Partida Rol por web

El lacayo entra con gesto cansado y oliendo ligeramente a vino. Saludó a sus compañeros con una sonrisa sin dientes, como una noche sin luna.

- Qué ganas de irme a dormir pero...uff...- Suspiró.- ...el deber me llama.- Recorrió la antesala de la habitación de Durius con un par de grandes zancadas. Se quitó la pesada capa, y después, cuidadosamente, la camisola con manchas de vino. La dejó echa un rebujo al lado de la cama, ya tendría tiempo para lavarla. Ahora debía darse prisa para no enfadar al Maestro Maserrak. Esperaba que el erudito tuviera buena compañía en sus estancias. Al irse del patio había visto por el rabillo del ojo que uno de los guardias lo seguía a sus aposentos. Media sonrisa se formó en su cara iluminada por las luz titilante de la antorcha. Le hubiera gustado tener el don de la ubicuidad para poder ver cómo se desenvolvía el maestro en semejante situación. El muy cabrón le había puesto en un aprieto delante de los otros.

- Tengo que volver al patio. - Le dijo a Valilov. Les habló de las noticias que había escuchado, con respecto a el aullido escalofriante que habían escuchado..- Al parecer Farkas Deli ha sido muerto por El Caballero de los Cárpatos.  Así que estad tranquilos. -Todo lo tranquilo que se podía estar en el maldito castillo. Antes de salir se puso a afilar su daga y cuchillos. Le costó un rato encontrar con qué afilarlo de entre sus pertenencias.

Nunca se sabe cuando van a necesitarse.

Dejó sus cosas ordenadas antes de marchar. Esperaba poder volver pronto para echarse a dormir. No tenía buena cara.Humedeció un trapo y se frotó el cuerpo con él,  bajo las axilas, en el pecho, el cuello y el rostro. Se mojó un poco el pelo que echó hacia atrás de la manera que a él más le gustaba.  Una vez afilados un par de cuchillos, el lacayo se puso sus mejores ropas, que no dejaban de ser sencillas, pero al menos no olían a vino. Se puso la capa por encima de los hombros y emprendió de nuevo el camino hacia el patio. 

Vasilov asintió silenciosamente cuando Mikail les informó de las buenas nuevas, y dejó escapar un suspiro de alivio. Si lo que decía era cierto, podrían borrar definitivamente uno de los grandes temores que les acechaban.

- Espero que la hoja del Caballero haya sido totalmente certera - dijo, cruzándose de brazos junto a la puerta, mientras esperaba a que Mikail terminara de cambiarse - Demasiados peligros acechan ahí fuera como para no estar seguros...

Cuando terminó sus palabras, miró a Enrietta, como temiendo haberla asustado más aún de lo que la joven estaba.

- Algo más aseado, adecentado y peinado, con ropas limpias, dos cuchillos bien afilados, y una gruesa capa sobre sus hombros, Mikail sale de la atensala de las estancias privadas de su amo y señor.

La chica se encontraba temblando, aunque su temblor disminuyó perceptiblemente al escuchar las palabras de Mikail. Uno de los monstruos que había sueltos en aquel castillo había muerto, y parecía que su adorado señor no se había visto salpicado por aquello, cosa que agradecía a los cielos. Al percatarse de la mirada de Vasilov, trató de recomponerse, y dijo:

-Debemos limpiar y ordenar todo antes de que vuelva nuestro señor, ya hemos perdido mucho tiempo...

Una vez se hubo asegurado que la puerta estaba firmemente protegida por agresores externos, miró con una mezcla de tristeza y cariño a Enrietta. Nunca todo estaba lo suficientemente limpio para su señor, ni todo lo suficientemente colocado. Una ligera punzada de pesar atenazó su pecho, pero la desterró inmediatamente recordando cuál era su papel en aquel lugar.

- ¿Estás bien? - dijo, acercándose a ella lentamente, mirando cómo sus cabellos se movían - ¿Hace cuánto que no descansas?

