasilov, llevaba un tiempo despierto escuchando las conversaciones, si bien finalmente optó por mostrar su condición girando para apoyarse sobre el otro costado, posando los ojos sobre Enrietta intentando infundir paz, aquella pobre criaturilla había pasado por demasiado y cada día costaba más tranquilizarla.

Visany no es tonto Mikail... se nota demasiado que quieres sacar algo de información... si te conociera mejor no le caerías tan bien me parece a mi... precisamente porque por ahora es buen chico.

- Vamos Enrietta hemos pasado ya por mucho en las últimas jornadas, hemos permanecido juntos y superamos todos los contratiempos... será ese monstruo de Farkas... no debemos temerle es fiel a nuestro señor y no somos Basarab... ¿necesitas ayuda con esa puerta? - incorporándose dispuesto a ayudar

Durius había permanecido en silencio durante el tiempo en que la armadura estaba siendo colocada, la mirada fija en algún punto indeterminado, como si fuera capaz de penetrar los pétreos muros de sus aposentos y viera algo vetado a los demás. 

-Nos os llevéis a engaño. El perro es fiel al Duque y a cuanto él estableció. Su lealtad hacia mi persona tiene como límite su acendrado odio hacia mí y su escasa inteligencia. Es un monstruo. Uno de tantos que pueblan este castillo y ese aullido solo confirma un hecho. Su transformación una vez más en la que es su verdadera naturaleza salvaje e irracional -dijo con su suave voz, donde no obstante se percibían los filos de su desprecio hacia el guerrero de sangre-. Nos vemos obligados a cohabitar pero no podemos confiarnos. Menos cuando parece incapaz de mantenerse en su estado humano. Velaré por vosotros e impediré que se os haga daño, pero la precaución debe ser vuestra máxima. Si Farkas se ha transformado, eso quiere decir que la sangre está corriendo entre las paredes del castillo. Permaneced aquí. Ocupaos de las diversas tareas necesarias y si necesito de la presencia de alguno de vosotros os lo haré saber. Es hora de ver qué nuevos infortunios aderezarán esta jornada. Chambelán, ¿estáis listo? Es mi deseo que me acompañéis a comprobar la razón de que el perro haya despertado una vez más. 

Otto termina de atusarse las ropas limpias que se acaba de poner.

Tras dormir cada día en una ataúd lleno de tierra de su tumba, le gusta tomarse unos minutos cada anochecer para limpiarse, cambiarse de ropa y adecentarse. Sigue dando gran importancia a tener un aspecto presentable para la Corte.

Asiente ante las palabras de su Sire:

- "Sí, mi señor. Estoy listo y dispuesto." -

- El Primer Caballero y el Chambelán salen de las estancias privadas del Secretario Ducal y se dirigen al Patio del Castillo.

Tras ayudar a poner a su señor la armadura y observar como salía a patio junto con el chambelán Otto sin hacer el más mínimo caso a Visany, Mikail se acerca al chico y le despeina el pelo con la mano amigablemente. Sin embargo, su rostro deja entrever una sonrisa difusa pues no se sabe bien si expresa amargura, sarcasmo o simplemente un acto reflejo por lo cómica que se le antojaba la situación ¿Qué haría Mikail si un insípido  nabo se interpusiese en su camino? Supuso que ignorarlo. Si al menos fuera una dulce naranja...

Sólo comida...- Mikail dejó escapar un quedo suspiro.

- Parece que no es un buen día Visany, prueba en otro momento.- Le dijo con tono resignado.  Como todo el mundo parecía ya saber que Farkas estaba en el castillo el lacayo dejó pasar el tema,  no quería acabar asustándose el mismo de tanto hablar de ello. Recuperó la compostura habitual obligándose a insuflarse la fuerza vital que otros le rapiñeaban.- Vamos Visany, nuestra charla ha acabado por despertar a Vasilov, ¿por qué no hablamos con más calma?.- El lacayo se llevó las manos a la cabeza, estirando el pelo hacia atrás, tratando de domarlo un poco y dejando en el aire un olor almizclado. Era curioso. El tono de voz de Mikail, así como sus gestos, parecían desprender ese mismo olor artificial. Un olor fuerte y dulzón que envolvía tanto su voz como sus estudiados movimientos. 

No sabía cómo reaccionaria Visany ante la noticia que había recibido, así que le indicó el camino hacia una zona más "tranquila". Si pudiera hacer algo por el joven lo haría, aunque aún no sabía qué resultado tendría su conversación con Durius.- Dejemos trabajar a Enrietta y Vasilov tranquilos. - Ahora miró a sus compañeros. Las tareas que debían realizar al servicio del primer caballero ducal eran muchas y aburridas pero ahora el asunto de Visany requería su atención, estaba seguro de que Durius lo entendería.- Espero no tardar mucho...- Si tardaba esperaba que las tareas que debía realizar ya estuvieran hechas cuando él volviera. Todo por animar al pobre muchacho cuyo hermano esperaba una sentencia entre rejas.

Apartándose un poco de la presencia de Enrietta y Vasilov, Mikail empujaba delicadamente a Visany a un lugar algo más tranquilo.

- ¿Estas bien?- El lacayo esperó a que el chico reaccionara ante la noticia recibida para después continuar con el tema que había traido al muchacho a las habitaciones de Durius.- Deberías probar en otro momento, la situación es tensa. - Mikail no se esforzó en disimular su curiosidad, tampoco tenía necesidad de hacerlo con Visany.-Si me cuentas lo que es quizás yo tenga más suerte al intentarlo. - Sonrió pícaro.-Puedo decir que tengo buena mano con mi señor...- Soy una fruta madura, no un nabo, aunque no tan maduras como otras...

- Estoy bien. - le digo a Mikail. No te preocupes. Te agradezco tu preocupación.

- Lo que tengo que hablar con el Chambelán Otto o nuestro señor Durius es algo que tengo que hacer yo en persona.

Luego me giro para salir de la estancia.

- Tengo mucho que hacer y organizar. - le digo.

Dicho esto salgo al patio.

- Lo último que necesito ahora mismo es gente entrometiéndose en mis asuntos. - pienso ligeramente malhumorado por el hecho de que el Chambelán Otto hubiera ignorado mi presencia.

- A trabajar Visany. - me digo a mi mismo.

- Buena suerte, pues.- Se limitó a decir Mikail dulcemente, observando con la cara tapada por el largo pelo que se había revuelto indómito. Sin más se levantó y se dio la vuelta para evitar que viera la expresión de su rostro. La indiferencia de Visany le había sorprendido.

Y yo preocupado...- Dejó escapar otro suspiro, este ya más sonoro.

- Visany sale de las estancias privadas de Durius de Slobozia y se dirige al Patio del Castillo.

Cuando Visany sale de las estacias, Mikail vuelve con sus compañeros. Realiza algunas tareas con apatía, mientras a veces se le oye murmurar algún que otro reproche entre suspiros de hastío.

- ...desagradecido...

Al poco rato el lacayo abandona las habitaciones.

- Mikail sale de la antesala de las habitaciones privadas de su señor y se dirige al Patio del Castillo.

Finalmente mi señor había vuelto a marchar, la tristeza cubría mis ojos, para mí sus partidas solo aportaban intranquilidad y preocupación cual mujer del caballero que marcha al campo de batalla. Mikail también partió. ¿Y ahora qué? Solo podemos esperar... ¿qué puedo hacer? nada... la impotencia era tan horrible, tan agotadora que hasta torturaba mi mente. Finalmente suspiré, posando mis ojos sobre el rostro de Vasilov. Nos habíamos salvado aquella vez... entre tanta sangre... ¿seríamos capaces esta vez? ¿tendríamos siempre tanta suerte? Lo dudaba tanto...

- A... ayúdame... por favor... - dije con un hilo de voz apenas audible.

Mis manos temblorosas trataban de atrancar la puerta desde dentro, aunque la madera era algo pesada, pero así, en caso de peligro, estaríamos a salvo. Al menos en cierto modo. Volví a mirar a Vasilov, mientras me sentaba y miraba a mi alrededor.

- Cierto es... que hemos pasado por muchas cosas, pero ahora hay nuevos enemigos, nuevos temores ¿Y si le ocurre algo a nuestro señor? ¿Y si vuelve a ocurrir... lo de aquella vez? pero... peor... y sí... ¿y sí muere ahí fuera? No podría soportarlo... - intentaba respirar profundamente, ahora trataba de autoconvencerme de que no sería así - bu... bueno, nuestro señor es fuerte ¿verdad? no le pasará nada, ya salió de otras... podría salir de esta también ¿cierto? 

Realmente buscaba la respuesta para tranquilizarme, Vasilov había estado a mi lado todo este tiempo, compartiendo el dolor y las situaciones terroríficas por las que tuvimos que pasar. Pero seguía preguntándome...

- ¿Y ahora qué hacemos? - dije para mí misma, aunque Vasilov podría interpretar que la pregunta estaba destinada a él. Bajé mi rostro y esperé la respuesta o el silencio que llegase tras mis palabras.

Observé en silencio como nuestro señor se marchaba de nuevo. Mi cabeza enseguida se llenó de la duda e incertidumbre por lo que podía llegar a pasar. No eran buenos tiempos. Las palabras de Enrietta me sacaron de smi pensamientos.

- No le ocurrirá nada a nuestro señor - le contesté de inmediato tras escuchar acercándome hacia ella y poniéndole una mano sobre el hombro en señal de apoyo. -Es fuerte y ya ha demostrado ser capaz de sobrevivir a las situaciones más inhóspitas. El recuerdo de lo ocurrido en los aposentos del señor tiempo atrás me produjo un escalofrío. Había estado a punto de morir pero consiguió recuperarse sin ningún tipo de cuidado.

Decidí guardarme esas inquietudes para mí. Enrietta ya estaba demasiado nerviosa como para empeorar las cosas. Cuando bajó su rostro llevé mi mano a su barbilla de forma inconsciente y le obligué, con suavidad, a elevar la cabeza. - Ahora acataremos las órdenes de nuestro señor. Es lo que debemos hacer.

Asentí ante las palabras de Vasilov. Tenía razón, lo único que podíamos y debíamos hacer era acatar las órdenes de nuestro señor, limpiar y ordenar todo. Así pues, me levanté, alisando mi vestido con las manos, como si tratase de quitarle el polvo de algún modo. 

- Deberíamos ir a las cocinas, aunque sea a comer un trozo de pan. Luego volveremos para limpiar todo esto - dije mientras miraba a mi alrededor. Cada día lo limpiábamos todo, pero eso no quitaba que cada noche hubiese arena por todas partes. Ambos sabíamos por qué.

Estando ya de pie miré a la puerta y recordé el aullido de Farkas. Un escalofrío me recorrió la columna, recordé que algo de comida tenía guardada yo en mi habitación. Fui a por ella y le di un trozo a Vasilov.

- Será mejor que nos quedemos aquí, no quiero someterme a riesgos innecesarios. - sonreí mientras le tendía el trozo de pan del día anterior.

DECIMA HORA DE LA NOCHE.

PRIMERO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- Mikail llama y se identifica, Vasilov le abre la puerta de la antesala de las estancias privadas de Durius.