Enrietta se había dado la vuelta, mirando a su alrededor e intentando centrarse en sus quehaceres. Pero el temor por lo que pudiera estar ocurriéndole a su señor, hacía que su límpida y cristalina mirada se empañara y volviera continuamente hacia la puerta. 

Al escuchar la voz suave de Vasilov se volvió a mirarlo. Sus ojos estaban completamente abiertos, sus pupilas dilatadas y un leve temblor se podía apreciar en la suave mandíbula de la muchacha. 

- ¿Descansar....? No... No puedo.... - ¿Cómo podía estar hablando del descanso? Su señor estaba allí fuera, arriesgándose por ellos. Sus manos temblorosas se cogieron al delantal, arrugándolo inconscientemente mientras sus pupilas rehuían la mirada del joven lacayo.

- Todo tiene que estar perfecto para cuando regrese mi señor Durius... - Ella deseaba verle entrar por aquella puerta atrancada. Deseaba perderse en la infinidad de sus ojos esmeralda y sentir que su corazón descansaba, sabiendo que él estaba a salvo. 

Él es fuerte... Este temor sólo hace constancia de la poca fe que tengo en él... Pero no puedo evitarlo, me moriría si le pasara algo... ¿Qué sería de mi...? 

Se alejó unos pasos de Vasilov y cogió una camisa que había sobre una silla. Tenía que coserle los puños, hacía días que lo estaba pensando y aquel era un buen momento. Sí, un buen momento si conseguía que sus manos dejaran de temblar. Se detuvo y se mordió con fuerza los labios... Tenía que controlarse, no podía dejar que los nervios la dominaran de aquella manera...

- ¿Seguro que estará bien.... Verdad....? - Volvió a preguntarle, clavando sus iris en los ojos castaños del joven. Necesitaba escucharlo una vez más, necesitaba saber que su señor volvería a ella....

Vasilov sonrió tristemente, y finalmente miró al suelo, como si esperara encontrar en él las respuestas que buscara. Un segundo después, volvió a mirar a Enriette, asintiendo repetidas veces.

- Sí, estará bien. Es imparable, ya lo sabes - dijo, para luego alejarse a la otra punta de la habitación a pulir las botas de montar.

- Sí... Tienes razón... Lo siento - Murmuró la joven y apartó la mirada. Siento mi actuación, siento haber desfallecido y dudado de mi señor... Se sentía tan avergonzada por su comportamiento indeciso y temeroso... Un suspiro salió de sus trémulos labios y agarrando con fuerza la camisa se dirigió a un pequeño mueble donde guardaba su cajita de costura. Abrió las puertas de madera y se acuclilló, dejando la prenda encima de dicho mueble, junto a unas velas encendidas. 

Rebuscó hasta hallar la cajita y se incorporó... Sus ojos azules se quedaron prendidos por el suave titilar de las ínfimas llamas. Sus labios se fruncieron mientras su cabeza se inclinaba ligeramente. Durante unos segundos se quedó pensativa, mientras, de fondo, escuchaba el cepillo que Vasilov utilizaba para pulir las botas. 

Enrietta deseaba ser fuerte. Deseaba poder mirar a su señor y sentir que él estaba orgulloso de ella. Pero siempre había vivido con miedo... Y su miedo ahora se volvía contra ella.

Sus pestañas aletearon y sacudió ligeramente la cabeza. Sus pupilas enfocaron de nuevo el suave titilar de las llamas. Poco a poco empezó a recuperar la cordura y un nuevo suspiro salió de sus labios.

Se dirigió a una de las recias sillas y sentándose, junto a uno de los candelabros, cogió aguja e hilo y empezó a zurcir la camisa. Inconscientemente había llevado su cabello lacio detrás de las orejas y un mechón rebelde caía por delante de sus ojos. Con cada sonido levantaba la mirada y la dirigía hacia la puerta, pero ésta se mantenía cerrada y negando con la cabeza volvía a centrarse en su trabajo... 

AL FILO DE LA MEDIANOCHE.

- Mikail regresa con sus compañeros a la antesala de las estancias privadas del Secretario Ducal.

El lacayo entró en las habitaciones con grandes muestras de cansancio en su rostro. Unas marcadas ojeras hacían que no tuviera buen aspecto, a pesar de que había salido más o menos arreglado. Se dirigió hacia sus cosas, sin apenas fijarse en si había alguien en la habitación, mucho menos saludar, pues tenía importantes cosas en las que pensar.

Aún con los nervios a flor de piel Mikail buscó el frasco que había tomado prestado de la habitación del maestro Maserrak y lo guardó entre sus ropas. Se quedó a la espera de que regresara el Primer Caballero y que le impartiera el castigo que se merecía.

Este día habia sido mas largo que el anterior, siempre con esa sensación de vértigo oprimiéndole el pecho, atenazándole la garganta que con cada hora que pasaba sin saber de él parecía mas intensa. La incertidumbre empezaba a enloquecerla. No había nada mas que ordenar, nada que limpiar, nada en que ocupar toda la energía que aún le quedaba y que ahora solo le servía para crear los mas terribles escenarios en su fatigada mente.

¿Y si no volvía?

Los pasos del Lacayo la arrancaron de ese momento de terrible angustia en el que se descubrió hundiendo el rostro en la misma camisa que apenas una noche antes había pasado horas reparando amorosamente y que aún conservaba el aroma de su señor.

-Mikail- Lo llamó, acercándose a paso ligero. -¿Mikail, que nuevas traes?-

Aún llevaba la prenda entre las manos y en su rostro la huella del cansacio igual que él, pero sus ojos refulgientes no parecían enterarse de esto, ávidos de alguna palabra que calmara sus temores.

La llegada de Mikail me pilla casi por sorpresa. Realmente no lo esperaba todavía.

- ¿Qué ha pasado? - le pregunto llegando a su altura. Tienes mala cara. ¿Va todo bien?

Mientras ordena sus cosas y se pone unas prendas más cómodas Mikail responde a Enrietta.

- Malas nuevas para mi. -Soltó de un soplido.  Pero estaba claro que lo que a ella le importaba era si había noticias de Durius.- Digamos que yo mismo me he metido en un buen lío.- Respondió también a Vasilov, que se mostraba interesado - No, no va todo bien.- Estaba muerto de cansancio, y todavía tenía que esperar su castigo.

-¿Que ha pasado?-

Con la zarpa invisible del miedo apretando su voz, manteniéndola en poco mas que un hilillo tembloroso, se acercó hasta estar junto a él, echando una mirada rápida sobre la figura del lacayo, buscando heridas y tomándolo suavemente del brazo lo miró angustiada.

-Por dios, habla Mikail.-

- He de ser discreto, lo entendéis ¿verdad?, o acabarán cortándome la lengua.- Era extraño, pero reconfortante, sentir el apoyo de quien más atención se llevaba por parte de Durius. ¿Guardaría algún secreto para con ella? Por si acaso no contaría nada, no fuera a ser que acabara enterándose y empeorando su castigo.- Sólo puedo decir que  he puesto demasiado ahínco en llevar a cabo una tarea que se me había encomendado. Me he extralimitado. He metido la pata hasta el fondo, le he avergonzado delante del Caballero de los Cárpatos...ese cabrón sanguinario acabrá matándome también a mi... y , ahora, sólo puedo esperar que nuestro Señor sea misericordioso conmigo. Por favor dejadme solo.-La voz le tembló ligeramente. Estaba tan cansado de dar explicaciones que lo que menos necesitaba era otro interrogatorio. El calor humano comparado con la frialdad de aquellos que se alimentaban de su sangre era un contraste que casi le hizo llorar. Respondió al contacto de la mujer posando su mano encima de la suya. - Nuestro Señor está hablando ahora mismo con... Maese Maserrak. Volverá aquí para comunicarme mi castigo. De Innya y Dagu aún no sé gran cosa, más que esperan en la prisión al veredicto del Chambelán Otto por unos incidentes acaecidos en la boda.- Se acurrucó en su catre, esperando a que llegara su señor, tapando su rostro contra la aspereza de las sábanas. Trató de dormir un poco.

TIRADA OCULTA:

- De Percepción + Consciencia.